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jueves, 31 de julio de 2025

Pedro Calderón de la Barca, Defensa de las mujeres, en su Las armas de la hermosura

 (Veturia, a Coriolano, en queja por su ley contra el lujo y las modas de las sabinas, en P. Calderón de la Barca, Las armas de la hermosura):

En público el valor mío / se atreve a hablar, pues habló / en público vuestro edicto.  / Que no es digno de ese honor / Coriolano, otra vez digo, / ni en vosotros para dado, / ni en él para recibido; / porque siendo las mujeres / el espejo cristalino / del honor del hombre, ¿cómo / puede, estando a un tiempo mismo / en nosotras empañado, / estar en vosotros limpio? / No blasonéis, pues, soldados, / en la rota del sabino, / de que venís con honor; / que si valientes y altivos / allá le dejáis ganado, / acá le hallaréis perdido. / Inútil os fue el valor, / poco provechoso el brío, / la resolución sin logro / y sin efecto el peligro, / pues [nada lográis quedando] / ya de nosotras mal vistos; / que si, en fe de apetecidas, / vuestro agasajo nos hizo / que descansase la queja / a la sombra del cariño, / ¿qué mucho que, despreciadas, / al contrario, el albedrío, / que fue dócil al halago, / sea rebelde al desvío? / Como esposas nos tratasteis, / nobles, corteses y finos; / pues ¿cómo ya como esclavas / nos tratáis, con tal dominio / que en mujeriles adornos / aun no nos dejáis arbitrio? / No lo sentimos por ellos; / que por lo que lo sentimos / es la desestimación, / el desdén, el descariño, / el ultraje, el ajamiento; / que si el mundo en su principio / nos privó (quizá de miedo) / del uso de armas y libros, / no del uso nos privó / de aquel aplicado aliño / con que la naturaleza / se vale del artificio. / Pues ¿cómo, siendo heredados, / contra el natural estilo /  canceláis de las mujeres / los privilegios antiguos? / ¿Qué bruta nación, adonde / nunca llegar han podido / ni la política en leyes, / ni la república en juicios; / ¿qué adusto bárbaro, a quien / tostó ardiente, erizó esquivo / el sol la tez en ardores / y el aire la greña en rizos, / les negó la adoración / del humano sacrificio / de ser ellas las rogadas / y ser ellos los rendidos, / cuanto más la urbanidad / de los comercios que, dignos, / sin deslizarse a indecentes, / se mantienen en festivos? / Las mujeres, a quien deben / primer albergue nativo / los hombres y a quien los hombres / en dos maneras han sido / tan costosos al nacer, / y al criarse tan prolijos, / ¿han de vivir abatidas / a vista de quien las quiso / o lo dijo, por lo menos, / pues basta ver que lo dijo / para ver cuán desairados /estar todos es preciso, / vosotros con vuestras damas, / y Coriolano conmigo? / Y así yo, en nombre de todas, / en ira envuelta el sentido, / la lengua anegada en quejas, / la voz ardiendo en suspiros, / brotado el aliento en rayos, / destilado el llanto en hilos, / sin puntualidad la gala, / sin preceptos el aliño, / sin ley vagando el cabello, / sin orden puesto el vestido, / vuelvo a que, en nombre de todas, / digo a todos lo que a él digo. / Por noble, pues, Coriolano, / por galán, por entendido, / por cortesano en la paz, / en la guerra por invicto, / o por hombre solamente / (que harto con esto te obligo), / si como dama, te ruego / y como esclava, te pido / que aquesta infamia derogues, / haciendo que su designio / se borre de la memoria / y se escriba en el olvido. / Y si acaso a esta fineza, / de cobarde o de remiso, / no te dispone lo amante,  /  no te resuelve lo fino, / yo de mi parte a ti solo / y a todos os lo repito  / de parte de las demás; / protesto, juro y afirmo  / (por esa antorcha del día /  que con afán repetido / se apaga al morir en ondas, / se enciende al nacer en visos)  / que ha de ser siempre en nosotras, / si no hacéis lo que os pedimos, / el agasajo forzado, / poco seguro el cariño, / el favor poco constante, / el desabrimiento fijo, /  triste y escabroso el lecho, / el gusto forzado y tibio,  / con melindres la fineza,  /  el halago con retiros, / siempre el enojo rebelde,  / nunca seguro el alivio. / Y cuando aquesto no baste, / monstruos somos vengativos. / Temed, pues, temed que el odio / quizá se pase a peligro; / que en manos de las mujeres / también, con violentos bríos, / saben herir los puñales, / saben cortar los cuchillos. /  Y cuando no, ser sus ojos, / viendo el adagio cumplido,  / de que las mujeres somos / milagros y basiliscos.


 

miércoles, 15 de enero de 2025

Canto del amor en El mágico prodigioso de Pedro Calderón de la Barca

  De Pedro Calderón de la Barca, El mágico prodigioso, III:


DEMONIO: 

                  Ea, infernal abismo,

               desesperado imperio de ti mismo,

               de tu prisión ingrata

               tus lascivos espíritus desata,

               amenazando rüina

               al virgen edificio de Justina.

               Su casto pensamiento

               de mil torpes fantasmas en el viento

               hoy se informe, su honesta fantasía

               se lleñe; y con dulcísima armonía

               todo provoque amores:

               los pájaros, las plantas y las flores.

               Nada miren sus ojos

               que no sean de amor dulces despojos;

               nada oigan sus oídos

               que no sean de amor tiernos gemidos;

               porque, sin que defensa en su fe tenga,

               hoy a buscar a Ciprïano venga,

               de su ciencia invocada

               y de mi ciego espíritu guïada.

               Empezad, que yo en tanto

               callaré, porque empiece vuestro canto.

(Canta dentro, una VOZ)

VOZ:

              ¿Cuál es la gloria mayor

               de esta vida?

TODOS: 

                       Amor, amor.

(Mientras esta copla se canta, se va entrando el DEMONIO por una puerta, y sale por otra JUSTINA huyendo)

VOZ:

                No hay sujeto en quien no imprima

               el fuego de amor su llama,

               pues vive más donde ama

               el hombre que donde anima.

               Amor solamente estima

               cuanto tener vida sabe:

               el tronco, la flor y el ave.

               Luego es la gloria mayor

               de esta vida...

TODOS:

                                        ...amor, amor.

                Esto representa asombrada y inquieta

JUSTINA:

                 Pesada imaginación,

               al parecer lisonjera,

               ¿cuándo te he dado ocasión

               para que de esta manera

               aflijas mi corazón?

                  ¿Cuál es la causa, en rigor,

               de este fuego, de este ardor,

               que en mí por instantes crece?

               ¿Qué dolor el que padece

               mi sentido?

(Cantan)

TODOS: 

                                    Amor, amor.

Cóbrase más

JUSTINA: 

                 Aquel ruiseñor amante

               es quien respuesta me da,

               enamorando constante

               a su consorte, que está

               un ramo más adelante.

                  Calla, ruiseñor; no aquí

               imaginar me hagas ya,

               por las quejas que te oí,

               cómo un hombre sentirá,

               si siente un pájaro así.

                  Mas no.  Una vid fue lasciva,

               que buscando fugitiva

               va el tronco donde se enlace,

               siendo el verdor con que abrace

               el peso con que derriba.

