sábado, 10 de enero de 2015

Diego Gómez Manrique, Querella de la gobernación

Exclamación y querella de la Gobernación

I (adaptado al castellano moderno y la métrica actual

II (en versión original)

I

  Cuando Roma conquistaba
y Quinto Fabio regía 
y cuando Escipión guerreaba, 
Tito Livio así escribía: 
"Las doncellas y matronas, 
por la honra de su tierra, 
desguarnecían sus personas 
para sostener la guerra". 

   En el pueblo donde moro 
al necio le hacen alcalde; 
hierro precian más que oro, 
la plata danla de balde. 
La paja guardan los tontos 
y dejan perder los panes, 
cazan con los aguiluchos, 
cómense los gavilanes. 

   Queman los nuevos olivos, 
guardan los espinos tuertos, 
condenan a muchos vivos,  
quieren salvar a los muertos. 
Los mejores valen menos: 
¡mirad qué gobernación: 
ser gobernados los buenos 
por los que tales no son! 

   La fruta, por el sabor 
se conoce do ha nacido, 
y por el gobernador 
el gobernado navío: 
los cuerdos huir debían 
pues los locos mandan más, 
que, cuando los ciegos guían, 
¡ay de quien viene detrás! 

   Que villa sin regidores 
su triunfo será muy breve; 
la casa sin moradores 
muy prestamente se llueve; 
los puercos que van sin canes 
pocos matan las armadas; 
las huestes sin capitanes 
nunca son bien gobernadas. 

   Los zapatos sin las suelas 
mal conservan a los pies; 
sin las cuerdas las vihuelas 
hacen el son que sabéis. 
El que da oro sin peso 
más pierde por la fechura; 
quien se guía por su seso 
no va lejos de locura. 

   En arroyo sin pescado 
yerro es pescar con cesta, 
y por monte muy ruidoso 
trabajar con la ballesta. 
Sin castigar los perjuicios 
es gran locura vivir, 
y donde no hay servicios 
remunerados, servir. 

   Cuanto más alto es el muro, 
más hondo cimiento quiere; 
de caer está seguro 
el que en él nunca subiere. 
Donde sobra la codicia 
todos los bienes carecen;
en el pueblo sin justicia, 
los que son justos padecen. 

   Y la iglesia, sin letrados, 
es palacio sin paredes; 
no toman grandes pescados 
con las muy delgadas redes. 
Que haya mancebos sin viejos 
es peligroso alear; 
grandes hechos sin consejos 
siempre salieron a mal. 

   En el caballo sin freno 
va su dueño temeroso; 
sin el gobernalle bueno 
el barco va peligroso; 
sin que ejecuten las leyes 
maldito es el bien que traen; 
los reinos sin buenos reyes, 
sin adversarios se caen. 

   Una mesa sin manjares 
no harta los convidados; 
sin vecinos, los lugares 
pronto serán asolados. 
La nao sin el patrón 
no puede ser bien guïada; 
do gobierna la afición 
hay peligrosa morada. 

   Las ovejas sin pastor 
destruyen las heredades; 
religiosos sin mayor 
grandes cometen maldades. 
Las viñas sin viñaderos 
las cosechan caminantes; 
las cortes sin caballeros 
son como manos sin guantes. 

   El golpe dará liviano 
la mano si no hay espada; 
y la espada sin la mano 
no dará gran cuchillada. 
Las gentes sin los caudillos 
muy flacamente guerrean; 
los capitanes sencillos 
por cada hombre pelean. 

   Es peligro navegar 
en galera sin los remos, 
y mucho más conversar 
con quien sigue los extremos. 
Pues, si la conversación 
es con los tales dañosa, 
por cierto su sujección 
muy más será peligrosa. 

   Hombres de armas sin jinetes 
perezosa montan guerra; 
las naos sin sus barquetes 
mal se abastecen de tierra.
Los menudos sin mayores 
son cual pasillos sin salas; 
los grandes sin los menores 
son como halcones sin alas. 

   Que así como dan las flores 
perfección a los frutales, 
así los grandes señores 
a los palacios reales, 
y los príncipes derechos 
lucen sobre ellos, sin falla, 
así como ricos techos 
sobre la hermosa muralla. 

   Al tema quiero tornar 
de la ciudad que nombré, 
pues duró su prosperar 
cuanto bien regida fue; 
pero, después que reinaron 
codicias particulares, 
sus grandezas se tornaron 
en despoblados solares. 

                    Fin 

   Todos los sabios dijeron 
que las cosas mal regidas 
cuanto más alto subieron 
mayores dieron caídas. 
Por esta causa recelo 
que mi pueblo con sus calles 
habrá de venir al suelo: 
por falta de gobernalles. 

II (versión crítica reconstruida por Sara Russo)

Quando Roma prosperava,      1
Quinto Fabio la regía
e Çipión guerreava
Tito Libio descrivía.
Las donzellas e matronas         5
por la onra de su tierra
desguarnían sus personas

para sostener la guerra.

II

En un pueblo donde moro
al neçio fazen alcalde,             10
fierro preçian más que oro,
la plata danla de balde;
la paja guardan los tochos
e dexan perder los panes,
caçan con los aguilochos         15

comense los gavilanes.

