Archie Randolph Ammons
BASURA
A bacterias, escarabajos peloteros, carroñeros, forjadores de palabras: los transfiguradores, restauradores
1 [*]
Criaturas menudas, inmundas, insinuantes, están trepando
por mi columna, enroscándose (trayéndome el mensaje),
diciendo, chico, estás tú escribiendo ese gran poema
que el mundo está esperando: es que no sabes
que aún te queda por cumplir una misión que cumplir;
quizás en este preciso instante alguien esté en alguna parte
muriendo por la falta de lo que W. C. Williams dice
que tú podrías (o alguien podría) estar dando: ¿a que sí?
entonces, dicen estos menudos mensajeros, tú qué
pretendes al enseñar en la escuela (al enseñar «poesía» y
«escritura de poesía» y malgastar el tiempo pintando
cuadros menudos, sobrios, orgánicos y significativos)
cuando valores que se creían perdidos (pero tan solo estaban
revueltos y desavenidos) se hallan tirados, demolidos
y carentes de centro porque tú (o sea, yo, chico)
no lo has elaborado todo en la cara de todo
el mundo todavía: por otro lado (me digo, mientras voy
recibiendo a los mensajeros y acabando con ellos),
quién ha hecho algo o acaso cabe esperar que haga yo
algo sin lo que el mundo vaya a dejar de dar vueltas: y
ya que la SS da suficiente dinero (espero) para vivir
de ahora en adelante con elegancia y sencillez
—o, tal vez, solo con sencillez—, por qué no habría yo,
a mis 63 años de edad, de concentrarme en quitarme
de promociones y ensayar las delicias del ocio,
la despreocupación y los modestos caminos vecinales: hace
un par de meses, por ejemplo, recorrí todo el camino
desde los copos de soja (vienen tostados y prensados
y si se hierven a fuego lento están listos
en una hora) hasta los mismos brotes de soja, nada
menos que puras perlas doradas, 65 cent. la
libra en seco: se dejan toda la noche a remojo y luego
seis horas más cociendo lentamente; pero son tan baratas
que basta el paro para pagarlas, son una proteína completa,
más proteína que la carne del mismo peso, más
calcio que la leche, más lecitina que los huevos,
y en algún sitio ahí dentro el aceite que suaviza las
deposiciones, una gran virtud: me faltan tiempo y brío
para enterarme, ahora, de la asistencia a mayores y necesitados,
la semana nacional de la osteoporosis, los tours para andariegos,
la pérdida de oído, los programas de vivienda compartida, y decidir
alimentarme bien: eso para empezar… ¿por qué habría yo
de intentar escribir ahora mi poema más plano?, ¿y para
quién?, ¿para mí no?, ¿para otros?, vaya pijada, y yo
jamás he dicho eso: la Seguridad Social puede proporcionar
brotes y soja suficientes: mi casa, ya pagada después
de veinte años, está pagada ya: ya tengo a mi chaval
criado: nada de lo que pueda uno pagar al contado
parece bien valioso: esto alcanza una cota
bastante alta para mí, tan alta que no sabría
qué hacer con nada a partir de ahí, ni de ningún
lugar donde alojarlo, aparcarlo, atracarlo o dejarlo caer
de cualquier modo: elegancia y sencillez: me pregunto
si nos son necesarios esos celestiales sistemas de guía
que dan con cimas de montaña o si necesitamos los fallidos
razonamientos abstrusos de la filosofía difusa: es que no
es suficientemente sencillo y elegante creer en
cualidades —la sencillez y la elegancia— y echarle un
poco de valentía y generosidad, un punto de
responsabilidad, el ascetismo suficiente para evitar
engordar: moderación: elegante y sencilla
moderación: los árboles se definieron (hasta abarcar
definiciones varias) mediante una dinámica de
luchas (oye, ¿es que toca ya palabrería o qué?),
y así es, como si hubiera un reconocimiento
genético por el que un árbol joven se elevase y abriera
paso pasando tan solo por un espacio tomado (el parental
tampoco cedería ninguno), y, aún más:
así, los troncos, acomodados a alzarse, a alcanzar
la luz más alta y el agua más profunda, eran delgados
y se movían veloces, y esto valía porque
lo bueno de esta apretada competencia es que,
si uno triunfa en ella, cuenta con el apoyo de
toda una masa de competidores; o sea, había poco
espacio para ramas, y nada más que una mata verde
de posibilidad en la techumbre del bosque: ahora, en cambio,
de veras, fíjate en el arce de mi jardín: medró en libertad,
al descubierto, y ha crecido de más, tiene el tronco
hendido por una horqueta alta y el viento le ha
torcido y desgajado la rama más grande y más baja: ahí,
en realidad, no había apenas masificación y competencia,
y el árbol, grueso, incapaz de detener tanto ímpetu,
se alimentó de más, creció de más, y ahora tiene otra vez
la piel rota y abierta, y pueden dar con él enfermedades,
taladros de uno u otro tipo, y hongos: queda
con esto demostrado: mejor moderación impuesta
que nada de moderación: nos vinculamos a la
vida de quienes queremos y nos va entonces la vida
como les va la suya a ellos; de su dolor no nos zafamos;
sus decisiones, perjudiciales a menudo para ellos,
calan nuestro agitado dormir, se arremolinan, rebosan como
nones en nuestros sueños; nos levantamos varias veces
en una misma noche para deambular; nos levantamos por la mañana
en un mundo iracundo rumbo a ninguna parte, sin puerta:
nos arde el pecho de ansiedad y un río de
angustia nos define rápidos y estrechos en la boca misma
del estómago: cómo podemos interceder sin llegar a
interferir: cómo puede conmover nuestro amor más envolvente,
más convincentemente que nuestro premonitorio consejo
2 [*]
basura tiene que ser el poema de nuestra época porque la
basura es lo bastante espiritual y creíble como para
embargarnos la atención, estorbando, poniéndose por medio,
amontonándose, apestando, manchando los arroyos
de marrón y de blanco cremoso: qué otra cosa nos aparta
de los errores de nuestros ilusorios usos, no la tentación
de carecer de porquería, eso resulta remoto, y,
en cualquier caso, inimaginable, poco realista: yo soy un
abreboquetes o tapaboquetes: métele el dedo
a la dama (qué digo, mierda, al dique), que no derrame
el fluir de la creatividad, lo que viene aflorando, futurista,
los orígenes que fomentan la porquería: junto a la I-95, en
Florida, donde es raso el terreno como son rasos océano
y golfo, surgen montones de desechos (porque si sacas una
cosa para hacer sitio y meter otra dentro, qué ocurre con
la cosa que has sacado: lo mismo pasa con las tumbas),
se arrastran los camiones de basura como con reverencia,
como si ascendieran por zigurats hacia las altas aras
que conservan con vida gaviotas y basura, ofrendas
a los dioses de la basura, la represalia, la expectativa
realista, las deidades de ingratas necesidades:
jóvenes y refinadas lombrices de tierra, ahogadas
por lluvias primaverales en pozas de macadán, se vuelven
en día y pico blancas de humedad, redondas motas
con aspecto de esputo o cremosísimos moluscos,
crudos y machacados: si este poema no es el mejor
del siglo, acaso puede tratar del peor poema
del siglo: al menos aparece hacia el final,
y así debajo de su medida puede cundir un
largo reguero de bazofia: pero arriba, en las alturas,
un humo mínimo emana día y noche la munificencia
sacrificial hasta entoldar el cielo de marrón y encerrarnos
como en una tetera bien tapada, la sempiterna llama
alimentada por esta intendencia de acres de profundidad:
la oferta gratuita de una silla de plástico paticoja:
un harapiento atuendo deportivo: la impresión de un
mainá pringada de gelatina: cómo escribir
este poema; debería ser corto, una pequeña explosión de
dúplex, o largo, pieza que caza sin veda, llega a casa
tarde, pierde la pista y la vuelve a encontrar;
debería actuar, representarse, dar ejemplos,
ilustraciones, colores, atuendos, o intensificarse
y quedar reducido a proclama, osamenta que un corpus
cualquiera alcanzaría a rodear, o acaso no debería ser nada
de nada a menos que se encuentre a sí mismo: el poema,
que trata de la idea presocrática del
eje disposicional que va de piedra a viento y viento
a piedra (junto con elaboraciones mías, si alguna cabe),
está completo antes de comenzar, así que no es preciso
que me apresure a abreviar, aunque cualquier lector cansado
podría concluir en breve: el eje quedará bastante
claro si se embadurna aquí y allá con un poco de tinta
o está bien afinado en toda forma o tonalidad
de su revelación: este es un poema científico,
y afirma que la naturaleza modela valores, que nosotros
inventar hemos inventado poco (hemos copiado), reflejos
de posibilidades que ya estaban aquí, donde vinimos
a parar y la forma de venir: un director sacerdotal tras el
buldózer que echa negros bufidos ladea las cosechas y
lee la aves, millones de solitarias que van circundando
una cumbre común, cayendo sobre las vetas carnosas
y los inflados panecillos (¿frailecillos?): hay un montón,
además, en la mente del poeta hasta donde se remolca
la lengua muerta para que arda entera, la energía se conserva
y cobra hechura de giros y conjuntos nuevos, y la mente
se fortalece con lo que ella misma fortalece, y es que
dónde sino en el culo mismo de una caída está
la redención, dónde sino en el rebajamiento, dónde
sino en el dolor del fracaso, la pérdida y el error discernimos
nosotros las feroces aflicciones que nos hacen girarnos,
dónde sino en los arreglos a los que el amor nos arrastra
del todo, donde no queda ni un resto de nuestros alardes
sin humillar, hallamos dulce semilla de nuevas
rutas: pero somos naturales: fue la naturaleza, no
nosotros, quien nos dio pie: aun así no estamos, aun siendo
naturales, divorciados de más altas y más finas configuraciones:
tejidos y hologramas de energía circulan en
nosotros, y buscan y encuentran representaciones de sí mismos
fuera de nosotros, de forma que podemos participar en
altas celebraciones y conocer alcances de sentimiento
y vista y pensamiento tales que penetran (realmente
penetran) lejos, más lejos que estas húmedas células nuestras,
y van alzándose y pasando nuestras historias, los planetas,
las lunas y demás cuerpos localmente hasta llegar al otro lado
del polo, donde las formas de la materia se difunden
y la energía pierde todo medio para expresarse excepto
en cuanto espíritu; ah, sí: allí, en lo que dura, donde
dura la mente y nada más, lo eterno,
hasta que pasa a ser otra pera o pez sol,
ese destello pasajero en el ojo del pez que hace
tanto que está allí, yendo y viniendo: es el
destello de la eternidad: todo se vuelve a desenvolver,
cobra forma y la pierde, palpable e impalpable,
y en una sola fase, la misma del dolor y del amor,
nosotros conocemos al otro, donde lo perdurable viene a
prevalecer, bien y sin trabas: ese cielo que mayormente
queremos es, sin embargo, este infernal fondo infestado
por reacción, el sobrecogedor culo del cielo: hay que escribir y
reescribir hasta que bien escrito esté: si estoy en
contacto, dijo ella, entonces llevo delantera: qué
infernal forma de hablar es esa: no me puedo creer
que yo ya sea un simple viejo, cuya madre está muerta,
cuyo padre ha fallecido y muchos de cuyos
amigos y colegas se han ido para terminar bajo
tierra, que solo es viento con peso, o convertidos
en polvo, brisa más leve: pero es que, francamente, todo
esto era de esperar y no de desear: incluso
viejos árboles, recuerdo algunos de ellos, el lugar
donde se alzaban: las fotos tomadas junto a algunos:
y viejos perros, sobre todo uno negro, uno imperial,
los cuatrillizos con sus jerarquías (arquías como en Archie)
sucediéndose unos a otros, ladridos y retozos van pasando
hasta perderse como transparencias en un proyector: qué
eran entonces ellos que son ahora lo que son:
3 [*]
residuos tóxicos, aire polucionado, pringue de playa o erosión
en los caminos unen naciones, mientras que la magnánima
perogrullada y la apacible apariencia aplacan a cada nación
para que vuelva a su confort o a su desesperanza: las crisis globales
promueven reuniones internacionalistas, los
problemas el mejor procedimiento, estén en las
urdimbres de poeta cuya energía es preciso encontrar y dejar
que actúe o en los altos intrincamientos del dióxido de azufre:
yo a mis estudiantes de escritura les digo: valorad vuestros fallos
y defectos, observad vuestros accidentes, encarad las
críticas negativas: estos son los materiales
de vuestro transcurrir: desde estos lugares imagináis,
encontráis o creáis caminos de vuelta a todos nosotros, la figura,
que conserva la aberrante periferia despejada activa-
mente para que la corriente central cambie o reduzca
o crezca de acuerdo con la dinámica necesaria:
en nuestro error las definitorias energías de la curación
la errancia encuentra: sufriendo deotromodos: pero
de nada sirve extenderse en la belleza o el simple efecto:
esto es tan solo un poema con un trabajo que hacer, y este
consiste en constatar, sea dando rodeos, de modo oblicuo,
sinuosamente (o de todos estos modos) el perfecto
concepto científico y materialista del
huso de energía: cuando la energía es bruta,
como una roca, se asemeja a lo bruto, y cuando es
fina se esfuma como bruma en místicos refinamientos,
y a veces sobrepasa y deja la reconocibilidad
material para venir a ser, ¿qué?: movimiento,
espíritu, con toda forma traducida en energía, igual que
al fondo del infierno de Dante es traducido todo
el movimiento en forma: y así, en sistemas de valores,
sistemas físicos y sistemas artísticos, siempre esta
misma disposición a pasar de lo pesado a lo liviano,
y luego el retornar de lo liviano en descenso
hasta lo bruto y lo premioso: de piedra a viento, de viento a
piedra: no se precisan «exteriores», hegemónicas
derivaciones del valor: no se precisa inventar nada
ni imponerlo: lo estético, lo científico, lo moral
se organizan igual que un manguito a lo largo de este huso;
por qué no relajarse: así, una vez hecho el trabajo, cuando la
mente ha dado con el modo de abrirse paso y está
marcado el curso, cabe dejar el intelecto a un lado:
cabe entregarse a lengua, entrepierna, teta, ombligo,
sobaco, roca, raja, trasero sonrosado y
considerar las perfumerías del intercambio escurridizo,
el respirar trabajoso, la boca relajada, la mezcla de
medios que nos permiten mantenernos atentos y atenernos
a la rutina de nuestro transcurrir: te despiertas arrojado
ahí, lejos, y acomodo pasa a ser el nombre de tu
juego: poder regresar, regresar al interior de la estructura
de protección, cuidados, calor y números: uno
y múltiple, unidades y grupos, disensiones
y cooperaciones, tomas y dacas: la dinámica
de la supervivencia, aún la misma: pero por qué arrojado
ahí fuera de entrada: porque mientras que el pródigo
de pronto se despide y luego vuelve, el padre pasa
de las férreas directrices que empujaron al hijo a irse
a las lágrimas de alegría por su regreso: el mundo
seguro de la comunidad, inseguro, todavía tiene que
tender tentáculos para tantear el entorno, para
traer una noticia o no traer ninguna; el centro
motor, el río mayor, tiene también que torcer,
y al hijo que se alejó se le acoge en casa aún mejor:
abandonamos, nos privamos de la seguridad para buscar
una seguridad mayor: pero, si otorgamos divina
sanción o teología a la disposición, no hemos
de pensar, cuando la divina sanción varía,
que ha habido alteración en la disposición:
un ángulo es lo nuevo para dar énfasis a lo antiguo:
las nuevas religiones son superficies, las creencias sombras
de imágenes que procuran construir lo que no precisa
creencia: únicamente muere lo que nace, y si alguna cosa
nace o es nueva, entonces no es eso, no es eso
lo que es: lo que es es la indiferencia de todas las
diferencias, la nadedad de todos los aprestados
algos, la más fina emisión de energía en la que
flotan rocas y estrellas muertas: porque qué pasaría
si fuese de otro modo y resultara que lo que es
es una cosa, condenatoria y conminatoria, estricta y
feroz, que embarga y veda: qué conjunto
de decisiones se abandonaría entonces y qué valor
adquirirían entonces nuestras parciales decisiones restantes:
con un agudo gemido los camiones de basura que van lentamente
circundando la creciente pirámide entonan la mañana
y en lo alto, en la planicie del montículo, las aves circundantes
se enteran y rebullen vivas en espirales de alas más
densas que capas ventosas de bosque: y mientras
tanto un camión que ya ha llegado vierte sus bienes por
la apertura de atrás y las aves, como una sola red crea-
da por ordenador, se lanzan a celebrarlo con aleluyas
de alegría: el conductor se baja del camión
y va despacio hasta la escarpadura del vertido y
desde el punto más alto lanza una mirada al despuntar
de un día finamente sonrosado, el aire puro, la alas de las
aves blancas y limpias como bizcocho de ángel: santo, santo