                  No así con verdes abrazos

               me hagas pensar en quien amas,

               vid; que dudaré en tus lazos,

               si así abrazan unas ramas,

               cómo enraman unos brazos.

                  Y si no es la vid, será

               aquel girasol, que está

               viendo cara a cara al sol,

               tras cuyo hermoso arrebol

               siempre moviéndose va.

                  No sigas, no, tus enojos,

               flor, con marchitos despojos;

               que pensarán mis congojas,

               si así lloran unas hojas,

               cómo lloran unos ojos.

                  Cesa, amante ruiseñor;

               desúnete, vid frondosa;

               párate, inconstante flor;

               o decid: ¿qué venenosa

               fuerza usáis?

(Cantan)

TODOS:

                                        Amor, amor.

jueves, 19 de diciembre de 2024

Lope de Vega, soneto de El mayor imposible

   Noche siempre serena, cuyo velo

y silencio tomó el amor por capa.

Nema del cielo, de sus ojos tapa,

madre del sueño, el hurto y el recelo;

   si alguna vez amaste, pues del suelo

al cielo, nadie del amor se escapa,

con esa escuridad los ojos tapa

a las estrellas, que lo son del cielo.

   Aunque celos te den sus resplandores,

deja, Luna, salir mi luz querida,

que bien sabe de amor quien tuvo amores.

   La noche se verá del Sol vestida,

tendrá la sombra luz, perlas las flores,

mi pena gloria y mi esperanza vida.

miércoles, 3 de julio de 2024

Lope de Vega, égloga autobiográfica en La Arcadia

Danteo y Gaseno, a quien tocaba representar la égloga, vestidos a propósito con pellicos de tela fina, el uno blanco, sembrado de clavellinas de nácar, y el otro verde, listado de encarnado y blanco, con armiños blancos y negros, y con los nombres de Montano y Lucindo, comenzaron así:


ÉGLOGA.


Montano, Lucindo,


MONTANO.


En este fuerte roble, 

para sufrir robusto, 

os cuelgo desta vez, armas cansadas; 

que cuando al pecho noble 

le vienen mas al justo, 

las puede hacer el galardon pesadas. 

las edades pasadas

afrentan las presentes. 

Ya la virtud es muerta, 

o vive tan cubierta, 

que no se deja ver a todas gentes; 

porque a las majestades 

visitan muy de espacio las verdades. 

  Ya no se dan coronas 

cívicas ni murales;

el tiempo las marchita y descompone; 

y a todas las personas 

ha hecho el tiempo iguales. 

Lisonjas a servicios antepone. 

Dichoso el que se pone 

la espada por costumbre, 

y parte del vestido, 

cuyo acero bruñido 

jamás le dio en la mano pesadumbre, 

ni le sirvió de espejo, 

para tomar en él su honor consejo. 

  Dichoso el que escribiendo, 

o lejos del asalto,

un campo rige y del peligro escapa,

o aquel que está midiendo, 

de su experiencia falto, 

los sitios fuertes en sucinto mapa. 

 ¡Oh grande manto y capa 

de los cielos piadosos! 

 Ya que todo lo encubres, 

¿por qué los ojos cubres 

 de los polos del suelo poderosos? 

Mas no es su curso eterno, 

y así dejas errado su gobierno. 

  Ya, soledades mias, 

alegre vuelvo a veros, 

desengañado, sin provecho y tarde. 

 Aquí las fantasías, 

por quien quise perderos, 

harán de sus memorias justo alarde, 

Y de un Lotos cobarde, 

dormidos los sentidos, 

dejarán ocasiones, 

cuidados y opiniones, 

que descuidos al fin desconocidos 

de quien siempre desmedra, 

son Circe, que convierte un hombre en piedra. 

 ¡Oh discurrir de un alma, 

¡Cuánto los ojos ciegas! 

Lucindo no es aquel que ahora tiene 

sus cuidados en calma? 

Dichoso tú, que entregas 

al sueño, que te burla y entretiene, 

la parte que contiene 

en sí tan grande todo, 

como es el pensamiento, 

que suele en un momento 

cielo y infierno penetrar de un modo, 

ya su pena y su gloria 

llevar de los cabellos la memoria.


Fue aqueste mozo, ilustre

un tiempo cortesano,

y soldado tambien gallardo y fuerte;

mas ya todo su lustre

deshizo amor tirano,

que tiene igual poder como la muerte.

Aqui llora y divierte

con rústico vestido,

en estas soledades,

desdenes y verdades

de un extranjero amor, que le ha vencido;

que, siendo en tierra ajena,

trajo a la propria su cuidado y pena.


Ya despierta y me ha visto;

no es posible

que puedan esconderme estos laureles;

¡oh sueño, a los cuidados apacible!


LUCINDO.


Montano, que escuchar mis males sueles,

¿Posible es que de verme te desvías,

Cuando es razón que mi dolor consueles?

Si ya no engendran en aquestos dias,

de la lluvia que lloro tan en vano,

veneno y fuego las entrañas mias;

como las tempestades del verano,

que con el gran calor reciben forma,

y tengo algunas de que soy humano.


No te escondas de mí; que no conforma

con la piedad del que es perfecto amigo,

ni cura bien el mal quien no se informa.

No soy yo basilisco, aunque conmigo

le traigo y dél sustento los despojos,

con que a miralle y a morir me obligo

si no es que desde el alma por los ojos

salga a matar los que me ven llorando

la causa de mis lágrimas y enojos.


MONTANO.


No me escondí, Lucindo, imaginando

que me matara el verte ni el oírte,

aunque fueras el aire inficionando.

Quisiérame guardar de interrumpirte

la calma de tus tiernos pensamientos,

que mal pueden durmiendo perseguirte.


LUCINDO.


Antes con espantosos fingimientos

acuden las imágenes del día

en sombras de mayores sentimientos.

Si el alma nunca duerme, y en la mía

siempre viven sospechas y temores

del bien ausente que gozar solia;

sin duda los sentidos interiores,

que no los desengañan los de afuera,

durmiendo sufrirán penas mayores.


MONTANO.


  Esta verde frescura, esta ribera, 

este prado, esta fuente y este río 

movidos tienes a tu pena fiera. 

  Pues mira tú si ahora el pecho mío, 

si las cosas lo están inanimadas, 

se moverá a ver tu desvarío. 

  Todos sin lengua en voces mal formadas 

te piden que la causa comuniques 

de tus glorias presentes o pasadas. 

  Razón será que algún remedio apliques,

pues el dolor la medicina aplaca,

y que lo más secreto me publiques.

 Es el hablar del mal una trïaca,

que deshace la fuerza del veneno,

y del enfermo corazón le saca.

  No estoy de tus cuidados tan ajeno,

que te merezca que la causa calles;

solo está el valle, aunque de sombras lleno.


LUCINDO.


Lejos de aqueste en otros frescos valles

vive la causa del dolor que adoro,

cuando en la tierra tantas glorias halles.

 Ni mi descanso ni tu pecho ignoro;

mas ¿para qué me mandas que renueve

la dulce causa de mi amargo lloro?


MONTANO.


  A la ocasión, a la amistad se debe.

¡Mira cómo del sol la calma estiva

hiere de Béjar la montaña y nieve!

