viernes, 9 de junio de 2017

Poemas de Adam Zagajewski

Poemas de Adam Zagajewski

En las enciclopedias no hay sitio para Osip Mandelstam

En las enciclopedias una vez más no hay sitio para
Osip Mandelstam otra vez está
sin hogar aun así es tan difícil encontrar un piso
Como registrarse en Moscú es casi imposible
El Cáucaso todavía le llama el bosque de las tierras bajas de
Asia
ruge estos días no han llegado todavía
Otra persona recoge guijarros en las playas del mar Negro
Esta investigación cambiante sigue aunque el uniforme
es de un nuevo corte y su sastre de cabeza de madera
casi se cayó haciendo una reverencia
Cierras un libro suena como un disparo
Polvo blanco del papel te hace cosquillas en la nariz una
tarde latina está aquí nieva nadie vendrá esta noche
es la hora de acostarse pero si llama a tu delgada puerta
déjale entrar

(De Temblor, 1985)



En la belleza creada por otros

Sólo en la belleza creada
por otros hay consuelo,
en la música de otros y en los poemas de otros.
Sólo otros nos salvan,
aunque la soledad sepa a
opio. Los otros no son el infierno,
si se les ve temprano, con sus
frentes puras, lavadas por sueños.
Por eso me pregunto qué
palabra debería utilizarse, "él" o "tú". Cada "él"
es una traición a un cierto "tú" pero
a cambio el poema de alguien
ofrece la fidelidad de un grave diálogo.

(De Temblor, 1985)


De las vidas de las cosas

La piel perfecta de las cosas se extiende sobre ellas
tan cómodamente como una carpa de circo.
La noche se acerca.
Bienvenida, oscuridad.
Adiós, luz.
Somos como párpados, afirmamos cosas,
tocamos ojos, pelo, oscuridad,
luz, India, Europa.
De repente me encuentro preguntando: "Cosas,
¿conocéis el sufrimiento?
¿Habéis estado alguna vez hambrientas, en la miseria?
¿Habéis llorado? ¿Conocéis el miedo,
la vergüenza? ¿Habéis conocido los celos, la envidia,
pequeños pecados, no de comisión,
pero tampoco curados por la absolución?
¿Habéis amado, y muerto,
de noche, con el viento abriendo las ventanas, absorbiendo
el frío corazón? ¿Habéis probado
la edad, el tiempo, el duelo?".
Silencio.
En la pared, baila la aguja de un barómetro.

(De Lienzo, 1991)


Autorretrato

Entre ordenador, lápiz y máquina de escribir
se me pasa la mitad del día. Algún día se convertirá en medio siglo.
Vivo en ciudades ajenas y a veces converso
con gente ajena sobre cosas que me son ajenas.
Escucho mucha música: Bach, Mahler, Chopin, Shostakovich.
En la música encuentro la fuerza, la debilidad y el dolor, los
tres elementos.
El cuarto no tiene nombre.
Leo a poetas vivos y muertos, aprendo de ellos
tenacidad, fe y orgullo. Intento comprender
a los grandes filósofos -la mayoría de las veces consigo
captar tan sólo jirones de sus valiosos pensamientos.
Me gusta dar largos paseos por las calles de París
y mirar a mis prójimos, animados por la envidia,
la ira o el deseo; observar la moneda de plata
que pasa de mano en mano y lentamente pierde
su forma redonda (se borra el perfil del emperador).
A mi lado crecen árboles que no expresan nada,
salvo su verde perfección indiferente.
Aves negras caminan por los campos
siempre esperando algo, pacientes como viudas españolas.
Ya no soy joven, mas sigue habiendo gente mayor que yo.
Me gusta el sueño profundo, cuando no estoy,
y correr en bici por caminos rurales, cuando álamos y casas
se difuminan como nubes con el buen tiempo.
A veces me dicen algo los cuadros en los museos
y la ironía se esfuma de repente.
Me encanta contemplar el rostro de mi mujer.
Cada semana, el domingo, llamo a mi padre.
Cada dos semanas me reúno con mis amigos,
de esta forma seguimos siendo fieles.
Mi país se liberó de un mal. Quisiera
que le siguiera aún otra liberación.
¿Puedo aportar algo para ello? No lo sé.
No soy hijo de la mar,
como escribió sobre sí mismo Antonio Machado,
sino del aire, la menta y el violonchelo,
y no todos los caminos del alto mundo
se cruzan con los senderos de la vida que, de momento,
a mí me pertenece.

