sábado, 23 de abril de 2016

Poemas atribuidos a Shakespeare de El peregrino apasionado




   Cuando jura mi amada estar hecha de verdades,
aunque sé que me miente, realmente la creo,
sólo por que me crea un joven inexperto,
poco diestro en las falsas estafas de este mundo.

    Pienso de esta manera que joven le parezco, 5
aunque de sobra sabe que ya no soy tan joven.
Ingenuamente doy crédito a sus mentiras
ya que los dos negamos la sencilla verdad.

    Pero, ¿por qué no dice que es falsa y embustera?
¿y por qué yo no digo que ya voy siendo viejo? 10
Quizás porque el engaño es conducta de amor
y en el amor la edad no quiere sumar años.

   Igual que a ella la miento, ella miente conmigo,
y mediante mentiras, nuestro error halagamos.




   Yo tengo dos amores. Consolador el uno
desesperante el otro. Tentadores espíritus.
Mi ángel bueno es un hombre, hermosamente bello
y el malo una mujer de mala catadura.

    Por llevarme al infierno, mi ángel femenino, 5
sedujo a mi buen ángel y lo apartó de mí,
pervirtiendo a mi santo y haciéndole un demonio,
sedujo su pureza con su infernal orgullo.

    Y que mi bello ángel se transformó en demonio,
es lo que me sospecho, aunque no lo aseguro, 10
pues lejos ya de mí y más aún, siendo amigos,
presiento que hay un ángel en el infierno de otro.

    Nunca sabré que pasa y viviré en la duda,
hasta que el ángel bueno expulse al ángel malo.


 ¿No fue que la retórica celestial de tus ojos,
con la que el mundo nunca discutir ha podido
quién dio a mi corazón este perjurio falso?
Los juramentos rotos no merecen castigo.



    Traicioné a una mujer, pero probarte puedo, 5
que siendo tú una diosa, no cometí traición.
Mi voto era terrestre. Tú eres amor del cielo.
Si gano tu favor, se cura mi desdicha.

    Aliento era mi voto y el aliento es vapor,
así pues, bello sol, que en esta tierra brillas, 10
exhala ese vapor que a ti te pertenece
y si quebranto el voto, la culpa ya no es mía.

    Y si lo quebrantara, ¿qué tonto no es tan listo
que por ganar la Gloria no rompa un juramento?

     Si amar me hace perjuro, ¿cómo jurar que amo?
¡No debiera jurarse sino es a la belleza!
Y aunque ante ti perjuro me mostraré constante.
Mi pensamiento es roble pero ante ti es un mimbre.

    Son tus ojos el libro que torna el buen estudio, 5
donde están los placeres que todo el mundo abarca.
Si el saber es estudio, saberse es suficiente.
Que experta es esa lengua que sabe describirte,

    e ignorarte es el alma que te ve y no se asombra.
Bien merezco el elogio por admirar tus méritos. 10
Son tus ojos el rayo de Júpiter. Tu voz,
su trueno, aunque sin ira. ¡Oh, dulce llama y música!

    ¡Celestial cómo eres no aprecies los errores,
de mis loas al cielo, con mi terrestre lengua!


    Apenas seca el sol el matinal rocío
y ya el rebaño busca la sombra por los setos,
la bella Citerea, consumida de amor,
impaciente esperaba la llegada de Adonis,

    a la sombra de un sauce que está junto al arroyo, 5
donde refresca el joven su gran melancolía.
Si cálido era el día, más ardiente está Venus,
recordando las veces que allí mismo se vieron.

    Por fin llega el mancebo, arroja el manto al suelo
y se queda desnudo a la orilla del agua. 10
El sol miraba al mundo con sus ojos gloriosos,
pero no tan ardientes, como el mirar de Venus.

    Esto lo advierte, Adonis, y se mete en el agua.
«¡Júpiter!», dijo ella, «¡quién pudiera ser ola!»


    Bella era la mañana cuando la reina Venus,
pálida por la pena cual la blanca paloma,
por culpa de aquel joven tan altanero y libre,
bajaba de lo alto de una abrupta colina.
Llega, Adonis, con perros y su cuerno de caza. 5
Ella, cándida reina, con piedad amorosa,
prohíbe al cazador pasar de aquellos límites.
«Vi», le dice, «a un hermoso y bello adolescente,
herido entre estas matas por el vil jabalí,
en uno de sus muslos. ¡Oh qué triste visión! 10
¡Mira mi muslo!», dice, «aquí estaba la herida».
Adonis mira el muslo y ve más de una herida
y huyendo sonrojado, deja a la reina sola.


    Mal suelen convivir, Vejez y Juventud.
Una es todo cuidado, la otra regocijo,
mañana veraniega frente al tiempo invernal.
Verano caluroso frente al baldío invierno,
plenitud del esfuerzo frente al aliento corto. 5
La Juventud es ágil, al Vejez achacosa.
    Osadía y calor frente al débil pasmado.
Juventud indomable frente a Vejez domada.
Vejez, yo te aborrezco ¡Oh, Juventud te adoro!
¡Oh admirable amor mío, mi amor es siempre joven! 10
Vejez, te reto. ¡Oh! Dulce pastor desaparece,
pues creo te has quedado ya demasiado tiempo.


