sábado, 23 de febrero de 2008

Oda al Ruiseñor de John Keats

Oda al ruiseñor, de John Keats

Versión de Ángel Romera.

I


Mi corazón duele y un sopor sufriente niega
mis sentidos, como si haber apurado la cicuta
o vaciado hasta las heces una droga lenta
hubiera hace un momento,
y hacia fuente sin recuerdos yo me hundiera;
no por envidia de tu ser feliz,
sino por ser feliz en tu felicidad,
cuando tú, alada leve ninfa del boscaje
en un rincón melódico
de hayas verdes y sombras muchas
cantas el verano a pleno pecho desatado.


II


¡Oh! ¡Por un trago de vino conservado
largamente en lo profundo de la tierra,
con sabor de Flora y verde campo,
de baile y madrigal de Provenza y risa de oro!
¡Oh! Por una copa rebosante de tibio sur,
colmada de Hipocrene fiel y casta,
con breves burbujas borbollando sobre el borde
y púrpura su boca, que pudiera beber,
y dejar el mundo sin ser visto,
y contigo perderme tras  el telón del bosque.


III


Lejos perderme disuelto y olvidar casi
lo que entre hojas nacido tú nunca conociste:
las fatigas, fiebres y ansiedades
de aquí, donde todos se cuentan sus dolencias,
donde el temblor agita las tristes últimas canas,
donde un joven se vuelve enflaquecido, espectral y muerto:
donde pensar es expulsar angustias y tristezas
desde párpados plúmbeos,
donde lo bello no puede mantener sus ojos
ardiendo ni un amor nuevo los desea sino un día.


IV


¡Lejos, lejos! Pues a ti volaré,
no en el carro de Baco tirado por leopardos,
sino en las alas invisibles de la poesía,
aunque lenta la mente se anonade y perezosa,
¡al fin contigo! Tierna es la noche
y la reina Luna acaso se alza en su trono
de muchedumbre de hadas de luz rodeada,
aunque aquí no ilumina
sino la que del cielo acude soplada por las brisas
por verde penumbra y sinuosos y húmedos caminos.


V


No distingo qué flores tenga más abajo de mis pies,
ni el perfume suave que pende entre las ramas,
pero en la quieta tiniebla columbro cada aroma
con que el mes propicio dota al pasto,
matorrales y frutales del bosque
el espino albar, la eglantina pastoril,
las entrevistas violetas sepultadas entre hojas
y la primera de las hijas de Mayo,
la rosa reciente regada de rociado vino,
refugio del revuelo de las moscas en los veranos nocturnos.


VI

En la sombra escucho; y habiendo estado largo tiempo
enamorado a medias de la relajante muerte, habiéndola
invocado con suaves nombres en versos meditados
para que elevara al aire mi aliento silencioso,
¡ahora, más que nunca, me parece próspero morir,
cesar en la medianoche sin dolor
mientras tú derramas tu alma hacia fuera
en este éxtasis!Tu aún seguirías cantando, pero mi oreja sería inútil,
convertido yo en tierra para tu alto requiem.

VII

No naciste para la muerte, pájaro inmortal.
No hubo hambrienta generación que te aplastara;
La voz que escucho en esta noche fugitiva
fue escuchada antiguamente por emperador y campesino:
Tal vez la misma canción que se abrió paso
en el triste corazón de Ruth, cuando nostálgica
lloraba en medio del trigo extranjero;
la misma que muchas veces encantó
los mágicos postigos que se abren sobre la espuma
de mares peligrosos, en fantásticas tierras, derruidos.

VIII

¡Derruidos! ¡El término es como una campana
que tañe para alejarme de ti a mi solitario yo!
¡Adiós! La fantasía, duende engañoso, no puede
engañar tan bien como asegura su fama.
¡Adiós! ¡Adiós! Tu triste elegía se pierde
pasando los prados, sobre las aguas tranquilas,
arriba en el monte, y ahora se hunde hondo
en el espacio del próximo valle:
¿Fue una visión o fue un sueño en mi vigilia?
Acabada está esa música: ¿desperté o me he dormido?

