martes, 29 de diciembre de 2015

Francisco Brines, El confín perpetuo

Francisco Brines

De El otoño de las rosas:

    El confín perpetuo

    ¿En dónde despertar
del sueño que corrompe?
La vida es violenta; el espacio,
imposible. El tiempo abrió mis ojos,
y ahora cierra mi oído, borra el labio.
¿Quién abre y rompe el tiempo?

    No hay destino.

    Todo fue noche, y alumbraban astros
bellos e inútiles. Y envejecí
después de amar, ardiente y falso, cuerpos.
En un oscuro cuarto, con olor
de jazmines, la música venía
para curar el alma. Las palabras
hoy manchan el papel, sin son, con frío.
Sombrías son mis horas, y los años
que padecí la tierra,
pues sufrir es amar lo que nos daña.
Las pequeñas memorias de la infancia
se han perdido; por ella fue el vivir
eterna primavera y luz de sol.
Mas dudo si ha existido. Nada queda
de lo que aquí pasó: tristeza o goce.

    ¿Mas quién me hiela el pecho? Es el sueño
que corrompe la carne, desvanece
esta escasa bondad de ver el mundo
con amor injuriado, y aun perdón.
Ya no quedan respuestas. Poco importa
la posible verdad, pues que la vida
no importa ya. Y solo una pregunta
de quien ya no imagina, y nada sabe:
¿en qué lugar más negro despertar?

sábado, 12 de diciembre de 2015

Cantiga de Santa María CIII


ALFONSO X O SABIO

Cantiga CIII

(E, 103; T, 103; Tol., 93)

Como Santa María feze estar o monje trezentos anos ao canto da passarya, porque lle pedía que lle mostrasse qual era o ben que avian os que eran en Paraíso.

Quen a Virgen ben servirá
a Parayso irá

E daquest’ un gran miragre vos quer’ eu ora contar,
que fezo Santa María por un monge, que rogar
Il’ ía sempre que lle mostrasse qual ben en Paraís’ á.

Quen a Virgen ben servirá
a Parayso irá

E que o viss’ en ssa vida ante que fosse morrer.
Et porend’ a Groriosa vedes que lle foi fazer:
fez-lo entrar en hûa orta, en que muitas vezes já

Quen a Virgen ben servirá
a Parayso irá

Entrara: mais aquel dia fez que hûa font’ achou
Mui crara et mui fremosa, et cab’ ela s’assentou;
et pois lavou mui ben sas mâos, diss’ : -Ai, Virgen ! que será ?

Quen a Virgen ben servirá
a Parayso irá

Se verei do Parayso, o que ch’eu muito pidí,
algun pouco de seu viço ante que saya daquí,
et que sábia do que ben obra que galardon avera?

Quen a Virgen ben servirá
a Parayso irá

Tan toste que acabada ouv’ o mong’ a oraçon,
oyu hûa passariña cantar log’ o en tan bon son,
que se escaeceu seendo et, catando sempr’ alá

Quen a Virgen ben servirá
a Parayso irá

Ata gran sabor avia daquel cant’ e daquel lais,
que grandes trezentos anos estevo assi ou mays,
cuidando que non estevera senon pouco, com’ está

Quen a Virgen ben servirá
a Parayso irá

Mong’ algûa vez no ano, quando sal ao vergeu;
des i foiss’ a passaryña, de que foi a el mui greu,
et diz : - Eu daqui ir-me quero, ca ôy mais comer querrá

Quen a Virgen ben servirá
a Parayso irá

O convent’. E foi-sse logo et achou un gran portal,
que nunca vira, et disse: - Ai, Santa María, val!
Non é êst’ o meu môesteiro; pois de mi que se fará?

Quen a Virgen ben servirá
a Parayso irá

Des í entrou na eigreja, et ouveron gran pavor
os monges, quando o viron, et demandou-ll’ o prior
dizend’ : - Amigo, vós quen sodes ou que buscades acá ?

Quen a Virgen ben servirá
a Parayso irá

Diss’el: - Busco meu abade, que agor’ aquí leixey,
et o prior et os frades, de que mi agora quitey
quando fui a aquela orta; u seen quen mi o dirá?

