"Arte de lo posible", de Robert Lowell (Estados Unidos, 1917-1977)
"Empeñarte en hacer cuanto no puede ser hecho,
es lo único que tú puedes hacer..."
En la casa adosada de mis padres
había un patio chico, de dos metros por tres,
recubierto por una claraboya
que surtía de luz a los cuartos de baño,
uno encima de otro, que había en cada piso.
El de la parte alta, de vidrio transparente
y de cristal traslúcido. Más púdico, el de abajo;
eran esas ventanas ventanas incitantes.
Allí, en aquella casa,
durante, más o menos, un invierno,
cuando tenía yo once o doce años,
casi a falta de uno para la catastrófica
llegada inexorable de mi adolescencia,
yo disfrutaba con el baño nocturno de mi madre...
No se trataba de lujuria en sí,
sino de un cierto modo de incipiente lujuria,
sólo la de mi vista y muy difusa.
Estábamos bebiendo, pinchando mejillones,
una mujer y un hombre
(ella tres años más joven que él),
que durante veinte años
habían sido sólo compañeros de mesa,
removiendo a conciencia el inventario
de nuestra relación... Agradecidos
porque nuestros estudiantiles eufemismos
ocultan el temblor de nuestras manos,
temerosas de alzar un tenedor en público.
"Papá Freud ha lavado tu cerebro
para que odies a tu madre."
Nos levantamos para despedirnos
y tus senos han rozado mi pecho;
bajo nuestros vestidos nuestros cuerpos
son cuerpo solamente.
Sobre el hielo delgado de nuestra edad pesada,
maligna en sus sorpresas, nuestro interior escuece
y lo atempera el frío porque ya conocemos
los sufrimientos de la seducción...
Mañana la unidad,
repugnante, de nuestro cuerpo profanado
a plena luz del día irá descomponiéndose.
Nada de compromisos, yo me marcho...
La oscuridad alza su mano inerte,
los insomnios encuentran cien justificaciones
para explicar la frase imperdonable.
Tras muchos avatares durante el matrimonio,
ardientes dormitorios por la sangre,
me produce alegría
convertir esta alcoba en polo norte...
Un solitario yermo me descubre
las zonas frías que la cama tiene
mientras se regodea con su expiración gélida.
Robert Lowell en Día a día (1977), (Editorial Losada, Madrid, 2010, trad. de Luis Javier Moreno).
miércoles, 6 de diciembre de 2017
Poemas de Robert Frost
"El impulso", de Robert Frost (Estados Unidos, 1874-1963)
Aquello era muy solo y muy salvaje para ella. Y como no eran más que los dos, y sin niños, y el trabajo de la casa era tan poco, ella estaba siempre desocupada, y se iba adonde él labraba el campo o derribaba un árbol.
Y se sentaba en un tronco, y jugaba con las frescas astillas que saltaban, cantando bajito, sólo para ella.
Una vez que ella quiso cortar una rama de un álamo negro, se fue tan lejos, que apenas oyó que él la llamaba. Y no contestó -¡silencio!- ni volvió ya. -Se estuvo quieta, y luego salió corriendo, y se escondió por los helechos-.
Él no la encontró jamás, aunque buscó por todas partes y preguntó en casa de la madre de ella. Así, tan de pronto, tan rápida y brevemente como se cuenta, sus lazos se desataron; y él supo de otros finales que la tumba.
II
Aquello era muy solo y muy salvaje para ella. Y como no eran más que los dos, y sin niños, y el trabajo de la casa era tan poco, ella estaba siempre desocupada, y se iba adonde él labraba el campo o derribaba un árbol.
Y se sentaba en un tronco, y jugaba con las frescas astillas que saltaban, cantando bajito, sólo para ella.
Una vez que ella quiso cortar una rama de un álamo negro, se fue tan lejos, que apenas oyó que él la llamaba. Y no contestó -¡silencio!- ni volvió ya. -Se estuvo quieta, y luego salió corriendo, y se escondió por los helechos-.
Él no la encontró jamás, aunque buscó por todas partes y preguntó en casa de la madre de ella. Así, tan de pronto, tan rápida y brevemente como se cuenta, sus lazos se desataron; y él supo de otros finales que la tumba.
II
"Miedo a la casa", de Robert Frost (Estados Unidos, 1874-1963)
Siempre -ellos lo fueron aprendiendo-, siempre que volvían por la noche, de lejos, a la casa solitaria -lámparas sin encender y cenizas de hogar-, hacían rechinar la llave en la cerradura -ellos lo fueron aprendiendo-, para que cualquiera que pudiese estar allí tuviera aviso y tiempo de salir al campo. Y, prefiriendo la noche de fuera a la de dentro, ellos aprendieron a dejar de par en par la puerta, hasta que habían encendido la lámpara.
Robert Frost en La mujer en el monte, versión de Juan Ramón Jiménez, incluido en Música de otros. Traducciones y paráfrasis (Editorial Galaxia Gutenberg-Círculo de lectores, Barcelona, 2006).
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Lírica estadounidense,
Literatura estadounidense,
Siglo XX
Walt Whitman, Cuando escuché al astrónomo erudito
"Cuando escuché al astrónomo erudito...", de Walt Whitman (Estados Unidos, 1819-1892)
Cuando escuché al astrónomo erudito,
cuando las pruebas, los números fueron puestos en columnas ante mí,
cuando me enseñaron mapas y diagramas para sumarlos, dividirlos, medirlos,
cuando, sentado, escuché en el salón al astrónomo aclamado,
cuán extrañamente rápido me harté,
me levanté y me escabullí, alejándome solo,
en el aire nocturno, místico y húmedo y, de vez en cuando,
contemplé las estrellas en silencio perfecto.
Walt Whitman, incluido en Explorando el mundo. Poesía de la ciencia (Gadir Editorial, Madrid, 2006, edic. de Miguel García-Posada).
Cuando escuché al astrónomo erudito,
cuando las pruebas, los números fueron puestos en columnas ante mí,
cuando me enseñaron mapas y diagramas para sumarlos, dividirlos, medirlos,
cuando, sentado, escuché en el salón al astrónomo aclamado,
cuán extrañamente rápido me harté,
me levanté y me escabullí, alejándome solo,
en el aire nocturno, místico y húmedo y, de vez en cuando,
contemplé las estrellas en silencio perfecto.
Walt Whitman, incluido en Explorando el mundo. Poesía de la ciencia (Gadir Editorial, Madrid, 2006, edic. de Miguel García-Posada).