(De Mística para principiantes, 1997)


Escribía en la oscuridad

A Ryszard Krynicki


Cuando vivía en Estocolmo, Nelly Sachs
trabajaba por las noches con una luz apagada
para no despertar a su madre enferma.
Escribía en la oscuridad.
La desesperación le dictaba palabras
tan pesadas como colas de cometa.
Escribía en la oscuridad,
en silencio, que sólo interrumpía
el reloj de pared con sus suspiros.
Hasta las letras eran soñolientas,
sus cabezas caían en las hojas.
La oscuridad escribía
tras coger esta mujer ya no joven
como si fuese su pluma.
La noche se compadecía de ella,
sobre la ciudad se erigía
una gris prisión del alba,
la aurora de dedos rosa.
Cuando se dormía ella
los mirlos ya despertaban
y no hubo ninguna pausa
en la tristeza y el canto.

(De Mística para principiantes, 1997)


La poesía es búsqueda del resplandor

La poesía es búsqueda de resplandor.
La poesía es un camino real
que nos lleva hasta lo más lejos.
Buscamos resplandor en la hora gris,
al mediodía o en las chimeneas del alba,
incluso en el autobús, en noviembre,
cuando al lado dormita un viejo cura.
El camarero en el restaurante chino
estalla en llanto y nadie imagina por qué.
Quién sabe, quizás esto también es una búsqueda
que se parece a un instante a la orilla del mar,
cuando en el horizonte aparece un barco rapaz
y se detiene, paralizado largo tiempo.
Pero también, momentos de profunda alegría
e incontables momentos de angustia.
Déjame ver, por favor.
Déjame persistir, por favor.
Al atardecer cae una fría lluvia.
En las calles y avenidas de mi ciudad
en silencio y con fervor trabaja la oscuridad.
La poesía es búsqueda de resplandor.

(De De Regreso, 2003)


Zurbarán

Zurbarán pintó
santos españoles
y naturalezas muertas,
los alternaba,
y por eso los objetos
que yacen en las pesadas mesas
de sus naturalezas muertas
son, también, santos.

(De Antenas, 2005)

Adam Zagajewski, El mundo mutilado

El mundo mutilado

Adam Zagajewski 

Intenta celebrar el mundo mutilado.
Recuerda los largos días de junio
y las fresas silvestres, las gotas de vino rosado.
Las ortigas, que con esmero cubrían
las fincas abandonadas de los exiliados.
Tienes que celebrar el mundo mutilado.
Miraba los yates y los barcos lujosos;
uno de ellos tenía un largo viaje por hacer,
a otros les aguardaba sólo un vacío salado.
Viste a refugiados con rumbo a ninguna parte,
oíste a verdugos que cantaban con gozo.
Deberías celebrar el mundo mutilado
Recuerda los momentos cuando estábais juntos
en una habitación blanca y se movió la cortina.
Vuelve en pensamientos al concierto, al estallar la música.
En otoño cogías bellotas en el parque y las hojas
se arremolinaban en las cicatrices de la tierra.
Celebra el mundo mutilado,
y  la pluma gris que un tordo ha perdido,
y la luz delicada que yerra y desaparece
y regresa.

