viernes, 21 de noviembre de 2025

José Emilio Pacheco, Égloga octava

 ÉGLOGA OCTAVA


Lento muere el verano

y suspende el silencio con sus ruidos.

Un otoño temprano

hundió verdes latidos,

árboles por la muerte merecidos.


La luz nos atraviesa.

Se detiene en tu cuerpo y lo decora.

Tal fuego que te besa,

consumida en la hora,

ya se incendia la tarde asoladora.


Vivimos el presente

en función del mañana y del pasado,

porque seguramente

no estaré ya a tu lado

en ese tiempo real que has desdeñado.


En estas soledades

se han unido el desierto y la pradera.

Mas el gozo que invades

ya no te recupera

y durará lo que la noche quiera.


Creciste en la memoria

hecha de otras imágenes, mentida.

Y no habrá más historia

para ocupar la vida,

que esa huella de ti, vasta y perdida.


Inútil el lamento,

inútil la esperanza, el desterrado

adjetivo del viento.

Te ha poblado

el transcurrir de todo lo acabado.


Esperemos ahora

la claridad que apenas se desliza.

Nos encuentra la aurora

en la tierra cobriza,

faltos de amor y llenos de ceniza.


Se acerca la negrura

en la avidez del día que despierta.

En torno a tu hermosura

se ha cerrado la puerta

de la alegría que me diste muerta.


No volveremos nunca

a tener en las manos ese instante;

porque la noche trunca

hará que se quebrante

nuestra dicha

y sigamos adelante.


El oscuro reflejo

de ese ayer que zozobra en tu mirada,

es el oblicuo espejo

que bifurca la nada

de esta reunión de sombras condenada.


La llama que calcina

de tu rostro sin voces ha crecido.

Pero ha de ser su ruina

la que instaure el sonido,

el silencioso estruendo del olvido.


De los años la ira,

la confusión, el peso, la derrota,

no harán una mentira

de todo lo que brota

en una noche de prodigios rota.


El mundo se apodera

de lo que es nuestro y tuyo. Y el vacío

acontece y vulnera;

como el río

que humedece tus labios, amor mío.


Eterna, única ausente,

niña solar o hiedra que se esconde.

Te borras lentamente,

más vivirás en donde

tu presencia me escucha y me responde.

viernes, 14 de noviembre de 2025

Virgilio, I égloga o bucólica

MELIBEO

Títiro, tú, tumbado bajo la protección de una extensa haya compones con flauta liviana un poema pastoril; nosotros abandonamos los límites de la patria y los dulces campos: nosotros huimos de la patria; tú, Títiro, tranquilo a la sombra, enseñas a los bosques a repetir (el nombre de) la hermosa Amarilis.

TÍTIRO

Oh Melibeo, un dios nos procuró estos ocios: pues para mí él será siempre un dios; su altar a menudo lo regará (con sangre) algún tierno cordero de nuestros rediles. Él ha permitido que mis vacas vaguen libremente, como ves, y que yo mismo cante lo que quiera, con flauta rústica.

MELIBEO

No siento envidia, en verdad; me admiro, más bien: ¡hasta tal punto en todas partes, en todos los campos reina la confusión! Mírame, yo mismo conduzco ante mí las cabras, afligido; a esta, además, a duras penas, Títiro, la arrastro: pues recientemente aquí, entre espesos avellanos, ha abandonado gemelos, esperanza del rebaño, ¡ay!, pariendo con dolor sobre la roca desnuda.

A menudo este infortunio, si la mente no hubiese estado ciega, recuerdo que las encinas golpeadas desde el cielo (por el rayo) lo predijeron: a menudo la corneja, a la izquierda, lo predijo desde un hueco roble. Pero, igualmente, ese dios, Títiro, indícanos quién es.

TÍTIRO

La ciudad que llaman Roma, Melibeo, la creí, necio de mí, semejante a esta nuestra, donde a menudo los pastores solemos llevar las tiernas crías de las ovejas; así había conocido los cachorros semejantes a los perros, así los cabritos a sus madres, así solía comparar lo grande con lo pequeño: pero esta ha alzado su cabeza entre las demás ciudades tanto como suelen los cipreses entre la flexible lantana.

MELIBEO

¿Y qué motivo tuviste tan importante para ver Roma?

TÍTIRO

La libertad, que tardía se fijó -sin que yo hiciera nada- en mí, cuando una barba bastante blanca caía al afeitarla; se fijó en mí, sin embargo, y llegó después de un largo tiempo, después de que Amarilis nos tiene, después de que Galatea nos abandonó; pues, confesaré, mientras Galatea me dominaba, no había esperanza de libertad, ni preocupación por mis  bienes; aunque de mis corrales saliesen muchas víctimas (para ser sacrificadas), y queso graso se prensase para la ciudad ingrata, nunca mi mano derecha volvía a casa cargada de dinero.

MELIBEO

Me preguntaba por qué invocabas triste a los dioses, Amarilis, para quién permitías que en el árbol colgasen sus frutos: Títiro estaba lejos de aquí; a ti, Títiro, los pinos mismos, las mismas fuentes, estos mismos arbustos te invocaban.