 Si ha elegido tus ojos una dama
y has previsto el venado que tú caces,
deja que cense y rija la razón
y a tu imparcial persona la quimera.
Sírvete del consejo de algún sabio
no demasiado joven, ya casado



    Y al declarar tu voz, tu propio amor,
no suavices el tono hablando lento,
no sea que ella cele la sospecha
-el tullido descubre pronto al cojo- 10
Dile con sencillez lo que la quieres
y ofrécele tu amor y tu persona.

    Complace con tus actos su deseo.
No repares en ser muy generoso
cuando el gesto merezca la alabanza 15
al oído del oro y su contacto.
«Que no hay torre, ni villa, ni castillo,
que una bala de oro no derribe.»

    Sírvela con sumisa lealtad
y en el hablar procura ser sincero 20
y a menos que tu dama sea injusta
no pretendas cambiarla por ninguna.
Al llegar la ocasión no pierdas tiempo
en decirle tu amor, aunque te niegue.

    Aunque incline al mirarte su entrecejo, 25
sus ojos se harán claros esa tarde
y nada le valdrá mostrar su enojo
después de haber mostrado su contento.
Queriendo repetir antes del alba
aquello que su orgullo rechazaba. 30

    Aunque insista para probar su fuerza
y prohíba y batalle y todo niegue,
al final cederá su fortaleza
cuando el uso le enseñe esta razón.
«Si fuésemos tan fuertes como el hombre 35
no hubierais vos, tenido todo eso.»

    La astucia y el engaño que ella usan
no se ve cuando muestran su fachada.
Sus argucias y juegos conocidos
ni el acecho del gallo los descubre. 40
¿No sabes de refrán que bien sentencia,
que el no de una mujer no vale nada?
Piensa que la mujer al hombre toma
para pecar mejor y no ser santa.
No existe el cielo y toda santidad 45
les llega con el tiempo y con la edad.
Si el gozo de la cama fuera el beso,
las mujeres serían matrimonio.

    Mas callo, pues me temo hablo de más
y si oye mi canto la que quiero 50
no dudará en tirar de mis orejas
para que aprenda el labio a ser más cauto.
Aunque el rubor seguro que le brota
al oír traicionados sus secretos.
   Cierto funesto día vi el amor
-cuyo mes favorito es el de mayo-
una flor que agitaba su hermosura
jugando con el aire caprichoso.

    A través de sus pétalos el viento, 5
invisible, comienza a buscar paso
y el amante, enfermo ya de muerte
deseaba se hálito del cielo.

    «Aire», dijo, «así quiero triunfar,
como tú, cuando inflas tus mejillas. 10
Pero juré en el nombre de mi mano
no arrancarte jamás de tus espinas,
voto que no procede para el joven
que toma con sus manos la dulzura.

    Por ella juraría el mismo Júpiter 15
que Juno es una negra de Etiopía
y negaría el mismo ser el Júpiter
con tal de ser mortal y darte amor.»


Junto al joven Adonis, está Venus sentada
a la sombra de un mirto. Comienza a cortejarle.
Cuenta al doncel que el dios Marte la perseguía
y como sucumbieron ambos a sus encantos.

    «Así», dice, «el guerrero dios me tomó en sus brazos», 5
tomando al bello Adonis entre sus propios brazos.
«Así», dice, «el guerrero dios me dejaba libre»,
pensando que el doncel iba a imitar sus modos.

    «Así», dice, por último, «se adueñó de mis labios»,
y tomando sus labios lo besó largamente. 10
Mas al buscar aliento, él, se alejó de ella
y no quiso atender los ruegos a su gozo.

    ¡Ay! Si también pudiera tener cerca a mi dama,
para que me besara hasta que yo me fuera.


    Todo me sucedió, porque un buen día,
allá por el festivo mes de Mayo,
estaba, yo, sentado bajo un mirto
frente a un bosque dorado de arrayanes
viendo el gozo del ave y de los corzos 5
y el florecer del árbol y las plantas.
El ambiente prohibía los lamentos,
excepto los del triste ruiseñor,
ya que este pobre ave miserable
reclinaba su pecho en una espina 10
cantando la más triste cantinela.
Oírla despertaba la piedad.
¡Ay, ay, ay, ay! lloraba le pobre ave
¡Tere! otras veces exclamaba.
Y al oír su lamento de aquel modo 15
no pude contener mis tristes lágrimas,
pues su dolor, tan vivo era en su canto
que me puse a pensar en mis angustias.
¡Oh! Pobre ruiseñor que en vano lloras,
nadie se apiadará de tus dolencias. 20
El insensible árbol no te oye.
No esperes de las bestias que te animen.
El Rey Poidón ha muerto, desgraciado
y sus amigos yacen bajo lápidas.
Te ignoran tus congéneres y cantan 25
ajenos a la pena que te embarga.
Como a ti, pobre ave, de igual modo,
nadie me compadece ni consuela.
La inconstante Fortuna sonreía
mientras fuimos nosotros engañados. 30
Quien se sirve de todo adulamiento,
no suele ser amigo en la desgracia,
las palabras son galas para el viento
y al amistad difícil de encontrar.
Todos querrán servirte y ser tu amigo 35
mientras sean tus bienes generosos,
más apenas tu bolsa se vacíe,
no encontrarás en nadie ayuda alguna
y si alguno resulta generoso,
se dirá que es magnífico su gesto 40
y escuchará estos máximos halagos.
¡Qué lástima no sea nuestro rey!
Más si adicto a los vicios se somete
le tenderán mil trampas cada día
y si prefiere el goce de las damas 45
las mujeres, también le humillarán.
Que si el ceño le frunce la Fortuna,
ya puede despedirse de su fama
y aquellos que lamían bien sus manos
ya no querrán tener su compañía. 50
El amigo leal y verdadero
es oportuno siempre en su socorro,
llorará con sus ojos tu tristeza
y celará tu sueño en duermevela.
Y en la pena que tenga el corazón 55
soportará la parte que más duela.
Estas señales, ciertas, nos distinguen,
quien es amigo fiel y quien te adula.

domingo, 3 de abril de 2016

El jardín de Proserpina, de Algernon Swinburne

Tres versiones de El jardín de Proserpina, de Algernon Charles Swinburne. 