Anton Chejov, La institutriz

Se trata de una autoadaptación teatral que hizo Chejov de su cuento "Poquita cosa":

Anton Chejov 

LA INSTITUTRIZ

ESCRITOR : (Aparece bajo un reflector) ¡Esperen! Para quienes se sientan ofendidos por la crueldad de la vida, existe una alternativa al final: "Ivan Ilyitch Cherdyakov se fue a su casa, se sacó la chaqueta, se tendió en el sofá… y heredó cinco millones de rublos". No hay base alguna para eso, pero es constructivo. Les aseguro que no es mi intención retratar la vida más dura de lo que es, pero algunos de nosotros nos encontramos realmente atrapados. Sirvan de testigos a la situación en que se encuentra una joven institutriz que cuida y educa a los niños de una familia de buen pasar…

SEÑORA : (Con un libro de cuentas frente a ella) ¡Julia!

(Una joven institutriz entra apresurada, se detiene frente al escritorio con una reverencia).

JULIA : ¿Sí, señora?

SEÑORA : Mírame muchacha. Levanta la cabeza. Me gusta verte los ojos cuando te hablo.

JULIA : (Levanta la cabeza) Sí señora. (Pero su cabeza tiene el hábito de agacharse).

SEÑORA : ¿Y cómo van los niños en sus lecciones de francés?

JULIA : Son muy despiertos, señora.

SEÑORA : Ojos en alto… ¿Despiertos, dices? Bueno, y ¿por qué no? ¿Y en matemáticas? Supongo que les irá bien en matemáticas.

JULIA : Sí, señora. Especialmente Vanya.

SEÑORA : Es lógico. Lo sabía. Yo fui sobresaliente en matemáticas. ¿No dirías que lo heredó de su madre?

JULIA : Sí, señora.

SEÑORA : Cabeza en alto… (Ella levanta la cabeza) Así es. No tengas temor de mirar a la gente a los ojos, querida. Si presumes de inferior es exactamente así como la gente va a tratarte.

JULIA : Sí, señora.

SEÑORA : Eres una muchacha bastante calladita, ¿no?…. Bueno, arreglemos nuestras cuentas. Imagino que necesitarás dinero aunque nunca lo pidas… Veamos, quedamos de acuerdo en que recibirás treinta rublos al mes, ¿no es así?

JULIA : (Sorprendida) Cuarenta, señora.

SEÑORA : No, no: treinta. Lo anoté expresamente aquí (Señala el libro). Siempre he pagado treinta a las institutrices… ¿Quién te dijo cuarenta?

JULIA : Usted misma, señora. No hablé con nadie más en lo referente al dinero…

SEÑORA : Imposible. Tal vez creíste escuchar cuarenta cuando yo dije treinta. Si mantuvieras la cabeza en alto eso no ocurriría. Mírame nuevamente y yo lo voy a repetir con toda claridad. “Treinta rublos al mes”.

JULIA : Si usted lo dice, señora.

SEÑORA : Arreglado entonces. Treinta al mes viene a ser… Espera… Has estado aquí exactamente dos meses.

JULIA : Dos meses y cinco días.

SEÑORA : No, no. Dos meses exactos. Lo anoté aquí. Deberías llevar libros como lo hago yo. Evitaríamos estas discrepancias. Entonces tenemos que dos meses a treinta rublos por mes… hacen sesenta rublos. ¿Correcto?

JULIA : (Haciendo pequeña cortesía) Sí, señora. Gracias, señora.

SEÑORA : Substrayendo nueve domingos… ¿Quedamos de acuerdo en sustraer los domingos, ¿no es verdad?

JULIA : No, señora.

SEÑORA : ¡Ojos, ojos!… Por supuesto que convinimos en substraer los domingos. Ni siquiera me tomé la molestia de anotarlo porque siempre lo hago. ¿No recuerdas cuando te dije que íbamos a descontar los días domingo?

JULIA : No, señora.

SEÑORA : Piensa.

JULIA : (Piensa) No, señora.

SEÑORA : No estabas pensando. Tu mirada estaba vagando por ahí. Mírame directo a los ojos y piensa… ¿Lo recuerdas ahora?

JULIA : (Entregada) Sí, señora. (Muy bajo)

SEÑORA : No alcancé a escucharte, Julia.

JULIA : (Más fuerte) Sí, señora.