TÍTIRO

¿Qué podía hacer? Ni era posible que yo saliese de la servidumbre, ni en otro lugar (era posible) que conociera a dioses tan accesibles. Allí vi a aquel joven, Melibeo, para quien cada año nuestros altares humean doce días; allí él el primero me dio esta respuesta, a mí que suplicaba: «pastoread, como antes, las vacas, jóvenes, haced crecer los toros»

MELIBEO

Afortunado anciano, así pues, los campos se mantendrán tuyos, y bastante grandes para ti, aunque piedra desnuda y estanque de junco enfangado cubra todos tus pastos. Hierbas desacostumbradas no tentarán animales preñados, pesados, ni contagios nocivos de un rebaño vecino los dañarán.

¡Afortunado anciano, aquí, entre ríos conocidos y fuentes sagradas sentirás el frescor de la umbría! De este lado, desde el linde vecino, el cercado, el de siempre, que ofrece a las abejas hibleas la flor del sauce, inducirá a menudo a caer en el sueño con un suave susurro; de este otro, al pie de la alta roca, cantará al viento el podador; y mientras, sin embargo, ni las roncas palomas, tu ocupación, ni la tórtola cesarán de gemir desde el alto olmo.

TÍTIRO

Pues antes pacerán en el mar los livianos ciervos, y los estrechos depositarán en la playa peces desnudos, antes desterrado, recorridos los límites de ambos, beberá el parto el Arar, o la Germania el Tigris, (antes) de que el rostro de aquel se deslice de nuestro pecho.

MELIBEO

En cambio, nosotros desde aquí iremos, unos hacia los africanos sedientos, parte llegaremos a la Escitia y al Oaxes, rápido de tierra arcillosa, y a los britanos, aislados totalmente del orbe entero.

Algún día, tras largo tiempo, ¿podré, viendo las espigas, mis reinos, admirar los límites patrios, el tejado de mi pobre cabaña, cubierto de césped?

¿Un impío soldado tendrá estos campos tan cultivados, un bárbaro estas espigas? ¡He aquí adonde la discordia ha conducido, míseros, a los ciudadanos! ¡Para ellos hemos sembrado nosotros los campos!

Injerta ahora, Melibeo, los perales, pon en orden las vides. Id, cabrillas mías, id, rebaño feliz en otro tiempo. No os veré yo a lo lejos a vosotras en el futuro, tumbado ante una verde gruta, saltar de rocas cubiertas de arbustos; no cantaré ninguna canción; no comeréis, apacentando yo, el cantueso en flor ni los sauces amargos.

TÍTIRO

Sin embargo, podrías descansar esta noche aquí, conmigo, sobre un lecho de hojas verde: tenemos manzanas maduras, castañas tiernas, y abundancia de leche prensada; y ya a lo lejos humean los tejados de las aldeas, y cada vez mayores, caen las sombras desde las altas montañas.

domingo, 9 de noviembre de 2025

José Martí, Versos sencillos

 Yo soy un hombre sincero, de José Martí.


Yo soy un hombre sincero

de donde crece la palma,

y antes de morirme quiero

echar mis versos del alma.


Yo vengo de todas partes,

y hacia todas partes voy:

arte soy entre las artes,

en los montes, monte soy.


Yo sé los nombres extraños

de las yerbas y las flores,

y de mortales engaños,

y de sublimes dolores.


Yo he visto en la noche oscura

llover sobre mi cabeza

los rayos de lumbre pura

de la divina belleza.


Alas nacer ví en los hombros

de las mujeres hermosas:

y salir de los escombros,

volando las mariposas.


He visto vivir a un hombre

con el puñal al costado,

sin decir jamás el nombre

de aquella que lo ha matado.


Rápida, como un reflejo,

dos veces ví el alma, dos:

cuando murió el pobre viejo,

cuando ella me dijo adiós.


Temblé una vez – en la reja,

a la entrada de la viña,-

cuando la bárbara abeja

picó en la frente a mi niña.


Gocé una vez, de tal suerte

que gocé cual nunca: – cuando

la sentencia de mi muerte

leyó el alcaide llorando.


Oigo un suspiro, a través

de las tierras y la mar,

y no es un suspiro, – es

que mi hijo va a despertar.


Si dicen que del joyero

tome la joya mejor,

tomo a un amigo sincero

y pongo a un lado el amor.


Yo he visto al águila herida

volar al azul sereno,

y morir en su guarida

la víbora del veneno.


Yo sé bien que cuando el mundo

cede, lívido, al descanso,

sobre el silencio profundo

murmura el arroyo manso.


Yo he puesto la mano osada,

de horror y júbilo yerta,

sobre la estrella apagada

que cayó frente a mi puerta.


Oculto en mi pecho bravo

la pena que me lo hiere:

el hijo de un pueblo esclavo

vive por él, calla y muere.


Todo es hermoso y constante,

todo es música y razón,

y todo, como el diamante,

antes que luz es carbón.


Yo sé que el necio se entierra

con gran lujo y con gran llanto.-

y que no hay fruta en la tierra

como la del camposanto.


Callo, y entiendo, y me quito

la pompa del rimador:

cuelgo de un árbol marchito

mi muceta de doctor.


(Versos sencillos) 1891, José Martí

miércoles, 1 de octubre de 2025

Poemas de Marina Tsvetáieva

Poemas de Marina Tsvetáieva  



A  Ajmatova


¡Oh musa del llanto, la más bella de las musas!

