lunes, 26 de junio de 2017

Carlos Drummond de Andrade

Papá Noel al revés 

Papá Noel entró por la puerta del fondo
(en Brasil las chimeneas no son practicables)
entró cauteloso que ni marido después de la juerga.
A tientas en la oscuridad pulsó el interruptor
y la electricidad golpeó las cosas resignadas,
cosas que seguían cosas en el misterio de la Navidad.
Papá Noel exploró la cocina con ojos astutos,
encontró un queso y se lo comió.

Después sacó del bolsillo un cigarro que no quiso encender.
Tuvo miedo tal vez de prender fuego a la barba postiza
(en Brasil todos los papanoeles tienen la cara afeitada)
y avanzó por el pasillo blanco de luz de luna.
Aquel cuarto es el de los niños.
Papá entró convencido.

Los niños dormían soñando con otras navidades mucho más hermosas
pero sus zapatos estaban llenos de juguetes
soldados mujeres elefantes barcos
y un presidente de república de celuloide.

Papá Noel se agachó y recogió todo aquello
en el interminable pañuelo de yerbas rojo.
Cerró el fardo e hizo un nudo, pero lo apretó tanto
que allí dentro mujeres elefantes soldados presidente peleaban por causa de la aglomeración.

Los pequeños seguían durmiendo.
A lo lejos un gallo comunicó el nacimiento de Cristo.
Papá Noel volvió silenciosamente a la cocina,
apagó la luz, salió por la puerta del fondo.

En el huerto, la luz de luna de Navidad bendecía las legumbres.



Congreso internacional del miedo 

Provisionalmente no cantaremos al amor,
que se ha refugiado más abajo de los subterráneos.
Cantaremos al miedo, que esteriliza los abrazos,
no cantaremos al odio porque ese no existe,
existe tan sólo el miedo, nuestro padre y nuestro compañero,
el miedo enorme de las regiones agrestes, de los mares, de los desiertos,
el miedo de los soldados, el miedo de las madres, el miedo de las iglesias,
cantaremos el miedo de los dictadores, el miedo de los demócratas,
cantaremos el miedo de la muerte y el miedo de después de la muerte,
después nos moriremos de miedo
y sobre nuestras tumbas nacerán flores amarillas y miedosas.


Privilegio del mar 

En esta terraza mediocremente confortable,
bebemos cerveza y contemplamos el mar.
Sabemos que nada nos ocurrirá.

El edificio es sólido y el mundo también.

Sabemos que cada edificio abriga mil cuerpos
que trabajan en mil compartimentos iguales.
A veces, algunos se insertan fatigados en el ascensor
y vienen aquí arriba a respirar la brisa del océano,
lo cual es privilegio de los edificios.

El mundo es realmente de cemento armado.

Ciertamente, si hubiera un crucero loco,
fondeado en la bahía frente a la ciudad,
la vida sería incierta… improbable…

Pero en las aguas tranquilas sólo hay marineros fieles.
¡Qué cordial es la escuadra!

Podemos beber honradamente nuestra cerveza.



Elegía 1938

Trabajas sin alegría para un mundo caduco,
donde las formas y las acciones no encierran ejemplo alguno.
Practicas laboriosamente lso gestos universales,
sientes calor y frío, falta de dinero, hambre y deseo sexual.

Héroes llenan los parques de la ciudad por la que te arrastras,
y preconizan la virtud, la renuncia, la sangre fría, la concepción.
De noche, si hay neblina, abren paraguas de bronce
o se recogen a los volúmenes de siniestras bibliotecas.

Amas la noche por el poder de aniquilamiento que encierra
y sabes que, durmiendo, los problemas te dispensan de morir.
Pero el terrible despertar prueba la existencia de la Máquina Enorme
y vuelve a reponerte, minúsculo, frente a indescifrables palmeras.

Caminas entre muertos y con ellos conversas
sobre cosas del tiempo futuro y asuntos del espíritu.
La literatura estropeó tus mejores horas de amor.
Al teléfono perdiste mucho, muchísimo tiempo de sembrar.

Corazón orgulloso, tienes prisa por confesar tu derrota
y aplazar para otro siglo la felicidad colectiva.
Aceptas la lluvia, la guerra, el desempleo y la injusta distribución
porque no puedes, tú solo, dinamitar la isla de Manhattan.



Pistas

Tal vez una sensibilidad mayor al frío,
deseos de volver antes a casa.
Cierta demora en abrir el paquete de libros
esperado, que ha traído el cartero.
Indecisión: ¿voy al cine o no?
De los tres empleos de tu noche no escogerás ninguno.
Quizás cierta mirada, más seria, no ardiente,
que posas sobre los objetos, y ellos la entienden.

O al menos supones que es así. Son fieles, los objetos
de tu despacho. La pluma roja. Te niegas a cambiarla
por esa que guarda el último secreto químico, la tinta inmortal.
Ciertas manchas en la mesa que no sabes si el tiempo,
la madera o el polvo trajeron consigo.
La conoces bien, tu mesa. Cartas, artículos, poemas
salieron de ella, de ti. De la dura sustancia,
de la calma, de la selva abandonada llegaron
las palabras que encontraste y juntaste, para repartirlas.

La mano acaricia
la aspereza. El barniz que se fue. No. Es el árbol
que regresa. El camino que se vuelve. Minas que acecha
y espera, largamente espera tu regreso sordo.
La mesa se vuelve leve, y en ella viajas
por aires de paciencia, acuerdo, resignación.
Mirad la mesa que huye, no la toquéis. Es la mesa voladora,
de sus cajones saltan papeles oscuros, por fin los secretos liberados
sobre la tierra metálica se esparcen, se amortajan y se callan.

De nuevo aquí, menudo territorio
civil, sin sueños. Como presintiendo
que un día se vacían los cuartos, se limpian las paredes,
se detiene un camión y descienden los porteadores
y en el libro municipal se cancela un registro,
miras hondamente el borde de cada
cosa, el color
de cada lado de los objetos familiares.
La familia es pues un orden de muebles, suma
de líneas, volúmenes, superficies. Y son puertas,
llaves, platos, camas, paquetes olvidados,
también un pasillo, y el espacio
entre el armario y la pared
donde se deposita cierta porción de silencio, polillas y polvo
que de tarde en tarde se retira… e insiste.

