miércoles, 20 de marzo de 2013

Ernestina de Champourcín, Carta al vacío



Ernestina de Champourcín

Carta al vacío

Es escribir a alguien
o lanzarse al silencio,
a nadar en lo oscuro,
a encender una llama
aunque ahoguen las dudas.
¿Carta a lo que no existe?
Hay buzones alados
que se disparan solos
y un correo sin pistas
ni trayecto seguro.

Eludir el camino
que todos conocemos.
Seguir hacia adelante
ruta de los que intentan
lo que nunca pensaron
y se sienten felices
porque hay algo distinto,
porque se desvanece
de pronto lo que sobra
y no existe el vacío
si queremos colmarlo.

Coleridge, Kublai Khan



Samuel Taylor Coleridge (1772 - 1834)

Kubla Khan

En Xanadú, Kublai Khan
mandó que levantaran su cúpula señera:
allí donde discurre Alfa, el río sagrado,
por cavernas que nunca ha sondeado el hombre,
hacia una mar que el sol no alcanza nunca.
Dos veces cinco millas de tierra muy feraz
ciñeron de altas torres y murallas:
y había allí jardines con brillo de arroyuelos,
donde, abundoso, el árbol de incienso florecía,
y bosques viejos como las colinas
cercando los rincones de verde soleado.
¡Oh sima de misterio, que se abría
bajo la verde loma, cruzando entre los cedros!
Era un lugar salvaje, tan sacro y hechizado
como el que frecuentara, bajo menguante luna,
una mujer, gimiendo de amor por un espíritu.
Y del abismo hirviente y con fragores
sin fin, cual si la tierra jadeara,
hízose que brotara un agua caudalosa,
entre cuyo manar veloz e intermitente
se enlazaban fragmentos enormes, a manera
de granizo o de mieses que el trillador separa:
y en medio de las rocas danzantes, para siempre,
lanzóse el sacro río.
Cinco millas de sierpe, como en un laberinto,
siguió el sagrado río por valles y collados,
hacia aquellas cavernas que no ha medido el hombre,
y hundióse con fragor en una mar sin vida:
y en medio del estruendo, oyó Kubla, lejanas,
las voces de otros tiempos, augurio de la guerra.
La sombra de la cúpula deliciosa flotaba
encima de las ondas,
y allí se oía aquel rumor mezclado
del agua y las cavernas.
¡Oh, singular, maravillosa fábrica:
sobre heladas cavernas la cúpula de sol!
Un día, en mis ensueños,
una joven con un salterio aparecía
llegaba de Abisinia esa doncella
y pulsaba el salterio;
cantando las montañas de Aboré.
Si revivir lograra en mis entrañas
su música y su canto,
tal fuera mi delicia,
que con la melodía potente y sostenida
alzaría en el aire aquella cúpula,
la cúpula de sol y las cuevas de hielo.
Y cuantos me escucharan las verían
y todos clamarían: «¡Deteneos!
¡Ved sus ojos de llama y su cabello loco!
Tres círculos trazad en torno suyo
y los ojos cerrad con miedo sacro,
pues se nutrió con néctar de las flores
y la leche probó del Paraíso».

Gutierre de Cetina, Madrigal



Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?

Si cuanto más piadosos
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.


Raymond Carver, Miedo



Raymond Carver (1939 - 1988)

Miedo

Miedo de ver una patrulla policial detenerse frente a la casa.
Miedo de quedarme dormido durante la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado regrese.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo del teléfono que suena en el silencio de la noche muerta.
Miedo a las tormentas eléctricas.
Miedo de la mujer de servicio que tiene una cicatriz en la mejilla.
Miedo a los perros aunque me digan que no muerden.
¡Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener mucho, aunque sea difícil de creer.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y de llegar antes que cualquiera.
Miedo a ver la escritura de mis hijos en la cubierta de un sobre.
Miedo a verlos morir antes que yo, y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre durante su vejez, y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día termine con una nota triste.
Miedo a despertarme y ver que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar demasiado.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado tiempo.
Miedo a la muerte,
ya lo he dicho.

Cantiga de Airas Nunes


Cantiga de amigo de Airas Nunes

Bailemos nós ja todas tres, ay amigas,
so aquestas avelaneyras frolidas,
e quen for velida como nós, velidas,
se amigo amar,
so aquestas avelaneyras frolidas
verrá baylar.

Bailemos nós ja todas tres, ay irmanas,
so aqueste ramo d'estas avelanas
e quen for louçana como nós, louçanas,
se amigo amar,
so aqueste ramo d'estas avelanas
verrá baylar.

