A ALEJANDRO SAWA
Jamás hombre más nacido
para el placer, fue al dolor
más derecho.
Jamás ninguno ha caído
con facha de vencedor
tan deshecho.
Y es que él se daba a perder
como muchos a ganar.
Y su vida,
por la falta de querer
y sobra de regalar,
fue perdida.
Es el morir y olvidar
mejor que amar y vivir.
Y más mérito el dejar
que el conseguir.
sábado, 4 de febrero de 2017
José María Valverde, Colofón escrito al corregir las pruebas
COLOFÓN
ESCRITO AL CORREGIR LAS PRUEBAS DEL VOLUMEN
"ENSEÑANZAS DE LA EDAD"; PARA CARLOS BARRAL,
POETA Y EDITOR DE POETAS
(Y bajo el recuerdo de la "Balada de los ahorcados", de Villon)
Compañeros, poetas del futuro,
sed buenos con nosotros; intentad
comprender cómo pudo ser tan duro
este inútil vivir en vaguedad,
este fracaso, al fin debilidad.
Ahorcados nos veis, en vuestros días,
hacia el olvido, ya en bibliografías,
sólo borroso haber tradicional,
huesos al viento en las antologías,
seco polvo de tesis doctoral.
Hermanos, los poetas del mañana:
si queda entonces imaginación,
pensad qué mal negocio es esta vana
conciencia nunca en paz de los que son
poetas de una "edad de transición".
Diréis: "No dieron una, pobre gente:
hechos a lo sublime, de repente
quisieron ser reales, y era tarde."
Y no sabréis que hoy damos por valiente
al que no es peor cosa que cobarde.
Vosotros no andaréis tan divididos,
queriendo al mismo tiempo estar atentos
al yo en sus más recónditos latidos
y al dolor de los prójimos hambrientos
pisados por los ricos y violentos.
Nacidos en justicia y en cultura,
tal vez seréis voz lúcida y madura
del mundo, y, en hermosa perspectiva,
ya ni recordaréis, desde esa altura,
nuestro torpe tanteo, a la deriva.
Pero si sois benévolos, hermanos,
y encontramos merced en vuestras manos,
por ese corazón os querrán bien
poetas de otros siglos más lejanos:
¡y buena falta os puede hacer también!
ESCRITO AL CORREGIR LAS PRUEBAS DEL VOLUMEN
"ENSEÑANZAS DE LA EDAD"; PARA CARLOS BARRAL,
POETA Y EDITOR DE POETAS
(Y bajo el recuerdo de la "Balada de los ahorcados", de Villon)
Compañeros, poetas del futuro,
sed buenos con nosotros; intentad
comprender cómo pudo ser tan duro
este inútil vivir en vaguedad,
este fracaso, al fin debilidad.
Ahorcados nos veis, en vuestros días,
hacia el olvido, ya en bibliografías,
sólo borroso haber tradicional,
huesos al viento en las antologías,
seco polvo de tesis doctoral.
Hermanos, los poetas del mañana:
si queda entonces imaginación,
pensad qué mal negocio es esta vana
conciencia nunca en paz de los que son
poetas de una "edad de transición".
Diréis: "No dieron una, pobre gente:
hechos a lo sublime, de repente
quisieron ser reales, y era tarde."
Y no sabréis que hoy damos por valiente
al que no es peor cosa que cobarde.
Vosotros no andaréis tan divididos,
queriendo al mismo tiempo estar atentos
al yo en sus más recónditos latidos
y al dolor de los prójimos hambrientos
pisados por los ricos y violentos.
Nacidos en justicia y en cultura,
tal vez seréis voz lúcida y madura
del mundo, y, en hermosa perspectiva,
ya ni recordaréis, desde esa altura,
nuestro torpe tanteo, a la deriva.
Pero si sois benévolos, hermanos,
y encontramos merced en vuestras manos,
por ese corazón os querrán bien
poetas de otros siglos más lejanos:
¡y buena falta os puede hacer también!