I

Traducción de Armando Roa Vial


Aquí, donde el mundo se acalla; 
aquí, donde todas las aflicciones 
se agolpan como olas exhaustas, 
o como un tumulto de muertas corrientes 
en un dudoso sueño de sueños. 
Veo crecer las verdes campiñas 
entre sembradores y labradores, 
en tiempos de cosecha y en tiempos de siega; 
un dormido mundo de arroyos. 

Cansado estoy de la alegría y la tristeza, 
de los hombres que ríen y lloran, 
y el destino que aguarda a sus cosechas. 
Los días y las horas me fastidian, 
marchitos capullos de flores estériles, 
y también los anhelos, poderes y deseos; 
dormir, solo quiero dormir. 

Aquí la vida es vecina de la muerte; 
lejos de la vista y el oído, en otras regiones, 
resuena el sollozo de las olas y de los vientos 
empujando al espíritu en frágiles embarcaciones. 
A la deriva, sin rumbo fijo. 
Mas aquí, del otro lado del mundo, 
donde nada florece, 
esos vientos no soplan. 

Aquí no brotan hierbas ni malezas; 
no hay brezos ni vid; 
entre débiles juncos donde las hojas no crecen, 
sólo mustios capullos de amapola, 
verdes racimos de Proserpina, 
para que ella exprima su vino mortal 
y lo entregue a los muertos. 

Pálidos, innumerables, sin nombre, 
inclinándose en sombríos campos de mieses 
durante toda la noche, 
esos muertos, como almas tardías, 
no acunadas en cielo o infierno alguno, 
abatidas por la neblina y la tiniebla, 
buscan el brillo de una luz 
que los aleje para siempre de las sombras. 

Mas por fuerte que sea nuestra vida, 
también algún día habremos de morir. 
Y no seremos ángeles, si ascendemos al cielo, 
ni sufriremos dolores, si caemos al infierno. 
Pero la belleza que hay en nosotros 
habrá de nublarse hasta perecer 
y nuestro amor, ya en reposo, tocará su fin. 

Allí está ella, detrás de atrios y pórticos, 
coronada de yermas hojas, 
recogiendo toda cosa mortal 
que llegue hasta sus frías e inmortales manos. 
Allí está ella, temida por el amor 
a quien supera en dulzura, 
acercando sus labios 
a tantos hombres de tierras y tiempos diversos. 

A la espera de todos nosotros, 
nacidos para morir, 
ella nos hace olvidar esta tierra, nuestra madre, 
y la vida de los frutos y las mieses. 
La primavera, las semillas y las golondrinas 
emprenden vuelo y la siguen, 
allí donde el canto del verano se ahueca 
y la vida se aleja. 

Allá van los amores marchitos, 
los viejos amores con sus alas cansadas, 
y los años perdidos y las cosas deshechas. 
Moribundos sueños de inhóspitos días, 
ciegos capuchos arrancados por la nieve, 
hojas salvajes arrastradas por el viento, 
sangrientos extravíos de arruinadas primaveras. 

Ni las tristezas ni las alegrías son seguras; 
el presente ha de morir en el mañana 
y nada hay que pueda doblegar el señorío del tiempo. 
El corazón, decaído y displicente, suspira acongojado; 
sus ojos abatidos y olvidadizos 
gimen la brevedad del amor. 

Por grande que sea nuestro apego a la vida, 
buscamos liberarnos de esperanzas y temores; 
por eso agradecemos a los dioses, 
no importa quiénes sean, 
que la vida no dure para siempre, 
que nada perturbe el dormir de los muertos, 
que hasta el río menos generoso 
haya siempre de retornar al mar. 

Porque entonces no habrá estrellas ni soles 
ni cambios de luz que puedan despertarnos; 
no habrá agua que se agite tumultuosa 
ni sonidos ni visiones; 
tampoco habrá días, estaciones, o seres luminosos; 
sólo un eterno sueño 
en una eterna noche. 

II

Otra traducción;

Aquí, donde el mundo está en calma;
         Aquí, donde todos los problemas parecen
Alboroto de vientos muertos y olas gastadas
         En dudosos sueños de sueños;
Veo crecer el campo verde
Para cosechar gente y sembrar,
Para la época de cosecha y siega,
         Un mundo soñoliento de arroyos.

Estoy cansado de lágrimas y risas,
         y hombres que ríen y lloran;
De lo que puede venir de aquí en adelante
         Para los hombres que siembran para cosechar:
Estoy cansado de días y horas,
capullos soplados de flores estériles,
Deseos y sueños y poderes
         Y todo menos dormir.