santo, suelta el conductor, y de repente tira el cigarrillo,
el cual, en un espiritual descenso, flota y flota antes
de aterrizar: aquí, como bien sabe el conductor,
donde convergen las consumaciones, donde el residuo
fluye hasta deformarse, donde la últimas traducciones
arrojan sus inmutables trozos y pedazos, pizcas
de acero, cachos de cascos y de copas, aquí
se encuentra la compuerta del comienzo: aquí, el portal
del cambio que renueva, mierda de pájaro incluida, entre-
mezclada enriquecedoramente con escombros, marga para raíces
de placenta: ah, naturaleza, exclama el hombre al borde de
la escarpadura surcada de cartones, ojalá hubiera una
recta desde el pasado tóxico hasta el fondo de los confines,
por fusión encendidos, de un tiempo venidero: nuestros pecados
son tantos, amontonados aquí, hechuras dadas a la materia
falsa, la carne de hamburguesa que se ha quedado fuera
4 [*]
se lanzan los científicos al fondo de la materia en busca de la
materia, pero la materia mengua y, si se busca demasiado a
fondo, se expande y desvanece: fue insustancial en todo
momento; o sea, las rocas se trastocan; están
«vivas» de movimiento y espacio: hay una
realidad recóndita donde manos reales se agarran
entre sí en el manguito, pero cerca de los extremos
la realidad se gasta y se desgasta, y viene a ser una realidad
«sin realidad»: esto es satisfactorio, pues presta
un movimiento permanente y permanece al prestarle
al estrato esencial aire esencial, los polos
pesados y ligeros, los medios, en permuta:
hace el esparcidor un surco con un rastrillo y enciende un
lindero medio seco: surge un jirón sacerdotal, una señal,
humo que como moscas media entre monda de naranja
y zumbadora borrosidad: es un poema sobre la basura basura
o es que esta abstracta y hueca porquería parecerá
tan bella y necesaria como una simple ofrenda más a las
supremas asimilaciones (o sea, arriba, en lo alto,
donde está el humo; donde las incineraciones del pecado,
la corrupción y la mala interpretación pasan por
la purificación del fuego): viejas sillas reclinables,
desvencijadas tumbonas de aluminio, cajas de limones
con listones o goznes arrancados, cochecitos con
las ruedas golpeando o girando sin más: cachos de perros
calientes: se apagan pellas; cala la lluvia profundos
carbones; arrasadas por el viento, pierden las fogaradas
la altura de las ráfagas más altas, sofocadas en blanca
algarabía: pero, oh, oh, en un sentido y en
una intención, la quema es para siempre: oh eterna
llama, principio del universo, sin la cual
prevalecen la mera pesadez y el gris orín: danza
poblando centros y distancias, hasta las lejanas
salpicaduras galácticas, luminiscencias, plasmas,
aquellas quemaduras, el mismo principio: pero aquí,
en las alturas, evitan moscas y charranes los recintos
de llama más cercanos, las tremebundas transformaciones,
las desapariciones de cualquier cosa interesante,
bocado, trozo, rastro de sirope de arce, gordo
gusano: enturbiadora intensidad en el centro
donde solo indumentaria especial y oficinas
designadas reducen el riesgo, el centro puro: pero
abajo, en las más bajas apronpicuaciones, las naves
cargadas gimen cabeceantes como velas con viento en
exceso al ascender por los largos salientes, los gemidos
una armonía, cantando para retrasar el fin del mundo
o encantándolo para atraerlo, monstruoso entorno de
recolecciones —lo pútrido, lo descartado, lo usado,
el cúmulo de mugre—, de todo llega para la tasa final,
para el monto total en tonelaje, las separaciones
de seco y húmedo, retornable y perdido sin remedio:
las santificaciones, los requemados, carentes de ceniza,
mero pulsar de luz que permanece, morar de música
que va quedando: para la bendición hay mecanismos,
procedimientos que comportan tales cambios: el
esparcidor de basura se baja del buldózer y se
acerca al fuego: se queda mirándolo como si se quedase
mirando la eternidad, el borde abrasador del principio y
el fin, el catalizador del ir y el ir llegando a ser, y todos
los pensamientos sobre su nómina y su barriga cervecera,
e incluso todos los pensamientos sobre su casa y su familia y
el mucho trecho que ha recorrido para llegar a ser digno
de su reloj, se desvanecen, y él se queda en presencia
de lo instantáneamente perdurable, el aire al
derredor sacrosanto, purgado de trepadoras vides
y densa vegetación de deseo, sin nada
aquí entre percepción y consecuencia: van los charranes
árticos apartándose de la máquina detenida y
en sus rondas la luz hiere sus alas, una ondulante
rosa de alas arremolinadas, y sus esbeltas
alas y colas de fina punta parecen tan airosas y con todo
tan capaces que cualquiera diría que fueron
diseñados a imagen de los ángeles o los ángeles a
la suya: la familia del lagarto produjo al hombre en
el aire alado, el hombre como lo que podía ser o podía
haber sido, neutro, sin malicia, himno de plumas:
el hombre del buldózer agarra una botella roja que
se vuelve verde y morada a la luz, y vierte algunas
gotas de vino rancio, y unas avispas, chaquetas amarillas,
zumban en la botella, cantan borrachas, y su cantar
ni siquiera se altera cuando el hombre tira la botella
lejos, pendiente abajo, y al vuelo el aire va metiéndose
en ella al tiempo que la botella se zambulle dentro
del aire: el hombre del buldózer piensa en esto
y concluye que todo es maravilloso, lo que
habría él de concluir y lo que todo es: al pie
de las pendientes, al fondo, él se da cuenta, la luz
dentro de la botella, pasadas las semanas, cambiará
tras haberla dejado, incólumes, perdidas, las avispas,
sin dejar ni un aromático vapor de vino, mientras el aire
se esparce por el cuello al tiempo que el calor
del sol aumenta y cede: todo es uno, uno todo:
aleluya: el hombre vuelve a subir a su buldózer
y sacudiendo sus bucles se vuelve y el buldózer recula
5 [*]
el rocío revienta y crea arroyos sobre celofán machacado
cuando el buldózer recién arrancado descuaja un surco
en la meseta, allanando y apisonando hasta el fondo:
aplanando, de plano, como rompen las oleadas al
arremeter orilla arriba: comida infecta cae en ristras
pendiente abajo y duras colas de rata giran y golpean
la porquería: no es que yo sepa mucho de vertederos
de basura: quiero decir, nunca he subido a uno:
ni sé de los olores: es que enmascaran las máscaras
el hedor: o acaso hay una máscara desodorante: el
Cadillac negro escarabajo del comisario de Saneamiento,
largo cual coche fúnebre, refulge y trepa zigurat arriba: en
la cima, sale su chófer de un salto y le abre la
amplia puerta trasera: el comisario se aleja unos cuantos
pasos, se pone, tiesa, una mano en la frente en ademán
de saludar y escruta a fondo las distancias: surcan
las sombras de las aves su blanca manga: se alza sobre
las puntas de los pies y entonces lanza el mar un céfiro
que levanta un olor salobre: el comisario asiente,
extiende un brazo para saludar al ruidoso operario
del buldózer, sacude una mano para cortar cualquier
conato de conversación, contempla otra vez las vistas
más amplias de Florida, vuelve a meterse en el gran escarabajo
y sube todas la ventanillas hasta arriba, atrapando, sin embargo,
una molestia de moscas: (o es que habría bajado
las ventanillas o las habría bajado otro:
no ahí fuera: borra esto:) lo correcto, en
todo caso, se posa, como una bendición, sobre el
ambiente: todo va avanzando: seguirá habiendo
financiación: no será abandonado este trabajo:
puede llegar más alto este montículo: las cosas guardan orden
cuando se reconocen las alturas; encuentran su lugar
los puntos bajos; vuelven de la lavandería las esposas,
riegan los tapacubos los esposos; y las presiones
oracularmente huecas de los fines de semana se
arrancan hora tras otra en un tiempo establecido: en tu
fin está mi principio: el operario devuelve el saludo
al comisario, reconociendo su comprensión
y sumisión a la benigna autoridad, y luego pasa
a pensar en su esposa, de soltera Minnie Furher, una mujer
de bruscos apetitos y moral estricta, una mujer
que quiere lo que quiere legalmente, primordialmente
en función de los datos de su marido: oculta
reina, Minnie esconde su corona de cartón
dorado para desfilar con ella por casa cuando no
hay nadie: está tan gorda que a los gordos les gusta
tenerla cerca: y a su marido le encanta hasta el último
cacho de ella, bocado (o cacho) lo bastante redondo para
llegar a él: y donde su pilila no alcanza, ya encuentra él
alguna cosa que alcance: subí un trecho de la carretera
esta mañana, a las diez, hasta llegar a Pleasant Grove
para el entierro de las cenizas de Ted: a los que están sobre
la tierra les importa; a los que están debajo no: hacía un sol
abrasador, y las palabras de los poemas leídos en
voz alta se posaban, igual que pececillos en un bajío,
para el momento de silencio y hallaban sus lagunas
y fracturas colmadas y curadas con sosiego: dentro del agujero
del poste terminaron los lirios y los puñados de tierra:
viene el deshielo con la primavera y con él viene la fuerza
contraria de cenizas plantadas que tal vez no se alcen otra vez,
no como cosa reconocible, como aquella de la cual
rezuman: ah, sí, sí, la materia continúa,
convirtiéndose en esto y aquello, nunca la misma cosa
dos veces: pero con el espíritu qué pasa, acaso muere
en un instante y ya no es nada en un instante más
allá de la materia, o bien se aferra a alguna medida del
tiempo, no solo la eternidad en lo que ya no es: pero
continúa la muerte siendo muerte durante mil millones
de años: este hecho establecido está establecido
siempre, ¿no?; o para siempre, para ser siempre una
parte de los cambios por los que pasa, mudanzas en el
campo magnético de la tierra, las colisiones de asteroides,
los menoscabos tectónicos, estar fundido para luego dejar
de estarlo, una y otra vez: cuándo concluye un hecho:
qué hace uno con esta laguna que va desde justo ayer
o esta mañana hasta cincuenta y cinco miles de millones
de años después o… el infinito: estuvo siempre
el espíritu y siempre estará, residual energía
que informa, pero aquí lo que nos concierne es este
manifestarse, este hombre, este increíble entrar
en sazón y labrarse del carácter y eclosión, y se va,
aunque para siempre, tan solo en un momento, acontecer
local, infinitamente irrepetible: se apaga la
canción de las palabras, se va alejando el bajío,
las personas se buscan y se van: los motores
arrancan y los vados se despejan, y el hecho singular
se queda solo, por su cuenta, a pasar bajo las estrellas su
primera noche, pero a fin de estar ahí ahora para
cada estrella que venga: nos vamos quienes debemos
volver para por fin quedarnos: cuando nos encontramos
desvalidos llorar es nuestra única dicha: pero
esta mañana, cuando yo no estaba, Mike, el chico
que viene a hacernos cosas, ha cortado con la desbrozadora
todas las clavelinas, esas pequeñas flores blancas, más
bien del tamaño de un hierbajo, lo más probable: rosas
de acantilado hay quien las llama: también la hierba de la zanja
delantera, demasiado húmeda para segarla ahora, ha recibido
un tajo: el eje disposicional no es supremo (qué pesado)
ni tampoco ficticio (qué ingenioso), sino sencillo (la grandeza
fluye por lo modesto) y un hecho (más que probable)
6 [*]
un dolor en la rodilla o la cadera o torceduras y
nódulos en los músculos de las piernas, incluso extrañas
punzadas paralizadoras en los pies deberían hacerte
incluir en la lista de posibilidades que el arco alto
de uno de los pies se te ha aflojado, dejándote
más corto de estatura, paticorto, el peso mal distribuido,
los órganos y movimientos desviados: por
supuesto, si tuvieras ya un arco roto en
el otro pie, entonces, con los dos pies planos, habrías
de notar una considerable mejoría, por
decirlo de algún modo: si fueras patilargo de una
pierna y el pie se te quedara plano, entonces puede
que te sintieras abrumado por una mejoría de otra
clase: aunque, por supuesto, si luego se te acortase
la pierna corta hasta dejarte plano un pie, volverías
a verte en un aprieto y aturdido por las consecuencias,
sobre todo si no supieras nada de las causas:
las cosas se sostienen por relaciones mutuas y
variedad, pero, cuando algo va mal, quién
se ve capaz de aislar la causa activa, un ingrediente
activo con frecuencia a cargo de un complejo de
vectores contextuales: y nada que no sea un
experimento de laboratorio en el que quepa evaluar
las circunstancias una a una y de manera controlada
es capaz de resultar limitadoramente esclarecedor: yo
salía de Goldwin Smith Hall tras recoger el correo un
día de fines de mayo radiante como una nova, con los azules
y verdes superándose entre sí, cuando una querida amiga
me dijo: ven, así ves a Ralph, está en el coche, y, pensando
que nunca antes me habían pedido que fuera
a ver a Ralph, pregunté, pero es que ocurre
algo, y dijo ella, un cáncer terminal en el cerebro,
y repetí, un cáncer terminal en el cerebro, y
ella añadió, me enteré hace una semana, pero no
le digas nada: así que, bajo una luz cegadora, junto a
su ventanilla bajada, estuve hablando con un viejo amigo,
como si hubieran quedado fuera de nuestro alcance
los veinticinco años que habíamos sido los tres compañeros: todo
es teatro y la eternidad no es nada en
absoluto: ayer un hombre cuya foto acababa yo
de ver en el periódico local bajaba al sótano
de Lincoln Hall cuando le dije, he visto ese artículo
sobre ti en el periódico, no es eso una jubilación
anticipada: tengo 63 años, me dijo: también yo, dije:
mi mujer no está bien, dijo, y queremos viajar; piensas
en jubilarte: todo el tiempo, le dije, pero para hacer qué:
departamentos que acumulan pelo y pelo oscuro se van
desluciendo con canas y coronillas brillantes como cúpulas:
avanza la disolución por titularidad o por traslado, media
jornada, jubilación, muerte: en realidad nunca hay ningún
departamento, sino un quedo discurrir donde no puedes meter
el pie dos veces: para escribir un poema, te sientas, desocupado y
relajado (si cabe), y dejas que la mente vague libremente,
sin compromisos, buscando dónde centrarse: tú
puedes estar sentado así varios minutos hasta que el
vacío te perturba un poco y te impacientas
por la intrusión de cierta conciencia de ti mismo
sentado con un toque de inoportuna exasperación
por haberte quedado en blanco: pero la mente la mantienes
abierta, en movimiento, y finalmente hay un indicio
de sentimiento, un atisbo de niebla en un camino vecinal,
que sin embargo reaparece, más fuerte y más central,
yendo y viniendo todavía, y así la mente no puede
captarlo y retenerlo: aunque la mente empieza
a esforzarse, a despojarse de toda
conciencia excepto la de acompañar al sentimiento,
a relajarse y contener el sentimiento, el sentimiento
es un abrasamiento brutal, un rico y crudo apremio:
la mente sabe que no es nada sin el
sentimiento y, así, concentrándose en él, puede
soñar con inminentes hechuras, surgimientos, de
abundancias arracimadas, de fluir libre, formas discernibles,
hechuras materiales, concretas, en movimiento, y
entonces cede la mente a su desencadenamiento, y
los mecanismos de la necesidad encajan, captando la
alteración, la acción del hacer; la presencia
de la presión aparece, abre una vía a la fuerza, la
intensidad aumenta, unos gemidos de angustia y
satisfacción prorrumpen desde lo más hondo
del cuerpo, y cunde el dulce sueño, la obra
y la carga que rinde, el sobrante se escurre, el cuerpo
se contrae y regresa, se prolonga la calma por todo
vericueto, y la mente va y se percata del
entorno nuevamente, recurre a la inspección
práctica de la escena, se reintegra a la
normalidad y el mundo objetivo, engarzándose el cuerpo
por el camino: cagar fuego (y guardarse las cerillas):
bajamos, dando vueltas por la larga ladera de las montañas
hasta Wheeling: la niebla de la mañana esfumaba las cumbres
de las colinas y el confluir de un río (o dos) rajado al
través por terroríficos puentes de hierro obstruía la reducida
carretera del valle, cuando de pronto se abrió tras la niebla
la vasta boca negra de un túnel en la roca maciza, todo
sobrevino a la vez entre las convulsiones: pero aún fuimos
siguiendo Ruta 7 abajo, por el Ohio; mastodónticas elevaciones
de vapor, desmedidas, demasiado macizas para irse, rezumaban
de los cráteres nucleares, y eran tantas y tan altas que incluso
a nuestro lado del río las desmedidas, opalinas sombras
de vapor nos traspasaban, ensombreciéndonos sin cesar:
lentas como si volaran o trataran de llegar a una montaña,
lo distante por pasar persistiendo en lo pasado distante: la
autovía de refinerías, vapores químicos, las brutas compañías
que robustecen las riberas allí abajo, en las riberas del O-hi-o.
