viernes, 19 de junio de 2015

Excerpta de Antonio Enríquez Gómez

I


De Academias morales de las Musas (1642), publicada en el exilio:

¡Ay de mí! Que vine al mundo
a solicitar tragedias:
nací llorando el delito
antes que lo cometiera (Academias, 400).

II

(Diatribas contra la Inquisición)

De La culpa del primer peregrino (1644):


¡Ay de los tribunales imperfectos
a donde los delitos son secretos,
salas donde se mira
en espejos de sombra la mentira
y donde andan los vicios y maldades
revueltos en fingidas sanctidades! (Culpa, 140-141).

[Hablando del gobierno de España, que permite espías y delatores]:

¿Qué premio puede aguardar un reino que premia malsines, alimenta cuadrillas de ladrones como dice Agustín, destierra vasallos, deshonra linajes, ensalza libelos, multiplica ministros, destruye el comercio, ataja la población, ama adbitrios, roba los pueblos, confisca bienes, hace juicios secretos, no oye las partes, calla los testigos, vende noblezas, condena nobles, alimenta gabelas y arruina el derecho de las gentes? (Luis dado de Dios a Luis y Ana, Samuel dado de Dios a Elcana y Ana, París, 1645, 118-119).

¡Oh! ¡miserable gobierno! ¡Oh! ¡pueblo cruel! ¡Oh invidia conocida! y por fin mi sentimiento; ¡Oh! ¡Monarquía sin caridad, Reino sin justicia y Tribunal sin misericordia! ¿Adónde tienes la vista de la razón intelectiva? Abre las luces del espíritu, sal de las tinieblas en que vives, considera que la mayor ruina que puede venir a la Monarquía, a la República, a la Nobleza, y en fin a la salvación de las almas es excluir, apartar y vituperar los linajes. Este es el más bárbaro arbitrio, que entre la Cristiandad ha sembrado, introducido y asentado el Demonio... ha puesto en las iglesias (en lugar de santos) pinturas diabólicas, (como son llamas de fuego y figuras del infierno), ha deshonrado los vivos, ha sacado en estatua los ausentes, ha dado a entender al pueblo inocente las herejías de los reos (La política angélica, Rouen, 1647, p. 149).

[Este mundo es monarquía de las tinieblas y de la muerte, mientras que la de Lucifer es una justa]:

Allá se condenan los bienes de los culpados y aquí los de los inocentes. Allá se perdona al que se arrepiente de su pecado y aquí se condena al que se arrepiente de lo dado y se perdona al que lo ha dado como demás. Allá la Inquisición es secreta y aquí es secreta y pública. La una es santa y la otra pecadora. Allá los familiares prenden con mandamiento real, pero aquí los familiares prenden como lascivos los reales mandamientos. Allá limpian las almas de las herejías y aquí del dinero las bolsas. Y, no te espantes, que no hay mayor herejía que quitarle a uno su hacienda (Ynquisición de Luzifer y Visita de todos los diablos, manuscrito inédito copiado en 1686, 13r)

[En la casa del hipócrita explica el diablo al autor que por la culpa de la Inquisición llegó la destrucción espiritual y económica a España]:

No te espantes de lo que has visto, que el siglo está condenado a hipocresía perpetua; todos nacen hipócritas, viven hipócritas, enferman hipócritas y mueren hipócritas. En saliendo de el vientre de la madre los verás vestidos de inocencia, y no lo es, sino capa que cubre la hipocresía que viene dentro... Esta compañía de santos hay en el siglo. Malos somos nosotros, pero ángeles malos y obramos como tales. Y aun estos hacen obras peores, pues pueden hacer bien por naturaleza y nosotros no podemos dejar de hacer mal por ella porque fuimos criados para ello.... Y, pues habemos tocado sobre Inquisición, quisiera preguntar a la vuestra: ¿quién la mete a castigar las almas de los herejes siendo nuestras? Si es por salvarlas, procuren convertirlos y, en caso que no quieran, aquí estamos nosotros para castigarlos, que somos ministros de Dios, como el verdugo lo es de la justicia. ¿Qué necesidad tienen los Inquisidores de meterse en nuestra jurisdición castigando nuestras almas, si ellas como enemigo de Dios han de venir a parar a nuestras manos? ¿Quién le dio potestad para castigarlas primero que nosotros?... Digo que la Inquisición del siglo es una baraja de naipes donde andan barajadas las mentiras por verdades y las verdades por mentiras (Ynquisición de Luzifer y Visita de todos los diablos, 20v-21r).

