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miércoles, 26 de febrero de 2025

Dos sonetos de amor de Cervantes en la Galatea


Soneto de la pastora Gelasia

 

¿Quién dejará del verde prado umbroso

las frescas yerbas y las claras (*) fuentes?

¿Quién de seguir con pasos diligentes

la suelta liebre o jabalí cerdoso?


¿Quién, con el son amigo y sonoroso,

no detendrá las aves inocentes?

¿Quién, en las horas de la siesta ardientes,

no buscará en las selvas el reposo,


por seguir los incendios, los temores,

los celos, iras, rabias, muertes, penas,

del falso amor, que tanto aflige al mundo?


Del campo son y han sido mis amores;

rosas son y jazmines mis cadenas;

libre nascí, y en libertad me fundo.


(*) Corrijo "las frescas fuentes" por "las claras fuentes", por creer que es una ditografía muy probable.

(La Galatea, Libro VI, en Obras completas, ed. Sevilla Arroyo, p. 137b)


Soneto de Elicio


Si deste herviente mar y golfo insano,

donde tanto amenaza la tormenta,

libro la vida de tan dura afrenta

y toco el suelo venturoso y sano,


al aire alzadas una y otra mano,

con alma humilde y voluntad contenta,

haré que amor conozca, el cielo sienta

qu’el bien les agradezco soberano.


Llamaré venturosos mis sospiros,

mis lágrimas tendré por agradables

por refrigerio el fuego en que me quemo.


Diré que son de Amor los recios tiros

dulces al alma, al cuerpo saludables,

y que en su bien no hay medio, sino estremo.


(La Galatea, Libro VI, en Obras completas, ed. Sevilla Arroyo, p. 141a)

viernes, 21 de febrero de 2025

Miguel de Unamuno, Es de noche, en mi estudio

 Es de noche, en mi estudio.

Profunda soledad; oigo el latido

de mi pecho agitado

es que se siente solo,

y es que se siente blanco de mi mente

y oigo a la sangre

cuyo leve susurro

llena el silencio.

Diríase que cae el hilo líquido

de la clepsidra al fondo.

Aquí, de noche, solo, este es mi estudio;

los libros callan;

mi lámpara de aceite

baña en lumbre de paz estas cuartillas,

lumbre cual de sagrario;

los libros callan;

de los poetas, pensadores, doctos,

los espíritus duermen;

y ello es como si en torno me rondase

cautelosa la muerte.

Me vuelvo a ratos para ver si acecha,

escudriño lo oscuro,

trato de descubrir entre las sombras

su sombra vaga,

pienso en la angina;

pienso en mi edad viril; de los cuarenta

pasé ha dos años.

Es una tentación dominadora

que aquí, en la soledad, es el silencio

quien me la asesta;

el silencio y los sombras.

Y me digo: «Tal vez cuando muy pronto

vengan para anunciarme

que me espera la cena,

encuentren aquí un cuerpo

pálido y frío

la cosa que fuí yo, éste que espera ,

como esos libros silencioso y yerto,

parada ya la sangre,

yeldándose en las venas,

el pecho silencioso

bajo la dulce luz del blando aceite,

lámpara funeraria.»

Tiemblo de terminar estos renglones

que no parezcan

extraño testamento,

más bien presentimiento misterioso

del allende sombrío,

dictados por el ansia

de vida eterna.

Los terminé y aún vivo

miércoles, 15 de enero de 2025

Canto del amor en El mágico prodigioso de Pedro Calderón de la Barca

  De Pedro Calderón de la Barca, El mágico prodigioso, III:


DEMONIO: 

                  Ea, infernal abismo,

               desesperado imperio de ti mismo,

               de tu prisión ingrata

               tus lascivos espíritus desata,

               amenazando rüina

               al virgen edificio de Justina.

               Su casto pensamiento

               de mil torpes fantasmas en el viento

               hoy se informe, su honesta fantasía

               se lleñe; y con dulcísima armonía

               todo provoque amores:

               los pájaros, las plantas y las flores.

               Nada miren sus ojos

               que no sean de amor dulces despojos;

               nada oigan sus oídos

               que no sean de amor tiernos gemidos;

               porque, sin que defensa en su fe tenga,

               hoy a buscar a Ciprïano venga,

               de su ciencia invocada

               y de mi ciego espíritu guïada.