Desde luego faltan muchas explicaciones, sería difícil
comprender, incluso al cabo de mucho tiempo, por qué un gesto
se abrió, otro se frustró, tantos se esbozaron,
como sería imposible guardar todas las voces
oídas a la hora de comer, en la cena, en la pausa de la noche,
un año, y después otro, y otros y aún otros,
todas las voces oídas en la casa durante quince años.
Mientras tanto, deben de estar en alguna parte: se acumularon,
consumieron peldaños, invadieron tuberías,
llenaron viejos papeles, perdieron la fuerza, el calor,
existen hoy en subterráneos, unas en la memoria, otras en la arcilla del sueño.

¿Cómo saberlo? Al principio parece desierto,
como si nada quedase, y un río corriera
por tu casa, absorbiéndolo todo.
Las sábanas amarillean, las corbatas se desgastan,
la barba crece, cae, los dientes caen,
los brazos caen,
caen partículas de comida de un tenedor dubitativo,
las cosas caen, caen, caen,
y el cielo está limpio, pulcro.
Las personas se acuestan, son transportadas, desaparecen,
y todo está pulcro, salvo tu rostro
inclinado sobre la mesa; y del todo inmóvil.

domingo, 25 de junio de 2017

Miguel Herrnández, los cobardes

Miguel Hernández

LOS COBARDES

Hombres veo que de hombres
sólo tienen, sólo gastan
el parecer y el cigarro,
el pantalón y la barba.

En el corazón son liebres,
gallinas en las entrañas,
galgos de rápido vientre,
que en épocas de paz ladran
y en épocas de cañones
desaparecen del mapa.

Estos hombres, estas liebres,
comisarios de la alarma,
cuando escuchan a cien leguas
el estruendo de las balas,
con singular heroísmo
a la carrera se lanzan,
se les alborota el ano,
el pelo se les espanta.
Valientemente se esconden,
gallardamente se escapan
del campo de los peligros
estas fugitivas cacas,
que me duelen hace tiempo
en los cojones del alma.

¿Dónde iréis que no vayáis
a la muerte, liebres pálidas,
podencos de poca fe
y de demasiadas patas?
¿No os avergüenza mirar
en tanto lugar de España
a tanta mujer serena
bajo tantas amenazas?
Un tiro por cada diente
vuestra existencia reclama,
cobardes de piel cobarde
y de corazón de caña.
Tembláis como poseídos
de todo un siglo de escarcha
y vais del sol a la sombra
llenos de desconfianza.
Halláis los sótanos poco
defendidos por las casas.
Vuestro miedo exige al mundo
batallones de murallas,
barreras de plomo a orillas
de precipicios y zanjas
para vuestra pobre vida,
mezquina de sangre y ansias.
No os basta estar defendidos
por lluvias de sangre hidalga,
que no cesa de caer,
generosamente cálida,
un día tras otro día
a la gleba castellana.
No sentís el llamamiento
de las vidas derramadas.
Para salvar vuestra piel
las madrigueras no os bastan,
no os bastan los agujeros,
ni los retretes, ni nada.
Huís y huís, dando al pueblo,
mientras bebéis la distancia,
motivos para mataros
por las corridas espaldas.

Solos se quedan los hombres
al calor de las batallas,
y vosotros, lejos de ellas,
queréis ocultar la infamia,
pero el color de cobardes
no se os irá de la cara.

Ocupad los tristes puestos
de la triste telaraña.
Sustituid a la escoba,
y barred con vuestras nalgas
la mierda que vais dejando
donde colocáis la planta.

sábado, 17 de junio de 2017

Théophile de Viaux, Elegía a una dama y otros poemas

Théophile de Viaux, Elegía a una dama (pasaje y traducción; el texto entero en francés más abajo)

Je veux faire des vers qui ne soient pas contraints, / promener mon esprit par de petits desseins, / chercher des lieux secrets où rien ne me déplaise, / méditer à loisir, rêver tout à mon aise, / employer toute une heure à me mirer dans l'eau, / ouïr comme en songeant la course d'un ruisseau, / écrire dans les bois, m'interrompre, me taire, / composer un quatrain, sans songer à le faire. / Après m'être égayé par cette douce erreur, / je veux qu'un grand dessein réchauffe ma fureur, / qu'un œuvre de dix ans me tienne à la contrainte, / de quelque beau Poème, où vous serez dépeinte: / Là si mes volontés ne manquent de pouvoir, / j'aurai bien de la peine en ce plaisant devoir. / En si haute entreprise où mon esprit s'engage, / il faudrait inventer quelque nouveau langage, / prendre un esprit nouveau, penser et dire mieux / que n'ont jamais pensé les hommes et les Dieux.

Quiero hacer unos versos que no estén obligados, / deambular mi mente entre pequeños anhelos / buscar lugares secretos donde nada incomode / meditar en el ocio, soñar a mis anchas, / utilizar la hora entera en mirarme en el agua, / escuchar cómo inquiere su camino un arroyo, / escribir en el bosque, interrumpirme, callarme, / componer un cuarteto sin pensar en hacerlo. / Y después de iluminarme por tan dulce error, / quiero un gran empeño que acalore mi furia, / que una obra de diez años me tenga embebido / y cualquiera que sea este tan bello poema, represente / allí, si a mis deseos no le faltan poderes, / que merece la pena tan grato deber. / A tan alta empresa se ha comprometido mi genio: / haría falta inventar un nuevo lenguaje, / tomar un ser nuevo, un mejor pensar y decir / que nunca hayan pensado los hombres y los dioses. (Trad. libre de Ángel Romera)

Versos escritos en prisión

Oda IV de “La maison de Sylvie”

Certains critiques curieux / en trouvent les mœurs offensées, / mais leurs soupçons injurieux / sont les crimes de leurs pensées.

Le dessein de la chasteté / prend une honnête liberté / et franchit les sottes limites / que prescrivent les imposteurs / qui, sous des robes de docteurs, / ont des âmes de sodomites.

Le Ciel nous donne la beauté / pour une marque de sa grâce: / c’est par où sa divinité / marque toujours un peu sa trace.

Tous les objets les mieux formés / doivent être les mieux aimés, / si ce n’est qu’une âme maligne, / esclave d’un corps vicieux, / combatte les faveurs des cieux / et démente son origine.

Trad.