III

De Los filósofos de Grecia Heráclito y Demócrito 

(Enríquez se vuelve shakespiriano)


DEMÓCRITO



Mira, cuando algún reloj 

desconcertado por yerro, 
en lugar de dar las tres, 
da las ocho, o da las ciento, 
¿no te ríes? Pues, amigo, 
el reloj del Universo, 
como anda desconcertado 
y nunca tuvo remedio, 
en dando las necedades 
por horas o por momentos 
no hay sino soltar la risa 
y no llorar su gobierno, 
porque este reloj del mundo, 
aunque lluevan estos cielos 
a diluvios las verdades, 
en su vida andará cierto. 


[...]



(Tópico del gran teatro del mundo)



DEMÓCRITO



Mira en el solio sagrado: 

una comedia los dioses 
milagrosa compusieron; 
los versos, conceptuosos, 
muy ajustado el enredo 
a la trabazón del mundo; 
por tramoyas, elementos; 
por equívocos, las luces 
que huellan por estos cielos.
Los comediantes, ya ves: 
hombres y mujeres fueron, 
repartieron los papeles: 
uno noble, otro plebeyo, 
aquel rey, este villano, 
aquel grande, este pequeño, 
y empezose la comedia. 
Valgámonos del ejemplo. 
Cuando un comediante acaba 
de hacer un rey muy soberbio, 
¿no se entra en el vestuario, 
adonde pierde su reino 
y queda igual, ya se ve, 
con todos sus compañeros?
Pues así somos nosotros: 
los dioses nos repartieron 
estos papeles ahora 
en cuanto vida tenemos. 
Hemos de representar 
la comedia al Universo.
Deja que venga la muerte, 
que, en acabando con ellos, 
iremos al vestuario 
del mauseolo tremendo, 
donde seremos iguales 
los grandes y los pequeños.


[...]



HERÁCLITO



¡Que sufran esto los dioses! 

¡A un flaco cadáver yerto 
dos mil hombres acompañan!
¡Más de doscientos talentos 
cuesta un polvo levantado 
de la tierra, ya deshecho!
¡No he de llorar un delirio 
tan grande, y tan manifiesto!
¡Lo que es tierra, pide mármol; 
lo que es vanidad, imperio; 
lo que es nada, pide fausto 
y lo que es muerte, reflejo! 
¿No te sucedió mirar 
de la playa al pasajero 
cuando se embarca, que todos 
sus amigos y sus deudos 
le abrazan y se despiden 
llorando, y, al mismo tiempo, 
en otra nave llegar 
a tomar dichoso puerto 
otro a quien todos abrazan 
por verle libre del riesgo?
Pues al contrario es el mundo: 
al que muere y toma puerto 
en tierra de la verdad, 
le lloramos indiscretos, 
y al que nace a navegar 
por piélagos tan inmensos 
le hacemos fiestas y damos 
parabienes imperfectos:
este es el mundo, y así, 
pues los necios y los cuerdos, 
los ignorantes y sabios 
por la corriente del tiempo 
van caminando a la mar 
de este océano de pueblos, 
reírles las ignorancias 
y no llorar los extremos, 
me parece que es cordura.


[...]



(Paráfrasis del lamento inicial del Libro de Job)



HERÁCLITO



Te sigo: perezca el día 

en que vi la luz del Cielo.
Nunca yo hubiera corrido 
por el campo del aliento 
la carrera de la vida 
en el caballo tremendo, 
en el desbocado bruto 
de mi vanidad! Primero 
que se animara a correr, 
quedara perdido y muerto.
La que dio nuevas de mí 
al que me engendró, sediento 
de animar su semejanza, 
me ahogara, y del materno 
solio de mi vanidad, 
no saliera al Universo.
Déjame llorar, pues vine 
a ver, sacrílego y necio, 
abatidos los humildes, 
ensalzados los soberbios, 
desterrados a los sabios, 
sin aplausos los ingenios, 
a los malos sin castigo, 
castigados a los buenos, 
a los pobres destruidos, 
y a los ricos con imperios.

lunes, 15 de junio de 2015

Jorge Guillén, El cuento de nunca acabar



HOMENAJE (1967)



El cuento de nunca acabar





Una vida no cabe en la memoria.


