martes, 6 de marzo de 2007
LOS SOLIPSISTAS AFIRMAN, Wystan Augh Auden
Los solipsistas afirman
que nadie más existe,
pero siguen escribiendo... para otros.
...Los conductistas sostienen
que los que piensan no aprenden,
pero siguen pensando... sin desanimarse.
...Los subjetivistas descubren
que todo está en la mente,
pero siguen sentándose... en sillas de verdad.
...Los seguidores de Popper niegan
la posibilidad de probar,
pero siguen buscando... la verdad.
...Los existencialistas afirman
que están completamente desesperados,
pero... siguen escribiendo.
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Siglo XX
AULLIDO, Allen Ginsberg
He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, negros al amanecer buscando una dosis furiosa, cabezas de ángel abrasadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche, quienes pobres y andrajosos y con ojos cavernosos y altos se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los departamentos con agua fría flotando a través de las alturas de las ciudades contemplando el jazz.
Quienes expusieron sus cerebros al Cielo, bajo El y vieron ángeles Mahometanos tambaleándose en los techos de apartamentos iluminados.
Quienes pasaron por las universidades con ojos radiantes y frescos alucinando con Arkansas y la tragedia luminosa de Blake entre los estudiantes de la guerra.
Quienes fueron expulsados de las academias por locos por publicar odas obscenas en las ventanas del cráneo.
Quienes se encogieron sin afeitar y en ropa interior, quemando su dinero en papeleras y escuchando el Terror a través de las paredes.
Quienes se jodieron sus pelos púbicos al volver de Laredo con un cinturón de marihuana para New York.
Quienes comieron fuego en hoteles coloreados o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte, o purgaron sus torsos noche tras noche con sueños, con drogas, con pesadillas despiertas, alcohol y verga y bolas infinitas, ceguera incomparable; calles de nubes vibrantes y relámpagos en la mente saltando hacia los polos de Canadá y Paterson, iluminando todas las palabras inmóviles del Tiempo, sólidos peyotes de los vestíbulos, amaneceres en el cementerio del árbol verde, ebriedad del vino en los tejados, puestos municipales el neón estridente luces del tráfico parpadeantes, vibraciones del sol, la luna y los árboles en los bulliciosos crepúsculos de invierno de Brooklyn, estrepitosos tarros de basura y una regia clase de iluminación de la mente.
Quienes se encadenaron a sí mismos a los subterráneos para el viaje infinito desde Battery al santo Bronx en benzedrina hasta que el ruido de las ruedas y niños empujándolos hacia salidas exploradas estremecidas y desiertos golpeados de cerebros absolutamente secos de esplendor en la melancólica luz del Zoo.
Quienes se hundieron toda la noche en la luz submarina de Bickford's emergidos y sentados junto a la añeja cerveza después del mediodía en el desolado Fugazzi's, escuchando el crujido del destino en la caja de música de hidrógeno.
Quienes hablaron setenta horas seguidas desde el parque a la barra a Bellevue al museo al Puente de Brooklyn, batallón perdido de conversadores platónicos bajandode espaldas las escaleras de escape de los alfeizares del Empire State lejos de la luna, gritando incoherencias, vomitando susurrando hechos y recuerdos y anécdotas y patadas en la bola del ojo y traumas de hospitales y cárceles y guerras, intelectos enteros disgregados en amnesia por siete días y noches con ojos brillantes, carne para la Sinagoga arrojada al pavimento.
Quienes se desvanecieron en ninguna parte de Zen New Jersey dejando un reguero de ambiguas postales ilustradas de Atlantic City Hall, sufriendo sudores orientales y artritis tangerianas y jaquecas de China bajo la basura en las salas sin muebles de Newark.
Quienes dieron vueltas y vueltas en la medianoche por el patio de trenes preguntándose adónde ir, y fueron, sin dejar corazones rotos.
Quienes prendieron cigarrillos en vagones traqueteando por la nieve hacia granjas solitarias en la noche del abuelo.
Quienes estudiaron a Plotino, Poe, San Juan de La Cruz, telepatía y cábala debido a que el cosmos instintivamente vibraba en sus pies en Kansas.
Quienes solos por las calles de Idaho buscaban ángeles indios visionarios que fueran ángeles indios visionarios.
Quienes pensaban que sólo estaban locos cuando Baltimore destellaba en éxtasis sobrenatural.
Quienes saltaron a limusinas con el Chinaman de Oklahoma impulsados por la lluvia de los pequeños pueblos a la luz callejera de la medianoche del invierno.
Quienes haraganeaban hambrientos y solos por Houston buscando jazz o sexo o sopa, y siguieron al brillante español para conversar sobre América y la eternidad, una tarea sin esperanza, y tomaron un barco para África.
Quienes desaparecieron en los volcanes de México dejando tras suyo nada excepto la sombra del estiércol y la lava y la ceniza de la poesía quemada en Chicago.
Quienes reaparecieron en la Costa Oeste investigando el F.B.I. en barbas y pantalones cortos con grandes ojos pacifistas atractivos en su oscura piel entregando incomprensibles folletos.
Quienes se quemaron sus brazos con cigarros encendidos protestando contra la bruma narcótica del tabaco del Capitalismo.
Quienes distribuyeron panfletos supercomunistas en Union Square sollozando y desvistiéndose mientras las sirenas de Los Álamos los deprimían, y se deprimía Wall, y el ferry de Staten Island también se deprimía.
Quienes rompieron a llorar en blancos gimnasios desnudos y temblorosos frente a la maquinaria de otros esqueletos.
Quienes mordieron detectives en el cuello y chillaron con placer en autos policiales por no cometer un crimen salvo su propia pederastia salvaje y su intoxicación.
Quienes aullaron de rodillas en el metro y fueron arrastrados por el techo ondeando sus genitales y manuscritos.
Quienes permitieron ser penetrados por el ano por virtuosos motociclistas, y gritaron con alegría.
Quienes chuparon y fueron chupados por aquellos serafines humanos, los marineros, caricias del amor Atlántico y Caribeño.
Quienes eyacularon en la mañana en la tarde en jardines de rosas y en el pasto de parques públicos y cementerios esparciendo su semen libremente a quienquiera que llegara.
Quienes hiparon sin cesar tratando de reír pero se torcían de llanto detrás de un cubículo de un Baño Turco cuando el ángel rubio y desnudo venía a atravesarlos con una espada.
Quienes perdieron a sus amantes por las tres viejas musarañas del destino, la musaraña tuerta del dólar heterosexual, la musaraña tuerta que hace guiños fuera del útero y la musaraña tuerta que no hace nada sino sentarse en su trasero y corta las hebras doradas intelectuales del vislumbre del artesano.
Quienes copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza, un novio, un paquete de cigarrillos, una vela y se cayeron de la cama, y continuaron en el suelo y por los pasillos y terminaron desmayándose en la pared con una visión del último coño y llegaron a eludir el último atisbo de conciencia.
Quienes endulzaron las conchitas de un millón de chicas temblorosas en el ocaso, y tenían los ojos rojos en la mañana pero preparados para endulzar las conchitas del sol naciente, destellantes traseros bajo los establos y desnudos en el lago.
