A LA JUVENTUD
Nordahl Grieg
Rodeado de enemigos,
parados ante la puerta,
la batalla debe lucharse:
prepárate.
Tal vez preguntes con miedo,
desamparado y expuesto:
¿con qué debería luchar,
cuál es mi arma?
He aquí tu escudo contra la ira
he aquí tu espada:
creer en nuestra vida
y en el valor del hombre.
El futuro de todos nosotros
esa es tu culpa;
muere si debes hacerlo, pero
¡sé fuerte, sé paciente!
Terror y explosiones
hay aquí también, en tu propia casa.
Detén el trabajo de la muerte,
detenlo con tu espíritu.
La guerra es desprecio por la vida,
la paz es para crear.
Utiliza tus poderes:
¡la muerte perderá!
El amor y los sueños
solo traen progreso.
Ir hacia el futuro
es pues la respuesta.
Fábricas sin desarrollar,
estrellas desconocidas:
¡construye y explora
tu propio país ya!
¡Digno es el hombre,
la tierra es rica!
La necesidad y el hambre
son una traición.
¡Aplastadlas en nombre de la vida!
La injusticia caerá
porque la luz del sol, el pan y el espíritu
son propiedad de todos.
¡Entonces las armas caerán
sin poder! La gente merece
que creemos la paz
aquí en la tierra.
La responsabilidad
es la carga del hombre;
mayor que la de los animales
es esa dignidad.
He aquí nuestro voto solemne
de hermano a hermano:
protegeremos nuestro mundo
del puño de los tiranos.
¡Defenderemos lo bello,
lo benigno y lo inocente
como cualquier madre
cuidaría de su bebé!
jueves, 28 de diciembre de 2017
Auden, Spain / España 1937
W.H. Auden (London 1907-Vienna, 1973)
I
Traducción de Silvia Camerotto
Ayer todo el pasado. El lenguaje de la medida
extendiéndose hacia China a lo largo de las rutas comerciales; la difusión
del ábaco y el dolmen;
ayer el sombrío cálculo en los climas soleados.
Ayer la evaluación del seguro con naipes,
la adivinación por agua; ayer la invención
de ruedas y relojes, la doma de
caballos. Ayer el bullicioso mundo de los navegantes.
Ayer la abolición de hadas y gigantes,
la fortaleza como un águila inmóvil oteando el valle,
la capilla construida en el bosque;
ayer el tallado de ángeles y alarmantes gárgolas.
El juicio de herejes entre las columnas de piedra;
ayer las disputas teológicas en las tabernas
y la cura milagrosa en la fuente;
ayer el Sabbath de las brujas; pero hoy la lucha.
Ayer la instalación de dínamos y turbinas,
la construcción de ferrocarriles en el desierto colonial;
ayer la lectura clásica
sobre el origen de la humanidad. Pero hoy la lucha.
Ayer la creencia en el valor absoluto de Grecia,
la caída del telón sobre la muerte de un héroe;
ayer la oración a la puesta del sol
y la adoración de los locos. Pero hoy la lucha.
Mientras el poeta susurra, aterrorizado entre los pinos,
o donde la catarata abundante canta compacta, o perpendicular
en el acantilado al lado de la torre inclinada:
‘Oh, mi visión. Oh, envíame la suerte del marinero’.
Y el investigador escruta a través de sus instrumentos
las inhumanas provincias, el bacilo viril
o el enorme Júpiter terminado:
‘Pero la vida de mis amigos. Indago. Indago.’
Y los pobres en sus refugios sin calor, dejando caer las hojas
del periódico de la tarde: ‘Nuestro día es nuestra pérdida. O atestigua
Historia —la operadora, la
organizadora, Tiempo —el refrescante río’.
Y las naciones combinan cada grito, invocando la vida
que da forma al estómago individual y ordena
el terror nocturno privado.
‘¿Acaso no encontraste la ciudad estado del aprovechado,
erigiste los vastos imperios militares del tiburón
y del tigre, estableciste el resuelto canto del petirrojo?
Intercede, oh desciende como una paloma o
un papá furioso o un ingeniero acomodaticio, pero desciende.’
Y la vida, si responde, responde desde el corazón
y los ojos y los pulmones, desde los negocios y las plazas de la ciudad:
‘Oh, no, no soy el que muda;
no hoy; no para ti. Para ti, soy el
hombre del sí, el compañero de bar, el que es burlado con facilidad;
soy lo que sea que tú hagas. Soy tu promesa de ser
bueno, tu historia graciosa.