7 [*]
es que todo va a ser así: despiertas
por la mañana y eso es lo que hay: la mañana
siguiente: no hay cosa igual, y nada de esto
tiene mucho sentido: y luego un día cae el peso
de pronto y saltas como un resorte a un témpano
distinto o esa carretera por la que ibas a cien
retumba o de repente termina sin más:
mientras tanto, todavía están bien las patatas al horno,
partidas por el medio, con mucha mantequilla, las dos blancas
mitades humeantes, la mantequilla (o crema agria) rezumante va
derramándose y el sexo, de haberlo, está bien, y está esa hora
entre la aurora y el día en que proclaman su canción
aves ociosas aunque poco después estén calladas en la
caza o el nido: esa hora en que, cuando se seca todo tras
la lluvia, al fondo de la zanja el hilillo de agua pasa
temblando por un estrecho hecho de ramas y el
milagro vuelve a darse en todo: esas separaciones, ¿zanjas?
¿zanjas?, ¿lluvia?, ¿un yo?, ¿un yo?, ¿estar
aquí?, ¿dónde?, ¿aquí?, ¿dónde es aquí?, escisiones, secciones,
incisiones; un corte rápido, un diálogo solapado; una serie
de picos en declive; menguas en la poblada cabellera de una
mujer como si la hubiera alcanzado una quema de maleza:
yo he visto el futuro; acaba de pasar, de quedar
lejos: anuncia ataques, trasplantes de cadera,
ampollas de insulina, esfigmomanómetros o pinchazos
digitales: terminan dilaciones y remedios,
regímenes y rehabilitaciones; interrumpe
otra patología apenas ha pasado la anterior:
terribles descripciones de resultados aparecen aquí
y allá, y otros en torno a los cuales, no obstante,
brilla el humor o rompen como olas interminables risotadas:
qué porquería somos, menuda maravilla: y si quisiera yo
decir en qué consiste semejante maravilla: un diminuto
serpenteo de luz en la mente que dice: «continúa»:
es eso lo que dice: es eso todo lo que dice: río de márgenes
despejadas en surcos: tanto se alarga la lanza que el pez
no puede sortear su precisión de un salto: lo que está más
allá de todo lo que está más allá es preciso entreverlo:
el amor es preciso conservarlo un minuto todavía a ver si
cabe decir alguna cosa sobre él: si una negativa sirve,
acaso sirven dos negativas más, más que dos afirmativas:
en suma, seguirán moviéndose las líneas algo más: pero si
un lago puede parecer cristalino, no puede acaso un edificio:
es solo un mero centelleo de luz translúcida, blancuzca,
que serpentea, digamos, igual que una sinuosidad, toda una
sinuosidad que de ninguna parte vino y a ninguna parte va,
pero que serpentea y fíjate qué dice: últimamente te
he camelado pa’ que te creas que te quiero: no estoy nada
interesada en regiones porque hay mucho de
detallada diferenciación cultural en los aislacionismos
y, en todo caso, está pasando: tengo interés en las
escasas diferenciaciones que ahora quedan a las que
puede pertenecer el globo entero: el alimento del mundo
tendrá que ser una abstracción precaria durante mucho tiempo
antes de que los cachos, poquísimos, de concreción
y especificación mundial empiecen a aparecer,
pero, aunque escasos, crecientes, conducentes
a un mundo creciente, no agotado: por todo el globo…
uno piensa, al tirar verso a verso y conseguir tiempo con
la eternidad, que al rebasar el borde prosperará, pero,
una vez rebasado el borde, no hay recuerdo, sino un vasto
ceder el paso hasta la plata que se cierne en la distancia
hasta quedar en nada: rondan fantasmas el mínimo de tiempo
campos y montes, sendas de bosque caladas de luna,
caliginosas ciénagas de enea, y es que se sienten atraídos
por la luz, la que está un poco más lejos, un poco más,
y a todos los arranca de allí la luz, y entonces, quién sabe,
viene a ser una rosa arrasada, tal vez, en la trasera
de algún establo, rosa sumaria trepando sigilosa: tú
te has parado a pensar qué es la existencia, ser aquí
y ahora, donde tanto ha sido o ha de ser y donde
el propio ser es solo el nombre de un segmento
del fluir: para, piensa: los milenios respingan en tus ojos
por la noche, los titilantes, astro y ojo: el refulgir
sobre las hojas cuando corre el rocío de la mañana, menudas
vetas que van a dar a gotas, venciendo hojas: piensa cuán
sutil es la sensación de movimiento, que recorre los nervios
y alinea todas y cada una de las células del cuerpo porque
ya existen otras: cualquier cosa puede pasar si
se pasea el dolor alrededor de la mesa y te abate a ti o
a otra persona, o si ha encontrado la pobreza el modo
de trepar y meterse en tus rodillas, o no consigues secarte los ojos,
o un niño es lastimado o una mujer acorralada,
o no cabe distinguir entre violencia y estremecimientos:
entonces la existencia recuerda con alivio que la existencia
acaba, que la estructura de nuestras ventosas casas se resquebraja
y derrama, que nada, ni siquiera la fría matanza molesta
a las estrellas: brilla, brilla: menuda maravilla:
digo yo: darse poder así por todo el globo podría
ser difícil e incluso peligroso en realidad, pero
el proceder de estas palabras simplemente perfila bocetos
cuyo relleno muchos pueden separar: puse
«basura» en el ordenador de la biblioteca y cuatro títulos
barrieron la pantalla, aunque tan solo uno, «alimentar con basura»,
me pareció que valía la pena mirar; y trataba de cómo
alimentar bien a los cerdos: así que puse «eliminar basuras»
y se borró la imagen, sin dejar nada en la pantalla: todos aquellos
títulos, fila tras fila, de golosinas occidentales, la mayoría
peor que porquería, pero ni una palabra sobre «eliminar»: creo
que debería haber mirado bajo «eliminar residuos»,
pero, qué importa, ya lo he captado: sé
que la basura se «elimina»: pero lo que
quería ya lo había conseguido: una zona clara y pura
libertad para verter lo que sea, y esto quiere decir que casi todo
el catálogo tiene que desaparecer, de modo que lo que
quede no necesite ningún ordenador que le siga la pista:
ja: las palabras son una especialización del sonido
para hacer una especie de lenguaje: pero hay múltiples
no ya lenguajes sino especies de lenguaje: el
amplio vocabulario del arrendajo azul señala estados
del sentir o del ser —alarma, exasperación,
sustento, holganza— y los sistemas de señales
disponen los estados para que así los compartan
otros, se alerte del peligro e incluso se compartan
fuentes alimenticias: las ballenas mantienen fluidas transacciones
íntimas con canciones de manada: los caballos relinchan, bufan y
resoplan (coche): los elefantes entrelazan hasta el aire
lejano con unas ondas sonoras tan bajas que no las captamos:
oh, no: no estamos solos en el lenguaje: puede que estemos
solos en las palabras, al menos, casi solos
al pronunciarlas, no solos (Koko) al entenderlas,
al menos al reaccionar a ellas: estamos prácticamente
solos en las palabras: pero ellas hacen por nosotros lo que
hacen otros lenguajes por otros: y es que advierten e informan,
tranquilizan, comparan y presentan: puede que estemos solos
en las palabras, pero en el lenguaje no somos singulares:
ten algo de respeto por los otros seres que hablan del ser y
por el amor de dios deja ya toda esa mierda sobre las palabras,
la singularidad y el dominio: resulta aburridísimo:
cuando oigo eso me desgarra el estómago un
gancho de indignación: el mundo fue el principio
del mundo; las palabras son un modo de defenderse en el
mundo: pueden desaparecer lenguajes enteros como
desaparecen las especies, sin que la tierra pierda un gramo de
peso, y es posible sumar insuperables sistemas
simbólicos sin que llegue a llenarse zanja o dedal:
nuestras primas las aves hablan por la mañana: antes
de abrir los ojos ya me he enterado por sus voces
del tiempo que va a hacer: algunas de sus «palabras»
las conozco porque conozco y comparto con ellas estados
del ser y del sentir: a tirones mis primos
los tordos sacan gusanos del césped y se los comen,
y esto me da un pedazo de conflictiva realidad
hasta que paladeo el cerdo en mi tocino y admiro el
fémur de mi pollo: cuando cantaban las gallinas
en primavera, cuando ponían en sus rampas,
en el ventoso tiempo del cortejo, apareamiento
y anidación, ahora puedo oír su canto, los buenos
tiempos: me sé todo el lenguaje de las gallinas,
desde el cacarear del gallo hasta el piar del polluelo: es un
lenguaje suficiente para las formas y procedimientos
que la naturaleza asignó a estas aves, pero también un lenguaje,
en lo que toca a la competición, insuficiente para protegerlas
de nosotros: ahora, a causa de nuestros sistemas,
se les alteran los genes, las formas y procedimientos,
crían toda la vida en criaderos, se les trastrueca la
puesta de huevos con días y noches artificiales:
nuestro lenguaje es una cosa del otro mundo,
pero no es el mundo: casi de tanto les sirve
a los babuinos el aseo como a nosotros las palabras.