Quienes iban a putas en Colorado por miriadas en autos robados, N.C., héroe secreto de estos poemas, semental y Adonis del alegre Denver a la memoria de sus innumerables encamadas con chicas en lotes vacíos, patios de bares, hileras de desvencijadas casas rodantes en la cima de montañas, en cavernas o con demacradas meseras en familiares subidas de enaguas al lado del camino y especialmente la secreta estación de gasolina solipsismos de juan, y callejones pueblerinos también
Quienes se desvanecieron en vastas películas sórdidas, se transformanron en sueños, despertaron en un repentino Manhattan, y se encontraron a sí mismos fuera de los sótanos colgados sobre descorazonados Tokay y los horrores de los sueños de hierro de la Tercera Avenida y tropezaron con las oficinas de desempleo.
Quienes caminaron toda la noche con sus zapatos llenos de sangre en los muelles esperando una puerta en East River para entrar a un cuarto lleno de vapor caliente y opio.
Quienes crearon grandes dramas suicidas en el apartamento de los acantilados del Hudson bajo el rayo azul de la luna de tiempo de guerra y sus cabezas eran coronadas con el laurel del olvido.
Quienes comieron la cazuela de cordero de la imaginación o digirieron cangrejos en el fondo lodoso de los ríos de Bowery.
Quienes lloraron por el romance de las calles con sus carritos llenos de cebollas y mala música.
Quienes se sentaron en cajas respirando en la oscuridad bajo el puente, y se levantaron para construir arpas en sus desvanes.
Quienes tosían en el sexto piso del populoso Harlem con llamas bajo el cielo tuberculoso rodeados por las jaulas naranjas de la teología.
Quienes garrapatearon toda la noche golpeando y rodando sobre elevadas incantaciones que en las amarillas mañanas eran estrofas de jerigonza.
Quienes cocinaron animales podridos pulmones, corazón, pata ,cola borsht y tortilla soñando con el puro reino vegetal.
Quienes se zambulleron en camiones de carne buscando un huevo.
Quienes tiraron sus relojes del tejado para dar su voto a la eternidad fuera del Tiempo y despertadores cayeron sobre sus cabezas todos los días por la siguiente década.
Quienes se cortaron las muñecas tres veces seguidas sin éxito, se rindieron y fueron forzados a abrir anticuarios donde pensaban que se ponían viejos y gritaban.
Quienes fueron quemados vivos en sus inocentes trajes de franela en Madison Avenue entre ráfagas de versos plomizos y el parloteo borracho de los regimientos de acero de la moda y los chillidos de nitroglicerina de las agencias de publicidad y el gas mostaza de los editores siniestramente inteligentes, o cayeron por los taxis ebrios de la Absoluta Realidad.
Quienes saltaron del Puente de Brooklyn esto realmente sucedió y quedaron desconocidos y olvidados en el aturdimiento fantasmal de los callejones de sopa y camiones de incendio de Chinatown, ni siquiera una cerveza gratis.
Quienes cantaron por sus ventanas de desesperación, cayeron de la ventana del metro, saltaron en el sucio Passaic, brincaron en negros, gritaron por toda la calle, bailaron descalzos en trozos de copas de vino rotas grabaciones de fonógrafos de la nostalgia Europea jazz alemán de 1930 terminaron el whiskey y se lanzaron gemebundos en baños sangrientos, gemidos en sus oídos y la ráfaga colosal del silbido del vapor.
Quienes rodaron por las carreteras del viaje al pasado para cada uno el látigo del Gólgota reloj de la soledad de la cárcel o encarnación del jazz de Birmingham.
Quienes condujeron una visión para encontrar la eternidad.
Quienes viajaron a Denver.
Quienes murieron en Denver.
Quienes volvieron a Denver y esperaron en vano.
Quienes aguardaron en Denver y empollaron solos en Denver y finalmente se fueron para encontrar el Tiempo, y Denver es solitario para sus heroínas.
Quienes cayeron de rodillas en catedrales sin esperanza rezando por la salvación de cada uno y la luz y los pechos, hasta que el alma iluminara su cabello por un segundo.
Quienes chocaron con sus mentes en la cárcel esperando criminales imposibles con cabezas doradas y el encanto de la realidad en sus corazones que cantaban dulces blues a Alcatraz.
Quienes se retiraron a México para cultivar un hábito, o a Rocky Mount para ofrecer Buddha o Tánger a los muchachos al Southern Pacific a la locomotora negra o a Harvard a Narciso a Woodland para la sepultura o daisychain.
Quienes exigieron juicios de cordura acusando a la radio de hipnotismo y fueron dejados con su locura y sus manos y un jurado colgado.
Quienes arrojaron papas saladas a los conferencistas de Dadaísmo en CCNY y subsecuentemente se presentaron ellos mismos en las baldosas de granito del manicomio con cabezas rapadas y un discurso arlequinesco de suicidio, demandando una lobotomía instantánea, y quienes a su vez se entregaron a la nulidad concreta de la insulina, Metrazol, electricidad, hidroterapia, psicoterapia, terapia ocupacional, ping pong y amnesia.
Quienes en protesta seria dieron vuelta sólo una simbólica mesa de ping pong, descansando brevemente en catatonia, volviendo años después verdaderamente calvos excepto por una peluca de sangre, y lágrimas y dedos, a la visible fatalidad del hombre loco de los pupilos de los pueblos locos del Este, salas fétidas de Pilgrim State's Rockland's y Greystone discutiendo con los ecos del alma, pegando y rodando en la soledad-banca-dolmen-reinos del amor de medianoche, sueños de vida en una pesadilla cuerpos convertidos en roca tan pesados como la luna, con la madre finalmente, y el último libro fantástico arrojado por las ventanas del departamento, y la última puerta cerrada a las 4 A.M. y el último teléfono pegado a la pared sonando y la última pieza amueblada, un papel rosa amarillo torcido en un colgador de alambre en el closet, e incluso eso imaginario, nada sino un poco de esperanzadora alucinación ah, Carl, mientras no estés seguro yo no estoy seguro, y ahora tú estás realmente en la sopa animal total del tiempo y quienes por lo tanto corrieron a través de las calles congeladas obsesionados con un repentino destello de la alquimia del uso de la elipse el catálogo el metro y el plano vibrante.
Quienes soñaron y encarnaron brechas en el Tiempo y Espacio a través de imágenes yuxtapuestas, y atraparon al arcángel del alma entre 2 imágenes visuales y unieron los verbos elementales y establecieron el nombre y rasgos de la conciencia al mismo tiempo saltando con sensación de Pater Omnipotens Aeterna Deus para recrear la sintaxis y medida de la pobre prosa humana y ponerse frente a tí estupefacto e inteligente y sacudirse con vergüenza, rechazando incluso revelar el alma para conformarse al ritmo del pensamiento en su desnuda y eterna cabeza, el vagabundo loco y el golpe del ángel del Tiempo, desconocido, incluso poniendo aquí lo que podría dejar de ser dicho en tiempo de volver después de la muerte, y surgieron reencarnados en los trajes fantasmales del jazz en la sombra del corno dorado de la banda y exhalar el sufrimiento de la mente desnuda de América para amar en un eli eli lamma lamma sabacthani saxofón que llora estremeciendo las ciudades bajo la última radio con el corazón absoluto del poema de la vida descarnada de sus propios cuerpos buenos para comer mil años.
