martes, 11 de agosto de 2015

Poetas metafísicos ingleses.


"Lección sobre la sombra", de John Donne (Gran Bretaña, 1572-1631)

Mi amor, párate un poco, que una filosofía
de amor quiero leerte. En las tres horas
que desgranamos juntos paseando,
iban a nuestro lado dos sombras que nosotros producíamos.
Ahora el sol se cierne sobre nuestras cabezas;
avanzamos pisándonos las sombras;
y ya todas las cosas se concretan
en dura claridad.
Así mientras crecían nuestros amores niños,
los disfraces, las sombras fluían de nosotros
y de nuestro cuidado. Ahora ya no es lo mismo.

Aún no había llegado aquel amor
a su grado más alto. Por eso se ingeniaba
en celarse a la vista de los hombres.

Pero si nuestro amor no se sostiene
en puro mediodía, nuevas sombras
proyectaremos al opuesto lado.
Y mientras las primeras cegaban a los otros,
las que vengan después trabajarán
sobre nosotros mismos, cegando nuestros ojos.
Si nuestro amor desmaya, declina hacia el ocaso,
tú me disfrazarás
falsamente tus actos, yo los míos.
Las sombras mañaneras se esfumaron,
pero éstas de la tarde irán creciendo
a lo largo del día.
Mas, ¡ay!, el día del amor es corto
cuando el amor desmaya.
El amor es la luz siempre creciente,
o plena e inmutable.
Y su primer minuto
después del mediodía es ya la noche.

John Donne en Songs and Sonnets (1633), incluido en Poetas ingleses metafísicos del siglo XVII   (Editorial Acantilado, Barcelona, 2000, selec. y versión de Blanca y Maurice Molho).



De George Herbert:

ALAS DE PÁJARO

Señor, tú que al hombre creaste en riqueza y abundancia
aunque él todo perdiera neciamente,
más y más decayendo,
hasta que se tornara
paupérrimo:
contigo
déjame elevarme
igual que las alondras armoniosas,
y cantar ese día tus victorias.
Entonces mi vuelo, vencerá a mi caída.

Mi tierna edad comenzó en congoja:
y con enfermedades y vergüenza
castigaste la falta de tal modo
que me torné
más débil.
A Ti
deja que me una
y que sienta este día tu victoria:
porque si rozo en ti mi ala
la aflicción apurará mi vuelo.

John Donne

CONSTANCIA DE MUJER

Ahora que has amado un día entero,
mañana cuando partas ¿Qué dirás?
¿Acaso habrás de antedatar algún voto reciente?
¿O dirás que ahora
no somos las mismas personas que ayer éramos?
¿O es que tal vez de juramentos hechos de temos reverente
del Amor y su ira, cualquiera puede abjurar?
¿O es que así como muertes verdaderas desatan verdaderos
matrimonios,
los contratos de los amantes, imágenes de aquéllos,
unen sólo hasta que el sueño -imagen de la muerte- los libera?
¿O bien, para justificar tus propios fines
por haber cambiado tu propósito, y también tu falsedad,
no tienes otro modo de verdad que la falsía?
Vano y loco, contra esas huídas podría yo
luchar y vencer, si lo quisiera,
pero de actuar me abstengo,
pues antes de mañana, podría tener idéntica opinión.

John Donne



COMUNIDAD

Debemos amar lo bueno y odiar lo malo,
porque lo malo es malo, y lo bueno, bueno permanece,
pero hay cosas anodinas Ejemplo 2
que no podemos odiar ni amar,
pero debemos probar
hasta encontrar la inclinación de nuestro gusto.

Si, entonces, al comienzo sabia Natura hubiera hecho
a las mujeres buenas o malas,
podríamos odiar algunas y escoger otras;
pero como de tal manera las creara
que no las podemos amar ni odiar,
sólo hay una posible conclusión: podemos usar todas Ejemplo 1

Si fueran buenas se vería,
la bondad es tan visible como el verde
y ante todos los ojos se traiciona;
si fueran malas no podrían durar,
lo malo se consume a sí mismo y a los otros:
entonces, no merecen ni culpas ni elogios.

Mas ellas son nuestras cual son los frutos,
aquél que sólo prueba como aquél que devora,
o el que lo deja todo, participa también:
amores cambiados son como cambiados platos de carne;
y cuando se ha comido la semilla
¿quién no tira la cáscara?