8 [*]
a veces los ancianos reviven de repente durante un
rato y se ponen a hacer planes, ridículos, ya sabes,
cuando de pronto piensan de nuevo en la muerte
y ven brincar sus ataúdes hacia arriba
como ballenas salidas de las honduras rehuidas de sus
mentes y les resulta el cambio tan espantosamente
distinto —del templado movimiento de una posibilidad
a un helado reconocimiento— que parece que por
un momento no entienden: en otras ocasiones,
con la expiración de planes y amigos y
sueños y el asedio por todos lados
de recaídas y dolores, sienten una ambición
más bien modesta: meterse con sigilo en sus cajones
de una vez y tapar la luz del todo y desaparecer,
y nunca, nunca más volver a ver, y menos todavía
ver cómo acosan los problemas a cualquiera: ah, sí, están
estos humores y estas transiciones, estos recuerdos
desbocados y estas estúpidas tentaciones
y estratagemas para distraerlos de su
curso: por eso ellos y nosotros hemos de mantener
en la mente la solidez de un dios, y no las vanas sedas
y dulzuras de la disipación humana, no, señor:
a menos, por supuesto, que dios sea inmanente, en
cuyo caso podría ser, en una mínima medida, parte
de las dulzuras, y en tal caso no sería dios sino o nada
más que energía sin trabas, uno de sus cabellos atrapado
en caramelo: solo quiero que sepas que hablo casi
siempre completamente en serio: cuando bromeo estoy
tratando de tomar posición para ser serio:
mis bufonadas son esfuerzos por excusar
la presunción de suponer, el trato directo, mi
forma de presentarme: estoy tratando de decir lo que
digo que quiero decir: de hecho, para eso lo mejor
es atenerse a los hechos explícitamente:
y lo mejor de todo: hechos de acción: acciones, acciones,
acciones, sean atómicas o humanas: estas acciones recortan
curvas en el espacio, suben o avanzan en espiral, vuelven
y dan la vuelta, rodeos, remolinos: los movimientos de
los que aprendemos son estos, son estas las figuras
centrales, es esta la danza, aquí muestran sus respectivos
ejemplos actitud y carácter, tambaleo y precisión,
para que los veamos, graciosos, derrochando, igual
que payasos o jóvenes ardillas jugando cuando anochece:
aquí está la moral auténtica, la economía de la
acción y reacción, de conducir hacia delante, de ir
lento, de caminar derecho, por una cuerda floja, aquí
las narraciones del movimiento que relatan la historia
que las historias figuran como facticidad: examinemos
los movimientos: si son descuidados, convulsos,
amortiguados, elevados, sinuosos, derrochadores: no
necesitamos nada más, salvo contarlo con detalle
para los distraídos o demasiado ocupados o perdidos
en elaboraciones cotidianas como para apreciar lo esencial:
(1) no te quejes: ya están los males suficientemente
claros sin reiteradas descripciones: (2) valora cada
motivo de alegría, indícalo cuanto haga falta para
que la contemplación resulte nítida: (3) haz lo que puedas:
toma medidas: (4) sigue adelante, mantén la mente
ligada a las figuraciones del transcurrir: cuando
yo era chico, por lo visto tenía siempre algo
que plantear que no acertaba a decir o no aceptaba
nadie: no resultaba nunca convincente; perdía
en la argumentación: la gente se impacientaba y no
cedía en sus creencias; mis explicaciones parecían
extrañas, inverosímiles: al descubrir
la poesía, debí de reconocer un medio
de imponer silencio a la gente, el medio idóneo para
combinar pensamiento y sentimiento, imaginación y
movimiento, y así lo que contaba cautivaba a la gente,
que quedaba encantada, sin palabras, y entendía
el planteamiento que la razón no podía alcanzar,
pues apuntaba, bajo el nivel de la argumentación, al grueso
mismo del sentimiento: de modo que te pido que me ayudes,
ahora: allánate a esta posibilidad: voy a tratar de
decirlo todo una vez más: a los sesenta y tres años
he descubierto que la otra cosa que le pedía yo a
la poesía, que impidiera la muerte, me ha hecho seguir
siendo algo extraño; que no he logrado dar un paso más
allá de los barullos de los usos equivocados y más
aún hasta llegar a un claro donde avanzar; que he de volver
a arrancar del reconocimiento del fracaso: de hecho,
tras enterarme de cómo se impone silencio e
imponerlo, normalmente por accidente, unas
cuantas veces, me produce temor ser convincente,
el mal que puede hacer cuando se da en exceso
sumado a un bien cualquiera, de manera que soy
algo más vacilante adrede: a veces reconozco en otras
palabras argumentaciones que prefiero
ver aprobadas antes que las mías: parecen argumentaciones
más sensatas: proceden de gente que parece estar mejor
pegada a su columna vertebral: cuando están con
la boca abierta, forman sus vértebras un fundamento
donde resuenan sus palabras: yo, francamente,
no he madurado nunca, si madurar quiere decir que no
comerciaría con lo que hoy tengo por una cosa
que podría obtener mañana: yo soy un comerciante: aún
busco la compra en que volcarme a fondo:
he terminado convencido de que no tengo nada de
particular de lo que convencer a nadie: mi
retórica se obceca, sin embargo, en su terrible
insistencia de máquina, no importa si aparecen en
la calle socavones o no, o no hay sino nudos en mi
sedal, o peleteros en mis trampas: boca tapada
no espanta presa: presta atención, avanza y rodea
hasta evitarme; estoy soltando muelles y tornillos
de mi actual mecanismo: estoy bajando: yo ya
no recomiendo más altitud que unas alas, no
más, no últimamente: no, no, ni por tu vida.
9 [*]
no te conviene triunfar antes de tiempo y vivir a
la sombra de tu propio escrutinio, pico, picadura,
puerco, pota: ¿he usado ya lo de que el propósito
de estar vivo es estar vivo: o lo de que
aquí a veces la vida salvaje acaba por ser
bien salvaje?: este gato barcino amarillo, no un montés
o un birmano, un siamés punto azul o un Manx
rayado, sino un gato cualquiera, amarillo y viejo,
viene hasta aquí, nuestro jardín, y se queda a la mira
por si pasa la ardilla gris o la listada o el ratón del garaje
o el conejo: como nosotros nos tenemos gato
propio, sus eventuales visitas tienen perplejas
a las presas: ayer mismo por la mañana vi que el
gato amarillo se instalaba junto al tejo y que el
conejo, displicente, se acercaba por el camino, por el
(fíjate cuántos versos van acabando en el)
otro lado de la casa, y que cuando doblaba y entraba en
el jardín de atrás, se lanzaba el barcino sobre él y,
alargando las patas ágilmente un par de veces, a punto
estaba de atraparlo: no echó el conejo a correr por el camino
permanente: se movió solo lo justo para alejarse y no estar
al alcance de un gato si esprintaba, y se quedó más quieto
que nada en este mundo, intentando, supongo, vencer el
miedo en su palpitante corazón, presa del miedo: pues…
bien, ahí tienes una ardilla listada a la que ya no verás
pasando como un relámpago por aquí o arrojándose en
los hoyos de cemento junto a la escalera de atrás o en los
del suelo junto a la hortensia o metiéndose a rastras en la
rendija bajo el poste en medio del garaje:
porque (ese mismo día, tarde) vi justamente
que se alejaba el barcino con él en la boca: no
uno blanco de pelo largo, un abisinio, un calicó
o un chat, sino el barcino, que dejaba a la ardilla
junto a los lirios de día —lejos aún de haber entrado
en días—, en el seto de atrás, y luego, en bruscos
bocados y mordiscos, se manducaba a la pequeña:
es la ley de la selva, de la que tantísimo llevamos
nosotros aprendido: pero algunos dirían que el propósito
de vivir es servir o gobernar a los demás, o bien
escribir música, y otros dirían que estar vivo es
lo mismo que estar muerto; en cambio, yo
diría que el propósito, aunque no siempre —o muy
pocas veces— se cumpla, es todavía estar vivo: estoy
un tanto conmocionado por lo de la ardilla: el otro
día, cuando caía el sol, la observé durante
varios minutos: estaba sentada cerca de la escalera, en el
porche de atrás, a pleno sol, y alguna que otra vez miraba
un poco en torno con…, solazándose con placer y placidez
sin precedentes, y con la luz del sol casi volviéndose
rosa claro en sus orejas y patas delanteras: algunas veces
los tiempos oscurecen antes de oscurecer: estoy pasándome
al pasar tantos hilos y dejar que se escapen tantos puntos en este
ir tejiendo que gira en torno a…, qué, la vida y, mais oui, la
muerte, la vida salvaje y el verso quebrado (domado): el
conejo sabe que, si lo de aquí no le gusta, no puede
agarrar y marcharse a vivir a otra parte: conque
se deshace con cuidado del pánico y mordisquea
algún hierbajo, se mueve sutilmente hacia delante
y vive con temor: desamparadamente no, sino con
conocimiento de sus aptitudes, sus ardides, sus
brincos y fintas fulminantes: y él tiene gazapos
que engendrar y gazapos que criar y todo ello sin
beneficio de titularidad, patrimonio, fideicomiso en vida, seguro
temporal o seguridad social: está desnudo cada
minuto ante la punta del trébol o el embate; el embate
aquí quiere decir devorado a mordiscos: eliminar basura
ahora es algo más suave pero más amplio: eliminar residuos,
y adivina qué es el dos por ciento de residuos permanentes,
pues sí, pañales desechables, capaces de durar
quinientos años: caca de encantadores críos:
retumbantes tormentas en azules oscuridades de madrugada:
menuda poesía: tamborilea y empantana:
serpientes de moneda asoman la cabeza, salen y bajan
por el camino de entrada y la acera hasta meterse entre las
matas de menta: el cielo estalla y retumba, revienta
de luz: una tupida lluvia tapa del todo los árboles,
que espectralmente reaparecen cuando cede: aves, animales
guardan silencio (aves se enraman), aceptación de aguantar, la
espera hasta que pase del todo: recordándome
a la buena de Liz, que trabajaba en los campos: si
los grandes nubarrones de la tarde la encontraban
fuera, recolectando tabaco, decía: «Cuando el
Señor trabaja, va la buena de Liza y se queda sentada»: y ella
dejaba de trabajar mientras los majestuosos trámites de cielo
y granizo seguían su curso: el gato, bien alimentado, mete
los pies, enrolla la cola y se adormila sin más, fuera,
a la intemperie, donde su indiferencia deja totalmente
perplejas a las presas: entran las presas con cautela en esta
ambigüedad, especulando con valentía, aprendiendo
a no espantarse siempre de una presencia: y justamente es
en ese instante, claro, o algo más tarde, puede incluso
que a la mañana siguiente, cuando termina la siesta y,
si no va con cuidado, también termina la pobre ardilla:
ve con los ojos abiertos del frío en el día templado:
incluso en plena pasión planta semilla de cuyo
árbol o parra puedas colgar: arriesgada es la cosa
que no se sigue como si fuera un riesgo: estar vivo
quiere decir estar vivo para los infortunios de fortuna.
10 [*]
en tu fin está mi principio, repito; también
mi fin; mi fin, de hecho, es tu principio, en cierto modo:
acaso no nos unen nuestros fines: y cuando,
fin con fin, nuestros fines coinciden, entonces empezamos
a ver el fin de una perturbadora infinitud: la unidad
hace lo que es capaz de hacer: mientras preserva dos
confiere a ambos una neblina que aunada
y maravillosamente confluye en…: vaya, por qué
meter sofisterías: aire y tierra convergen, como a menudo
habrás leído, al pasar por la roca esculpida en una plataforma
elevada del Viejo Pico: a gran altura el peso alcanza tal
finura que parece como que se esfumara, y siente uno
que le patinan los pies y falta el suelo: se espiritualiza
lo material y roca encajada y aire se encuentran
cordialmente, con sumo ardor, acoplándose entre sí:
debo de haber llegado al quid de la cuestión: ya no me siento
capaz de continuar: la progresión se extiende por los
desaguaderos de la duda que derrama: yo creo que esta cinta
(cinta distinta, un tanto más amplia, casi un
pentámetro) es como el barco de espectáculos que va
batiendo Misisipí abajo, con las riberas, rápidos,
bancos de arena, turbonadas; o sea, que está
bajando, guste o no, y yo soy como un analista
o crítico de acciones o conductas; voy preguntando:
es correcta su línea de flotación; repostó suficiente
combustible para llegar; no deberías torcer la proa
un poquito a estribor: y cosas por el estilo: cosas
como: por qué está el barco haciendo esto; dónde y
cuándo le dio la idea de tener una misión:
sé que a los barcos no les da por tener una misión,
pero tú estabas siguiéndome la corriente, ¿verdad?:
miedo me da que dé un bandazo descontrolado y
gire la popa en redondo hasta ponerse a proa, y
vayamos virando hacia atrás, como si fuéramos
marcha atrás, a fin de progresar en retroceso:
en realidad no importa: han batido huracanes
tierra adentro, dejando barcos de todos los tamaños
encallados en las orillas de los ríos: y a veces han tenido
algunos que esperar semanas a que lloviese o rompiera
una ola llegada de otra inundación corriente abajo:
Leí Vida en el Misisipí hace ya mucho tiempo,
y aquellos barcos eran más difíciles de maniobrar que esto:
aun así son aguas gruesas para quien anda en brumas, y
esos mark twains que hay por todas partes no son
muy tranquilizadores: pero está bien: no tardaremos
en adentrarnos muy lejos en el espacio, y rodarán las naves
y los enredos de asteroides o de polvo estelar
confundirán velocidades: no importa: sacaremos
semilla de esta cáscara primordial antes de ahogarla
en desechables: tenemos un espíritu que se disipa
tras cada estupidez, traza dibujos de neumático
para todoterrenos, empareja a la bacteria justa con el
veneno justo: ojalá los neanderthales estuvieran aún
aquí: a mí me habrían encantado esos robustos mozos
cuadrúpedos: imagina que tienes un nido de
trabajadores en el sótano, recios mocosos
que te hacen los recados: la cosa es que de repente los hijos
de mala madre están follándose a tu madre, a la familia política,
basta, basta de duro hueso de brioso neanderthal: yo
creo que estoy en el quid ahora mismo: apenas se me ocurre
o se me ocurre apenas una cosa que decir: he buscado
en mi cabeza bruscos virajes narrativos, ensamblajes
menores de incidentes bien atados, emblemas de
las hechuras de acciones, lo esencial cuando expone
lo periodistuchista: a veces, justo cuando piensas
que va a elevarse el espíritu, va y se eleva otra cosa: la
vida, vida que es como un poema: que al momento
de empezar, ya empieza a llegar a su fin: la tensión que esto
supone vuelve significativo todo momento y movimiento,
todo hueco y tropiezo, todo deslizamiento y ascenso:
pues si la vida o el poema continuara driblando sin
cesar, qué arco, qué medida identificable le cabría
aclarar: dentro de ciertos límites la cosa hecha
acepta su revelación y su disolución, su ir y
venir, principio y fin, ser y no ser:
avanza el poema a través del suave o asombrado
principio, un asumir el compromiso y
la complicación, un admitir la dirección y
la posibilidad, y un escindirse y extinguirse
del todo: qué razonable es todo esto, a veces nos
preguntamos por qué el pesar nos lo dice queríamos
asir el ser, las cosas buenas, ah, las cosas buenas,
pero en la vida real, al igual que en los poemas reales
que esclarecen la forma, como el principio y el final del
viaje a México (con el medio en San Miguel
de Allende y su intermedio de una semana en Ciudad
de México), son formas menores dentro de construcciones
mayores no tan claras: grandes segmentos se desgajan: pon
que cuando te mudaste de Allentown a Albuquerque
o la primera vez que se mentó el divorcio, dejándote
una impresión, entre otras, de irrelevancias,
despedazadas intuiciones, pero también nociones
falsas, en cierta medida, de recencia —tu última salida,
la casa que acababas de vender—, y cuando se te borra
eso de la memoria, la vida se te acorta
y eres joven en un tiempo nuevo, puros poemas líricos
locales coexisten con algo que parece ser un todo
farragoso, el fárrago que cuestiona al poema lírico
y le deshace su sencilla hechura, y el poema que presta
intervalos de simetría en la embrollada ampliación,
pero es servil cuando el arte imita a la vida; de la
vida el arte crea, así como crea de sí mismo, una
imitación: el arte crea hechura, orden, significado
y propósito allí donde ninguno o ninguno discernible había:
ninguno derivable: también, la vida, si ha de tener
significado, debe volverse significativa: si ha de
tener propósito, su propósito se debe adivinar, inventar,
manifestar, mantener: un revolcadero es un revolcadero:
quién sabe: puede que aquí carezca todo de sentido
y prevalezca con el propósito de darnos el potencial de
alcance de lo que se crea: cuando gritamos por nuestros
aprietos solo nos acusamos a nosotros mismos: por qué
debemos dar a la realidad una respuesta, cuando podemos
mantenerla sujeta al eje de nuestras ilusiones: no
ilusiones de ilusos, sino tan solo la «vuelta»
en dirección a lo posible, la esperanza, la confianza, la
creencia: en fin, argumentar es igual que cenar:
revuelve un rato con una buena cena y acabas con basura.