Oh loca criatura del infierno y de la noche blanca.

Tú envías sobre Rusia tus sombrías tormentas

Y tu puro lamento nos traspasa como flecha.


Nos empujamos y un sordo ah

De mil bocas te jura fidelidad, Anna

Ajmátova. Tu nombre, hondo suspiro,

Cae en es hondo abismo que carece de nombre.


Pisar la tierra misma que tú pisas, bajo tu mismo cielo;

Llevamos una corona.

Y aquél a que a muerte hieres a tu paso

Yace inmortal en su lecho de muerte.


Sobre esta ciudad que canta brillan cúpulas,

Y el vagabundo ciego canta loas al Señor…

Y yo, yo te ofrezco mi ciudad con sus campanas,

Ajmátova, y con ella te doy mi corazón.


Versión de Monika Zgustová


 







A  Alia


                                                   mi hija


Algún día, criatura encantadora,

para ti seré sólo un recuerdo,


perdido allá, en tus ojos azules,

en la lejanía de tu memoria.


Olvidarás mi perfil aguileño,

y mi frente entre nubes de humo,


y mi eterna risa que a todos engaña,

y una centena de anillos de plata


en mi mano; el altillo-camarote,

mis papeles en divino desorden,


Por la desgracia alzados, en el año terrible;

tú eras pequeña y yo era joven.


Versión de Severo Sarduy


 






A Boris Pasternak


Distancia: kilómetros y kilómetros?

Nos han dispersado, transplantado

nos han ¡y qué bien estamos

en los lejanos horizontes!


Distancia y lejanías?

Des-pegados, des-soldados.

Apartaron manos, crucificaron

sin saber lo que destruían: la unión total.


De suspiros y tendones

nos malquistaron, nos esparcieron

y exfoliaron.

Muro y foso.

Separados, como las águilas.


Conspiradores y lejanías?

No nos desbarataron; nos perdieron

por los tugurios de las latitudes:

disgregados como huérfanos.


¿Cuál es, pero cuál es, marzo?

¡Como a las barajas nos han cortado!


24 de marzo de 1925


Versión de Carlos Álvarez


 


A Rainier Maria Rilke


Rainer, quiero encontrarme contigo,

quiero dormir junto a ti, adormecerme y dormir.

Simplemente dormir. Y nada más.

No, algo más: hundir la cabeza en tu hombro izquierdo

y abandonar mi mano sobre tu hombro izquierdo, y nada más.

No, algo más: aún en el sueño más profundo, saber que eres tú.

Y más aún: oír el sonido de tu corazón. Y besarlo.


Versión de Carlos Álvarez


 




 


A ti, dentro de un siglo


A ti, que nacerás dentro de un siglo,

cuando de respirar yo haya dejado,

de las entrañas mismas de un condenado a muerte,

con mi mano te escribo.


¡Amigo, no me busques! ¡Los tiempos han cambiado

y ya no me recuerdan ni los viejos!

¡No alcanzo con la boca las aguas del Leteo!

Extiendo las dos manos.


Tus ojos: dos hogueras,

ardiendo en mi sepulcro -el infierno-

y mirando a la de las manos inmóviles,

la que murió hace un siglo.


En mis manos -un puñado de polvo-

mis versos. Adivino que en el viento

buscarás mi casa natal.

O mi casa mortuoria.


Orgullo: cómo miras a las mujeres,

las vivas, las felices; yo capto las palabras:

"¡Impostoras! ¡Ya todas están muertas!

Sólo ella está viva.


Igual que un voluntario le ha servido.

Conozco sus anillos y todos sus secretos.

¡Ladronas de los muertos!

¡De ella son los anillos!"


¡Mis anillos! Me pesa,

hoy me arrepiento

de haberlos regalado sin medida.

¡Y no supe esperarte!


También me da tristeza que esta tarde

tras el sol haya ido tanto tiempo

y he ido a tu encuentro,

dentro de un siglo.


Apuesto -dice él- que vas a maldecir

a todos mis amigos en sus oscuras tumbas.

¡Todos la celebraban! Pero un vestido rosa

nadie le ofreció.


¿Quién era el generoso? Yo no: soy egoísta.

No oculto mi interés si no me matas.

A todos les pedía cartas,

para por las noches besarlas.


¿Decirlo? ¡Lo diré! El no-ser es un tópico.

Y ahora, para mí, eres ardiente huésped.

Les negarás la gracia a todas las amantes

para amar a la que hoy es sólo huesos.


Versión de Carlos Álvarez


 




 


Bendigo la labor nuestra de cada día...


Bendigo la labor nuestra de cada día,

bendigo el sueño nuestro de cada noche,

el divino juicio y la caridad divina,

la ley benévola y la ley de bronce,


mi empolvada púrpura, de harapos cubierta...,

mi empolvado bastón, de los rayos hogar,

y asimismo, Señor, bendigo el pan

en horno ajeno y la paz en casa ajena.


21 de mayo de 1918


Versión de Severo Sarduy


 




 


Comediante  4


Ya no te necesito,

y no es porque no contestaras

a vuelta de correo, cariño.


Ni por saber que estas líneas,

escritas con tristeza,

las leerás entre risas.