"El saludo", de John Donne (Gran Bretaña, 1572-1631)

Por mi fe, muchas veces me pregunto
qué hacíamos tú y yo antes de querernos.
¿Como niños aún no destetados
seguíamos chupando domésticos placeres?
¿Roncábamos tal vez en la caverna
de los Siete Durmientes? Así era.
Aquel u otro placer sólo fue sueño,
y si vi alguna vez una belleza
que deseé y obtuve, no era nada
sino un sueño de ti.

Y ahora ¡buenos días!
al doble despertar de nuestras almas,
que de miedo no aciertan a mirarse.
Pues el amor gobierna
todo el amor oculto de las cosas,
y hace de un todas partes, poco espacio.
Bien está que marcharan a buscar nuevos mundos
nautas descubridores, y que muestren los mapas
un mundo y otro mundo a quien los mira;
poseamos nosotros nuestro mundo
el que tiene, el que es cada uno de nosotros.

En tus ojos mi rostro,
en los míos el tuyo se retrata,
y los rostros reflejan
dos corazones simples y leales.
¿En dónde encontraríamos mejores hemisferios,
sin crudo Norte o declinante Oeste?
Sólo mueren las mezclas desiguales:
si nuestros dos amores son uno, o tan idénticos
que ni el tuyo ni el mío cede al otro,
ninguno de los dos puede morir.

John Donne en Songs and Sonnets (1633), incluido en Poetas ingleses metafísicos del siglo XVII (Editorial Acantilado, Barcelona, 2000, selec. y versión de Blanca y Maurice Molho).

Pierre de Ronsard, Selección


De Elegía, en Sonetos para Elena, libro II


....Alors que Vesper vient embrunir nos yeux,
Tout épris d'avenir, je contemple les cieux,
En qui Dieu nous écrit, par notes non obscures,
Les sorts et les destins de toutes creatures.
Car lui, du fond des cieux regardant un humain,
Parfois mî de pitié, lui montre le chemin;
Par les astres du ciel qui sont ses caractères,
Les choses nous prédit et bonnes et contraires;
Mais les homes chargés de terres et de trépas,
Méprisent tel écrit, et ne le lisent pas.

"Mientras Véspero baja a nublarnos los ojos,
prendado de futuro, contemplo el firmamento,
en el que Dios escribe, con signos nada oscuros,
las suertes y destinos de todas las criaturas.
Pues él, desde el fondo de los cielos, mirando a algún humano
y a veces movido por piedad, le enseña el camino;
por los astros del cielo que son sus caracteres,
nos predice las cosas, o buenas o contrarias;
pero los hombres, cargados de tierra y de muerte,
desprecian tal escrito, y no lo leen".


Pierre de Ronsard

Soneto para Elena

Cuando seas anciana, de noche, junto a la vela 
hilando y devanando, sentada junto al fuego, 
dirás maravillada, mientras cantas mis versos:
«Ronsard me celebraba, cuando yo era hermosa»,

Ya no tendrás sirvienta que tales nuevas oiga 
y que medio dormida ya por la labor 
se despierte al oír el sonido de mi nombre, 
bendiciendo el tuyo con inmortal alabanza.

Yo estaré bajo tierra, y fantasma sin huesos 
reposaré junto a la sombra de los mirtos, 
y tú serás una anciana junto al hogar encogida.

Lamentando mi amor y tu desdén altivo
Vive, créeme, no aguardes a mañana: 
Coge desde hoy las rosas de la vida.


Hoy, primero de mayo, quiero, Helena, jurarte
que, por Cástor y Pólux, tus hermanos gemelos,
por la vid que se abraza rodeando los olmos,
por los prados, los bosques erizados de verde,

por la nueva estación que renace a la vida,
por el blando cristal que los ríos se llevan
y por ese milagro, ruiseñor, de los pájaros,
sólo tú vas a ser mi postrera ventura.

Sólo tú me enamoras y este amor es mi obra,
no fue azar el prendarme de tus jóvenes años;
para mí solamente tal pasión reivindico.

Me confieso hacedor de mi propia fortuna.
La virtud que te ofrezco es señal de constancia,
si me engaña virtud, adiós, bella señora.


