viernes, 1 de septiembre de 2023

Monólogo del rey Basilio en La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca

Monólogo del rey Basilio en La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca


Sobrinos, dadme los brazos,

    y creed, pues que leales 590

a mi precepto amoroso,

venís con afectos tales,

que a nadie deje quejoso,

y los dos quedéis iguales.

    Y así, cuando me confieso 595

rendido al prolijo peso,

sólo os pido en la ocasión

silencio, que admiración

ha de pedirla el suceso.

    Ya sabéis (estadme atentos 600

amados sobrinos míos,

corte ilustre de Polonia,

vasallos, deudos y amigos),

ya sabéis que yo en el mundo

por mi ciencia he merecido 605

el sobrenombre de docto;

pues, contra el tiempo y olvido,

los pinceles de Timantes,

los mármoles de Lisipo,

en el ámbito del orbe 610

me aclaman el gran Basilio.

Ya sabéis que son las ciencias

que más curso y más estimo,

matemáticas sutiles,

por quien al tiempo le quito, 615

por quien a la fama rompo

la jurisdicción y oficio

de enseñar más cada día;

pues cuando en mis tablas miro

presentes las novedades 620

de los venideros siglos,

le gano al tiempo las gracias

de contar lo que yo he dicho.

Esos círculos de nieve,

esos doseles de vidrio, 625

que el sol ilumina a rayos,

que parte la luna a giros,

esos orbes de diamantes,

esos globos cristalinos,

que las estrellas adornan 630

y que campean los signos,

son el estudio mayor

de mis años, son los libros

donde en papel de diamante,

en cuadernos de zafiros, 635

escribe con líneas de oro,

en caracteres distintos,

el cielo nuestros sucesos,

ya adversos o ya benignos.

Estos leo tan veloz, 640

que con mi espíritu sigo

sus rápidos movimientos

por rumbos y por caminos.

¡Pluguiera al cielo, primero

que mi ingenio hubiera sido 645

de sus márgenes comento

y de sus hojas registro,

hubiera sido mi vida

el primero desperdicio

de sus iras, y que en ellas 650

mi tragedia hubiera sido,

porque de los infelices

aun el mérito es cuchillo,

que a quien le daña el saber,

homicida es de sí mismo! 655

Dígalo yo, aunque mejor

lo dirán sucesos míos,

para cuya admiración

otra vez silencio os pido.

En Clorilene, mi esposa, 660

tuve un infelice hijo,

en cuyo parto los cielos

se agotaron de prodigios,

antes que a la luz hermosa

le diese el sepulcro vivo 665

de un vientre, porque el nacer

y el morir son parecidos.

Su madre infinitas veces,

entre ideas y delirios

del sueño, vio que rompía 670

sus entrañas atrevido

un monstruo en forma de hombre,

y entre su sangre teñido

le daba muerte, naciendo

víbora humana del siglo. 675

Llegó de su parto el día,

y los presagios cumplidos

(porque tarde o nunca son

mentirosos los impíos),

nació en horóscopo tal, 680

que el sol, en su sangre tinto,

entraba sañudamente

con la luna en desafío;

y siendo valla la tierra,

los dos faroles divinos 685

a luz entera luchaban,

ya que no a brazo partido.

El mayor, el más horrendo

eclipse que ha padecido

el sol, después que con sangre 690

lloró la muerte de Cristo,

éste fue, porque, anegado

el orbe entre incendios vivos,

presumió que padecía

el último parasismo. 695

Los cielos se escurecieron,

temblaron los edificios,

llovieron piedras las nubes,

corrieron sangre los ríos.

En este mísero, en este 700

mortal planeta o signo,

nació Segismundo dando

de su condición indicios,

pues dio la muerte a su madre,

con cuya fiereza dijo: 705

«Hombre soy, pues que ya empiezo

a pagar mal beneficios».

Yo, acudiendo a mis estudios,

en ellos y en todo miro

que Segismundo sería 710

el hombre más atrevido,

el príncipe más crüel

y el monarca más impío,

por quien su reino vendría

a ser parcial y diviso, 715

escuela de las traiciones

y academia de los vicios;

y él, de su furor llevado,

entre asombros y delitos,

había de poner en mí 720

las plantas, y yo rendido

a sus pies me había de ver

(¡con qué congoja lo digo!),

siendo alfombra de sus plantas

las canas del rostro mío. 725

¿Quién no da crédito al daño,

y más al daño que ha visto

en su estudio, donde hace

el amor propio su oficio?

Pues dando crédito yo 730

a los hados, que adivinos

me pronosticaban daños

en fatales vaticinios,

determiné de encerrar

la fiera que había nacido, 735

por ver si el sabio tenía

en las estrellas dominio.

