Amnesia in litteris...
¿... Como era la pregunta? Ah, sí: Qué libro me había impresionado, influido, inspirado, marcado, "encauzado", o hecho "cambiar de rumbo"?
Esto suena a impacto o a experiencia traumática, algo que el sujeto solo acostumbra a recordar en sus pesadillas, pero no en el estado de vigilia y, mucho menos, cuando escribe para el público, según señaló ya muy acertadamente un psicólogo austriaco, cuyo nombre no tengo presente en este momento, en un trabajo muy interesante, cuyo título no sabría precisar ahora, pero que apareció en un opúsculo titulado Yo y tú, Eso y nosotros, Yo mismo o algo por el estilo (reeditado recientemente no recuerdo si por Rohwolt, Fisher o Suhrkamp, aunque estoy seguro que la cubierta era verde y blanca, o celeste y amarilla, o, quizá, gris y turquesa).
Ahora bien, es posible que la pregunta no se refiera a experiencias neurotraumáticas producidas por la lectura sino a esa vivida emoción que provoca en nosotros el arte, como se expresa en la celebre oda Hermoso Apolo... No; me parece que el título no es este. Es un título un tanto arcaico, desde luego: Torso joven, Primigenio y hermoso Apolo o algo parecido, pero no hace al caso... En fin, como se dice en el célebre poema de... de... En este momento no se me viene a la memoria el nombre, pero era un autor muy famoso, de ojos vacunos y bigote, que proporcionó a aquel obeso escultor francés (¿cómo se llamaba?) una casa en la rue de Varennes (aunque más que casa habría que llamarla palacio, con un parque que no se recorría en diez minutos; uno se pregunta, dicho sea de paso, cómo se las arreglaba la gente para pagar estas cosas en aquel tiempo); bueno, a lo que iba, como se dice en aquella magnífica poesía que en este momento no podría recitar entera, pero cuyo último verso se me quedó grabado en la memoria de forma indeleble como un constante imperativo moral: "Debes cambiar tu vida."
Veamos, pues. ¿Qué libros son esos cuya lectura han cambiado mi vida? Con ánimo de aclarar la cuestión, me acerco a la biblioteca (de eso hace solo pocos días) y recorro con la mirada los títulos de los lomos. Como suele ocurrirme en estos casos (es decir, cuando hay demasiados ejemplares de una especie congregados en un mismo sitio y la mirada se pierde en la masa) en el primer momento siento un poco de vértigo y, buscando asidero, introduzco la mano en la masa, saco un libro al azar; doy media vuelta con mi botín, lo abro, lo hojeo y me concentro en la lectura.
Pronto me doy cuenta de que he hecho una buena elección, una muy buena elección. Es un texto de pulida prosa y diáfano razonamiento, salpicado de informaciones inéditas del mayor interés y lleno de admirables sorpresas (por desgracia, mientras esto escribo, no consigo recordar el título del libro, ni el nombre del autor, ni el tema de la obra; pero, como se verá enseguida, esto no hace al caso, o, mejor dicho, por el contrario, contribuye a ilustrarlo). Como decía, es un libro extraordinario el que tengo en la mano, cada frase es un hallazgo, y leyendo voy lentamente hacia mi sillón, me siento sin dejar de leer y, mientras leo, olvido por qué estoy leyendo. Soy todo ávida concentración en la exquisitez y originalidad que voy descubriendo página tras página. Los subrayados y comentarios al margen en lápiz (huellas de un lector que me ha precedido) no me molestan, a pesar de que generalmente no me gusta encontrar marcas en los libros, porque es tan apasionante la exposición, tan vibrante la prosa, que ni reparo en las apostillas y, si las advierto, es solo para corroborarlas, porque se da el caso de que mi antecesor en la lectura (ni por asomo adivino de quién pueda tratarse) ha subrayado y comentado los pasajes que tambien a mi me entusiasman especialmente. Y sigo leyendo, complacido, por una parte, por la extraordinaria calidad del texto y, por la otra, por la compania espiritual de mi desconocido predecesor. Me sumerjo mas y mas en el mundo imaginario, sigo con admiracion creciente la senda magnifica por la que me conduce el autor... Hasta que llego a lo que sin duda es el punto culminante de la exposicion y que arranca un sonoro "Ah!" "Ah, pero que bien pensado! Que bien dicho!" Y cierro los ojos un momento para meditar sobre lo que acabo de leer, que ha trazado un camino en la confusion de mi cerebro, abriendome perspectivas insospechadas, urgiendo nociones y asociaciones totalmente nuevas, espoleandome incluso a seguir la exhortacion "Debes cambiar tu vida!" Y, casi automaticamente, mi mano va hacia el lapiz. Pienso: "Esto tienes que subrayarlo y escribir "Muy bien" al margen, entre gruesos signos de admiracion y condensar en cuatro palabras todos los pensamientos que este pasaje ha suscitado en ti, para que no se te olviden y en senal de homenaje al autor que tan magnificamente te ha iluminado!".