Ciertos críticos curiosos / dicen las costumbres ofendidas, pero sus sospechas injuriosas / son sus pensares malévolos.

Desea la castidad / darse honesta libertad / y desborda estultos límites / prescritos por impostores / que, so capa de doctores, / ocultan almas sodomitas.

El Cielo nos da la belleza / como marca de su gracia: / siempre la divinidad en ella / imprime un poco su huella.

Todos los objetos bien formados / están para ser más amados, / salvo que un alma maligna, / esclava de un cuerpo corrompido, / combata el favor de los cielos  / y reniegue de su origen.

***

Élégie à une Dame

Si votre doux accueil n'eût consolé ma peine, 
Mon âme languissait, je n'avais plus de veine, 
Ma fureur était morte, et mes esprits couverts 
D'une tristesse sombre avaient quitté les vers. 
Ce métier est pénible, et notre sainte étude 
Ne connaît que mépris, ne sent qu'ingratitude :
Qui de notre exercice aime le doux souci, 
Il hait sa renommée et sa fortune aussi. 
Le savoir est honteux, depuis que l'ignorance 
A versé son venin dans le sein de la France. 
Aujourd'hui l'injustice a vaincu la raison, 
Les bonnes qualités ne sont plus de saison, 
La vertu n'eut jamais un siècle plus barbare, 
Et jamais le bon sens ne se trouva si rare. 
Celui qui dans les coeurs met le mal ou le bien 
Laisse faire au destin sans se mêler de rien ;
Non pas que ce grand Dieu qui donne l'âme au monde 
Ne trouve à son plaisir la nature féconde, 
Et que son influence encor à pleines mains
Ne verse ses faveurs dans les esprits humains. 
Parmi tant de fuseaux la Parque en sait retordre 
Où la contagion du vice n'a su mordre,
Et le Ciel en fait naître encore infinité 
Qui retiennent beaucoup de la divinité, 
Des bons entendements, qui sans cesse travaillent 
Contre l'erreur du peuple, et jamais ne défaillent, 
Et qui d'un sentiment hardi, grave et profond, 
Vivent tout autrement que les autres ne font :
Mais leur divin génie est forcé de se feindre, 
Et les rend malheureux s'il ne se peut contraindre. 
La coutume et le nombre autorise les sots, 
Il faut aimer la Cour, rire des mauvais mots, 
Accoster un brutal, lui plaire, en faire estime 
Lorsque cela m'advient je pense en faire un crime, 
J'en suis tout transporté, le coeur me bat au sein, 
Je ne crois plus avoir l'entendement bien sain, 
Et pour m'être souillé de cet abord funeste, 
Je crois longtemps après que mon âme a la peste. 
Cependant il faut vivre en ce commun malheur, 
Laisser à part esprit, et franchise, et valeur, 
Rompre son naturel, emprisonner son âme, 
Et perdre tout plaisir pour acquérir du blâme :
L'ignorant qui me juge un fantasque rêveur, 
Me demandant des vers croit me faire faveur, 
Blâme ce qu'il n'entend, et son âme étourdie 
Pense que mon savoir me vient de maladie. 
Mais vous à qui le Ciel de son plus doux flambeau 
Inspira dans le sein tout ce qu'il a de beau, 
Vous n'avez point l'erreur qui trouble ces infâmes, 
Ni l'obscure fureur de ces brutales âmes, 
Car l'esprit plus subtil en ses plus rares vers 
N'a point de mouvements qui ne vous soient ouverts. 
Vous avez un génie à voir dans les courages, 
Et qui connaît assez mon âme et mes ouvrages. 
Or bien que la façon de mes nouveaux écrits
Diffère du travail des plus fameux esprits, 
Et qu'ils ne suivent point la trace accoutumée 
Par où nos écrivains cherchent la renommée, 
J'ose pourtant prétendre à quelque peu de bruit, 
Et crois que mon espoir ne sera point sans fruit. 
Vous me l'avez promis, et sur cette promesse 
Je fausse ma promesse aux vierges de Permesse. 
Je ne veux réclamer ni Muse, ni Phébus, 
Grâce à Dieu bien guéri de ce grossier abus, 
Pour façonner un vers que tout le monde estime, 
Votre contentement est ma dernière lime, 
Vous entendez le poids, le sens, la liaison, 
Et n'avez en jugeant pour but que la raison :
Aussi mon sentiment à votre aveu se range, 
Et ne reçoit d'autrui ni blâme ni louange. 
Imite qui voudra les merveilles d'autrui, 
Malherbe a très bien fait, mais il a fait pour lui, 
Mille petits voleurs l'écorchent tout en vie :
Quant à moi ces larcins ne me font point d'envie, 
J'approuve que chacun écrive à sa façon, 
J'aime sa renommée et non pas sa leçon. 
Ces esprits mendiants d'une veine infertile 
Prennent à tous propos ou sa rime ou son style, 
Et de tant d'ornements qu'on trouve en lui si beaux, 
Joignent l'or et la soie à de vilains lambeaux 
Pour paraître aujourd'hui d'aussi mauvaise grâce 
Que parut autrefois la corneille d'Horace.
Ils travaillent un mois à chercher comme à fils 
Pourra s'apparier la rime de Memphis. 
Ce Liban, ce turban, et ces rivières mornes 
Ont souvent de la peine à retrouver leurs bornes ; 
Cet effort tient leurs sens dans la confusion, 
Et n'ont jamais un rai de bonne vision.
J'en connais qui ne font des vers qu'à la moderne,
Qui cherchent à midi Phébus à la lanterne, 
Grattent tant le français qu'ils le déchirent tout, 
Blâmant tout ce qui n'est facile qu'à leur goût, 
Sont un mois à connaître en tâtant la parole, 
Lorsque l'accent est rude, ou que la rime est molle,
s Veulent persuader que ce qu'ils font est beau, 
Et que leur renommée est franche du tombeau, 
Sans autre fondement, sinon que tout leur âge 
S'est laissé consommer en un petit ouvrage, 
Que leurs vers dureront au monde précieux,
ioo Parce qu'en les faisant ils sont devenus vieux. 
De même l'Araignée en filant son ordure 
Use toute sa vie et ne fait rien qui dure. 
Mais cet autre Poète est bien plein de ferveur, 
Il est blême, transi, solitaire, rêveur,
La barbe mal peignée, un oeil branlant et cave, 
Un front tout renfrogné, tout le visage hâve, 
Ahane dans son lit, et marmotte tout seul, 
Comme un esprit qu'on oit parler dans un linceul,
Grimace par la rue, et stupide retarde
Ses yeux sur un objet sans voir ce qu'il regarde.
Mais déjà ce discours m'a porté trop avant, 
Je suis bien près du port, ma voile a trop de vent, 
D'une insensible ardeur peu à peu je m'élève, 
Commençant un discours que jamais je n'achève.
s Je ne veux point unir le fil de mon sujet, 
Diversement je laisse et reprends mon objet, 
Mon âme imaginant n'a point la patience
De bien polir les vers et ranger la science, 
La règle me déplaît, j'écris confusément, 
Jamais un bon esprit ne fait rien qu'aisément. 
Autrefois quand mes vers ont animé la scène,
L'ordre où j'étais contraint m'a bien fait de la peine. 
Ce travail importun m'a longtemps martyré, 
Mais enfin grâce aux Dieux je m'en suis retiré. 
Peu sans faire naufrage, et sans perdre leur ourse, 
Se sont aventurés à cette longue course. 
Il y faut par miracle être fol sagement, 
Confondre la mémoire avec le jugement, 
Imaginer beaucoup, et d'une source pleine, 
Puiser toujours des vers dans une même veine. 
Le dessein se dissipe, on change de propos, 
Quand le style a goûté tant soit peu le repos. 
Donnant à tels efforts ma première furie, 
Jamais ma veine encor ne s'y trouva tarie ; 
Mais il me faut résoudre à ne la plus presser, 
Elle m'a bien servi, je la veux caresser, 
Lui donner du relâche, entretenir la flamme, 
Qui de sa jeune ardeur m'échauffe encore l'âme ; 
Je veux faire des vers qui ne soient pas contraints, 
Promener mon esprit par de petits desseins, 
Chercher des lieux secrets où rien ne me déplaise, 
Méditer à loisir, rêver tout à mon aise, 
Employer toute une heure à me mirer dans l'eau, 
Ouïr comme en songeant la course d'un ruisseau, 
Écrire dans les bois, m'interrompre, me taire, 
Composer un quatrain, sans songer à le faire. 
Après m'être égayé par cette douce erreur, 
Je veux qu'un grand dessein réchauffe ma fureur, 
Qu'un oeuvre de dix ans me tienne à la contrainte, 
De quelque beau Poème, où vous serez dépeinte :
Là si mes volontés ne manquent de pouvoir, 
J'aurai bien de la peine en ce plaisant devoir. 
En si haute entreprise où mon esprit s'engage, 
Il faudrait inventer quelque nouveau langage,
Prendre un esprit nouveau, penser et dire mieux 
Que n'ont jamais pensé les hommes et les Dieux. 
Si je parviens au but où mon dessein m'appelle, 
Mes vers se moqueront des ouvrages d'Apelle, 
Qu'Hélène ressuscite, elle aussi rougira 
Partout où votre nom dans mon ouvrage ira. 
Tandis que je remets mon esprit à l'école, 
Obligé dès longtemps à vous tenir parole, 
Voici de mes écrits ce que mon souvenir, 
Désireux de vous plaire, en a pu retenir.