  ¡Mira qué blandamente se derriba

destas pizarras Tormes murmurando

por solo acompañar tu pena esquiva!

  Las fuentes desta selva están callando,

y olvidadas del agua y de la yerba,

las satisfechas vacas descansando.

  Deja el león de perseguir la cierva,

las aves de volar; que tiempos tales

todo animal para dormir reserva.

  Y cuando fuentes, aves y animales

murmuraran, cantaran y anduvieran,

pararan todos a escuchar tus males.

  Los árboles y el viento enmudecieran,

y a ver de Orfeo el singular retrato

suspensos y admirados estuvieran.


LUCINDO.


   ¿Piensas tú que yo puedo ser ingrato 

a quien me paga con amor tan puro, 

ni que de sus entrañas me recato? 

  Solo no despertar mi mal procuro; 

pero porque no quedes sospechoso 

verás que con mis males te aseguro. 

  Ya sabes que el monarca poderoso 

que desde el Tajo al Indo rige y manda, 

y hasta el sepulcro del planeta hermoso; 

  aquel armado, y el tuson por banda, 

espantaba al francés y al africano, 

que agora mira en paz humilde y blanda; 

  aquel que con valor de godo hispano, 

en dar a España su vejez emplea 

un retrato de Carlos soberano; 

  como la paz universal desea,

y quiere que en el cuerpo del gobierno 

no haya miembro que al otro igual no sea; 

  movido solo de un amor paterno, 

que no, como otros piensan, de venganza, 

que a veces daña ser humano y tierno, 

  Ejército formó, con esperanza 

de remediar el daño que crecía 

entre la remisión y la tardanza, 

  Contra aquella corona que solía 

resplandecer en su dichosa frente 

desde la unión de aquel famoso día. 

   Allí pues yo, movido justamente 

del antiguo valor de mis pasados, 

fui libre capitán de libre gente. 

  ¡Cuán diferentes eran mis cuidados 

deste que agora el corazón me inflama! 

Celos gobierno ya, que no soldados. 

  Trujo a sus muros miedo nuestra fama, 

y trocadas las armas en castigos, 

cesó la suya y comenzó mi llama. 

  Vivimos todos de improviso amigos, 

de una común nación, ley y costumbres, 

y pocos los rebeldes y enemigos. 

  Luego las altas y elevadas cumbres, 

de los montes enojos, odio y saña, 

allanaron sus graves pesadumbres. 

  Dejábamos á veces la campaña, 

y a la ciudad veníamos famosa, 

que el padre Ibero fertiliza y baña. 

  Era del año la estación dichosa, 

aunque de nieves coronada en torno, 

que celebra la tjerra venturosa. 

  En vez del verde y deleitoso adorno. 

la plateaba con escarcha y hielo 

el seco y feminino Capricorno; 

  Cuando me trujo el variar del cielo 

a ver entre unas damas la que ha sido 

milagro suyo y perdición del suelo. 

  De la nieve el ejército movido 

a regocijo y fiestas con las damas, 

andaba entre los hielos encendido. 

  Yo, que nunca vi nieve ardiendo en llamas, 

hallé en esta ocasión esta hermosura, 

como en un tronco dos contrarias ramas. 

  Y en cortesía haciéndola segura 

de algunos que tirando entonces pellas, 

juntaban nieve con su nieve pura; 

  Sin ver que en pecho, rostro y manos bellas 

para excederla y convertirla había 

en helado cristal como eran ellas; 

  Llamome cortésmente, y aquel día,

que nunca lo pensé, tuve por cierto

que suele ser traición la cortesía.

  Que apenas de su boca el cielo abierto

me agradeció libralla de aquel trance, 

cuando como de rayo quedé muerto. 

  ¿Quién no tuviera por dichoso el lance, 

o imaginara que con tanta nieve 

diera en mi libertad amor alcance? 

  Cuando montañas della arroja y llueve 

el enojado cielo, amor desnudo 

a andar entre ellos sin temor se atreve. 

   Huir de Troya, aunque era fuego, pudo, 

sacando a su mujer, Eneas troyano, 

y yo a mi libertad de nieve dudo. 

  Con la ocasión allí también, Montano, 

el no haber sido huésped en su casa 

me agradeció la mesma ingrata en vano. 

  Y mira el trueco que en el alma pasa, 

pues ya tengo por huésped en el pecho 

esta nieve divina que me abrasa. 

  Y, aunque le viene el aposento estrecho, 

a vivir se acomoda y a matarme, 

y estoy yo del agravio satisfecho. 

  Desde este punto comencé a abrasarme, 

que la sangre más pura me encendieron 

los espíritus vivos, de mirarme. 

  Si los ojos pagaron lo que vieron, 

el estado lo diga de mis males, 

y la poca esperanza que tuvieron. 

  Los días para todos siempre iguales 

pasaban como siglos por mi vida, 

haciendo mis cuidados inmortales. 

  Pienso que fue mi pena conocida, 

mientras que ser no pudo declarada : 

tanto estaba al mirar la lengua asida. 

  Aunque, como una víbora pisada, 

si a llegar a su reja me atrevía, 

soberbia huyendo, se mostraba airada. 

  Pues es verdad que la desdicha mía 

se contentó con este triste estado, 

con que pasaba el mal del bien que vía. 

  Luego del alto César fui llamado, 

y, si es que sabes el dolor de ausencia, 

juzga, Montano, el tuyo y mi cuidado. 

  Perdí con la esperanza la paciencia, 

y pues partido no perdí la vida, 

no fue porque faltó mi diligencia. 

  Partí, lloré, volví, y a la venida 

corría, por mi mal, tanto recato 

como si fuera entonces la partida. 

  Mas no fue el tiempo a mi esperanza ingrato,

que hallé en su casa una pastora hermosa,

gran prenda de mi sangre y de su trato.

  Y, aunque para mi intento provechosa, 

en alguna manera fue mi daño, 

sirviéndome de amiga cautelosa. 

  Era de todos general engaño 

pensar que mi verdad sus ojos fuesen, 

siendo los míos cierto desengaño. 

  Que como sus extremos conociesen, 

juzgaban que a querella me inclinaba: 

así pluguiera a Dios mis males viesen. 

  Con esto tibiamente me ayudaba, 

y siendo en mi instrumento la tercera, 

a la prima del alma se igualaba. 

  Ya con la vecindad la hermosa fiera 

se mostraba más fácil y tratable, 

volviéndola el amor, de piedra, en cera. 

  Ya agradecía con piedad notable 

mi secreto servir y mi porfía, 

y a la ventana se mostraba afable. 

  Y así como quien ya mi mal sentía, 

jamás de Clori Albania se fïaba, 

que este es su nombre y de la prenda mía, 

 y como alguna vez le importunaba 

que un papel de su mano recibiese, 

parece que celosa se enojaba. 

 Y, como yo licencia le pidiese 

para escribir mis penas y dolores, 

donde con menos turbación pudiese, 

  Mostraba con razones y colores 

que no era buena diligencia aquella, 

y eran, con esta dilación, mayores. 

  Posible, finalmente, fue vencella,

porque no hay al amor cosa imposible,

y para ser crüel era muy bella.