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Lírica estadounidense,
Literatura estadounidense,
Siglo XIX
Erica Jong, Envidia del pene
"Envidia del pene", de Erica Jong (Estados Unidos, 1942)
Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad
el cuerpo de una mujer,
que esperan que su anhelo
haga un niño,
que su oquedad misma
fertilice lo oscuro.
Las mujeres no se hacen ilusiones sobre esto,
ya que son a la vez
casas y túneles,
copas y las que escancian el vino,
ya que conocen el vacío como estado temporal
entre dos plenitudes,
y no ven en ello ningún romance.
Si yo fuera hombre,
condenado a esa infinita vaciedad,
y no teniendo alternativa,
encontraría, como los otros, sin duda,
una mujer
para bautizarla Vientre de Luna,
Madona, Diosa del Cabello de Oro
y hacerla tienda de mi deseo,
paracaídas de seda de mi lujuria,
icono ojiazul de mi sagrada comezón sexual,
madre de mi hambre.
Pero ya que soy mujer,
debo no sólo inspirar el poema
sino también escribirlo a máquina,
no sólo concebir al niño
sino también darlo a luz,
no sólo dar a luz al niño
sino también bañarlo,
no sólo bañar al niño
sino también alimentarlo,
no sólo alimentar al niño
sino también llevarlo
a todas partes, a todas partes...
mientras que los hombres escriben poemas
sobre los misterios de la maternidad.
Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad.
Erica Jong, incluido en Siete poetas norteamericanas contemporáneas (UNAM, México, 2008, selec. y trad. de Beth Miller).
Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad
el cuerpo de una mujer,
que esperan que su anhelo
haga un niño,
que su oquedad misma
fertilice lo oscuro.
Las mujeres no se hacen ilusiones sobre esto,
ya que son a la vez
casas y túneles,
copas y las que escancian el vino,
ya que conocen el vacío como estado temporal
entre dos plenitudes,
y no ven en ello ningún romance.
Si yo fuera hombre,
condenado a esa infinita vaciedad,
y no teniendo alternativa,
encontraría, como los otros, sin duda,
una mujer
para bautizarla Vientre de Luna,
Madona, Diosa del Cabello de Oro
y hacerla tienda de mi deseo,
paracaídas de seda de mi lujuria,
icono ojiazul de mi sagrada comezón sexual,
madre de mi hambre.
Pero ya que soy mujer,
debo no sólo inspirar el poema
sino también escribirlo a máquina,
no sólo concebir al niño
sino también darlo a luz,
no sólo dar a luz al niño
sino también bañarlo,
no sólo bañar al niño
sino también alimentarlo,
no sólo alimentar al niño
sino también llevarlo
a todas partes, a todas partes...
mientras que los hombres escriben poemas
sobre los misterios de la maternidad.
Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad.
Erica Jong, incluido en Siete poetas norteamericanas contemporáneas (UNAM, México, 2008, selec. y trad. de Beth Miller).
Muerte a la oreja de Van Gogh de Allen Ginsberg
"Muerte a la oreja de Van Gogh", de Allen Ginsberg (Estados Unidos, 1926-1997)
El poeta es sacerdote
El dinero ha atravesado el alma de América
El Congreso ha roto a través del precipicio de la Eternidad
El presidente ha construido una máquina de guerra que vomitará y sacará a Rusia desde
Kansas
El siglo Americano traicionado por un Senado enloquecido que ya no duerme con su mujer
Franco ha asesinado a Lorca, el hijo marica de Whitman
Así como Maiacovski se suicidó para evitar a Rusia
Hart Grane, el distinguido platonista, se suicidó para cavar en la América perdida
Así como millones de toneladas de trigo humano fueron quemadas en cavernas secretas de la
Casa Blanca
Mientras la India se moría de hambre y gritaba y comía perros locos llenos de lluvia
Y montañas de huevos eran reducidos a polvo blanco en los pasillos del Congreso
Ningún hombre con temor a Dios caminará allí de nuevo debido al hedor de los huevos podridos
de América
Y los indios de Chiapas continúan mascando tortillas sin vitaminas
Y los aborígenes australianos tal vez murmuran en el desierto sin huevos
Y yo raramente como un huevo en el desayuno a pesar que mi trabajo
Requiere infinitos huevos para renacer en la Eternidad
Y los huevos deben ser comidos o entregados a sus madres
Y el dolor de incontables pollos de América se expresa en los gritos de sus comediantes en la
radio
Detroit ha construido un millón de autos de árboles de caucho y de fantasmas
Pero yo camino, camino y el Oriente camina conmigo y toda el África camina
Tarde o temprano Norte América caminará
Porque así como nosotros hemos alejado al Ángel Chino
El va a echarnos de la Puerta Dorada del Futuro
No hemos cultivado la piedad en Tanganika
Einstein vivo fue insultado por su política de paraíso
Bertrand Russcll echado de Nueva York por dejarse fornicar
Y el inmortal Chaplin fue alejado de nuestras costas con una rosa en los dientes
Una conspiración de la Iglesia Católica en los lavatorios del Congreso ha negado
anticonceptivos a las masas sinfín de la India
Nadie publica una palabra que no sea un robot cobarde saltando de una mentalidad depravada
El día de la publicación de la literatura verdadera del cuerpo de América será el día de la
Revolución
La revolución del cordero sexy
La única revolución sin sangre que regala maíz
El pobre Genet iluminará a los cosecheros de Ohio
La marihuana es un narcótico benevolente pero J. Edgar Hoover prefiere su whisky mortal
Y la heroína de Lao-Tse y del Sexto Patriarca es penada con la silla eléctrica
Pero los pobres drogados no tienen dónde apoyar la cabeza
Cerdos en nuestro gobierno han inventado una cura de pavo frio para los adictos tan obsoleta
como el Sistema de Pronta Defensa de Radar
Yo soy el Sistema de Pronto Anuncio de Radar
No estoy interesado en prevenir que Asia sea Asia
Y los gobiernos de Rusia y de Asia subirán y caerán pero Asia y Rusia no caerán
El gobierno de América también caerá pero ¿cómo puede América caer?