Aquí la vida tiene por vecina la muerte,
         Y lejos de ojos u oídos
Olas pálidas y vientos húmedos trabajan,
         Los barcos y los espíritus débiles gobiernan;
Conducen a la deriva, y hacia dónde
Ellos no saben quiénes hacen allí;
Pero tales vientos no soplan aquí,
         Y esas cosas no crecen aquí.

No hay crecimiento de páramo o monte bajo,
         Ni flor de brezo ni vid,
Pero capullos sin flores de amapolas,
         uvas verdes de Proserpina,
Lechos pálidos de juncos que soplan
Donde ninguna hoja florece ni se sonroja
Guarda esto donde ella aplasta
         Para los muertos vino mortal.

pálido, sin nombre ni número,
         En campos de maíz estériles,
Se inclinan y se adormecen
         Toda la noche hasta que nazca la luz;
Y como un alma atrasada,
En el infierno y el cielo sin pareja,
Por la nube y la niebla amainaron
         Sale de la oscuridad de la mañana.

Aunque uno fuera fuerte como siete,
         Él también con la muerte habitará,
Ni despertar con alas en el cielo,
         Ni llorar por dolores en el infierno;
Aunque uno fuera hermoso como las rosas,
Su belleza nubla y cierra;
Y bien, aunque el amor reposa,
         Al final no está bien.

pálido, más allá del pórtico y el portal,
         Coronada de hojas tranquilas, ella se yergue
Quien reúne todas las cosas mortales
         con frías manos inmortales;
Sus labios lánguidos son más dulces
Que el amor que teme saludarla
A los hombres que se mezclan y la conocen
         De muchos tiempos y tierras.

Ella espera el uno al otro,
         Ella espera a todos los hombres nacidos;
olvida la tierra su madre,
            La vida de las frutas y el maíz;
Y primavera y semilla y golondrina
Vuela por ella y síguela
Donde la canción de verano suena hueca
         Y las flores se desprecian.

Allá van los amores que se marchitan,
         Los viejos amores con alas más cansadas;
Y todos los años muertos se acercan,
         y todas las cosas desastrosas;
Sueños muertos de días abandonados,
Ciegos brotes que las nieves han sacudido,
hojas silvestres que los vientos se han llevado,
         Callejones rojos de manantiales arruinados.

No estamos seguros del dolor,
         Y la alegría nunca estuvo segura;
Hoy morirá mañana;
         El tiempo se rebaja al señuelo de nadie;
y el amor, desfallecido e irritable,
Con labios pero medio arrepentidos
Suspiros, y con los ojos olvidadizos
         Lloros que ningún amor soporta.

De tanto amor por vivir,
         De la esperanza y el miedo liberados,
Agradecemos con breve acción de gracias
         Cualesquiera que sean los dioses
Que ninguna vida vive para siempre;
que los muertos nunca se levantan;
Que hasta el río más cansado
         Vientos en algún lugar seguro en el mar.

Entonces ni la estrella ni el sol despertarán,
         Ni ningún cambio de luz:
Ni sonido de aguas agitadas,
         Ni sonido ni vista:
Ni hojas invernales ni vernales,
Ni días ni cosas diurnas;
Solo el sueño eterno
         En una noche eterna.

III

Traducción de E. Ehrendost.

Aquí, donde el mundo yace inmóvil,
aquí, donde todo movimiento parece
el tumulto de olas rotas y vientos muertos
en dudosos sueños de sueños,
observo el verde campo que crece
para el cultivo y la siembra del hombre,
para los tiempos de cosecha y de siega,
un adormilado mundo de arroyos.

Estoy cansado de las lágrimas y la risa,
y de los hombres que ríen y lloran;
de todo lo que pueda suceder en el futuro
con aquellos que siembran para cosechar;
estoy cansado de los días y las horas,
de los caídos capullos de estériles flores,
de los deseos, los sueños y el poder,
y de absolutamente todo salvo el reposo.

Aquí la vida tiene a la muerte por vecina,
y, muy lejos de la vista y el oído,
húmedos vientos y débiles olas palpitan
y frágiles barcas y espíritus navegan;
flotan a la deriva, y quienes allí zarpan
nunca saben a dónde arribarán;
pero no soplan tales vientos aquí
ni existen tales cosas en este lugar.

No crecen aquí ni matas ni sotos,
ni flores de brezo ni viñas;
sólo amapolas que jamás florecen,
verdes uvas de Proserpina
y pálidos lechos de ondulantes juncos
donde ninguna planta da fruto o flor,
salvo aquellas de las que el mortuorio vino
que beben los muertos es extraído.

Pálidos, sin número o nombre,
en infructíferos campos de maíz
se inclinan y dormitan toda la noche
hasta que el alba comienza a rayar
y, como un alma que llega tarde
sin compañía en el cielo y el infierno,
por las nubes y las nieblas atenuada
surge de las tinieblas la mañana.

Aunque uno sea fuerte como siete,
lo mismo con la muerte habitará,
y no despertará con alas en el cielo
ni llorará por tormentos en el infierno;
aunque uno sea bello como rosas,
su belleza se enturbiará y morirá,
y, por más que el amor descanse,
al final ya nada será igual.

Pálida, detrás de atrio y portal,
coronada con calmas hojas,
aguarda aquella que cosecha lo mortal
con frías e inmortales manos;
sus lánguidos labios son más dulces
que los del amor, que teme encontrarla,
para todos aquellos que la conocieron
en todo tiempo y todo lugar.