11 [*]
temprano en junio, una mañana de junio temprano, tras
haber salido a desayunar, nos subimos de un salto al Toyota
Tercel rojo y bajamos volando por la ladera junto al lago
Cayuga hasta el mercado de productos locales, tan luminoso,
tan claro, fila tras fila de tenderetes y coches y más
allá barcas atracadas en calma en la caleta cristalina:
tiene la gente un aire algo desaliñado, como jardines
tratando de brotar de inviernos presa del hielo para adentrarse
en primaveras, aún están ahí los viejos tallos, sin llenar
por completo el espacio de lo nuevo: aflicción
aquí, donde la mujer gruesa, más gruesa que el pasado
otoño, se inclina sobre una rodilla valga, la va arrastrando
(mira, una rima) y la deja delante de la otra; y aflicción allí,
donde se inclina el hombre de las piernas bamboleantes
para apoyarse en sus muletas y avanzar a cuatro piernas:
mujeres envejecidas, pechos caídos bajo flojas camisetas,
cabello que del blanco nieve hace virtud o se desvía
hasta desvanecerse en una expresión original del azul:
los desdentados, los tripones, los calvos, los culones
y los sordos: los afligidos, dolores que duelen pero menos
de lo que duelen en casa o, si es que duelen más, con
alguna compensación: puede que una persona
completamente encantadora: la faz radiante de algunos
bebés, el perfecto interés de un chaval en los charcos
de barro: y esto es todo bajo la perspectiva de la
eternidad, que llegará sin tardar: y sin embargo escucha
los buenos-días y en-qué-andabas-metido y
es-que-has-estado-fuera-algún-invierno, junto con
las canastas colgantes de fucsias, púrpuras y rojas
y blancas veteadas, begonias tuberosas con
los colores más frescos y más vivos, pan, tenderete tras
tenderete de verduras, queso de cabra, miel, café
más una estatua viva que va y se anima a darte gracias
porque has echado en una gorra monedas y billetes: esto es
lo mejor de nosotros, no matar, intrigar, abusar,
atropellar, arrasar, abrasar por completo: por qué
tuvo que molestarse la invención con todo esto, por qué
regresa cada año la inmensa haya junto al agua:
ah, los dulces placeres y aun la esperanza de los
dulces placeres, el beso, la carta de alguien,
la palabra de pésame o de alabanza o, simplemente,
la sosegada mirada que compartimos para decir: aquí
estamos juntos, por lo que pueda valer, precavidos
y valerosos, arteros de verdadero deseo, vigilados
por nuestro proceder, en pleno fuera de la eternidad, para
la eternidad, pero aquí ahora, donde sacamos el máximo
partido: yo me sosiego: yo, que podría haber usado
el mundo, comparto una migaja: yo, que quería el cielo
caído ante el reflejo de un ojo pasajero: la grieta
en la cúpula del conocimiento, la apertura, por así
decirlo, hablando poéticamente, a la fe, es, faltaba
más, como bien sabes, la mágica excepción
a la regla naturalista: hacen los derivados (¿farma-
cológicos?) de la naturaleza lo que pueden, en general
con terribles efectos secundarios o con disjuntivitis
con otras drogas (con, con) una sola excepción
por cuanto al ascender en un ardiente kart se cree
fogosamente que vuelca o bien mantiene a flote todo
naturalismo, con lo cual lo que se intenta decir
es sentido, comunes e infrecuentes variedades, ciencia,
conocimiento, destreza: hay un gusano tejedor que cae
a veces de través sobre la mata de madreselva en la brisa
de primavera u otra dislocación y se ve
retorcido pendiendo peligrosamente en pleno aire (he
visto avispones arrebatar a estas criaturas del mismísimo
aire): este que me paré a observar estaba peleando
para trepar por el único hilo de la red, apura que te apura,
estirándose para sujetarse a lo tenso y alzarse
hasta verse capaz de sumar el breve tramo
a la menuda bola de algodón que acumulaba en su
cabeza: pero esto es mera mecánica: abajo en su
dorso tenía una veta violácea, exactamente del color
de los peciolosmiembrosdemadreselva, la parte superior
(yemas) de los peciolos: sus pies, sus laterales, eran
exactamente del color de la matalateraldemadreselva
y sus peciolosmiembros: aunque esto esté sin explicar, yo
lo tengo por milagro suficiente, al cual, con todo,
no le guardo una fe cualquiera, sino una fe de diferente
naturaleza: o sea, puede que lo maneje todo
algún fautor fantasmal: nos atraen las estrellas no porque
sean confesionales, sino por causa de los papeles
que ellas crean y ponen en juego; primero nos atrae
la apariencia, no el hecho: entonces por el viso
de creatividad en la persona nos atraen
sus pecados: sobrecogidos, queremos que los pies de barro
dejen de pisotearnos: también queremos entender
mejor cómo podemos alcanzar esta pecaminosidad de
la creatividad: conque por qué no pueden los poetas
hablar lenguas que no sean las suyas; qué hay
de verdad en el hecho o en la persuasión, en
la acción creíble o la declaración categórica: no me
importa si alguien me cree o no: no sé
de nada en lo que yo quiera que alguien crea o
esté: pero si tú te sientas conmigo a la luz
del habla, yo me sentaré contigo: prefiero
hacer esto a comerme tu helado, ir al cine,
trincarme un caballo, medir trajes, entrar en medidas:
es que a mi edad prefiero hacer esto a ir en monopatín,
aunque, pensándolo bien, no hay nada que prefiera
a pensar en los círculos verticales en monopatín fuera
de las pistas de monopatín, los diversos dibujos según los
impulsos: ir remontándose por turnos sobre los bordes.
12 [*]
baldío de palabras, una meseta aplanada, alla-
nada con verborrea de espuma de poliestireno; desde
que aquí se introdujeron las palabras le han ido pésimo
las cosas al planeta: ha sido entre palabras y ríos,
palabras minadoras de superficies y cumbres, archivos
cuneiformes en acervos sacerdotales; entre tablillas
de arcilla y campos irrigados: papiros en
pliegos; vitela en Alejandría; cientos de
templos que teclear y ahora redes de palabras
tan intrincadas como las realidades que representan:
un purpurar de pacotilla: escampan ya las lluvias,
doran las desgarradas nubes blancas del cielo azul
los verdes de las copas de los árboles: cubren la entrada para
coches semillas de arce azucarero con que la ardilla colma
velozmente sus bolsas: el arbusto de espirea, los cinco
pétalos casi redondos, algo dentados en cada
flor, pinta de blanco nieve el suelo cuando llueve:
el arce de Noruega que podé en el seto ha
echado hojas de diez pulgadas de punta
a punta: junto a la cerca canta el tordo casi a pleno
pulmón ahora, cuando el crepúsculo está próximo, su
panza prieta, repleta de gusanos flácidos: (sí, queda
una ardilla listada, aunque ya está el barcino acechándola):
debemos conseguir que la máquina más grande,
—cincuenta millas a la redonda— encuentre las partículas
más menudas, y el cavado de zanja de la degradación
más profunda refleja aguas más brillantes que terreno común:
¡qué despropósito de poesía!, ¡toda esta basura!, todas
estas palabras: podríamos cambiar nuestras montañas
por porquería: los arroyos que brotan de los destiladores
fondos de corrupción podrían ser escurriduras:
nuestros cielos, amarronados ya, podrían ser nuestros cielos
marrones: los campos se podrían levantar del cultivo a la
sofocación: aquí había un planeta azul-verdoso-plateado-
vivo, durante cientos de miles de años dominado
por monstruos coriáceos que corrían de aquí para allá rugiendo
y arremetiendo, terribles voces de combate cerca de las
riberas de los lagos en tardes apacibles, terribles voces
de ataque por la noche, etc.: de golpe todo fuera, imagina:
y en esto apareció el frágil, nuestro antecesor,
el carroñero, buscador de semillas, cascanueces, recolector
de fruta, larvas, bulbos, etc., y aquí estamos nosotros por
fin, al final, probablemente, fíjate, hemos sustituido
las praderas por fugas de petróleo: cuando consigan las palabras
arrastrar el residuo en oleadas más altas que nuestras
cabezas, bueno, para entonces las palabras habrán abandonado
este pobre lugar: nosotros estaremos asentándonos
en otra parte o flotando interminablemente, el universo
un profundo lugar que arruinar, un vertedero donde siempre
cabrá crear espacio por compactación: no tengo nada que decir:
lo que quiero decir es decir: yo quiero estar
cantando, en cierto modo: quiero comprometerme con
lo que transcurre: pero no tengo ningún baúl atestado
de carteras de trabajo: aun así, estoy por algo:
por lo que estoy: estoy por los derechos que concuerdan
con los derechos de los otros: poco nos dice esto aparte de decir,
con un toque de canto: nosotros ya no viviremos
más en este planeta, viviremos en la palabra: qué:
nos libraremos: y nos la llevaremos con nosotros: nuestras
ecuaciones crearán el mundo que queramos en cualquier lugar
al que vayamos: de aquí no tomaremos nada salvo
las ecuaciones, frías, elevadas, eternas, que no
fue posible encontrar aquí cuando llegamos: somos,
digamos, una especie bastante especial: quisiera
por caridad que quienes nos precedieron en irresolución e
ignorancia pudieran enterarse de que impulsaron una parte,
aunque, claro, si se lo hubieran contado, ellos no
se lo habrían creído: imagina, aunque pensamos
que carecemos de propósito, quizá seamos el más escaso
espectro representativo de un anuncio que se acerca y,
aunque no nos podamos imaginar en qué consiste
el propósito, quizá ahora mismo esté extruyéndose, mínimas
hebras de campos de energía débil, justo a través
de nosotros: primero, una tierra en paz; luego, cientos de
años en busca de otras guerras: porfía y paz,
amor y pena, partida y vuelta: deslizándonos
espetaremos una v al orbe y nos ovillaremos
todos junto a las vías y veredas del verbo:
13 [*]
el verdadero problema con un bocazas es que, cuando
habla y no para de hablar, no tarda nada en
hablar más de la cuenta, ni tarda nada en
pasarse de la raya: un hombre de verdad
no dice dos palabras porque por esa vereda abre
la vía más estrecha, que es la más convincente,
a una identidad que quepa imaginar: él no es un
fantoche, no la pifia, no amaga y finta, y no elabora
y se va por las ramas hasta meterse en bosques de sofismas:
el bocazas, en cambio, es un fantoche: él no se puede creer
todas las cosas que dice: en realidad, no se cree ninguna salvo
que le conviene estar de acuerdo con quien se encuentre:
él puede presentar exfoliaciones andamiantes, redes
de palabras que van ampliándose hasta contener el color
de la opinión de cualquier hombre o mujer: de hecho, el
bocazas no exhibe el menor indicio de parcialidad,
tanto es así que involuntariamente atina al tantear
multitud de posiciones, y personas de palabras
o pares contrapuestos pueden verse reunidos
en un lugar común y, aunque expulsen al
bocazas, hacen las paces desagradecidamente en
las provincias verbales de la pura disimulación:
por él creada: y con los más avezados bocazas
esto no equivale necesariamente a la circunlocución,
algunos son sucintos como el diablo y el doble
de deslumbrantes: y un bocazas, dando vueltas
en su disquisidora irresponsabilidad, puede pavonearse
ante alguna de tus palabras y contextualizarla
(curioso que quien labra el suelo aquí, la
lombriz de tierra, sea la cosecha (el tordo se la lleva)
cuando lo cultivado (la hierba) se desecha): el
voceras, sin embargo, es distinguible del
bocazas porque las voces exigen más energía
en la emisión y una articulación más holgada del labio
y la mandíbula, lo cual frena la exposición y, en casos
extremos, cansa y silencia al hablante: aunque él ocupa
su puesto menos tiempo, el auditorio del voceras
es, para compensar, más amplio: donde el bocazas puede
quedar reducido a una especie de bisbiseo que incluso a
quienes se encuentran más cerca les cuesta oír, el voceras
lanza, satisfactoriamente y sin esfuerzo, una fraseología
tan corriente que alcanza a centenares: nada es
perfecto, salvo que puedas unir dos caras buenas
de situaciones diferentes: ser un voceras
bocazas es ser una pizca superior, un prodigio:
están aquellos, mezcla también de elementos
buenos y malos, que no dirán nada: no mirarán
ni joderán… nada: se comerán una comida entera
y se pasarán media hora eructando: imperturbables,
estas personas son estables: en cierto modo se parecen
a los bocazas porque crean las circunstancias en
las que cabe leer cualquier mensaje o de las que
sacar cualquier trasunto: pero si la medida de
un hombre no es cuánto dice o qué voces da, yo estoy
seguro de no ser capaz de imaginar qué decir luego: un
nubarrón que asciende a 65 000 pies de altura puede
lanzar pedrisco en tu campo a un pie de profundidad:
o piedras de humo gordas como bolas de golf, la polución,
ya sabes: en los lechosos días de principios de junio,
tupidas nubes de conos de polen cubren los coches en una hora
y dejan gruesos cercos amarillos alrededor de los charcos del
macadán tras la lluvia: en esa época, en esa época,
ah sí, en esa época: al fin y al cabo se trata tan
solo de lo que se trata: si es corriente, entonces
eso es lo que es: si es corriente con un
elemento de lo extraordinario, un elemento de lo
extraordinario va con él: si es principalmente extraordinario,
probablemente sea improbable: lo extraordinario,
vuelto periódico, se trasluce ordinario, y lo que
ocurre con frecuencia casi ni ocurre: yo
miré en la fosa de la muerte y estaba allí:
allí estaba la fosa, y la muerte: la circundé diciendo
esto parece el cese de la seguridad, al lado de lo cual
fracturas y fragor de riesgos, el solitario son
del gorrión en el árbol gris, son fulgores: las rocas
se me acercaron como un muro diciéndome que no
dirían nada, y se combaron los árboles como si al viento
sus copas estuvieran pendientes del silencio, y yo no pude
distinguir nada en el turbio trasiego del regato:
se agazapaban los arbustos junto a los pinares como si
buscasen un sendero de entrada, sin decir nada
ni escuchar nada tampoco, así que extraje la naturaleza
de cada cosa de la cosa misma, e hice que hablara cada
extracto, las montañas calladamente resonantes, con mucha
autoridad, y su exaltado aire perfecto grano de
lo espiritual y la impresión de mirar abajo tan espantosa
que amor a medias por la altura sostuviera: hice lenguas
para la lengua de serpiente, la pervinca y la orquídea tropical;
y al menearse estas lenguas sonaron en mi cabeza
como chanson delicada en esencia y alcance:
un ensamblarse, un concurrir en la copulación, un
recurrir: qué es esto, que por ello dejarías pasar
una pradera, dijo la pradera mientras seguía yo
adelante, mis ojos fijos en tender la vista lejos, y la tortuga
liberó bolsas de aire como encajes de aguja del agua
cenagosa y, con los ojos curiosos en la bajada, dijo: dónde
sino aquí cae más bruscamente oscura sobre el agua
la sombra de los nudos de los troncos; pero yo no tenía
tiempo para tomarme tiempo: me gasté todas las monedas
que tenía en el gran negocio de mi propio agostamiento:
un día se juntaron los torbellinos en los llanos, al