Dudo que nadie caerá más salvo los gobiernos
Afortunadamente todos los gobiernos caerán
Los únicos que no caerán serán los buenos
Y los buenos no existen todavía
Pero tienen que empezar a existir existen en mis poemas
Existen en la muerte de los gobiernos de Rusia y de América
Existen en la muerte de Hart Grane y de Maiacovski
Ahora es el tiempo de la Profecía sin muerte y como consecuencia
El universo finalmente desaparecerá
Hollywood se pudrirá en los molinos de la Eternidad
Hollywood cuyas películas se pegan a la garganta de Dios
Sí, Hollywood tendrá su merecido
Tiempo
Alcantarilla o gas de nervios en la radio
La Historia hará este poema profético y su fea estupidez una Horrible Música Espiritual
Yo tengo el quejido de la paloma y la pluma del éxtasis
El hombre no puede aguantar más el hambre del caníbal abstracto
La guerra es abstracta
El mundo será destruido
Pero yo moriré por poesía, que salvará al mundo
El monumento a Sacco y Vanzetti aún sin financiar para que Boston se ennoblezca
Nativos de Kenya atormentados por estúpidos estafadores de Inglaterra
Sud África en el puño del blanco imbécil
Vachel Lindsay ministro de Interior
Poe ministro de Imaginación
La secta de Pound, Economía
Y Kra perteneciendo a Kra y Putki a Putki
Fertilización cruzada de Blok y Artaud
Y no más propaganda para los monstruos
Y los poetas deberán quedarse fuera de la política o volverse monstruos
Yo me he vuelto un monstruo con la política
El poeta ruso sin duda un monstruo en su cuaderno secreto
El Tibet debe quedarse solo
Los poetas rusos pelearán con Rusia
Whitman nos previno contra la Fábula Endemoniada de las Naciones
¿Dónde estaba Teodoro Roosevelt cuando Walt mandó su ultimátum desde su castillo en
Candem?
¿Qué estaba esquematizando Wall Street cuando Lindsay anunció el desastre del dinero?
¿Dónde estaba la Cámara de Diputados cuando Hart Grane leyó en voz alta sus libros
proféticos?
¿Dónde estaban escuchando a mis chillidos en el cuarto de atrás de la compañía Bickford's en
las salas de personal?
¿Cerraron sus oídos a los gritos de mi alma cuando yo batallaba con !as estadísticas de
investigación mercantil en el Foro Romano?
No, ellos luchaban en fieras oficinas, en carpetas de fracaso del corazón, gritando y negociando
con el Destino
Pecando con el Esqueleto con sables, mosquetas, indigestión, bombas de robo, puteríos,
cohetes, pederastia, de vuelta contra la pared para construir sus mujeres y departamentos
parques, suburbios, mariconadas,
Puertorriqueños amontonados para la masacre en la calle 114 por una heladera moderna de
imitación china
Elefantes de perdón asesinados por una pajarera isabelina
Millones de fanáticos agitados en los depósitos con insectos por la chillona soprano de la
industria
Canto de dinero de jaboneros, gorilas del dentífrico en la TV desodorantes en sillas hipnóticas
Petroleros en Texas, el Jet centellea entre las nubes
Escritores mentirosos de cielo ante la faz de la Divinidad carniceros de sombreros y zapatos,
¡Todos Propietarios, Propietarios, Propietarios, con la obsesión de la Propiedad y el Ser
que se les desvanece!
Y sus largos editoriales en los portones de negros que gritan atacados por hormigas que salen
reptando de las primeras páginas!
¡Maquinarias de un sueño eléctrico masivo! Una puta babilónica que crea guerras aullando
sobre los Capitolios y las Academias.
¡Dinero! ¡Dinero! ¡Dinero! ¡Arrugado y enloquecido dinero celestial de la Ilusión! Dinero hecho de
la nada, del hambre, del suicidio.
Dinero de fracaso, de muerte.
¡El dinero contra la Ilusión! ¡Y los fuertes molinos de la Eternidad que roen el vasto papel de la
Ilusión!
Allen Ginsberg, incluido en Nueva poesía USA. de Ezra Pound a Bob Dylan (Ediciones de la flor, Buenos Aires, 1970, selec. y trad. de Marcelo Covián)
El poeta es sacerdote
El dinero ha atravesado el alma de América
El Congreso ha roto a través del precipicio de la Eternidad
El presidente ha construido una máquina de guerra que vomitará y sacará a Rusia desde
Kansas
El siglo Americano traicionado por un Senado enloquecido que ya no duerme con su mujer
Franco ha asesinado a Lorca, el hijo marica de Whitman
Así como Maiacovski se suicidó para evitar a Rusia
Hart Grane, el distinguido platonista, se suicidó para cavar en la América perdida
Así como millones de toneladas de trigo humano fueron quemadas en cavernas secretas de la
Casa Blanca
Mientras la India se moría de hambre y gritaba y comía perros locos llenos de lluvia
Y montañas de huevos eran reducidos a polvo blanco en los pasillos del Congreso
Ningún hombre con temor a Dios caminará allí de nuevo debido al hedor de los huevos podridos
de América
Y los indios de Chiapas continúan mascando tortillas sin vitaminas
Y los aborígenes australianos tal vez murmuran en el desierto sin huevos
Y yo raramente como un huevo en el desayuno a pesar que mi trabajo
Requiere infinitos huevos para renacer en la Eternidad
Y los huevos deben ser comidos o entregados a sus madres
Y el dolor de incontables pollos de América se expresa en los gritos de sus comediantes en la
radio
Detroit ha construido un millón de autos de árboles de caucho y de fantasmas
Pero yo camino, camino y el Oriente camina conmigo y toda el África camina
Tarde o temprano Norte América caminará
Porque así como nosotros hemos alejado al Ángel Chino
El va a echarnos de la Puerta Dorada del Futuro
No hemos cultivado la piedad en Tanganika
Einstein vivo fue insultado por su política de paraíso
Bertrand Russcll echado de Nueva York por dejarse fornicar
Y el inmortal Chaplin fue alejado de nuestras costas con una rosa en los dientes
Una conspiración de la Iglesia Católica en los lavatorios del Congreso ha negado
anticonceptivos a las masas sinfín de la India
Nadie publica una palabra que no sea un robot cobarde saltando de una mentalidad depravada
El día de la publicación de la literatura verdadera del cuerpo de América será el día de la
Revolución
La revolución del cordero sexy
La única revolución sin sangre que regala maíz
El pobre Genet iluminará a los cosecheros de Ohio
La marihuana es un narcótico benevolente pero J. Edgar Hoover prefiere su whisky mortal
Y la heroína de Lao-Tse y del Sexto Patriarca es penada con la silla eléctrica
Pero los pobres drogados no tienen dónde apoyar la cabeza
Cerdos en nuestro gobierno han inventado una cura de pavo frio para los adictos tan obsoleta
como el Sistema de Pronta Defensa de Radar
Yo soy el Sistema de Pronto Anuncio de Radar
No estoy interesado en prevenir que Asia sea Asia
Y los gobiernos de Rusia y de Asia subirán y caerán pero Asia y Rusia no caerán
El gobierno de América también caerá pero ¿cómo puede América caer?