(Escritas por mí a solas -

¡y sólo para ti!- ¡por vez primera!

con alguien las descifrarás).


Ni porque rozarán

los rizos tu mejilla -¡Soy maestra

en leer acompañada!


Tampoco porque a un tiempo

suspiraréis inclinados

sobre las mayúsculas desvaídas.


Ni porque caerán a la par

vuestros párpados -es difícil

mi letra- ¡y en verso, además!


¡No, amiguito! -Es más fácil,

es peor que un enfado.


Ya no te necesito-

porque... porque-¡Ya no te necesito nunca más!


3 de diciembre de 1918


Versión de Severo Sarduy


 




 


En la frente besar -penas borrar...


En la frente besar -penas borrar.

Beso la frente.


En los ojos besar, -el insomnio quitar.

Beso los ojos.


En los labios besar  -dar de beber.

Beso los labios.


En la frente besar  -la memoria borrar.

Beso la frente.


5 de junio de 1917


Versión de Severo Sarduy


 




 


Es sencilla mi ropa...


Es sencilla mi ropa,

pobre mi hogar.

¡Soy una isleña

de islas remotas!


¡Nadie me hace falta!

si entras -pierdo el sueño.

Por calentarle la cena a un Extraño

quemaría mi casa.


Si me miras -ya nos conocemos,

si entras -¡quédate a vivir!

Es sencillo nuestro fuero,

está escrito en la sangre.


En la palma de la mano tendremos

la luna, si nos place.

Si te vas -es como si no existieras,

y como si tampoco yo existiera.


Miro la marca del cuchillo:

¿sanará antes

de que venga otro extraño

a pedirme agua?


Versión de Severo Sarduy




 


Insomnio  2


Así como me gusta

besar las manos

y ofrendar nombres,

también me gusta

abrir las puertas

-¡de par en par!- a la oscura noche.


Apoyando la cabeza,

oír los recios pasos

hacerse más ligeros,

y cómo el viento mece

el bosque somnoliento

y desvelado.


¡Oh noche!

Van creciendo los arroyos

que en el sueño desembocan.

Ya se me cierran los ojos.

en medio de la noche

alguien se ahoga.


27 de mayo de 1916


Versión de Severo Sarduy



 



Insomnio  10


Otra vez una ventana

donde otra vez no se duerme.

A lo mejor beben vino,

a lo mejor no hacen nada.

O tal vez, manos unidas,

no separan esas manos.

En cada casa, mi amigo,

hay así una ventana.


Separaciones y encuentros:

gritas, nocturna ventana,

quizás hay cientos de velas,

o quizás sólo tres velas.

Sin reposo

mi cabeza.

En mi casa

ha entrado eso.


¡Hay que rezar por la casa sin sueño!

¡Y rezar por el fuego en la ventana!


26 de diciembre de 1916


Versión de Severo Sarduy


 




 


Insomnio 11


¡Insomnio, amigo mío!

Otra vez tu mano.

Mientras alzo mi copa

te encuentro en la callada,

en la sonora noche.


¡Déjame que te embruje!

¡Prueba!

No trates de ascender

sino de ir hacia adentro...

Ya te llevo...

Susurra con los labios:

¡Paloma! ¡Amigo!

Prueba.

Déjame que te embruje.

Bebe

de todas las pasiones,

huye

de toda noticia.

Calma.

Concede,

amiga...

Abre los labios.

Abre los labios al placer

y, al borde de la tallada copa,

bebe.

Absorbe.

Traga

hasta el no-ser.

¡Amigo! ¡No te enfades!

¡Déjame que te embruje!

¡Bebe!

De todas las pasiones

la más apasionada,

y de todas las muertes

la más dulce... mis manos.


¡Déjame que te embruje! ¡Bebe!

Desaparece el mundo. Ningún lugar:

orillas inundadas... Bebe mi golondrina

perlas fundidas.

Y tú bebes el mar,

bebes el alba.

¿Con qué amante es la juerga?

¿Con el mío?

Bebe, pequeño,

que ya compararemos.


Y si preguntan, ¡responderé!

El porqué de las mejillas lívidas.

Con Insomnio me fui de juerga, sí.

Con Insomnio me fui de juerga.


Mayo de 1921


Versión de Severo Sarduy


 




 


Libertad salvaje


Me gustan los juegos en que todos

son arrogantes y malignos,

en que son tigres y águilas

los enemigos.


Libertad salvaje

Que cante una voz altiva:

"¡Aquí, muerte, allí -presidio!"

¡Luche la noche conmigo,

la noche misma!


Volando voy -tras de mí van las fieras;

y con el lazo en las manos yo me río...

¡Ojalá la tormenta

me haga añicos!


¡Que sean héroes los enemigos!

¡Acabe en guerra el convite!

Que sólo quedemos dos:

¡El mundo y yo!


Versión de Severo Sarduy


 




 


Magdalena


Entre nosotros, los diez mandamientos,

el calor de las diez hogueras.

La sangre hermana causa rechazo,

pero eres de sangre ajena.


En los tiempos evangélicos

yo sería una de aquéllas...

(¡La sangre ajena es la más deseada,

y entre todas, la más ajena!)