Sum vermis, de Jacinto Verdaguer

SUM VERMIS

Non vivificatur nisi prius moriatur et carcere ad aetera dant vincula pennas 1ª Cor., 15, 36



Miradme aquí, Señor, a vuestras plantas,
de todo bien desnudo, enfermo y pobre,
de mi nada perdido en el abismo.
Soy gusano de tierra, por un rato
he venido a arrastrarme en mi ceniza.
Mi pobre cuna fue un grano de polvo
y otro grano ha de ser mi sepultura.
Algo quisiera ser para ofreceros,
pero Vos me queréis pequeño, inútil,
y desnudo de gloria y de prestigio.
Haced de mí lo que queráis, soy hoja
de las que el viento arrastra, gota de agua
de las que el sol, sobre la hierba, seca,
o, si queréis, motivo soy de escarnio.

Yo no soy nada, mas mi nada es vuestra;
vuestra es, Señor, y os ama y os adora.
Haced vuestro deseo; no soy digno
de andar a vuestros pies; árbol estéril,
de raíz arrancado de la tierra;
deformadme, abatidme, aniquiladme.

Venid a mí, congojas del martirio,
venid, ¡oh cruces!, mi oro y mi fortuna,
ornad mi frente, engalanad mis brazos.
Venid, laurel y palmas del Calvario,
si hoy ásperas me sois, después será,
a vuestra sombra, dulce mi descanso.
Espina del dolor, ven a pincharme;
ven a abrigarme con tu manto, injuria;
calumnia, junto a mí tu fango hacina;
miseria, ven para seguirme siempre.
Quiero ser sólo polvo del camino

donde me pisen todos los que pasen;
y quiero ser lanzado cual basura
del palacio a la calle, de la cima al abismo,
y de él hasta el torrente. Id barriendo
mis pasos a la altura y no daré
molestia, la pobreza mi tesoro ha de ser,
será el oprobio mi orgullo, y las penas mis delicias.

Desde hoy cogeré los vilipendios
y desprecios cual perlas y topacios
de la corona que en el cielo espero.
Muera este cuerpo insoportable, muera;
cansado estoy de tan pesada carga.
Volveré a la ceniza del sepulcro
de do salí, sum vermis et non homo.
Yo no nací cual la industriosa oruga
que entre las hojas de morera teje
con finísima seda su sudario.
Yo la tejo de cáñamo de penas;
mas, dentro de esta oscura sepultura,
retornaré a la vida como Vos,
y encontraré unas alas de crisálida
para volar con Vos a vuestra gloria.

A la orilla del mar, Jacinto Verdaguer

A ORILLA DEL MAR

Sobre alto promontorio que domina

las olas de la mar,
cuando en el cielo el astro rey declina
subo yo a meditar.

Al resplandor de aquella luz muriente
contemplo mi no-ser;
contemplo el mar y el cielo ¡y su grandeza
aplasta mi poder!

Esas olas, espejos estelares,
guardan tantos recuerdos,
que hoy me place mirar entre sus aguas
los sueños que murieron.

Alcé tantos castillos en sus playas
que derrumbarse vi,
con sus torres y cúpulas altivas
de oro, plata y marfil;

poemas, ¡ay! que fueron por un tiempo
juguetes del azar,
pechinas que un instante arroja el agua
y vuelve a devorar;

bajeles con sus velas que naufragan
en un día de mayo,
islas de oro que nacen y se borran
del sol al primer rayo;

ideas que me acortan la existencia
robando mi calor,
cual ráfaga que llévase la esencia
de la marchita flor.

Del corazón o de la vida toman
las olas que se van;
si nada tengo, las que ahora vienen
decidme ¿qué querrán?

Con las del mar o las del tiempo un día
al fondo he de rodar;
¿por qué, por qué, engañosa poesía,
mundos me haces crear?

¿Por qué escribir más versos en la arena?
Playa del mar del cielo,
¿cuándo podré escribir en tu gran página
con estrellas mis versos?

Caldetes, 10 enero 1883

Canto espiritual, de Ausiàs March


CANTO ESPIRITUAL


Pues que sin Ti, a Ti ninguno alcanza,
dame la mano, del suelo levántame;
y aunque la mía no tienda a la tuya,
aunque sea a la fuerza arrástrame
hacia Ti.A tu encuentro quería yo salir;
no sé por qué no hago lo que quiero;
pues cierto que mi voluntad es libre
e ignoro quién impide mi deseo.