Quen a Virgen ben servirá
a Parayso irá

Quand’ est’ oyu o abade, teve-o por de mal sen,
et outrossi o convento; mais des que souberon ben
de como fora êste feyto, disseron : - Quen oÿrá

Quen a Virgen ben servirá
a Parayso irá

Nunca tan gran maravilla como Deus por êste fez
Polo rogo de ssa Madre, Virgen Santa de gran prez!
E por aquesto a loemos; mais quen a non loará

Quen a Virgen ben servirá
a Parayso irá

Mais d’ outra cosa que seja? ca, par Deus, gran dereit’ é,
pois quanto nós lle pedimos nos dá deu Fill’ , a la ffé,
por ela, et aqui nos mostra o que nos depois dará.
Quen a Virgen ben servirá
a Parayso irá.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Idilio de Ausonio Galo traducido por el manchego Cosme Gómez Tejada de los Reyes

COSME GÓMEZ  TEJADA DE LOS REYES

IDILIO DE AUSONIO GALO, 

Quod vitae sectabor iter? etc.

¿Qué camino en mi vida seguir puedo
si cualquiera es incierto y peligroso
y al valor más osado pone miedo?

Si en las plazas pretendo hallar reposo,
todas las veo de tumultos llenas
que ocasiona el tratante y ambicioso.

En casa, los cuidados y las penas
viven; y, si las dejo y peregrino,
estos mismos cuidados son cadenas.

Si es rico el mercader, por su camino
padece el alma de virtud pobreza
que la dispone a mísero destino. 

Si el trato dejo, dejo la riqueza,
necesidad me asalta y, torpemente
da leyes y hace esclava a la nobleza. 

Del labrador, que medra diligente,
los trabajos conozco intolerables,
sujeto al aire frío y sol ardiente. 

Si al mar infaman olas formidabes, 
a la madre común no soy ingrato, 
cuyos abrazos son menos mudables. 

Graves las penas son del celibato 
y las del matrimonio son mayores, 
que es vano de los celos el recato. 

Si el son me agrada de los atambores, 
oféndenme los bravos desafueros 
de la guerra, sus muertes y rigores. 

Cuando ganancias torpes de usureros 
me llaman, aborrezco sus crueldades, 
que las usuras son cuchillos fieros. 

Armadas vienen todas las edades
de cuidados, y a todos desagrada
la propia edad, antiguas ceguedades.

Falta a la infancia la razón amada:
solo el castigo a la puericia rige,
y entra la juventud desenfrenada.

A la edad varonil ¡oh cuánto aflige
Fortuna, ya por mar y ya por tierra
bien que el valor su ceguedad corrige!

Si honra gana el varón en buena guerra,
es con la sangre que copiosa vierte:
la que sale enoblece a la que encierra.

Si en paz quiere gozar su buena suerte,
unos trabajos [a] otros encadenan
y van creciendo siempre hasta la muerte.

Los que vejez desean la condenan:
bien muestran ser malinos sus deseos,
pues ya en la posesión lloran y penan.

¿Levantamos memorias y trofeos
a los tiempos pasados? Los presentes
por culpas propias los hacemos reos.

Si temes los terribles accidentes
del fin mortal, a muchos considera
que su inmortalidad lloran prudentes.

Yuturna clama porque no quisiera
el privilegio que morir la impide,
que, sin honra, es su vida muerte fiera.

En las prisiones del peñasco pide
a Júpiter el sabio Prometeo
fin de su vida que los siglos mide:

sepultara su ciencia en el Leteo
por excusar eternas inquietudes
del águila que frustra su deseo.

Vuelve los ojos, pues, a las virtudes
del ánimo, y verás que reina el vicio
con aplauso de infames multitudes.

El adúltero intento, el artificio
de Fedra, su madrastra deshonesta,
a Hipólito arrojó en un precipicio:

en su triunfo vencida fue la honesta
resolución, muriendo despeñado:
tanto la virtud vale y tanto cuesta.

Si este camino dejas por cansado
y quieres por el mundo delicioso
tu apetito seguir desenfrenado,

mira las penas del vivir vicioso
y de todas tan cierto su castigo,
aun en el rey más alto y poderoso.

Infinitos ejemplos no prosigo,
que en necios son de la virtud gran mengua:
Tereo ejemplo sea y sea testigo.

Quiere encubrir sus culpas y deslengua
la cuñada inocente, pero al malo
una aguja si espada no fue lengua.

Desnudó con razón Sardanapalo
con la virtud los hábitos viriles,
cuyo castigo a su maldad igualo.