Traducción:

Bailemos las tres, amigas queridas,
bajo estas avellanedas floridas;
y quien fuere garrida como somos garridas,
si sabe amar,
en estas avellanedas floridas
vendrá a bailar.

Bailemos las tres, queridas hermanas,
bajo estas ramas de avellanas;
y quien fuere galana como somos galanas,
si sabe amar,
bajo estas ramas de avellanas
vendrá a bailar.

J. L. Borges, Remordimiento



Borges, Jorge Luis (Buenos Aires, 1899-1986)

Remordimiento

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.

Blanco White, La persecución religiosa


J. M.ª Blanco White, (Sevilla, 1775 - Liverpool, 1841)

La persecución religiosa

¡Gran Dios, cómo atormenta
con crueldad sin igual el hombre al hombre!
Ya con furia violenta
se arrastran al cadalso y a la hoguera,
ya, con malicia refinada y lenta,
impiden a la víctima que muera,
y, pues no quiere a discreción rendirse,
buscan cómo obligarla a maldecirse.

Y... ¿quién es el verdugo,
quién el juez sin piedad? ¿Un sacerdote
del antiguo Moloc infanticida?
No, de un Dios (según dice) a quien le plugo,
por amor de los hombres, dar la vida.
Su ministro se llama y toma el mote
de mansedumbre; paz es su divisa,
mas ¡ah! ¡Qué mal se avisa
el que, en tal mansedumbre confïado.
duda modestamente
su saber infalible: de repente
verá al cordero en un león mudado.
«No es humano saber, ni saber mío,
(responde el santo preste, en ira ardiendo)
audaz mortal, en el que yo confío:
del cielo descendido,
reposó en mí un influjo soberano,
que ha de humillar todo saber humano».

¿Reposó en ti? Mas ¿cómo es que contiende
consigo mismo el inspirado bando?
¿Cuál cadena volcánica se entiende
llama sacerdotal que, rebosando,
el universo enciende?
El cielo contra el cielo peleando
es odioso espectáculo, que ofende
al hombre racional. ¿Qué? ¿Envolvió en guerra
el cielo a los que dio a regir la tierra?
Haced la paz primero
entre vosotros, si queréis que escuche
vuestra doctrina el universo entero;
no procuréis que luche
el ignorante pueblo en las querellas
con que esparcís centellas
de odios inextinguibles
más que el error a la virtud temibles.
Mas en vano os exhorto:
del fanatismo y la ambición aborto
los que tenéis raíces en el cielo
nunca podéis dejar en paz el suelo.

La revelación interna

¿Adónde te hallaré, Ser Infinito?
¿En la más alta esfera? ¿En el profundo
abismo de la mar? ¿Llenas el mundo
o en especial un cielo favorito?
«¿Quieres saber, mortal, en dónde habito?
-dice una voz interna- Aunque difundo
mi ser y en vida el universo inundo,
mi sagrario es un pecho sin delito.
Cesa, mortal, de fatigarte en vano
tras rumores de error y de impostura,
ni pongas tu virtud en rito externo;
no abuses de los dones de mi mano,
no esperes cielo para un alma impura
ni para el pensar libre fuego eterno.

E. Barret-Browning



Elizabeth Barret Browning (1806-1861)

¿De qué modo te quiero?

¿De qué modo te quiero? Pues te quiero
hasta el abismo y la región más alta
a que puedo llegar cuando persigo
los límites del Ser y el Ideal.
Te quiero en el vivir más cotidiano,
con el sol y a la luz de una candela.
Con libertad, como se aspira al Bien;
con la inocencia del que ansía gloria.
Te quiero con la fiebre que antes puse
en mi dolor y con mi fe de niña,
con el amor que yo creí perder
al perder a mis santos... Con las lágrimas
y el sonreír de mi vida... Y si Dios quiere,
te querré mucho más tras de la muerte.

Dilo, dilo otra vez...

Dilo, dilo otra vez, y repite de nuevo
que me quieres, aunque esta palabra repetida,
en tus labios, el canto del cuclillo recuerde.
Y no olvides que nunca la fresca primavera
llegó al monte o al llano, al valle o a los bosques,
en su entero verdor, sin la voz del cuclillo.
Me saluda en las sombras, amado mío, incierta,
esa voz de un espíritu, y en mi duda angustiosa,
clamo: «¡Vuelve a decir que me quieres!» ¿Quién
teme un exceso de estrellas, aunque los cielos colmen,
o un exceso de flores ciñendo todo el año?
Di que me quieres, di que me quieres: renueva
el tañido de plata ; mas piensa, amado mío,
en quererme también con el alma, en silencio.