 Y para que este amor incomprehensible 

tuviese más valor, con un concierto 

el poderla escribir me fue posible; 

  que ni el papel le fuese descubierto 

a Clori, ni viniese por su mano, 

lo que, siendo su gusto, fue muy cierto. 

 Y, entonces, ¿qué dirás de mí, Montano, 

cuando con tan extraños pensamientos 

puse sobre el papel la incierta mano? 

  Vieras allí las penas y tormentos 

acudir de tropel a ser escritos 

con mil enamorados sentimientos. 

  Yo, puesto entre cuidados infinitos, 

solamente de todo el gran proceso 

juzgaba los deseos por delitos. 

  Oprimido en efecto de aquel peso, 

escogí lo mejor, y humilde escribo 

lo que estaba más lejos de mi seso. 

  Cierro el papel dichoso, y apercibo 

un tercero discreto que llevase 

de un muerto en penas un retrato vivo. 

  Quiso el amor que la ocasión llegase, 

y, aunque difícilmente, también quiso 

que le diese el papel y le tomase 

  cuando deste suceso tuve aviso, 

pues yo no perdí el seso, no le tuve; 

que mata un bien si viene de improviso. 

  Desde este punto más perdido estuve, 

porque ya la esperanza me mostraba 

cubierto el sol de una pequeña nube; 

  con que me respondiese la cansaba, 

o que solo escribilla permitiese; 

pero todo mi bien dificultaha. 

  Forzome el ciego amor que la escribiese,

y, no pudiendo dárselo, forzome 

que como la esperanza el papel fuese. 

  Díselo al viento por su reja, y diome 

lo que pude esperar de un hierro helado,

que no hay diamante que mis yerros dome.

 ¡Qué mal se limará, Montano amado,

con el de cera un corazón de acero!

 Que amor no escoge los que no ha llamado.

Desta manera por Albania muero,

y dando un monte en ecos su respuesta, 

  yo pregunto a mujer y no la espero. 

Esta es la historia y la desdicha es esta,

breve en el gusto y larga en la memoria,

  que tanta pena y confusión me cuesta.


ΜΟΝΤΑΝΟ.


Paréceme el discurso de tu historia

los lejos que se ven en la pintura,

confusos cielos de tu incierta gloria.

 Mas dejas encantada la aventura,

pues no me das razón de tu partida,

siendo el rigor de la ocasión más dura.


LUCINDO.


  Por no mover el alma divertida 

en otros sentimientos favorables, 

quise dejar la historia interrumpida; 

  que en pesares que son incomportables, 

mal puede discurrir la lengua triste 

sin sentimiento y lágrimas notables. 

  Pero, pues hasta el fin saber quisiste 

el mal que mi abrasado pecho siente, 

y a la memoria la ocasión trajiste, 

  aquí verás un venturoso ausente, 

porque suele el amor en una ausencia 

descubrirse mejor que no presente. 

  Llegada la partida y la sentencia 

de mi muerte forzosa, despedime 

del cielo de su angélica presencia. 

 Mas dime, ¿a quién habrá que no lastime 

que le ofenda su dama cuando parte? 

O¿qué esperanza que a vivir le anime? 

  Pasado estaba yo de parte a parte 

con una flecha de crueldad, partiendo 

de quien de todo mi dolor fue parte, 

  cuando me dijo, en sangre convirtiendo 

su pura nieve, que era caso injusto 

arrojalle el papel no le queriendo; 

  Y que debiera yo, pues era justo, 

agradecer que vella permitiera, 

y que de verme recibiera gusto. 

  Yo entonces respondí lo que pudiera 

delante de los cielos, que crïaron 

aquesta hermosa vengativa y fiera. 

  Las causas le mostré que me obligaron, 

oyéndomelas todas hasta el punto 

que prendas enemigas lo estorbaron. 

  Aquella noche, en fin, como a difunto, 

en las postreras honras de una reja 

me dieron el favor y el partir junto. 

 Y como el que la amada patria deja, 

y en ella el alma, y lleva el cuerpo solo, 

que ella se acerca más cuanto él se aleja, 

  partí como del bello ingrato Apolo 

la flor, que sus doradas hojas cierra, 

y queda escuro de Calixto el polo; 

  o como el que mirando va la tierra 

desde el profundo mar, y más, si acaso 

esposa amada o tierno padre encierra. 

   El suspiro, la lágrima y el paso 

juntos sallan, sin que diese alguno 

menos que así del alba hasta el ocaso. 

   ¡Cuántas veces al cielo fui importuno 

para que diese fin a tantos daños! 

Porque viviendo no esperé ninguno 

  siéndome con tan graves desengaños 

los puntos horas y las horas días, 

los días meses, y los meses años. 

  Y parábanme tal las ansias mías, 

y aquel amor y fuego que nacieron 

de dos nieves tan ásperas y frías, 

  que hasta desesperarme no quisieron 

alzar la espada ni el rigor pasado, 

no contentas de ver que me rindieron. 

  Pero, en aqueste miserable estado, 

que, como dicen, la esperanza vive 

aunque su dueño esté desesperado,

 veo que amor me llama y apercibe 

al bien más alto que su esquiva mano 

pudiera dar a quien con él más prive. 

  Hallé de mis zagales un serrano 

al fin de la esperanza y del camino, 

que se quedaba con mi bien, Montano. 

  El cual (¡mira qué extraño desatino, 

mira qué efecto de un amor ausente!) 

me trajo humano mi desdén divino. 

  Trájome ya la nieve diferente; 

que como ya de su rigor pasaba, 

trocose el frío en otra especie ardiente. 

  Por una carta supe que quedaba 

(¿quién lo dirá, Montano?) enternecida, 

y que señales de quererme daba. 

  Escríbeme que estaba persuadida 

a estimar mi verdad o creer mi engaño, 

engaño que me cuesta mi alma y vida. 

  Que no creyera de mi ausencia el daño, 

si la terneza y pena en que se vía 

no le fuera notorio desengaño. 

  Que estimase saber que pretendía 

darme este gusto, y si le estimo y siento, 

pregúntelo mi Albania al alma mía; 

  y que aquel amoroso arrojamiento, 

pues no era justo, no le condenase; 

¡qué honesto, aunque escuchado pensamiento! 

   Y que me aseguraba imaginase 

que era el postrero, y que sería el primero 

que a tales pensamientos la inclinase. 

  Yo entonces, como suele el prisionero 

que revocar oyó mortal sentencia, 

la muerte olvido y en la vida espero. 

  Dejo al César y vuelvo a su presencia, 

y aun dejara de serlo de mil mundos, 

por ver mi bien y no sufrir su ausencia. 

  Llegué a sus ojos, en la luz segundos 

al planeta mayor, nortes y faros 

de los estrechos de mi mal profundos, 

  desde este día que sus ojos claros 

miraron mis deseos, amor puso. 

en mi abrasada Troya sus reparos. 

  Ya sabes que al oráculo confuso 

Venus, por ver que no crecía Cupido, 

a preguntar la causa se dispuso, 

 y que le fue de Temis respondido 

que hasta que al niño diese hermano, en vano 

pensaba ver el tierno amor crecido. 

  Venus no sé si e Marte o a Vulcano 

llamó para este efecto; en fin, se cuenta 

que dio a Cupido otro Cupido hermano. 

