lunes, 11 de febrero de 2013

Sylvia Plath


Canción de amor de la joven loca

Cierro los ojos y el mundo muere; 
Levanto los párpados y nace todo nuevamente. 
(Creo que te inventé en mi mente). 

Las estrellas salen valseando en azul y rojo, 
Sin sentir galopa la negrura: 
Cierro los ojos y el mundo muere. 

Soñé que me hechizabas en la cama 
Cantabas el sonido de la luna, me besabas locamente. 
(Creo que te inventé en mi mente). 

Dios cae del cielo, las llamas del infierno se debilitan: 
Escapan serafines y soldados de satán: 
Cierro los ojos y el mundo muere. 

Imaginé que volverías como dijiste, 
Pero crecí y olvidé tu nombre. 
(Creo que te inventé en mi mente). 

Debí haber amado al pájaro de trueno, no a ti; 
Al menos cuando la primavera llega ruge nuevamente. 
Cierro los ojos y el mundo muere. 
(Creo que te inventé en mi mente) 

Límite

La mujer alcanzó la perfección. 
Su cuerpo muerto muestra la sonrisa de realización, 
la apariencia de una necesidad griega 
fluye por los pergaminos de su toga, 
sus pies desnudos parecen decir, 
hasta aquí hemos llegado, se acabó. 
Los niños muertos, ovillados, blancas serpientes, 
uno a cada pequeña jarra de leche ahora vacía. 
Ella los ha plegado de nuevo hacia su cuerpo; 
así los pétalos de una rosa cerrada, 
cuando el jardín se envara 
y los olores sangran de las dulces gargantas 
profundas de la flor de la noche. 
La luna no tiene por qué entristecerse, 
mirando con fijeza desde su capucha de hueso. 
Está acostumbrada a este tipo de cosas. 
Sus negros crepitan y se arrastran.