Ámbitos de amistades,

espíritus sin roce

con Historia, con público,

la mujer, el amor, las criaturas,

nuestra existencia en pleno consumada

entre bienes y males.



Surge una gratitud

¿en cuántas direcciones?

Se despliega la rosa de los vientos.


¡Amigos! Este Globo
florece bajo diálogos:
extraordinaria flora
-mezclándose a la selva
que nunca se destruye-
por entre las historias diminutas
que recatan sin fechas los instantes
supremos, tan humildes.
La raíz de mi ser los ha guardado
para abocar al que yo soy. Más rico,
respirando agradezco.
El hombre entre los hombres,
el sol entre los astros
¿en torno a una Conciencia?
(Más que una hoja yo no soy, no sé.)




Miro atrás. ¡El olvido me ha borrado

tanto de lo que fui!

La memoria me oculta sus tesoros.


¿Cómo decir adiós,

final adiós al mundo?

Y nadie se despide de sí mismo,

a no ser en teatro de suicida.

Estar muerto no es nada.

Morir es sólo triste.

Me dolerá dejaros a vosotros,

los que aquí seguiréis,

y no participar de vuestra vida.

El cuento no se acaba.

Sólo se acaba quien os cuenta el cuento.
¿Habrá un deber y haber
que resuma el valor de la existencia,
es posible un numérico balance?
Ser, vivir, absolutos,
sacros entre dos nadas, dos vacíos.
El ser es el valor. Yo voy valiendo,
yo vivo. ¡Todavía!
Tierra bajo mis plantas,
el mar y el cielo con nosotros, juntos.

viernes, 12 de junio de 2015

La más hermosa metáfora de un libro

Pájaro con miles de alas para volar al infinito

La vida es sueño, Pedro Calderón de la Barca

P. Calderón de la Barca, La vida es sueño, fin de la jornada II:

CLOTALDO

(Enternecido se ha ido.
el Rey de haberlo escuchado).
Como habíamos hablado 
de aquella águila, dormido, 
tu sueño imperios han sido; 
mas en sueños fuera bien 
honrar entonces a quien 
te crió en tantos empeños, 
Segismundo; que aun en sueños 
no se pierde el hacer bien. 

SEGISMUNDO

Es verdad; pues reprimamos 
esta fiera condición, 
esta furia, esta ambición, 
por si alguna vez soñamos: 
y sí haremos; pues estamos 
en mundo tan singular, 
que el vivir solo es soñar; 
y la experiencia me enseña, 
que el hombre que vive sueña 
lo que es, hasta dispertar. 
Sueña el rey, que es rey, y vive 
con este engaño mandando, 
disponiendo y gobernando; 
y este aplauso, que recibe 
prestado, en el viento escribe, 
Y en cenizas lo convierte 
la muerte; ¡desdicha fuerte! 
¿Qué hay quien intente reinar, 
viendo que ha de dispertar 
en el sueño de la muerte? 
Sueña el rico en su riqueza, 
que más cuidados le ofrece, 
Sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza, 
Sueña el que a medrar empieza, 
sueña el que afana y pretende, 
sueña el que agravia y ofende;
y en el mundo, en conclusión, 
todos sueñan lo que son, 
aunque ninguno lo entiende. 
Yo sueño, que estoy aquí 
destas prisiones cargado, 
y soñé, que en otro estado 
más lisonjero me vi. 
¿Qué es la vida? Un frenesí: 
¿qué es la vida? Una ilusión, 
una sombra, una ficción, 
y el mayor bien es pequeño; 
que toda la vida es sueño, 
y los sueños sueño son. [...]

