San Paulino de Nola o de Burdeos fue discípulo del magno poeta latino Ausonio. Antes de su conversión al catolicismo por obra de la barcinense Terasia / Teresa, su esposa, compuso poemas de inspiración pagana tan hermosos como estos, que muestran su verbo ampuloso, de un manierismo alejandrino a veces casi ininteligible, pero bien cortado en la lengua clásica. Hispania ocupa un lugar importante en su lírica: allí pasó cinco años fundamentales. Para él, las ciudades de Hispania no son inhóspitas como dice Ausonio, sino al contrario, lugares felices habitados por hombres justos. Por eso elogia a Bílbilis, Calahorra, Lérida, Zaragoza, Barcelona y Tarragona, junto con las tierras regadas por el Guadalquivir. En Barcelona / Barcino fue consagrado sacerdote por aclamación, además. Y se carteaba con grandes como Ausonio (quien le reprocha haber abandonado el paganismo), Jerónimo, Agustín o Sulpicio Severo, nada menos. El mismísimo Ausonio reconocía que era un poeta más inspirado que él. Lo demuestra que fuera imitado por Prudencio y admirado por Sidonio Apolinar, quien lo tenía como escritor predilecto o preferido. Todos las plumas cristianas que vinieron después lo imitaron y citaron.
Las traducciones son de Juan José Cienfuegos, para Madrid: Gredos, 2005.
Poema I:
Verdaderamente es un insulto ofrecer un fruto de la tierra y del campo a un padre de familia que nada en las delicias del mar. A pesar de ello, te mando unas poquillas oropéndolas, de las poquísimas que me traen al atardecer los zagales, para encontrar motivo de hablar en tu amistad y que parezca que el regalo va unido a la charla.
Y porque me da vergüenza su escasez, he encubierto muchas más palabras en unos versillos, como si fuera a aumentar el número del regalo con la locuacidad. Pero, dado que ambas cosas son reprochables, te ruego que las perdone tu amabilidad y afecto, para que no parezca poco educada la pobreza del regalo, ni odiosa mi garrulería.
Toma, pues, unas aves criadas en un zarzal a las que un astuto cazador, oculto en la espesura del helecho, miente y engaña con un idéntico canto, mientras la bandada se posa, confiada, sobre las pegajosas cañas. Luego, recogiendo la magra presa con trabajo no pequeño, reparte la caza por sus tablas; y brilla con las gordas la primera fila, menguando gradual hasta el cabo de la caja. Y, para que desagrade menos la flacura, la agradable disposición de la gordura complace a la primera vista con un pájaro de lustre.
Poema II:
Para que pueda ser de tu agrado el amable regalo de un amigo pobre, no vayas a tener en cuenta los ricos obsequios que me haces. Si no, ¿qué podría yo darte, a cambio de aquellos peces que te proporciona, con la abundancia de su oleaje, la vecina playa, admirables de aspecto y únicos en su belleza?
En cambio, a mí, en los bajíos pedregosos del profundo mar, el molusco se me cría escaso en la oscuridad de las algas. Para compartirlo contigo, te mando dieciséis conchas, perfumadas del néctar del mar, que llena(n) una dulcísima entraña con su meollo bicolor.
Que las aceptes de grado, te ruego, y no las rechaces por su poco valor, pues solo son pequeñas si las comparas con lo grande de mi amor.
Poema X, epístola a Ausonio:
Quid abdicatas in meam curam, pater,
Redire Musas praecipis?
Negant Camoenis, nec patent Apollini
Dicata Christo pectora.
Fuit ista quondam non ope, sed studio pari
Tecum mihi concordia,
Ciere surdum Delphica Phoebum specu,
Vocare Musas Numina;
Fandique munus munere indultum Dei,
Petere e nemoribus aut jugis.
Nunc alia mentem vis agit, major Deus;
Aliosque mores postulat,
Sibi reposcens ab homine munus suum,
Vivamus ut vitae Patri.