Antonin Artaud



Artaud, Antonin (Marsella, 1896 - 1948)

Carta a los poderes

No podemos vivir eternamente rodeados de muertos y de muerte.
Y si todavía quedan prejuicios hay que destruirlos.
"El deber"
digo bien
"EL DEBER"
del escritor, del poeta, no es ir a encerrarse cobardemente en un texto, un libro, una revista de los
que ya nunca más saldrá, sino al contrario salir afuera
para sacudir
para atacar
al espíritu público
si no
¿para qué sirve?
¿Y para qué nació?

Carta a las escuelas de Buda

Vosotros que no estáis en la carne, que sabéis en qué punto de su trayectoria carnal, de su vaivén insensato, el alma encuentra el verbo absoluto, la palabra nueva, la tierra interior.

Vosotros que sabéis como uno da vueltas en el pensamiento y cómo el espíritu puede salvarse de si mismo.

Vosotros que sois interiores a vosotros mismos, que ya no tenéis un espíritu a nivel de la carne: aquí hay manos que no se limitan a tomar, cerebros que ven más allá de un bosque de techos, de un florecer de fachadas, de un pueblo de ruedas, de una actividad de fuego y de mármoles.

Aunque avance ese pueblo de hierro,
aunque avancen las palabras escritas con la velocidad de la luz,
aunque avancen los sexos uno hacia otro con la violencia de un cañonazo,
¿qué habrá cambiado en las rutas del alma,
qué en los espasmos del corazón,
en la insatisfacción del espíritu?
Por eso, arrojad al agua a todos esos blancos
que llegan con sus cabezas pequeñas y sus espíritus bien manejados.

Es necesario ahora que esos perros nos oigan: no hablamos del viejo mal humano.
Nuestro espíritu sufre de otras necesidades que las inherentes a la vida. Sufrimos de una podredumbre, la podredumbre de la Razón.

La lógica Europa aplasta sin cesar al espíritu entre los martillos de dos términos opuestos, abre el espíritu y lo vuelve a cerrar. 

Pero ahora el estrangulamiento ha llegado al colmo, ya hace demasiado tiempo que padecemos bajo el yugo. El espíritu es más grande que el espíritu, las metamorfosis de la vida son múltiples. Como vosotros, rechazamos el progreso: venid, echad abajo nuestras viviendas.

Que sigan todavía nuestros escribas escribiendo, nuestros periodistas cacareando, nuestros críticos mascullando, nuestros usureros deslizándose en sus moldes de rapiña, nuestros políticos perorando y nuestros asesinos legales incubando sus crímenes en paz. Nosotros sabemos -sabemos muy bien- qué es la vida. Nuestros escritores, nuestros pensadores, nuestros doctores, nuestros charlatanes coinciden en esto: en frustrar la vida.

Que todos esos escribas escupan sobre nosotros, que nos escupan por costumbre o por manía, que nos escupan porque son castrados de espíritu,
porque no pueden percibir los matices, los barros cristalinos, las tierras giratorias donde el espíritu encumbrado del hombre se transforma sin cesar.

Nosotros hemos captado el pensamiento mejor. Venid. Salvadnos de estas larvas. 

Inventad para nosotros nuevas viviendas.

Guillermo IX de Aquitania o de Poitiers, "el Trovador"


Guillermo de Aquitania (1071 - 1126)

Canto IV

I

Haré un poema de la pura nada.
No tratará de mí ni de otra gente;
no celebrará amor ni juventud
ni cosa alguna,
sino que fue compuesto durmiendo
sobre un caballo.

II

No sé en qué hora nací,
ni estoy alegre ni estoy triste;
no soy huraño ni sociable,
y no puedo hacer otra cosa,
pues así fui de noche predestinado
en una alta montaña.

III

No sé cuándo estoy dormido
ni cuándo velo, si no me lo dicen.
Por poco se me parte el corazón
por un dolor punzante;
pero no le doy el valor de una hormiga,
¡por San Marcial!

IV

Enfermo estoy y temo morir,
y no sé más de eso que lo que oigo decir;
médico buscaré a mi voluntad,
pero no sé si hay uno así.
Si me repongo, buen médico será,
pero no si me empeoro.

V

Amiga tengo y no sé quién es,
pues nunca la vi, a fe mía.
Nada ha hecho que me agrade o me disguste
y no me importa en absoluto,
pues nunca hubo normando ni francés
en mi casa.

VI

Nunca la he visto, pero mucho la amo,
y jamás alcancé de ella favor ni disfavor;
cuando no la veo, me hago indiferente
y no doy a cambio un gallo,
pues sé de otra más gentil y hermosa,
que más vale.