Soy tu portavoz de negocios. Soy tu matrimonio
‘¿Cuál es tu propuesta? ¿Construir la ciudad justa? Lo haré.
Estoy de acuerdo. ¿O es el pacto de suicidio, la muerte
romántica? Muy bien, acepto, porque
soy tu elección, tu decisión. Sí, yo soy España’
Muchos lo han escuchado en penínsulas remotas,
en planicies adormecidas, en las aberrantes islas del pescador,
o el corrompido corazón de la ciudad,
han escuchado y emigrado como gaviotas o las semillas de una flor.
Se aferraron como pájaros a los largos expresos que se tambalean
a través de las tierras injustas, a través de la noche, a través del túnel alpino;
flotaron sobre los océanos;
caminaron los desfiladeros. Todos entregaron sus vidas.
En esa árida plaza, ese fragmento extirpado de la caliente
África, soldada tan crudamente a la Europa creativa;
en la meseta tallada por ríos,
nuestros pensamientos tienen cuerpos; las formas amenazantes de nuestra fiebre
son precisas y vivas. Porque los miedos que nos hicieron reaccionar
ante la publicidad de medicinas y el folleto de los cruceros invernales
se han convertido en batallones invasores;
y nuestros rostros, la cara institucional, la cadena comercial, la ruina
están proyectando su ambición como el pelotón de fusilamiento y la bomba.
Madrid es el corazón. Nuestros momentos de ternura florecen
como la ambulancia y el saco de arena;
nuestras horas de amistad en un ejército popular.
Mañana, quizás el futuro. La investigación sobre el agotamiento
y la cruzada de los empaquetadores; la exploración gradual de todos los
octavos de radiación;
mañana el agrandamiento de la conciencia por dieta y respiración.
Mañana el redescubrimiento del amor romántico,
la fotografía de cuervos; todo la diversión bajo
la sombra dominante de la libertad;
mañana la hora del maestro de ceremonia y el músico,
el hermoso bramido del coro debajo de la cúpula;
mañana el intercambio de consejos sobre la cría de terriers,
la entusiasta elección de presidentes
por la repentina arboleda de manos. Pero hoy la lucha.
Mañana para los jóvenes poetas explotando como bombas,
las caminatas por el lago, las semanas de perfecta comunión;
mañana las carreras de bicicleta
a través de los suburbios en las tardes de verano. Pero hoy la lucha.
Hoy el incremento deliberado de las posibilidades de muerte,
la aceptación consciente de la culpa en el asesinato necesario;
hoy el consumo de poderes
en el chato efímero panfleto y la aburrida asamblea.
Hoy los consuelos improvisados: el cigarrillo compartido,
los naipes en el granero con luz de vela, y el concierto estridente,
los chistes masculinos; hoy el
abrazo a tientas e insatisfactorio antes de herir.
Las estrellas están muertas. Los animales no aparecerán.
Nos quedamos solos con nuestro día, y el tiempo es corto, y
la historia puede decir ¡ay!
a los derrotados, pero no puede ayudar ni perdonar.
I
Traducción de Silvia Camerotto
Ayer todo el pasado. El lenguaje de la medida
extendiéndose hacia China a lo largo de las rutas comerciales; la difusión
del ábaco y el dolmen;
ayer el sombrío cálculo en los climas soleados.
Ayer la evaluación del seguro con naipes,
la adivinación por agua; ayer la invención
de ruedas y relojes, la doma de
caballos. Ayer el bullicioso mundo de los navegantes.
Ayer la abolición de hadas y gigantes,
la fortaleza como un águila inmóvil oteando el valle,
la capilla construida en el bosque;
ayer el tallado de ángeles y alarmantes gárgolas.
El juicio de herejes entre las columnas de piedra;
ayer las disputas teológicas en las tabernas
y la cura milagrosa en la fuente;
ayer el Sabbath de las brujas; pero hoy la lucha.
Ayer la instalación de dínamos y turbinas,
la construcción de ferrocarriles en el desierto colonial;
ayer la lectura clásica
sobre el origen de la humanidad. Pero hoy la lucha.