  Anteros se llamó, que representa 

un recíproco amor de voluntades, 

que amor pagado, con amor se aumenta. 

  Desta suerte pagadas mis verdades, 

creció mi amor, haciendo sin recato 

el uno al otro ciertas amistades. 

  Ni fue más desdeñosa ni yo ingrato, 

antes el trato dio al amor aumento, 

que hace al niño amor gigante el trato. 

  ¿Qué monte o sierra con igual contento

no corrimos los dos? ¿Qué valle frío

no nos dejó cazando sin aliento?

  ¿En qué ribera del corriente río

no sacamos los peces con anzuelos

debajo de algún álamo sombrío?

  Los tímidos cobardes conejuelos 

le presentaba yo, si se enojaba, 

por hacer amistad de algunos celos, 

  por los frondosos árboles trepaba, 

y, chillando los pollos, le traía 

los nidos que su pájaro lloraba. 

  ¡Cuántas veces me halló en su puerta el día 

con las tempranas guindas y cerezas 

que con el verde elejo entretejía! 

  Si no podia hablarla, ¡qué tristezas! 

Sus puertas, sus ventanas coronaba 

de mudas selvas y silvestres nuezas. 

  Con esto, cuando Albania despertaba, 

y daba por sus rejas sol al mundo, 

conocía que yo velando estaba. 

  ¿No has visto un perro con gemir profundo, 

si le deja su amo, herir la puerta? 

Pues yo era así, y en la lealtad segundo. 

  Ni menos si la vi, Montano, abierta, 

dejé de hacer locuras amorosas, 

que así enloquece una esperanza incierta. 

  Mil veces en las selvas espaciosas, 

si me hallaba dormido, me tejía 

guirnaldas de azucenas y de rosas. 

  Yo despertaba, y, viendo qué me hacía, 

vencedor y vencido la buscaba, 

y aquel triunfo de amor le agradecía. 

  Ella, con risa, todo lo negaba, 

cubierta de vergüenza y de claveles, 

con que el nevado rostro matizaba. 

  Pero los hados, en mi bien crüeles, 

en estos tiempos mi descanso impiden, 

porque del bien, si es grande, te receles. 

  De Albania con ausencia me dividen 

segunda vez, quedando interrumpida 

la historia, cuyo fin mis quejas piden. 

  Lo demás del estado de mi vida 

por esto puedes conocer, Montano, 

y, si ganada mal, tan bien perdida, 


MONTANO.


Extraño fin de amor, a quien en vano

hace el desdén injusta resistencia,

y el imposible más incierto es llano.

 Lucindo, él mesmo te dará paciencia

con solo imaginar que Albania hermosa

siente con tiernas lágrimas tu ausencia.

 Porque ver humanar tan alta diosa,

y por Endimión bajar la Luna,

bastan a hacer un alma victoriosa.

 No le pidas mas bien a la fortuna;

sufre tu mal, que no es tan imposible

que no le apliques esperanza alguna.

  No es empresa de amor la que es posible;

que para grandes ánimos se hacen

las que tienen su fin inaccesible.

  En tanto, pues, que las ovejas pacen,

y de cogollos de florido espino

las cabras a placer se satisfacen, 

  Quiero de Albania al resplandor divino 

consagrar de improviso un epigrama 

con aqueste cuchillo en este pino, 

  Porque crezca su nombre, gloria y fama 

en las orillas del anciano Tormes, 

como por el lbero se derrama. 


LUCINDO.


Harás la tuya y su valor conformes,

aunque todas las cosas deste suelo,

para tenelle igual, serán disformes.

  Pinta mi puro amor, mi casto celo,

que no le vencerán olvido y muerte

por muchos siglos que revuelva el cielo.


MONTANO.


Escúchame, que escribo desta suerte: 


                EPIGRAMA


  Una hermosura y celestial belleza 

de un rico entendimiento acompañada, 

en quien la ciencia infusa está cifrada 

que puso Dios en la naturaleza... 

  la mayor majestad y gentileza 

que vio la edad presente y la pasada, 

de las mayores gracias adornada 

que son del alma corporal riqueza; 

  un término real, un noble trato 

y, en tiernos años, un discurso altivo 

todo de ejemplos inauditos hecho, 

  de Albania son el singular retrato; 

y quien quisiere verla más al vivo, 

busque a Lucindo y mírela en su pecho. 


Acabada la égloga, y referida la fábula en prosa de Frondoso, dieron licencia Benalcio y Tirsi a las pastoras que diesen algunas prendas a sus amantes, con tal condición, que ellos las celebrasen de improviso con algunos versos. Agradó á todos generalmente el favor y la satisfacción; y así, dio la primera Isbella a Menalca un reloj con su brújula.

viernes, 1 de septiembre de 2023

Monólogo del rey Basilio en La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca

Monólogo del rey Basilio en La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca


Sobrinos, dadme los brazos,

    y creed, pues que leales 590

a mi precepto amoroso,

venís con afectos tales,

que a nadie deje quejoso,

y los dos quedéis iguales.

    Y así, cuando me confieso 595

rendido al prolijo peso,

sólo os pido en la ocasión

silencio, que admiración

ha de pedirla el suceso.

    Ya sabéis (estadme atentos 600

amados sobrinos míos,

corte ilustre de Polonia,

vasallos, deudos y amigos),

ya sabéis que yo en el mundo

por mi ciencia he merecido 605

el sobrenombre de docto;

pues, contra el tiempo y olvido,

los pinceles de Timantes,

los mármoles de Lisipo,

en el ámbito del orbe 610

me aclaman el gran Basilio.

Ya sabéis que son las ciencias

que más curso y más estimo,

matemáticas sutiles,

por quien al tiempo le quito, 615

por quien a la fama rompo

la jurisdicción y oficio

de enseñar más cada día;

pues cuando en mis tablas miro

presentes las novedades 620

de los venideros siglos,

le gano al tiempo las gracias

de contar lo que yo he dicho.

Esos círculos de nieve,

esos doseles de vidrio, 625

que el sol ilumina a rayos,

que parte la luna a giros,

esos orbes de diamantes,

esos globos cristalinos,

que las estrellas adornan 630

y que campean los signos,

son el estudio mayor

de mis años, son los libros

donde en papel de diamante,

en cuadernos de zafiros, 635

escribe con líneas de oro,

en caracteres distintos,

el cielo nuestros sucesos,

ya adversos o ya benignos.

Estos leo tan veloz, 640

que con mi espíritu sigo

sus rápidos movimientos

por rumbos y por caminos.

¡Pluguiera al cielo, primero

que mi ingenio hubiera sido 645

de sus márgenes comento

y de sus hojas registro,

hubiera sido mi vida

el primero desperdicio

de sus iras, y que en ellas 650

mi tragedia hubiera sido,

porque de los infelices

aun el mérito es cuchillo,

que a quien le daña el saber,

homicida es de sí mismo! 655

Dígalo yo, aunque mejor

lo dirán sucesos míos,

para cuya admiración

otra vez silencio os pido.

En Clorilene, mi esposa, 660

tuve un infelice hijo,

en cuyo parto los cielos

se agotaron de prodigios,

antes que a la luz hermosa

le diese el sepulcro vivo 665

de un vientre, porque el nacer

y el morir son parecidos.