VII

No sé en qué lugar habita,
si en montaña o en llano;
no me atrevo a decir la sinrazón que me hace,
prefiero callarla;
y mucho me pesa que ella aquí quede:
por eso me voy.

VIII

Mi poema está hecho y no sé sobre qué,
y me propongo enviarlo a quien
por medio de otro, lo enviará
de mi parte a Poitou;
le ruego que de su estuche me haga llegar
la contraclave.

Anacreonte, A una doncella


Anacreonte de Teos

A una doncella

Hace tiempo, la hija de Tántalo
se convirtió en piedra
junto a las orillas frigias.
Y asimismo, la hija de Pandión
cruzó el espacio mutada en golondrina.
¡Si yo pudiera convertirme en espejo
para que siempre tuvieras
fija en mí tu mirada!
¡Ojalá yo fuera túnica
y siempre me llevarías encima!
Quisiera volverme agua límpida
para bañar tu hermoso cuerpo.
O esencia, dueña mía, para perfumarte;
cintilla de tu garganta
y perla para tu cuello;
o sandalia para que así, al menos,
siempre estuviera tu pie sobre mí.

Octavio Paz


LAS PALABRAS

Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
dales azucar en la boca a las rejegas;
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
pásalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.

*****

ESCRITURA

Cuando sobre el papel la pluma escribe,
a cualquier hora solitaria,
¿quién la guía?
¿A quien escribe el que escribe por mí,
orilla hecha de labios y de sueño,
quieta colina, golfo,
hombro para olvidar al mundo para siempre?

Alguien escribe en mí, mueve mi mano,
escoge una palabra, se detiene,
duda entre el mar azul y el monte verde.
Con un ardor helado
contempla lo que escribo.
Todo lo quema, fuego justiciero.
Pero este juez también es víctima
y al condenarme, se condena:
no escribe a nadie, a nadie llama,
a sí mismo se escribe, en sí se olvida,
y se rescata, y vuelve a ser yo mismo.

*****

ATRAS DE LA MEMORIA

Atrás de la memoria, en ese limbo
donde el pasado, culpas y deseos,
sueña su renacer en escultura,
tu pelo suelto cae, tu sonrisa,
puerta de la blancura, aún sonríe,
la fiebre de tu mano todavía
hace crecer dentro de mí mareas
y aún oigo tu voz -aunque no hay nadie.

Bahía de hermosuras, eternidades
substraídas, fluir vivo de imágenes,
delicias desatadas, pleamar,
(tu paladar: un cielo rojo, golfo
donde duermen tus dientes, caracola
donde oye la ola su caída),
el infinito hambriento de unos ojos,
un pulso, un tacto, un cuerpo que se fuga…

El tiempo que nos hizo nos deshace;
mi corazón a obscuras es un puño
que golpea -no es un muro ni un espejo-
a sí mismo, monótono…

*****

CONSCRIPTOS U.S.A.

I

CONVERSACIÓN EN UN BAR

-Sábado por la tarde, sin permiso.
La soledad se puebla y todo quema,
(El viento del Oeste son dos vientos:
en la noche es un búfalo fantama,
al alba es un ejército de pájaros.)
-Pardeaba. Les dije entonces:
Saben que iremos, nos esperan…
(Las muchachas del sur corren desnudas
en la noche. Sus huellas en la arena
son estrellas caídas,
joyas abandonas por el mar.)
-Éramos tres: un negro, un mexicano
y yo. Nos arrastramos por el campo,
pero al llegar al muro una linterna…
(En la ciudad de piedra
la nieve es una cólera de plumas.)
-Nos encerraron en la cárcel.
Yo le menté la madre al cabo.
Al rato las mangueras de agua fría.
Nos quitamos la ropa, tiritando.
Muy tarde ya, nos dieron sábanas.
(en otoño los árboles del río
dejan caer sus hojas amarillas
en la espalda del agua
y el sol, en la corriente,
es una lenta mano que acaricia
una garganta trémula.)
-Después de un mes la vi. Primero al cine,
luego a bailar. Tomamos unos tragos.
En una esquina nos besamos…
(El sol, las rocas rojas del desierto
y un cascabel erótico: serpientes.
Esos amores fríos en un lecho de lavas…)

*****

LA CALLE

Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
todo está obscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.