Ayer la creencia en el valor absoluto de Grecia,
la caída del telón sobre la muerte de un héroe;
ayer la oración a la puesta del sol
y la adoración de los locos. Pero hoy la lucha.
Mientras el poeta susurra, aterrorizado entre los pinos,
o donde la catarata abundante canta compacta, o perpendicular
en el acantilado al lado de la torre inclinada:
‘Oh, mi visión. Oh, envíame la suerte del marinero’.
Y el investigador escruta a través de sus instrumentos
las inhumanas provincias, el bacilo viril
o el enorme Júpiter terminado:
‘Pero la vida de mis amigos. Indago. Indago.’
Y los pobres en sus refugios sin calor, dejando caer las hojas
del periódico de la tarde: ‘Nuestro día es nuestra pérdida. O atestigua
Historia —la operadora, la
organizadora, Tiempo —el refrescante río’.
Y las naciones combinan cada grito, invocando la vida
que da forma al estómago individual y ordena
el terror nocturno privado.
‘¿Acaso no encontraste la ciudad estado del aprovechado,
erigiste los vastos imperios militares del tiburón
y del tigre, estableciste el resuelto canto del petirrojo?
Intercede, oh desciende como una paloma o
un papá furioso o un ingeniero acomodaticio, pero desciende.’
Y la vida, si responde, responde desde el corazón
y los ojos y los pulmones, desde los negocios y las plazas de la ciudad:
‘Oh, no, no soy el que muda;
no hoy; no para ti. Para ti, soy el
hombre del sí, el compañero de bar, el que es burlado con facilidad;
soy lo que sea que tú hagas. Soy tu promesa de ser
bueno, tu historia graciosa.
Soy tu portavoz de negocios. Soy tu matrimonio
‘¿Cuál es tu propuesta? ¿Construir la ciudad justa? Lo haré.
Estoy de acuerdo. ¿O es el pacto de suicidio, la muerte
romántica? Muy bien, acepto, porque
soy tu elección, tu decisión. Sí, yo soy España’
Muchos lo han escuchado en penínsulas remotas,
en planicies adormecidas, en las aberrantes islas del pescador,
o el corrompido corazón de la ciudad,
han escuchado y emigrado como gaviotas o las semillas de una flor.
Se aferraron como pájaros a los largos expresos que se tambalean
a través de las tierras injustas, a través de la noche, a través del túnel alpino;
flotaron sobre los océanos;
caminaron los desfiladeros. Todos entregaron sus vidas.
En esa árida plaza, ese fragmento extirpado de la caliente
África, soldada tan crudamente a la Europa creativa;
en la meseta tallada por ríos,
nuestros pensamientos tienen cuerpos; las formas amenazantes de nuestra fiebre
son precisas y vivas. Porque los miedos que nos hicieron reaccionar
ante la publicidad de medicinas y el folleto de los cruceros invernales
se han convertido en batallones invasores;
y nuestros rostros, la cara institucional, la cadena comercial, la ruina
están proyectando su ambición como el pelotón de fusilamiento y la bomba.
Madrid es el corazón. Nuestros momentos de ternura florecen
como la ambulancia y el saco de arena;
nuestras horas de amistad en un ejército popular.
Mañana, quizás el futuro. La investigación sobre el agotamiento
y la cruzada de los empaquetadores; la exploración gradual de todos los
octavos de radiación;
mañana el agrandamiento de la conciencia por dieta y respiración.
Mañana el redescubrimiento del amor romántico,
la fotografía de cuervos; todo la diversión bajo
la sombra dominante de la libertad;
mañana la hora del maestro de ceremonia y el músico,
el hermoso bramido del coro debajo de la cúpula;
mañana el intercambio de consejos sobre la cría de terriers,
la entusiasta elección de presidentes
por la repentina arboleda de manos. Pero hoy la lucha.
Mañana para los jóvenes poetas explotando como bombas,
las caminatas por el lago, las semanas de perfecta comunión;
mañana las carreras de bicicleta
a través de los suburbios en las tardes de verano. Pero hoy la lucha.
Hoy el incremento deliberado de las posibilidades de muerte,
la aceptación consciente de la culpa en el asesinato necesario;
hoy el consumo de poderes
en el chato efímero panfleto y la aburrida asamblea.
Hoy los consuelos improvisados: el cigarrillo compartido,
los naipes en el granero con luz de vela, y el concierto estridente,
los chistes masculinos; hoy el
abrazo a tientas e insatisfactorio antes de herir.