¿Quién no abomina sus deleites viles?
Ni mujer parecía entre los hombres, 
ni hombre entre los vicios femeniles. 

De la perfidia los infames nombres 
tres guerras disuaden de Cartago, 
que dieron al valor altos renombres. 

Mira de esta ciudad el fiero estrago 
por quien Roma se vio también a punto 
de ser leve ceniza al aire vago.

Guardar la fe es peligroso asunto: 
mira el incendio que por mil edades 
da luz al nombre de la fiel Sagunto. 

Si adoras las sagradas amistades, 
¿a quién este refugio no consuela? 
mas no es sagrado libre de impiedades. 

Por este crimen a la sabia escuela 
de los pitagoreos siempre amigos  
la ignorancia de pérfidos asuela.

Pero, si temes estos enemigos
y huyes la amistad, de iguales penas
en las historias hallarás testigos.

No dudo que Timón, siendo en Atenas
por tan impío delito apedreado,
las amistades dijo que eran buenas.

El pensamiento va indeterminado
por las inciertas sendas de la vida
cual nave sin timón por mar airado.

Ni basta ya la prenda poseída
a los deseos para su reposo,
que eso mismo la hace aborrecida.

Agrada el resplandor del cargo honroso,
inquieta luego y, quien mandar pretende,
servir a viles tiene por glorioso.

Al que el honor ensalza, envidia ofende:
templanza en la ambición es gran prudencia:
quien sube ciego, ciego al fin desciende.

El vigilante estudio de elociencia
días hace que las noches es cansado;
mas la rudeza es bárbara indecencia.

Si piadoso el oficio de abogado,
rara es la gracia con los pleiteantes,
pues ha de ser alguno condenado.

Y, si juzgas los pleitos importantes,
¿quién tiene hacienda, quién paciencia tiene
para esperar sus textos inconstantes?

A éste que el deseo le entretiene
de hijos, ya en la posesión amada, 
junto con el amor, el dolor viene.

Si la vejez esperas despreciada, 
hace presa en tu hacienda la codicia 
y en tu cuerpo también la muerte helada. 

Si vives torpemente en avaricia, 
con risa el pueblo y con razón murmura 
de tanta necedad, tanta malicia.

Si liberal procedes, te censura 
pródigo el vulgo, con envidia vario, 
de quien aun la virtud no está segura. 

Todas las cosas tienen su contrario, 
la más constante tema su caída, 
que, porque el mundo viva, es necesario. 

La opinión, pues, de griegos repetida 
apruebo que es la más dichosa suerte: 
nunca nacer a tan instable vida 
o, nacido, gozar temprana muerte. 

sábado, 14 de noviembre de 2015

Pedro de Quirós, Poemas

De Pedro de Quirós

Madrigal

Tórtola amante, que en el roble moras,
endechando en arrullos quejas tantas,
mucho alivias tus penas, si es que lloras,
y pocos son tus males, si es que cantas.
Si del a que enamoras
el desdén te desvía,
no durará el desdén, pues tu porfía
está un pecho de pluma conquistando.
¿Podrá un pecho de pluma no ser blando?
¡Ay de la pena mía,
en que medroso y triste estoy llorando,
y enternecer procuro
pecho de mármol, cuanto blanco duro!


Soneto.

A las ruinas de Itálica, o Sevilla la Vieja.

¡Oh Italia breve!, ya tu lozanía
rendida yace al golpe de los años.
¿Quién, con la luz que dan tus desengaños,
en la sombra veloz del tiempo fía?

Cedió tu pompa a la fatal porfía
de tirana ambición de los extraños;
mas hízote el ejemplo de tus daños
libro de sabios, de ignorantes guía.

Mal dije, no humilló tus torres claras
tiempo ni emulación con manos fieras,
que, a resistirte, de los dos triunfaras:

Morístete de ver que, si hoy vivieras,
ni a tus hijos más lauros les hallaras
ni del mundo en el ámbito cupieras.

Dulces desvelos de mi amor nacidos,
con suspiros y lágrimas crïados,
¿en qué favor os arrojáis fiados,
si no son vuestros ruegos admitidos?

Por mares de rigores conducidos,
todo es peligro cuanto veis turbados,
sin el remedio de comunicados
y sin la recompensa de ofrecidos.

Ningún alivio vuestra pena siente,
ningún remedio espera vuestro daño,
aunque más el dolor os atormente.