               Empezad, que yo en tanto

               callaré, porque empiece vuestro canto.

(Canta dentro, una VOZ)

VOZ:

              ¿Cuál es la gloria mayor

               de esta vida?

TODOS: 

                       Amor, amor.

(Mientras esta copla se canta, se va entrando el DEMONIO por una puerta, y sale por otra JUSTINA huyendo)

VOZ:

                No hay sujeto en quien no imprima

               el fuego de amor su llama,

               pues vive más donde ama

               el hombre que donde anima.

               Amor solamente estima

               cuanto tener vida sabe:

               el tronco, la flor y el ave.

               Luego es la gloria mayor

               de esta vida...

TODOS:

                                        ...amor, amor.

                Esto representa asombrada y inquieta

JUSTINA:

                 Pesada imaginación,

               al parecer lisonjera,

               ¿cuándo te he dado ocasión

               para que de esta manera

               aflijas mi corazón?

                  ¿Cuál es la causa, en rigor,

               de este fuego, de este ardor,

               que en mí por instantes crece?

               ¿Qué dolor el que padece

               mi sentido?

(Cantan)

TODOS: 

                                    Amor, amor.

Cóbrase más

JUSTINA: 

                 Aquel ruiseñor amante

               es quien respuesta me da,

               enamorando constante

               a su consorte, que está

               un ramo más adelante.

                  Calla, ruiseñor; no aquí

               imaginar me hagas ya,

               por las quejas que te oí,

               cómo un hombre sentirá,

               si siente un pájaro así.

                  Mas no.  Una vid fue lasciva,

               que buscando fugitiva

               va el tronco donde se enlace,

               siendo el verdor con que abrace

               el peso con que derriba.

                  No así con verdes abrazos

               me hagas pensar en quien amas,

               vid; que dudaré en tus lazos,

               si así abrazan unas ramas,

               cómo enraman unos brazos.

                  Y si no es la vid, será

               aquel girasol, que está

               viendo cara a cara al sol,

               tras cuyo hermoso arrebol

               siempre moviéndose va.

                  No sigas, no, tus enojos,

               flor, con marchitos despojos;

               que pensarán mis congojas,

               si así lloran unas hojas,

               cómo lloran unos ojos.

                  Cesa, amante ruiseñor;

               desúnete, vid frondosa;

               párate, inconstante flor;

               o decid: ¿qué venenosa

               fuerza usáis?

(Cantan)

TODOS:

                                        Amor, amor.

domingo, 15 de septiembre de 2024

Miguel de Unamuno, Agranda la puerta, padre

Este poema suele circular por las redes solo en sus dos primeras cuartetas; aquí lo reproduzco entero

Agranda la puerta, padre,

porque no puedo pasar;

la hiciste para los niños,

yo he crecido a mi pesar.


Si no me agrandas la puerta,

achícame, por piedad;

vuélveme a la edad bendita

en que vivir es soñar.


Gracias, padre, que ya siento

que se va mi pubertad;

vuelvo a los días rosados

en que era hijo, no más.


Hijo de mis hijos ahora

y sin masculinidad

siento nacer en mi seno

maternal virginidad

viernes, 8 de marzo de 2024

Fernán Pérez de Guzmán, Coplas a la muerte de Alfonso de Cartagena

Transcribo la edición crítica de Maria Mercè López Casas, pero corrijo la falta de criterios métricos poniendo las diéresis que faltan y remedio la puntuación, que me parece a veces incorrecta. No señalo las haches aspiradas, ni las dialefas ni las sinéresis, pues no hay signo asignado para esas licencias.

COPLAS QUE HIZO EL NOBLE CABALLERO FERRÁN PÉREZ DE GUZMÁN SOBRE EL TRÁNSITO Y MUERTE DEL REVERENDO PADRE Y VIRTUOSÍSIMO PRELADO DON ALFONSO DE CARTAGENA OBISPO DE BURGOS, SU CARO AMIGO. 

Aquel Séneca expiró

a quien yo era Lucilo:

la facundia y alto estilo

de España, con él murió.

Así que, no solo yo,

mas España, en triste son,

debe plañir su Platón,

que en ella resplandeció.