MOLOCH, Allen Ginsberg
¡Moloch, cuyos ojos son un millón de ventanas ciegas!
¡Moloch, cuyos rascacielos se encuentran en largas calles como interminables Jehovás!
¡Moloch, cuyas fábricas suenan y graznan en la niebla!
¡Moloch, cuyas cuyas chimeneas y antenas coronan las ciudades!
¡Moloch, cuyo amor es aceite y piedra sin fin!
¡Moloch, cuya alma es electricidad y bancos!
¡Moloch, cuya pobreza es el espectro del genio!
¡Moloch, cuyo destino es una nube de hidrógeno sin sexo!
¡Moloch, cuyo más conocido nombre es La Mente!
LOS ENIGMAS, un pasaje, Elia Abu Madi
He venido, no sé de dónde pero he venido.
He visto un camino ante mí y por él he caminado.
Y continuaré andando tanto si quiero como si no.
¿Cómo vine? ¿Cómo veo mi camino?
No sé.
Antes de ser hombre,
fui la nada, un absurdo o fui algo.
¿Tiene solución este enigma? ¿Perdurará siempre?
No sé... ¿Y por qué no sé?
No sé.
He visto un camino ante mí y por él he caminado.
Y continuaré andando tanto si quiero como si no.
¿Cómo vine? ¿Cómo veo mi camino?
No sé.
Antes de ser hombre,
fui la nada, un absurdo o fui algo.
¿Tiene solución este enigma? ¿Perdurará siempre?
No sé... ¿Y por qué no sé?
No sé.
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Siglo XX
EL CAMINO NO TOMADO, Robert Frost
Dos caminos divergían en un bosque amarillo
y, afligido porque no podría caminar ambos
siendo un solo viajero, estuve en pie largo tiempo
atisbando uno de ellos tan lejos como pude
hasta donde en la maleza se perdía.
Entonces escogí el otro imparcialmente
habiendo tomado quizás la decisión acertada,
pues era tupido y agradable de caminar,
por más que en cuanto a lo que allí vi
hubiera elegido de los dos cualquiera.
Y ambos esa mañana yacían lo mismo,
¡oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo la manera inexorable en que las cosas siguen su curso,
dudé si debí haber vuelto sobre mis pasos.
Debo estar diciendo esto con un suspiro
que algo envejece y hace envejecer,
dos caminos divergían en un bosque y yo,
yo tomé el menos transitado,
y eso ha representado toda la diferencia.
y, afligido porque no podría caminar ambos
siendo un solo viajero, estuve en pie largo tiempo
atisbando uno de ellos tan lejos como pude
hasta donde en la maleza se perdía.
Entonces escogí el otro imparcialmente
habiendo tomado quizás la decisión acertada,
pues era tupido y agradable de caminar,
por más que en cuanto a lo que allí vi
hubiera elegido de los dos cualquiera.
Y ambos esa mañana yacían lo mismo,
¡oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo la manera inexorable en que las cosas siguen su curso,
dudé si debí haber vuelto sobre mis pasos.
Debo estar diciendo esto con un suspiro
que algo envejece y hace envejecer,
dos caminos divergían en un bosque y yo,
yo tomé el menos transitado,
y eso ha representado toda la diferencia.
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Siglo XX
NO QUIERO ROSAS, Fernando Pessoa
No quiero rosas, con tal que haya rosas.
Las quiero sólo cuando no las pueda haber.
¿Qué voy a hacer con las cosas
que cualquier mano puede coger?
No quiero la noche sino cuando la aurora
la hizo diluirse en oro y azul.
Lo que mi alma ignora
eso es lo que quiero poseer.
¿Para qué?... Si lo supiese, no haría
versos para decir que aún no lo sé.
Tengo el alma pobre y fría...
Ah, ¿con qué limosna la calentaré?...
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Siglo XIX
LA TIERRA BALDÍA, comienzo, T. S. Eliot
Somos los hombres huecos
somos los hombres rellenos
apoyados uno en otro
la mollera llena de paja. ¡Ay!
Nuestras voces resecas, cuando
susurramos juntos
son tranquilas y sin significado
como viento en hierba seca
o patas de ratas sobre cristal roto
en la bodega seca de nuestras provisiones […]
Los hombres huecos. (1925)
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Siglo XX
ALGO YACE EN EL CAMPO, Thomas Hardy
Algo yace en el campo, en algún sitio,
confiada a la tierra ciega y olvidadiza,
algo que estimuló en un poeta la profecía,
un poco de polvo invisible y abandonado.
El polvo de la alondra que escuchó Shelley
y que inmortalizó desde entonces,
aunque sólo vivió como los otros pájaros
sin saber que sería inmortal;
vivió su mansa vida y un día cayó,
una pequeña bola de plumas y huesos:
y cómo murió, cómo cantó cuando
se despedía, nadie lo sabe.
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Siglo XIX
ANTOLOGÍA, Bertolt Brecht
Contra la seducción
No os dejéis seducir:
no hay retorno alguno.
El día está a las puertas,
hay ya viento nocturno:
no vendrá otra mañana.
No os dejéis engañar
con que la vida es poco.
Bebedla a grandes tragos
porque no os bastará
cuando hayáis de perderla.
No os dejéis consolar.
Vuestro tiempo no es mucho.
El lodo, a los podridos.
La vida es lo más grande:
perderla es perder todo.
A los hombres futuros
Vosotros, que surgiréis del marasmo en el que nosotros nos hemos hundido, cuando habléis de vuestras debilidades, pensad también en los tiempos sombríos de los que os habéis escapado. Cambiábamos de país como de zapatos a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella. Y sin embargo, sabíamos que también el odio contra la bajeza desfigura la cara. También la ira contra la injusticia pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros, que queríamos preparar el camino para la amabilidad no pudimos ser amables. Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos en que el hombre sea amigo del hombre, pensad en nosotros con indulgencia.
Satisfacciones
La primera mirada por la ventana al despertarse, el viejo libro vuelto a encontrar, rostros entusiasmados, nieve, el cambio de las estaciones, el periódico, el perro, la dialéctica, ducharse, nadar, música antigua, zapatos cómodos, comprender, música nueva, escribir, plantar, viajar, cantar, ser amable.
Elogio del Aprendizaje
¡Aprende las cosas elementales!
¡Para aquellos a quienes les ha llegado
la hora nunca es demasiado tarde!
Aprende el abecedario. No bastará,
¡pero apréndelo! ¡No dejes que te desanimen!
¡Comienza! Debes saber todo.
Tienes que ser dirigente.
¡Aprende, hombre en el asilo!
¡Aprende, hombre en la prisión!
¡Aprende, mujer en la cocina!
¡Aprende, tú que tienes 60 años!
Tienes que ser dirigente.
¡Busca la esquela, tú que no tienes casa!
¡No tengas miedo de preguntar, camarada!
No dejes que te induzcan a nada.
¡Investiga por ti mismo!