Ella espera por unos y otros,
por todo hombre que nació,
olvidándose de su madre la tierra
y de la vida de frutos y mieses;
y primavera, semilla y golondrina
levantan vuelo por ella y la siguen
a donde el canto del verano suena falso
y menospreciadas las flores son.

Allí van los amores marchitos,
los viejos amores de alas fatigadas;
hacia allí se arrastran los años idos
y todo lo que funesto pueda ser:
muertos sueños de días olvidados,
ciegos brotes que las nieves han helado,
rojos vestigios de abatidas primaveras
y secas hojas arrancadas por los vientos.

No estamos seguros de la tristeza,
y la alegría segura nunca fue;
el mismo hoy morirá mañana;
el tiempo ante nadie se detendrá;
y el amor, vuelto frágil e irritable,
con labios algo arrepentidos suspira
y con ojos llenos de olvido llora
por el que ningún amor pueda durar.

Por el excesivo amor a la vida,
por la falta de miedo y esperanza,
agradecemos en breves palabras,
a cualquier dios que pueda ser,
que ninguna vida dure para siempre,
que los muertos jamás asciendan
y que hasta el más cansado río
en algún punto llegue al mar.

Ni sol ni estrella surgirán entonces,
ni cambio alguno de luz;
ni fragor de aguas agitadas,
ni ningún sonido o visión;
ni hoja primaveral ni invernal,
ni día ni objeto diurno alguno;
tan sólo el eterno, eterno sueño
en la noche de la eternidad.



El himno a Proserpina de Algernon Swinburne

Es difícil traducir a Swinburne. Y no hay precedente alguno para su Himno a Proserpina. Así que solamente lo he refundido y muy libremente.

Himno a Proserpina. Tras la proclamación de la religión cristiana como oficial en Roma.

"¡Venciste, Galileo!" (frase atribuida al emperador Juliano el Apóstata, antes de morir)