Las estrellas están muertas. Los animales no aparecerán.
Nos quedamos solos con nuestro día, y el tiempo es corto, y
la historia puede decir ¡ay!
a los derrotados, pero no puede ayudar ni perdonar.
II
Spain 1937
W. H. Auden
Selection:(Lines 1-4, 45-56, 89-93)
Yesterday all the past. The language of size
Spreading to China along the trade-routes; the diffusion
Of the counting-frame and the cromlech;
Yesterday the shadow-reckoning in the sunny climates.
And the life, if it answers at all, replies from the heart
And the eyes and the lungs, from the shops and squares of the city:
“O no, I am not the Mover,
Not today, not to you. To you I’m the
“Yes-man, the bar-companion, the easily-duped:
I am whatever you do; I am your vow to be
Good, your humorous story;
I am your business voice; I am your marriage.
“What’s your proposal? To build the Just City? I will,
I agree. Or is it the suicide pact, the romantic
Death? Very well, I accept, for
I am your choice, your decision: yes, I am Spain.”
(p. 2264)
The stars are dead; the animals will not look:
We are left alone with our day, and the time is short and
History to the defeated
May say Alas but cannot help or pardon.
(p. 2265)
España 1937, W.H. Auden
Selección: (Líneas 1-4, 45-56, 89-93)
Ayer todo el pasado. El lenguaje de medidas
Propagado hasta China a lo largo de rutas comerciales; la difusión
Del ábaco y del crónlech;
Ayer el recuento de sombras en soleados climas.
Y la vida, si acaso responde, desde el corazón replica
y desde ojos y pulmones, desde las tiendas y plazas de la ciudad:
‘Oh, no, no soy yo el motor;
No hoy; no para vosotros. Para vosotros soy el que
Siempre asiente, el colega del bar, al que fácil se engaña;
Soy lo que sea que quieras. Soy vuestra promesa de ser
Buenos, vuestro chiste gracioso
Soy vuestra voz en momentos serios. Soy vuestro matrimonio.
¿Qué proponéis? ¿Construir la ciudad de los justos? Bien.
De acuerdo. ¿O un pacto suicida, la Muerte Romántica? Muy bien, acepto, pues
Soy tu elección, tu decisión. Sí, soy España.’
Han muerto las estrellas. Los animales se niegan a mirar
Nos han dejado con nuestro día a solas, y el tiempo es breve, y
La Historia a los vencidos
Podrá decir lo siento pero no puede ayudar ni perdonar.
III
Versión Patricia Ogan Rivadavia-Esteban Moore
Spain 1937
W. H. Auden
Selection:(Lines 1-4, 45-56, 89-93)
Yesterday all the past. The language of size
Spreading to China along the trade-routes; the diffusion
Of the counting-frame and the cromlech;
Yesterday the shadow-reckoning in the sunny climates.
And the life, if it answers at all, replies from the heart
And the eyes and the lungs, from the shops and squares of the city:
“O no, I am not the Mover,
Not today, not to you. To you I’m the
“Yes-man, the bar-companion, the easily-duped:
I am whatever you do; I am your vow to be
Good, your humorous story;
I am your business voice; I am your marriage.
“What’s your proposal? To build the Just City? I will,
I agree. Or is it the suicide pact, the romantic
Death? Very well, I accept, for
I am your choice, your decision: yes, I am Spain.”
(p. 2264)
The stars are dead; the animals will not look:
We are left alone with our day, and the time is short and
History to the defeated
May say Alas but cannot help or pardon.
(p. 2265)
España 1937, W.H. Auden
Selección: (Líneas 1-4, 45-56, 89-93)
Ayer todo el pasado. El lenguaje de medidas
Propagado hasta China a lo largo de rutas comerciales; la difusión
Del ábaco y del crónlech;
Ayer el recuento de sombras en soleados climas.
Y la vida, si acaso responde, desde el corazón replica
y desde ojos y pulmones, desde las tiendas y plazas de la ciudad:
‘Oh, no, no soy yo el motor;
No hoy; no para vosotros. Para vosotros soy el que
Siempre asiente, el colega del bar, al que fácil se engaña;
Soy lo que sea que quieras. Soy vuestra promesa de ser
Buenos, vuestro chiste gracioso
Soy vuestra voz en momentos serios. Soy vuestro matrimonio.