Con todas mis desazones, preclaro,

arrastrándome, te seguiría.

Oculta la mirada demoníaca,

Perfumes en ti vertería:


sobre tus pies, bajo tus pies,

o derramándolos a tu paso...

¡Fluye, pasión envilecida,

empeñada a los parroquianos!


Fluye con la espuma de la boca,

con el fervor de la mirada.

Fluye en el sudor del lecho. Tus pies

en mi cabellera calzo

como en una piel.


A tus pies, como seda, me extiendo.

¡No serás aquél (¡soy aquélla!)

que dijo a la bestia de la melena

ígnea: "¡Levántate, hermana!"



2

Por tus derroteros no pregunto,

porque, amada, todo se cumplió.

Tú me has calzado a mí, descalzo,

en el torrente

de tu cabello

y de tu dolor.


No pregunto cuánto han costado

estos perfumes. Al desnudo,

a mí,

con la ola de tu cuerpo

me has vestido,

como con un muro

o una vid.


Dócil y dulce, como nunca antes,

manso tocaré tu desnudez.

A mí, tan recto, me has enseñado

el declive de la ternura

al caer a mis pies.


Me harás una fosa entre tu pelo,

y sin lienzos me envolverás.

¿Para qué me has de traer la mirra?

Como ola,

tú me lavarás.


Versión de Tatiana Bubnova

Tomado de La Jornada Semanal, México


 




 


Mis versos, escritos tan temprano...


Mis versos, escritos tan temprano

que no sabía aún que era poeta,

inquietos como gotas de una fuente,

como chispas de un cometa,


lanzados como ágiles diablillos al asalto

del santuario donde todo es sueño e incienso,

mis versos de juventud y de muerte

-¡mis versos, que nadie lee!-,


en el polvo de los estantes dispersos

-¡que ninguna mano toca!-,

como vinos preciosos, mis versos

también tendrán su hora.


Versión de Severo Sarduy


 




 


Nostalgia de la patria: ¡qué fastidio!...


Nostalgia de la patria: ¡qué fastidio!

Después de largo tiempo delatado.

Ya me es indiferente

dónde sentirme sola.


Caminar sobre piedras,

a casa con la cesta.

La casa que no es mía:

hospital o caserna.


Me da igual quién me mire

como a un león cautivo.

Cuál es el clan humano

que me ha expulsado -siempre-.


Muy dentro de mí misma,

oso polar si hielo.

Dónde no poder convivir (¡ni lo intento).

Dónde me humillarán -da lo mismo-.


No, mi lengua natal ya no me engaña,

ni materna, me engaña su llamada.

Ya me es indiferente en qué lenguaje

no seré comprendida por el hombre.


(Lector, devorador de toneladas

de periódicos, adicto al cotilleo...)

El es del siglo veinte;

yo: ¡fuera de los siglos!


Enhiesta como un tronco,

resto de la alameda.

Todo y todos iguales;

igual indiferencia.


Lo natal, lo pasado,

rasgos todos y marcas:

toda fecha borrada-

donde ha nacido el alma.


Mi tierra me ha perdido,

y el que investigue, astuto,

el ámbito de mi alma -¡mi alma toda!

no encontrará la traza.


Las casas son ajenas y los templos vacíos.

Me da todo lo mismo.

Mas si aparece un árbol

en el camino, un serbal...


Versión de Severo Sarduy


 




 


Poema del fin


Como la piedra afila el cuchillo,

Como se desliza el serrín al barrer,

Así, aterciopelada, la piel

Húmeda súbitamente en los dedos.


Oh dobles -coraje, sequedad-

De los hombres, ¿dónde estáis,

Si en mis palmas hallo lágrimas

Y no lluvia?


El agua es de la fortuna,

¿Qué más podría desear?

Si tus ojos son diamantes

Que se vierten en mis palmas,


Ya no pierdo

Nada. Fin del fin.

Caricias, caricias

-Acaricio tus mejillas.


Somos así, orgullosas

Y polacas -Marina-,

Cuando en mis manos llueven

Ojos de águila:


¿Lloras? Mi amor,

Mi todo: perdóname.

Trozos de sal

Caen en mis palmas.


Llanto de hombre, veta

Que en la cabeza retiembla.

Llora. Otra te devolverá

La vergüenza que te hice dejar.


Somos dos peces

Del mis-mí-si-mo mar.

Dos conchas muertas

Labio contra labio.


Todo lágrimas.

Sabor

A armuelle.

-¿Y mañana

Cuando

Despierte?


Versión de Monika Zgustová

 


 




 


Psique


1

He vuelto a casa: no soy una impostora

ni una criada -no necesito pan.

Soy tu ocio del domingo, tu pasión,

tu séptimo día y tu séptimo cielo.


Allí, en la tierra, me echaban monedas,

me colgaban piedras al cuello.

-¡Amado! ¿No te acuerdas?

Soy tu golondrina, tu Psique.


2

'Toma, cariño, mis harapos

que fueron un dulce cuerpo.

Lo he destrozado, lo he gastado,

sólo quedan las dos alas.


Vísteme tú con tu esplendor,

sálvame, por piedad.

Y los pobres andrajos raídos

llévalos a la sacristía.


13 de mayo de 1918


Traducción de Lola Díaz


 




 


Regreso del líder


El caballo... cojo.