Dudo que nadie caerá más salvo los gobiernos
Afortunadamente todos los gobiernos caerán
Los únicos que no caerán serán los buenos
Y los buenos no existen todavía
Pero tienen que empezar a existir existen en mis poemas
Existen en la muerte de los gobiernos de Rusia y de América
Existen en la muerte de Hart Grane y de Maiacovski
Ahora es el tiempo de la Profecía sin muerte y como consecuencia
El universo finalmente desaparecerá
Hollywood se pudrirá en los molinos de la Eternidad
Hollywood cuyas películas se pegan a la garganta de Dios
Sí, Hollywood tendrá su merecido
Tiempo
Alcantarilla o gas de nervios en la radio
La Historia hará este poema profético y su fea estupidez una Horrible Música Espiritual
Yo tengo el quejido de la paloma y la pluma del éxtasis
El hombre no puede aguantar más el hambre del caníbal abstracto
La guerra es abstracta
El mundo será destruido
Pero yo moriré por poesía, que salvará al mundo
El monumento a Sacco y Vanzetti aún sin financiar para que Boston se ennoblezca
Nativos de Kenya atormentados por estúpidos estafadores de Inglaterra
Sud África en el puño del blanco imbécil
Vachel Lindsay ministro de Interior
Poe ministro de Imaginación
La secta de Pound, Economía
Y Kra perteneciendo a Kra y Putki a Putki
Fertilización cruzada de Blok y Artaud
Y no más propaganda para los monstruos
Y los poetas deberán quedarse fuera de la política o volverse monstruos
Yo me he vuelto un monstruo con la política
El poeta ruso sin duda un monstruo en su cuaderno secreto
El Tibet debe quedarse solo
Los poetas rusos pelearán con Rusia
Whitman nos previno contra la Fábula Endemoniada de las Naciones
¿Dónde estaba Teodoro Roosevelt cuando Walt mandó su ultimátum desde su castillo en
Candem?
¿Qué estaba esquematizando Wall Street cuando Lindsay anunció el desastre del dinero?
¿Dónde estaba la Cámara de Diputados cuando Hart Grane leyó en voz alta sus libros
proféticos?
¿Dónde estaban escuchando a mis chillidos en el cuarto de atrás de la compañía Bickford's en
las salas de personal?
¿Cerraron sus oídos a los gritos de mi alma cuando yo batallaba con !as estadísticas de
investigación mercantil en el Foro Romano?
No, ellos luchaban en fieras oficinas, en carpetas de fracaso del corazón, gritando y negociando
con el Destino
Pecando con el Esqueleto con sables, mosquetas, indigestión, bombas de robo, puteríos,
cohetes, pederastia, de vuelta contra la pared para construir sus mujeres y departamentos
parques, suburbios, mariconadas,
Puertorriqueños amontonados para la masacre en la calle 114 por una heladera moderna de
imitación china
Elefantes de perdón asesinados por una pajarera isabelina
Millones de fanáticos agitados en los depósitos con insectos por la chillona soprano de la
industria
Canto de dinero de jaboneros, gorilas del dentífrico en la TV desodorantes en sillas hipnóticas
Petroleros en Texas, el Jet centellea entre las nubes
Escritores mentirosos de cielo ante la faz de la Divinidad carniceros de sombreros y zapatos,
¡Todos Propietarios, Propietarios, Propietarios, con la obsesión de la Propiedad y el Ser
que se les desvanece!
Y sus largos editoriales en los portones de negros que gritan atacados por hormigas que salen
reptando de las primeras páginas!
¡Maquinarias de un sueño eléctrico masivo! Una puta babilónica que crea guerras aullando
sobre los Capitolios y las Academias.
¡Dinero! ¡Dinero! ¡Dinero! ¡Arrugado y enloquecido dinero celestial de la Ilusión! Dinero hecho de
la nada, del hambre, del suicidio.
Dinero de fracaso, de muerte.
¡El dinero contra la Ilusión! ¡Y los fuertes molinos de la Eternidad que roen el vasto papel de la
Ilusión!
Allen Ginsberg, incluido en Nueva poesía USA. de Ezra Pound a Bob Dylan (Ediciones de la flor, Buenos Aires, 1970, selec. y trad. de Marcelo Covián)
Poesía de la Alhambra
"Inscripción de la Sala de las dos hermanas de la Alhambra de Granada", de Abu Abd Alláh ibn Zamrák (España, Al-Andalus, 1333-ca 1392)
Jardín yo soy que la belleza adorna:
Sabrás mi ser si mi hermosura miras.
Por Muhammad, mi rey, a par me pongo
de lo más noble que será o ha sido.
Obra sublime, la Fortuna quiere
que a todo monumento sobrepase.
¡Cuánto recreo aquí para los ojos!
Sus anhelos el noble aquí renueva.
Las Pléyades le sirven de amuleto;
la brisa le defiende con su magia.
Sin par luce una cúpula brillante,
de hermosuras patentes y escondidas.
Rendido le da Géminis la mano;
viene con ella a conversar la luna.
Incrustarse los astros allí quieren,
sin más girar en la celeste rueda,
y en ambos patios aguardar sumisos,
y servirle a porfía como esclavas:
No es maravilla que los astros yerren
y el señalado límite traspasen,
para servir a mi señor dispuestos,
que quien sirve al glorioso gloria alcanza.
El pórtico es tan bello, que el palacio
con la celeste bóveda compite.
Con tan bello tisú lo aderezaste,
que olvido pones del telar del Yemen.
¡Cuántos arcos se elevan en su cima,
sobre columnas por la luz ornadas,
como esferas celestes que voltean
sobre el pilar luciente de la aurora!
Las columnas en todo son tan bellas,
que en lenguas corredora anda su fama:
lanza el mármol su clara luz, que invade
la negra esquina que tiznó la sombra;
irisan sus reflejos, y dirías
son, a pesar de su tamaño, perlas.
Jamás vimos alcázar más excelso,
de contornos más claros y espaciosos.
Jamás vimos jardín más floreciente,
de cosecha más dulce y más aroma.
Por permisión del juez de la hermosura
paga, doble, el impuesto en dos monedas,
pues si, al alba, del céfiro en las manos
deja dracmas de luz, que bastarían,
tira luego en lo espeso, entre los troncos,
doblas de oro de sol, que lo engalanan.