Pero si él os sacare de este engaño,
¡oh cuanto deberéis al accidente,
que no hay dicha mayor que un desengaño!

lunes, 9 de noviembre de 2015

El relicario, pasodoble popular

Música de José Padilla (1889-1960) y dedicada a su querido amigo Don José Pérez de Rozas, con letra de Armando Oliveros y José María Castellví, redactores del diario de Barcelona El Liberal; fue estrenado por Mary Focela en el teatro "El Dorado" de la ciudad Condal en septiembre de 1914, pero quien lo popularizó fue la famosa cupletista Francisca Marqués López, más conocida como Raquel Meller (1882-1962):


I

El día de San Eugenio,
yendo hacia el Prado, le conocí.
Era el torero de más tronío
y el más castizo de "to" Madrid.
Iba en calesa, pidiendo guerra,
y yo, al mirarle, me estremecí.
Él, al notarlo, salió del coche
y muy garboso vino hacia mí.
Tiró la capa con gesto altivo,
y, descubriéndose, me dijo así:


ESTRIBILLO

Pisa, morena,
pisa con garbo,
que un relicario,
que un relicario,
me voy a hacer
con el trocito
de mi capote
que haya pisado
que haya pisado
tan lindo pie.

II

Un lunes abrileño
él toreaba, y a verle fui.
Nunca lo hiciera, que aquella tarde
de sentimiento, creí morir.
Al dar un lance,
cayó en la arena;
se sintió herido
miró hacia mí.
Un relicario sacó del pecho,
y yo al instante reconocí
cuando el torero caía inerte,
en su delirio decía así:

(Estribillo)

sábado, 31 de octubre de 2015

Luisa de Carvajal y Mendoza

SONETOS

1

De sentimientos de amor y ausencia profundísimos.

¿Cómo vives, sin quien vivir no puedes?
Ausente, Silva, el alma, ¿tienes vida,
y el corazón aquesa misma herida
gravemente atraviesa, y no te mueres?

Dime, si eres mortal o inmortal eres:
¿Hate cortado Amor a su medida,
o forjado, en sus llamas derretida,
que tanto el natural límite excedes?

Vuelto ha tu corazón cifra divina
de extremos mil Amor, en que su mano
mostrar quiso destreza peregrina;

y la fragilidad del pecho humano
en firmísima piedra diamantina,
con que quedó hecho alcázar soberano.


2

A la ausencia de su dulcísimo Señor en la Sagrada Comunión.

¡Ay, soledad amarga y enojosa,
causada de mi ausente y dulce Amado!
¡Dardo eres en el alma atravesado,
dolencia penosísima y furiosa!

Prueba de amor terrible y rigurosa,
y cifra del pesar más apurado,
cuidado que no sufre otro cuidado,
tormento intolerable y sed ansiosa.

Fragua, que en vivo, fuego me convierte,
de los soplos de amor tan avivada,
que aviva mi dolor hasta la muerte.

Bravo mar, en el cual mi alma engolfada,
con tormenta camina dura y fuerte
hasta el puerto y ribera deseada.


3

De deseos de martirio

Esposas dulces, lazo deseado,
ausentes trances, hora victoriosa,
infamia felicísima y gloriosa,
holocausto en mil llamas abrasado.

Di, Amor, ¿por qué tan lejos apartado
se ha de mí aquesta suerte venturosa,
y la cadena amable y deleitosa
en dura libertad se me ha trocado?

¿Ha sido, por ventura, haber querido
que la herida que al alma penetrada
tiene con dolor fuerte desmedido,

no quede socorrida ni curada,
y, el afecto aumentado y encendido,
la vida a puro amor sea desatada?


4

Soneto a un hombre que cayó en la culpa y se reduce a penitencia.

Infeliz hora, desdichado punto,
tiempo sin tiempo, vida no, mas muerte,
cruel prisión, y la cadena fuerte,
hierros que me enlazaron en un punto.

Parezco vivo, mas estoy difunto;
a un tiempo todo se acabó; mi suerte
desdicha fue, y plegue a Dios acierte
a recobrar lo que he perdido junto.

Lágrimas, suspirar, amargo llanto,
gemir del corazón, cruel azote,
dolor profundo con intensa pena,

desde agora será mi dulce canto,
con que, pagando el miserable escote,
pueda seguir mi dulce Filomena.