Vacare vanis otio aut negotio,
Et fabulosis litteris
Vetat, suis ut pareamus legibus,
Lucemque cernamus suam:
Quam vis sophorum callida, arsque rhetorum, et
Figmenta vatum nubilant,
Qui corda falsis atque vanis imbuunt;
Tantumque linguas instruunt,
Nihil adferentes ut salutem conferant,
Quod veritatem detegat.
Quid enim tenere vel bonum aut verum queant,
Qui non tenent summae caput,
Veri bonique fomitem et fontem Deum?
Quem nemo nisi in Christo videt. (20-46).
¿Por qué, padre, mandas que mi afán retorne a unas Musas de las que ya he abdicado? Los corazones consagrados a Cristo reniegan de las Camenas y no se abren a Apolo.
En otro tiempo compartí contigo, bien que no igual en capacidad, pero sí en idéntico empeño, la idea de invocar al sordo Febo desde su antro délfico, el deseo de llamar a las Musas "deidades" y de pedir a los bosques y montes el don de la palabra, concedido por regalo de una divinidad.
Ahora mueve mi mente otra fuerza: un Dios mayor, y exige otras costumbres, reclamando del hombre su obligación para con Él, a fin de que vivamos para el Padre de la vida, a fin de poder obedecer sus leyes y contemplar su luz, que anublan la astuta fuerza de los sofistas, el arte de los rétores y las invenciones de los poetas, que son quienes encharcan los corazones de mentiras y frivolidades y tan sólo instruyen la lengua, sin aportar nada para darnos la salvación o poner al descubierto la verdad.
Pues ¿qué bien o verdad pueden tener quienes no tienen el meollo de lo esencial, a Dios, que es el alimento y fuente del bien y de la verdad, a quien nadie ve, si no es en Cristo?
Unde dari possit. Revocandum me tibi credam,
Cum steriles fundas non ad divina precatus,
Castalidis supplex averso Numine Musis?
Non his numinibus tibi me patriaeque reduces.
Quod datur, in nihilum (sine Numine nomina Musas
Surda vocas, et nulla rogas) levis auferet aura,
Irrita ventosae rapiunt haec vota procellae,
Quae non missa Deo vacuis in nubibus haerent,
Nec penetrant superi stellantem Regis in aulam. (110-118).
¿Puedo creer que vas a hacerme volver, porque derramas estériles oraciones no para Dios, sino como un suplicante ante las Musas Castalias, cuyo poder está en tu contra? Con esas deidades no me haces volver a ti y a la patria. Estás invocando a dioses sordos, y suplicas a quienes no son nada (una leve brisa se llevará esto que se destina a la nada, a las Musas: nombres sin poder).
Vendavales de tempestad arrebatan estos votos sin fuerza, que, por no ser enviados a Dios, se quedan pegados en las vacías nubes y no llegan a entrar en el palacio estrellado del Rey del cielo.
Mens nova me fateor cepit, mens non mea quondam,
Sed mea nunc autore Deo, qui si quid in actu
Ingeniove meo sua dignum ad munia vidit,
Gratia prima tibi, tibi gloria debita cedet,
Cujus praeceptis partum est quod Christus amaret. (142-146).
Tengo, lo confieso, un espíritu nuevo que no es el mío (al menos el mío de antaño), pero que es el mío de ahora, por obra de Dios. Y si Él ha visto en mi vida, o en mi talento, algo digno de sumisión, el primer gratificado eres tú: y para ti es la gloria que se te debe. De tus preceptos ha nacido aquello que Cristo pudiera amar.
Poema XI, también a Ausonio:
Si vitulum tauro, vel equum commitis onagro,
Si confers fulicas cygnis, et aedona parrae;
Castaneis corylos, aequas viburna cupressis,
Me compone tibi: vix Tullius et Maro tecum,
Sustineant aequale jugum; si jungar amore,
Hoc tantum tibi me jactare audebo jugalem;
Quo modicum sociis magno contendit habenis
Dulcis amicitia aeterno mihi foedere tecum,
Et paribus semper redamandi legibus aequa.