*****

LA VIDA SENCILLA

Llamar al pan el pan y que aparezca
sobre el mantel el pan de cada día,
darle al sudor lo suyo y darle al sueño
y al breve paraíso y al infierno
y al cuerpo y al minuto lo que piden;
reír como el mar ríe, el viento ríe,
sin que la risa suene a vidrios rotos;
beber y en la embriaguez asir la vida;
bailar el baile sin perder el paso;
tocar la mano de un desconocido
en un día de piedra y agonía
y que esa mano tenga la firmeza
que no tuvo la mano del amigo;
probar la soledad sin que el vinagre
haga torcer mi boca, ni repita
mis muecas el espejo, ni el silencio
se erice con los dientes que rechinan:
estas cuatro paredes -papel, yeso,
alfombra rala y foco amarillento-
no son aún el prometido infierno;
que no me duela más aquel deseo,
helado por el miedo; llaga fría,
quemadura de labios no besados:
el agua clara nunca se detiene
y hay frutas que se caen de maduras;
saber partir el pan y repartirlo,
el pan de una verdad común a todos,
verdad de pan que a todos nos sustenta,
por cuya levadura soy un hombre,
un semejante entre mis semejantes;
pelear por la vida de los vivos,
dar la vida a los vivos, a la vida,
y enterrar a los muertos y olvidarlos
como la tierra los olvida: en frutos…
Y que a la hora de mi muerte logre
morir como los hombres y me alcance
el perdón y la vida perdurable
del polvo, de los frutos y del polvo.

Envío

Tal sobre el muro rotas uñas graban
un nombre, una esperanza, una blasfemia,
sobre el papel, sobre la arena, escribo
estas palabras mal encadenadas.
Entre sus secas sílabas acaso
un día te detengas: pisa el polvo,
esparce la ceniza, sé ligera
como la luz ligera y sin memoria
que brilla en cada hoja, en cada piedra,
dora la tumba y dora la colina
y nada la detiene ni apresura.

*****

ENTRE LA PIEDRA Y LA FLOR

IV

El dinero y su rueda,
el dinero y sus números huecos,
el dinero y su rebaño de espectros.

El dinero es una fastuosa geografía:
montañas de oro y cobre,
ríos de plata y níquel,
árboles de jade
y la hojarasca del papel moneda.

Sus jardines son asépticos,
su primavera perpétua está congelada,
sus flores son piedras preciosas sin olor,
sus pájaros vuelan en ascensor,
sus estaciones giran al compás del reloj.

el planeta se vuelve dinero,
el dinero se vuelve número
el número se come al tiempo,
el tiempo se come al hombre,
el dinero se come al tiempo.

La muerte es un sueño que no sueña el dinero.
El dinero no dice tu eres:
el dinero dice cuánto.

Más malo que no tener dinero
es tener mucho dinero.

Saber contar no es saber cantar.

Alegría y pena
ni se compran ni se venden.

La pirámide niega al dinero,
el ídolo niega al dinero,
el brujo niega al dinero,
la Virgen, el Niño y el Santito
niegan al dinero.

El analfabetismo es una sabiduría
ignorada por el dinero.

El dinero abre las puertas de la casa del rey,
cierra las puertas del perdón.

el dinero es el gran prestidigitador
Evapora todo lo que toca:
Tu sangre y tu sudor,
tu lágrima y tu idea.
El dinero te vuelve ninguno.

Entre todos construimos
el palacio del dinero:
el gran cero.

No al trabajo: el dinero es el castigo.
El trabajo nos da de comer y dormir:
el dinero es la araña y el hombre la mosca.
El trabajo hace las cosas:
el dinero chupa la sangre de las cosas.
El trabajo es el techo, la mesa, la cama:
el dinero no tiene cuerpo ni cara ni alma.

El dinero seca la sangre del mundo,
sorbe el seso del hombre.

Escalera de horas y meses y años:
allí arriba encontramos a nadie.

Monumento que tu muerte levanta a la muerte.

                          (Merida 1937/México 1976)


******

EL AUSENTE

III

Viva palabra obscura,
palabra del principio,
principio sin palabra,
piedra y tierra, sequía,
verdor súbito,
fuego que no se acaba,
agua que brilla en una cueva:
no existes, pero vives,
en nuestra angustia habitas,
en el fondo vacío del instante
-oh aburrimiento-,
en el trabajo y el sudor, su fruto,
en el sueño que engendra y el muro que prohíbe.
Dios vacío, Dios sordo, Dios mío,
lágrima nuestra, blasfemia,
palabra y silencio del hombre,
signo del llanto, cifra de sangre,
forma terrible de la nada,
araña del miedo
reverso del tiempo,
gracia del mundo, secreto indecible,
muestra tu faz que aniquila,
que al polvo voy, al fuego impuro.