Lo que no sepas tú mismo no lo conoces.
Examina los detalles a fondo;
eres tú él que paga las consecuencias.
Pon tu dedo en cada detalle, pregunta: ¿Cómo llegó esto aquí?
Tienes que ser dirigente.
Refugio nocturno
Me han contado que en Nueva York
en la esquina de la calle 26 con Broadway
se pone cada atardecer un hombre
durante los meses de invierno
y, pidiendo a los que pasan,
consigue un techo para que pase la noche
la gente desamparada que allí se reúne.
Con eso no cambia el mundo
no mejoran con eso las relaciones entre los seres humanos
no es ésa la forma de acortar la era de la explotación.
Pero algunos hombres tienen cama por una noche
se les abriga del viento durante toda una noche
y la nieve a ellos destinada cae en la calle.
No abandones el libro, tú que lo estás leyendo.
Algunos hombres tienen cama por una noche
se les abriga del viento durante toda una noche
y la nieve a ellos destinada cae en la calle.
Pero con eso no cambia el mundo
no mejoran con eso las relaciones entre los seres humanos
no es ésa la forma de acortar la era de la explotación.
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Siglo XX
LA MÁSCARA DEL MAL, Bertolt Brecht
Colgada en mi pared tengo una talla japonesa,
máscara de un demonio maligno, pintada de oro.
Compasivamente miro
las abultadas venas de la frente, que revelan
el esfuerzo que cuesta ser malo.
máscara de un demonio maligno, pintada de oro.
Compasivamente miro
las abultadas venas de la frente, que revelan
el esfuerzo que cuesta ser malo.
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Siglo XX
HAY HOMBRES QUE LUCHAN UN DÍA, Bertolt Brecht
Hay hombres que luchan un día
y son buenos.
Hay otros que luchan un año
y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años
y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida:
esos son los imprescindibles.
y son buenos.
Hay otros que luchan un año
y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años
y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida:
esos son los imprescindibles.
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Siglo XX
MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA, Bertolt Brecht
Ya sé que sólo agrada
quien es feliz. Su voz
se escucha con gusto. Es hermoso su rostro.
El árbol deforme del patio
denuncia el terreno malo, pero
la gente que pasa le llama deforme
con razón.
Las barcas verdes y las velas alegres de Sund
no las veo. De todas las cosas,
sólo veo la gigantesca red del pescador.
¿Por qué sólo hablo
de que la campesina de cuarenta años anda encorvada?
Los pechos de las muchachas
son cálidos como antes.
En mi canción, una rima
parecería casi una insolencia.
En mí combaten
el entusiasmo por el manzano en flor
y el horror por los discursos del pintor de brocha gorda.
Pero sólo esto último
me impulsa a escribir.
quien es feliz. Su voz
se escucha con gusto. Es hermoso su rostro.
El árbol deforme del patio
denuncia el terreno malo, pero
la gente que pasa le llama deforme
con razón.
Las barcas verdes y las velas alegres de Sund
no las veo. De todas las cosas,
sólo veo la gigantesca red del pescador.
¿Por qué sólo hablo
de que la campesina de cuarenta años anda encorvada?
Los pechos de las muchachas
son cálidos como antes.
En mi canción, una rima
parecería casi una insolencia.
En mí combaten
el entusiasmo por el manzano en flor
y el horror por los discursos del pintor de brocha gorda.
Pero sólo esto último
me impulsa a escribir.
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Siglo XX
COPLAS DE MAKIE CUCHILLO, Bertolt Brecht.
Y el tiburón tiene dientes
y a la cara los enseña,
y Mackie tiene un cuchillo
pero no hay quien se lo vea.
El tiburón, cuando ataca,
tinta en sangre sus aletas,
Mackie en cambio lleva guantes
para ocultar sus faenas.
Un luminoso domingo,
un muerto en la playa encuentran,
y el que ha doblado la esquina
en ese instante, ¿ quién era?
Schmul Meier, como otros ricos,
se ha esfumado de la tierra.
Cuchillo tiene su pasta
pero nadie lo demuestra.
Se ha encontrado a Jenny Towler
de una cuchillada muerta.
Cuchillo, que está en el puerto,
parece que ni se entera.
En el incendio, un anciano
y siete niños se queman.
Mackie está entre los mirones
pero nadie le molesta.
La viuda, menor de edad,
cuyo nombre mucho suena,
amanece violada.
Mackle, ¿ quién paga la cuenta?
Los peces desaparecen
y los fiscales, con pena,
al tiburón por fin llaman
a que a juicio comparezca.
Y el tiburón nada sabe,
y al tiburón, ¿ quién se acerca?
Un tiburón no es culpable
mientras nadie lo demuestra.
(1929, de La ópera de dos centavos)
y a la cara los enseña,
y Mackie tiene un cuchillo
pero no hay quien se lo vea.
El tiburón, cuando ataca,
tinta en sangre sus aletas,
Mackie en cambio lleva guantes
para ocultar sus faenas.
Un luminoso domingo,
un muerto en la playa encuentran,
y el que ha doblado la esquina
en ese instante, ¿ quién era?
Schmul Meier, como otros ricos,
se ha esfumado de la tierra.
Cuchillo tiene su pasta
pero nadie lo demuestra.
Se ha encontrado a Jenny Towler
de una cuchillada muerta.
Cuchillo, que está en el puerto,
parece que ni se entera.
En el incendio, un anciano
y siete niños se queman.
Mackie está entre los mirones
pero nadie le molesta.
La viuda, menor de edad,
cuyo nombre mucho suena,
amanece violada.
Mackle, ¿ quién paga la cuenta?
Los peces desaparecen
y los fiscales, con pena,
al tiburón por fin llaman
a que a juicio comparezca.
Y el tiburón nada sabe,
y al tiburón, ¿ quién se acerca?
Un tiburón no es culpable
mientras nadie lo demuestra.
(1929, de La ópera de dos centavos)
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Siglo XX
DEMOLICIÓN DEL BARCO OSKAWA POR SU TRIPULACIÓN, Bertolt Brecht
A comienzos de 1922
me embarqué en el ‘Oskawa’, un vapor de seis mil toneladas,
construido cuatro años antes con un costo de dos millones de dólares
por la United States Shipping Board. En Hamburgo
tomamos un flete de champán y licores con destino a Río.
Como la paga era escasa,
sentimos la necesidad de ahogar
en alcohol nuestras penas. Así,
varias cajas de champán tomaron
el camino del sollado de la tripulación. Pero también en la cámara de oficiales,
y hasta en el puente y en el cuarto de derrota,
se oía ya, a los cuatro días de dejar Hamburgo,
tintineo de vasos y canciones
de gente despreocupada. Varias veces
el barco se desvió de su ruta. No obstante,
gracias a que tuvimos mucha suerte, llegamos
a Río de Janeiro. Nuestro capitán,
al contarlas durante la descarga, comprobó que faltaban
cien cajas de champán. Pero, no encontrando
mejor tripulación en el Brasil,
tuvo que seguir con nosotros. Cargamos
más de mil toneladas de carne congelada con destino a Hamburgo.
A los pocos días de mar, se apoderó de nosotros la preocupación
por la paga pequeña, la insegura vejez.