pie de una cordillera, y pasaron horas dando vueltas y
vueltas, subiendo con sigilo por barrancos o
asomando entre arbustos afilados para juntar
más arena, o arremolinándose sin más, ociosamente,
como elegantes mujeres apartadas en algún lugar sin
sombrero, pero al final el azul vespertino los arrumbó,
a cada uno en un valle distinto, y, para cuando astilló la
luna el contorno de la cordillera, toda conversación del
día había pasado a ser piedra de pedregal o quebrada,
inmóvil como un sol bebiendo agua remota: al día
siguiente las herrumbrosas colinas de rojas faldas
despabilaron a los torbellinos, primero temblorosos e imprecisos,
pero, con el crujir de las rocas al sol, más altos y
esbeltos que álamos de Lombardía, y elegantemente
se juntaron de nuevo en una cuenca alejada de los llanos y
giraron todo el día, todo el día estuvieron girando y tarareando,
aupándose tan altos que parecía que sus bocas iban
abriendo huecos y hendiduras en el cielo: tarareaban historias
de continentes, ollas de grillos de rotundas
persuasiones: avanzaban pulgada a pulgada en sus giros:
apuntalaban el cielo, pero cuando llegaron nubes
de conestogas o icebergs flotantes, se disolvieron,
deshecho el ensartar: un tramar, una lanzadera, un
tejido, un ir o irte quedando donde estás:
el torbellino, humano no, soy yo el torbellino:
las colinas que crujen, humanas no, chasquea
y cruje mi silencio: el fluir de las nubes mío no, mis
movimientos trazados netamente por las nubes: y el
claudicante curvar de las corrientes es padre de mi serpenteo:
y las ráfagas de semicírculos previas a las tormentas hacen
que los matojos de hierba dibujen en la arena: son
estos los cierres que van y organizan la mente, permitiendo
y limitando, las vías de mi mente: altos
y saltos del conejo, escuchas, son la prosodia de
un poema que flotando traspasa la broza de la mente: yo
mezclo mis movimientos con la mezcla de movimientos, todos
los movimientos emparentados, portadores, proveedores, apeadores,
subiendo de la tierra, surtiendo en arremolinadas ondas,
erizándose de claridad ciega con dorso delicado como
rizarse de regato sobre piedra, esparciéndose, evaporándose
o escurriéndose abajo, saturando, salares, el
zopilote batiendo, el viento en tromba batiendo,
las gigantescas «instantáneas» del mar y yo, y la arena,
batiendo, tanteando, reventando, adelantando,
recobrando el camino: emparentados, no silenciosos, tampoco,
comunicativos, pero no con sonido humano, movimientos
comunicativos creando sonidos, con mucho reverbero
mutuo en la brisa de una alameda de habla primaveral
14 [*]
no te dejes, al despedirte, los desperdicios: da de comer a tu
huesudo perro, a tu acechante gato tenso en su maullar de hambre:
recoge los desechos para comida de cerdos: cualquiera
de las cosas que tires a los pollos será desmenuzada
en mollejas o se la llevarán bajo tierra hormigas
y escarabajos: y entonces esto se transmutará en filigrana
de energía vaporizada en antenas de hormiga: trozo
y pringue, grasa y pegote hervirán, refinados en alambiques
de tiempo y tripas, el aire carbonizado abundante, potasa
en temperante terreno de entrelazados desperdicios:
una miga de pan que cargan centenares como una piedra
que llega a la cintura y llevan múltiples piernas hasta la pirámide:
pero a la tapa de plástico transparente apenas puede
pasarle nada: en los museos legales de nuestras profanaciones
encuentra una seguridad oculta: los montones, los
cúmulos de desechos: carece de significado la
providencia, el desbaste y limpiado de planos donde somos
capaces de estructurar la posibilidad como lo que nivelan
las viviendas: no siempre es significado el
antecedente del significado —significado capaz de dirigir,
delimitar, interferir—, sino la ausencia de significado:
tendrían que alegrarnos las posibilidades y los límites
con que podemos jugar mediante surgimientos libres
de los complejos del Gran Significado, pero acaso hay
realmente una carencia de significado, no es tal carencia
una categoría curiosa, una carencia de significado carente
del mismo, lo vacante vacío todavía, no cualquier tipo
de desordenamiento o mal reparto de papeles o fraudulencia
de programas de teleirrealidad, sino únicamente un lugar que
aún no tiene significado y que tal vez, por supuesto,
y muy apropiadamente, nunca lo tenga: el espacio, el terror
de lo inimaginablemente vacío e infinito, distancia estrellas,
por ejemplo, por no hablar del núcleo de fuego de la
galaxia, y así nosotros, fogatas celulares, ardemos fríos
en un brazo apartado: la verdad, solo hay significado,
solo significado, significados, tantos significados,
que la carencia de significado viene a ser cómo tomarse
tantos significados: y, la verdad, todo es real, tan
real, las encumbradas torres de nubes esta mañana,
cada una en su propio espacio, y de blancura tan subida,
silenciosa, sin prisa; la piel de ardilla veteada todavía aquí
y allá de secas piltrafas de carne, huesos de pata
apenas esbozados todavía en su sitio, y esto fuera, en el
césped, allá tirado tal vez desde la carretera o
acarreado por un cuervo (yarda repleta de árboles repletos
de broncos cuervos que crían polladas cada primavera):
(aquí el 10 está ya tan avanzada la primavera que es
casi comienzo de verano: giran los grandes días,
apenas tambaleándose a tiempo durante un par de semanas
alrededor de este vastísimo día): ha hecho erupción
el hormiguero, gris seco en la grama, y los chiquitos
bichos negros circulan fuera y dentro de los túneles,
igual que en los sistemas arteriales o digestivos del tiempo
que hace en una malla o una cueva; el universo, tú
puede que ya lo sepas, puede estar detenido como el agua detrás
de un dique, y puede desbordarse, como ya hizo al pasar de diez
a cuatro dimensiones, y como aún menguará cualquier día: aún
no es el mundo un espectáculo que la conciencia pueda sacar
adelante o borrar: porque la conciencia no puede ni
borrar ni actualizar lo que no es un espectáculo sino
el mundo: si uno no come patatas de arrasada
percepción, arrasará la percepción mediante la pérdida
de percepción: (en Ammons) el almidón de patata
se encuentra con mi química para animarme la química,
aclararme los ojos, endurecerme, quizás, el músculo,
menearme la lengua (casi sin duda): aleluya: si es
tan persuasiva la muerte, es que no puede serlo la vida: está
de moda ahora no significar ninguna cosa, no existir,
porque el significado no se sostiene, y no es para nosotros existir
para siempre; esto es para siempre, en lo que ahora estamos: nuestros
ojos penetran el tiempo redondo de casi todo el ser, nuestras
mentes salen al encuentro y alcanzan diez mil millones de
años: estamos tanto en lo de siempre que nunca lo tenemos
presente, preferimos pensar en la compra de mañana o
el día libre de la semana que viene; pero no estaremos
en lo de siempre siempre, eso es quedarse fuera: ya es
demasiado estar en lo de siempre un rato: muertos estamos
fuera del tiempo y en lo de siempre al mismo tiempo: yo
quiero llegar al punto donde pueda decir que estoy contento
de estar aquí, incluso si debo irme: quiero creer que
la posibilidad que se me dio de estar aquí no fue traición,
trampa o patraña, sino una prueba de la posibilidad
de una posibilidad, de que puedo encontrar campo abonado
tanto para pensar lo que quiero pensar como para
la desesperación, la incoherencia, la desconfianza, el derivar
de la acedia: la no referencialidad es una referencialidad
de la no referencialidad: no importa cómo trates de espantarlo,
el mundo vuelve de una sacudida: pasas del cero en el dial
y vuelve al uno: la no representación es una representación
de la no representación: están la cosas inundadas de
idealidad: la carencia de significado ideal, el absurdo ideal,
los ideales ideales: queremos conocer la realidad de estos
de manera perfecta, ideal, en sí mismos: los poemas
que abandonan el ideal de tener algún sentido no
abandonan el ideal de no tenerlo: nom de plumaje
pica mejor un grano de granero, un picaporte marfileño:
15 [*]
pero del desperdicio qué debemos pensar: las
semillas de arce de azúcar en el asfalto son tan densas
—cabezas reventadas por las ruedas, alas pegadas
de humedad— que detienen las lluvias y no dejan
vereda seca: tantas semillas y ni una hará un
árbol —perdón por la expresión—: qué ocurre
con tanta posibilidad, toda ella imposibilidad: con
el que halla el alcohol a los once, las drogas a los diecisiete
y la muerte a los treinta y dos: con el chaval
que en la calle, con cara tersa y suave y
los ojos rasgados, alza la mano para estrechar la tuya:
pongamos que la política muda como la brisa y
surca con tanques un joven gentío: qué ocurre con
las esperanzas agostadas entre gritos como cosechas entre
vientos de arena: con el derramamiento de ríos
de sangre donde podría haberse esparcido la lluvia creando
charcos en el camino: debemos identificarnos con los afortunados
que ven en la energía de la posibilidad su necesario
roce con la imposibilidad: que solamente definen el significado
en los asoladores aludes de la carencia de significado:
quién es capaz de decir con seguridad que es esencial el mal para
las diferenciaciones del bien: o deberíamos lamentar
que están perdidos los perdidos, que nada resultará cabal
hasta que dejen de perderse, hasta que hayamos encontrado
encantos que consigan que regresen: es que no lograremos
bienestar mientras haya tantísimo malestar yendo de aquí para
allá, desamparadamente, buscando amparo: acaso hay, mejor
dicho, después de haber hecho todos los balances, acaso hay
un haz de luz que defina el filo lacerante como una
celebración: (la clemátide, que en invierno se muestra
tan muerta y mustia como alambre de empacar, en primavera
transporta hojas y flores tan rozagantes…) me encaminé
por el pasillo hasta el pabellón, rodeado por tres
costados de la luz de las ventanas, y allá, con
los demás diabéticos, iguales que pececillos en un remanso
de la marea alta, se encontraba mi padre desplomado,
acicalado con correas, en una silla de ruedas, un catéter unido
al pequeño depósito de combustible que colgaba debajo, orina
color de gasolina, mi padre igual que los
otros, medio sumido en la modorra, rumiando sobre sus
ruedas: donde se va, pensé, la esperanza del bien
viene a ser liberador el mal, y más mal, para que pase
uno hasta el claro donde la presencia, ahora
dolor, se adentra en el olvido: mi padre espabiló y
se esperanzó conmigo, pero después volvió a dejarme
solo: en algún momento del mal, el mal muda de
ropa y la muerte sonríe suavemente y dobla un
dedo para llamarnos: presa de muerte que deja a
los vivos despojados: ¡menuda mezcla!, dónde queda
asentada una formulación estable: qué integración
del saber puede aguantar restregada por los bajos de…
¿Los bajos…? Impugnada, quería yo decir, por excepción
que roe y dirección que ramifica: todo balance
abandona el balance: y lo juicioso pierde la excitación
del error: advertir que no hay seguridad constituye
una seguridad: la otra cara de cualquier cosa
vale casi lo mismo que la principal: la diferencia
de hecho es tan escasa que uno sale a ver
si existe: quiero una curvatura como la que va
alzándose de una sección esférica, un trazo
que no se rompa y caiga reduciendo arco a palabra,
imagen, definición, historia o tesis, sino que deje a todas
estas asimiladas a un arco de silencio, una interrelación
que permita el movimiento en la quietud: yo quiero ver
surcos de definición, tanto los centramientos del surco
como las toscas proscripciones que queden más allá:
no me quiero quedar dentro a causa de la claridad:
quiero una claridad que sea un suave y largo combarse
y no descarte complejidad al ir saliendo a relucir: por qué
quiero yo esto, complejidad sin confusión,
claridad sin confinamiento, tiempo a tiempo que no sea
tiempo escindido: si tú no has desaparecido a cierta
edad, tu mundo sí: o bien se ha visto agostado, reducido
a unas cuantas personas que saben lo mismo que tú: tías y
tíos con sus historias borradas por completo, el grueso
tejido de las relaciones desdibujado hasta el vacío,
o quizás hayan desaparecido tus parientes también, y,
el mundo, hambriento, no sea más un mero pico,
tú y lo que sabes a solas, sin nadie más en el mundo
que haga un ademán para reconocer lo que tú
dices o evocas sin dar explicación: de acuerdo,
cabe escoger entre dejar el mundo o dejar que te deje
él a ti; escojas lo que escojas va a dar el mismo
resultado, la nada y la desaparición de lo que
había: el mundo vuelve una y otra vez de esta
suerte, tanto es así que las personas a las que este
saber abate piensan que la aspiración por cumplir es
que las recuerden, que las dejen pendientes, desvezándose
en la mente de quienes continúen: pero no está primero
la vida para ser recordada, sino para ser vivida: qué
peculiares y tristes son las vidas de quienes han vivido
pero se fueron, la tristeza vacía de dos eternidades
unidas a presión, comprimidas, resecas como
sobras no degradables: porquería: el significado,
las lágrimas, amores, manos tomadas con cariño, todo
temor, los celos, lo que quedó pendiente, abrasando…
lo desechable, obsolescencias que obstruyen
hoy las circulaciones, agobiando a los vivos con
culpables obligaciones de memoria y servicio:
para tener la curvatura, sin embargo, requiere uno
las concisiones de lo local, contemplaciones como
el modo de rebanar un plátano para la avena del desayuno,
catorce toscos o treinta y tres sutiles incidentes, la
abultada sustancia de catorce encuentros o la
disponibilidad de sabores en círculos endebles: vuela
de lo definitivo, no sea que te capture, ten cerca
un disolvente por si te concibe un vicio lo imperativo: ve
un abanico de posibilidades, no un campo de cebollas:
tiene el malabarista doble de bolas que de manos
y es que está todo arriba, en el aire: mantenlo arriba,
en el aire, brincando como efímeras al atardecer:
o al amanecer: en Carolina vi moscas matutinas
en pleno aire, como piedras voladoras: abundante el rocío
y rojo sangre el sol: un camino en declive que rodeaba
un pinar, monte abajo, hasta llegar a un estanque, el aliviadero
taponado de espadañas combadas por la brisa y con
alirrojos asilvestrando el día: un granjero viejo y cojo en pie
temprano con su perro, mediodía capaz de derretir alquitrán,
todo un banco de viejos negros en la gasolinera
del cruce, una eupatoria alta al borde de los bosques,
maíz medio tostado, astroso, consumido, tomateras
desparramadas, convertidas en parras: buenos días
tengan todos ustedes, caballeros: estos menudos
incidentes, punzadas casi, corrientes en este planeta
dispuesto de manera tan extraña, no lo debemos afrontar así,
sino dejar que la música meza, que la retórica corra, que la
basura bulla, pues si dejamos que un sólido matiz
de aflicción salte y se filtre hasta al fondo de toda la