5

Para una señora grave

¿Cómo, di, bella Amari, tu cuidado
estimas en tan poco, que, olvidada,
de quien con tanto amor eres amada,
te empleas en el rústico ganado?

¿Háte la vana ocupación comprado?
¿qué nigromántica arte embelesada
te trae, y de tu bien tan trascordada?
¡Ay, alevosa fe! ¡ay, pecho helado!

Vuelve, Amari; repara que perdiendo
vas de amor el camino; digo, atajo.
Y ese que llevas, ancho y deleitoso,

suele mañosamente ir encubriendo
entre las florecillas, y debajo
de verde hierba, el paso peligroso.

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ROMANCES

1

De interiores sentimientos

Asaltos tan rigurosos
sufres sin desalentarte:
Dime, flaco corazón,
¿haste vuelto de diamante?

Entre esas llamas fogosas
que te cercan y combaten,
parece te tiene amor
tan hecho a sus propiedades,

que, cuando fuerte te quiere,
fuerte eres e inexpugnable,
y cuando de blanda cera,
te derrites y deshaces.

Entre mortales heridas,
y dolores desiguales,
de amor vives, y esa vida
te alivia y te satisface.

Quéjaste en los accidentes
y sientes su rigor grave,
no habiendo gloria en la tierra
con quien gustes de trocarle.

Que sólo el vivir, muriendo
porque no mueres, te aplace;
la libertad te atormenta
y sirve de estrecha cárcel.

Y por oscuras mazmorras
suspiras, y ausentes trances:
¡Oh, en cuán extraña cadena
quiso Amor aprisionarte!


2

De afectos interiores de amor de Dios

¡Ay, si entre los lazos fieros
que a mi gloria aprisionaron
par mi libertad, yo viera
enlazar mi cuello y manos!

Pero si es atrevimiento,
porque esos son sacrosantos,
e indigna toda criatura
de adornos tan soberanos;

concédeme, Amor, siquiera
(pues en dar no eres escaso)
algunas dulces prisiones
que les parezcan en algo.

Dulces las llamo, porque,
en ley de amor, sus amargos
son tan dulces, que la vida
se suele dar por comprarlos.

¡Oh cuán mil veces dichosa
aquella, do ejecutados
mil sangrientos sacrificios
y abrasados holocaustos,

se te ofrece Cristo mío,
en lo posible mostrando
cuán imposible es que quede
en ningún modo ni caso,
su fuerte amor satisfecho,
ni el tuyo inmenso pagado!


3

Del testamento de Silva

Sintiendo Silva, de amor
gravemente el alma herida,
y que jamás acostumbra
a herir, que deje con vida;

con vida que fuera de él
vivir pueda un solo día,
empezó a hacer testamento,
y con prisa disponía
de todo lo que hasta allí
esperaba o poseía.

Manda el alma, a su Pastor,
a cuyo imperio rendida
está, porque en buena guerra
la ganó estando cautiva.

Y al cuerpo, con S. y clavo
un precepto le ponía,
de que al alma, su señora,
sujeto y sin rebeldía
obedezca humildemente;
y él así lo prometía.

Nombrado ha por heredero
de su loca fantasía
al mundo, porque de él hubo
esta hacienda tan de estima,

y el mayorazgo heredado
de aquella prosapia antigua
que suele rentar cada año
dos millones de fatigas:

las unas sobredoradas
y llenas de amargo acíbar,
y las otras plateadas
y por de dentro vacías.

Deja a los ricos avaros
el muy rico oro de Tíbar;
y a los Señores y Grandes,
de vanidad una sima.

Y el bajo amor fementido
que a las almas tiraniza,
a los corazones viles
que sobre sí le entronizan.

Las galas manda a las damas:
y toda la bizarría,
guantes, ámbar y pebetes,
cazoletas y pastillas,

fiestas, banquetes, jardines
faustos, pompas, cortesías,
entre aquellos a quien toca,
por no hacerles injusticia,

quiere que se les reparta
todo en juro de por vida,
y en esperanzas sin fruto
y en la flor desvanecidas.

Y en quimeras y designios,
trazas, lisonjas, mentiras,
intereses, pretensiones,
temores, melancolías,

correspondencias y amigos
compuestos de mil falsías;
mejora en el tercio y quinto
a la gente más lucida:

a los discretos y honrados
que tienen por granjería
el tratar con esta hacienda
y rica mercadería.