¿Qué proponéis? ¿Construir la ciudad de los justos? Bien.
De acuerdo. ¿O un pacto suicida, la Muerte Romántica? Muy bien, acepto, pues
Soy tu elección, tu decisión. Sí, soy España.’
Han muerto las estrellas. Los animales se niegan a mirar
Nos han dejado con nuestro día a solas, y el tiempo es breve, y
La Historia a los vencidos
Podrá decir lo siento pero no puede ayudar ni perdonar.
III
Versión Patricia Ogan Rivadavia-Esteban Moore
España, 1937.
Ayer todo el pasado. El lenguaje del tamaño
extendiéndose hacia la China por las rutas de comercio,
la difusión del ábaco y de los dólmenes;
ayer el reconocimiento de las sombras en los climas soleados.
Ayer el avalúo de los contratos de seguro mediante fichas,
los augurios y profecías del agua; ayer la invención
de las ruedas de carro y los relojes, la doma de los potros;
ayer el bullicioso mundo de los navegantes.
Ayer la abolición de las hadas y los gigantes;
la fortaleza como un águila inmóvil vigilando el valle,
la capilla erigida en el bosque;
ayer el tallado de ángeles y de atemorizantes gárgolas.
El juicio, entre columnas de piedra, a los herejes;
ayer la discusión teológica en las tabernas
y la cura milagrosa en las fuentes;
ayer el Sabath de las brujas. Pero hoy la lucha.
Ayer la instalación de dínamos y turbinas;
la construcción de ferrocarriles en el desierto colonial;
ayer la clásica conferencia
sobre los orígenes de la humanidad. Pero hoy la lucha.
Ayer la fe en el valor absoluto de la lengua griega;
la caída del telón sobre el cadáver del héroe;
ayer la plegaria dedicada al atardecer,
y la adoración de los locos. Pero hoy la lucha.
Mientras tanto, el poeta susurra, asombrado entre los pinos
o, allí donde canta libre la cascada, compacta o enhiesta
sobre las rocas junto a la torre inclinada:
'Ah, sí, mis visiones. Oh, sí, enviame la suerte del marinero'.
Y el investigador espía a través de sus instrumentos
el territorio las provincias inhumanas, el bacilo viril
o al enorme Júpiter acabado:
'Pero y las vidas de mis amigos. Yo indago, indago'.
Y... los pobres en sus hogares sin fuego dejan caer las páginas
del diario vespertino: " Nuestro día es nuestra pérdida.
Oh, Historia mostranos al operario, al organizador, que el tiempo
nos guiará hacia el río refrescante.
Y las naciones combinan cada grito, invocando la vida
que da forma al vientre individual y ordena
en la noche los terrores privados:
'¿ No fuiste vos el que fundó la ciudad-estado de la esponja,
el que erigió los vastos imperios militares del tiburón
y del tigre, y fijaste la atrevida residencia del petirrojo?
Intervení. Sí, descendé como una paloma o
un papá furioso o un manso ingeniero: pero descendé.'
Y la vida, si acaso responde, contesta desde el corazón
y los ojos y los pulmones, desde los comercios y plazas de la ciudad.
'Ah... no, yo no soy tu energía,
al menos en el día de hoy, no para vos. Para vos soy
'el obsecuente, el compañero de copas, ese al que engañan con facilidad:
yo soy cualquier cosa que hagas; soy tu promesa
de bondad, tu anécdota humorística:
soy la voz de tus negocios; soy tu matrimonio.
'¿ Cuál es tu proposición ? ¿Construir la ciudad de los justos ? Lo haré.
Estoy de acuerdo. ¿O es el pacto suicida, la muerte
romántica? Muy bien, acepto, porque
yo soy tu elección, tu decisión: sí, yo soy España.'
Muchos lo han oído en penínsulas remotas,
en llanos adormecidos, en las aberrantes islas de pescadores,
en el corrupto corazón de la ciudad;
han oído y emigrado como las gaviotas o las semillas en flor.
Se aferraron como clavos a los largos trenes que se sacuden
a través de las tierras injustas, a través de la noche, a través del túnel
/ alpino
flotaron sobre los océanos;
caminaron sobre los pasos de montaña: vinieron a ofrendar sus vidas.