quincalla a la que podría llegar, acabaríamos promediados
a la baja en una disminución múltiple como la aceptación:
pero nos proponemos ir continuando hasta destorcer
lo tortuoso de nuestro largo camino marcado, cuando,
suponemos, la nada a la que vamos
encaminándonos reflejará tesoros que dejamos, un
espejo extraño, una vez arraigadas en amor
todas las cosas de nuestra vida, una vez enderezadas las
secuencias porque tal era la ruta que debían recorrer:
pero puede que entonces, por la zozobra del amor, estemos
tan cansados que se una al nuestro la indiferencia
ante la indiferencia de los montes y las amplias corrientes
de lo profundo y las altas tortuosidades del cielo, y
de hecho puede que veamos el sosiego más allá de nuestro
entendimiento porque, hasta ahora, siempre más allá
16 [*]
me ha embadurnado un ave, a mí, un suelo virgen, cuando
salía esta mañana bajo el azul despejado, y, pensando que
era un escarabajo o una polilla, me lo he quitado de un golpe
del hombro y me he pringado de pegote un par de dedos:
mi pensamiento ha volado a estercoleros de gansos y el número
de plataformas para gansos que yo he llegado a ver sin ensuciar:
no van los gansos migratorios pringando de pegote en pleno
vuelo o es que se elevan tan alto que sus deposiciones alcanzan
aceleraciones de evaporación, como lanzacohetes y conos
de entrada, con frecuencia parcialmente sólidas: o es que no
hay excepciones diarreicas que controlar y que uno pueda
haber visto escurriendo o salpicando: son tantas
las especialidades en nuestro escaso conocimiento: perdido de
pringue, he seguido adelante, fijándome en la eternidad del
perfil del monte que al fondo del valle unía los barrancos:
de Mérida podía ir yo tirando rumbo el norte a lo largo del
valle, camino y río de valle un lío de entrecruzamientos,
hasta llegar a donde el camino tiende hacia el oeste y
vuelve a elevarse hacia la cresta que queda ante Valera:
allí descansaría un poco o tomaría un avión…
probablemente no tomaría un avión, sino que alquilaría un
burro y haría el largo y angosto camino que desciende
hasta Cabimas o el Lago de Maracaibo, una costa
excelente, indefectiblemente cálida: hay intermediación
entre el alucinante fluir y el rígido pensar y computar de
la pura forma: entre la diarrea y el estreñimiento,
qué tal una intermediación tosca, un movimiento con
formas menores claras, conjuntos o vinculaciones, con
los huecos, las ligaduras y las prosecuciones concomitantes
esperables: es que una narración no puede ser
velocidad y dimensiones, sentir, de una progresión: y
no puede haber una voladura del vacío:
y lo estático, inmóvil, insensible: impactación: un tordo
rompe a remar desde un árbol, cruza el camino y
embadurna de bombas el negro pavimento, como si
pagara el vuelo embadurnando: abalorios, en realidad:
pero, al caer al suelo, los abalorios se comprimen como discos
(pequeños discos blancos) que, si se observan bien, son un vivero
de redondas lombrices intestinales, intrincadas, trabajadoras,
blancas como azucenas, afanosas lombrices, circunscritas
en una súbita desecación sin alas: las ardillas se paran ante
cazcarrias para rascar y hocicar: no hay más que plagas
por todas partes, dentro también: si de la vida has sacado
algo que va y se llama vida, la vida tiene derecho
a sacar vida de ti: garrapatas, parásitos, piojos,
pulgas, ácaros, duelas, ladillas, mosquitos, negras
moscas, bacterias: en realidad, la realidad es como
el agua en calma, invisible, espiritual: lo real
que dura, espiritual, mientras vienen y van las entidades:
las ataduras, distorsiones y acometidas, su compañía
de maravillas, bellezas, metas y soluciones, malinterpretan
lo que al correr del tiempo nos resulta invisible otra vez:
el divagar nos da un lugar al que ir: la turbulencia
aviva nuestra pasión por aclarar, aclarar por
la turbulencia: es lo que suena a verdad, por muy claro
o sencillo que sea, superior a la riqueza, a la belleza del
lenguaje empalagoso densamente manejado: o es verdad
la belleza, demientra tanta verdad es basura, si no
por otra cosa, por obsolescencia, la obsolescencia,
no obstante, una cuestión tan solo de indumentos, que son
ocasionales, no imprescindibles: la pobreza, verdad
abrasadora, no es bella: orden que excusa crueldad
no es bella sino bien verdad: montones sobre
montones contenidos y socavones y profundas
transgresiones de piltrafas tampoco son una belleza:
deformación, desviación, dolencia son a menudo feas,
y sin embargo es preciso decir (a mí me da
lo mismo si también te da lo mismo a ti) que mucha
buena escritura, por ejemplo (la que contiene dentro
de sí, si no en su materia, su manera, mucha
verdad y belleza y belleza y verdad), ha
sacado, bajo los recursos de una atención agobiada
o de una necesidad peligrosa, compensaciones que
no justifican sufrimiento pero acicalan un rincón en él
aquí y allá: algunas veces las cosas que llegan llegan
para tanto que vuelven a llegar a donde comenzaron: si te
gusta mi forma, experimenta mi función: hay doctores
que perdieron a todos sus pacientes, una ayuda a menudo
escasamente distinguible del envío: un tono con
resaca: oscuro verso: acaso debo
entender que yo no debo entenderlo o no:
algunos de esos tipos bajos están tan bien
dotados que darían una pulgada de sus pollas
si pudieran ponérsela bajo los talones, y tú
podrías rebajarles un pie a algunos de los altos
si así pudieran llegar a otra pulgada, y las mujeres
de escuálida cadera, lunas dobles por delante
aunque con uno de esos enormes traseros, no tienen
bastante donde pegarles los labios: estas descarriadas
compensaciones alcanzan extremos de derroche:
tanta demanda hay de belleza que es milagroso que no haya
mermado la selección natural todo lo que no sea perfectamente
bello: pero, si puedo hablar por ella, a la naturaleza
le gusta que el espectro sea amplio y se aproxime al desorden
de modo que mantenga el potencial de cambio con
la variedad y el entorno: la verdadera hechura de
la belleza perfecta, difícil de encontrar como es, viene
implícita y estable, a flotar allí, entre los bajitos,
desgalichados, patosos, carifruncidos, cojitrancos, etc.,
y, si llega a ocurrir algún cambio, acaba dando
con una posibilidad que aprovechar, espera y ya verás,
si no es que yo soy el más tonto del país: y es que
la belleza perfecta, bien reducida y reproducida,
podría ser un escudo frágil contra un alud
de reorganización: me pregunto si, en el control
mental del dolor, el punto de máxima
proyección toma el éter más dulce, deshaciendo
el establecimiento de las construcciones locales,
quizás internas, que se cruzan, y alivia el foco de
lo interiormente inmediato, liberando visiones mentales
en el extremo más desembarazado del campo: qué diseño
apuntador podría llevar a las estrellas noticia que responda,
un rayo tan lejano y fino que, acaso convergiendo,
nunca llegue a acercarse a lo infinito, aguja del transporte
más sutil: salvo que si uno tuviera que dejar de lado
las cuitas cotidianas o, cabe suponer, las dichas, cómo
podría dislocar, desbaratar una cabeza repleta
de chapiteles, o regresar de la contemplación más
distante de un sencillo chapitel: lo local
forma y revienta, liberando, con todo, lo inmediato:
el otoño pasado vi, junto al macizo de hiedra
de la universidad, cómo una ardilla, con un pedazo
de cola hecho un desperdicio, desenterraba y giraba una nuez
igual que un utensilio bajo sus dientes astillados, la otra
punta de su despedazada cola hecha una gorda y rizosa
blancura para el invierno, aquella tibia, soleada mañana de
principios de diciembre: una gorda cobarde, una contienda
territorial, desbandada, y todo conservado salvo un cabo
(un bocado) de cola, y un banquete aquella mañana en una
tranquilidad de hiedra universitaria: (el tiempo ofrece márgenes
a formas múltiples de realidad, y nosotros dejamos
que pasen todas, pasan de todos modos, pero guardamos
unas imágenes y pensamos en cuán rápido era el
puente de lo que había a lo que no, tan rápido
que el puente corre, río de puentes, creando
y rompiendo, saltando y asentándose, arrimándose
al mismísimo extremo y centrándose hasta volver a
la mezcla de su otro: un boyar de canción sostriba
cualquier cosa y juega, la maneja, la pone en juego,
la despoja del rigor de su marasmo, hace mecerse formas
y, en lo que juega, hasta meceres forma: cualquier cosa,
cualquiera de ellas, cualquiera es poesía: el desahogo
afina el movimiento; es abundante desperdicio
y desperdicio de abundancia: sin tregua: arriba ronda
un errabundo que como el chorro de una corriente
baja dando rodeos, liando su abundancia con lo
múltiple, pulverizando energía en un millón de círculos y
circuitos, dando entonces pleno juego, reagrupándose
y despegando otra vez: es espantoso, como
un descender de los dioses, aunque, claro, no hay
más dioses que estos ahora, de modo que no es como
los dioses: es los dioses: pero yo apenas capto
algo del brillo de tales cánticos y cancaneos; mi
poesía es espuertas plagadas de pulgas donde
ni duermen perros ni escarban ratas: yo soy el pienso
de lo inexacto abstracto: soy los linderos reducidos
a setos vivos: soy las zanjas de helechos pardos
de invierno, pelusa hirsuta que acumulan caudales
de manantiales: pero piensa lo que sería meter
cada palabra dentro, escurrir cada ritmo dentro mientras
los sobrerritmos se encrespan, represan y arremolinan
por una red de obbligatos movedizos: imagina
meter todos los elementos dentro (incluso el
elemento sorpresa), el eje que cada hoja de filodendro
lleva hasta la ventana, agrupándolo en torno a sí
y descargándolo donde le corresponde en el barrido,
lo no oído, lo no gastado, lo que hay en torno
al borde de lo que pueda haber: asimilado todo
a una canción de estrella apuntadora: acaso eso
no calmaría la mente, aun desacomodando el desayuno,
desquiciando la tributación federal): uno lee
sobre viajeros que van a las islas y el continente
y lo que hay es castillos, cuadros, abadías, cabriolés y
proclamaciones (todo ese bodrio occidental de antes),
pero quién cuenta que se ha ido a mear o se ha tirado un
pedo en el porche tan campante: por lo visto está bien
mencionar el estreñimiento (la máxima moralidad) porque
nunca va nadie o nunca puede hacerlo: cuando aquellos
ejércitos abanderados formaban con los primeros clarines
de madrugada o la mínima quietud del otro campamento,
es que las respectivas partes habían ya ciscado
en el bosque (y conservado algo para la batalla):
lo hacían en los mismos sitios del bosque, igual
que una constelación que se centrara, o había montes
de cuyas cumbres y laderas los bienes se precipitaban
hasta amasarse en profundos montones: nosotros
somos primates: simios: carne que cubre un espinazo
de hueso y muesca: no podemos desenredarnos
productivamente del inquebrantable compacto de encaje,
hueso, arteria, nervio, pero, si se le da la vuelta, ahí está
la faz espiritual, pensamientos leves como haces de luz,
centelleos que parecen pececillos al aflorar sobre las olas,
los raudales rosáceos que arrebolan o encarecen
la carne, la interfaz de locura y lomo, lumbar y amor:
es, creo yo, notable que nos hallemos allí con
forma de simios: simios que rumian: simios andantes:
pero Newton, un solitario en su cuarto, hizo fluir
cifra en el cálculo que halló en un folio de papel
la lentitud en que cayó Saturno al pasar Júpiter:
esta clase de simio se juntará con sus prójimos
en una calle mugrienta para despedazar a otro prójimo
que haya desagrupado a muerte, darle un hachazo en plena
cara implorante y dejarle que sangre reconciliado:
la pureza de peña se impondrá al bien o el mal
en nosotros: nos tengo en baja estima: pero por eso
nos amo o trato de animarme a amarnos: esta
tarde, en el mismo centro de la ciudad, había un viejo
violinista delante de 25 o 30 niños, violinistas
todos, entre unos 5 y 11 años, digamos, y tocaban
juntos casi estirados, penetrantes y clásicos: uno
negro, todos los tipos de asiático, blancos: allí
juntos, sus arcos un rasguear en sincronía: el
trance apacible en cada faz ausente, estudio interno
de una música externa: la santidad, la misma música
que iba fluyendo por todos ellos, el todo que iba
observando el vaivén: yo soy bien bobo, uno de los
heridos, uno de los que lloran, uno de los amantes
conmocionados: si el amor fuera probable ya no sería
amor: el simio se acuclilla a hacer sus cosas en el bosque
y, si no se le acerca una serpiente, podría aparecer
fantasmalmente una deposición de estrellas afinándole
los nervios, y deslumbrarlo con una magia deslumbrante:
que los dioses o los ganglios apetitivos nos otorguen
madrugadas, los largos grises, una carrera, una quebrada,
vereda, trocha, cerca de piedra, narración, cafetería,
la voluntad de no caer adentro, sosiego, desahogo
aún: alguna posibilidad viva como un reguero rocoso
junto a abedules, un virar terso o un dorsal de trucha
en agua pedregosa, un punto, alguna vez, de vigorosa
respuesta, como un escarabajo de resorte, ese estrecharse
rotatorio con que la ardilla pela una piña de pícea:
y no desperdigarse como un regato derretido que va
perdiéndose en el valle, regato tan escaso que no rompe
a encauzar su caudal, ni la pared desnuda al fondo de una
cueva poco profunda: cazando, una cosa u otra,
también rezando, una por otra: asuntos siniestros
17 [*]
El cúmulo de cosicosas (la cosicosería),
trastos (la trastería), chirimbolos, birimbaos,
hebillas de cinturón, chismes, archivos, discos, compresas,
residuos de pesticida, cables de alta tensión nada
prosódicos, enclenques muñecas quejicosas, elastomotores
con epiclorhidrina, emisiones de dióxido de azufre, sprays
de perfume, ráfagas radiactivas: se dice que la gente
de las minas de pizarra bituminosa es «capaz de convertir
desechos en productos seguros»: pero dicen algunos
que estos «productos son de por sí desechos peligrosos»:
bueno, qué quieren: es que hay un mundo
que no deje regusto amargo o tristura poscoital:
qué es una petit mort frente a un instante supremo:
vamos a ver, has oído tú semejante cosa alguna vez:
qué pasa con los microorganismos diseñados genéticamente
y su brillante futuro: dónde has dejado tu fe, hombre:
prueba un poco de polvo y paja, pilla un poquito de ternura:
pero la poesía es de por sí como una instalación en una mina
de pizarra: desciende hasta alcanzar el pozo muerto
y un crudo frío, rancio de palabras y reconocimiento,
y de ahí abajo extrae despojos de hebras pringosas que va
exponiendo a la luz y enhebrando con irisadas sílabas
de modo que la mente vuelve a su relación vital con los
cauces de comunicación: pero, por descontado, algo
de material queda sin transformar, o sea el poema
mismo; en cuanto acaban sus transmutaciones, pasa
a ser una reliquia que a veces solo logran degradar
generaciones o series de generaciones por todo el país:
un verdadero palo en el fluir: algo de luz sobrante
