miércoles, 14 de noviembre de 2007

Quién va allí, Walt Whitman

¿Quién va allí?
Grosero, hambriento, místico, desnudo... ¡quién es aquél?
¿No es extraño que yo saque mis fuerzas de la carne del buey?
Pero ¿qué es el hombre en realidad?
¿Qué soy yo?¿Qué eres tú?

Cuanto yo señale como mío,
Debes tú señalarlo como tuyo,
Porque si no pierdes el tiempo escuchando mis palabras.

Cuando el tiempo pasa vacío y la tierra no es mas que cieno y podredumbre,
no me puedo parar a llorar.
Los gemidos y las plegarias adobadas con polvo para los inválidos;
y la conformidad para los parientes lejanos.

Yo no me someto.
Dentro y fuera de mi casa me pongo el sombrero como me da la gana.
¿Por qué he de rezar?

¿Por qué he de inclinarme y suplicar?

Después de escudriñar en los estratos,
después de consultar a los sabios,
de analizar y precisar
y de calcular atentamente,
he visto que lo mejor de mi ser está agarrado de mis huesos.

Soy fuerte y sano.
Por mi fluyen sin cesar todas las cosas del universo.
Todo se ha escrito para mi.
y yo tengo que descifrar el significado oculto de las escrituras.

Soy inmortal.
Sé que la órbita que escribo no puede medirse con el compás de un carpintero,
y que no desapareceré como el círculo de fuego que traza un niño en la noche con un carbón encendido.

Soy sagrado.
Y no torturo mi espíritu ni para defenderme ni para que me comprendan.
Las leyes elementales no piden perdón.
(Y, después de todo, no soy mas orgulloso que los cimientos desde los cuales se levanta mi casa.)

Así como soy existo. ¡Miradme!
Esto es bastante.
Si nadie me ve, no me importa,
y si todos me ven, no me importa tampoco.
Un mundo me ve,
el mas grande de todos los mundos: Yo.

Si llego a mi destino ahora mismo,
lo aceptaré con alegría,
y si no llego hasta que transcurran diez millones de siglos, esperaré...
esperaré alegremente también.
Mi pie está empotrado y enraizado sobre granito
y me río de lo que tu llamas disolución
porque conozco la amplitud del tiempo.

Pasa y ollvida, de Rubén Darío

Peregrino que vas buscando en vano
un camino mejor que tu camino,
¿cómo quieres que yo te dé la mano,
si mi signo es tu signo, Peregrino?

No llegarás jamás a tu destino;
llevas la muerte en ti como el gusano
que te roe lo que tienes de humano...
¡lo que tienes de humano y de divino!

Sigue tranquilamente, ¡oh, caminante!
Todavía te queda muy distante
ese país incógnito que sueñas...
Y soñar es un mal. Pasa y olvida,
pues si te empeñas en soñar, te empeñas
en aventar la llama de tu vida.

Farewell, Pablo Neruda

Desde el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste como yo, nos mira.

Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.

Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.

Por sus ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.

Yo no lo quiero, Amada.
Para que nada nos amarre

que no nos una nada.

Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron tus palabras.

Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.

Amo el amor de los marineros
que besan y se van.

Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.

En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.

(Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.)

Amo el amor que se reparteen besos, lecho y pan.
Amor que puede ser eterno

y puede ser fugaz.

Amor que quiere libertarse
para volver a amar.

Amor divinizado que se acerca
Amor divinizado que se va.

Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.

Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.

Fui tuyo, fuiste mía. ¿Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasó.

Fui tuyo, fuiste mía. Tú serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.

Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.

...Desde tu corazón me dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.

No te vayas tan confiado esa noche, de Dylan Thomas

No vayas tan confiado esa noche,
la vejez quemará y delirará al acabar el día:
odiad, odiad el fin de la luz.

Aunque los listos sepan al fin que lo oscuro está bien

porque sus palabras no se andan por las ramas, ellos
no marchan confiados esa noche.

Los buenos, los que quedan, lloran por lo bien
que sus sutiles logros podrían haber bailado en la verde bahía,
odiad, odiad el fin de la luz

Los salvajes que llegan y cantan al sol en vuelo
y aprenden, muy tarde, que se entristecieron a su manera

no van confiados esa noche.

Los importantes par de la muerte que ven con vista ciega
ojos ciegos inflamables cual meteoros ser felices,
odiad odiad la muerte de la luz.

Y tú, padre mío, en tu ahí alta tristeza,
maldice, bendíceme ahora con tus feroces lágrimas, te ruego
no marches
confiado esa noche.

Odio, odio la muerte de la luz

Piedra negra sobre una piedra blanca, César Vallejo

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos

Morí por la belleza, Emily Dickinson

Morí por la Belleza,
pero apenas acomodada en la tumba,
uno que murió por la Verdad yacía
en un cuarto contiguo

y me preguntó en voz baja por qué morí.
-Por la Belleza -repliqué-
-Y yo por la Verdad-
Las dos son una.
-Somos Hermanos -dijo-.

Y así, como parientes, reunidos una noche,
hablamos de un cuarto a otro,
hasta que el musgo alcanzó nuestros labios
y cubrió
nuestros nombres.