Hoc nostra cervice jugum non scaeva resolvit
Fabula, non terris absentia longa diremit.
Nec perimet, toto licet abstrahar orbe, vel aevo.
Numquam animo divisus agam; prius ipsa recedet
Corpore vita meo, quam vester pectore vultus. (35-48).
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Et cum solutus corporali carcere,
Terraque provolavero,
Quo me locarit axe communis Pater,
Illic quoque te animo geram. (57-60).
Si es que pretendes emparejar un novillo con un buey o un caballo con un onagro; si juntas las fochas con los cisnes y el ruiseñor con la urraca, las avellanas con las castañas; si igualas los mimbres con los cipreses, entonces, aparéjame contigo.
Con mucho trabajo serían capaces de llevar contigo el mismo yugo Tulio o Virgilio. Pero si es clamor el yugo, sólo en esto me atreveré a jactarme de compartir tu collera, por cuanto la dulce amistad, igual en mi eterno pacto contigo, y siempre bajo las análogas leyes del afecto correspondido, compara lo pequeño con lo grande con riendas amigas.
Este yugo no lo ha descolgado de nuestro cuello una siniestra habladuría; tampoco lo destruirá la larga ausencia de la patria. Aunque mediara entre nosotros todo el globo del mundo, o una edad entera, jamás viviré separado en el espíritu. Antes se me escapará la propia vida del cuerpo, que tu rostro de mi pensamiento. […]
Y cuando emprenda el vuelo, libre de la cárcel de mi cuerpo, y libre de la tierra, en la constelación en que me ponga el Padre de todos, allí también te llevaré en mi espíritu.
Poema XV:
Surge igitur cithara, et totis intendere fibris,
Excita vis animae tacito mea viscera cantu,
Non tacita cordis testudine, dentibus ictis,
Pulset amor linguae, plectro lyra personet oris.
Non ego Castalidas vatum phantasmata Musas,
Nec surdum Aonia Phoebum de rupe ciebo,
Carminis incentor Christus mihi: munere Christi
Audeo peccator sanctum et coelestia fari.
Nec tibi difficile, Omnipotens, mea solvere doctis
Ora modis, qui muta loqui, fluere arida, solvi
Dura jubes. Tu namque asinam reboare loquendo,
Perfectamque tibi lactentes condere laudem
Fecisti, et solidam solvisti in flumina rupem,
Et terram sine aqua subitis manere fluentis
Jussisti, deserta rigans in spem populorum,
In quorum arentes animas pia gratia fluxit,
Quos Christus vivo manans petra fonte refecit.
Unde ego pars hominum minima, isto munere fretus,
Roris, Christe, tui vivos precor aridus haustus.
De verbum de fonte tuo; tua non queo fari
Te sine; namque tui laus martyris, et tua laus est,
Qui facis Omnipotens homines divina valere,
Fortiaque infirmis superans, de carne triumphas,
Aerios proceres vincens in corpore nostro. (26-49).
Levántate, pues, cítara, y ténsate en todas tus fibras ¡oh conmovida esencia de mi alma! Que el amor pulse mis entrañas con su silencioso canto, dando el golpe de los dientes en el nada silencioso caparazón de mi corazón; y resuene la lira de mi boca con el plectro de mi lengua. No voy a pedir que acudan las Musas de Castalia, fantasías de los poetas, ni, tampoco, desde la peña Aonia el sordo Febo. Cristo es el director de mi canción; por un don de Cristo me atrevo yo, pecador, a cantar lo sagrado y lo celestial.
No es difícil para Ti, que eres Todopoderoso, desatar mi boca en sabios ritmos, tú que haces hablar a los seres mudos, manar a lo seco y deshacerse lo duro. Pues hiciste rebuznar a la burra en forma de palabras y a los lactantes componer una alabanza acabada en tu honor, y diluiste en líquido la sólida roca y mandaste que una tierra sin agua manase con súbito caudal regando el desierto para esperanza de los pueblos, hacia cuyas secas almas fluyó la piedad de la gracia y a los que Cristo, piedra manantial del agua viva, restauró.