que estorba el discurrir de la luz: los poemas mismos,
al procesar y revitalizar tantísimo material muerto, pasan
a ser un concentrado del mismo material que a veces
no logran disolver ni la acciones más prolongadas del tiempo:
no hay que preocuparse: se cuenta con que el universo vuelva
y el concentrado de calor acendre la parva poesía
para emparvarla más: en realidad, el planeta va
a estar bien tan pronto como se baje la gente: y
para qué molestarse con residuos cancerígenos:
una explosión solar (una nova) devolverá todo a la luz:
mira: yo es que ni me preocupo: de hecho,
hay un dicho que convendría repetir en los interludios
para piano: fuera preocupaciones, alégrate: retén
este pensamiento: es la mejor protección de la vida contra
el pensamiento: cuando no puedas quitar una cosa
del mundo quítatela de la cabeza: pero no
te la quites de la cabeza sin más: eso te deja
un agujero: pon en el agujero alguna cosa
que te apetezca pensar y lo que eso no llene quedará
desplazado: la felicidad es como cualquier otra cosa:
si la consigues, deberías tener que producirla: de
ahí que la felicidad sea, según B. Googe, como
el dinero, que también hay que producir (o robar o
heredar): nuestra sociedad ha dejado claro que no
le importa mucho cómo lo consigas: el dinero es igual
que ir a la lavandería, te lo devuelven resplandeciente,
impoluto: por qué: porque el dinero (si lo tienes) es
una forma de acceso fácil al poder; negocia la manera
de pasar de inmediato al deseo y, en lo que va gastándose
camino de la satisfacción, es el deseo mismo deseándose
a sí mismo: recuerda: fuera lamentaciones, alélate: pero
lo que no compra dinero compra celebridad: celebridad
que vuelve inocuo más de su pasado que cualquier otro
medio: tú puedes levantarte donde te conviene
tener los pies de barro porque de lo contrario
impones cruelmente en el común la carga de lidiar con
tu resplandor sin protección contra tus cagadas:
las personas a salvo de acusaciones deberían
poder ser acusadas de algo: si mi pasado irrumpe
ante mí, bueno, le daré una palmada en la cabeza y
compartiremos una galleta para perro: humoradas, bagatelas,
patrañas, magdalenas, tartas de capas, el tiempo del
día a día: lluvias en la primavera más lluviosa, con
seis días por delante, y todavía bordean los charcos ribetes
relucientes de azufre, y montones de polen, la pícea
azul, sus altos picoteados de piñas: el momento indicado
para escribir es cuando no tienes nada que decir, y está
tu campo de visión sin agrietar por el prejuicio
de las vetas o venas personales, una serenidad
con sus debes saldados y sus haberes aniquilados,
una ecuanimidad circular sin contenido ni interrupción:
cuidado con los intereses de los interesados; los suyos
podrían no incluir los tuyos: confía en mi palabra:
cuando llegues a alguna cosa que no valga la pena decir
más vale que lo digas y la digas: aun así, yo querría
que en el recíproco arracimarse de formaciones,
movimientos, virajes de crestas, escaladas y ramificaciones
descendentes hubiera un sendero de preferencia, no
únicamente la patología de uno, sino un camino
estadísticamente ancho, anuncio de «la vía»: o acaso la
la compensación resulta hasta alcanzar el grado
más extremo, la vía media nada de nada y el camino
ancho tanta amplitud que no permite declarar estrechez:
papel crepé son las palabras, magras madejas, tejidos
de tergiversación: y no es asunto de sustancia
si hacen talán, talán o piruetean alzándose en espirales
extasiadas: el asunto de auténtica sustancia carece de sustancia,
un sonido inaudito en todas partes, a un paso de ventanas y
puertas tangibles: pero pinta las cáscaras brillantes como
plumas, porque se agostan: la poesía no es lógica o
conocimiento o filosofía; es acción y
placer de acción, pero dónde termina la acción
y termina el placer, corto de lógica del todo,
no un escarceo teológico, tan etéreo y delicioso:
toma incluso a mi antiguo profesor de historia, su
formidable dominio del vocabulario era solo una parte
del problema: no podía parar de hablar y ahora se encuentra
en una sala de hospital cualquiera, mascullando: así que
pon un punto aquí y allá, ve volviendo a algún punto de
cierre, da la palabra a otra persona: cierra del todo
en el vacío la plenitud de tanta reticencia
18 [*]
es que tengo que continuar, con temor a las fobias, crispado,
preocupándome por mascullantes manicomios, trabajando
en costuras y vetas de un tejido que no está diseñado para
quedar cortado y acabado como un tapiz: buscando
las inherencias que se justifiquen, las amalgamas internas
capaces de tocar un centro vivo, y con miedo
de que el diseño externo no esté predeterminado y
probablemente no quepa encontrarlo, y no se subordinen
todos estos bosquejos y componeres aislados, tal
como exige el gobierno de grandes extensiones, a
un solo efecto, un objeto aprehensible dueño
de contorno y hechura, todo el registro de millones
de aconteceres a disposición de una sola clave o tono
o imagen, una colección, una región cartografiada, definida
y con nombre: Dakota del Norte: pero las vinculantes
restricciones de rectilíneas propagaciones rectanguladoras
entran a veces con demasiadas apreturas o en centros
vivos, serpenteantes, exfoliantes, y recortan el espíritu
con demasiada brusquedad: no puedes clasificar a menos que
desmenuces: algunos dicen que hay cosas sagradas
y cosas seculares y otros dicen que todo es
sagrado o todo es secular: pero si todas las cosas
son sagradas (o seculares), entonces eso qué es:
no pueden las palabras, sujetas a los márgenes como están,
representar la entereza: de modo que, si todo es todo,
lo que es es sin más: las serpientes han sido veneradas,
pero yo considero que están más bien al lado iluminado de lo
sagrado, y aunque oscuros y viles anacoretas electrifiquen
turbios rincones con significado hasta volver paradisiacas
las limpiezas, no los creo en absoluto capaces de
simbolizar la resurrección, como lo son los escarabajos:
sin embargo, resulta evidente que en la exuberante
misericordia del dador de cosas uno no debería ser
tan parco como para pensar que la generosidad recortaría
un serpenteo de la divinidad de cualquier criatura:
conque probablemente no sea todo una cuestión
de si sagrado o secular, bueno o malo, virtuoso o
vil, sino una cuestión de medida; esto es, es
la plenitud de la misma; y todo lo que existe está
pleno de la plenitud de la misma y, sin pérdida, no
cabe explotarlo, exprimirlo, estrujarlo o sujetarlo
con finos alfilerillos: mantenerse al acecho de lo
vil (cascabeles de pantano) es una forma de prestar
atención, y prestar atención es contemplar la
maravilla y los derechos de las cosas, y así
como el temor a perder una cosa (o persona) aumenta
enormemente su valor, recelar de las víboras y
otras vorágines del pánico nos brinda la brillante mañana,
el quebradizo sol sobre el contorno de la colina antes de
pinchar un arquipegote: pueden que queden cáscaras,
tórnense tamo y levántelos el viento, al fondo mismo
de cosas como vainas venenosas o jugos de
vides letales, y así con esa división, preferiría
yo llamar todo lo demás santo, ya sabes, hasta
abrir un buen camino a la basura, tomándomelo como
si acabara, quizá, de cumplir una función sagrada o,
habiendo ya pasado por la limpieza de la descomposición,
fuera a cumplirla ahora: porque, ya sabes, las formas nunca
son formas permanentes, cambian la permanencia,
y así lo que un día es una cosa otro día es otra,
y la energía que informa toda forma pasa sin más
por la bazofia, soplando limpia como un silbido:
aquí todo este asunto es ilusorio, ya sabes,
y, aunque te dé malos sueños e indómitos deseos
y a veces te haga escupir por la noche, es
la eflorescencia misma de la fuente de hechuras,
así que aunque me pareciera el fuego digestivo encendido
en la cima del montículo un ritual purificador, el humo
blanco un incienso, alzándose tan alto como un deseo,
tan aromático como una bendición, creo que no sería yo
un blasfemo, a no ser, claro está, que nosotros en cuanto
criaturas caídas dividamos las cosas mientras nos desvivimos por
ser santos, no enterizos: las cosas van dando vueltas y
vueltas y anudan una plenitud a la que llamo
la realidad, la realidad de la sopa que incluye
todos los trozos, y en mi opinión la realidad es santa,
si a uno se le permite tener una opinión en materias
tan significativas: generalmente, la gente de ciencias
e incluso algunos humanistas seculares sostienen que si
visitas el espacio exterior inmediato no vas
a encontrar los portales del cielo sino un atascamiento
metálico a cuya velocidad te conviene tratar de mantenerte:
a similares órbitas, velocidades similares: tiempo,
espacio y cosas semejantes resultan raros, y tú
podrías golpearte en la cabeza con algún trasto
que sobresalga: pero también puede parecer lento, como
cuando un objeto que va a 18 000 ½ mph alcanza a otro
que va a 18 000 mph: podría parecer que tarda el día entero,
si allí arriba hubiera día (noche no habrá): ves lo que
quiero decir: los días son diminutos rectángulos que tuercen
dando vueltas alrededor del mundo: en realidad, los días
son durares en el eterno haz por el cual da una vuelta
(¿diariamente?) la diurna tierra: pero tú no te sientas mal
por la basura celeste, órbitas tenues y densas: está
compuesta de la misma materia que se oxida en
los asteroides o se fusiona en el sol: la basura
celeste es hasta ahora la suprema prueba de nuestra
existencia aquí, excepción hecha de aquel vehículo
que se escapó: pero perdura aún el halo de los lugares
superiores, las llamaradas como altares, residuales en los niveles
superiores de la gestión de porquería: los asteroides pueden reducir
la tierra a un aura de piedra pómez blanca como la sal con la
indiferencia con que puede dejarte descalabrado el collar
de algún misil de lanzamiento: si alguna estima merece
la vida humana, tendrá que ser la nuestra, y la apropiada
estima por la vida humana incluye todas las otras formas
de vida, hasta la vida vegetal: cuando comemos el cuerpo
de otro animal, debemos someternos al sacrificio de
notar que se ha gastado vida para entregarla
a la nuestra, y por tanto debemos cuidar la vida que
tenemos y la vida que ha costado la nuestra, y
expresar el debido agradecimiento e influir en otros
reverenciando el cruel y espléndido tejido biosférico:
a mí me encanta un poema que ha sido asimilado por entero
al movimiento, mientras que otros se quedan con un
montón inmundo de huesos, hormazo, roña de presa, plumas
de ala, muelles de catre, no suena nada mal: debidamente
dispuesta, cualquier cosa es capaz de causarme sumo placer:
a la ansiedad (al ansioso) le gusta sentarse en medio
de un vacío, un vacío que va gastando, absorbiendo
los abrojos y las aflictivas formaciones de las cosas,
en tanto que a los fríos les encantan las estimulaciones de
vergajos y tensiones, intolerables congojas e
inclinaciones, aterradores riesgos e intemperies: el
frío a un solo y placentero paso de todo
este terror: tú te imaginas: con todo, hasta los
ansiosos bajan la agitación a veces y pretenden
volver la espalda al aburrimiento de la bajada y al
aburrimiento de la ansiedad interesándose
en otra cosa: algunas veces interesarse un poco
en una cosa incluso aparta la ansiedad,
fija de nuevo la atención, quita la mente de
sí misma: un estante es un buen lugar para poner la
mente: la mente, mucho he oído yo decir
en su alabanza: solo acude a rescatarte si ya has oído
hablar de ella: los sensatos, en cambio, se han pasado
todo el rato tragando, metiendo, ysiando, peleando:
la mente es una salvadora pálida: la sopa que te trae
es más clara incluso que las altas recetas de
la ansiedad, el país zombi de lo totalmente ausente
totalmente presente: pero apacigua a los perdedores,
absorbe las distracciones de lo que existe en realidad:
hay un lugar para ella: la ansiedad puede ir y meterse en
las galerías Wanamaker, por ejemplo, y abrirse paso a
su aire en redes abrasadoras por los pasillos de las
nueve o más plantas de mercancías, sin buscar nada,
sin tropezar con nada, nada de interés: por
otro lado, nombrará la mota en el cuello de
un chaval, pensará pensamientos universales sobre
algún pedazo artificial de defenestración o
buscará en la sección de infantil, religión
u ocultismo un inexistente libro de poemas: fuera
de ahí: hala: la paciencia quiere saber aguja
e hilo y qué aceite usar con el carrete de
hilo y por qué algunas veces el mejor pedazo de
madera no coincide con lo que tienes en mente:
puestos a hablar de prosodia, la ansiedad no es muy dada
a embrollos, tales como los de los perros requisitos
de rima o forma: quedar atrapado en una consideración
deficiente o quedar atrapado sin más revoluciona
la ansiedad más de la cuenta: la ansiedad quiere que
dure ahora ya: borrón y cuenta nueva, olvida la legislación
y, la verdad, a menudo da auténtico gusto observar el
clásico movimiento que supera la complicación, como
Larry Bird camino de meter una bandeja, y a menudo
la ansiedad misma alcanza tales cotas de cúmulos
estacionarios que puede obrar milagros, y puede cuando trata
de asentar un acuerdo más sustancioso del que puede cerrar
un aburrido escandaloso: sí, sí que puede, y así es
la mejor clase de poesía, la clase que, buscando resolución
y un ir soltando con sosiego la tensión, tensa más todavía
que los intensificadores: la atenuación va montando las olas
del irse con sosiego: lo demás es barcazas naufragadas,
no un bien escarbador, y así son prácticamente todas
las otras cosas: al no tener ninguna, los escritorzuelos
escriben hasta destrozar la intensidad: pretenden conmover,
perturbar, escandalizar: muestran la ociosidad del
sentimiento simulado: el sentimiento conmueve al mover a
tomar en consideración moverse e irse: el sentimiento
auténtico destina delicadamente su peso a los demás,
los ayuda a encontrarse, a lidiar con lo adusto, lo brutal,
lo ineluctable, aligera las cargas de los desanublados
hechos: no pierden los escritorzuelos estridentes
ocasión de dramatizar y herir, justa o injustamente,
y es que temen su vacío: el más amable, el más
refinado de los lenguajes, tan poco embargado que apenas
embarga, es digno de contar los deseos más hondos,
los temores tortuosos: a los escandalosos, a los declamadores,
los escuchan los sordos: a los bisbiseantes, hasta
los silenciosos, su abundancia inestable de humor, el
poema que se queda mudo soporta lágrimas: la línea,
la línea de fuego, donde flaquean pasión y control
por el campo, esa línea resulta muy difícil
de mantener en el grado correcto sin que acometa
un lado al otro: si recojo las periferias, conseguiré
sacar semilla de dura maleza y seca fibra, fibra
como cardencha y enea y broza sobre la nieve en
invierno, puro diseño sin vida en pintado soporte.
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