SEÑORA : Bien . Estaba segura que recordarías… Más tres días de fiesta. ¿Correcto?

JULIA : Dos, señora. Navidad y Año Nuevo.

SEÑORA : Y con tu cumpleaños son tres.

JULIA : Pero el día de mi cumpleaños trabajé, señora.

SEÑORA : ¿Sí? No tenías por qué hacerlo. Mis otras institutrices no trabajaron jamás el día de su cumpleaños.

JULIA : Pero yo trabajé, señora.

SEÑORA : Pero no es ese el problema, Julia. Ahora estamos discutiendo cuestiones financieras. Sin embargo, si insistes, voy a tomar en cuenta solamente dos días festivos… ¿Insistes?

JULIA : Yo trabajé, señora.

SEÑORA : ¿Vas a insistir entonces?

JULIA : No, señora.

SEÑORA : Muy bien. Son tres días festivos, por lo tanto descontamos… doce rublos. Luego tenemos los cuatro días en que el pequeño Kolya estuvo enfermo y por lo tanto no recibió lecciones.

JULIA : Pero le di clases a Vanya.

SEÑORA : Muy cierto; pero yo te contraté para enseñar a dos niños y no a uno. ¿Voy a pagarte un estipendio completo por hacer la mitad del trabajo?

JULIA : No, señora.

SEÑORA : Entonces lo descontamos… Hay otros tres días en que tuviste dolor de muelas y mi esposo te autorizó a no trabajar después del almuerzo. ¿Correcto?

JULIA : Después de las cuatro. Trabajé hasta las cuatro.

SEÑORA : (Mirando el libro) Tengo aquí… “No trabajó después de almuerzo.” Nosotros comemos a la una y hemos terminado hacia las dos, no a las cuatro, ¿correcto?

JULIA : Sí, señora. Pero yo…

SEÑORA : Eso hace otros siete rublos…. Siete y doce… Son diecinueve… Restando… quedan… cuarenta y un rublos… ¿Correcto?

JULIA : Sí, señora. Gracias, señora.

SEÑORA : El cuatro de enero quebraste una taza de té con platillo. ¿No es cierto?

JULIA : Sólo el platillo, señora.

SEÑORA : ¿Y para qué sirve una taza de té sin platillo, eh?… Son dos rublos. El platillo era una reliquia de familia. Costaba mucho más. Pero dejémoslo en eso. Estoy acostumbrada a perder.

JULIA : Gracias, señora.

SEÑORA : Tenemos que el nueve de enero Kolya se trepó a un árbol y se rompió la camisa.

JULIA : Yo le prohibí hacerlo, señora.

SEÑORA : Pero no se te hizo juicio, ¿verdad? Diez rublos. Se robaron los zapatos de Vanya…

JULIA : Fue la sirvienta, señora. Usted misma la despidió.

SEÑORA : Pero a ti se te paga una buena suma de dinero para cuidar de todo. Te lo expliqué en nuestro primer encuentro. A lo mejor no estabas escuchando. ¿Estabas escuchándome ese día, Julia, o tenías la cabeza en las nubes?

JULIA : Sí, señora.

SEÑORA : ¿Sí? Tenías la cabeza en las nubes.

JULIA : No, señora. Estaba escuchando.

SEÑORA : Eres una buena muchacha. Eso significa otros cinco rublos menos. (Mira en el libro)… Ah, sí… El dieciséis de enero te pasé diez rublos.

JULIA : No lo hizo.

SEÑORA : Pero lo anoté. ¿A qué iba yo a anotarlo si acaso no te los di?

JULIA : No lo sé, señora.

SEÑORA : Esa no es una respuesta satisfactoria, Julia… ¿Por qué iba yo a anotar que te adelanté diez rublos si en realidad no te los adelanté, eh?… ¿No hay respuesta?… Entonces tengo que habértelos dado ¿no es verdad?

JULIA : Sí, señora. Si usted lo afirma, señora.

