El pastor Coridón ardía por el hermoso Alexis,
placer de su señor, pero sin esperanzas.
Sólo entre las densas hayas de sombrías copas
se refugiaba asiduamente. Allí, solitario,
a los montes y a las selvas inútilmente estas quejas arrojaba: 5
“¡Cruel Alexis! ¿Nada te importan mis cantos?
¿No te inspiramos ninguna compasión? ¿Me obligarás finalmente a morir?
A esta hora hasta los ganados buscan el frío y las sombras,
a esta hora ocultan las zarzas las verdes lagartijas,
y Testilis, para los segadores cansados por el abrasador verano, 10
muele ajo y tomillo, aromáticas hierbas.
Pero conmigo, mientras sigo tus huellas bajo el sol ardiente,
resuenan los arbustos por las roncas cigarras.
¿No fue suficiente soportar las iras de la triste Amarilis
y sus soberbios desprecios, o a Menalcas 15
aunque él fuese negro, aunque tú blanco?
¡Muchacho hermoso! No confíes demasiado en el color:
las blancas alheñas caen, pero los negros arándanos se recogen.
Me desprecias, y no preguntas siquiera quién soy, Alexis,
cuán rico en ganado y cuán pródigo en nívea leche. 20
Mil ovejas mías vagan por los montes de Sicilia;
no me falta leche fresca ni en verano ni en invierno.
Canto lo que solía cantar Anfión Dirceo
cuando llamaba a su ganado en el ribereño Aracinto.
Y no soy tan feo: hace poco me vi en la orilla, 25
cuando estaba el mar tranquilo, y si la imagen nunca engaña,
siendo tú el juez, no temería competir con Dafnis.
¡Ojalá quisieras vivir conmigo en los pobres campos
y en las humildes casas, y flechar ciervos
y guiar la manada de cabritos con la verde vara de malvaviscos.30
Cantando junto a mí en las selvas imitarás a Pan
(Pan fue el primero que enseñó a juntar con cera muchas cañas;
Pan cuida a las ovejas y a los pastores de ovejas)
y no temas herir tu pequeño labio con la caña:
por saber estas mismas cosas, ¿qué no hacía Amintas? 35
Tengo una flauta de siete cañas desiguales
que Dametas me regaló en otro tiempo
diciéndome al morir “tú eres ahora su segundo dueño”.
Dijo Dametas, y el estúpido Amintas me envidia.
Tengo además dos cabritos que encontré en un incierto valle, 40
salpicadas de blanco todavía sus pieles,
dos veces por día maman de la oveja: los estoy criando para ti.
Ya hace tiempo que Téstilis me ruega que se los deje llevar;
y lo hará, porque a ti te desagradan nuestros regalos.
Ven, hermoso niño: para ti ya las ninfas traen 45
cestos colmados de lirios; para ti la deslumbrante Náyade,
cortando pálidas violetas y altas amapolas, las enlaza
con el narciso y la flor del fragante eneldo;
entonces entretejiendo la casia con otras suaves hierbas
pinta los delicados arándanos con la amarilla caléndula. 50
Y yo mismo elegiré blancos frutos de tierna piel,
castañas y nueces, que amaba mi Amarilis;
agregaré oscuras ciruelas: también ellas serán celebradas;
y a ustedes, laureles, los cortaré y también a ti, mirto cercano,
para que así juntos mezclen sus dulces fragancias. 55
Eres rústico, Coridón: ni Alexis aprecia tus regalos,
ni estos podrían ser nunca superiores a los de Iolas.
¿Pero qué es lo que quise, mísero de mí? Perdido, arrojé
el vendaval sobre las flores y los jabalíes a las límpidas fuentes.
¿De quién huyes, demente? También los dioses 60
y el troyano Paris habitaron las selvas. Ocupe Palas las mansiones
que ella misma levantó: a nosotros nos deleiten sobre todo las selvas.
La leona feroz persigue al lobo, el lobo mismo a la cabrita,
la inquieta cabrita persigue a la retama en flor,
y a ti, Alexis, Coridón: a cada uno arrastra su placer. 65
Mira, los bueyes retornan arrastrando los arados suspendidos del yugo,
Y ocultándose, el sol duplica las crecientes sombras;
a mí sin embargo me quema el amor: ¿pues qué límite podría tener el amor?
¡Ah, Coridón, Coridón: qué demencia te ha poseído!
A medio podar tienes una vid en el frondoso olmo: 70
¿por qué más bien no te dispones tú mismo a tejer
con mimbres y flexibles juncos algo que necesites?
¡Encontrarás otro Alexis, si éste te desprecia!”
(Traducción de D. Battiston y M. C. Domínguez)