***


Un Corbeau devant moi croasse

Ode

Un Corbeau devant moi croasse, 
Une ombre offusque mes regards, 
Deux belettes et deux renards 
Traversent l'endroit où je passe :
Les pieds faillent à mon cheval, 
Mon laquais tombe du haut mal, 
J'entends craqueter le tonnerre, 
Un esprit se présente à moi, 
J'ois Charon qui m'appelle à soi, 
Je vois le centre de la terre.

Ce ruisseau remonte en sa source, 
Un boeuf gravit sur un clocher, 
Le sang coule de ce rocher, 
Un aspic s'accouple d'une ourse, 
Sur le haut d'une vieille tour 
Un serpent déchire un vautour, 
Le feu brûle dedans la glace, 
Le Soleil est devenu noir, 
Je vois la Lune qui va choir, 
Cet arbre est sorti de sa place.

viernes, 16 de junio de 2017

Rainer María Rilke, Espejos

“Espejos: jamás, a sabiendas, todavía se ha dicho / lo que en vuestra esencia sois” (Rilke)

Espejos: todavía no se ha descrito nunca
con certeza cuál es vuestra razón de ser.
Como con orificios diáfanos una criba,
vosotros estáis llenos de intersticios de tiempo.

Seguís dilapidando los salones vacíos
a la hora del crepúsculo, extensos como bosques...
Y la araña, cual ciervo con sus dieciséis puntas,
recorre y cruza vuestra inviolabilidad.

En ciertas ocasiones os llenáis de pinturas.
Algunas se diría que han entrado en vosotros,
otras las rechazáis con cierta timidez.

Pero la más hermosa se quedará hasta que
traspase las mejillas en vosotros guardadas
y se adentre el sereno y disuelto Narciso.

Rainer Maria Rilke

De su libro Los sonetos a Orfeo [1923] Versión de Jesús Munárriz. Edición bilingüe. poesía Hiperión, 2003.

Spiegel: noch nie hat man wissend beschrieben,
was ihr in euerem Wesen seid.
Ihr, wie mit lauter Löchern von Sieben
erfüllten Zwischenräume der Zeit.

Ihr, noch des leeren Saales Verschwender — ,
wenn es dämmert, wie Wälder weit ...
Und der Lüster geht wie ein Sechzehn-Ender
durch eure Unbetretbarkeit.

Manchmal seid ihr voll Malerei.
Einige scheinen in euch gegangen — ,
andere schicktet ihr scheu vorbei.

Aber die Schönste wird bleiben —, bis
drüben in ihre enthaltenen Wangen
eindrang der klare gelöste Narziß.

domingo, 11 de junio de 2017

Contigo de Joaquín Sabina

CONTIGO

JOAQUÍN SABINA

Yo no quiero un amor civilizado,
con recibos y escena del sofá;
yo no quiero que viajes al pasado
y vuelvas del mercado
con ganas de llorar.

Yo no quiero vecínas con pucheros;
yo no quiero sembrar ni compartir;
yo no quiero catorce de febrero
ni cumpleaños feliz.