Quiero alzarme, mas no hago lo bastante:
y es la causa el peso de mis terribles culpas;
antes de que la muerte concluya mi proceso,
dígnate, Señor, que tuyo sea, pues serio quiero;
haz que tu sangre mi duro corazón ablande :
de mal semejante a otros muchos ella curó.
Tu tardanza denuncia tu enojo;
tu piedad no halla en mí lugar .

No pequé tanto con el entendimiento
como he cargado mi voluntad de culpa.
¡Ayúdame, Señor! Mas locamente te ruego,
pues tú no ayudas sino a quien a sí mismo se ayuda,
ya cuantos a Ti se acercan
no les fallas, bien lo muestran tus brazos.
¿Qué haré, si no merezco tu ayuda,
pues sé que no me esfuerzo tanto como pudiera?

¡Perdóname que te hable locamente!
A la pasión se deben mis palabras.
Siento pavor del infierno, al cual me llevas;
quisiera volverme, y no dispongo de mis pasos.
Mas también recuerdo que redimiste al Ladrón
(tanto cuanto es claro que no bastaban sus obras);
allá donde le place, sopla tu espíritu:
ni cómo ni por qué saben los humanos.

Aunque mal cristiano sea por mis obras,
no te guardo ira, ni de nada te inculpo;
cierto sé que siempre obras bien,
y bien haces tanto dando vida como muerte:
todo es lo mismo si brota de tu poder,
por lo que loco es quien contra Ti se yergue.
Amor al mal, ignorancia del bien,
tales son las razones por las que el hombre te desconoce.

A Ti te pido que mi corazón fortalezcas,
a fin de que mi voluntad a la tuya se ligue;
y pues sé que el mundo no me aprovecha,
dame fuerzas para abandonarlo del todo,
y del placer que el bueno en Ti gusta,
alcánzame tan siquiera una migaja,
para que mi carne, que se me subleva,
quede satisfecha y deje de acosarme.

¡Ayúdame, Señor, que sin Ti no puedo moverme,
pues mi cuerpo más que paralítico está!
Tan arraigados están en mí los malos hábitos,
que el sabor de la virtud me resulta amargo.
¡Oh Señor, piedad! Renueva mi naturaleza,
que mala es por mi gran culpa;
y si muerto puedo redimir mi falta,
sea la muerte mi dulce penitencia.
Te temo más que no te amo,
y ante Ti me confieso de esta culpa;
turbada está mi esperanza,
y en mi interior hay una terrible lucha.
Te veo justo y misericordioso;
tu voluntad concede gracia al sin méritos,
y sin méritos los dones das y quitas a capricho.
¿Quién será tan justo, cuánto más yo, que no te tema?
Si el justo Job a Dios temía tanto,
¿qué no haré yo que en mis culpas nado?
Cuando pienso en el infierno donde el tiempo no existe,
se me muestra cuánto los sentidos temen.
El alma, que para contemplar a Dios fue hecha,
contra su Señor, blasfemando, se rebela.

No es el hombre quien tan gran mal ama;
entonces, ¿dónde está quien hacia tal parte camina?
Ruégote, Señor, que mi vivir acortes
antes de que peores casos me sucedan;
en dolor vivo haciendo vida perversa,
y temo aquella muerte que es eterna.

Pues aquí con mal, y allá con pena sin fin.
Tómame en el instante en que mejor me halles;
el retardarlo, no sé qué finalidad tiene;
no ha reposo quien el viaje ha de emprender.

Me duelo de no dolerme tanto como quiero
del dolor infinito, del cual dudo;
pues tal dolor no lo ampara la naturaleza,
ni puede medirlo el hombre, ni menos sentirlo.

Si es así, pobre parece mi excusa,
cuando de mi daño, que tanto es, no me espanto.
El cielo pido, y no lo aprecio lo bastante:
gran falta tengo de miedo y de esperanza.

Por más que irascible te presentes,
ello sólo es debido a nuestra ignorancia;
tu voluntad siempre es clemente,
el mal que muestras es bien inestimable.
Perdóname, Señor, si de algo te culpé,
pues me confieso ser el único culpable;
con ojos humanos juzgué tus hechos:
¡quieras darle luz a la vista del alma!