La moral sabiduría,

las leyes y los decretos,

los naturales secretos

de la alta sabiduría;

la sacra teología,

la dulce arte oratoria,

toda verísima historia,

toda sutil poesía


hoy perdieron un notable

y valiente caballero,

un relator claro y vero,

un ministro comendable.

¡Quién dará loor loable

al que a todos loaba! 

Quien de todos bien hablaba,

¡quién será quien de él mal hable!


La Iglesia, nuestra madre,

hoy perdió un noble pastor;

las religiones, un padre;

la fe, un gran defensor.

Pierdan y hayan dolor

los que son estudïosos

y del saber deseosos:

un gran interpretador.


La yedra, so cuyas ramas

yo tanto me delectaba...

El laurel, que aquellas llamas

ardientes del sol templaba, 

a cuya sombra yo estaba...

La fontana, clara y fría,

donde yo la gran sed mía

de preguntar sacïaba...


¡Oh, severa y crüel muerte!

¡Oh, plaga cotidïana,

general y común suerte

de toda la gente humana!

¡En una escura mañana

secaste todo el vergel,

tornando en amarga hiel

el dulzor de la fontana!


¡Oh Fortuna, si fortuna

es verdad que hay en el mundo!

¡Oh más claro y más profundo,

Señor, de la alta tribuna!

¡Cuánto escura y cuán sin luna

es tu ordenanza secreta,

aunque justa, santa y neta,

sin contradicción alguna!


¿Por qué habemos ausencia

de varones virtüosos,

útiles y provechosos

a la humana providencia?

¿Por qué nos queda presencia

inútil y mal compuesta?

De esta causa la respuesta

se remite a tu sentencia.


Queda quien debe partir;

parte quien debe quedar,

que pudiera aprovechar

al político vivir.

De aquí podemos sentir

cuánto grande es la distancia

de nuestra gruesa ignorancia

usada a mal presumir


al tu jüicio divino

alto e inestimable,

Señor mío, uno y trino,

de cïencia incomparable.

Lo que a nos es razonable

parece, Señor, perfecto;

al tu eterno conspecto, 

ni es grato, ni aceptable.


Habido tal presupuesto

y tus jüicios dejados,

yo creo ser causa de esto,

nuestras culpas y pecados.

Aquellos nos son negados,

que por mal vivir perdemos.

Aquellos que merecemos,

esos nos son otorgados.


FIN


El Fénix de nuestra Hesperia,

esciente y muy virtüoso,

ya dejó la gran miseria

de este valle lagrimoso.

Pues, concilio glorïoso

de las cïencias, decid:

¡Oh Jhesu Filii David,

tú le da santo reposo!

sábado, 7 de octubre de 2023

Un nuevo corazón, un hombre nuevo, de Francisco de Quevedo

Un nuevo corazón, un hombre nuevo

Francisco de Quevedo


Un nuevo corazón, un hombre nuevo

ha menester, Señor, la ánima mía,

desnúdame de mí, que ser podría

que a tu piedad pagase lo que debo.


Dudosos pies por ciega noche llevo,

que ya he llegado a aborrecer el día,

y temo que hallaré la muerte fría

envuelta en (bien que dulce) mortal cebo.


Tu hacienda soy, tu imagen, Padre, he sido,

y si no es tu interés, en mí no creo,

que otra cosa defiende mi partido.


Haz lo que pide verme cual me veo;

no lo que pido yo, pues, de perdido,

recato mi salud de mi deseo.


(En este poema Quevedo cita la imagen de San Pablo de "vestirse del hombre nuevo", Ad efesios, 4. 24)

lunes, 18 de septiembre de 2023

Luis de Góngora, A cierta dama que se dejaba vencer

 A cierta dama que se dejaba vencer


Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,

la sangre de su pecho vierte en vano,

vende Lice a un decrépito indïano

por cient escudos la mitad del lecho.


¿Quién, pues, se maravilla deste hecho,

sabiendo que halla ya paso más llano,

la bolsa abierta, el rico pelicano,

que el pelícano pobre, abierto el pecho?


Interés, ojos de oro como gato,

y gato de doblones, no Amor ciego,

que leña y plumas gasta, cient arpones


le flechó de la aljaba de un talego.

¿Qué Tremecén no desmantela un trato,

arrimándole al trato cient cañones?

domingo, 3 de septiembre de 2023

Juana de Asbaje y Ramíres (sor Juana Inés de la Cruz), ¿En perseguirme, mundo, qué interesas?