Donde habite el olvido, Luis Cernuda

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo solo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allá donde termine ese afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

País del sueño, Edgar Allan Poe

Por un camino oscuro y yermo
que asolan ángeles enfermos,
donde Noche es el icono
que reina erguido en negro trono,
he llegado aquí como pude
desde esa última y brumosa Tule;
¡desde un clima salvaje, sublime y reacio
que mora fuera del tiempo y el espacio!

Valles sin fondo y ríos sin cauces
y grietas y cuevas y titánicos sauces
cuyas formas al hombre escamotean
las lágrimas que por doquier gotean;
montañas que hunden sus laderas
en mares abruptos, sin riberas;
mares que elevan sus olas airadas
hasta los cielos envueltos en llamas;
lagos que extienden, sin cesar, a espuertas
sus aguas solitarias, solitarias y muertas,
sus aguas quietas, quietas y heladas
debido a la nieve de los lirios y calas.

Junto a los lagos que a espuertas
extienden sus aguas solitarias y muertas,
sus aguas tristes, tristes y heladas
debido a la nieve de los lirios y calas;
junto alas montañas, cerca del río
y de su murmullo eterno y sombrío;
junto al bosque gris, en el pantano lacio
donde viven la nutria y el batracio;
junto a las tenebrosas lagunas
donde tienen los íncubos sus cunas;
en los rincones más vulgares
y los más mustios lugares;
allí el viajero encuentra, alelado,
amortajadas memorias del pasado,
formas que suspiran inquietantes,
y aterran a su paso al visitante;
espectros de amigos que concedieron
sus restos agónicos a la tierra... y el cielo.

Para aquél cuyos pesares son legión
es sedante y apacible esta región.
Para el espíritu que avanza rodeado
de sombras es, ¡oh, todo un Eldorado!
Pero el viajero, al atravesarla,no debe
demorarse en escrutarla;
jamás los frágiles ojos humanos
podrán posar la vista en sus arcanos;
lo quiere así su rey, que ha vedado
alzar el tenue párpado cerrado;
de modo que la infausta alma que pasa
ve lo que ve tras un velo de gasa.

Por un camino oscuro y yermo
que asolan ángeles enfermos,
donde Noche es el icono
que reina erguido en su negro trono,
he vuelto a casa como pude
desde esa última y brumosa Tule.

A sí mismo, Giacomo Leopardi

Or poserai per sempre,
Stanco mio cor. Perì l'inganno estremo,
Ch'eterno io mi credei. Perì. Ben sento,
In noi di cari inganni,
Non che la speme, il desiderio è spento.
Posa per sempre. Assai
Palpitasti. Non val cosa nessuna
I moti tuoi, nè di sospiri è degna
La terra. Amaro e noia
La vita, altro mai nulla; e fango è il mondo
T'acqueta omai. Dispera
L'ultima volta. Al gener nostro il fato
Non donò che il morire. Omai disprezza
Te, la natura, il brutto
Poter che, ascoso, a comun danno impera
E l'infinita vanità del tutto

Descansarás por siempre,
cansado corazón. Murió el engaño
que eterno yo creí. Murió. Bien siento
que de amados engaños,
no sólo la esperanza, el ansia ha muerto.
Reposa ya. Bastante
palpitaste. No valen cosa alguna
tus afanes, ni es digna de suspiros
la tierra. Aburrimiento
es tan sólo la vida, y fango el mundo.
Cálmate. Desespera
por una sola vez. A nuestra especie el hado
sólo nos dio el morir. Desprecia ahora
a Natura, al indigno
poder que, oculto, impera sobre el daño,
y la infinita vanidad del todo.

¡Reposarás por siempre,
cansado corazón! Murió el engaño
que eterno imaginé. Murió. Y advierto
que en mí, de lisonjeras ilusiones
con la esperanza, aun el anhelo ha muerto.
Para siempre reposa;
basta de palpitar. No existe cosa
digna de tus latidos; ni la tierra
un suspiro merece: afán y tedio
es la vida, no más, y fango el mundo.
Cálmate, y desespera
la última vez: a nuestra raza el Hado
sólo otorgó el morir. Por tanto, altivo,
desdeña tu existencia y la Natura
y la potencia dura que con oculto modo
sobre la ruina universal impera,
y la infinita vanidad del todo.

El camino no elegido, Robert Frost

Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
y, apenado por no poder tomar los dos
siendo un único viajero, largo tiempo estuve en pie
oteando uno de ellos tan lejos como pude,
hasta donde se perdía en la espesura;
entonces tomé el otro cabalmente
habiendo elegido quizás con justeza,
pues era breñoso y requería uso;
aunque, en cuanto a lo que vi allí,
hubiese elegido de los dos cualquiera.
Y ambos esa mañana yacían igual,
¡oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo el modo en que todo va para adelante,
dudé si debía haber vuelto sobre mis pasos.
(Debo estar diciendo esto con un suspiro
de aquí a la eternidad)
Dos caminos divergían en un bosque, y yo,
yo, tomé el menos frecuentado,
y eso hizo toda la diferencia.