Mi voluntad a la tuya es contraria,
y enemigo tuyo soy queriendo ser amigo.
¡Ayúdame, Señor, pues me ves en tal aprieto!
Me desespero si mis méritos mides;
me enoja el que mi vida se prolongue,
y mucho dudo de que tenga término;
en dolor vivo, pues mi deseo no es firme,
y alterado en mí está el equilibrio.

Tú eres la meta donde todo acaba,
y no es final si en Ti no termina;
Tú eres el bien donde todo bien se mide,
y no es bueno quien a Ti, Señor, no se parece.
A quien te complace, dios Tú le llamas;
para que se te asemeje, mayor grado

de hombre le das; es justo, pues,
que quien al diablo complace, tome
el nombre de aquel a quien se conforma.

Si algún fin en este mundo se halla

no es auténtico fin, ya que no hace
al hombre feliz: sólo es el principio
donde lo otro termina, según el curso
que podemos entender los humanos.
Los filósofos que el final pusieron
en sí mismos, está visto que son
seres discordes: señal cierta
de que en la verdad no se fundaron;
por consiguiente, al hombre no satisfacen.

La ley judaica por sí misma no bastaba

(no se entraba con ella en el Paraíso),
sino en cuanto fue principio de la nuestra,
por lo que puede decirse que las dos son una.
Así, toda meta totalmente humana
no da reposo ni término al deseo, mas tampoco
sin ella el hombre alcanza la otra;
San Juan anunció la llegada del Mesías.
No tiene reposo quien otro fin persigue,

pues la voluntad en nada más descansa;
es cosa sabida, y no caben sutilezas,
que, si no es en Ti, el deseo no termina.

Así como los ríos a la mar se apresuran,
así todos los fines en Ti se cumplen.
Puesto que te conozco, ayúdame a amarte.
¡Que el amor venza al miedo que te tengo!
Y si tanto amor como quiero no siento,

aumenta mi miedo para que, temiendo,
no peque,pues no pecando, perderé aquellos
hábitosque en mí fueron la causa de no amarte.
Mueran quienes de Ti se apartaron;
casi me dieron muerte y me impiden vivir .
¡Oh Señor! Haz que mi vida se prolongue,
ya que creo que hacia Ti camino.

¿Quién me enseñará a excusarme ante Ti,
cuando tenga que rendirte mis mal
ordenadas cuentas?Tú me diste
un camino derecho,y yo hice de la regla
una hoz muy curva;enderezarla quiero,
mas preciso tu ayuda.Ayúdame, Señor,
pues débiles son mis fuerzas;deseo saber
qué destino me reservas:para Ti es presente,
pero para mí incierto futuro.

No te pido que me des salud corporal
ni bien alguno natural o de fortuna,
pero sí que tan sólo a Ti, Señor, te ame,
pues bien cierto sé que el mayor bien
de ello nace.Por consiguiente, no siento
altas delectaciones
ya que no me hallo bien dispuesto
a sentirlas;pero hasta el más grosero
de los hombres sabe
que, sobre todos, el mayor bien es deleitable.

¿Qué día será en que la muerte ya no tema?
Será cuando de tu amor yo me inflame,
y ello no es posible sin menospreciar la vida;
haz que por Ti yo desprecie la mía.
Debajo de mí, entonces, estarán las cosas
que ahora veo pasar sobre mis hombros;
quien no teme a las garras del fiero león,
mucho menos temerá al aguijón de la avispa.

Ruégote, Señor, que me hagas insensible
para que nunca más ciertos deseos sienta,
no tan sólo los feos que te contrarían,
sino también aquellos que te son indiferentes.
Tal deseo, para poder pensar sólo en Ti
y poder buscar el camino que a Ti lleva;
hazlo, Señor, y si de esto me arrepiento,
encuentre ya para siempre tus oídos sordos.

Quítame el dolor de ver cómo pierdo el tiempo,
pues, doliéndome, no puedo amarte como deseo
y quiero hacerlo aunque la costumbre me lo impida;
en tiempos pretéritos me cargué de culpas.
Tanto valgo yo como otros que no te sirvieron,
ya ellos diste no menos bien del que te pido;
por ello te suplico, Señor, que entres en mi corazón,
ya que en otros más abominables penetraste.

Católico soy, mas la Fe no me da calor,
pues la apaga el lento frío de los sentidos.
Mas ya dejo lo que mis sentidos sienten
y en el Paraíso creo por fe, pero con razón juzgo.
La parte del espíritu está pronta,
mas la de los sentidos sólo arrastrándola se acerca;
socórreme, pues, Señor, con el fuego de la fe,
hasta el punto en que mi parte fría se abrase.