Uno de nosotros, en plena desesperación,
echó demasiado combustible a la caldera, y el fuego
pasó de la chimenea a la cubierta, de modo que
botes, puente y cuarto de derrota ardieron. Para no hundirnos
colaboramos en la extinción pero,
cavilando sobre la mala paga (¡incierto futuro!), no nos esforzamos
mucho por salvar la cubierta. Fácilmente,
con algunos gastos, podrían reconstruirla: ya habían ahorrado
suficiente dinero con la paga que nos daban.
Y, además, los esfuerzos excesivos al llegar a una cierta edad
hacen envejecer en seguida a los hombres inutilizándolos para la lucha por la vida.
Por lo tanto, y puesto que teníamos que reservar nuestras fuerzas,
un buen día ardieron las dínamos, necesitadas de cuidados
que no podían prestarles gente descontenta. Nos quedamos
sin luz. Al principio usamos lámparas de aceite
para evitar colisiones con otros barcos, pero
un marinero cansado, abatido por los pensamientos
sobre su sombría vejez, para ahorrarse trabajo, arrojó los fanales
por la borda. Faltaba poco para llegar a Madera
cuando la carne empezó a oler mal en las cámaras frigoríficas
debido al fallo de las dínamos. Desgraciadamente,
un marinero distraído, en vez del agua de las sentinas,
bombeó casi todo el agua fresca. Quedaba aún para beber,
pero ya no había suficiente para las calderas. Por lo tanto,
tuvimos que emplear agua salada para las máquinas, y de esta forma
se nos volvieron a taponar los tubos con la sal. Limpiarlos
llevó mucho tiempo. Siete veces hubo que hacerlo.
Luego se produjo una avería en la sala de máquinas. También
la reparamos, riéndonos por dentro. El Oskawa
se arrastró lentamente hasta Madera. Allí
no había modo de hacer reparaciones de tanta envergadura
como las que necesitábamos. Sólo tomamos
un poco de agua, algunos fanales y aceite para ellos. Las dínamos
eran, al parecer, inservibles y por consiguiente
no funcionaba el sistema de refrigeración y el hedor
de la carne congelada ya en descomposición llegó a ser insoportable para nuestros
nervios alterados. El capitán,
cuando se paseaba a bordo siempre llevaba una pistola, lo que constituía
una ofensiva muestra de desconfianza. Uno de nosotros,
fuera de sí por trato tan indigno,
soltó un chorro de vapor por los tubos refrigeradores
para que aquella maldita carne
al menos se cociera. Y aquella tarde
la tripulación entera permaneció sentada, calculando, diligente,
lo que le costaría la carga a la United States. Antes de que acabara el viaje
logramos incluso mejorar nuestra marca: ante la costa de Holanda,
se nos acabó pronto el combustible y,
con grandes gastos, tuvimos que ser remolcados hasta Hamburgo.
Aquella carne maloliente aún causó a nuestro capitán
muchas preocupaciones. El barco
fue desguazado. Nosotros pensábamos
que hasta un niño podría comprender
que nuestra paga era realmente demasiado pequeña.
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Siglo XX
MANERAS DE MATAR, Bertolt Brecht
Hay muchas maneras de matar.
Pueden meterte un cuchillo en el vientre.
Quitarte el pan.
No curarte de una enfermedad.
Meterte en una mala vivienda.
Empujarte hasta el suicidio.
Torturarte hasta la muerte por medio del trabajo.
Llevarte a la guerra, etc...
Sólo pocas de esta cosas están prohibidas en nuestro Estado.
Pueden meterte un cuchillo en el vientre.
Quitarte el pan.
No curarte de una enfermedad.
Meterte en una mala vivienda.
Empujarte hasta el suicidio.
Torturarte hasta la muerte por medio del trabajo.
Llevarte a la guerra, etc...
Sólo pocas de esta cosas están prohibidas en nuestro Estado.
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Siglo XX
JARDÍN BURGUÉS, Arthur Rimbaud
Jardín donde árboles y flores, todo es correcto,
todos los asmáticos burgueses de calor ahogados
traen, los jueves por la tarde, sus envidiejas.
La banda militar, en medio del jardín,
balancea su chacona, el Vals de los pífanos.
En torno se pavonea el pisaverde ante las primeras filas,
el notario cuelga de sus dijes grabados,
rentistas con binóculos subrayan todos los desafinados,
gordos burócratas engreídos arrastran sus gruesas señoronas
junto a las cuales van, cual serviciales cornacas,
aquellas cuyos volantes airean reclamo.
En los verdes bancos, cofradías de tenderos jubilados
atizan la arena con su bastón de pomo,
discuten harto seriamente los tratos,
aspiran rapé en plata y prosiguen: "En resumidas cuentas..."
Despachurrando en el banco los michelines de sus caderas,
un burgués de claro abotonado y flamenca barriga
saborea su ''onnaing'', del que se desprenden briznas
de tabaco -de contrabando, sepa usted-.
A lo largo de la verde grama se mofan los golfos;
y, amorosamente rendidos al canto de trombones,
muy cándidos, fumando cigarrillos baratos, los guripas
acarician los bebés para engatusar niñeras...
Yo persigo, despechugado como un estudiante,
a pizpiretas muchachas bajo verdes castaños
ellas se percatan y se me vuelven riendo,
sus ojos repletos de saber indiscreto.
No digo palabra; continúo mirando la carne
de sus blancos cuellos, de bordados locos mechones;
persigo bajo la blusa y los frágiles atavíos
el divino dorso que sigue la curva de sus hombros.
Enseguida descubro la botina, la media y...
reconstruyo los cuerpos, consumidos de hermosa fiebre.
Ellas me encuentran gracioso y cuchichean muy quedo...
Y mi deseo brutal se tira a sus labios.
ANTOLOGÍA, Walt Whitman
Estos son en verdad los pensamientos...
Estos son en verdad los pensamientos
de todos los hombres en todas las
épocas y naciones, no son originales míos,
si no son tuyos tanto como míos,
nada o casi nada son,
si no son el enigma y la solución del enigma,
nada son.
Esta es la hierba que crece
dondequiera que haya tierra y agua,
este es el aire común que baña el globo
DIJE QUE EL ALMA NO ES SUPERIOR AL CUERPO
Dije que el alma no es superior al cuerpo,
y dije que el cuerpo no es superior al alma,
y nada, ni Dios siquiera, es más grande
para uno que lo uno mismo es,
y quien camina una cuadra sin amar al prójimo
camina amortajado hacia su propio funeral,
y yo o tú podemos comprar la flor y nata
de la Tierra sin un céntimo, sin un céntimo
en el bolsillo,
y mirar con un sólo ojo o mostrar un grano
en su vaina, desconcierta las enseñanzas
de todos los tiempos,
y no hay oficio ni empleo en el que un joven
no pueda convertirse en héroe,
y el objeto más delicado puede servir
de eje al universo,
y digo a cualquier hombre o mujer:
que tu alma se alce tranquila y serena
ante un millón de universos.
Walt Whitman, un cosmos, el hijo de Mahattan...