Ya viví suficiente tras haber visto esto: que el amor tiene fin;
la diosa y soltera y reina, cerca de mí ahora, se ha hecho mi amiga. 
Eres más que el día o el mañana, que las estaciones que ríen o que lloran;
estas pueden conceder alegría y tristeza; tú empero, Proserpina, el sueño.
Dulce es el pisado de vino y dulce el pie de la paloma;
pero un regalo más hermoso eres tú que la espuma de la uva o el amor.
Sí... ¿No es acaso Apolo, con su cabello de arpa dorada,
amargo Dios que seguir, un hermoso Dios que contemplar?
Estoy harto de canto; los laureles queman hondo y me irritan: me conformo
con descansar un poco del elogio y el placer y el dolor grave,
por los dioses ignotos, que nos dan el aliento cada día,
que sabemos son crueles como el amor o la vida, y como la muerte preciosos.
¡Oh dioses destronados y caídos, seréis aniquilados en un día!
Cuando enfurezca, el mundo será liberado y redimido de sus cadenas, dicen los hombres.
Nuevos dioses se coronan en la ciudad; sus flores han roto los tallos;
ellos son misericordiosos, vestidos de piedad, jóvenes y compasivos.
Pero su nuevo ceremonial es estéril para mí, sus días son de intemperie;
las cosas ya pasadas me bastan y los hombres que se olvidan.
El tiempo y los dioses andan en contienda; habitáis en medio de ella,
¡sorbed un poco de vida desde senos estériles de amor!
Yo digo que ceséis, que toméis descanso; así os digo a todos vosotros, sed en paz,
hasta que la leche amarga de su pecho y su seno estéril cesen.
¿Quieres aún llevarte todo, Galileo? Estas cosas no tomarás:
ni el laurel, ni las palmas ni el peán, ni los pechos resguardados de las ninfas;
ni sus senos más suaves que una paloma, que tiemblan con respiración anhelante;
ni todas las alas de Cupido ni ​​toda la alegría ante la muerte;
ni las notas de todas las horas que suenan como una lira sola.
Caído al profundo so las flores, con cordones de fuego parpadeante
¿les has de dar más que esto, algo más justo que todas estas cosas?
Más aún: para lo poco que vivimos, la vida tiene alas mutables.
Un poco de tiempo, y morimos. ¿Hará la vida no prosperar lo que fuere?
Porque ningún hombre bajo el cielo vive dos veces, sobrevive a su época,
y el dolor es cosa grave y el hombre tiene suficiente con sus lágrimas:
¿por qué habría de trabajar y llevar fresco duelo para ennegrecer sus años?
¡Venciste, oh pálido Galileo! ¡El mundo se ha vuelto gris con tu aliento!
Bebemos el Leteo de las cosas y en la plenitud nos alimenta la muerte.
El laurel verdece por una temporada y el amor es dulce por un día;
pero el amor crece amargo de traición y el laurel no sobrevive a mayo.
¿Sueño, vamos a dormir después de todo? Para el mundo no es dulce en extremo;
se aflojan y decaen los viejos credos y los nuevos años acarrean ruina y rendición.
El destino es un mar sin orillas y, el alma, una roca que persiste;
pero sus oídos se molieron de rugido y su cara con espuma de mareas.
¡Oh labios que desmaya la sangre, sobras de bastidores y mesas!
¡Oh fantasmales glorias de santos, ramas muertas de dioses al patíbulo!
Aunque todos ellos rebajen su espíritu y todas las rodillas se doblen,
no me arrodillo ni te adoro yo, sino que de pie miro hacia el fin.
Todos los días delicados y agradables, todos los espíritus y las penas se expulsan
a lo lejos, con la espuma presente que barre la resaca del pasado:
más allá del extremo malecón, y entre las remotas compuertas del mar,
barcos de profunda altura por el agua calados esperan una muerte fundada
impulsados por mareas invisibles, cumpliendo eventos indecibles,
blancos los ojos y venenosas las aletas de los dentados tiburones y las rizadas serpientes de mar,
arrullados por el viento que blanquea su futuro, ola del mundo.
Huyan tras él las tormentas, las profundidades vírgenes de pie desnudo;
el hueco en que se atrapa y forma el trueno como presa;
sus lados se unen al viento del norte y su sal es la lágrima de todos los hombres;
con luz de ruina y son de cambios y el pulso de los años:
con trabajo día a día y problemas de hora en hora;
que amarga como la sangre es su aspersión y sus crestas son colmillos que devoran:
que su aliento y la tormenta de su aliento son como suspiro de espíritus;
que su ruido es como ruido en un sueño, y su profundidad mayor que las raíces del mar
que la altura de sus cabezas es como la de las máximas estrellas del cielo
y los polos de la tierra en su poder tiemblan y se desnudan con el tiempo.
¿Habéis de poner freno a las honduras del mar, habéis de castigar al mar profundo con el látigo?
¿Habéis de llevar su cadena con cadenas, que es mayor que todos los dioses?
Todos vosotros como un viento deberéis pasar, como un fuego habéis de pasar y pasaréis;
sois dioses, y he aquí que moriréis, y seréis olas pasadas.
En la oscuridad del tiempo, en las profundidades de los años, en los cambios de las cosas,
llegaréis a dormir como un hombre muerto duerme, y el mundo se olvidará de reyes.
Aunque los pies de tus sacerdotes pisen donde tus señores y nuestros padres pisaron,
a pesar de que estos que eran dioses hayan muerto y tú hayas muerto siendo un Dios,
aunque delante de ti la Citerea entronizada haya caído y ocultado la cabeza,
con todo, tu reino pasará, Galileo, tu muerte caerá muerta.
Tus hombres cantarán de la doncella madre alrededor de una diosa revestida de gracia;
y donde otro era el rey el Arte será entronizada y coronada como reina.
Sí, una vez teníamos la vista puesta en otro: pero ahora ella es la reina, y diremos
que no era como tú nuestra madre, una flor en flor sobre los mares,
sino redonda, vestida con un vestido de deseo del mundo y justa como espuma,
y más veloz que el fuego ardiente, y una diosa y madre de Roma.
Deja tu vino pálido y una doncella hermana de la tristeza; la nuestra
porta cabello cargado del profundo aroma y color de las flores,
y se alza de agua de rosas blancas, de albo resplandor de plata y llama,
y se inclina a nuestro ruego y hace crecer la dulce tierra con su nombre.
Para ti llega llorando esclava entre esclavos, rechazada; pero la nuestra
llega imperial de la onda purpúrea y vacua, su pie sobre el mar.
Y las aguas maravillosas la conocen, los vientos y las formas la envuelven
y las rosas crecen más alegres, y más azul tornan las corrientes de las aguas azules.
¿Han caído nuestros señores los ídolos? Sabemos que no debemos caer.
Era muy justo que que todos cayeran, y uno más que todos ellos.
Pero vuelvo a ella todavía, tras haber visto que estará de cierto en el fin;
la diosa y soltera y reina, cerca de mí ahora, que se ha hecho mi amiga.
Hija de la tierra, de mi madre, y su corona y flor de nacimiento,
también soy, también, tu hermano. Iré, como llegué, a la tierra.
En la noche en que son lunas en el cielo tus ojos, la noche donde estás,
donde supera el silencio toda música, donde se rebasa el sueño del corazón,
cuando las amapolas son dulces como la rosa en nuestro mundo, y la rosa roja es de blanco color,
y el viento desciende débil soplando las flores de humo de la noche,
y murmullan los espíritus durmiendo a la sombra de dioses lejanos
todo se torna débil en tus oídos y hondo como el alma tenue de una estrella profunda,
en la leve luz de tu dulce rostro, bajo cielos untados de sol,
deja que mi alma encuentre con sus almas su lugar, y que olvide lo que se hace y deshace.
Entre los dioses que tienen contados los días de nuestro aliento temporal,
deja que ellos den ocupación y sueño y tú, Proserpina, danos muerte,
que ahora en ti habito y en tu silencio y tu tiempo. Lo sé:
voy a morir como mis padres murieron y a dormir como duermen.
El frágil vidrio de los años porque miramos solo un momento
conduce el alma infantil hasta el sepulcro que es el hombre.
Lo soportaba y ya no: ni reiré ni lloraré otra vez,
porque no hay Dios más fuerte que la muerte, y la muerte es un sueño.

Sem Tob y el lenguaje

2213 Mal es mucho fablar,
mas peor seer mudo;
ca non fué por' callar
la lengua, segunt cuido.

Malo es hablar mucho,
pero peor estar mudo;
que no se hizo la lengua
para callar, barrunto.