SEÑORA : Por supuesto que lo afirmo. Eso tienen de bueno estas conversaciones. Se aclaran las dudas… Si descontamos veintisiete de cuarenta y uno nos quedan… catorce, ¡correcto?

JULIA : Sí, señora. (Se vuelve llorando suavemente)

SEÑORA : ¿Qué es eso? ¿Lágrimas? ¿Estás llorando? ¿Sucedió algo que te hiciera desgraciada, Julia? Debes decírmelo. Me apena verte así, Soy terriblemente sensible a las lágrimas. ¿Qué es lo que te aflige?

JULIA : Una sola vez desde que estoy aquí se me ha entregado algún dinero y me fue dado por su esposo. Por mi cumpleaños me dio tres rublos.

SEÑORA : ¿En verdad? Eso no figura en mi libro. Lo anotaré de inmediato. (Escribe en el libro)… Tres rublos. Gracias por decírmelo, soy un poquito floja con mis cuentas a veces… Siempre quedo corta en las vueltas… Entonces tenemos que descontar los tres rublos a los catorce… quedan once… ¿Deseas revisar las cifras?

JULIA : No es necesario, señora.

SEÑORA : Con ello queda nuestra cuenta saldada entonces. Aquí tiene el salario de dos meses, querida. Once rublos (Pone la pila de monedas sobre el escritorio) Cuéntalas.

JULIA : Tampoco es necesario, señora.

SEÑORA : Vamos, vamos. Las cuentas claras conservan la amistad. Cuéntalas.

JULIA : (Contando con desgana) Una, dos tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez… No hay más que diez, señora.

SEÑORA : ¿Estás segura? Con seguridad dejaste caer una… Ve si encuentras una moneda por el piso.

JULIA : Estoy segura de no haber dejado caer ninguna, señora.

SEÑORA : Bueno, no está sobre el escritorio y yo sé que te di once rublos. Busca por el suelo.

JULIA : No tiene importancia, señora. Con diez rublos está bien.

SEÑORA : Bien, guarda esos diez por ahora y si no lo encontramos en el suelo después, discutiremos sobre el asunto el próximo mes.

JULIA : Sí, señora. Gracias, señora. Es usted muy bondadosa, señora. (Hace una reverencia y comienza a retirarse)

SEÑORA : ¡Julia! (Julia se detiene y se vuelve) Vuelve aquí. (Julia se acerca nuevamente al escritorio y hace una nueva reverencia). ¿Por qué me diste las gracias?

JULIA : Por el dinero, señora.

SEÑORA : ¿Por el dinero?… ¿Pero no te has percatado de lo que he hecho? Te he trampeado…Te he robado. No tengo nada anotado en mi libro. Inventé lo que se me pasó por la cabeza. En lugar de saldarte los ochenta rublos, que es lo que te debo, te di solamente diez. Prácticamente te he robado, y aún así me das las gracias…¿Por qué?

JULIA : En los otros lugares donde he trabajado no me dieron absolutamente nada.

SEÑORA : Entonces te engañaron más que yo… Yo solo te estaba gastando una broma. Una lección cruel, pero que te enseñará. Tú eres demasiado confiada, y en este mundo eso es peligroso… Te voy a hacer entrega de los ochenta rublos completos (Le pasa un sobre) Lo tenía listo para ti, y el resto está en el sobre. Toma.

JULIA : Como usted ordene, señora. (Hace reverencia y nuevamente se dispone a salir)

SEÑORA : ¡Julia! (Julia se detiene) ¿Es posible ser tan dócil? ¿Por qué no protestas? ¿Por qué no reclamas? ¿Por qué no gritas en contra de este tratamiento injusto y cruel? ¿Es en verdad posible ser tan honesto, tan inocente… y, perdona si soy ruda, tan tonta?

JULIA : (Un pequeño esbozo de sonrisa en sus labios) Sí, señora… es posible.

(Hace una nueva reverencia y sale corriendo. La señora la ve irse y se queda mirando en esa dirección durante un rato, con una expresión de total derrota en su rostro. Las luces se desvanecen).