ELOGIO DEL HUMO Y DEL POLVO, POR M. CORNELIO FRONTÓN
La mayoría de los lectores pueden pasar por alto este tema en el título y decir que no se puede extraer nada serio del humo y el polvo. Tú, con tu excelente mente, pronto habrás visto si es un juego o un trabajo lo que me he propuesto. Pero, sobre todo, me parece oportuno decir algo sobre la manera de tratar este tipo de temas, sobre todo porque la lengua romana no ofrece nada lo suficientemente destacable en este género, salvo algunos ensayos que los poetas han dejado en el olvido. las comedias o los atellanes. El que se ejercita en esta especie de escritura hará abundante provisión de pensamientos, y los pondrá unos cerca de otros, uniéndolos por finos eslabones, y evitando repeticiones, palabras inútiles, en una palabra toda especie de redundancia.
Aquí, por el contrario, debemos aplicarnos a no dejar nada sin elegancia, nada ofendido; y que todo, como en una prenda ligera, esté adornado con ribetes y ceñido con flecos. Finalmente, así como las últimas líneas de un epigrama deben brillar, el pensamiento debe terminar en una especie de gancho o bucle. Pero ante todo placer. En efecto, aquí no se trata de salvar la cabeza de un hombre, ni de aprobar una ley, ni de animar a las tropas, ni de animar una asamblea, sino de bromear y divertir. En todas partes, sin embargo, es necesario hablar como en un tema amplio y magnífico, y asimilar y comparar las cosas pequeñas con las grandes. Finalmente, el mérito supremo en este tipo de composición es jugar con arte a la seriedad. Tienes que entrar allí. alguna fábula de dioses y héroes, versos adecuados al tema, proverbios que se aplican a él, ficciones ingeniosas, siempre que la ficción se apoye en algún razonamiento lúdico. Pero lo más difícil es diseñar el plan de uno de tal manera que haya orden y conexión en todas partes. Platón reprocha a Lisias en el Fedro haber confundido tanto el orden de las ideas que se podía sin inconveniente poner las primeras en lugar de las últimas, y las últimas en lugar de las primeras. Evitaremos este defecto si, por efecto de una buena distribución, todas las partes del sujeto se encuentran, ni dispersas ni unidas sin distinción, como varios platos en un mismo plato, pero tan bien ligado que el pensamiento que precede presenta al siguiente una especie de borde o franja por donde el que sigue parece surgir del que termina; y así pareceremos caminar más que saltar. La variedad, incluso con algún desorden, es más agradable en un discurso que la monotonía. *** Debemos dar un giro serio a las cosas agradables *** Con tal de que sea ese tono dulce, puro y casto de Tusculum y Ionia, es decir de Catón y Heródoto *** En todo es más fácil saber el camino enseñar que obtener la fuerza para obrar *** como la buena voluntad y la buena oración, cosas que se hacen sin esfuerzo, por el espíritu y por la voz. Entonces, dependiendo de si sentimos más benevolencia, se contratará a más personas; y buscaremos no sólo a los que ya han sido alabados, sino a los que, ya sea entre los dioses o entre los hombres, han sido menos alabados; y eso será mostrar benevolencia; como un labrador, si siembra en barbecho, es laborioso; un sacerdote, si sacrifica en un templo desierto y aislado, es religioso.
Alabaré, pues, a dioses poco conocidos en alabanza, pero muy conocidos en todos los usos de la vida, humo y polvo, sin los cuales no se puede usar el altar, el hogar, los caminos, las veredas. Que si alguno duda al principio de que el humo deba ser contado entre los dioses, que piense que los mismos vientos son contados entre los dioses; que las nieblas y las nubes, que se asemejan mucho al humo, son vistas como diosas y se ven en el cielo, y que, como dicen los poetas, los dioses se velan con nubes, y que una nube robó a Júpiter y a Juno en la cama en pleno vista; y lo que es propio de la naturaleza divina, no se puede tomar el humo con la mano, no más que el sol, ni encadenarlo, ni herirlo, ni reprimirlo...
ELOGIO DE LA NEGLIGENCIA
POR MC FRONTO
Se me ocurrió escribir el elogio de la negligencia; y la razón por la que todavía no lo he hecho es lo que también me olvido de decir. pecados de los hombres; si no pasas por alto las faltas con facilidad, no estás perdonando de verdad. Que si alguno piensa que la negligencia no es segura, que está expuesta a peligros, yo diría que la diligencia da mucha menos seguridad, y está mucho más expuesta. De hecho, no nos molestamos mucho en tender emboscadas por negligencia, porque sabemos que, incluso sin trampas, podemos en cualquier momento, en cualquier lugar, cuando nos plazca, engañar al hombre descuidado; contra los hombres diligentes, circunspectos y poderosos se tiende a preparar fraudes, sorpresas y emboscadas. Así la negligencia es protegida por el desprecio, y la diligencia atacada por la astucia. También estamos más dispuestos a perdonar las faltas de la negligencia, así como a agradecerle más el bien que hace; porque nada sorprende más agradablemente que ver que un hombre que no se preocupa por nada no ha dejado de hacerlo bien en la ocasión. Remontémonos a aquella edad de oro tan cacareada por los poetas, encontraréis que fue la edad del olvido, pues entonces la tierra desatendida producía frutos en abundancia, y proveía, sin necesidad de trabajo alguno, de todo lo necesario para la vida de aquellos. quien lo descuidó. De todo esto se sigue que la negligencia proviene de una buena raza, agrada a los dioses, no desagrada a los sabios, que participa de las virtudes, enseña la indulgencia, se protege de las trampas, que se lleva cuenta del bien que hace, que sus faltas sean perdonadas, y que finalmente sea declarada dorada *** Una mujer que confía en su belleza descuida voluntariamente su piel y su cabello; para los que desconfían de ella, el extremo cuidado de sus galas les hace encontrar encanto en la diligencia. Arrayanes, bojes y demás arbustos y matas sujetas a tijera, que son segados, regados, amamantados con la mayor diligencia y cuidado, se arrastran hasta el suelo o no levantan mucho sus tallos del suelo, mientras que aquellos robles que nunca son segados, los pinos que se descuidan, esconden sus cabezas ambiciosas en las nubes. Los leones no son tan diligentes como la hormiga en la búsqueda de comida y el aprovisionamiento, y las arañas son más diligentes en hacer su tela que Penélope o Andrómaca; y bastante a los genios delgados *** Qué grande, ruego, fue la parte de Lucullana ***
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