2217 Pero la mejoría
del callar non podemos
negar, mas toda vía
convien' que la contemos:

Las ventajas del callar
negar no podemos,
sino que es bien sin cesar
que las enumeremos.

2221 por que la miatad ende
quant'oyér'mos fablemos,
una lengua por ende,
dos orejas avemos.

De todo lo que oigamos,
la mitad hablemos
que una lengua y dos orejas
por eso tenemos.

2225 Quien mucho quier' fablar
sin gran sabiduría,
çierto en se callar
mejor barataría.

Quien mucho quiere hablar
sin gran sabiduría,
seguro que con callar
mejor negocio habría.

2229 El Sabio, que loar
el callar bien quería
e 'l fablar afear,
esta razón dezía:

El Sabio, que loar
el callar bien quería
y el hablar afear
esta razón decía:

2233 "Si fuesse el fablar
de plata figurado,
figurarie 'l callar
de oro apurado.

"Si el hablar fuese
como de plata formado
el callar sería
de oro repujado"

2237 De bienes del callar,
la paz uno de çiento;
de males del fablar
el menor es el riebto";

De los bienes del callar
la paz es uno entre ciento;
de los males del hablar
el menor es la crítica.

2241 e dizie más, a buelta
de mucha mejoría
qu' el callar ha, que ésta
sobrel fablar avía:

y decía también,
que entre muchas ventajas
que el callar tiene,
que tenía la siguiente sobre el hablar:

2245 sus orejas fazían
pro solament' a él;
de su lengua avían
los otros pro, non él:

Sus orejas le traían
provecho solo a él;
de su lengua lo sacaban
los otros, no él:

2249 "Conteçe al qu' escucha
a mí, quando yo fablo,
qu'él del bien s' aprovecha,
e riébtame lo malo";

"Sucede al que me escucha
a mí cuando yo hablo
que aprovecha lo bueno
y me censura lo malo";

2253 el Sabio por aquesta
razón callar quería,
porque su fabla presta
sól' al que la oía;

Por esta razón el Sabio
prefería callar razones,
porque su habla beneficia
solo al que la oye;

2257 e querie castigarse
en otro él callando,
más que se castigasse
otro en él fablando.

y quería aprender
de otro él callando
más que aprendiese
otro de él hablando

2261 Las bestias han afán
e mal por non fablar,
e los omres lo han
lo más por non callar.

Las bestias pasan trabajos
y males por no hablar,
y los hombres los pasan
más veces por no callar.

2265 El callar tienpo pierde,
e no l' pierd' el fablar;
por end' omre non puede
perden por el callar:

2269 el que calló razón
que l' cunpliera fablar,
no l' menguará sazón,
nin perdió por callar;

El que calló palabras que le correspondía pronunciar, no le faltará ocasión y nada ha perdido por callarse;

2273 mas quien fabló razón
que deviera callar
perdió y ya sazón
que non podrá cobrar.

pero quien pronunció palabras que hubiera debido callar perdió con ello ya una ocasión que no podrá recobrar.

2277 Lo que oy se callare
pued' se lo cras fablar,
mas lo que oy s' fablare
ya non se pued' callar:

Lo que hoy se calle se puede decir mañana, pero lo que hoy se diga no se puede ya callar:

2281 lo dicho dicho es;
lo que dicho non has,
dezirlo has después;
si oy non, será cras.

lo dicho dicho está; lo que no has dicho, lo dirás después; si hoy no, mañana será.

2285 Fabla qu' y non podemos
ningún mal afeyar
es la que espendemos
en loar el callar.

Un habla que no podemos en ella censurar ningún vicio es la que gastamos en alabar el callar.

2289 Pero, por que sepamos
que non ha mal sin bien
e bien e mal digamos
a cab' ellos, si tien',

Sin embargo, para que sepamos que no hay mal sin bien y digamos el bien y el mal el uno con el otro, si cabe,

2293 pues atant' denostado
el fablar ya avemos,
seméjame guisado
d' oy más que lo loemos;

una vez que ya hemos criticado tanto el hablar, me parece razonable que de aquí en adelante lo alabemos;

2297 e, pues tanto avemos
loado el callar,
sus males contaremos,
loando el fablar.

y, ya que tanto hemos alabado el callar, contaremos sus males, alabando el hablar.

2301 Pues otro non lo loa,
razón es que se loe;
pues otro non l' aproa,
que s' él mesmo aproe.

Puesto que otro no lo alaba, es justo que se alabe; puesto que otro no lo aprueba, que se apruebe él mismo.

2305 Con el fablar dixiemos
mucho bien del callar;
callando non podemos
dezir bien del fablar.

Con el hablar dijimos mucho bien del callar; callando no podemos decir bien del hablar.

2309 Por ende es derecho
que sus bienes contemos;
ca bienes ha él fecho
por que no l' olvidemos.

Por tanto, es justo que enumeremos sus bienes; pues tales bienes ha hecho él como para que no lo olvidemos.

2313 Por que tod' omre vea
que en el mundo cosa
non ha del todo fea
nin del todo fermosa,

Para que todo hombre vea que no hay cosa en el mundo ni del todo fea ni del todo hermosa,

2317 e el callar jamás
del todo no l' loemos,
si non fablás'mos, más
que bestias non baldriemos;

y nunca el callar lleguemos a alabar del todo, si no hablásemos, no valdríamos más que animales;

2321 si los sabios callaran,
el saber se perdiera;
si ellos non fablaran,
deçiplo non oviera.

si los sabios callaran, el saber se perdería; si no hablaran ellos, no habría discípulo.