Canción

Pierre de Ronsard

Quienquiera conocer al Amor y a su esencia,
su arco, su fuego, sus rasgos y su aspecto,
cuáles son sus maneras y qué es lo que desea,
lea estos versos: voy aquí a describirlo.

Es un placer repleto de tristeza, 
es un tormento ornado de alegría,
un desespero donde siempre se espera,
un esperar que siempre desespera. 

Es como una nostalgia de juventud perdida
es como polvo expandido en el aire,
es pintar en el aire, es pretender a una
coger el viento y blanquear un moro.

Es falsa risa y dolor verdadero,
tener herido el corazón sin lamentarse,
es volverse criado en lugar de señor,
es morir y nacer mil veces cada día.

Es cerrar a los amigos de la razón la puerta,
que triste languidece casi muerta,
para entregar la llave a la enemiga
que la recibe con el pretexto de ser amiga.

Es mil males por sólo una mirada
es estar sano y simularse enfermo,
es perjurar mintiéndose, y hacer
profesión de adular y complacer.

Es un gran fuego envuelto en poco hielo,
un bello juego relleno de falacias,
es un despecho, una guerra, una tregua,
un largo pensamiento, una palabra breve.

Es un por fuera disimular el gozo,
celando un alma que dentro solloza, 
un mal tan agradable que uno anhela
consumirse por siempre en tan bello martirio.

Es una paz sin duración apenas,
es una guerra de combate extremado,
en donde el vencido recibe toda gloria,
y el vencedor no obtiene la victoria.

Es un error de juventud que elige
aun antes la prisión que la libertad.
Es un pensamiento que entre dudas no reposa,
y por objeto sólo tiene una cosa.

En fin, Nicolás, es amor unos celos,
una fiebre en un frenesí.
¿Qué mayor mal puede haber en el mundo
que tener por señor a una mujer?

Así, pues, para que tu corazón no caiga
bajo los lazos de tan sujeta ley,
si tú me crees, ten cuidado:
el arrepentimiento llega tarde.

Emily Dickinson, Antología

Bueno es soñar. Despertar es mejor...

Emily Dickinson

Bueno es soñar. Despertar es mejor
si se despierta en la mañana.
Si despertamos a la media noche,
es mejor soñar con el alba.

Más dulce el figurado petirrojo
que nunca alegró el árbol,
que enfrentarse a la solidez de un alba
que no conduce a día alguno.

 Certidumbre

Emily Dickinson

Yo jamás he visto un yermo
y el mar nunca llegué a ver
pero he visto los ojos de los brezos
y sé lo que las olas deben ser.

Con Dios jamás he hablado
ni lo visité en el Cielo,
pero segura estoy de a dónde viajo
cual si me hubieran dado el derrotero.

A una casa de rosa no te acerques...

Emily Dickinson

A una casa de rosa no te acerques
demasiado, que estragos de una brisa
o el rocío inundándola -una gota-
abatirán su muro, amedrentado.

Y atar no intentes a la mariposa,
ni escalar setos del arrobamiento.
Hallar descanso en lo inseguro
está en el mismo ser de la alegría.

 Coloquio

Emily Dickinson

Había muerto yo por la Belleza;
me cercaban silencio y soledad,
cuando dejaron cerca de mi huesa
a alguno que murió por la Verdad.

En el suave coloquio que entablamos,
vecinos en la lúgubre heredad,
me dijo y comprendí: Somos hermanos
una son la Belleza y la Verdad.

Y así, bajo la noche, tras la piedra,
dialogó nuestra diáfana hermandad
hasta que el rostro nos cubrió la hiedra
y los nombres borró la eternidad.

La tierra tiene muchas llaves

Emily Dickinson

La tierra tiene muchas llaves.
Donde no está la melodía
está la desconocida península.
La belleza es la realidad de la naturaleza.

Pero testigos para su tierra,
y testigos para su mar,
el grillo es su extrema
elegía para mí.    


A salvo en sus cámaras de alabastro...

A salvo en sus cámaras de alabastro,
insensibles al amanecer y al mediodía,
duermen los mansos miembros de la resurrección,
viga de raso y techo de piedra.

La luz se ríe de la brisa en su castillo sobre ellos,
murmura la abeja en un oído imperturbable;
trinan los dulces pájaros en cadencia ignorada,
-Ah, ¡cuánta sagacidad aquí perecida!