(Le enlaza el parentesco a la victoria:
Sólo al del Rey este linaje cede).
Abu Abd Alláh ibn Zamrák, incluido en Poesía de Al-Andalus (Asociación Andaluza de Profesores de Español Elio Antonio de Nebrija, Sevilla, 1999, varios trad.).
Jardín yo soy que la belleza adorna:
Sabrás mi ser si mi hermosura miras.
Por Muhammad, mi rey, a par me pongo
de lo más noble que será o ha sido.
Obra sublime, la Fortuna quiere
que a todo monumento sobrepase.
¡Cuánto recreo aquí para los ojos!
Sus anhelos el noble aquí renueva.
Las Pléyades le sirven de amuleto;
la brisa le defiende con su magia.
Sin par luce una cúpula brillante,
de hermosuras patentes y escondidas.
Rendido le da Géminis la mano;
viene con ella a conversar la luna.
Incrustarse los astros allí quieren,
sin más girar en la celeste rueda,
y en ambos patios aguardar sumisos,
y servirle a porfía como esclavas:
No es maravilla que los astros yerren
y el señalado límite traspasen,
para servir a mi señor dispuestos,
que quien sirve al glorioso gloria alcanza.
El pórtico es tan bello, que el palacio
con la celeste bóveda compite.
Con tan bello tisú lo aderezaste,
que olvido pones del telar del Yemen.
¡Cuántos arcos se elevan en su cima,
sobre columnas por la luz ornadas,
como esferas celestes que voltean
sobre el pilar luciente de la aurora!
Las columnas en todo son tan bellas,
que en lenguas corredora anda su fama:
lanza el mármol su clara luz, que invade
la negra esquina que tiznó la sombra;
irisan sus reflejos, y dirías
son, a pesar de su tamaño, perlas.
Jamás vimos alcázar más excelso,
de contornos más claros y espaciosos.
Jamás vimos jardín más floreciente,
de cosecha más dulce y más aroma.
Por permisión del juez de la hermosura
paga, doble, el impuesto en dos monedas,
pues si, al alba, del céfiro en las manos
deja dracmas de luz, que bastarían,
tira luego en lo espeso, entre los troncos,
doblas de oro de sol, que lo engalanan.
(Le enlaza el parentesco a la victoria:
Sólo al del Rey este linaje cede).
Abu Abd Alláh ibn Zamrák, incluido en Poesía de Al-Andalus (Asociación Andaluza de Profesores de Español Elio Antonio de Nebrija, Sevilla, 1999, varios trad.).
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Edad Media,
Lírica árabe,
Literatura española,
Literatura hispanoárabe,
Siglo XIV
Hilar amor de Adam Mickiewicz
"Hilar amor...", de Adam Mickiewicz (Polonia, 1798-1855)
Hilar amor, como hila en sus entrañas el gusano de seda.
Hacer brotar amor del corazón, como el agua que mana de una fuente.
Modelar el amor como dorado azófar, tal como se amartilla
un grano de oro; y dejarlo en el fondo, cual manantial
bajo la tierra. Con el amor alzarse como el viento,
y esparcirlo en la tierra como se siembra el trigo,
y cuidar de los hombres como cuida una madre de sus hijos.
De ahí vendrá tu poder, como la fuerza de lo que nace;
será después tu poder como la fuerza de los elementos;
será después tu poder como la fuerza de lo que se propaga;
después como el poder de las personas, después como el poder de los ángeles,
y será, finalmente, como el poder del Creador de la creación.
Adam Mickiewicz en En Lausanne (1839), incluido en Antología de la poesía polaca desde sus orígenes hasta la Primera Guerra Mundial (Editorial Gredos, Madrid, 2006, ed. y trad. de Fernando Presa González).
Hilar amor, como hila en sus entrañas el gusano de seda.
Hacer brotar amor del corazón, como el agua que mana de una fuente.
Modelar el amor como dorado azófar, tal como se amartilla
un grano de oro; y dejarlo en el fondo, cual manantial
bajo la tierra. Con el amor alzarse como el viento,
y esparcirlo en la tierra como se siembra el trigo,
y cuidar de los hombres como cuida una madre de sus hijos.
De ahí vendrá tu poder, como la fuerza de lo que nace;
será después tu poder como la fuerza de los elementos;
será después tu poder como la fuerza de lo que se propaga;
después como el poder de las personas, después como el poder de los ángeles,
y será, finalmente, como el poder del Creador de la creación.
Adam Mickiewicz en En Lausanne (1839), incluido en Antología de la poesía polaca desde sus orígenes hasta la Primera Guerra Mundial (Editorial Gredos, Madrid, 2006, ed. y trad. de Fernando Presa González).
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Lírica polaca,
Literatura polaca,
Romanticismo,
Siglo XIX
La abuela de Gérard de Nerval
La abuela", de Gérard de Nerval (Francia, 1808-1855)
Hace ya tres años que mi abuela ha muerto
—¡que mujer más buena!— Cuando la enterraron,
parientes y amigos, todos la lloraron
con pena muy honda, con amargo duelo.
Solo yo vagaba por la casa, atónito
más que triste; y cuando pegado a la caja
me vieron, algunos me echaron en cara
que viera todo eso sin gritos ni lloros.
Las penas chillonas muy pronto se esfuman:
desde hace tres años, otras emociones,
bienes y desgracias —y revoluciones—,
en sus corazones su memoria ocultan.
Solo yo recuerdo —y a menudo lloro;
desde hace tres años, cada vez más fuerte
igual que una seña que al árbol le hiere,
su recuerdo crece más grande y más hondo.
Gérard de Nerval en Annales romantiques (1835), incluido en Antología de la poesía romántica francesa (Ediciones Cátedra, Madrid, 2000, ed. de Rosa de Diego, trad. de Pilar Andrade).
Hace ya tres años que mi abuela ha muerto
—¡que mujer más buena!— Cuando la enterraron,
parientes y amigos, todos la lloraron
con pena muy honda, con amargo duelo.
Solo yo vagaba por la casa, atónito
más que triste; y cuando pegado a la caja
me vieron, algunos me echaron en cara
que viera todo eso sin gritos ni lloros.
Las penas chillonas muy pronto se esfuman:
desde hace tres años, otras emociones,
bienes y desgracias —y revoluciones—,
en sus corazones su memoria ocultan.
Solo yo recuerdo —y a menudo lloro;
desde hace tres años, cada vez más fuerte
igual que una seña que al árbol le hiere,
su recuerdo crece más grande y más hondo.