¿En perseguirme, mundo, qué interesas?

¿En qué te ofendo, cuando sólo intento

poner bellezas en mi entendimiento

y no mi entendimiento en las bellezas?


Yo no estimo tesoros ni riquezas,

y así, siempre me causa más contento

poner riquezas en mi entendimiento

que no mi entendimiento en las riquezas.


Yo no estimo hermosura que vencida

es despojo civil de las edades

ni riqueza me agrada fementida,


teniendo por mejor en mis verdades

consumir vanidades de la vida

que consumir la vida en vanidades.

viernes, 11 de agosto de 2023

Fermín Sacristán, Pesca infructuosa

PESCA INFRUCTUOSA

Despareció un gañán en Peñalperros
y asesinado le creyó la fama,
llenándose de cuentos las mil fojas
de la oportuna causa. 

Procesose a un vecino desgraciado,
sin que el cuerpo del muerto resultara,
y, en defensa del reo, su letrado
largó esta perorata:

«Se ha buscado al difunto en todas partes,
y el mismo procesado vio en su casa
al juez, al escribano y alguaciles,
que constan en el acta.

Sospechó la justicia que en un pozo
el presunto interfecto se encontraba,
y, aunque echaron el gancho los ministros,
todo era sombras y agua.

Harto ya el señor juez de dilaciones,
cogió los hierros sin decir palabra
y, a pesar de su celo en la maniobra,
solo arañó las tapias.

Limpiándose el sudor y convencido
de no haber en el pozo cosa extraña,
dijo, dando el anzuelo al escribano:
— ¡A ver usted qué agarra!

Sonrió el aludido satisfecho,
echó los garfios, los movió con ansia,
y, seguro del éxito, decía:
— ¡A mí no se me escapa!

Creyó sentir un poso, izó ligero
y... ¡asómbrese la sala...!
¡Fue la primera vez que el escribano
tampoco sacó nada!»

FERMÍN SACRISTÁN

miércoles, 25 de agosto de 2021

Comienzo de La casa encendida, de Luis Rosales

LA CASA ENCENDIDA

Luis Rosales

I


Porque todo es igual y tú lo sabes,

has llegado a tu casa y has cerrado la puerta

con aquel mismo gesto con que se tira un día,

con que se quita la hoja atrasada al calendario

cuando todo es igual y tú lo sabes.

Has llegado a tu casa,

y, al entrar,

has sentido la extrañeza de tus pasos

que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,

y encendiste la luz, para volver a comprobar

que todas las cosas están exactamente colocadas, como estarán dentro de un año,

y después,

te has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida,

y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas,

y te has sentido solo,

humanamente solo,

definitivamente solo porque todo es igual y tú lo sabes.

Has llegado a tu casa,

y ahora querrías saber para qué sirve estar sentado,

para qué sirve estar sentado igual que un náufrago

entre tus pobres cosas cotidianas.

Sí, ahora quisiera yo saber

para qué sirven el gabinete nómada y el hogar que jamás se ha encendido,

y el Belén de Granda

– el Belén que fue niño cuando nosotros todavía nos dormíamos cantando –

y para qué puede servir esta palabra: ahora

esta palabra misma “ahora”,

cuando empieza la nieve,

cuando nace la nieve,

cuando crece la nieve en una vida que quizás está siendo la mía,

en una vida que no tiene memoria perdurable,

que no tiene mañana,

que no conoce apenas si era clavel, si era rosa,

si fue azucenamente hacia la tarde.

Sí, ahora

me gustaría saber para qué sirve este silencio que me rodea,

este silencio que es como un luto de hombres solos,

este silencio que yo tengo,

este silencio

que cuando Dios lo quiere se nos cansa en el cuerpo,

se nos lleva,

se nos duerme a morir,

porque todo es igual y tú lo sabes.

sábado, 13 de marzo de 2021

El amor ascendía entre nosotros. Miguel Hernández

 El amor ascendía entre nosotros

como la luna entre las dos palmeras

que nunca se abrazaron.


El íntimo rumor de los dos cuerpos

hacia el arrullo un oleaje trajo,

pero la ronca voz fue atenazada,

fueron pétreos los labios.


