martes, 15 de septiembre de 2009

Dies Irae, de Tomás de Celano

Dies irae de Tomás de Celano, siglo XIII, versión bilingüe.

Dies iræ, dies illa,
Solvet sæclum in favilla,
Teste David cum Sibylla !

Quantus tremor est futurus,
quando judex est venturus,
cuncta stricte discussurus !

Tuba mirum spargens sonum
per sepulcra regionum,
coget omnes ante thronum.

Mors stupebit et Natura,
cum resurget creatura,
judicanti responsura.

Liber scriptus proferetur,
in quo totum continetur,
unde Mundus judicetur.

Judex ergo cum sedebit,
quidquid latet apparebit,
nil inultum remanebit.

Quid sum miser tunc dicturus ?
Quem patronum rogaturus,
cum vix justus sit securus ?

Rex tremendæ majestatis,
qui salvandos salvas gratis,
salva me, fons pietatis.

Recordare, Jesu pie,
quod sum causa tuæ viæ ;
ne me perdas illa die.

Quærens me, sedisti lassus,
redemisti crucem passus,
tantus labor non sit cassus.

Juste Judex ultionis,
donum fac remissionis
ante diem rationis.

Ingemisco, tamquam reus,
culpa rubet vultus meus,
supplicanti parce Deus.

Qui Mariam absolvisti,
et latronem exaudisti,
mihi quoque spem dedisti.

Preces meæ non sunt dignæ,
sed tu bonus fac benigne,
ne perenni cremer igne.

Inter oves locum præsta,
et ab hædis me sequestra,
statuens in parte dextra.

Confutatis maledictis,
flammis acribus addictis,
voca me cum benedictis.

Oro supplex et acclinis,
cor contritum quasi cinis,
gere curam mei finis.

Lacrimosa dies illa,
qua resurget ex favilla
judicandus homo reus.
Huic ergo parce, Deus.

Pie Jesu Domine,
dona eis requiem. Amen.



Traducción

Día de ira aquel renombrado
en que siglos se reduzcan a cenizas;
lo atesiguan David y la Sibila.

¡Cuánto terror habrá en el futuro
cuando el Juez tenga que venir
a juzgar todo con rigor!

La trompeta esparcirá un sonido admirable
a los sepulcros de todos los reinos,
reunirá a todos ante el trono.

La Muerte y la Naturaleza se asombrarán,
cuando resucite la criatura
para responder ante su Juez.

Aparecerá el libro escrito
en que todo se contiene
y con que se juzgará al Mundo.

Así, cuando el Juez se siente,
lo escondido se mostrará
y nada habrá sin castigo.

¿Qué diré yo entonces, pobre de mí?
¿A qué protector rogaré
cuando ni estén seguros los justos?

Rey de tremenda majestad,
Tú, que, al salvar, lo haces sin interés,
¡sálvame, fuente de piedad!

Acuérdate, piadoso Jesús,
de que soy la causa de tu calvario;
no me pierdas en este día.

Te sentaste agotado buscándome,
me redimiste sufriendo en la cruz:
no sean vanos tantos trabajos.

Justo Juez de venganza,
concédeme el regalo del perdón
antes del día del Juicio.

Grito como un reo;
la culpa enrojece mi rostro.
Perdona, señor, a este suplicante.

Tú, que absolviste a Magdalena
y escuchaste la súplica del ladrón,
me diste a mí también esperanza.

Mis plegarias no son dignas,
pero Tú, al ser bueno, actúa con bondad
para que no arda en el fuego eterno.

Colócame entre tu rebaño
y sepárame de los machos cabríos
situándome a tu derecha.

Tras confundir a los malditos
arrojados a las llamas voraces,
hazme llamar entre los benditos.

Te lo ruego, suplicante y de rodillas,
acongojado el corazón, casi vuelto cenizas:
hazte cargo de mi destino.

Día de lágrimas será aquel renombrado
en que resucitará del polvo
para el Juicio, el hombre culpable.

A ese, pues, perdónalo ¡oh Dios!
Señor de piedad, Jesús,
concédeles el descanso. Amén.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Ítaca, de Constantino Cavafis

ÍTACA

Cuando empieces tu ida hacia Ítaca,
desea que el camino sea largo,
lleno de peripecias, lleno de conocimientos.
A los Lestrígones y a los Cíclopes,
al encolerizado Poseidón no temas,
tales cosas no toparás en tu camino
si tu mirada sigue alta, si una escogida
emoción guía tu alma y tu cuerpo.
A los Lestrígones y a los Cíclopes,
al fiero Poseidón no los hallarás
si no los llevas ya dentro del alma,
si tu alma no los coloca ante ti.
Desea que el camino sea largo,
que muchas sean las mañanas estivales
en que con cuánta satisfacción, con qué alegría
entres en puertos por primera vez vistos.
Haz un alto en los mercados fenicios,
y adquiere hermosuras,
nácares y corales, ámbares y ébanos,
y sensuales perfumes de todas clases,
los más abundantes y sensuales que puedas.
Visita muchas ciudades egipcias,
aprende, aprende de los instruidos.
Siempre en tu mente ten a Itaca:
llegar allí es tu destino;
pero no precipites tu viaje en absoluto:
es mejor que muchos años dure
y que, ya anciano, arribes a la isla,
rico con cuanto obtuviste en el camino,
sin esperar que riquezas te dé Itaca:
Itaca te dio el hermoso viaje;
sin ella, no habrías emprendido el camino.
No puede darte nada más:
aunque la encuentres pobre, Itaca no te engañó:
tan sabio como te hiciste, con tanta experiencia,
ahora ya habrás comprendido qué significan las Itacas.

sábado, 29 de agosto de 2009

Credo poético, Miguel de Unamuno

“Credo Poético”, Miguel de Unamuno, Poesías, 1907.

Piensa el sentimiento, siente el pensamiento;
que tus cantos tengan nidos en la tierra,
y que cuando en vuelo a los cielos suban
tras las nubes no se pierdan.

Peso necesitan, en las alas peso,
la columna de humo se disipa entera,
algo que no es música es la poesía,
la pensada solo queda.

Lo pensado es, no lo dudes, lo sentido.
¿Sentimiento puro? Quien en ello crea,
de la fuente del sentir nunca ha llegado
a la viva y honda vena.

No te cuides en exceso del ropaje,
de escultor y no de sastre es tu tarea,
no te olvides de que nunca más hermosa
que desnuda está la idea.

No el que un alma encarna en carne, tan presente,
no el que forma da a la idea es el poeta,
sino que es el que alma encuentra tras la carne,
tras la forma encuentra idea.

De las fórmulas la broza es lo que hace
que nos vele la verdad, torpe, la ciencia,
la desnudas con tus manos y tus ojos
gozarán de su belleza.

Busca líneas de desnudo, que aunque trates
de envolvernos en lo vago de la niebla,
aun la niebla tiene líneas y se esculpe;
ten, pues, ojo, no las pierdas.

Que tus cantos sean cantos esculpidos,
ancla en tierra mientras tanto que se elevan,
el lenguaje es ante todo pensamiento,
y es pensada su belleza.

Sujetemos en verdades del espíritu
las entrañas de las formas pasajeras,
que la Idea reine en todo soberana;
esculpamos, pues, la niebla.