Solemnes pasan los años, crecientes, sobre ellos;
los mundos recogen sus arcos y los firmamentos reman,
se arrojan diademas y se rinden los dux,
tácitos como puntos sobre un disco de nieve.


***

Algunas cosas hay que vuelan
(pájaros-horas-abejorros)
de éstos no hay elegía.

Algunas cosas hay que quedan, que están ahí
(pena-montañas-eternidad)
ni éstos me preocuparon.

Algunas hay que descansando, se elevan.
¿Puedo yo interpretar los cielos?
¡Qué inmovil el acertijo yace!                              (1859)


125a

Para cada estático instante
tenemos que pagar con angustia
en aguda estremecidad cuota
por el éxtasis.

Por cada bienamada hora
penetrantes óbolos de años-
amargos debatidos centavos-
y cofres llenos de lágrimas.                                c.1859

125b

Por cada instante de éxtasis
tenemos que pagar en angustia
la aguda y trémula proporción
de éxtasis.

Por cada adorada hora
constante porción de años-
amarga disputa de centavos-
y cofres llenos de lágrimas.                                c.1859


Como los niños dicen al huésped buenas noches
y luego desganados se van -
mis flores alzan sus bonitos labios -
se ponen los camisones.

Como los niños brincan al despertar
alegres porque es la mañana-
mis flores desde mil camitas
atisbarán, y saltarán de nuevo.                              c.1859


Vine a comprar una sonrisa -hoy-
una sola sonrisa-
la más pequeña de tu cara
me agradará lo mismo -
la que nadie echaría de menos
brillaba tan diminuta-
estoy rogando en el mostrador-señor-
puede usted comprar-
tengo diamantes -en mis dedos-
¿Sabe usted qué son los diamantes?
¿Tengo rubíes-como la sangre del ocaso-
y un topacio-como una estrella!
!Podría ser "buen negocio" para un judío!
Diga -¿puedo hacerlo-señor?                                 c.1861


Mi momento había llegado para rezar -
otro arte - no serviría -
un rudimento a mis tácticas - faltaba
Creador - ¿eras tú?

Dios florece arriba -los que rezan
horizontes -debes ascender -
y yo me encaminé al norte
para ver a este curioso amigo -
su casa no estaba - ningún signo de él-
por la chimenea - no por la puerta
pude inferir su residencia -
vastas praderas de aire

Inviolada por un poblador -
fue todo lo que pude ver -
infinitud - ¿no tienes faz
para poder mirar en tí?

El silencio condescendió -
la creación se detuvo -para mí-
pero reverente más allá de mi propósito -
yo adoré - no "recé" -                                                 c-1862


La verdad -es inmutable-
otra fuerza-podrá parecernos variable-
ésta- es más digna de confianza-
cuando los viejos cedros se doblan-

y los robles entreabren sus puños-
y las montañas -débiles-se inclinan-
qué excelente es el cuerpo
que sin hueso se endereza

qué vigorosa una fuerza
que sin puntal se levanta-
la verdad se mantiene por sí misma-y todo hombre
que confía en ella-valiente se mantiene-                      c.1863


El corazón tiene muchas puertas-
sólo me basta llamar-
para un dulce "entre"
impelido a escuchar-
no entristecido por repulsión,
repitiéndome
que en alguna parte, existe,
supremacía -                                                             c.1883


La hechicería se ahorcó en la historia,
pero la historia y yo
hallamos la hechicería que necesitamos
a nuestro alrededor, cada día -                                      c.1883


!Oh futuro! secreta paz
o subterránea pena -
no hay una senda que llege vagando hasta tu gracia
que conduce lejos de tí -
ningún circuito sabio de todo el camino
descripto por hombres engañadores
para frustrarte de tu sagrada presa -
avanzando hacia tu antro -                                            c.1884


El error está en estimar.
La eternidad está ahí
la nombramos, como a una estación -
mientras está tan cerca

me acompaña en mis correrías -
comparte mi morada -
ningún amigo tengo que tanto persista
como esta eternidad

Fernando Pessoa, antología de poemas

Llueve en silencio, que esta lluvia...

Fernando Pessoa

Llueve en silencio, que esta lluvia es muda
y no hace ruido sino con sosiego.
El cielo duerme. Cuando el alma es viuda
de algo que ignora, el sentimiento es ciego.
Llueve. De mí (de este que soy) reniego...