Tú me creaste para que mi alma salvara,
y quizá sepas que haré precisamente lo contrario.
Si es así, ¿por qué, entonces, me creaste,
ya que en Ti reside el saber infalible?
Devuelve mi ser a la nada, te lo suplico;
preferible es a una eterna y oscura cárcel;
como quisiste decir acerca de Judas, yo creo
que mejor sería no haber nacido hombre.

¡Preferiría, habiendo recibido el bautismo,
no haber tornado a los brazos de la vida,
sino haber pagado a la muerte mi deuda,
con lo que ahora no viviría ya en la duda!
Más temen los humanos al infierno
que no los placeres del Paraíso juzgan;
lo que padecemos, de aquel padecer es ejemplo,
mientras el Paraíso sin sentirlo se juzga.

Dame fuerzas para tomar de mí venganza;
contra Ti obré, y con gran culpa.
Y si no lo consigo, castiga mi carne,
pero no toques mi espíritu, hecho a tu semejanza;
y, sobre todo, que mi fe no vacile
y que no tiemble mi esperanza :
no me faltará la caridad, si permanecen firmes,
y si por mi carne te pidiera, no me escuches.

¡Oh! ¿Cuándo será que mis mejillas moje
con el agua de un llanto de dulces lágrimas?
La contrición es la fuente de donde manaran:
tal es la llave que el cerrado cielo nos abre.
De la contrición, nacen las amargas,
pues antes en temor que en amor se fundan;
pero, pese a todo, dame de éstas en abundancia,
pues son camino y vía para llegar a las otras.

Versión de José Batlló


Velas y vientos cumplan mi deseo, de Ausiàs March

Velas y vientos cumplan mi deseo:
harán caminos por la mar dudosos,
contra el Maestre y el Poniente veo
Levante y el Jaloque muy furiosos,
con Griego y Tramontana, que bien creo
le ayudarán con ruegos amorosos;
porque estos cinco soplen de manera
que vuelva yo do siempre estar quisiera.

El mar hirviendo como el agua al fuego,

y su color veréis andar mudando;
traerá cualquiera cosa sin sosiego,
que sobre sí hallare estando airado;
los peces todos juntos irán luego
lugar buscando oculto y encerrado;
huyendo al mar que los crió y sustenta,
en tierra saltarán sin otra cuenta.


Los peregrinos votarán turbados

dones de cera en viéndose en sus puertos,
y el gran pavor descubrirá pecados
que en confesión no han sido descubiertos;
allí os ternán presente mis cuidados
y luego votaré mis votos ciertos,
que nunca habrá mudanza, y que en ausencia
no olvidaré vuestra gentil presencia.


La muerte temo por no verme ausente,

porque el amor por ella es acabado,
y no se partirá ni se consiente
que partir pueda de este amor sobrado;
mas vuestro poco amor me mata, y siente
el mío que en morir seré olvidado;
sólo este pensamiento me cautiva,
mas no creo que será si vos sois viva.


En yo muriendo no ha de amar ninguno,

y amor se queda en ira convertido;
mas cuando morir quiera, ¿qué importuno
será el dolor de ausencia y cuán crescido?
Si término en amor hubiera alguno,
en él yo fuera solo y escogido,
y viera vuestro amor si se extendía
o si en lo verdadero teme o fía.

Yo soy el amador más extremado,

después de los que ya no tienen vida;
por verme vivo y veros no he quejado,
¿cómo haré cuando el vivir me impida?
A bien o mal estoy aparejado,
mas no cabe en mi hado haber guarida;
que yo con humildad lo estó esperando,
la puerta le abro y allí estoy velando.

Deseo aquello que ha más de costarme,

y la esperanza de esto me recrea;
mi vida no querrá, ni aun yo, salvarme
de un caso fiero, y pido a Dios que sea;
las gentes todas luego podrán darme
más fe que no al amor, como se vea
que en actos su poder será mostrado,
y en hechos mostraré lo que he hablado.