Pero, ay!, cuando acerco la punta del lapiz para escribir mi "Muy bien!", veo que mi desconocido antecesor ha puesto ya "Muy bien!" en este mismo sitio y tambien ha hecho el esquematico resumen que yo tenia pensado. Y ahora me doy cuenta de que su letra me es familiar, porque es mi propia letra, y que mi antecesor no es otro que yo mismo,. Este libro lo he leido yo hace mucho tiempo.
Entoncews se apodera de mi una afliccion indescriptible. Ha vuelto a atacarme la vieja enfermedad: amnesia in litteris, el olvido literario, y me invade una ola de resignacion, por la futilidad de la ambicion en general. Para que leer, para que releer este libro si se que dentro de poco no me quedara de el ni la sombra de un recuerdo? Para que hacer algo, si todo se diluye en la nada? Para que vivir, si hay que morir? Y cierro el hermoso el libro, me levanto y vuelvo a la biblioteca , vencido, hundido, y lo introduzco en la masa anonima de los otros libros olvidados. Mi mirada se detiene en el extremo de un anaquel. Que tenemos aqui? Ah, si. Tres biografias de Alejandro Magno. He leido las tres. Que se de Alejandro Magno? Nada. En el extremo de otro anaquel hay varios tomos sobre la Guerra de los Treinta Años, entre ellos, las quinientas paginas sobre Veronica Wedgwood y las mil paginas sobre Wallenstein de Golo Mann. Todo esto lo leido yo con aplicacion. Y que se de la Guerra de los Treinta Años? Nada. El anaquel inferior esta dedicado por entero a libros sobre Luis II de Baviera y su epoca. Estos libros no solo los lei sino que los estudie durante mas de un año y despues descubri tres guiones. Me volvi en un autentico especialista sobre Luis II. Que se ahora de Luis II y de su tiempo? Nada. Absolutamente Nada. "Esta bien -pienso-. Lo de Luis II aun podria soportarse. Pero, y de esos libros que tengo ahi delante, en lugar preferente, al lado del escritorio, mis autores preferidos? Que conservo en la memoria de la coleccion de quince tomos de Andersch? Nada. Y de los Böll, los Walser y los Koeppen? Nada. Y de los diez tomo de Handke? Menos que nada. Que se de Tristam Shandy, de las Confesiones de Rousseau, del Paseo de Seume? Nada, nada, nada. (Un momento!... Las Comedias de Shakespeare! Las lei hace solo un año. Algo debe de haber quedado, una vaga idea, un titulo, un solo titulo de una comedia de Shakespeare! Nada.) Por el amor de Dios, Goethe, por lo menos, Goethe! Por ejemplo, esto, este pequeño tomo blanco: Las afinidades electivas, esto lo he leido tres veces por lo menos, y no conservo ni el mas leve recuerdo. Todo se ha desvanecido. Es que no queda en el mundo ni un libro que yo recuerde? Esos dos tomos rojos de ahi, de esos libros gruesos con las cintas rojas tengo que acordarme, me resultan familiares, como muebles viejos, los he leido, los he habitado durante semanas, y no hace tanto tiempo. Que es? Como se llama? Los Demonios. Aja. Pues muy bien. Interesante. El autor? F.M. Dostoyevki. Hum. Ya. Me parece que lo recuerdo vagamente. Tengo la impresion de que la accion se desarrolla en el siglo XIX y que en el segundo tomo alguien se suicida con una pistola. Mas no puedo decir.