Tan dulce es esta lluvia de escuchar
(no parece de nubes) que parece
que no es lluvia, mas sólo un susurrar
que a sí mismo se olvida cuando crece.
Llueve. Nada apetece...

No pasa el viento, cielo no hay que sienta.
Llueve lejana e indistintamente,
como una cosa cierta que nos mienta,
como un deseo grande que nos miente.
Llueve. Nada en mí siente...

En la gran oscilación

En la gran oscilación
entre creer y no creer,
el corazón se trastorna
lleno de nada saber

Y, ajeno a lo que sabía
por no saber lo que es,
solo un instante le cabe
que es el conocer la fe.

Fe que los astros conocen
porque es la araña que está
en la tela que ellos tejen,

y es vida que había ya.

Abdicación


Tómame, oh noche eterna, en tus
brazos y llámame hijo.

Yo soy un rey que
voluntariamente abandoné mi
trono de ensueños y cansancios.

Mi espada, pesada en brazos
flojos, a manos viriles
y calmas entregué;
y mi cetro y corona yo los dejé
en la antecámara, hechos pedazos.

Mi cota de malla, tan inútil,
mis espuelas, de un tintineo tan fútil,
las dejé por la fría escalinata.

Desvestí la realeza, cuerpo y alma,
y regresé a la noche antigua y serena

como el paisaje al morir el día.

Autopsicografía


El poeta es un fingidor.
finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que de veras siente.

Y quienes leen lo que escribe,
sienten, en el dolor leído,
no los dos que el poeta vive
sino aquel que no han tenido.

Y así va por su camino,
distrayendo a la razón,
ese tren sin real destino

que se llama corazón.

Poemas de José Cadalso, "Dalmiro"

Sobre el poder del tiempo

José Cadalso

Todo lo muda el tiempo, Filis mía,
todo cede al rigor de sus guadañas:
ya transforma los valles en montañas,
ya pone un campo donde un mar había.

Él muda en noche opaca el claro día,
en fábulas pueriles las hazañas,
alcázares soberbios en cabañas,
y el juvenil ardor en vejez fría.

Doma el tiempo al caballo desbocado,
detiene el mar y viento enfurecido,
postra al león y rinde al bravo toro.

Sola una cosa al tiempo denodado
ni cederá, ni cede, ni ha cedido,
y es el constante amor con que te adoro.


Al pintor que me ha de retratar

José Cadalso

Discípulo de Apeles,
si tu pincel hermoso
empleas por capricho
en este feo rostro,
no me pongas ceñudo,
con iracundos ojos,
en la diestra el estoque
de Toledo famoso,
y en la siniestra el freno
de algún bélico monstruo,
ardiente como el rayo,
ligero como el soplo;
ni en el pecho la insignia
que en los siglos gloriosos
alentaba a los nuestros,
aterraba a los moros;
ni cubras este cuerpo
con militar adorno,
metal de nuestras Indias,
color azul y rojo;
ni tampoco me pongas,
con vanidad de docto,
entre libros y planos,
entre mapas y globos.
Reserva esta pintura
para los nobles locos
que honores solicitan
en los siglos remotos;
a mí, que sólo aspiro
a vivir con reposo
de nuestra frágil vida
estos instantes cortos,
la quietud de mi pecho
representa en mi rostro,
la alegría en la frente,
en mis labios el gozo.
Cíñeme la cabeza
con tomillo oloroso,
con amoroso mirto,
con pámpano beodo;
el cabello esparcido,
cubriéndome los hombros,
y descubierto al aire
el pecho bondadoso;
en esta diestra un vaso
muy grande, y lleno todo
de jerezano néctar
o de manchego mosto;
en la siniestra un tirso,
que es bacanal adorno,
y en postura de baile
el cuerpo chico y gordo;
o bien junto a mi Filis,
con semblante amoroso,
y en cadenas floridas
prisionero dichoso.
Retrátame, te pido,
de este sencillo modo,
y no de otra manera,
si tu pincel hermoso
empleas, por capricho,
en este feo rostro.