Yo no quiero cargar con tus maletas;
yo no quiero que elijas mi champú;
yo no quiero mudarme de planeta,
cortarme la coleta,
brindar a tu salud.

Yo no quiero domingos por la tarde;
yo no quiero columpio en el jardin;
lo que yo quiero, corazón cobarde,
es que mueras por mí.

Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.

Yo no quiero juntar para mañana,
no me pidas llegar a fin de mes;
yo no quiero comerme una manzana
dos veces por semana
sin ganas de comer.

Yo no quiero calor de invernadero;
yo no quiero besar tu cicatriz;
yo no quiero París con aguacero
ni Venecia sin tí.

No me esperes a las doce en el juzgado;
no me digas volvamos a empezar;
yo no quiero ni libre ni ocupado,
ni carne ni pecado,
ni orgullo ni piedad.

Yo no quiero saber por qué lo hiciste;
yo no quiero contigo ni sin ti;
lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí.

Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.

viernes, 9 de junio de 2017

Poemas de Adam Zagajewski

Poemas de Adam Zagajewski

En las enciclopedias no hay sitio para Osip Mandelstam

En las enciclopedias una vez más no hay sitio para
Osip Mandelstam otra vez está
sin hogar aun así es tan difícil encontrar un piso
Como registrarse en Moscú es casi imposible
El Cáucaso todavía le llama el bosque de las tierras bajas de
Asia
ruge estos días no han llegado todavía
Otra persona recoge guijarros en las playas del mar Negro
Esta investigación cambiante sigue aunque el uniforme
es de un nuevo corte y su sastre de cabeza de madera
casi se cayó haciendo una reverencia
Cierras un libro suena como un disparo
Polvo blanco del papel te hace cosquillas en la nariz una
tarde latina está aquí nieva nadie vendrá esta noche
es la hora de acostarse pero si llama a tu delgada puerta
déjale entrar

(De Temblor, 1985)



En la belleza creada por otros

Sólo en la belleza creada
por otros hay consuelo,
en la música de otros y en los poemas de otros.
Sólo otros nos salvan,
aunque la soledad sepa a
opio. Los otros no son el infierno,
si se les ve temprano, con sus
frentes puras, lavadas por sueños.
Por eso me pregunto qué
palabra debería utilizarse, "él" o "tú". Cada "él"
es una traición a un cierto "tú" pero
a cambio el poema de alguien
ofrece la fidelidad de un grave diálogo.

(De Temblor, 1985)


De las vidas de las cosas

La piel perfecta de las cosas se extiende sobre ellas
tan cómodamente como una carpa de circo.
La noche se acerca.
Bienvenida, oscuridad.
Adiós, luz.
Somos como párpados, afirmamos cosas,
tocamos ojos, pelo, oscuridad,
luz, India, Europa.
De repente me encuentro preguntando: "Cosas,
¿conocéis el sufrimiento?
¿Habéis estado alguna vez hambrientas, en la miseria?
¿Habéis llorado? ¿Conocéis el miedo,
la vergüenza? ¿Habéis conocido los celos, la envidia,
pequeños pecados, no de comisión,
pero tampoco curados por la absolución?
¿Habéis amado, y muerto,
de noche, con el viento abriendo las ventanas, absorbiendo
el frío corazón? ¿Habéis probado
la edad, el tiempo, el duelo?".
Silencio.
En la pared, baila la aguja de un barómetro.

(De Lienzo, 1991)


Autorretrato

Entre ordenador, lápiz y máquina de escribir
se me pasa la mitad del día. Algún día se convertirá en medio siglo.
Vivo en ciudades ajenas y a veces converso
con gente ajena sobre cosas que me son ajenas.
Escucho mucha música: Bach, Mahler, Chopin, Shostakovich.
En la música encuentro la fuerza, la debilidad y el dolor, los
tres elementos.
El cuarto no tiene nombre.
Leo a poetas vivos y muertos, aprendo de ellos
tenacidad, fe y orgullo. Intento comprender
a los grandes filósofos -la mayoría de las veces consigo
captar tan sólo jirones de sus valiosos pensamientos.
Me gusta dar largos paseos por las calles de París
y mirar a mis prójimos, animados por la envidia,
la ira o el deseo; observar la moneda de plata
que pasa de mano en mano y lentamente pierde
su forma redonda (se borra el perfil del emperador).
A mi lado crecen árboles que no expresan nada,
salvo su verde perfección indiferente.
Aves negras caminan por los campos
siempre esperando algo, pacientes como viudas españolas.
Ya no soy joven, mas sigue habiendo gente mayor que yo.
Me gusta el sueño profundo, cuando no estoy,
y correr en bici por caminos rurales, cuando álamos y casas
se difuminan como nubes con el buen tiempo.
A veces me dicen algo los cuadros en los museos
y la ironía se esfuma de repente.
Me encanta contemplar el rostro de mi mujer.
Cada semana, el domingo, llamo a mi padre.
Cada dos semanas me reúno con mis amigos,
de esta forma seguimos siendo fieles.
Mi país se liberó de un mal. Quisiera
que le siguiera aún otra liberación.
¿Puedo aportar algo para ello? No lo sé.
No soy hijo de la mar,
como escribió sobre sí mismo Antonio Machado,
sino del aire, la menta y el violonchelo,
y no todos los caminos del alto mundo
se cruzan con los senderos de la vida que, de momento,
a mí me pertenece.

(De Mística para principiantes, 1997)


Escribía en la oscuridad

A Ryszard Krynicki


Cuando vivía en Estocolmo, Nelly Sachs
trabajaba por las noches con una luz apagada
para no despertar a su madre enferma.
Escribía en la oscuridad.
La desesperación le dictaba palabras
tan pesadas como colas de cometa.
Escribía en la oscuridad,
en silencio, que sólo interrumpía
el reloj de pared con sus suspiros.
Hasta las letras eran soñolientas,
sus cabezas caían en las hojas.
La oscuridad escribía
tras coger esta mujer ya no joven
como si fuese su pluma.
La noche se compadecía de ella,
sobre la ciudad se erigía
una gris prisión del alba,
la aurora de dedos rosa.
Cuando se dormía ella
los mirlos ya despertaban
y no hubo ninguna pausa
en la tristeza y el canto.