La espada... oxidada.

¿Quién es el líder

jefe de muchedumbres?


Paso -una hora.

Respiro -un siglo.

Mirando hacia lo bajo,

donde se encuentran tantos.


Enemigo o Amigo,

espina o Laurel.

Todo sueña.

El Caballo es Él.


El caballo... cojo.

La espada... oxidada.

La capa, vieja.

Mas derecho el cuerpo.


Julio 3 de 1921


Versión de Carlos Álvarez


 




 


Se ha ido. Ya no como...


Se ha ido. Ya no como:

quedó sin gusto el pan.

Se ha ido - todo es tiza

si lo llego a tocar.


...Para mí, era el pan,

era la nieve;

ya la nieve no es blanca,

el pan no sabe a nada.


Versión de Severo Sarduy


 




 


Tu alma y la mía son gemelas...


Tu alma y la mía son gemelas

como mis manos: la derecha y la izquierda.

Tan cálidas y tiernas son unidas

como dos alas de un pájaro dormido.

¡Por un ciclón quedamos separados,

por un abismo, tú y yo, como dos alas!


Versión de Larisa Diakova


 




 



Versos a Blok


En Moscú, las cúpulas en llamas.

En Moscú, ya tañen las campanas.

Los sepulcros están aquí, en hilera,

y allí duermen los zares, las zarinas.


Tú no sabes aún que en el alba del Kremlin

se respira mejor que en cualquier otro sitio.

Tú no sabes que en el alba del Kremlin

yo te rezo hasta el alba.


Tú pasas sobre el Neva

y yo sobre el Moscova,

cabizbaja.

Se duermen las farolas.


Te quiero en el insomnio.

Te escucho en el insomnio.

Mientras que por el Kremlin

despiertan campaneros.


Mi río con tu río,

mi mano con tu mano

se ignoran. Cariño mío, alegría

hasta que el alba alcance a la siguiente.


Versión de Severo Sarduy


 

jueves, 11 de septiembre de 2025

A Vishnú

A Vishnú


En el fuego, eres el calor;

en las flores, la fragancia;

entre las piedras, eres el diamante;

en el habla, la verdad;

entre las virtudes, eres el amor;

en el valor, la fuerza;

en el Veda, eres el secreto;

entre los elementos, lo primordial;

en el sol ardiente, la luz;

en la luz de la luna, su dulzura;

eres todo,

y eres la sustancia y el significado de todo.


De la antología Paripadal, del periodo Shangam (Siglo de Oro de la literatura tamil)

miércoles, 3 de septiembre de 2025

Monólogo de Segismundo en La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca, jonada III.

    ¡Cielos, si es verdad que sueño,

suspendedme la memoria,

que no es posible que quepan

en un sueño tantas cosas! 2925

    ¡Válgame Dios, quién supiera,

o saber salir de todas,

o no pensar en ninguna!

¿Quién vio penas tan dudosas?

    Si soñé aquella grandeza 2930

en que me vi, ¿cómo ahora

esta mujer me refiere

unas señas tan notorias?

    Luego fue verdad, no sueño;

y si fue verdad, que es otra 2935

confusión y no menor,

¿cómo mi vida le nombra

    sueño? Pues, ¿tan parecidas

a los sueños son las glorias,

que las verdaderas son 2940

tenidas por mentirosas,

    y las fingidas por ciertas?

¡Tan poco hay de unas a otras

que hay cuestión sobre saber

si lo que se ve y se goza 2945

    es mentira o es verdad!

¿Tan semejante es la copia

al original, que hay duda

en saber si es ella propia?

    Pues si es así, y ha de verse 2950

desvanecida entre sombras

la grandeza y el poder,

la majestad, y la pompa,

    sepamos aprovechar

este rato que nos toca, 2955

pues solo se goza en ella

lo que entre sueños se goza.

    Rosaura está en mi poder;

su hermosura el alma adora;

gocemos, pues, la ocasión; 2960

el amor las leyes rompa

    del valor y confianza

con que a mis plantas se postra.

Esto es sueño; y pues lo es,

soñemos dichas ahora, 2965

    que después serán pesares.

Mas ¡con mis razones propias

vuelvo a convencerme a mí!

Si es sueño, si es vanagloria,

    ¿quién por vanagloria humana 2970

pierde una divina gloria?

¿Qué pasado bien no es sueño?

¿Quién tuvo dichas heroicas

    que entre sí no diga, cuando

las revuelve en su memoria: 2975

"Sin duda que fue soñado

cuanto vi?" Pues si esto toca

    mi desengaño, sí sé

que es el gusto llama hermosa,

que la convierte en cenizas 2980

cualquiera viento que sopla,

    acudamos a lo eterno;

que es la fama vividora

donde ni duermen las dichas,

ni las grandezas reposan.

sábado, 9 de agosto de 2025

La muerte y la doncella, por Matthias Claudius, 1774, y Canto vespertino

 

 Matthias Claudius  (1774)


La niña:


¡Cambio! ¡Ay, cambio! 

¡Vete, hombre de huesos salvajes! 

¡Todavía soy joven, vete, querido!

Y no me toques.


La muerte:


Dame tu mano, ¡hermosa y delicada criatura!