Y al ya nombrado heredero
deja lo que se le olvida,
para que lo dé a quien sabe
que más su amistad codicia.

Y vuelta Silva al Pastor
de cuyo amor quedó herida,
le dijo: «Bien de mi gloria,
recibe a Silva, que expira».

Y en sus manos dejó el alma.
Y el Pastor la recibía,
y con solemnes exequias
él mismo la deposita

en un glorioso sepulcro
que dentro en su pecho había,
dejando el de sumo olvido
que para Silva tenía

el vano mundo engañoso
edificado a gran prisa.
Y el Pastor, muerto de amores,
puso a su esposa querida

una letra soberana
que su memoria eterniza,
que dice: «Silva, cual Fénix,
en mil llamas encendida,
yace dichosa y feliz
en mí, del mundo escondida».

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REDONDILLAS


Al Ecce Homo

Sacando el vivo retrato
de Dios Padre omnipotente,
el injusto presidente
a vista del pueblo ingrato;

disimulado en el traje,
y el traje desfigurado,
por haberse disfrazado
con mi ignominia y ultraje,

salió a la usanza de rey;
pero era nuevo el reinado,
porque en sus hombros cargado
sacó su imperio y su ley.

Y al punto que le miró
aquella gente, sedienta
de su sangre, como exenta
ramera, le blasfemó.

-«De delante nos lo quita,
-dijo-, y en una cruz muera»,
la más que pésima fiera,
con intolerable grita.

El juez inicuo, temiendo
tan manifiesta injusticia
y de ellos la gran malicia,
los acallaba, diciendo:

-«Atentamente mirad
en este hombre que os muestro;
atended a que es rey vuestro
y que le debéis lealtad;

Acábese de ablandar
pecho tan desapiadado:
¿a vuestro rey consagrado
tengo de crucificar?

Ese envidioso furor
el ánimo os ha cegado
para que así hayáis negado
a vuestro propio Señor».

La causa de le sacar
así, fue porque creyó
que, como él se lastimó,
los pudiera lastimar

ver a Dios en tal estado,
y, con la fuerza de amor
más herido en lo interior,
que no en lo exterior llagado.

Y aunque era luz penetrante,
no los aclaró este cielo,
porque echaron otro velo
al corazón de diamante.

Y cual abrasada fragua
que a toda furia se ardía,
cuanto el pueblo más pedía
su muerte, más la aceptaba.

Que era de amor mar profundo,
y con él se había juntado
el que faltaba al helado
pecho, del aleve mundo.

-Salid, hijas de Sión,
la suprema y levantada;
y no a ver la limitada
gloria del rey Salomón,

sino a la que lo es del Padre,
de grandeza incomprensible,
con la corona insufrible
que le coronó su madre

el solemnísimo día
en el cual se desposó
con su Amada, y le estimó
por el de más alegría.

Que por guirnalda de rosas
puso en sus sienes divinas
una corona de espinas,
crueles y lastimosas.

Madrastra fue al descubierto,
pues que, desde que nació
no paró hasta que le vio
fuera de los reales muerto.

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QUINTILLAS

1

¡Cuán dado, mi Dios te diste,
pues, por darte al alma amada,
la aleve y desmesurada
llegar a ti permitiste,
con bondad no imaginada!

La sagrada Comunión
recibiendo cada día,
siete veces la escondía,
y con perversa traición
a un moro infiel te vendía.

El cual un escudo daba
por ti, en que eras apreciado,
y para hechizos comprado;
que para ellos no ignoraba
ser tú, mi gloria, apropiado.

Pero, ¿cómo no entendió
el infamísimo avaro,
si riqueza pretendió,
que tesoro inmenso dio
vendido en sólo un ducado?

¡Tan barato te vendía,
mi bien, estando yo aquí!
¡Ay, si me encontrara a mí,
y diérale, sin porfía,
hacienda y vida por Ti!

Quien te vendió me lastima,
y también quien te compró,
pues ninguno conoció
el gran respeto y estima
que a tu persona debió.

¡Oh hechizos! cuán venturosa
fue el alma a quien hechizastes!
Decidme, ¿no la dejastes
hecha una celestial diosa,
si a dicha en gracia la hallastes?

Que si así fue, empíreo cielo
vuelta, sin duda, quedó,
mientras en sí os poseyó;
que el no pensado consuelo
y eterna vida se halló.