(De Mística para principiantes, 1997)


La poesía es búsqueda del resplandor

La poesía es búsqueda de resplandor.
La poesía es un camino real
que nos lleva hasta lo más lejos.
Buscamos resplandor en la hora gris,
al mediodía o en las chimeneas del alba,
incluso en el autobús, en noviembre,
cuando al lado dormita un viejo cura.
El camarero en el restaurante chino
estalla en llanto y nadie imagina por qué.
Quién sabe, quizás esto también es una búsqueda
que se parece a un instante a la orilla del mar,
cuando en el horizonte aparece un barco rapaz
y se detiene, paralizado largo tiempo.
Pero también, momentos de profunda alegría
e incontables momentos de angustia.
Déjame ver, por favor.
Déjame persistir, por favor.
Al atardecer cae una fría lluvia.
En las calles y avenidas de mi ciudad
en silencio y con fervor trabaja la oscuridad.
La poesía es búsqueda de resplandor.

(De De Regreso, 2003)


Zurbarán

Zurbarán pintó
santos españoles
y naturalezas muertas,
los alternaba,
y por eso los objetos
que yacen en las pesadas mesas
de sus naturalezas muertas
son, también, santos.

(De Antenas, 2005)

Adam Zagajewski, El mundo mutilado

El mundo mutilado

Adam Zagajewski 

Intenta celebrar el mundo mutilado.
Recuerda los largos días de junio
y las fresas silvestres, las gotas de vino rosado.
Las ortigas, que con esmero cubrían
las fincas abandonadas de los exiliados.
Tienes que celebrar el mundo mutilado.
Miraba los yates y los barcos lujosos;
uno de ellos tenía un largo viaje por hacer,
a otros les aguardaba sólo un vacío salado.
Viste a refugiados con rumbo a ninguna parte,
oíste a verdugos que cantaban con gozo.
Deberías celebrar el mundo mutilado
Recuerda los momentos cuando estábais juntos
en una habitación blanca y se movió la cortina.
Vuelve en pensamientos al concierto, al estallar la música.
En otoño cogías bellotas en el parque y las hojas
se arremolinaban en las cicatrices de la tierra.
Celebra el mundo mutilado,
y  la pluma gris que un tordo ha perdido,
y la luz delicada que yerra y desaparece
y regresa.

Anton Chejov, La institutriz

Se trata de una autoadaptación teatral que hizo Chejov de su cuento "Poquita cosa":

Anton Chejov 

LA INSTITUTRIZ

ESCRITOR : (Aparece bajo un reflector) ¡Esperen! Para quienes se sientan ofendidos por la crueldad de la vida, existe una alternativa al final: "Ivan Ilyitch Cherdyakov se fue a su casa, se sacó la chaqueta, se tendió en el sofá… y heredó cinco millones de rublos". No hay base alguna para eso, pero es constructivo. Les aseguro que no es mi intención retratar la vida más dura de lo que es, pero algunos de nosotros nos encontramos realmente atrapados. Sirvan de testigos a la situación en que se encuentra una joven institutriz que cuida y educa a los niños de una familia de buen pasar…

SEÑORA : (Con un libro de cuentas frente a ella) ¡Julia!

(Una joven institutriz entra apresurada, se detiene frente al escritorio con una reverencia).

JULIA : ¿Sí, señora?

SEÑORA : Mírame muchacha. Levanta la cabeza. Me gusta verte los ojos cuando te hablo.

JULIA : (Levanta la cabeza) Sí señora. (Pero su cabeza tiene el hábito de agacharse).

SEÑORA : ¿Y cómo van los niños en sus lecciones de francés?

JULIA : Son muy despiertos, señora.

SEÑORA : Ojos en alto… ¿Despiertos, dices? Bueno, y ¿por qué no? ¿Y en matemáticas? Supongo que les irá bien en matemáticas.

JULIA : Sí, señora. Especialmente Vanya.

SEÑORA : Es lógico. Lo sabía. Yo fui sobresaliente en matemáticas. ¿No dirías que lo heredó de su madre?

JULIA : Sí, señora.

SEÑORA : Cabeza en alto… (Ella levanta la cabeza) Así es. No tengas temor de mirar a la gente a los ojos, querida. Si presumes de inferior es exactamente así como la gente va a tratarte.

JULIA : Sí, señora.

SEÑORA : Eres una muchacha bastante calladita, ¿no?…. Bueno, arreglemos nuestras cuentas. Imagino que necesitarás dinero aunque nunca lo pidas… Veamos, quedamos de acuerdo en que recibirás treinta rublos al mes, ¿no es así?

JULIA : (Sorprendida) Cuarenta, señora.

SEÑORA : No, no: treinta. Lo anoté expresamente aquí (Señala el libro). Siempre he pagado treinta a las institutrices… ¿Quién te dijo cuarenta?

JULIA : Usted misma, señora. No hablé con nadie más en lo referente al dinero…

SEÑORA : Imposible. Tal vez creíste escuchar cuarenta cuando yo dije treinta. Si mantuvieras la cabeza en alto eso no ocurriría. Mírame nuevamente y yo lo voy a repetir con toda claridad. “Treinta rublos al mes”.

JULIA : Si usted lo dice, señora.

SEÑORA : Arreglado entonces. Treinta al mes viene a ser… Espera… Has estado aquí exactamente dos meses.

JULIA : Dos meses y cinco días.

SEÑORA : No, no. Dos meses exactos. Lo anoté aquí. Deberías llevar libros como lo hago yo. Evitaríamos estas discrepancias. Entonces tenemos que dos meses a treinta rublos por mes… hacen sesenta rublos. ¿Correcto?

JULIA : (Haciendo pequeña cortesía) Sí, señora. Gracias, señora.

SEÑORA : Substrayendo nueve domingos… ¿Quedamos de acuerdo en sustraer los domingos, ¿no es verdad?

JULIA : No, señora.

SEÑORA : ¡Ojos, ojos!… Por supuesto que convinimos en substraer los domingos. Ni siquiera me tomé la molestia de anotarlo porque siempre lo hago. ¿No recuerdas cuando te dije que íbamos a descontar los días domingo?

JULIA : No, señora.

SEÑORA : Piensa.

JULIA : (Piensa) No, señora.

SEÑORA : No estabas pensando. Tu mirada estaba vagando por ahí. Mírame directo a los ojos y piensa… ¿Lo recuerdas ahora?