Publicose que el Infante

nació muerto; y, prevenido,

hice labrar una torre 740

entre las peñas y riscos

desos montes, donde apenas

la luz ha hallado camino,

por defenderle la entrada

sus rústicos obeliscos. 745

Las graves penas y leyes,

que con públicos editos

declararon que ninguno

entrase a un vedado sitio

del monte, se ocasionaron 750

de las causas que os he dicho.

Allí Segismundo vive

mísero, pobre y cautivo,

adonde solo Clotaldo

le ha hablado, tratado y visto. 755

Éste le ha enseñado ciencias;

éste en la ley le ha instrüido

católica, siendo solo

de sus miserias testigo.

Aquí hay tres cosas: la una 760

que yo, Polonia, os estimo

tanto que os quiero librar

de la opresión y servicio

de un rey tirano, porque

no fuera señor benigno 765

el que a su patria y su imperio

pusiera en tanto peligro.

La otra es considerar

que si a mi sangre le quito

el derecho que le dieron 770

humano fuero y divino,

no es cristiana caridad;

pues ninguna ley ha dicho

que por reservar yo a otro

de tirano y de atrevido, 775

pueda yo serlo, supuesto

que si es tirano mi hijo,

porque él delitos no haga,

vengo yo a hacer los delitos.

Es la última y tercera 780

el ver cuánto yerro ha sido

dar crédito fácilmente

a los sucesos previstos;

pues aunque su inclinación

le dicte sus precipicios, 785

quizá no le vencerán,

porque el hado más esquivo,

la inclinación más violenta,

el planeta más impío,

sólo el albedrío inclinan, 790

no fuerzan el albedrío.

Y así, entre una y otra causa

vacilante y discursivo,

previne un remedio tal

que os suspenda los sentidos. 795

Yo he de ponerle mañana

sin que él sepa que es mi hijo

y rey vuestro, a Segismundo

(que aqueste su nombre ha sido)

en mi dosel, en mi silla, 800

y, en fin, en el lugar mío,

donde os gobierne y os mande,

y donde todos rendidos

la obediencia le juréis;

pues con aquesto consigo 805

tres cosas, con que respondo

a las otras tres que he dicho.

Es la primera, que siendo

prudente, cuerdo y benigno,

desmintiendo en todo al hado 810

que dél tantas cosas dijo,

gozaréis el natural

príncipe vuestro, que ha sido

cortesano de unos montes,

y de sus fieras vecino. 815

Es la segunda, que si él,

soberbio, osado, atrevido

y crüel, con rienda suelta

corre el campo de sus vicios,

habré yo piadoso entonces 820

con mi obligación cumplido;

y luego en desposeerle

haré como rey invicto,

siendo el volverle a la cárcel

no crueldad, sino castigo. 825

Es la tercera, que siendo

el príncipe como os digo,

por lo que os amo, vasallos,

os daré reyes más dignos

de la corona y el cetro, 830

pues serán mis dos sobrinos;

juntando en uno el derecho

de los dos, y convenidos

con la fe del matrimonio

tendrán lo que han merecido. 835

Esto como rey os mando,

esto como padre os pido,

esto como sabio os ruego,

esto como anciano os digo;

y si el Séneca español 840

que era humilde esclavo, dijo,

de su república un rey,

como esclavo os lo suplico.

Otro monólogo de Segismundo en La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca

¿Otra vez (¿qué es esto, cielos?)

queréis que sueñe grandezas

que ha de deshacer el tiempo?

¿Otra vez queréis que vea

entre sombras y bosquejos

la majestad y la pompa

desvanecida del viento?

¿Otra vez queréis que toque

el desengaño, o el riesgo

a que el humano poder

nace humilde y vive atento?

Pues no ha de ser, no ha de ser.

Miradme otra vez sujeto

a mi fortuna. Y pues sé

que toda esta vida es sueño,

idos, sombras, que fingís

hoy a mis sentidos muertos

cuerpo y voz, siendo verdad

que ni tenéis voz ni cuerpo;

que no quiero majestades

fingidas, pompas no quiero.

Fantásticas ilusiones

que al soplo menos ligero

del aura han de deshacerse

bien como el florido almendro,

que por madrugar sus flores,

sin aviso y sin consejo,

al primer soplo se apagan,

marchitando y desluciendo

de sus rosados capillos

belleza, luz y ornamento,

ya os conozco, ya os conozco,

y sé que os pasa lo mesmo

con cualquiera que se duerme.

Para mí no hay fingimientos;

que, desengañado ya,

sé bien que la vida es sueño.