A la muerte de Filis

José Cadalso

En lúgubres cipreses
he visto convertidos
los pámpanos de Baco
y de Venus los mirtos;
cual ronca voz del cuervo
hiere mi triste oído
el siempre dulce tono
del tierno jilguerillo;
ni murmura el arroyo
con delicioso trino;
resuena cual peñasco
con olas combatido.
En vez de los corderos
de los montes vecinos
rebaños de leones
bajar con furia he visto;
del sol y de la luna
los carros fugitivos
esparcen negras sombras
mientras dura su giro;
las pastoriles flautas,
que tañen mis amigos,
resuenan como truenos
del que reina en Olimpo.
Pues Baco, Venus, aves,
arroyos, pastorcillos,
sol, luna, todos juntos
miradme compasivos,
y a la ninfa que amaba
al infeliz Narciso,
mandad que diga al orbe
la pena de Dalmiro.

De Emily Brontë

A la imaginación

Emily Brontë

Cuando, agotados por la extensa jornada,
y del terreno cambio de dolor por dolor,
perdida, dispuesta a la desesperación,
tu cálida voz me convoca de nuevo;
mi sincero amigo, nunca estoy sola
si tu presencia y ese tono me acompañan.

Sin esperanzas descansa el mundo sin ti,
el mundo sin este doble de mí,
tu mundo de astucias, odios y duda,
de frías sospechas sin lugar,
donde tú, yo y la Libertad
disfrutan una soberanía muda.

Lo que importa es que todo alrededor,
peligro, angustia y oscuridad,
no rompen las cadenas de nuestra soledad
donde habita el cielo en su esplendor,
alimentado por diez mil rayos eternos
de soles que no han conocido el invierno.

La Razón sin dudas habrá de objetar
por la triste realidad de la naturaleza,
explicando que el sufrimiento del corazón es vano,
y que sus preciados sueños deben perecer;
la Verdad con rudeza busca asolar
las flores de la fantasía que tímidas asoman.

Pero tú siempre serás el que trae
las cerradas visiones que retornan,
el aliento de nuevas glorias caídas en primavera,
llamando a la vida de la muerte,
susurrando con la divina voz
de un mundo real y brillante como tú.

No confío en la dicha de tu fantasma,
pero en las horas quietas de la noche,
con un incesante agradecimiento
te doy la bienvenida, bendito aliento,
fiel asistente de los humanos deseos,
la más brillante esperanza
allí donde la esperanza muere.


Cuando deba dormir

Emily Brontë

Oh, en la hora en la que deba dormir,
lo haré sin identidad,
y ya no me importará cómo cae la lluvia,
o si la nieve cubre mis pies.
El cielo no promete salvajes deseos,
podrán cumplirse, acaso, la mitad.
El infierno y sus amenazas,
con sus inextinguibles brasas,
jamás someterá esta voluntad.

Por lo tanto digo, repitiendo lo mismo
todavía, y hasta que muera lo diré:
tres dioses dentro de este pequeño marco
guerrean día y noche.
El Cielo no los mantendrá a todos; sin embargo
ellos se aferran a mí
y míos serán hasta que el olvido
cubra el resto de mi ser.

¡Oh, cuando el Tiempo busque mi pecho para soñar,
todas las batallas concluirán!
Pues llegará el día en el que deba reposar,
y este sufrimiento ya no me atormentará.

Mallarmé, Antología

Stéphane Mallarmé

Las cuatro estaciones

Stéphan Mallarmé

1. Resurgir

Primavera enfermiza tristemente ha expulsado
Al invierno, estación de arte sereno, lúcido,
Y, en mi ser presidido por la sangre sombría,
La impotencia se estira en un largo bostezo.

Unos blancos crepúsculos se entibian en mi cráneo
Que un cerco férreo ciñe como a una vieja tumba
Y triste, tras un sueño bello y etéreo, vago
Por campos do la inmensa savia se pavonea.

Luego caigo enervado de perfumes arbóreos,
Cavando con mi rostro una fosa a mi sueño,
Mordiendo el suelo cálido donde crecen las lilas,

Espero que, al hundirme, mi desgana se alce...
-Mientras, el Azur ríe sobre el seto y despierta
Tanto pájaro en flor que al sol gorgea-.

2. Tristeza de verano

El sol, sobre la arena, luchadora durmiente,
Calienta un baño lánguido en tu pelo de oro
Y, consumiendo incienso sobre tu hostil mejilla,
Con las lágrimas mezcla un brebaje amoroso.