JULIA : (Entregada) Sí, señora. (Muy bajo)

SEÑORA : No alcancé a escucharte, Julia.

JULIA : (Más fuerte) Sí, señora.

SEÑORA : Bien . Estaba segura que recordarías… Más tres días de fiesta. ¿Correcto?

JULIA : Dos, señora. Navidad y Año Nuevo.

SEÑORA : Y con tu cumpleaños son tres.

JULIA : Pero el día de mi cumpleaños trabajé, señora.

SEÑORA : ¿Sí? No tenías por qué hacerlo. Mis otras institutrices no trabajaron jamás el día de su cumpleaños.

JULIA : Pero yo trabajé, señora.

SEÑORA : Pero no es ese el problema, Julia. Ahora estamos discutiendo cuestiones financieras. Sin embargo, si insistes, voy a tomar en cuenta solamente dos días festivos… ¿Insistes?

JULIA : Yo trabajé, señora.

SEÑORA : ¿Vas a insistir entonces?

JULIA : No, señora.

SEÑORA : Muy bien. Son tres días festivos, por lo tanto descontamos… doce rublos. Luego tenemos los cuatro días en que el pequeño Kolya estuvo enfermo y por lo tanto no recibió lecciones.

JULIA : Pero le di clases a Vanya.

SEÑORA : Muy cierto; pero yo te contraté para enseñar a dos niños y no a uno. ¿Voy a pagarte un estipendio completo por hacer la mitad del trabajo?

JULIA : No, señora.

SEÑORA : Entonces lo descontamos… Hay otros tres días en que tuviste dolor de muelas y mi esposo te autorizó a no trabajar después del almuerzo. ¿Correcto?

JULIA : Después de las cuatro. Trabajé hasta las cuatro.

SEÑORA : (Mirando el libro) Tengo aquí… “No trabajó después de almuerzo.” Nosotros comemos a la una y hemos terminado hacia las dos, no a las cuatro, ¿correcto?

JULIA : Sí, señora. Pero yo…

SEÑORA : Eso hace otros siete rublos…. Siete y doce… Son diecinueve… Restando… quedan… cuarenta y un rublos… ¿Correcto?

JULIA : Sí, señora. Gracias, señora.

SEÑORA : El cuatro de enero quebraste una taza de té con platillo. ¿No es cierto?

JULIA : Sólo el platillo, señora.

SEÑORA : ¿Y para qué sirve una taza de té sin platillo, eh?… Son dos rublos. El platillo era una reliquia de familia. Costaba mucho más. Pero dejémoslo en eso. Estoy acostumbrada a perder.

JULIA : Gracias, señora.

SEÑORA : Tenemos que el nueve de enero Kolya se trepó a un árbol y se rompió la camisa.

JULIA : Yo le prohibí hacerlo, señora.

SEÑORA : Pero no se te hizo juicio, ¿verdad? Diez rublos. Se robaron los zapatos de Vanya…

JULIA : Fue la sirvienta, señora. Usted misma la despidió.

SEÑORA : Pero a ti se te paga una buena suma de dinero para cuidar de todo. Te lo expliqué en nuestro primer encuentro. A lo mejor no estabas escuchando. ¿Estabas escuchándome ese día, Julia, o tenías la cabeza en las nubes?

JULIA : Sí, señora.

SEÑORA : ¿Sí? Tenías la cabeza en las nubes.

JULIA : No, señora. Estaba escuchando.

SEÑORA : Eres una buena muchacha. Eso significa otros cinco rublos menos. (Mira en el libro)… Ah, sí… El dieciséis de enero te pasé diez rublos.

JULIA : No lo hizo.

SEÑORA : Pero lo anoté. ¿A qué iba yo a anotarlo si acaso no te los di?

JULIA : No lo sé, señora.

SEÑORA : Esa no es una respuesta satisfactoria, Julia… ¿Por qué iba yo a anotar que te adelanté diez rublos si en realidad no te los adelanté, eh?… ¿No hay respuesta?… Entonces tengo que habértelos dado ¿no es verdad?

JULIA : Sí, señora. Si usted lo afirma, señora.

SEÑORA : Por supuesto que lo afirmo. Eso tienen de bueno estas conversaciones. Se aclaran las dudas… Si descontamos veintisiete de cuarenta y uno nos quedan… catorce, ¡correcto?

JULIA : Sí, señora. (Se vuelve llorando suavemente)

SEÑORA : ¿Qué es eso? ¿Lágrimas? ¿Estás llorando? ¿Sucedió algo que te hiciera desgraciada, Julia? Debes decírmelo. Me apena verte así, Soy terriblemente sensible a las lágrimas. ¿Qué es lo que te aflige?

JULIA : Una sola vez desde que estoy aquí se me ha entregado algún dinero y me fue dado por su esposo. Por mi cumpleaños me dio tres rublos.

SEÑORA : ¿En verdad? Eso no figura en mi libro. Lo anotaré de inmediato. (Escribe en el libro)… Tres rublos. Gracias por decírmelo, soy un poquito floja con mis cuentas a veces… Siempre quedo corta en las vueltas… Entonces tenemos que descontar los tres rublos a los catorce… quedan once… ¿Deseas revisar las cifras?

JULIA : No es necesario, señora.

SEÑORA : Con ello queda nuestra cuenta saldada entonces. Aquí tiene el salario de dos meses, querida. Once rublos (Pone la pila de monedas sobre el escritorio) Cuéntalas.

JULIA : Tampoco es necesario, señora.

SEÑORA : Vamos, vamos. Las cuentas claras conservan la amistad. Cuéntalas.

JULIA : (Contando con desgana) Una, dos tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez… No hay más que diez, señora.

SEÑORA : ¿Estás segura? Con seguridad dejaste caer una… Ve si encuentras una moneda por el piso.

JULIA : Estoy segura de no haber dejado caer ninguna, señora.

SEÑORA : Bueno, no está sobre el escritorio y yo sé que te di once rublos. Busca por el suelo.

JULIA : No tiene importancia, señora. Con diez rublos está bien.

SEÑORA : Bien, guarda esos diez por ahora y si no lo encontramos en el suelo después, discutiremos sobre el asunto el próximo mes.