III

[El príncipe Segismundo es liberado e instado por varios soldados rebeldes al rey Basilio a que tome el mando de la rebelión]

SOLDADO

Sal pues; que en ese desierto 
ejército numeroso 
de bandidos y plebeyos 
te aclama; la libertad 
te espera; oye sus acentos. 
¡Viva Segismundo, viva! (dentro)

SEGISMUNDO 

¿Otra vez? ¿Qué es esto, Cielos?
¿Queréis que sueñe grandezas 
que ha de deshacer el tiempo? 
¿Otra vez queréis, que vea 
entre sombras y bosquejos 
la majestad y la pompa 
desvanecida del viento? 
¿Otra vez queréis, que toque 
el desengaño o el riesgo 
a que el humano poder 
nace humilde y vive atento? 
Pues no ha de ser, no ha de ser; 
miradme otra vez, sujeto 
a mi fortuna y, pues sé 
que toda esta vida es sueño, 
idos, sombras, que fingís 
hoy a mis sentidos muertos 
cuerpo y voz, siendo verdad, 
que ni tenéis voz ni cuerpo. 
Que no quiero majestades 
fingidas, pompas no quiero, 
fantásticas ilusiones 
que al soplo menos ligero 
del aura han de deshacerse, 
bien como el florido almendro, 
que por madrugar sus flores, 
sin aviso y sin consejo, 
al primer soplo se apagan, 
marchitando y desluciendo 
de sus rosados capillos 
belleza, luz y ornamento. 
Ya os conozco, ya os conozco, 
y sé que os pasa lo mesmo 
con cualquiera que se duerme. 
Para mí no hay tingimientos; 
que desengañado ya, 
sé bien, que la vida es sueño.

 [...]

Y con esta prevención
de que cuando fuese cierto, 
es todo el poder prestado, 
y ha de volverse a su dueño, 
atrevámonos a todo. 

[...]

(tras perdonar a Clotaldo)

A reinar, Fortuna, vamos;
no me despiertes, si duermo,
y si es verdad, no me aduermas.
Mas sea verdad o sueño,
obrar bien es lo que importa;
si fuere verdad, por serlo;
si no, por ganar amigos
para cuando despertemos. 

[...]

BASILIO
¿Quién, Astolfo, podrá parar prudente 
La furia de un caballo desbocado? 
¿Quién detener de un rio la corriente, 
que corre al mar soberbio y despeñado? 
¿Quién un peñasco suspender valiente 
de la cima de un monte desgajado? 
pues todo fácil de parar se mira 
más que de un vulgo la soberbia ira. 

Dígalo en bandos el rumor partido;
pues se oye resonar en lo profundo 
de los montes el eco repetido: 
unos, "Astolfo", y, otros, "Segismundo".
El dosel de la jura, reducido 
a segunda intención, a horror segundo, 
teatro funesto es, donde importuna 
representa tragedias la fortuna. 

ASTOLFO

Señor, suspéndase hoy tanta alegría, 
cese el aplauso y gusto lisonjero, 
que tu mano feliz me prometía; 
que si Polonia (a quien mandar espero) 
hoy se resiste a la obediencia mía, 
es porque la merezca yo primero. 
Dadme un caballo, y de arrogancia lleno 
rayo descienda el que blasona trueno.

BASILIO 

Poco reparo tiene lo infalible,
y mucho riesgo lo previsto tiene;
si ha de ser, la defensa es imposible, 
que quien la excusa más, más la previene. 
¡Dura ley! ¡Fuerte caso! ¡Horror terrible! 
Quien piensa huir el riesgo, al riesgo viene; 
con lo que yo guardaba me he perdido: 
yo mismo, yo, mi patria he destruido. 

[...]

(el rey Basilio, derrotado)


¿Hay mas infelice Rey?
¿Hay padre más perseguido?

CLOTALDO

Ya tu ejército vencido 
Baja sin tino ni ley.

ASTOLFO

Los traidores, vencedores 
Quedan. 

BASILIO

En batallas tales
los que vencen son leales, 
los vencidos, los traidores. 
Huyamos, Clotaldo, pues 
del cruel, del inhumano 

rigor de un hijo tirano. 

lunes, 1 de junio de 2015

Soneto de Antonio de Solís

¿Hasta cuándo mi torpe desvarío 
abusará, Señor, de tu clemencia?
Que parece que aprendo en tu paciencia
más libertad que diste a mi albedrío.

Juzga, corrige, enmienda el error mío
antes que se pronuncie la sentencia.
No llegue, en mi postrera negligencia,
la primera señal de tu desvío.

Tú me diste tu imagen: mi pecado
la borró. Mas, ¡ah, triste! no parezca
tu retrato en mi ciega destemplanza:

vuelva a imprimir tu sangre lo borrado
y, para que la imagen permanezca,
defiéndame de mí tu semejanza.