sábado, 6 de enero de 2024

Miserere. El más célebre salmo penitencial de David, el LI

El famoso salmo penitencial, el número LI según el cómputo hebreo, y quincuagésimo (L) según los Setenta, la traducción al griego llamada en latín Septuaginta, el Miserere que musicó Gregorio Allegri en el siglo XVII y copió de oído Mozart en el XVIII, ganándose no la reprensión (estaba prohibidísimo copiarlo), sino la recompensa admirada del papa, quien lo nombró caballero de la orden pontificia de la Espuela Dorada. Según el papa Juan Pablo II, es "el más intenso y repetido salmo penitencial, el canto del pecado y del perdón, la más profunda meditación sobre la culpa y sobre la gracia."

Salmo 51 (50)

SÚPLICA DEL PECADOR ARREPENTIDO

1 Del maestro de coro. Salmo de David. 2 Cuando el profeta Natán lo visitó, después que aquel se había unido a Betsabé. Entre corchetes intertítulos que solo dividen en partes el canto y no pertenecen al mismo:

[Humilde reconocimiento del pecado]

3 ¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,

por tu gran compasión, borra mis faltas!

4 ¡Lávame totalmente de mi culpa

y purifícame de mi pecado!

5 Porque yo reconozco mis faltas

y mi pecado está siempre ante mí.

6 Contra Ti, contra Ti solo pequé

e hice lo que es malo a tus ojos.

Por eso, será justa tu sentencia

y tu juicio será irreprochable;

7 yo soy culpable desde que nací;

pecador me concibió mi madre.

[Anhelo de renovación interior]

8 Tú amas la sinceridad del corazón

y me enseñas la sabiduría en mi interior.

9 Purifícame con el hisopo y quedaré limpio;

lávame y quedaré más blanco que la nieve.

10 Anúnciame el gozo y la alegría:

que se alegren los huesos quebrantados.

11 Aparta tu vista de mis pecados

y borra todas mis culpas.

12 Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,

y renueva la firmeza de mi espíritu.

13 No me arrojes lejos de tu presencia

ni retires de mí tu santo espíritu.

14 Devuélveme la alegría de tu salvación,

que tu espíritu generoso me sostenga:

15 yo enseñaré tu camino a los impíos

y los pecadores volverán a Ti.

16 ¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío,

y mi lengua anunciará tu justicia!

17 Abre mis labios, Señor,

y mi boca proclamará tu alabanza.

18 Los sacrificios no Te satisfacen;

si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:

19 mi sacrificio es un espíritu contrito,

Tú no desprecias el corazón contrito y humillado.

* * *

20 Trata bien a Sion, Señor, por tu bondad;

reconstruye los muros de Jerusalén.

21 Entonces aceptarás los sacrificios rituales

las oblaciones y los holocaustos

y se ofrecerán novillos en tu altar.