El ansia de ceñir movió la carne,

esclareció los huesos inflamados,

pero los brazos al querer tenderse

murieron en los brazos.


Pasó el amor, la luna, entre nosotros

y devoró los cuerpos solitarios.

Y somos dos fantasmas que se buscan

y se encuentran lejanos.

Rafael Morales, El toro

En la noble cabeza, negra pena

que en dos furias se encuentra rematada,

donde suena un rumor de sangre airada

y hay un obscuro llanto que no suena.


En su piel poderosa se serena,

su tormentosa fuerza enamorada

que en los amantes huesos va encerrada

para tronar volando por la arena.


Encerrada en la sorda calavera

la tempestad se agita enfebrecida

hecha pasión que al musculo no altera,


es un ala tenaz y enardecida,

es un ansia cercada, prisionera,

por las astas buscando la salida.


( Rafael Morales)

León Felipe. Sé todos los cuentos

 León Felipe 


SÉ TODOS LOS CUENTOS


Yo no sé muchas cosas, es verdad.

Digo tan sólo lo que he visto.

Y he visto:

que la cuna del hombre la mecen con cuentos,

que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,

que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,

que los huesos del hombre los entierran con cuentos,

y que el miedo del hombre...

ha inventado todos los cuentos.

Yo no sé muchas cosas, es verdad,

pero me han dormido con todos los cuentos...

y sé todos los cuentos.

domingo, 17 de mayo de 2020

Ramón María del Valle-Inclán, Rosa de Job

RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN
ROSA DE JOB

*****************************


¡Todo hacia la muerte avanza
de concierto,
toda la vida es mudanza
hasta ser muerto!

¡Quién vio por tierra rodado
el almenar,
y tan alto levantado
el muladar!

¡Mi existir se cambia y muda
todo entero,
como árbol que se desnuda
en el Enero!

¡Fueron mis goces auroras
de alegrías,
más fugaces que las horas
de los días!

¡Y más que la lanzadera
en el telar,
y la alondra, tan ligera
en el volar!

¡Alma, en tu recinto acoge
al dolor,
como la espiga en la troje
el labrador!

¡Levántate, corazón,
que estás muerto!
¡Esqueleto de león
en el desierto!

¡Pide a la muerte posada,
peregrino,
como espiga que granada
va al molino!

¡La vida!... Polvo en el viento
volador.
¡Sólo no muda el cimiento
del dolor!

martes, 25 de septiembre de 2018

A Geroncio, de Leandro Fernández de Moratín

Cosas pretenden de mí / bien opuestas, en verdad, / mi médico, mis amigos / y los que me quieren mal. / Dice el doctor: "Señor mío, / si usted ha de pelechar, / conviene mudar de vida, / que la que lleva es fatal. / Débiles los nervios, débil / estómago y vientre está: / ¿pues qué piensa que resulte / de tanta debilidad? / Si come, no hay digestión; / si ayuna, crece su mal; / a la obstrucción sigue el flato / y, al tiritón, el sudar. / ¡Vida nueva, que si en esta / dura dos meses, no más, / las seis facultades juntas / no le han de saber curar. / No traduzca, no interprete, / no escriba versos jamás; / frailes y musas le tienen / hecho un trasgo de hospital: / y esos papeles y libros, / que tan mal humor le dan, / ¡tírelos al pozo y vayan / Plauto y Moreto detrás! / Salga de Madrid, no esté / metido en su mechinal, / ni espere a que le derrita / el ardor canicular: / la distracción, la alegría / rústica le curarán; / mucho burro, muchos baños / y mucho no trabajar". / 