En fin, hechizos se hicieron,
con que bien enhechizado
de amor quedó el que ha tomado
tales hechizos, pues fueron
hechos del Verbo encarnado.

Que, en hechizos, yo no dudo,
Hostia sacra, que ese amor
hechice con tal primor,
que ni supo Dios ni pudo
hacer hechizo mejor.


2

Llora Silva, y su Pastor,
se alegra de su pesar:
¡hasta aquí pueden llegar
las trazas que tiene amor
para su fuego aumentar!

En las niñas de los ojos
dice el Pastor que le ofende
quien en dar a Silva entiende
aun muy pequeños enojos,
y que su furor enciende.

Y viéndola él afligida
y llena de desconsuelo,
la vuelve de plomo el cielo,
y su luz oscurecida,
y de metal todo el suelo.


3

No es mal remedio el sereno
y estar en portal sin casa
para pecho que se abrasa
y que está de fuego lleno.

Y ya que eso no ha bastado
a templar la ardiente llama,
tener el suelo por cama,
y estar temblando de helado.

Mas fuego que al hielo ataja,
y que pone-en tal estrecho
al Niño,¿como no ha hecho
ceniza el heno y la paja?

Sin duda es el fuego, a quien
figuró la llama ardiente,
que vio tan resplandeciente
entre la zarza Moisén.

Y siendo amor, su potencia
no asesta en pajas ni en heno,
sino en el pecho terreno
do busca correspondencia.

Que una rústica serrana
fue quien su pecho encendió,
desde el punto que la vio
en su idea soberana.

Herido me han los amores
del Niño, y sus gracias mil;
parece un florido Abril
cuando derrama sus flores.

Toda me quiero vender
por sus llamas al amor;
que no habrá trueco mejor,
y eso debe él pretender.

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OCTAVAS

Sobre interiores sentimientos del alma

Cuando vuelvo los ojos a mirarte,
después de haber estado divertida
en el caduco mundo, de tal arte
viene a quedar tu Silva entristecida,
que sin hallar reposo en otra parte
que en Ti, se vuelve a ti despavorida,
cual pequeñuelo niño que, a deshora,
de su madre la ausencia advierte, y llora.

Y herida del ligero pensamiento,
despide de sí el alma unas centellas,
aspirando con tal fuerza a su centro,
que se ven en un punto todas ellas
puestas y fijas en el firmamento
de amor, como hermosísimas estrellas,
de do arrojando fuego con presteza,
de nuevo Silva a se abrasar empieza.

Con tierno sentimiento suspirando,
entre mi dulce gozo mezclo lloro,
amorosas querellas derramando
delante de Ti, gloria en quien adoro,
pidiéndote me digas hasta cuándo,
hasta cuándo, inmensísimo tesoro,
me pensabas dejar tan trascordada
y en las vanas ficciones ocupada.

Como el pez a quien falta su elemento,
sin ti muero y expiro ciertamente;
estimando en mil años un momento
de los que suelo hallarme de ti ausente,
y por el más furioso y gran tormento
que en las leyes de amor el alma siente;
que este dolor terrible es tan subido
de punto, que aun no queda encarecido.

Y pues de mí te escondes y te ausentas
como de una enemiga declarada,
muchas veces, Señor; y aunque atormentas
así a tu Silva, no la hallas cansada
de sufrirte y quererte, no consientas
que también yo ande ausente, y olvidada
de Ti, pues de esto no saco otro fruto
que pagar al tirano su tributo.

Forzada de la flaca y deleznable
naturaleza, a los males dispuesta,
me sirve de un infierno intolerable,
y profundos gemidos mil me cuesta;
pero en ninguna vía remediable
puede ser tan gran peste como aquesta,
si de tu eterna y tan divina mano
no me viene el socorro soberano.

Una merced te pido, confiada
en aquesa bondad tan sin medida,
y es, que a tu voluntad muy ajustada
quede tu Silva en todo, tan rendida
en Ti, y tan embebida y empapada,
que de mí ni una gota sea vertida:
si este celestial don me concedieres,
yo te daré por él cuanto quisieres.

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LIRAS

1

Sobre sentimientos de ausencia de Nuestro Señor.

Dulce y fiel esperanza,
mi Cristo, mi Señor y mi deseo:
¿qué bienaventuranza,
qué gusto o qué recreo
podrá haber para mí do no te veo?