Gérard de Nerval en Annales romantiques (1835), incluido en Antología de la poesía romántica francesa (Ediciones Cátedra, Madrid, 2000, ed. de Rosa de Diego, trad. de Pilar Andrade).
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Siglo XIX
La sombra inasible del padre de Eneas en la Eneida de Virgilio
"Tu triste imagen", de Virgilio (Publio Virgilio Marón. Italia, Roma, 70-19 aec)
Y Eneas dijo: «Eres tú, padre, es tu triste imagen
la que, apareciéndoseme con frecuencia, me obligó
a dirigirme a estos umbrales. Mis naves flotan
sobre el mar Tirreno. Dame tu diestra, padre,
deja que la una a la mía; dámela, y no te apartes
de mi abrazo.» Hablando así, regaba al mismo tiempo
su rostro con abundante llanto. Tres veces intentó
rodearle el cuello con sus brazos; tres veces la imagen,
asida en vano, se escapó de sus manos, como si fuese
un viento leve o un sueño alado.
Virgilio en Aeneidos VI, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
Y Eneas dijo: «Eres tú, padre, es tu triste imagen
la que, apareciéndoseme con frecuencia, me obligó
a dirigirme a estos umbrales. Mis naves flotan
sobre el mar Tirreno. Dame tu diestra, padre,
deja que la una a la mía; dámela, y no te apartes
de mi abrazo.» Hablando así, regaba al mismo tiempo
su rostro con abundante llanto. Tres veces intentó
rodearle el cuello con sus brazos; tres veces la imagen,
asida en vano, se escapó de sus manos, como si fuese
un viento leve o un sueño alado.
Virgilio en Aeneidos VI, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
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Siglo I d. C.
Los misterios de la naturaleza por Virgilio
Poema del día: "Los misterios de la naturaleza", de Virgilio (Publio Virgilio Marón. Italia, Roma, 70-19 aec)
Recíbanme las Musas, criaturas dulcísimas,
cuyos sagrados ritos celebro
y en cuyo gran amor me consumo.
Muéstrenme los caminos del cielo, las estrellas,
los diversos eclipses del sol y de la luna;
por qué tiembla la tierra; con qué fuerza los mares
profundos, sin barreras, se hinchan y se calman;
por qué el sol del invierno se apresura a bañarse
en el Océano; qué detiene a las noches de estío.
Mas si no puedo conocer estos secretos de Naturaleza,
y en torno al corazón se me hiela la sangre,
agrádenme los campos y las aguas que riegan
los valles; que, sin gloria, ame ríos y selvas.
¡Oh campos, y Esperqueo, y Taigeto festivo,
en cuya falda danzan las doncellas laconias!
¿Dónde estáis? ¡Oh fresquísimas hondonadas del Hemo!
¡Quién pudiera llegarse hasta allí y cobijarse
bajo la sombra protectora de vuestras ramas!
Virgilio en Georgicon II, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
Recíbanme las Musas, criaturas dulcísimas,
cuyos sagrados ritos celebro
y en cuyo gran amor me consumo.
Muéstrenme los caminos del cielo, las estrellas,
los diversos eclipses del sol y de la luna;
por qué tiembla la tierra; con qué fuerza los mares
profundos, sin barreras, se hinchan y se calman;
por qué el sol del invierno se apresura a bañarse
en el Océano; qué detiene a las noches de estío.
Mas si no puedo conocer estos secretos de Naturaleza,
y en torno al corazón se me hiela la sangre,
agrádenme los campos y las aguas que riegan
los valles; que, sin gloria, ame ríos y selvas.
¡Oh campos, y Esperqueo, y Taigeto festivo,
en cuya falda danzan las doncellas laconias!
¿Dónde estáis? ¡Oh fresquísimas hondonadas del Hemo!
¡Quién pudiera llegarse hasta allí y cobijarse
bajo la sombra protectora de vuestras ramas!
Virgilio en Georgicon II, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
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Siglo I a. C.
Tormenta descrita por Virgilio en La Eneida
"La tempestad", de Virgilio (Publio Virgilio Marón. Italia, Roma, 70-19 aec)
Dicho esto, golpea con la punta del cetro
la hueca montaña. Los vientos, en columna,
se precipitan por la puerta que se les ha abierto.
Soplando en torbellino por las tierras, llegan
al mar, se abaten sobre él, lo conmueven
desde sus más profundos cimientos: son el Euro
y el Noto y el Ábrego preñado de tempestades,
y todos juntos hacen que las olas se hinchen y crezcan,
rompiendo con violencia en las costas.
Los hombres gritan y sus voces se mezclan
con el crujido de los cables. Las nubes, de repente,
oscurecen el cielo y arrebatan la luz a los troyanos.
Una lóbrega noche se cierne sobre el mar.
Truenan los cielos. El éter brilla y centellea.
Todo anuncia una muerte inminente para los navegantes.
Se le hielan los miembros a Eneas; gime y, alzando
las dos manos arriba, a las estrellas, grita:
«¡Oh tres veces, y cuatro, afortunados los hombres
a quienes cupo en suerte morir al pie de Troya,
ante los altos muros de la ciudad de Príamo!
¡Oh tú, el más valeroso de los dánaos, Diomedes,
hijo de Tideo! ¡Ojalá hubiera yo sucumbido
en los campos de Ilion, privado de la vida
bajo tus golpes, allí donde entregó Héctor el alma,
derribado por la lanza del eácida, allí donde cayó
el gigantesco Sarpedón, donde el río Simunte
arrebató tantos escudos de héroes, tantos yelmos,
tantos cuerpos hermosos y esforzados!»
Mientras habla, la tempestad se recrudece.
Una violenta ráfaga de viento hiere el velamen
y levanta las olas hasta el cielo.
Se quiebran los remos, la proa gira
y ofrece su costado al agua. Todo un monte
marino se desploma sobre la nave. Algunos marineros
se ven colgados de la cumbre de esa montaña líquida,
y otros visitan el abismo entre las grietas de la ola,
el fondo donde las arenas son furiosamente azotadas.
Tres naves arrebata el Noto, arrojándolas
sobre ciertos escollos llamados Aras por los latinos,
a modo de monstruosas espaldas en la superficie del mar.
A otras tres arrebata el Euro, y las empuja
a los bajíos y a las sirtes, ¡lamentable espectáculo!,
y las hace encallar en los vados y las rodea
con un muro de arena. Sobre una, en la que viajaban
el fiel Orantes y los licios, descargó con gran furia
el mar, bajo los mismos ojos de Eneas; y el piloto
cayó en el agua, y, por tres veces, una ola enorme
juega con la nave, hasta que el remolino la devora.