Soy tu amiga y no vengo a castigarte.

¡Ánimo! No soy salvaje

y dormirás tranquila en mis brazos.


Canto vespertino (1779) 


La luna ha salido.

Las estrellas doradas brillan

en el cielo, brillantes y claras:

el bosque se yergue negro y silencioso,

y de los prados

la niebla blanca se eleva maravillosamente.


¡Qué quieto está el mundo,

en el crepúsculo,

tan acogedor y tan encantador!

Como una cámara tranquila,

donde deberías dormir y olvidar las penas del día.     .


¿Ves la Luna allí de pie?

Es solo medio visible,

y sin embargo es redonda y hermosa.

Así son muchas cosas

de las que nos reímos confiadamente,

porque nuestros ojos no pueden verlas.


Nosotros, orgullosos hijos de los hombres,

somos vanos, pobres pecadores,

y no sabemos mucho en absoluto;

tejemos fantasías del aire,

y buscamos muchas artes,

y nos alejamos más de nuestra meta.


Dios, déjanos ver tu salvación.

¡No confiemos en nada fugaz,

ni nos regocijemos en la vanidad!

¡Seamos sencillos, y seamos piadosos y alegres

ante Ti aquí en la tierra como niños!

¿Nos llevarás finalmente de este mundo sin dolor

mediante una muerte dulce, y cuando nos hayas llevado,

nos permitirás ir al cielo,

querido Dios fiel y piadoso? 

¡Así que, hermanos, acostaos en el nombre de Dios!

El aliento de la tarde es frío. 

Que Dios nos libre de castigos

y nos permita dormir en paz,

¡y también a nuestro prójimo enfermo!


Andreas Gryphius, Todo es vanidad y otros poemas

 Andreas Gryphius, Todo es vanidad

(1637, en plena Guerra de los treinta años)


Dondequiera que mires, solo ves vanidad en la tierra.

Lo que uno construye hoy, otro derriba mañana:

donde ahora se alzan ciudades, habrá un prado,

en que un pastorcillo jugará con los rebaños.


Lo que ahora florece magníficamente pronto será pisoteado.

Lo que ahora late y reta mañana será cenizas y huesos,

Nada que dure para siempre, ni bronce, ni mármol.

Ahora la fortuna nos sonríe, ahora truenan los problemas.


La fama de las grandes hazañas debe desvanecerse como un sueño.

¿Perdurarán entonces el teatro del tiempo y el hombre despreocupado?

¡Ay! ¿Qué es todo esto que consideramos precioso,


sino mera nada, sombra, polvo y viento;

sino una flor de prado que no se puede volver a encontrar?

¡Nadie quiere contemplar ya lo eterno!


Miseria humana (1638)


¿Qué somos los humanos después de todo? Una morada de tristeza sombría.

Una bola de falsa felicidad, un fuego fatuo de este tiempo.

Una escena de amargo miedo, llena de agudo sufrimiento

Nieve que pronto se derretirá y velas apagadas.


Esta vida huye como charlas y bromas.

Aquellos que se deshicieron del manto del débil cuerpo

antes que nosotros, y hace tiempo que fueron inscritos

en el libro de la muerte de la gran mortalidad


están fuera de nuestras mentes y corazones. 

Así como un sueño vano cae fácilmente en el camino

y desaparece como un arroyo que ningún poder


puede detener: así también nuestro nombre

alabanza, honor y gloria deben desaparecer

lo que ahora respira debe huir con el aire


lo que vendrá después de nosotros

nos llevará a la tumba después de las diez.

¿Qué digo? Perecemos como humo en fuertes vientos.


Lágrimas de la Patria. Año 1636 (versión de 1663)


¡Ahora sí que estamos por completo devastados!

La horda impúdica de pueblos, la trompeta furiosa,

la espada engordada con sangre, el cañón atronador

han consumido todo el sudor, el esfuerzo y los suministros.

Las torres brillan, la iglesia ha sido trastocada.

El ayuntamiento yace horrorizado, los hombres fuertes están hechos pedazos,

las vírgenes están mancilladas y dondequiera que miremos

es fuego, plaga y muerte lo que traspasa el corazón y el espíritu.

Aquí, a través de la fortaleza y la ciudad, fluye siempre sangre fresca.

Tres veces ya seis años son desde que nuestros ríos inundaron

represados de cadáveres empujados lentamente.

Pero sigo en silencio sobre lo que es peor que la muerte.

¿Qué es más terrible que la peste, las brasas y el hambre?

Que también el tesoro del alma es arrebatado a tantos.


Lamentación por la Alemania devastada (versión de 1637) 


Ahora estamos más que completamente muertos.

La trompeta furiosa del pueblo insolente 

que la espada, gorda de sangre, el cañón atronador,

todo lo que muchos han ganado con esfuerzo se ha ido,

la antigua honestidad y la virtud han muerto;

las iglesias están devastadas / las fortificaciones destruidas,

Las vírgenes están mancilladas; y dondequiera que vamos

¿Hay fuego, plaga, asesinato y muerte aquí entre Schantz y Korbẽ?

Allí entre Mawr y Stad siempre hay sangre fresca.

Tres veces seis años han pasado desde que nuestros ríos se inundaron

espeso de tantos cadáveres, siguió adelante lentamente.