Sobre ese pedazo árido, ese fragmento arrancado del África
caliente, pegado tan crudamente a la Europa ingeniosa,
sobre aquel altiplano rayado de ríos
las formas amenazantes de nuestra fiebre se hallan precisas y vivas.
Mañana, tal vez, el futuro: las investigaciones acerca de la fatiga
y los movimientos de los empacadores; la exploración gradual de todas las
octavas de la radiación;
mañana el engrandecimiento de la conciencia con dietas y ejercicios
/respiratorios.
Mañana el redescubrimiento del amor romántico,
tomarle fotografías a los cuervos; toda la diversión bajo
la sombra dominante de la libertad;
mañana la hora del director y del músico.
Mañana, para los jóvenes, los poetas explotando como bombas,
las caminatas junto al lago, el invierno de la perfecta comunión,
mañana las carreras de bicicletas
en los suburbios en la tarde de verano: pero hoy la lucha.
Hoy el inevitable aumento de la probabilidad de muerte;
la aceptación consciente de la culpa en hechos criminales;
hoy el derroche de los poderes
en el chato efímero panfleto y la reunión aburrida.
Hoy el consuelo provisorio; el cigarrillo compartido;
los naipes en el granero iluminado por una vela, el concierto malo,
las bromas masculinas, hoy el
manoseado e insatisfecho abrazo antes de herir.
Las estrellas están muertas, los animales no desean mirar;
estamos solos con nuestro día, el tiempo es corto
y la Historia a los derrotados
podrá decirles ¡ Que pena!, pero no podrá ayudarlos, mucho menos perdonarlos.
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Lírica inglesa,
Literatura inglesa,
Siglo XX
La carga del hombre blanco, de Rudyard Kipling, y traducción
En la ratificación del Tratado de París de EE. UU. con España en 1898 tras la guerra, España tenía que renunciar a su soberanía sobre las Islas Filipinas. A ese efecto, el Senador Tillman preguntó:
¿Por qué nos empeñamos en imponerles una civilización que no les conviene, y que solo significa, en su opinión, degradación y pérdida de respeto propio, que es peor que la pérdida de la vida misma?
Cuatro días después, el 11 de febrero de 1899, el Congreso de Estados Unidos ratificó el "Tratado de Paz entre los Estados Unidos de América y el Reino de España" (Tratado de París, 1898), que estableció la jurisdicción imperial americana sobre el archipiélago de las Islas Filipinas , en el Océano Pacífico, cerca del continente asiático. Y Rudyard Kipling, que había compuesto este poema días antes para ofrecérselo a Roosevelt como una justificación del imperialismo anglosajón y de la colonización, lo publicó un día antes, el once de febrero y luego lo incluyó en su poemario The Five Nations (1903). Rubén Darío lo contestó su "A Roosevelt"
The White Man's Burden
Take up the White Man's burden —
Send forth the best ye breed —
Go bind your sons to exile
To serve your captives' need;
To wait in heavy harness,
On fluttered folk and wild —
Your new-caught, sullen peoples,
Half-devil and half-child.
Take up the White Man's burden —
In patience to abide,
To veil the threat of terror
And check the show of pride;
By open speech and simple,
An hundred times made plain
To seek another's profit,
And work another's gain.
Take up the White Man's burden —
The savage wars of peace —
Fill full the mouth of Famine
And bid the sickness cease;
And when your goal is nearest
The end for others sought,
Watch sloth and heathen Folly
Bring all your hopes to nought.
Take up the White Man's burden —
No tawdry rule of kings,
But toil of serf and sweeper —
The tale of common things.
The ports ye shall not enter,
The roads ye shall not tread,
Go mark them with your living,
And mark them with your dead.
Take up the White Man's burden —
And reap his old reward:
The blame of those ye better,
The hate of those ye guard —
The cry of hosts ye humour
(Ah, slowly!) toward the light: —
"Why brought he us from bondage,
Our loved Egyptian night?"
Take up the White Man's burden —
Ye dare not stoop to less — Nor call too loud on Freedom
To cloak your weariness;
By all ye cry or whisper,
By all ye leave or do,
The silent, sullen peoples
Shall weigh your gods and you.
Take up the White Man's burden —
Have done with childish days —
The lightly profferred laurel,
The easy, ungrudged praise.
Comes now, to search your manhood
Through all the thankless years
Cold, edged with dear-bought wisdom,
The judgment of your peers!