Sobre el inmenso abismo nadan, raros, los náufragos.
Se distinguen entre la espuma tablas de navio,
y tesoros de Troya, y armas dispersas de los héroes.
Ya ha vencido la tempestad a la flota de Eneas:
ha terminado con la nave de Acates, el valiente,
y con la del fuerte Ilioneo, y con aquella otra
que transportaba a Abante, y con la del decrépito Aleles.
La armazón de los flancos se deshace,
y el agua hostil entra a raudales por las grietas
de los navíos. La tempestad arrecia.
Virgilio en Aeneidos I, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
Dicho esto, golpea con la punta del cetro
la hueca montaña. Los vientos, en columna,
se precipitan por la puerta que se les ha abierto.
Soplando en torbellino por las tierras, llegan
al mar, se abaten sobre él, lo conmueven
desde sus más profundos cimientos: son el Euro
y el Noto y el Ábrego preñado de tempestades,
y todos juntos hacen que las olas se hinchen y crezcan,
rompiendo con violencia en las costas.
Los hombres gritan y sus voces se mezclan
con el crujido de los cables. Las nubes, de repente,
oscurecen el cielo y arrebatan la luz a los troyanos.
Una lóbrega noche se cierne sobre el mar.
Truenan los cielos. El éter brilla y centellea.
Todo anuncia una muerte inminente para los navegantes.
Se le hielan los miembros a Eneas; gime y, alzando
las dos manos arriba, a las estrellas, grita:
«¡Oh tres veces, y cuatro, afortunados los hombres
a quienes cupo en suerte morir al pie de Troya,
ante los altos muros de la ciudad de Príamo!
¡Oh tú, el más valeroso de los dánaos, Diomedes,
hijo de Tideo! ¡Ojalá hubiera yo sucumbido
en los campos de Ilion, privado de la vida
bajo tus golpes, allí donde entregó Héctor el alma,
derribado por la lanza del eácida, allí donde cayó
el gigantesco Sarpedón, donde el río Simunte
arrebató tantos escudos de héroes, tantos yelmos,
tantos cuerpos hermosos y esforzados!»
Mientras habla, la tempestad se recrudece.
Una violenta ráfaga de viento hiere el velamen
y levanta las olas hasta el cielo.
Se quiebran los remos, la proa gira
y ofrece su costado al agua. Todo un monte
marino se desploma sobre la nave. Algunos marineros
se ven colgados de la cumbre de esa montaña líquida,
y otros visitan el abismo entre las grietas de la ola,
el fondo donde las arenas son furiosamente azotadas.
Tres naves arrebata el Noto, arrojándolas
sobre ciertos escollos llamados Aras por los latinos,
a modo de monstruosas espaldas en la superficie del mar.
A otras tres arrebata el Euro, y las empuja
a los bajíos y a las sirtes, ¡lamentable espectáculo!,
y las hace encallar en los vados y las rodea
con un muro de arena. Sobre una, en la que viajaban
el fiel Orantes y los licios, descargó con gran furia
el mar, bajo los mismos ojos de Eneas; y el piloto
cayó en el agua, y, por tres veces, una ola enorme
juega con la nave, hasta que el remolino la devora.
Sobre el inmenso abismo nadan, raros, los náufragos.
Se distinguen entre la espuma tablas de navio,
y tesoros de Troya, y armas dispersas de los héroes.
Ya ha vencido la tempestad a la flota de Eneas:
ha terminado con la nave de Acates, el valiente,
y con la del fuerte Ilioneo, y con aquella otra
que transportaba a Abante, y con la del decrépito Aleles.
La armazón de los flancos se deshace,
y el agua hostil entra a raudales por las grietas
de los navíos. La tempestad arrecia.
Virgilio en Aeneidos I, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
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Siglo I a. C.
Aleksandr Pushkin, Canto de Oleg el Profeta
"Canto de Oleg el Profeta", de Alexsandr Serguéyevich Pushkin (Rusia, 1799-1837)
Oleg el Profeta se apresta
a la venganza contra los jasaros.
Tras violenta incursión, sus aldeas y campos
sentenció al fuego y a la espada.
Con su coraza bizantina, con su guardia,
en su caballo fiel cabalga por el campo.
Del bosque sombrío a su encuentro
inspirado adivino se le acerca,
un viejo anacoreta que a Perún obedece,
un mensajero del futuro
que llevaba cien años entre rezos
y descifrar del porvenir los signos.
Oleg se acercó al sabio sacerdote.
«¡Dime el fin de mis días,
oh anacoreta amado de los dioses!
¿Me cubrirá la tierra pronto
para alegría de mis enemigos?
No temas, dime la verdad.
Por recompensa puedes elegir
el mejor de mis caballos.»
«No temen a los príncipes los magos
ni necesitan regios dones.
Veraz y libre es su profética palabra,
la voluntad del cielo cumplen.
El futuro se esconde entre la niebla,
mas veo tu destino sobre tu clara frente.
Recuerda mis palabras:
Al guerrero la gloria, la alegría.
Glorificó tu nombre la victoria,
Constantinopla tiene
en las puertas tu escudo,
los mares y la tierra te obedecen,
por tu suerte te envidia el enemigo.
Del mar azul las engañosas olas
en la hora fatal de la tormenta,
y las hondas y flechas y puñales
respetarán del vencedor los años...
Bajo tu fuerte escudo no conoces heridas,
invisible guardián custodia al poderoso.
Tu caballo no teme peligrosos esfuerzos,
la voluntad de su señor presiente
y se encuentra tranquilo entre enemigas flechas
y se lanza a los campos de batalla
y no teme ni el frío ni el combate,
pero tú morirás a causa del caballo.»
Sonrió Oleg, pero su frente
y su mirada se turbaron.
En silencio apoyó sobre la silla
la mano y descendió sombrío del caballo.
Se despidió del fiel amigo
acariciando el torneado cuello.
«Adiós, leal servidor, fiel camarada,
de nuestra despedida llegó el tiempo.
Descansa, ya no pondré el pie
en tu dorado estribo.
Cálmate, adiós, y acuérdate de mí.
Tomad vosotros el caballo,
mis jóvenes amigos.
Ponedle su gualdrapa
de terciopelo, y por la brida
llevadlo hasta mis prados.
Que se bañe, que coma forrajes escogidos
y que beba agua clara en el arroyo.»