Su madre infinitas veces,

entre ideas y delirios

del sueño, vio que rompía 670

sus entrañas atrevido

un monstruo en forma de hombre,

y entre su sangre teñido

le daba muerte, naciendo

víbora humana del siglo. 675

Llegó de su parto el día,

y los presagios cumplidos

(porque tarde o nunca son

mentirosos los impíos),

nació en horóscopo tal, 680

que el sol, en su sangre tinto,

entraba sañudamente

con la luna en desafío;

y siendo valla la tierra,

los dos faroles divinos 685

a luz entera luchaban,

ya que no a brazo partido.

El mayor, el más horrendo

eclipse que ha padecido

el sol, después que con sangre 690

lloró la muerte de Cristo,

éste fue, porque, anegado

el orbe entre incendios vivos,

presumió que padecía

el último parasismo. 695

Los cielos se escurecieron,

temblaron los edificios,

llovieron piedras las nubes,

corrieron sangre los ríos.

En este mísero, en este 700

mortal planeta o signo,

nació Segismundo dando

de su condición indicios,

pues dio la muerte a su madre,

con cuya fiereza dijo: 705

«Hombre soy, pues que ya empiezo

a pagar mal beneficios».

Yo, acudiendo a mis estudios,

en ellos y en todo miro

que Segismundo sería 710

el hombre más atrevido,

el príncipe más crüel

y el monarca más impío,

por quien su reino vendría

a ser parcial y diviso, 715

escuela de las traiciones

y academia de los vicios;

y él, de su furor llevado,

entre asombros y delitos,

había de poner en mí 720

las plantas, y yo rendido

a sus pies me había de ver

(¡con qué congoja lo digo!),

siendo alfombra de sus plantas

las canas del rostro mío. 725

¿Quién no da crédito al daño,

y más al daño que ha visto

en su estudio, donde hace

el amor propio su oficio?

Pues dando crédito yo 730

a los hados, que adivinos

me pronosticaban daños

en fatales vaticinios,

determiné de encerrar

la fiera que había nacido, 735

por ver si el sabio tenía

en las estrellas dominio.

Publicose que el Infante

nació muerto; y, prevenido,

hice labrar una torre 740

entre las peñas y riscos

desos montes, donde apenas

la luz ha hallado camino,

por defenderle la entrada

sus rústicos obeliscos. 745

Las graves penas y leyes,

que con públicos editos

declararon que ninguno

entrase a un vedado sitio

del monte, se ocasionaron 750

de las causas que os he dicho.

Allí Segismundo vive

mísero, pobre y cautivo,

adonde solo Clotaldo

le ha hablado, tratado y visto. 755

Éste le ha enseñado ciencias;

éste en la ley le ha instrüido

católica, siendo solo

de sus miserias testigo.

Aquí hay tres cosas: la una 760

que yo, Polonia, os estimo

tanto que os quiero librar

de la opresión y servicio

de un rey tirano, porque

no fuera señor benigno 765

el que a su patria y su imperio

pusiera en tanto peligro.

La otra es considerar

que si a mi sangre le quito

el derecho que le dieron 770

humano fuero y divino,

no es cristiana caridad;

pues ninguna ley ha dicho

que por reservar yo a otro

de tirano y de atrevido, 775

pueda yo serlo, supuesto

que si es tirano mi hijo,

porque él delitos no haga,

vengo yo a hacer los delitos.

Es la última y tercera 780

el ver cuánto yerro ha sido

dar crédito fácilmente

a los sucesos previstos;

pues aunque su inclinación

le dicte sus precipicios, 785

quizá no le vencerán,

porque el hado más esquivo,

la inclinación más violenta,

el planeta más impío,

sólo el albedrío inclinan, 790

no fuerzan el albedrío.

Y así, entre una y otra causa

vacilante y discursivo,

previne un remedio tal

que os suspenda los sentidos. 795

Yo he de ponerle mañana

sin que él sepa que es mi hijo

y rey vuestro, a Segismundo

(que aqueste su nombre ha sido)

en mi dosel, en mi silla, 800

y, en fin, en el lugar mío,

donde os gobierne y os mande,

y donde todos rendidos

la obediencia le juréis;

pues con aquesto consigo 805

tres cosas, con que respondo

a las otras tres que he dicho.

Es la primera, que siendo

prudente, cuerdo y benigno,

desmintiendo en todo al hado 810

que dél tantas cosas dijo,

gozaréis el natural

príncipe vuestro, que ha sido

cortesano de unos montes,

y de sus fieras vecino. 815

Es la segunda, que si él,

soberbio, osado, atrevido

y crüel, con rienda suelta

corre el campo de sus vicios,

habré yo piadoso entonces 820

con mi obligación cumplido;

y luego en desposeerle

haré como rey invicto,

siendo el volverle a la cárcel

no crueldad, sino castigo. 825

Es la tercera, que siendo

el príncipe como os digo,

por lo que os amo, vasallos,

os daré reyes más dignos

de la corona y el cetro, 830

pues serán mis dos sobrinos;

juntando en uno el derecho

de los dos, y convenidos

con la fe del matrimonio

tendrán lo que han merecido. 835

Esto como rey os mando,

esto como padre os pido,

esto como sabio os ruego,

esto como anciano os digo;

y si el Séneca español 840

que era humilde esclavo, dijo,

de su república un rey,

como esclavo os lo suplico.

Otro monólogo de Segismundo en La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca

¿Otra vez (¿qué es esto, cielos?)

queréis que sueñe grandezas

que ha de deshacer el tiempo?

¿Otra vez queréis que vea

entre sombras y bosquejos

la majestad y la pompa

desvanecida del viento?

¿Otra vez queréis que toque

el desengaño, o el riesgo

a que el humano poder

nace humilde y vive atento?

Pues no ha de ser, no ha de ser.

Miradme otra vez sujeto

a mi fortuna. Y pues sé

que toda esta vida es sueño,

idos, sombras, que fingís

hoy a mis sentidos muertos

cuerpo y voz, siendo verdad

que ni tenéis voz ni cuerpo;

que no quiero majestades

fingidas, pompas no quiero.

Fantásticas ilusiones

que al soplo menos ligero

del aura han de deshacerse

bien como el florido almendro,

que por madrugar sus flores,

sin aviso y sin consejo,

al primer soplo se apagan,

marchitando y desluciendo

de sus rosados capillos

belleza, luz y ornamento,

ya os conozco, ya os conozco,

y sé que os pasa lo mesmo

con cualquiera que se duerme.

Para mí no hay fingimientos;

que, desengañado ya,

sé bien que la vida es sueño.

sábado, 13 de marzo de 2021

Es verdad. Pedro Calderón de la Barca.

 Es verdad; pues reprimamos

esta fiera condición,

esta furia, esta ambición,

por si alguna vez soñamos;

Y lo haremos, pues estamos

en mundo tan singular,

donde el vivir sólo es soñar;

y la experiencia me enseña

que el hombre que vive, sueña

lo que es, hasta despertar.


Sueña el rey que es rey, y vive

con este engaño mandando,

disponiendo y gobernando;

y este aplauso, que recibe

prestado, en el viento escribe

y en cenizas le convierte

la muerte ¡desdicha fuerte!:

¿que hay quien intente reinar

viendo que ha de despertar

en el sueño de la muerte?