LA CARGA DEL HOMBRE BLANCO
Lleve la carga del hombre blanco:
envíe lo mejor de su raza,
condene a sus hijos al exilio
para servir la necesidad de los cautivos;
soporte bajo pesados arneses
a gente revuelta y salvaje,
a pueblos nuevos e iracundos
medio diablos y medio niños.
Lleve la carga del hombre blanco
con paciencia, para perdurar,
para velar la amenaza del horror;
y contemple las muestras de orgullo;
con discurso franco y simple,
cien veces más claro,
para buscar el beneficio de otro
y trabajar en la ganancia de otro.
Lleve la carga del hombre blanco,
las guerras salvajes de la paz
llene la boca del hambre
y haga que cese la enfermedad;
y, cuando su objetivo esté más cerca,
el propósito buscado para otros,
contemple la pereza y la locura paganas
y conduzca sus enteras esperanzas a la nada.
Lleve la carga del hombre blanco
sin impuras reglas de reyes,
sino con el trabajo de siervos y barrenderos,
historia de cosas comunes;
y los puertos donde no entre,
los caminos que no pisemos,
vaya a señalarlos con su vida
vaya a señalarlos con sus muertos.
Lleve la carga del hombre blanco
y coseche su antigua recompensa:
la culpa de a quienes sea mejor,
el odio de los que guarde
el grito de los anfitriones
"¡eh, despacio!" hacia la luz
-"¿Por qué nos sacó de la esclavitud,
de nuestra amada noche egipcia?"
Lleve la carga del hombre blanco:
no atreverse a ser menos,
no buscar la desmedida libertad
para ocultar el cansancio
por todo lo que llora o gime,
por todo lo que se deja o se hace;
los pueblos silenciosos y malhumorados
harán pesar sus dioses sobre usted.
Lleve la carga del hombre blanco
y hágalo en los días de su infancia
el laurel de ligero proferido
y fácil el elogio sin las trabas.
Y llegue ahora, para buscar su virilidad
tras todos estos años ingratos,
aterido, y bien cubierto de querida sabiduría,
¡al juicio de sus pares!
Este poema se ganó las críticas de Mark Twain, William James y Joseph Conrad entre otros. Rubén Darío lo respondió en cierta manera con este "A Roosevelt" de Cantos de vida y esperanza (1905)
A Roosevelt
¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.
Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de energía,
como dicen los locos de hoy.)
Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones.
No.
Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant le dijo: «Las estrellas son vuestras».
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York.
Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del gran Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.
Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!
¿Por qué nos empeñamos en imponerles una civilización que no les conviene, y que solo significa, en su opinión, degradación y pérdida de respeto propio, que es peor que la pérdida de la vida misma?
Cuatro días después, el 11 de febrero de 1899, el Congreso de Estados Unidos ratificó el "Tratado de Paz entre los Estados Unidos de América y el Reino de España" (Tratado de París, 1898), que estableció la jurisdicción imperial americana sobre el archipiélago de las Islas Filipinas , en el Océano Pacífico, cerca del continente asiático. Y Rudyard Kipling, que había compuesto este poema días antes para ofrecérselo a Roosevelt como una justificación del imperialismo anglosajón y de la colonización, lo publicó un día antes, el once de febrero y luego lo incluyó en su poemario The Five Nations (1903). Rubén Darío lo contestó su "A Roosevelt"
The White Man's Burden
Take up the White Man's burden —
Send forth the best ye breed —
Go bind your sons to exile
To serve your captives' need;
To wait in heavy harness,
On fluttered folk and wild —
Your new-caught, sullen peoples,
Half-devil and half-child.
Take up the White Man's burden —
In patience to abide,
To veil the threat of terror
And check the show of pride;
By open speech and simple,
An hundred times made plain
To seek another's profit,
And work another's gain.
Take up the White Man's burden —
The savage wars of peace —
Fill full the mouth of Famine
And bid the sickness cease;
And when your goal is nearest
The end for others sought,
Watch sloth and heathen Folly
Bring all your hopes to nought.
Take up the White Man's burden —
No tawdry rule of kings,
But toil of serf and sweeper —
The tale of common things.
The ports ye shall not enter,
The roads ye shall not tread,
Go mark them with your living,
And mark them with your dead.
Take up the White Man's burden —
And reap his old reward:
The blame of those ye better,
The hate of those ye guard —
The cry of hosts ye humour
(Ah, slowly!) toward the light: —
"Why brought he us from bondage,
Our loved Egyptian night?"