Por eso yo, mínima parte de los hombres, confiado en ese regalo, Cristo, suplico sediento el sorbo vivo de tu rocío. Concédeme la palabra desde tu fuente: no puedo hablar de ti sin ti.
En efecto, el elogio de un mártir tuyo, también es elogio tuyo, porque, en tu omnipotencia, haces que los hombres gocen de un poder sobrenatural, y vences la fuerza para beneficio de los débiles, triunfando sobre la carne, venciendo en el interior de nuestro cuerpo a los príncipes habitantes del aire.
Poema XVIII:
Cernite laetitiam mundi in splendore diei
Elucere sacris insignibus; omnia laetus
Candor habet, siccus teneris a nubibus imber
Ponitur, et niveo tellus velatur amictu.
Quae nive tecta, solum nive, silvae, et culmina, colles:
Cuncta senis sancti canos testantur honores;
Angelicaque docent et luce et pace potiri
Felicem placida clarum in regione piorum,
Lactea quae tacito labuntur vellera coelo. (16-24).
Contemplad cómo la alegría del mundo luce en el brillo del día con señales sagradas.
Un halo de blanca alegría lo posee todo, una seca lluvia cenicienta se deposita desde las nubes, se viste con un manto níveo la tierra que, cubierta de nieve y con peinado de nieve en casas, suelo, bosques, tejados y colinas, da fe de los canos honores del santo anciano.
Nos están demostrando que, en la plácida tierra de los esclarecidos justos, Félix disfruta de la luz y la paz de los ángeles, y desde allí se deslizan lácteos vellones por un cielo silencioso.
Panegírico de San Félix:
¿Por dónde, pues, empezaré a tejer mi poema? ¿Qué beneficios de Félix son los que voy a relatar? ¿Contaré mejor los muchos favores que repartió por todas partes, o aquellos de esta casa suya, de los que le soy especialmente deudor?
Acometeré más bien éstos, que recuerdo bien haber sido dispensados a mí y a mi gente. Además, como en los libritos anteriores tengo más bien escrito lo que proporcionó en parte a otros, y con ellos a mí también, en esta ocasión voy a tejer mi librillo en prenda de agradecimiento a partir de esos dones que me envió a mí tan generosamente y, en contra de lo usual, lo haré en una melodía variada; y lo mismo que él me ofrece cada año un tema diferente, mudaré los ritmos, y, en una misma serie continuada, caminaré con el ritmo de un poema no regulado bajo unas mismas leyes.
Pues, por así decir, en el fecundo campo de san Félix surgieron, como flores nuevas, dos brotes de Cristo: Turcio, el del semblante piadoso, y Sueno, de florida juventud. Y, de igual manera, había unas santas madres y otras dos muchachas idénticas; una, cual era en su tiempo aquella célebre Alfía, hermana del noble Filemón, a la que distingue en su dedicatoria la epístola de Pablo y, juntamente, la virago Eunomía, prometida ya en el cielo en eterno matrimonio, que, arrebatada desde el vientre de su madre, por su agrado, se la consagró a sí mismo Cristo con presuroso amor, y la inundó del perfume de su nombre, por lo que con los cabellos de su alma teñidos y la casta cabeza de su espíritu perfumada, huele a las sagradas esencias de su esposo celestial. Ésta es hermana de Melania y casi hija de ella, a cuyo regazo está unida, gozosa, pues encontró una maestra en su hermana. Y las dos, ligadas con divinas dotes, llevan como collares vivos las variopintas gemas de las virtudes en su espíritu cultivado, en su bello corazón.
Detrás de ellas va un numeroso escuadrón de almas nobles y la santa multitud de las vírgenes, del mismo color, bajo un único vellón. Desde aquí, complacido en el cordero amado, escucha Cristo a Eunomía, enseñada por la palabra guía de Melania, la que da forma al panal de los salmos en mesuradas proporciones, puesto que, siguiendo el ritmo de Dios, la infantil corifeo con su casta boca dirige los coros, cortejo de los santos.
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