2325 El fablar estrañamos
por seer él muy noble
e que pocos fallamos
que l' sepan commo cunple;

El hablar lo rechazamos por ser él cosa muy noble y que hallamos pocos que lo sepan usar como es debido;

2329 mas el que sabe bien
fablar, non ha tal cosa:
quien diz' lo que convien'
e lo demás escusa

pero cuando uno sabe hablar bien, no hay cosa comparable: quien dice lo que corresponde y lo demás lo elude,

2333 por bien fablar onrrado
será en toda plaça;
por él será nomrado
e ganará andança.

por hablar bien recibirá honores en todas las plazas públicas; por ello tendrá renombre y ganará prosperidad.

2337 Por razonarse bien
es el omre amado
e sin salario tien'
los omres a mandado.

Por discurrir bien se le ama al hombre y, sin pagarles salario, tiene a los hombres a su mandar.

2341 Cosa de menos costa
que tamaña pro tenga
non ha commo respuesta
buena, corta o luenga,

Cosa de menos coste y que tenga tanta cuenta, no hay otra como la buena respuesta, sea corta o larga,

2345 nin tan fuerte gigante
commo la lengua tierna
e que assí quebrante
a la saña la pierna.

ni gigante tan fuerte como la lengua tierna y que pueda de tal modo quebrar las fuerzas de la ira.

2349 Ablanda la palabra
buena la dura cosa,
e la veluntad agra
faz' dulçe e sabrosa.

La buena palabra ablanda la cosa dura, y torna dulce y agradable la voluntad áspera y agria,

2353 Si término oviesse
el fablar devisado
(que dezir non podiesse
si non lo aguisado),

Si el hablar tuviese unos límites bien marcados, de modo que no pudiese decir más que lo oportuno,

2357 en mundo non avría
cosa tant' preçïada;
la su gran mejoría
non podrie ser contada;

no habría en el mundo cosa tan preciada; sus grandes ventajas no podrían contarse;

2361 mas porque ha poder
de mal se razonar,
por end' el su perder
es más qu' el su ganar;

pero, como tiene la posibilidad de explicar mal su pensamiento, por eso es que sus pérdidas son más que sus ganancias;

2365 que los torpes mil tanto
son que los que entienden,
e non saben en quánto
peligro caer pueden.

que los brutos son mil veces más que los inteligentes, y no saben en todos los peligros que pueden caer.

2369 Por el fablar por ende
es el callar loado,
mas pora el qu' entiende
mucho es denostado;

Así es que por medio del habla se alaba el silencio; pero, en lo que toca al inteligente, merece mucha censura;

2373 ca el qu' aperçebir
se sabe en su fabla,
sus bienes escrevir
-non los cabría tabla.

pues el que en su habla sabe mantenerse alerta, no habría tabla de contabilidad en que cupiera la cuenta de sus beneficios.

2377 Buenos nomres sabemos
al fablar apellar
quantos males podemos
afeyar al callar:

Al hablar sabemos denominarlo por tantos buenos nombres cuantos son los males que al callar podemos reprocharle:

2381 el fablar es clareza,
el callar escureza;
el fablar es franqueza
e 'l callar escasseza,

el hablar es claridad, el callar oscuridad; el hablar es generosidad y el callar avaricia,

2385 el fablar ligereza
e el callar pereza,
e el fablar riqueza
e el callar pobreza,

el hablar prontitud y el callar lentitud, y el hablar riqueza y el callar pobreza,

2389 el callar torpedat
e el fablar saber;
e callar çeguedat,
fablar vista aver.

El hablar representa al callar y a sí mismo; no sabe el callar ni de otra cosa ni de sí mismo;

2393 Cuerpo es el callar
e el fablar su alma;
omre es el fablar
e el callar su cama;

Cuerpo es el callar y el hablar su alma; hombre es el hablar y el callar su cama;

2397 el callar es dormir,
el fablar despertar;
el callar es premir,
el fablar levantar;

el callar es dormir, el hablar despertar; el callar es reprimir y rebajar, el hablar liberar y levantar;

2401 el callar es tardada
e el fablar aína;
el fablar es espada
e 'l callar su vaína.

el callar es tardanza y el hablar enseguida; el hablar es espada y el callar su vaina.

2405 Talega es callar,
e el algo que yaze
en ella es fablar,
que provecho non faze

Una bolsa es callar, y el dinero que hay en ella es hablar, que no aprovecha para nada

2409 en quanto ençerrado
en ella estovier':
non será más onrrado
por ello cuyo fuer'.

en tanto que en ella esté encerrado: no recibirá por ello más honores aquél de quien él sea.

2413 El callar es ninguno,
que non mereçe nomre;
el fablar es alguno:
por él es omre omre.

El callar no es nadie, que no merece nombre; el hablar es alguien: por él es hombre uno.

2417 Figura el fablar
al callar e a sí;
non sabe el callar
de otre nin de sí;

El hablar representa al callar y a sí mismo; no sabe el callar ni de otra cosa ni de sí mismo;

2421 el fablar sabe bien
el callar razonar,
que mal guisado tien'
de s' lo gualardonar.

el hablar bien sabe discurrir sobre el callar, el cual mal avío tiene de poder pagárselo.