Take up the White Man's burden —
Ye dare not stoop to less — Nor call too loud on Freedom
To cloak your weariness;
By all ye cry or whisper,
By all ye leave or do,
The silent, sullen peoples
Shall weigh your gods and you.
Take up the White Man's burden —
Have done with childish days —
The lightly profferred laurel,
The easy, ungrudged praise.
Comes now, to search your manhood
Through all the thankless years
Cold, edged with dear-bought wisdom,
The judgment of your peers!
LA CARGA DEL HOMBRE BLANCO
Lleve la carga del hombre blanco:
envíe lo mejor de su raza,
condene a sus hijos al exilio
para servir la necesidad de los cautivos;
soporte bajo pesados arneses
a gente revuelta y salvaje,
a pueblos nuevos e iracundos
medio diablos y medio niños.
Lleve la carga del hombre blanco
con paciencia, para perdurar,
para velar la amenaza del horror;
y contemple las muestras de orgullo;
con discurso franco y simple,
cien veces más claro,
para buscar el beneficio de otro
y trabajar en la ganancia de otro.
Lleve la carga del hombre blanco,
las guerras salvajes de la paz
llene la boca del hambre
y haga que cese la enfermedad;
y, cuando su objetivo esté más cerca,
el propósito buscado para otros,
contemple la pereza y la locura paganas
y conduzca sus enteras esperanzas a la nada.
Lleve la carga del hombre blanco
sin impuras reglas de reyes,
sino con el trabajo de siervos y barrenderos,
historia de cosas comunes;
y los puertos donde no entre,
los caminos que no pisemos,
vaya a señalarlos con su vida
vaya a señalarlos con sus muertos.
Lleve la carga del hombre blanco
y coseche su antigua recompensa:
la culpa de a quienes sea mejor,
el odio de los que guarde
el grito de los anfitriones
"¡eh, despacio!" hacia la luz
-"¿Por qué nos sacó de la esclavitud,
de nuestra amada noche egipcia?"
Lleve la carga del hombre blanco:
no atreverse a ser menos,
no buscar la desmedida libertad
para ocultar el cansancio
por todo lo que llora o gime,
por todo lo que se deja o se hace;
los pueblos silenciosos y malhumorados
harán pesar sus dioses sobre usted.
Lleve la carga del hombre blanco
y hágalo en los días de su infancia
el laurel de ligero proferido
y fácil el elogio sin las trabas.
Y llegue ahora, para buscar su virilidad
tras todos estos años ingratos,
aterido, y bien cubierto de querida sabiduría,
¡al juicio de sus pares!
Este poema se ganó las críticas de Mark Twain, William James y Joseph Conrad entre otros. Rubén Darío lo respondió en cierta manera con este "A Roosevelt" de Cantos de vida y esperanza (1905)
A Roosevelt
¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.
Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de energía,
como dicen los locos de hoy.)
Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones.
No.
Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant le dijo: «Las estrellas son vuestras».
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York.
Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del gran Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.
Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!
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Siglo XIX
Robert Frost, No queda nada de oro
Robert Frost
Nothing Gold Can Stay (1923)
Nature's first green is gold
Her hardest hue to hold.
Her early leaf's a flower;
But only so an hour.
Then leaf subsides to leaf.
So Eden sank to grief,
So dawn goes down to day.
Nothing gold can stay.
NO QUEDA NADA DE ORO
El primer verdor natural es oro,
el tono más difícil de coger.
La hoja primeriza aflora
solo en un instante.
Después la hoja se vuelve hoja.
Así el Edén se hundió en la pena,
así la aurora se mudó en el día.
No puede quedarse el oro.
Trad. de Ángel Romera.
Nothing Gold Can Stay (1923)
Nature's first green is gold
Her hardest hue to hold.
Her early leaf's a flower;
But only so an hour.
Then leaf subsides to leaf.
So Eden sank to grief,
So dawn goes down to day.
Nothing gold can stay.
NO QUEDA NADA DE ORO
El primer verdor natural es oro,
el tono más difícil de coger.
La hoja primeriza aflora
solo en un instante.
Después la hoja se vuelve hoja.
Así el Edén se hundió en la pena,
así la aurora se mudó en el día.
No puede quedarse el oro.
Trad. de Ángel Romera.
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