Walt Whitman, un cosmos, el hijo de
Manhattan,
turbulento, carnal, sensual, comiendo,
bebiendo y procreando,
no es un sentimental, no mira desde
arriba a los hombres y mujeres ni se
aparta de ellos,
no es más púdico que impúdico
¡Quitad los cerrojos de las puertas!
¡Quitad las puertas mismas de sus quicios!
Quien degrada a otro me degrada a mí,
y todo lo que hace o dice vuelve a la postre a mí.
La inspiración mana y mana de mí,
me recorren la corriente y el índice.
Pronuncio la contraseña primordial,
doy la señal de la democracia,
nada aceptaré, ¡lo juro!, si los demás
no pueden tener su equivalente
en iguales condiciones.
Voces desde hace largo tiempo
enmudecidas me recorren,
voces de interminables generaciones
de cautivos y de esclavos,
voces de enfermos y deshauciados,
de ladrones y de enanos,
voces de ciclos de gestación
y de crecimiento,
y de los hilos que conectan las estrellas,
y de los úteros y de la savia paterna,
y de los derechos de los pisoteados,
de los deformes, vulgares, simples,
tontos, desdeñados,
niebla en el aire, escarabajos que
empujan bolitas de estiércol.
Voces prohibidas me recorren,
voces de sexo y lujuria,
veladas voces cuyo velo aparto,
voces indecentes por mí purificadas
y transfiguradas.
No me tapo la boca con la mano,
trato con igual delicadeza
a los intestinos que a la cabeza
y el corazón,
la cópula no es para mí más grosera
que la muerte.
Creo en la carne y en los apetitos,
y cada parte, cada pizaca de mí
es un milagro.
Divino soy por dentro y por fuera, y
santifico todo lo que toco o me toca,
el aroma de estas axilas es más
hermoso que una plegaria,
esta cabeza más que los templos,
las biblias y todos los credos.
Con estrépitos de músicas vengo...
Con estrépitos de músicas vengo,
con cornetas y tambores.
Mis marchas no suenan solo para los victoriosos,
sino para los derrotados y los muertos también.
Todos dicen: es glorioso ganar una batalla.
Pues yo digo que es tan glorioso perderla.
¡Las batallas se pierden con el mismo espíritu que se ganan!
¡Hurra por los muertos!
Dejadme soplar en las trompas, recio y alegre, por ellos.
¡Hurra por los que cayeron,
por los barcos que se hundieron el la mar,
y por los que perecieron ahogados!
¡Hurra por los generales que perdieron el combate y por todos los héroes
vencidos!
Los infinitos héroes desconocidos valen tanto como los héroes mas
grandes de la Historia.
Creo en ti, alma mía, el otro que soy
no debe humillarse ante ti,
ni tu debes ser humillada ante el otro.
Retoza conmigo sobre la hierba, quita
el freno de tu garganta,
no quiero palabras, ni música,
ni rimas, no quiero costumbres
ni discursos, ni aún los mejores,
sólo quiero la calma, el arrullo de tu
velada voz.
Recuerdo cómo yacimos juntos cierta
diáfana mañana de verano,
cómo apoyaste tu cabeza en mi cadera
y suavemente te volviste hacia mí,
y apartaste la camisa de mi pecho, y
hundiste la lengua hasta mi corazón
desnudo,
y te extendiste hasta tocar mi barba,
y te extendiste hasta abrazar mis pies.
Prontamente crecieron y me rodearon
la paz y el saber que rebasan todas
las disputas de la Tierra,
y sé que la mano de dios es mi
prometida,
y sé que el espíritu de Dios es mi
propio hermano,
y que todos los hombres que alguna
vez vivieron son también mis
hermanos, y las mujeres mis
hermanas y amantes,
y que el amor es la sobrequilla de la
creación,
y que son incontables las hojas rígidas
o lánguidas en los campos,
y las hormigas pardas en los pequeños
surcos,
y las costras de musgo en el cerco
sinuoso, las piedras apiladas, el sauco,
la hierba carmín y la candelaria.
OH CAPITÁN, MI CAPITÁN
Oh Capitán, mi Capitán:
nuestro azaroso viaje ha terminado.
Al fin venció la nave y el premio fue ganado.
Ya el puerto se halla próximo,
ya se oye la campana
y ver se puede el pueblo que entre vítores,
con la mirada sigue la nao soberana.
Mas ¿no ves, corazón, oh corazón,
cómo los hilos rojos van rodando
sobre el puente en el cual mi Capitán
permanece extendido, helado y muerto?
Oh Capitán, mi Capitán:
levántate aguerrido y escucha cual te llaman
tropeles de campanas.
Por ti se izan banderas y los clarines claman.
Son para ti los ramos, las coronas, las cintas.
Por ti la multitud se arremolina,
por ti llora, por ti su alma llamea
y la mirada ansiosa, con verte, se recrea.
Oh Capitán, ¡mi Padre amado!
Voy mi brazo a poner sobre tu cuello.
Es sólo una ilusión que en este puente
te encuentres extendido, helado y muerto.
Mi padre no responde.
Sus labios no se mueven.
Está pálido, pálido. Casi sin pulso, inerte.
No puede ya animarle mi ansioso brazo fuerte.
Anclada está la nave: su ruta ha concluído.
Feliz entra en el puerto de vuelta de su viaje.
La nave ya ha vencido la furia del oleaje.
Oh playas, alegraos; sonad, claras campanas
en tanto que camino con paso triste, incierto,
por el puente do está mi Capitán
para siempre extendido, helado y muerto.
Estos son en verdad los pensamientos
de todos los hombres en todas las
épocas y naciones, no son originales míos,
si no son tuyos tanto como míos,
nada o casi nada son,
si no son el enigma y la solución del enigma,
nada son.
Esta es la hierba que crece
dondequiera que haya tierra y agua,
este es el aire común que baña el globo
DIJE QUE EL ALMA NO ES SUPERIOR AL CUERPO
Dije que el alma no es superior al cuerpo,
y dije que el cuerpo no es superior al alma,
y nada, ni Dios siquiera, es más grande
para uno que lo uno mismo es,
y quien camina una cuadra sin amar al prójimo
camina amortajado hacia su propio funeral,
y yo o tú podemos comprar la flor y nata
de la Tierra sin un céntimo, sin un céntimo
en el bolsillo,
y mirar con un sólo ojo o mostrar un grano
en su vaina, desconcierta las enseñanzas
de todos los tiempos,
y no hay oficio ni empleo en el que un joven
no pueda convertirse en héroe,
y el objeto más delicado puede servir
de eje al universo,
y digo a cualquier hombre o mujer:
que tu alma se alce tranquila y serena
ante un millón de universos.
Walt Whitman, un cosmos, el hijo de Mahattan...
Walt Whitman, un cosmos, el hijo de
Manhattan,
turbulento, carnal, sensual, comiendo,
bebiendo y procreando,
no es un sentimental, no mira desde
arriba a los hombres y mujeres ni se
aparta de ellos,
no es más púdico que impúdico
¡Quitad los cerrojos de las puertas!
¡Quitad las puertas mismas de sus quicios!
Quien degrada a otro me degrada a mí,
y todo lo que hace o dice vuelve a la postre a mí.