Balada de los ahorcados de François Villon
Balada de los ahorcados’, de François Villon (1431 – ?)
Hermanos, los humanos que aún seguís con vida,
no tengáis con nosotros el corazón muy duro,
pues si queréis mostrar piedad con estos pobres,
Dios no lo olvidará y os podrá ser clemente.
Vednos aquí colgados a cinco o seis que somos,
ved aquí nuestros cuerpos, que tanto hemos mimado:
nuestra carne está ya devorada y podrida
y nosotros, los huesos, nos hacemos ceniza.
Nadie de nuestro mal debería burlarse:
más bien rogad a Dios que nos absuelva a todos.
Si hermanos os llamamos, no debéis ofenderos
ni mostrarnos desdén, aunque fuimos matados
por obra de justicia. Antes bien, ya sabéis
que todos los humanos no saben comportarse.
Disculpadnos a todos, pues estamos presentes
ante el buen Jesucristo, el hijo de María;
que no nos sea negada a ninguno su gracia
y que quiera preservarnos del fuego del infierno.
Ya estamos todos muertos, que nadie nos maldiga:
más bien, rogad a Dios que nos absuelva a todos.
La lluvia ya nos tiene mojados y lavados
y el sol nos ha secado y nos ha ennegrecido;
las urracas, los cuervos, nos sacaron los ojos
y arrancaron los pelos de cejas y de barbas.
Nunca, en ningún momento, podemos estar quietos:
hacia un lado, hacia el otro, según varía el viento,
a su antojo nos mueve, sin parar un momento,
por las aves picados lo mismo que dedales.
Así pues, no queráis veros como nos vemos:
más bien, rogad a Dios que nos absuelva a todos.
Señor Jesús, que a todos nos tienes en tus manos,
Evita que caigamos en poder del infierno:
no creo que tengamos mucho que hacer en él.
Hermanos, yo os lo juro, en esto no hago burlas;
más bien, rogad a Dios que nos absuelva a todos.
Hermanos, los humanos que aún seguís con vida,
no tengáis con nosotros el corazón muy duro,
pues si queréis mostrar piedad con estos pobres,
Dios no lo olvidará y os podrá ser clemente.
Vednos aquí colgados a cinco o seis que somos,
ved aquí nuestros cuerpos, que tanto hemos mimado:
nuestra carne está ya devorada y podrida
y nosotros, los huesos, nos hacemos ceniza.
Nadie de nuestro mal debería burlarse:
más bien rogad a Dios que nos absuelva a todos.
Si hermanos os llamamos, no debéis ofenderos
ni mostrarnos desdén, aunque fuimos matados
por obra de justicia. Antes bien, ya sabéis
que todos los humanos no saben comportarse.
Disculpadnos a todos, pues estamos presentes
ante el buen Jesucristo, el hijo de María;
que no nos sea negada a ninguno su gracia
y que quiera preservarnos del fuego del infierno.
Ya estamos todos muertos, que nadie nos maldiga:
más bien, rogad a Dios que nos absuelva a todos.
La lluvia ya nos tiene mojados y lavados
y el sol nos ha secado y nos ha ennegrecido;
las urracas, los cuervos, nos sacaron los ojos
y arrancaron los pelos de cejas y de barbas.
Nunca, en ningún momento, podemos estar quietos:
hacia un lado, hacia el otro, según varía el viento,
a su antojo nos mueve, sin parar un momento,
por las aves picados lo mismo que dedales.
Así pues, no queráis veros como nos vemos:
más bien, rogad a Dios que nos absuelva a todos.
Señor Jesús, que a todos nos tienes en tus manos,
Evita que caigamos en poder del infierno:
no creo que tengamos mucho que hacer en él.
Hermanos, yo os lo juro, en esto no hago burlas;
más bien, rogad a Dios que nos absuelva a todos.
Etiquetas:
Edad Media,
Lírica francesa,
Literatura francesa,
Siglo XV
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