JULIA : Sí, señora. Gracias, señora. Es usted muy bondadosa, señora. (Hace una reverencia y comienza a retirarse)

SEÑORA : ¡Julia! (Julia se detiene y se vuelve) Vuelve aquí. (Julia se acerca nuevamente al escritorio y hace una nueva reverencia). ¿Por qué me diste las gracias?

JULIA : Por el dinero, señora.

SEÑORA : ¿Por el dinero?… ¿Pero no te has percatado de lo que he hecho? Te he trampeado…Te he robado. No tengo nada anotado en mi libro. Inventé lo que se me pasó por la cabeza. En lugar de saldarte los ochenta rublos, que es lo que te debo, te di solamente diez. Prácticamente te he robado, y aún así me das las gracias…¿Por qué?

JULIA : En los otros lugares donde he trabajado no me dieron absolutamente nada.

SEÑORA : Entonces te engañaron más que yo… Yo solo te estaba gastando una broma. Una lección cruel, pero que te enseñará. Tú eres demasiado confiada, y en este mundo eso es peligroso… Te voy a hacer entrega de los ochenta rublos completos (Le pasa un sobre) Lo tenía listo para ti, y el resto está en el sobre. Toma.

JULIA : Como usted ordene, señora. (Hace reverencia y nuevamente se dispone a salir)

SEÑORA : ¡Julia! (Julia se detiene) ¿Es posible ser tan dócil? ¿Por qué no protestas? ¿Por qué no reclamas? ¿Por qué no gritas en contra de este tratamiento injusto y cruel? ¿Es en verdad posible ser tan honesto, tan inocente… y, perdona si soy ruda, tan tonta?

JULIA : (Un pequeño esbozo de sonrisa en sus labios) Sí, señora… es posible.

(Hace una nueva reverencia y sale corriendo. La señora la ve irse y se queda mirando en esa dirección durante un rato, con una expresión de total derrota en su rostro. Las luces se desvanecen).

jueves, 1 de junio de 2017

Primo Levi, Si esto es un hombre

Querría hacer considerar de qué manera el Lager ("Campamento") ha sido, también y notoriamente, una gigantesca experiencia biológica y social.

Enciérrense tras la alambrada de púas a millares de individuos diferentes en edades, estado, origen, lengua, cultura y costumbres, y sean sometidos aquí a un régimen de vida constante, controlable, idéntico para todos y por debajo de todas las necesidades: es cuanto de más riguroso habría podido organizar un estudioso para establecer qué es esencial y qué es accesorio en el comportamiento del animal-hombre frente a la lucha por la vida.

No creo en la más obvia y fácil deducción: que el hombre es fundamentalmente brutal, egoísta y estúpido tal y como se comporta cuando toda superestructura civil es eliminada, y que el Häftling ("ario") no es más que el hombre sin inhibiciones. Pienso más bien que, en cuanto a esto, tan sólo se puede concluir que, frente a la necesidad y el malestar físico oprimente muchas costumbres e instintos sociales son reducidos al silencio.

Me parece, en cambio, digno de atención este hecho: queda claro que hay entre los hombres dos categorías particularmente bien distintas: los salvados y los hundidos. Otras parejas de contrarios (los buenos y los malos, los sabios y los tontos, los cobardes y los valientes, los desgraciados y los afortunados) son bastante menos definidas, parecen menos congénitas, y sobre todo admiten gradaciones intermedias más numerosas y complejas.

Esta división es mucho menos evidente en la vida común; en ésta no sucede con frecuencia que un hombre se pierda, porque normalmente el hombre no está solo y, en sus altibajos, está unido al destino de sus vecinos; por lo que es excepcional que alguien crezca en poder sin límites o descienda continuamente de derrota en derrota hasta la ruina. Además, cada uno posee por regla
general reservas espirituales, físicas e incluso pecuniarias tales, que la eventualidad de un naufragio, de una insuficiencia ante la vida, tiene menor probabilidad. Añádase también la sensible acción de amortiguación que ejerce la ley, y el sentimiento moral, que es una ley interior; en efecto, un país se considera tanto más desarrollado cuanto más sabias y eficientes son las leyes que impiden al miserable ser demasiado miserable y al poderoso ser demasiado poderoso.

Pero en el Lager sucede de otra manera: aquí, la lucha por la supervivencia no tiene remisión porque cada uno está desesperadamente, ferozmente solo. Si un tal Null Achtzehn vacila, no encontrará quien le eche una mano; encontrará más bien a alguien que le eche a un lado, porque nadie está interesado en que un «musulmán»1 más se arrastre cada día al trabajo: y si alguno, mediante un prodigio de salvaje paciencia y astucia, encuentra una nueva combinación para escurrirse del trabajo más duro, un nuevo arte que le rente unos gramos más de pan, tratará de
mantenerla en secreto, y por ello será estimado y respetado, y le producirá un beneficio personal y exclusivo; será más fuerte, y será temido por ello, y quien es temido es, ipso facto, un candidato a sobrevivir.

En la historia y en la vida, parece a veces discernirse una ley feroz que reza: «a quien tiene, le será dado; a quien no tiene, le será quitado». En el Lager, donde el hombre está solo y la lucha por la vida se reduce a su mecanismo primordial, esta ley inicua está abiertamente en vigor, es reconocida por todos. Con los adaptados, con los individuos fuertes y astutos, los mismos jefes mantienen con gusto relaciones, a veces casi de camaradas, porque tal vez esperan obtener más tarde alguna utilidad. Pero a los «musulmanes», a los hombres que se desmoronan, no vale la pena dirigirles la palabra, porque ya se sabe que se lamentarán y contarán lo que comían en su casa. Vale menos aún la pena hacerse amigo suyo, porque no tienen en el campo amistades ilustres, no comen nunca raciones extras, no trabajan en Kommandos ventajosos y no conocen ningún modo secreto de organizarse. Y, finalmente, se sabe que están aquí de paso y que dentro de unas semanas no quedará de ellos más que un puñado de cenizas en cualquier campo no lejano y, en un registro, un número de matrícula vencido. Aunque englobados y arrastrados sin descanso por la muchedumbre innumerable de sus semejantes, sufren y se arrastran en una opaca soledad íntima, y en soledad mueren o desaparecen, sin dejar rastros en la memoria de nadie. 

1 Con el término «Muselmann», ignoro por qué razón, los veteranos del campo designaban a los débiles, los ineptos, los destinados a la selección