Sueña el rico en su riqueza,

que más cuidados le ofrece;

sueña el pobre que padece

su miseria y su pobreza;

sueña el que a medrar empieza,

sueña el que afana y pretende,

sueña el que agravia y ofende,

y en el mundo, en conclusión,

todos sueñan lo que son,

aunque ninguno lo entiende.


Yo sueño que estoy aquí,

destas prisiones cargado,

y soñé que en otro estado

más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida?, un frenesí.

¿Qué es la vida?, una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño:

pues toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Lope de Vega, Desengaño de la vida

Lope de Vega, "Al desengaño de la vida", publicado en los liminares de De la diferencia entre lo temporal y eterno: crisol de desengaños, del jesuita Juan Eusebio Nieremberg

¡Oh tú, que estás sepultado
en el sueño del olvido:
si para tu bien dormido,
para tu mal desvelado!
Deja el letargo pesado,
despierta un poco y advierte
que no es bien que desa suerte
duerma y haga lo que hace
quien está, desde que nace,
en los brazos de la muerte.

Da lugar al pensamiento
para que discurra y veas
que lo más que tú deseas
no es más que soplo de viento.
No labres sin fundamento
máquinas de vanidad,
pues la mayor majestad
en un sepulcro se encierra,
donde dice, siendo tierra:
"Aquí vive la verdad…"

Mira cómo pasó ayer,
veloz, como tantos años;
evidentes desengaños
del limitado poder.
Lo que fue dejó de ser,
y no quedó dello más
del ha sido: tú, que vas
por este mundo inconstante;
mira que el que va adelante
avisa al que va detrás.

La corona y la tïara
que tanto el mundo estimó,
¿qué se hizo, en qué paró
sino en lo que todo para?
¡Oh mano del mundo avara!
Si tanto bien nos limitas,
¿para qué, di, nos incitas
a aspirar a más y más,
si lo que despacio das
tan de prisa nos lo quitas?

Si te engaña el propio amor
para que no veas el daño,
la muerte, que es desengaño,
sirva de despertador.
Hoy nace la tierna flor,
y, hoy, su curso se termina;
todo a la muerte camina:
la estatua del más bizarro,
como está fundada en barro,
la deshace cualquier china.

¿En qué piensas o a qué aspiras
cuando tras tu gusto vas,
pues dél no te queda más
que enemigos que conspiras?
Si es que adelante no miras,
mira la vida pasada,
que, si en tan corta jornada
lo más pasa desa suerte,
hasta llegar a la muerte
¿qué te queda? Poco o nada.

Desde el nacer al morir
casi se puede dudar
si el partir es el parar,
o el parar es el partir.
Tu carrera has de seguir:
y pues con tal brevedad
pasa la más larga edad,
¿cómo duermes y no ves
que lo que aquí un soplo es
es allá una eternidad?

Mira el tiempo volador
cómo pasa, y considera
cómo va tras la carrera
desde el menor al mayor.
El esclavo y el señor
corren parejas iguales,
que, como nacen mortales,
iguales van a la hoya,
de cuya deshecha Troya
aún no quedan las señales.

La juventud más lozana
¿en qué paró? ¿qué se hizo?
Todo el tiempo lo deshizo
y anocheció su mañana,
la muerte siempre es temprana
y no perdona a ninguno:
goza del tiempo oportuno,
granjea con tu talento,
que aquí dan uno por ciento
y allí dan ciento por uno.

¿Qué eternidades te ofrece
la más dilatada vida,
pues que apenas es venida
cuando se desaparece?
Hoy piensas que te amanece
y es el día de tu ocaso.
¡Término breve y escaso!
Mas ¿qué mucho, si volando
te va la muerte buscando
cuando tú vas paso a paso?

La dama más celebrada,
lazo en que todos cayeron,
ella y ellos, di, ¿qué fueron
sino tierra, polvo y nada?
¡Oh limitada jornada,
oh frágil naturaleza!
La humildad y la grandeza
todo en nada se resuelve:
es de tierra y a ella vuelve,
y así, acaba en lo que empieza.

¿De qué te sirve anhelar,
por tener y más tener,
si eso en tu muerte ha de ser
fiscal que te ha de acusar?
Todo acá se ha de quedar;
y pues no hay más que adquirir
en la vida que el morir,
la tuya rige de modo,
pues está en tu mano todo,
que mueras para vivir.

lunes, 16 de mayo de 2016

Textos de Pedro Calderón de la Barca en Sueños hay que verdad son

Del auto de Pedro Calderón de la Barca Sueños hay que verdad son:

I

SUEÑO: (Canta.)

¡Dormid, dormid, mortales!
Iguales son lo que les dura el sueño.
Mortales, que en la cárcel
del mundo vivís presos,
no tan solo los yerros arrastrando,
mas también arrastrados de los yerros:
dormid, dormid, al son
de mi músico acento,
que mudas consonancias de la vida
son también las quietudes del silencio.
Dormid, dormid, no solo
hoy al descanso atentos,
sino atentos a ver qué es lo que quiere (1)
en vuestras sombras revelar el cielo.
Y vosotras, ideas
que en fantásticos cuerpos
representáis como retratos vivos
ansias y gozos a sentidos muertos,
ved que Dios, conmovido
de una virtud al ruego,
en términos nos manda que las ruinas
que el sueño destruyó, restaure el sueño.

(1) Sustituyo "pero" por sino

II

REY

Aunque a lo que has venido
no dudo que lo traigas ya sabido,
con todo, he de decirlo, por si acaso
no lo contaron bien. Este es el caso:
yo soñé que de un río a la ribera
siete vacas bellísimas salían,
y cuando de sus márgenes pacían
las esmeraldas de la primavera,
vi que otras siete de la undosa esfera,
tan flacas que esqueletos parecían,
saliendo contra ellas, consumían
la lozanía de su edad primera.
Después vi siete fértiles espigas,
lágrima cada grano del rocío,
y otras siete, que en áridas fatigas
sin granarlas abril, taló el estío,
y lidiando unas y otras enemigas,
venció lo seco con llevarlo el río.


JOSEF

Que el río jeroglífico haya sido
del tiempo, gran señor, prueba es bastante,
que siempre corre y siempre va adelante,
sin que nunca haya atrás retrocedido.
Luego es el tiempo de quien ha nacido
en espigas y vacas lo abundante,
y es el tiempo también el que, inconstante,
todo lo deja a nada reducido.
Siete fértiles años imagina
en espigas y vacas, cuyo halago
en otros siete estériles termina;
y pues te avisa el golpe en el amago,
la abundancia prevén contra la ruina

y la felicidad contra el estrago.

III

[Un ejemplo de metateatro calderoniano]

SUEÑO:

Mira en triunfal carro
cómo salvador le aclama
el pueblo, y cómo los varios
males que causaron sueños
en términos satisfago
con las ventajas que hay
desde el baldón al aplauso,
desde la miseria al triunfo,
y desde la ruina al lauro;
y, pues que ya obedecida
de mí te miras, en cuanto
a causa segunda (puesto
que es de la primera el mando),
en premio de mi obediencia,
salir de una duda aguardo.
Tú me dijiste que anda
en estos visibles rasgos
de embozo un misterio, que es
milagro de los milagros;
y así, humilde te suplico
me le adelantes en algo
que pueda ser de mi duda
arrimo, si no descanso.