Todavía guardo silencio sobre aquello que es más fuerte que la muerte.

(Tú, Estrasburgo, bien lo sabes) la terrible hambruna

y que el tesoro del alma fue arrebatado a muchos.


A las estrellas


, vosotras, luces que nunca me canso de mirar en la tierra,

vosotras, antorchas que siempre

decoráis el vasto firmamento con vuestras llamas y ardéis sin cesar;

vosotras, flores que decoráis las zonas exteriores del gran cielo:


vosotras, vigilantes que, como Dios, quisisteis construir el mundo;

su palabra llama a la sabiduría misma por su verdadero nombre

que solo Dios mide correctamente, que solo Dios conoce correctamente

(¡Nosotros, mortales ciegos! ¡en qué podemos confiar!).


Vosotros, garantes de mi alegría, ¿cuántas hermosas noches

he pasado velando mientras os observo?

Gobernantes de nuestro tiempo, ¿cuándo sucederá que


yo, que no puedo olvidaros aquí, os veré

a vosotros, cuyo amor infecta mi corazón y mi espíritu, y

estaré libre de otras preocupaciones bajo mi mando?


A las estrellas


Vosotras, luces que nunca me canso de mirar en la Tierra,

vosotras, antorchas que siempre decoráis

el vasto firmamento, con vuestras llamas, y ardéis sin cesar;

vosotras, flores que decoráis las zonas exteriores del gran cielo:


vosotras, vigilantes que, como Dios, quisisteis construir el mundo;

su palabra llama a la sabiduría misma por su verdadero nombre

que solo Dios mide correctamente, que solo Dios conoce correctamente

(¡Nosotros, mortales ciegos, en qué podemos confiar!).


Vosotras, garantes de mi alegría, ¿cuántas hermosas noches

he pasado velando mientras os observo?

Gobernantes de nuestro tiempo, ¿cuándo sucederá que yo,


que no puedo olvidaros aquí, os veré a vosotros,

cuyo amor infecta mi corazón y mi espíritu, y

estaré libre de otras preocupaciones bajo mi mando?


Vanitas vanitatum! ¡Vanitas! (1643)


La gloria de la tierra

debe convertirse en humo y ceniza;

ninguna roca, ningún bronce puede permanecer.

Lo que puede deleitarnos,

lo que apreciamos para siempre,

pasará como un sueño débil.


¿Qué son todas las cosas

que nos hacen fuertes

sino mera nada?

¿Qué es la vida humana,

que siempre debe flotar,

sino una fantasía del tiempo?


La fama que anhelamos, la fama

que apreciamos,

es solo una falsa ilusión.

En cuanto el espíritu se va

y esta boca se desvanece,

nadie pregunta qué ha sucedido aquí.


Ningún conocimiento sabio sirve;

nos dejamos llevar

sin hacer distinción.

¿De qué sirve una multitud de castillos?

Para quienes encuentran el mundo demasiado estrecho aquí,

una tumba estrecha demasiado ancha.


Todo esto se disolverá:

lo que se gana con esfuerzo

y trabajo duro y sudor.

Lo que la gente posee aquí

no puede ser de ninguna utilidad en la muerte.

Todo esto muere cuando morimos.


¿Qué son las breves alegrías
que siempre, ¡ay!, sufren y sufren, y
agobian la angustia del corazón?
El dulce júbilo y
el sublime triunfo
a menudo se convierten en burla y vergüenza.


Debes descender del trono de honor,

pues ningún poder ni corona

puede ser imperecedero. 

Ningún cetro, ni púrpura, ni oro, ni piedra preciosa

puede librarte de la muerte.


Como una rosa que florece

cuando ve el sol

saluda a este mundo,

porque, antes de que termine el día,

antes de que aparezca la tarde,

se marchita y cae de repente.


Así que crecemos en la tierra y

pensamos en alcanzar la grandeza,

libres de dolor y preocupación.

Pero antes de que hayamos crecido y

florecido verdaderamente,

la tormenta de la muerte nos desgarra.


Contamos año tras año,

en el que nuestro féretro será

traído a la puerta:

luego debemos salir de aquí,

y antes de poder reflexionar,

debemos despedirnos de la tierra


Porque el placer nos deleita,

y la fuerza nos hace libres,

y la juventud nos hace seguros,


la muerte nos ha hecho prisioneros,

y la juventud, la fuerza y el esplendor, y

desprecia la firmeza, el arte y el favor.


¿Cuántos días han pasado?

¿Cuántas mejillas amorosas

se han marchitado este día?

Lo pensaron durante largo rato,

y nunca consideraron

que lo habías acortado tanto.


Despierta, corazón mío, y recuerda

que los regalos de este tiempo,

aunque sean apenas un momento,

lo que una vez disfrutaste,

se ha ido como un arroyo

que nunca regresa.


Ríete del mundo y su honor.

Teme, espera, favor y enseñanza.

Y reza al Señor

que siempre permanece rey,

a quien el tiempo no puede arrebatar,

quien puede hacerlo eterno.


¡Bienaventurado el que confía en él!

Ha cimentado firmemente su confianza,

y aunque caiga aquí,

permanecerá de pie

y jamás perecerá,

porque la fuerza misma lo sostiene.