Me dejo caer en el sillon del escritorio. Es una vergüenza. Es un escandalo. hace treinta anos que se leer y, aunque no mucho, algo he leido. Y lo unico que me queda es el vago recuerdo de que en el segundo tomo de una novela de mil paginas, alguien se pega un tiro. Treinta años de lecturas inutiles. miles de horas de mi niñez, de mi juventud y de mi vida adulta, dedicadas a leer, y no conservo nada mas que un gran olvido. Y el mal no da señales de querer remitir, sino todo lo contrario, empeora. Hoy, cuando leo un libro, antes de terminarlo, ya he olvidado como empieza. A veces, mi memoria no resiste ni una sola pagina y voy descolgandome esforzadamente de parrafo en parrafo, de frase en frase, y muy pronto solo comprendere las palabras sueltas que saldran de la oscuridad de un texto desconocido durante el instante de la lectura como estrellas fugaces, para desaparecer en el oscuro Leteo del olvido. En las tertulias literarias, hace tiempo que no puedo ni abrir la boca sin ponerme en ridiculo, porque confundo a Morike con Hofmannsthal, a Rilke con Holderlin, a Beckett con Joyce, a Italo Calvino con Italo Svevo, a Baudelaire con Chopin, a George Sand con Madame de Stael, etc. Cuando trato de localizar una cita que me baila por la cabeza, tengo que pasarme dias consultando libros, porque he olvidado al autor y durante las consultas me pierdo en textos ignorados de autores desconocidos, hasta que se me olvida que estaba buscando. Como, en este caos mental, iba yo a contestar a la preguntade que libro ha cambiado mi vida? Ninguno? Todos? Alguno? No lo se.
Pero quiza --asi lo pienso para consolarme--, quiza en la lectura (lo mismo que en la vida) no sean tan importantes los cambios de via ni los golpes de timon. Quiza la lectura sea un acto impregnador que empapa la mente de un modo insensible, por osmosis, sin que uno se de cuenta. Por lo tanto, el lector que padezca de amnesia in litteris puede cambiar por efecto de las lecturas sin saberlo, porque mientras lee cambia tambien esas instancias criticas de su cerebro que pueden decirle que esta cambiando. Para que, ademas de leer, escriba, la enfermedad puede incluso ser una ventaja, mas, una condicion indispensable, porque le protege de toda intimidacion que produce toda gran obra literaria y le permite adoptar esa actitud excenta de complejos respecto al plagio, sin la cual no puede crearse algo verdaderamente original.
Yo se que este es un consuelo oportunista y ramplon, del que trato de sustraerme: "No claudiques ante esta amnesia terrible. Nada con todas tus fuerzas contra la corriente del olvido. No te zambullas de cabeza en un texto, mantente por encima de el, con mente lucida y critica. Haz extractos, memoriza, ejercita la memoria, en suma --y aqui deseo citar la frase de una celebre poesia cuyo autor y titulo no puedo recordar en este momento, pero cuya ultima linea permanece grabada de forma indeleble en mi memoria, como un constante imperativo moral--: "Debes --dice el texto--, debes... debes..."
Que tonteria ! Se me han olvidado las palabras exactas. Pero no importa, porque todavia tengo presente el sentido. Era algo asi como... "Debes cambiar tu vida!"
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