En tanto que esta sentencia / fulmina la facultad, / mis amigos me las mullen / en junta particular. / Dicen: "¡Oh, si Moratín / no fuese tan haragán, / si de su modorra eterna / quisiera resucitar...! / Él ha sabido adquirir / la estimación general, / aplauso y envidia excita / cuanto llega a publicar. / Le murmuran; pero nadie / camina por donde él va: / nadie acierta con aquella / difícil facilidad; / y, si él quisiera escribir / tres cuadernillos, no más, / la caterva de pedantes / ¿adónde fuera a parar? / ¿Qué se hiciera tanto insulso / compilador ganapán / que de francés en gabacho / traducen el pliego a real? / ¿Tanto hablador, que a su arbitrio / méritos rebaja y da, / tiranizando las tiendas / de Pérez y Mayoral? / No señor: quien ha tenido / la culpa de este desmán, / si escuchara un buen consejo, / lo pudiera remediar. / Tomasen la providencia / de meterle en un zaguán / con su candil, su tintero, / pluma y papel, y cerrar. / Allí, con ración escasa / de queso, agua fresca y pan, / escribiese cada día / lo que fuera regular. / ¿Emporcaste un pliego? ¡Lindo! / Almuerza y vuelve al telar: / come, si llenaste cuatro, / cena, si acabase ya. / ¿Quieres tocino? Veamos / si está corregido el plan. / ¿Quieres pesetas? Pues daca / el drama sentimental. / Por cada escena, dos duros / y un panecillo te dan; / por cada pequeña pieza / un vale dinero y más. / Y de este modo, en un año, / pudiéramos aumentar / de los cómicos hambrientos / el exprimido caudal". / Esto dicen mis amigos / (reniego de su amistad). / Mi suegro, si le tuviera, / no dijera cosa igual. / Esto dicen, y en un corro, / siete varas más allá, / Don Mauricio, Don Senén, / Don Cristóbal, Don Beltrán / y otros quince literatos / que infestan la capital; / presumidos, ya se entiende, / doctos a no poder más. / Dicen: "Moratín cayó, / bien le pueden olear, / no chista ni se rebulle, / ya nos ha dejado en paz. / Su'' Baron ''no vale nada: / no hay enredo allí ni sal / ni caracteres ni versos / ni lenguaje, ni..." "Es verdad": / dice Don Tiburcio: "Ayer / me aseguró Don Cleofás / en casa de la condesa / viuda de Madagascar / que es traducción muy mal hecha / de un drama antiguo alemán..." / -"Sí, ¡traducción!, ¡traducción!", / chillan todos a la par, / !¡traducción...! Pues él, ¿por dónde / ha de saber inventar? / No, señor, es traducción. / ¡Si él no tiene habilidad, / si él no sabe, si él no ha sido / de nuestro corro jamás! / ¡Si nunca nos ha traído / sus piezas a examinar! / ¿Qué ha de saber?". "-¡Pobre diablo!" / exclama Don Bonifaz: / "Si yo quisiera decir / lo que... pero, bueno está". / "-¡Oiga!, ¿pues qué ha sido? ¡Vaya, / díganos usted!". "-No tal, / no. Yo le estimo, y no quiero / que por mí le falte el pan. / Yo soy muy sensible: soy / filósofo, y tengo ya / escritos catorce tomos / que tratan de humanidad, / beneficencia, suaves / vínculos de afecto y paz; / todo almíbares, y todo / deliquios de amor social; / pero... es cierto que... Si ustedes... / me prometieran callar, / yo les contara..." "-¡Sí, diga / usted, nadie lo sabrá: / diga usted!". "-Pues bien, el caso / es que ese cisne inmortal, / ese dramático insigne, / ni es autor, ni lo será, / no sabe escribir, no sabe / siquiera deletrear: / imprime lo que no es suyo, / todo es hurtado, y..." "-¿Qué más?" / "-Sus comedias celebradas, / que tanta guerra nos dan, / son obra de un religioso / de aquí de la Soledad. / Dióselas para leerlas, / (nunca el fraile hiciera tal) / no se las quiso volver, / muriose el fraile, y andar... / Digo, ¿me explico?". "-En efecto", / grita la turba mordaz, / "¡son del fraile! Ratería, / hurto, robo, claro está". / Geroncio, mira si puede / haber confusión igual: / ni sé qué hacer, ni confío, / en lo que hiciere, acertar. / Si he de seguir los consejos / que mi curador me da, / si he de vivir, no conviene / que pida a mis nervios más. / ¡Confundir a tanto necio / vocinglero pertinaz, / que en la cartilla del gusto / no pasó del'' cristus ''a / componer obras que piden / estudio, tranquilidad, / robustez y el corazón / libre de todo pesar, / no es empresa para mí! / Tú, Geroncio, tú me das / consejo. ¿Cómo supiste / imponer, aturrullar / y adquirir fama de docto / sin hacer nada jamás? / Tú, maldito de las Musas, / que, lleno de gravedad, / de todo lo que no entiendes / te pones a disertar... / ¿Cómo, sin abrir un libro, / por esas calles te vas / haciéndote el corifeo / de los grajos del lugar? / Y con ellos tragas, brindas / y engordas como un bajá / y duermes tranquilo, y nadie / sospecha tu necedad. / Dime si podré adquirir / ese don particular, / dame una lección siquiera / de impostor y charlatán / y verás cómo al instante / hago con todos la paz / y olvido lo que aprendí / para lucir y medrar'. (L. F. de Moratín, "A Geroncio")