La inspiración mana y mana de mí,
me recorren la corriente y el índice.
Pronuncio la contraseña primordial,
doy la señal de la democracia,
nada aceptaré, ¡lo juro!, si los demás
no pueden tener su equivalente
en iguales condiciones.
Voces desde hace largo tiempo
enmudecidas me recorren,
voces de interminables generaciones
de cautivos y de esclavos,
voces de enfermos y deshauciados,
de ladrones y de enanos,
voces de ciclos de gestación
y de crecimiento,
y de los hilos que conectan las estrellas,
y de los úteros y de la savia paterna,
y de los derechos de los pisoteados,
de los deformes, vulgares, simples,
tontos, desdeñados,
niebla en el aire, escarabajos que
empujan bolitas de estiércol.
Voces prohibidas me recorren,
voces de sexo y lujuria,
veladas voces cuyo velo aparto,
voces indecentes por mí purificadas
y transfiguradas.
No me tapo la boca con la mano,
trato con igual delicadeza
a los intestinos que a la cabeza
y el corazón,
la cópula no es para mí más grosera
que la muerte.
Creo en la carne y en los apetitos,
y cada parte, cada pizaca de mí
es un milagro.
Divino soy por dentro y por fuera, y
santifico todo lo que toco o me toca,
el aroma de estas axilas es más
hermoso que una plegaria,
esta cabeza más que los templos,
las biblias y todos los credos.
Con estrépitos de músicas vengo...
Con estrépitos de músicas vengo,
con cornetas y tambores.
Mis marchas no suenan solo para los victoriosos,
sino para los derrotados y los muertos también.
Todos dicen: es glorioso ganar una batalla.
Pues yo digo que es tan glorioso perderla.
¡Las batallas se pierden con el mismo espíritu que se ganan!
¡Hurra por los muertos!
Dejadme soplar en las trompas, recio y alegre, por ellos.
¡Hurra por los que cayeron,
por los barcos que se hundieron el la mar,
y por los que perecieron ahogados!
¡Hurra por los generales que perdieron el combate y por todos los héroes
vencidos!
Los infinitos héroes desconocidos valen tanto como los héroes mas
grandes de la Historia.
Creo en ti, alma mía, el otro que soy
no debe humillarse ante ti,
ni tu debes ser humillada ante el otro.
Retoza conmigo sobre la hierba, quita
el freno de tu garganta,
no quiero palabras, ni música,
ni rimas, no quiero costumbres
ni discursos, ni aún los mejores,
sólo quiero la calma, el arrullo de tu
velada voz.
Recuerdo cómo yacimos juntos cierta
diáfana mañana de verano,
cómo apoyaste tu cabeza en mi cadera
y suavemente te volviste hacia mí,
y apartaste la camisa de mi pecho, y
hundiste la lengua hasta mi corazón
desnudo,
y te extendiste hasta tocar mi barba,
y te extendiste hasta abrazar mis pies.
Prontamente crecieron y me rodearon
la paz y el saber que rebasan todas
las disputas de la Tierra,
y sé que la mano de dios es mi
prometida,
y sé que el espíritu de Dios es mi
propio hermano,
y que todos los hombres que alguna
vez vivieron son también mis
hermanos, y las mujeres mis
hermanas y amantes,
y que el amor es la sobrequilla de la
creación,
y que son incontables las hojas rígidas
o lánguidas en los campos,
y las hormigas pardas en los pequeños
surcos,
y las costras de musgo en el cerco
sinuoso, las piedras apiladas, el sauco,
la hierba carmín y la candelaria.
OH CAPITÁN, MI CAPITÁN
Oh Capitán, mi Capitán:
nuestro azaroso viaje ha terminado.
Al fin venció la nave y el premio fue ganado.
Ya el puerto se halla próximo,
ya se oye la campana
y ver se puede el pueblo que entre vítores,
con la mirada sigue la nao soberana.
Mas ¿no ves, corazón, oh corazón,
cómo los hilos rojos van rodando
sobre el puente en el cual mi Capitán
permanece extendido, helado y muerto?
Oh Capitán, mi Capitán:
levántate aguerrido y escucha cual te llaman
tropeles de campanas.
Por ti se izan banderas y los clarines claman.
Son para ti los ramos, las coronas, las cintas.
Por ti la multitud se arremolina,
por ti llora, por ti su alma llamea
y la mirada ansiosa, con verte, se recrea.
Oh Capitán, ¡mi Padre amado!
Voy mi brazo a poner sobre tu cuello.
Es sólo una ilusión que en este puente
te encuentres extendido, helado y muerto.
Mi padre no responde.
Sus labios no se mueven.
Está pálido, pálido. Casi sin pulso, inerte.
No puede ya animarle mi ansioso brazo fuerte.
Anclada está la nave: su ruta ha concluído.
Feliz entra en el puerto de vuelta de su viaje.
La nave ya ha vencido la furia del oleaje.
Oh playas, alegraos; sonad, claras campanas
en tanto que camino con paso triste, incierto,
por el puente do está mi Capitán
para siempre extendido, helado y muerto.
CANTO A MÍ MISMO, Walt Whitman
Yo me celebro y yo me canto,
y lo que me atribuyo también quiero que os lo atribuyáis,
pues cada átomo que me pertenece también os pertenece.
Voy errante e invito a errar a mi alma.
Voy errante y me tumbo a placer sobre la tierra,
para contemplar una brizna de hierba estival.
Mi lengua, cada molécula de mi sangre emanan de este
suelo, de este aire.
He nacido aquí, de padres de cuyos padres nacieron aquí y
cuyos padres también nacieron.
A los treinta y siete años de edad, en perfecta salud,
comienzo a cantar, deseando hacerlo hasta la muerte.
Que se callen los credos y las escuelas,
que retrocedan un momento, conscientes de lo que son y
sin olvidarlo nunca.
Me brindo al bien y al mal, dejo hablar a todos,
a la desenfrenada Naturaleza con su energía original [...]
Me ha tocado en suerte, lo sé, lo mejor del tiempo y del espacio;
nunca he sido medido y no seré medido jamás.
El viaje que emprendo es eterno (¡que todos me oigan!).
Mis signos son un capote contra la lluvia,
fuertes zapatos y un bastón cortado en el bosque,
en mi silla no sestean los amigos,
no tengo cátedra ni iglesia ni filosofía,
no llevo a ningún hombre a una mesa puesta,
a la biblioteca, a la bolsa, pero a cada uno de vosotros,
hombre o mujer, lo llevo a una cumbre.
Mi brazo izquierdo ciñe tu cintura,
mi derecha señala los continentes y el gran camino.
Ni yo ni ningún otro puede andar por ti ese camino,
eres tú quien debe andarlo.
No queda lejos, está a tu alcance,
quizá estabas en él desde que naciste y no lo has sabido,
quizá esté en todas partes, en mar y en tierra.
Échate tus prendas al hombro, hijo mío, y yo traeré las mías y
apresurémonos;
ciudades prodigiosas y naciones libres nos saldrán al paso.
Si te cansas, dame las dos cargas y apoya tu mano en mi
cadera,
Y a su debido tiempo me devolverás el mismo servicio,
porque ya emprendida la marcha nunca descansaremos.