(Traductor: Jorge de Montemayor, 1560)



Versión propia (incompleta)


Que velas y vientos cumplan mis deseos
en dudosa derrota por la mar:
contra ellos se alcen Mestre y Poniente,
y Jaloque y Levante los combatan
junto a su griega amiga Tramontana
con preces humildes en el aire tembloroso,
aunque su soplo sea parcial
y los cinco compliquen mi retorno.

Hervirá el mar con su cazuela al horno
cambiando color y estado natural
y mostrará quererme todo el mal 
en un solo momento en que se encuentre;
peces grandes y chicos corran a esconderse
desde sus cercados profundos secretos
y, huyendo lo hondo que los nutre y cría
salten a la tierra sin cuidado.

Los viajeros hagan votos asustados
y promesas de cera todas hechas;
el gran pavor traerá luz a secretos
que al confesarse no fueron descubiertos,
que yo, en tal peligro, no tendré cuidado
y promesas haré que Dios me ate
de que nunca cambiará mi voluntad
y os tendré presente en todo tiempo...

ORIGINAL:


Veles e vents han mos desigs complir,
ffahent camins duptosos per la mar.
Mestre y ponent contra d’ells veig armar;
xaloch, levant los deuen subvenira
b lurs amichs lo grech e lo migjorn,
ffent humils prechs al vent tremunt
analqu’en son bufar los sia parcial
e que tots cinch complesquen mon retorn.

Bullira·l mar com la caçola ’n forn,
mudant color e l’estat natural,
e mostrara voler tota res mal
que sobre si atur hun punt al jorn;
grans e pochs peixs a recors correran
e cerquaran amaguatalls secrets:
ffugint al mar, hon son nudrits e fets,
per gran remey en terra exiran.

Los pelegrins tots ensemps votaran
e prometran molts dons de cera fets;
la gran paor traura·l lum los secrets
que al confes descuberts no seran.
En lo perill no·m caureu de l’esment,
ans votare hal Deu qui·ns ha ligats,
de no minvar mes fermes voluntats
e que tots temps me sereu de present.

Yo tem la mort per no sser vos absent,
per que Amor per mort es anullats;
mas yo no creu que mon voler sobrats
pusqua esser per tal departiment.
Yo so gelos de vostr’escas voler,
que, yo morint, no meta mi ’n oblit;
sol est penssar me tol del mon delit
- car nos vivint, no creu se pusqua fer -:

apres ma mort, d’amar perdau poder,
e sia tots en ira convertit,
e, yo forçat d’aquest mon ser exit,
tot lo meu mal sera vos no veher.
O Deu!, per que terme no y a ’n amor,
car prop d’aquell yo·m trobara tot sol?
Vostre voler sabera quant me vol,
tement, fiant de tot l’avenidor.

Yo son aquell pus estrem amador,
apres d’aquell a qui Deu vida tol:
puys yo son viu, mon cor no mostra dol
tant com la mort per sa strema dolor.
A be o mal d’amor yo so dispost,
mas per mon fat Fortuna cas no·m porta;
tot esvetlat, ab desbarrada porta,
me trobara faent humil respost.

Yo desig ço que·m pora sser gran cost,
y aquest esper de molts mals m’aconorta;
a mi no plau ma vida sser estorta
d’un cas molt fer, qual prech Deu sia tost.
adonchs les gents no·ls calrra
donar feal que Amor fora mi obrara;
lo seu poder en acte·s mostrara
e los meus dits ab los fets provare.

Amor, de vos yo·n sent mes que no·n se,
de que la part pijor me·n romandra;
e de vos sab lo qui sens vos esta.
A joch de daus vos acomparare.

Considerando en frio, imparcialmente, de César Vallejo

Considerando en frío, imparcialmente…

Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;

que lo único que hace es componerse
de días;que es lóbrego mamífero y se peina…

Considerando

que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe, suena subordinado;

que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa…

Comprendiendo sin esfuerzo

que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona…

Considerando también
que el hombre es en verdad un animal
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza…

Examinando, en fin,

sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo…

Comprendiendo

que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente…

Considerando sus documentos generales

y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito…

le hago una seña,

viene,
y le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué mas da! Emocionado… Emocionado…

Soliloquio del farero, Luis Cernuda


Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma…

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.

Me perdí luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.

Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.


Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y ergido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aun cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

Tú, verdad solitaria,
transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día;
en ti, mi soledad, los amo ahora.

Invocaciones (1934 - 1935)