Encerrado en mi pecho,
de ausencia y del amor, fuego tan fuerte,
me ha puesto en tal estrecho,
que un punto de no verte
me es de mayor dolor que el de la muerte.

Porque sin ti, mi vida
queda cual la del pez sin su elemento,
hasta que socorrida
de tu presencia, siento
vuelto en deleite y gloria mi tormento.

¡Baste, mi bien, te ruego!
No te tardes ya más en socorrerme,
pues ves, Señor, que llego
a un extremo, que en verme
se juzgará que baste a deshacerme.

Rompe esta tenebrosa
nube que de mil modos me atormenta,
con tu vista gloriosa,
y apaga la sedienta
congoja que me aflige y desalienta.

Que cuando reverbera
la rutilante luz de tu hermosura,
mi invierno en primavera
se trueca, y su secura
en dulce y amenísima frescura.


2

A Cristo Nuestro Señor

Cristo dulce y amado,
sin quien vivir un punto no podría;
süave y regalado gozo
del alma mía,
mi bien, mi eterna gloria y alegría.

Mi puerto venturoso,
do Silva de mil males amparada
queda, y del mar furioso
la braveza burlada,
cuando más pretendió verme anegada.

Las olas hasta el cielo,
de tan divina roca rebatidas
quedaron por el suelo,
sus trazas destruídas,
y tus promesas fieles bien cumplidas.

Que nunca me has faltado
en los encuentros fieros y espantosos
del tigre denodado,
y leones furiosos,
sedientos de mi sangre y codiciosos.

Porque para leones
eres fuerte león de mi defensa;
y a armados escuadrones
del infierno en mi ofensa
en polvo los volvió tu fuerza inmensa;

y el dragonazo horrendo
que, de la boca, infame, emponzoñada,
su ancho río vertiendo,
de su furor cercada,
como en lazo pensó verme encerrada.

Y sólo con mirarme
(cuando a ti me volví), con esos ojos
soberanos librarme
pude de mis enojos,
quedando victoriosa y con despojos.


3

A los divinos ojos de Nuestro Señor

Al alma que te adora
vuelve los ojos claros, Cristo amado,
que más que en sí, en ti mora,
y todo su cuidado
en sólo tu mirar está cifrado.

Ojos restauradores
de vida, que la dan de amor matando;
absolutos señores
de cuanto están mirando,
inmensa majestad representando.

Puro y vivo traslado
de todo el bien que encierra el alto cielo,
que tras el delicado
disfraz de humano velo,
hacen rico y dichoso a todo el suelo.

Sacros soles dorados,
cuya amable presencia poderosa
los males desterrados
deja, y su victoriosa
luz deshace la niebla tenebrosa.

Rara y suma lindeza,
y el «Nihil ultra» de la excelsa mano,
adonde con destreza
juntó un mirar humano
con un mirar divino y soberano.

Depósitos divinos
do está toda mi gloria atesorada,
espejos cristalinos,
vista dulce, agraciada,
dorado día, aurora arrebolada.

Jardines celestiales,
ameno paraíso deleitoso,
luceros orientales,
refugio venturoso,
puerto en la tempestad maravilloso

En esos ojos bellos
todo su bien librado el alma mía
tiene, y colgada de ellos
vive, que no podría
de otro modo vivir ni un solo día.

¿En cuánto me ha importado,
que para mí no son, o no hayan sido?
¿o, qué en ellos buscado
de bien he, o pretendido,
que vano o engañoso haya salido?

Decid, luces serenas,
¿quién de ese dulce revolver mirando
lazos hizo y cadenas,
con que el alma enlazando,
sutilmente la van aprisionando?

Las hazañas famosas
de amor, y sus victorias no imitadas
siempre, más venturosas
fueron, y señaladas
desde ese Alcázar Real ejecutadas.

De tanta hermosura
la fuerza intensa, aun no experimentada
con dichosa ventura,
en mirarla ocupada
viene a quedar suspensa y trasportada.

Y habiendo Amor robado
mi corazón, que en nada resistía,
le vi que, remontado,
por el aire subía,
y en tus ojos con él se me escondía,

por alcaide celoso,
en medio el pecho, en su lugar dejando
un afecto fogoso,
que en llamas abrasando
le está, y el homenaje a Amor guardando.