martes, 10 de octubre de 2017

Julio Martínez Mesanza

EN ESPARTA DESPUÉS
DE LEUCTRA TRISTE

A Amalia

En Esparta después de Leuctra triste
esconderme no pude. La mirada
del valor descubría mi miseria.
Y o abandoné mi escudo en Leuctra triste.
Me desprecian las madres y los viejos.
Yo abandoné mi escudo. Soy el triste.
Aunque me beses y cantemos juntos
y con valor poemas de Tirteo
nada seré, ni el humo, ni la nada
del cadáver no sido en Leuctra triste 


De Europa

lunes, 25 de septiembre de 2017

Miguel Labordeta, 1936

1936

Fue en la edad de nuestro primer amor,
cuando los mensajes
son propicios al precoz embelesamiento
y los suaves atardeceres
toman un perfume dulcísimo
en forma de muchacha azul
o de mayo que desaparece,
cuando unos hombres duros como el sol del verano
ensangrentaban la tierra
blasfemando de otros hombres
tan duros como ellos;
tenían prisa por matar para no ser matados
y vimos asombrados
con inocente pupila
el terror de los fusilados amaneceres,
las largas caravanas de camiones desvencijados
en cuyo fondo los acurrucados individuos
eran llevados a la muerte
como acosada manada;
era la guerra, el terror, los incendios,
era la patria suicidada,
eran los siglos podridos reventando;
vimos las gentes despavoridas
en un espanto de consignas atroces;
iban y venían, insultaban, denunciaban, mataban,
eran los héroes, decían golpeando
las ventanillas de los trenes repletos de su carne de cañón;
nosotros no entendíamos apenas el suplicio
y la hora dulce de un jardín con alegría y besos;
fueron noches salvajes de bombardeo, noticias lúgubres,
la muerte banderín de enganche cada macilenta aurora;
y héteme aquí solo ante mi vejez más próxima
preguntar en silencio
¿qué fue de nuestro vuelo de remanso,
por qué pagamos las culpas colectivas
de nuestro viejo pueblo sanguinario;
quién nos resarcirá de nuestra adolescencia destruida
aunque no fuese a las trincheras?

Vanas son las preguntas a la piedra
y mudo el destino insaciable por el viento;
mas quiero hablar aquí
de mi generación perdida,
de su cólera, paloma en una sala de espera con un reloj
parado para siempre;
de sus besos nunca recobrados,
de su alegría asesinada
por la historia siniestra
de un huracán terrible de locura. 

Miguel Labordeta

Rosalía de Castrro

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
                                                            —Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.
—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.
Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?

Lope de Vega, Desengaño de la vida

Lope de Vega, "Al desengaño de la vida", publicado en los liminares de De la diferencia entre lo temporal y eterno: crisol de desengaños, del jesuita Juan Eusebio Nieremberg

¡Oh tú, que estás sepultado
en el sueño del olvido:
si para tu bien dormido,
para tu mal desvelado!
Deja el letargo pesado,
despierta un poco y advierte
que no es bien que desa suerte
duerma y haga lo que hace
quien está, desde que nace,
en los brazos de la muerte.

Da lugar al pensamiento
para que discurra y veas
que lo más que tú deseas
no es más que soplo de viento.
No labres sin fundamento
máquinas de vanidad,
pues la mayor majestad
en un sepulcro se encierra,
donde dice, siendo tierra:
"Aquí vive la verdad…"

Mira cómo pasó ayer,
veloz, como tantos años;
evidentes desengaños
del limitado poder.
Lo que fue dejó de ser,
y no quedó dello más
del ha sido: tú, que vas
por este mundo inconstante;
mira que el que va adelante
avisa al que va detrás.