De ese blanco flameo esa inmutable calma
Te ha hecho, triste, decir -oh, mis besos miedosos-:
"¡Nunca seremos una sola momia
Bajo el desierto antiguo y felices palmeras!"

¡Pero tu cabellera es un río tibio,
Donde ahogar sin temblores el alma obsesionante
Y encontrar esa Nada desconocida, tuya!

Yo probaré el afeite llorado por tus párpados,
Por ver si sabe dar al corazón que heriste
La insensibilidad del azur y las piedras.

3. Suspiro

Mi alma hacia tu frente donde sueña
Un otoño alfombrado de pecas, calma hermana,
Y hacia el errante cielo de tus ojos angélicos
Asciende, como en un melancólico parque,
Fiel, un surtidor blanco suspira hacia el azul.
-Hacia el Azur eternecido de octubre puro y pálido
Que mira en los estanques su languidez sin fin
Y deja, sobre el agua muerta do la salvaje
Agonía de las hojas yerra al viento y excava un frío surco,
Arrastrarse al sol gualda de un larguisimo rayo.

4. Invierno

¡El virgen, el vivaz y bello día de hoy
Da un aletazo ebrio va a desgarrarnos este
Lago duro olvidado que persigue debajo de la escarcha
El glaciar transparente de los vuelos no huidos!

Un cisne de otro tiempo se acuerda de que él es
Quien, aun sin esperanza, magnífico se libra
Por no haber cantado la región do vivir
Cuando ha esplendido el tedio del estéril inviemo.

Sacudirá su cuello entero esta blanca agonía
Por el espacio impuesto al ave que lo niega,
Mas no el horror del suelo que aprisiona al plumaje.

Fantasma que su puro destello a este lugar asigna,
Se aquieta en el ensueño helado del desprecio

Que entre su exilio inútil viste el Cisne.


Soneto

El de sus puras uñas ónix, alto en ofrenda,
la Angustia, es medianoche, levanta, lampadóforo,
mucho vesperal sueño quemado por el Fénix
que ninguna recoge ánfora cineraria:

salón sin nadie en las credencias conca alguna,
espiral espirada de inanidad sonora,
(el Maestro se ha ido, llanto en la Estigia capta
con eso solo objeto nobleza de la Nada.)

Mas cerca la ventana vacante al norte, un oro
agoniza según tal vez rijosa fábula
de ninfa alanceada por llamas de unicornios

y ella apenas difunta desnuda en el espejo
que ya en las nulidades que claüsura el marco
del centellar se fija súbito el septimino.

Elizabeth Barret Browning, Antología

Si has de Amarme...

Elizabeth Barret Browning

Si has de amarme que sea sólo
por amor de mi amor. No digas nunca
que es por mi aspecto, mi sonrisa, la melodía
de mi voz o por mi dulce carácter

que concuerda contigo o que aquel día
hizo que nos sintiéramos felices...
Porque, amor mío, todas estas cosas
pueden cambiar, y hasta el amor se muere.

No me quieras tampoco por las lágrimas
que piadosamente limpias de mi rostro...
¡Porque puedo olvidarme de llorar

gracias a ti, y así perder tu amor!
Por amor de mi amor quiero que me ames,
para que habite en los cielos, eternamente.


La mejor cosa del mundo

Elizabeth Barret Browning

¿Cuál es la mejor cosa del mundo?
Las rosas de junio perladas por el rocío de mayo;
El dulce viento del sur diciendo que no lloverá;
La Verdad, con los amigos despojada de crueldad;
La Belleza, no envanecida hasta agotar su orgullo;
El Amor, cuando somos amados de nuevo.
¿Cuál es la mejor cosa del mundo?
Algo fuera de él, pienso.