CASTIDAD:

Sí haré, mas con una salva.

SUEÑO:

¿Qué es?

CASTIDAD:

Que los dos parezcamos
lo que somos; esto es,
como personas tratarnos
alegóricas, y no
reales, pues con eso es llano
que no habiendo en los dos tiempo
ni lugar, daremos paso
a que la interpolación
(como si acabara un acto
y empezara otro) nos supla
la síncopa de los años,
dando por vividos siete
fértiles, con que empezando
los estériles, verás
en el pósito o erario
del trigo, que ha recogido
de la abundancia el espacio,
cómo le reparte a pobres
y ricos, no exceptuando
personas.

SUEÑO:

Eso deseo.

CASTIDAD:

Pues ven conmigo a lo alto
del monte de la visión,
patrimonio hereditario
de Josef, pues si en él fue
Isaac, su abuelo, retrato
de quien también él lo ha sido,
justo es que convenga en ambos
el mirar desde su cumbre
cómo se pueblan los campos
de racionales hormigas
que próvidas, tras el rastro
de la paja que se lleva
el Nilo, buscan el grano;
en cuya distribución
verás que hasta a sus hermanos
socorre, sin acordarse
de que le fueron ingratos;
pues subiendo de Canaán
a Egipto..., mas no perdamos

tiempo. Ven conmigo.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Lope de Vega, pasajes de Santa Casilda

Jornada I

1.

CASILDA

De Alimenón, mi padre,
rey de Toledo impíreo,
trono de majestades,
cabeza de sí mismo.
tesoro de los moros
inestimable y rico,
pues dicen que en el Tajo
oro de Arabia han visto;
y a mi madre, Daraja,
que ya dejó este siglo,
nací habrá quince años;
el cielo ansí lo quiso.
Llamáronme Casilda,
de quien un sabio dijo
entonces a mi padre
secretos infinitos.
Apenas fui nacida,
¡qué notable prodigio!,
cuando padezco enferma
este mal que habéis visto.
Tan gran tormento paso
y tanto me fastidio
con el dolor que siento,
que apenas le resisto.
No han podido remedios,
aunque han sido excesivos,
hacer que salud tenga.
¡Ved qué rigor impío!
Para alegrar mis penas
y el desconsuelo mío,
en la corte se han hecho
fiestas y regocijos.
Todo me ha dado pena,
y al paso que he crecido,
más se aumentan mis males
y muero si los miro.
Ya a la vega bajaba
y al Tajo cristalino,
que la sirve de espejo
para adornar sus rizos.
Miraba su hermosura,
los jardines floridos,
música de las aves,
hechas arpas los picos;
las flores, los claveles,
jazmines y jacintos,
alhelíes, mosquetas,
madreselvas, narcisos,
maravillas, retamas,
azahar, cárdenos lirios,
y todo me cansaba
cuanto era más florido.
Un año me sirvieron
dos reyes sarracinos,
y con desprecio a entrambos
pagué tantos servicios.
Vino a verme Abenámar,
hijo del rey Marsichio,
sobrino de mi padre,
que me pide por primo.
Y con tantos rigores
y desdén tan altivo
desprecio sus finezas,
que no sé cómo es vivo.
La causa de estas penas
ninguno la ha sabido,
sino yo que las paso
en mi silencio mismo.
Procede, amigas mías,
de que a Dios busco y sigo,
al Dios de los cristianos,
al Dios que llaman Cristo.
Reparaba mil veces,
con pecho casto y limpio,
lo que algunos esclavos
de este su Dios me han dicho.
Apenas lo entendía,
cuando todo el sentido
ocupaba en buscalle
con el discurso mío.
Y hoy que aquí me dejaste,
dulce sueño me vino,
en que una voz suave,
amorosa, me dijo:
-Dispierta, yo te llamo.
-¿Quién eres?-le replico.
-El que aguardas-responde-;
búscame en el bautismo.
Este es, pues, mi suceso;
amigas, éste ha sido
el tormento del alma;
a Cristo busco y sigo.
Mis fieles compañeras,
que me ayudéis os pido;
sepa yo de este Dios
los preceptos divinos.
Afuera, vanas leyes,
que está cerca el peligro,
y afuera, engaño mío,
que ya Casilda es
de la ley de Cristo.

Jornada segunda

2.

ÁNGEL PRIMERO

  Dios mandó que a Toledo luego dejes
y al pueblo loco que le ignora ciego
y que de sus alcázares te alejes
y a Castilla de aquí te partas luego.
Huye, Casilda, de bárbaros y herejes
que encienden contra Dios infernal fuego,
para que así su voluntad se haga
y la tuya también se satisfaga.
  En un lugar secreto que peñascos
murallas forman toscas de aspereza,
compuesto de quejigos y de tascos
que aumentan la fealdad a su fiereza;
entre broncas pizarras, rotos cascos
parece que se ven en su cabeza,
que apretados los tiene todo el año
con espinosa zarza en vez de paño.
  A quien por una parte se le llega
el mar salado en ondas presuroso
y los nerviosos pies le baña y riega,
por que descanse el bruto peñascoso;
tan espeso el camino, que se niega
aun en el día claro y luminoso,
y apenas se ve el sol ni el horizonte,
que así tapado está con aquel monte.


ÁNGEL PRIMERO

  Por los godos montañas de Castilla
la aspereza se llama, donde ha sido
por su labor, que al mundo maravilla,
Dios adorado y siempre engrandecido,
sin que, aunque pierdan de su rey la silla,
la fe jamás allí se haya perdido.
Y cuando se perdiera, de mil modos
la fe siempre se hallara entre los godos.
  A la falda de un risco tan crecido
que parece debajo de la luna
hablando está secretos al oído,
verás dos lagos, fin de tu fortuna,
donde tu bien está constituido.
Tiene dos aguas tales, que la una
nace turbia, otra clara, y la deshacen
del otro los cristales cuando nacen.
  Aquí te bañarás debidamente,
y de los males que te dan tal pena,
en tocando el cristal de su corriente,
sana, Casilda, te hallarás y buena.
Estos los lagos son de San Vicente,
que en ellos te bañes Dios ordena.
Ya tienes donde cumplas tus intentos,
ejecuta de Dios los mandamientos.

(A un mismo tiempo desaparezcan todos.)

CASILDA

Inconmutable esencia,
que es verdadera luz y no acabada,
pues sólo a la presencia
de los ángeles es comunicada,
sin que de humana vista,
si Vos obráis, jamás puede ser vista.
Si sólo con creerla
y dulcemente con amor sentirla
es modo de tener la luz, yo he de pedirla,
pedirla y desearla,
por que pueda de aquí también gozarla.
Vos, Esposo, me hicistes
y por que os alabase me criastes;
si este nombre me distes,
siempre he de hacer aquello que mandastes;
nunca mi lengua acabe
y esta virtud incomprensible alabe.
¡Oh, Sumo Ser, hermoso,
sacro, estable, inmortal, omnipotente,
de mi vida reposo,
celestial, inefable, refulgente,
que todo en ser Vos cabe,

vuestra gracia me dad por que os alabe.