Los jóvenes se llevan el caballo
y le dan otro al príncipe.
Oleg con su guardia celebra un banquete
al son de alegres copas.
Sus cabellos son blancos
como la nieve matinal en la gloriosa
cumbre de la montaña...
Recuerdan los días pasados
y los combates que libraron juntos.
«... ¿Y dónde está mi antiguo compañero,
mi fogoso caballo? —el Rey pregunta—
¿Sigue siendo su paso tan ligero,
sigue jugando impetuoso?
Con impaciencia aguarda la respuesta:
hace tiempo que duerme con el sueño
del que no se despierta, en una loma.
El poderoso Oleg inclina la cabeza,
piensa en la profecía:
¡Insensato adivino, viejo loco,
debí haber despreciado tus augurios
y me hubiera servido mi caballo
hasta estos días...» Quiere ver los restos.
El poderoso Oleg se pone de camino
con Igor y los viejos invitados:
en la colina, junto al Dniéper
yacen los nobles restos
bañados por la lluvia, cubiertos por el polvo;
el viento hace ondear
sobre ellos el esparto.
Puso el príncipe el pie en la quijada del caballo
diciendo: «¡Duerme, amigo solitario!
Tu viejo amo te ha sobrevivido
y ya en mi funeral, poco distante,
no regará tu sangre bajo el hacha
las matas del esparto, ni mi cuerpo.
¡Mi perdición estaba aquí escondida!
Me amenazaba con la muerte.»
Mientras, del cráneo hueco,
salió una víbora silbando;
como una negra cinta se arrolló entre sus piernas
y de repente el príncipe dio un grito
al sentir su punzada.
La espuma se desborda de los jarros
en el banquete fúnebre de Oleg.
Igor y Olga, los príncipes, presiden;
la guardia bebe junto al río.
Recuerdan los días pasados
y los combates que libraron juntos.
Alexsandr Serguéyevich Pushkin, incluido en Poetas rusos del siglo XIX (Ediciones Rialp, Madrid, 1967, selec. y trad. de María Francisca de Castro Gil).
Oleg el Profeta se apresta
a la venganza contra los jasaros.
Tras violenta incursión, sus aldeas y campos
sentenció al fuego y a la espada.
Con su coraza bizantina, con su guardia,
en su caballo fiel cabalga por el campo.
Del bosque sombrío a su encuentro
inspirado adivino se le acerca,
un viejo anacoreta que a Perún obedece,
un mensajero del futuro
que llevaba cien años entre rezos
y descifrar del porvenir los signos.
Oleg se acercó al sabio sacerdote.
«¡Dime el fin de mis días,
oh anacoreta amado de los dioses!
¿Me cubrirá la tierra pronto
para alegría de mis enemigos?
No temas, dime la verdad.
Por recompensa puedes elegir
el mejor de mis caballos.»
«No temen a los príncipes los magos
ni necesitan regios dones.
Veraz y libre es su profética palabra,
la voluntad del cielo cumplen.
El futuro se esconde entre la niebla,
mas veo tu destino sobre tu clara frente.
Recuerda mis palabras:
Al guerrero la gloria, la alegría.
Glorificó tu nombre la victoria,
Constantinopla tiene
en las puertas tu escudo,
los mares y la tierra te obedecen,
por tu suerte te envidia el enemigo.
Del mar azul las engañosas olas
en la hora fatal de la tormenta,
y las hondas y flechas y puñales
respetarán del vencedor los años...
Bajo tu fuerte escudo no conoces heridas,
invisible guardián custodia al poderoso.
Tu caballo no teme peligrosos esfuerzos,
la voluntad de su señor presiente
y se encuentra tranquilo entre enemigas flechas
y se lanza a los campos de batalla
y no teme ni el frío ni el combate,
pero tú morirás a causa del caballo.»
Sonrió Oleg, pero su frente
y su mirada se turbaron.
En silencio apoyó sobre la silla
la mano y descendió sombrío del caballo.
Se despidió del fiel amigo
acariciando el torneado cuello.
«Adiós, leal servidor, fiel camarada,
de nuestra despedida llegó el tiempo.
Descansa, ya no pondré el pie
en tu dorado estribo.
Cálmate, adiós, y acuérdate de mí.
Tomad vosotros el caballo,
mis jóvenes amigos.
Ponedle su gualdrapa
de terciopelo, y por la brida
llevadlo hasta mis prados.
Que se bañe, que coma forrajes escogidos
y que beba agua clara en el arroyo.»
Los jóvenes se llevan el caballo
y le dan otro al príncipe.
Oleg con su guardia celebra un banquete
al son de alegres copas.
Sus cabellos son blancos
como la nieve matinal en la gloriosa
cumbre de la montaña...
Recuerdan los días pasados
y los combates que libraron juntos.
«... ¿Y dónde está mi antiguo compañero,
mi fogoso caballo? —el Rey pregunta—
¿Sigue siendo su paso tan ligero,
sigue jugando impetuoso?
Con impaciencia aguarda la respuesta:
hace tiempo que duerme con el sueño
del que no se despierta, en una loma.
El poderoso Oleg inclina la cabeza,
piensa en la profecía:
¡Insensato adivino, viejo loco,
debí haber despreciado tus augurios
y me hubiera servido mi caballo
hasta estos días...» Quiere ver los restos.
El poderoso Oleg se pone de camino
con Igor y los viejos invitados:
en la colina, junto al Dniéper
yacen los nobles restos
bañados por la lluvia, cubiertos por el polvo;
el viento hace ondear
sobre ellos el esparto.
Puso el príncipe el pie en la quijada del caballo
diciendo: «¡Duerme, amigo solitario!
Tu viejo amo te ha sobrevivido
y ya en mi funeral, poco distante,
no regará tu sangre bajo el hacha
las matas del esparto, ni mi cuerpo.
¡Mi perdición estaba aquí escondida!
Me amenazaba con la muerte.»
Mientras, del cráneo hueco,
salió una víbora silbando;
como una negra cinta se arrolló entre sus piernas
y de repente el príncipe dio un grito
al sentir su punzada.
La espuma se desborda de los jarros
en el banquete fúnebre de Oleg.
Igor y Olga, los príncipes, presiden;
la guardia bebe junto al río.
Recuerdan los días pasados
y los combates que libraron juntos.
Alexsandr Serguéyevich Pushkin, incluido en Poetas rusos del siglo XIX (Ediciones Rialp, Madrid, 1967, selec. y trad. de María Francisca de Castro Gil).
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