Vicente Aleixandre, Mar muerto

Mar muerto

Vicente Aleixandre

¡Cuántas veces sabiendo
que eras tú, yo caía
en tu misma sonrisa,
mar abierta, mar plana,
estival, pez, sacando
tus palabras conmigo!
¡Qué nadar! Tú no sabes
que ese mar tan arriba
es ya cielo, y que el aire
me sostiene tan líquido,
tan cristal, que yo en él
por tus ojos tan verdes
afilado me pierdo.
¡Qué nadar! Algas, vivas
indecisas miradas.
¡Agua mía, si helada,
aguzándome siempre!
¿No te clavo? ¿No sientes
que un trayecto, una herida
-¡qué lanzada!- en tu pecho,
agua verde, te dejo?
Con justeza te hiendo,
agua suya, y palpitas,
en tu pecho, mar grande,
en tu carne clavado.
Sin sangrar. Las espumas
te resbalan, qué piel,
qué agonía, y me guardas
en tu inmenso destino,
oh pasión, oh mar cárdeno.
Surto. Cesa tu aliento,
desfalleces, mar último,
y te olvidas de todo
para ser, sólo estar.
¡Y qué muerto! Tu verde
tan profundo, reposa
hasta el lento horizonte,
que te cierra parado.
En la orilla te miro,
oh cadáver, mar mío,
y te peso despacio
en tu carne, y mis labios
alzo fríos y secos.

Vicente Aleixandre, A don Luis de Góngora

A don Luis de Góngora en 1927

Vicente Aleixandre, recogido en Nacimiento último

¿Qué firme arquitectura se levanta
del paisaje, si urgente de belleza,
ordenada, y penetra en la certeza
del aire, sin furor y la suplanta?

Las líneas graves van. Mas de su planta
brota la curva, comba su justeza
en la cima, y respeta la corteza
intacta, cárcel para pompa tanta.

El alto cielo luces meditadas
reparte en ritmos de ponientes cultos,
que sumos logran su mandato recto.

Sus matices sin iris las moradas
del aire rinden al vibrar, ocultos,
y el acorde total clama perfecto.

Goethe, Elegía de Marienbad

En este poema, compuesto en un largo viaje en carro, Goethe se despide del amor al ser rechazado en la vejez por su última enamorada.

Elegía de Marienbad

Johann Wolfgang von Goethe

¿Qué me reserva el devenir ahora
y este hoy, en flor apenas entreabierta?
Edén e infierno mi inquietud explora
en la instabilidad del alma incierta.
¡No! Que al cancel de la eternal morada
los brazos me transportan de mi amada.

Cruel y dulce el ósculo postrero,
almas gemelas, al herir, desprende;
mi pie vacila ante el umbral severo
que un querube flamígero defiende.
Mi ojo impasible ante la vía desierta
ve las selladas hojas de la puerta.

¿Finó ya el orbe? ¿Sus rocosos muros
no se coronan ya de sombra santa?
¡La mies no grana? ¿Prados verdeoscuros
ya no cortejan al raudal que canta?
¿Ni ante el mundo prolífero se extiende
la comba astral que el devenir defiende?

Como para agradarme -cual solía-
ella se empina en el umbral, rïente,
y me da gota a gota su alegría
y se me anuda en ósculo ferviente.
Sobre mis labios me grabó su beso,
con llamas, añoranza y embeleso.

En lo más noble nuestro ser cultiva
anhelos de rendirse a lo inefable
por honda gratitud que el don no esquiva
al Ser puro, a lo Eterno inexpresable.
Llemémosle Bondad; yo a su clemencia
me acojo y me diluyo en su presencia.

«Haz como yo; cotéja el breve instante
con tu grácil cordura; no apresures,
tómalo a punto, dúctil, insinuante,
ya que en la acción o en el amar perdures.
Si vistes de candor en el conflicto,
serás hombre cabal y un héroe invicto».

¡Vano hablar, pensé yo, si un Dios te ha dado
el minuto feliz por compañero!
Todo ser, junto a ti, predestinado
se siente, no mi sino lastimero.
Me espanta tu decir: dejar tu lado
es un alto saber que no he logrado.

Lejos ya estoy. ¿Qué me dará el instante
fugaz? ¡Quién sabe! Mágico tesoro
para crear Belleza. Como Atlante,
me doblo al peso... y me deshago en lloro.
De fuga en fuga, en fútiles andares
y, por alivio, lágrimas a mares.

¡Fluyan y rueden sin cesar! La llama
jamás se apagará, que me devora;
crepita, y por mi pecho se derrama
do muerte y vida traban lid ahora.
Para el dolor del cuerpo hay plantas buenas,
y a mí me ahogan inacción y penas.

Ya perdí el Universo y me he perdido
a mí mismo -yo, amado de los dioses-
su Caja de Pandora me han vertido,
rica en gajes u horóscopos atroces.
Me tientan con la pródiga cascada
de los goces... y me hunden en la nada.