III

Queman los nuevos olivos,
guardan los espinos tuertos,
condenan a munchos bivos
quieren salvar a los muertos. 20
Los mejores valen menos:
¡mirad que governaçión
ser governados los buenos

por los que tales no son!

IV

La fruta por el sabor            25
se conoçe su natío,
e por el governador
el governado navío.
Los cuerdos fuir devrían
de do locos mandan más,    30
que quando los çiegos guían,

¡guay de los que van detrás!

V

Que villa sin regidores
su triunfo será breve,
la casa sin moradores         35
muy prestamente se llueve.
De puercos que van sin canes
pocos matan las armadas,
las huestes sin capitanes

nunca son bien governadas

VI

Los çapatos sin las suelas,
mal conservarán los pies;
sin las cuerdas las viyuelas
fazen el son que sabés.
El que da oro sin peso       45
más pierde de la fechura,
quien se guía por su seso,

no va lueñe de locura

VII

En arroyo sin pescado,
yerro es pescar con çesta,     50
e por monte traqueado
trabajar con la ballesta.
Do no punen malefiçios
es gran locura bevir,
e do no son los serviçios      55

remunerados, servir.

VIII

Quanto más alto es el muro,
más fondo çimiento quiere;
de caer está seguro
aquel que nunca subiere.      60
Donde sobra la codiçia
todos los bienes falleçen;
en el pueblo sin justiçia

los que son justos padeçen.

IX

La iglesia sin letrados           65
es palaçio sin paredes;
no toman grandes pescados
con las muy sotiles redes.
Los mançebos sin los viejos
es peligroso metal;                70
grandes fechos sin consejos

sienpre salieron a mal.

X

En el cavallo sin freno
va su dueño temeroso;
sin el governalle bueno      75
el barco va peligroso.
Sin secutores las leyes
maldita la pro que traen,
los reinos sin buenos reyes

sin adversarios se caen.      80

XI

La mesa sin los manjares
no farta los conbidados;
sin vezinos los lugares
presto serán asolados.
La nao sin el patrón             85
no puede ser bien guiada;
do rigen por afiçión

es peligrosa morada. 

XII

Las ovejas sin pastor
destruyen las heredades;       90
religiosos sin mayor
grandes cometen maldades.
Las viñas sin viñaderos
logranlas los caminantes;
las cortes sin cavalleros        95

son como manos sin guantes.

XIII

El golpe fará liviano
la mano sin el espada;
el espada sin la mano
no dará gran cuchillada.        100
Las gentes sin los caudillos
muy flacamente guerrean;
los capitanes senzillos

por sendos onbres pelean

XIV

Es peligro navegar                105
en galea sin los remos,
mas mayor es conversar
con quien sigue los estremos.
Pues si la conversaçión
es con los tales dañosa,         110
por çierto la sojuçión

muncho será peligrosa.

XV

Onbres d'armas sin ginetes
perezosa fazen guerra;
las carracas sin barquetes      115
mal se sirven de la tierra.
Los menudos sin mayores
son corredores sin salas;
los grandes sin los menores

como falcones sin alas.         120

XVI

Que bien como dan las flores
perfeçión a los frutales,
así los grandes señores
a los palaçios reales;
e los prinçipes derechos        125
luzen sobr'ellos sin falla,
bien como los ricos techos

sobre fermosa muralla.

XVII

Al tema quiero tornar
de la çibdad que nonbré     130
cuyo duró prosperar
quanto bien regida fue;
pero después que reinaron
cudiçias particulares,
sus grandezas se tornaron   135

en despoblados solares.

Fyn

XVIII

Todos los sabios dixieron
que las cosas mal regidas
quanto mas alto subieron     140
mayores dieron caídas.
Por esta causa reçelo
que mi pueblo con sus calles
avrá de venir al suelo

por falta de governalles. 


Maupassant, Noche de nieve

Guy de Maupassant,

NOCHE DE NIEVE

La llanura está blanca, sin voz ni movimiento
Ni un ruido, ni un sonido; la vida se ha apagado.
Solo se escucha a ratos el fúnebre lamento,
que en un rincón del bosque lanza un perro extraviado.
No hay en el aire cánticos ni parvas en las eras.
Calló sobre los campos el invierno ceñudo.
Los árboles semejan fantasmas o quimeras
y cubren con sudarios su esqueleto desnudo.
La luna lleva prisa, parece que está yerta; 
su redondez resbala por el azul de hielo,
mira triste a la tierra, y al verla tan desierta
huye por los espacios perdiéndose en el cielo.
Fantástica cascada de frío son sus rayos
vertiéndose en la helada llanura, y a lo lejos
la palidez difusa que siembra en sus desmayos
espejea en la nieve con siniestros reflejos.
¡Pobrecitos los pájaros sin cobijo abrileño!
Sopla entre escalofríos el viento en la alameda
y por mucho que ahuequen su plumaje de seda,
sus patitas se hielan y huye de ellos el sueño.
En las ramas desnudas, que tienen piel de hielo,
entre las frialdades de luna, viento y selva,
tiritan desvalidos, con un piar muy leve,
y esperan a la aurora, que acaso nunca vuelva.