La corona y la tïara
que tanto el mundo estimó,
¿qué se hizo, en qué paró
sino en lo que todo para?
¡Oh mano del mundo avara!
Si tanto bien nos limitas,
¿para qué, di, nos incitas
a aspirar a más y más,
si lo que despacio das
tan de prisa nos lo quitas?

Si te engaña el propio amor
para que no veas el daño,
la muerte, que es desengaño,
sirva de despertador.
Hoy nace la tierna flor,
y, hoy, su curso se termina;
todo a la muerte camina:
la estatua del más bizarro,
como está fundada en barro,
la deshace cualquier china.

¿En qué piensas o a qué aspiras
cuando tras tu gusto vas,
pues dél no te queda más
que enemigos que conspiras?
Si es que adelante no miras,
mira la vida pasada,
que, si en tan corta jornada
lo más pasa desa suerte,
hasta llegar a la muerte
¿qué te queda? Poco o nada.

Desde el nacer al morir
casi se puede dudar
si el partir es el parar,
o el parar es el partir.
Tu carrera has de seguir:
y pues con tal brevedad
pasa la más larga edad,
¿cómo duermes y no ves
que lo que aquí un soplo es
es allá una eternidad?

Mira el tiempo volador
cómo pasa, y considera
cómo va tras la carrera
desde el menor al mayor.
El esclavo y el señor
corren parejas iguales,
que, como nacen mortales,
iguales van a la hoya,
de cuya deshecha Troya
aún no quedan las señales.

La juventud más lozana
¿en qué paró? ¿qué se hizo?
Todo el tiempo lo deshizo
y anocheció su mañana,
la muerte siempre es temprana
y no perdona a ninguno:
goza del tiempo oportuno,
granjea con tu talento,
que aquí dan uno por ciento
y allí dan ciento por uno.

¿Qué eternidades te ofrece
la más dilatada vida,
pues que apenas es venida
cuando se desaparece?
Hoy piensas que te amanece
y es el día de tu ocaso.
¡Término breve y escaso!
Mas ¿qué mucho, si volando
te va la muerte buscando
cuando tú vas paso a paso?

La dama más celebrada,
lazo en que todos cayeron,
ella y ellos, di, ¿qué fueron
sino tierra, polvo y nada?
¡Oh limitada jornada,
oh frágil naturaleza!
La humildad y la grandeza
todo en nada se resuelve:
es de tierra y a ella vuelve,
y así, acaba en lo que empieza.

¿De qué te sirve anhelar,
por tener y más tener,
si eso en tu muerte ha de ser
fiscal que te ha de acusar?
Todo acá se ha de quedar;
y pues no hay más que adquirir
en la vida que el morir,
la tuya rige de modo,
pues está en tu mano todo,
que mueras para vivir.

Tres poemas de Agustín García Calvo

Sereno estoy


Sereno estoy como la mar
serena.
Acude, amiga, a sollozar
tu pena.

No sepa ni diga
mi amiga carnal
que tiene el corazón
de sal.

Sereno estoy como la noche
serena:
¡Qué tiempo, amiga, qué derroche
de arena!

No espere ni quiera
mi amor la fortuna
de que en su pozo caiga
la luna.

Sereno estoy si tú lo estás
(serena).
Si yo soy bueno, tú eres más
que buena.

No esperes ni quieras,
amor; y llorar,
así como la noche
y el mar. 


Tú, cuya mano


Tú, cuya mano me ha bañado
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.

Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
que de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.

Tú, que ni tú te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no se sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas de pasto
las rosas de leche de luna de Nuruquimagua,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todas
las patrias y padres se creen que tú no eres nada:
que no eres nada. 

Que no se despierte

Que no se despierte.
La niña que duerme a la sombra
que no se despierte;
que duerme a la sombra del árbol;
que no se despierte;
a la sombra del árbol granado
que no se despierte;
granado de ciencia del bien,
que no se despierte;
de la ciencia del bien y del mal
que no se despierte.
Que no se despierte, que siga
dormida la muerte;
que siga a la brisa del ala
la muerte dormida;
a la brisa del ala del ángel
dormida la muerte;
del ala del ángel besada
la muerte dormida;
del ángel besada en la frente
dormida la muerte;
besada en la frente del lirio
la muerte dormida;
en la frente del lirio a la sombra
dormida la muerte
que no se despierte, que siga
dormida la niña,
que no se despierte, no.

Agustín García Calvo