Esta mañana, antes del alba,
subí a una colina para mirar el cielo poblado,
y le dije a mi alma: Cuando abarquemos esos mundos, y el
conocimiento y el goce que encierran, ¿estaremos al fin hartos y
satisfechos?
Y mi alma dijo: No, una vez alcanzados esos mundos proseguiremos
el camino.
Tú también me interrogas y yo te escucho,
contesto que no puedo contestar, tú mismo debes encontrar la
respuesta.
Siéntate un momento, hijo mío,
aquí tienes pan para comer y leche para que bebas,
pero después de haber dormido y haber cambiado de ropa te beso
con el beso del adiós y te abro la puerta para que salgas.
Demasiado tiempo has perdido en sueños deleznables,
ahora te quito la venda de los ojos,
debes acostumbrarte al brillo de la luz y de cada momento de tu
vida.
Demasiado tiempo has vadeado, asido a una tabla en la orilla,
ahora quiero que seas un nadador, que te arrojes al mar, que
reaparezcas, que me hagas una seña, que grites y que agites el
agua con tus cabellos.
Estos son en verdad los pensamientos...
Estos son en verdad los pensamientos
de todos los hombres en todas las
épocas y naciones, no son originales míos,
si no son tuyos tanto como míos,
nada o casi nada son,
si no son el enigma y la solución del enigma,
nada son.
Esta es la hierba que crece
dondequiera que haya tierra y agua,
este es el aire común que baña el globo
PRIMERA ELEGÍA DE DUINO, Rainer Maria Rilke
¿Quién, si yo gritase, me oiría desde los órdenes
de ángeles? Y aun suponiendo que alguno de ellos
me acogiera de pronto en su corazón, yo desaparecería
ante su existencia más fuerte. Porque lo bello no es sino
el comienzo de lo terrible que soportamos todavía;
y lo admiramos tanto porque, sereno, desdeña destruirnos.
Todo ángel es terrible.
.....Y así me contengo, y sofoco la llamada seductora
de oscuros sollozos. Ay, ¿a quién podemos
recurrir entonces? A los ángeles no, a los seres humanos tampoco
y los astutos animales advierten ya
que no estamos muy confiados y como en casa
en el mundo interpretado. Tal vez nos queda todavía
algún árbol en la ladera que podamos contemplar
de nuevo cada día; nos queda la calle de ayer
y la mimada fidelidad de una costumbre
que se complugo en nosotros y así permaneció y ya no se fue.
----- Oh, y la noche, la noche, cuando el viento lleno de espacio sideral
nos muerde el rostro; ¿a quién no le queda al menos ella, la anhelada,
que nos decepciona suavemente y con esfuerzo aguarda
al corazón de cada cual? ¿Es la noche más leve para los enamorados?
Ay, ellos sólo se ocultan uno al otro su destino.
----- ¿Aún no lo sabes? Arroja desde los brazos el vacío
hacia los espacios que respiramos; quizá de modo que los pájaros
sientan el aire ensanchando con un vuelo más íntimo.
- Sí, al parecer las primaveras te necesitaban.
Algunas estrellas te exigían que las percibieras.
En el pasado se levantaba, acercándose, una ola
o cuando pasabas tú junto a la ventana abierta
se entregaba un violín. Todo eso era misión.
¿Pero pudiste con ello? ¿No estabas todavía
distraído por las expectativas como si todo
te anunciara una amada? (¿Dónde quieres albergarla,
cuando grandes y extraños pensamientos entran y salen de ti
y a menudo se quedan por la noche?) Pero,
si te abruma la nostalgia, canta a los amantes; mucho falta todavía
para que su célebre sentimiento sea lo bastante inmortal.
Y a esos abandonados que tú casi envidias y a quienes encontraste
aún más capaces de amar que a los satisfechos.
Una y otra vez recomienza la alabanza inalcanzable;
piensa: el héroe perdura y hasta su mismo ocaso
fue para él sólo un pretexto para ser: su último nacimiento.
Pero la naturaleza, agotada, recoge de vuelta a los amantes
en su seno, como si le faltaran las fuerzas
para llevar a cabo dos veces la tarea. ¿Has pensado bastante
en Gaspara Stampa, para que así alguna muchacha
a quien dejó su amado, ante el ejemplo señero de esta amante,
sienta: y si yo llegase a ser como ella?
¿No deberían, al fin, hacérsenos más fecundos estos viejos dolores?
¿No es tiempo ya de liberarnos, amando, del amado
y de resistir estremecidos, como resiste la flecha a la cuerda,
para ser, concentrada en el salto, más que ella misma?
Porque no hay permanecer en parte alguna.
- Voces, voces. Escucha, mi corazón, como antaño
sólo escuchaban los santos, de tal modo que el llamado gigantesco
los alzaba del suelo; pero ellos, los imposibles,
seguían ahí de rodillas, indiferentes:
Así estaban escuchando. No es que tú puedas soportar
la voz de Dios, ni mucho menos. Pero escucha el soplo,
el mensaje incesante que se forma del silencio.
Ahora susurra hacia ti desde aquellos jóvenes difuntos.
Donde quiera que entraste, ¿no te habló quedamente
su destino en iglesias de Nápoles y Roma?
¿O se te impuso, sublime, una inscripción en relieve,
como recientemente esa lápida en Santa María Formosa?
¿Qué quieren ellos de mí? En voz baja debo deshacer
la apariencia de injusticia que limita un tanto a veces
el puro movimiento de sus espíritus.
-- Por cierto que es extraño no habitar más la tierra,
no seguir practicando las costumbres apenas aprendidas,
no dar el significado de un porvenir humano a las rosas
y a tantas otras cosas llenas de promesas;
no seguir siendo lo que uno era
en unas manos infinitamente angustiadas
o incluso dejar de lado el propio nombre
como un juguete destrozado.
Es extraño el no seguir deseando los deseos. Es extraño
ver ondear libre en el espacio todo lo que antes se amarró.
Y el estar muerto es laborioso y tan lleno de recuperaciones
que sólo lentamente percibe uno algo de eternidad. Pero los vivos
cometen todo el error de distinguir con demasiada vehemencia.
Los ángeles (se dice) no sabrían a menudo
si andan entre los vivos o los muertos.
A través de ambas regiones el eterno fluir
siempre arrastra consigo a todas las edades, acallándolas.
Por último, ya no nos necesitan ellos, los que se fueron temprano;
suavemente uno se va desacostumbrando de lo terrenal, así como
se emancipa con ternura de los pechos de la madre. Pero nosotros,
que tenemos necesidad de tan grandes misterios, de los cuales,
y desde la tristeza, surge a menudo una prosperidad bienaventurada:
¿podríamos existir sin ellos? ¿Es vana la leyenda de que antaño,
en el lamento funerario por Lino, la primera música, osada,
atravesó el árido estupor; y que recién en aquel espacio dominado
por el terror, del cual el joven semidiós escapó de pronto y para siempre,
entró el vacío mismo en aquella vibración
que aún ahora nos arrebata, nos consuela y nos ayuda?
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Siglo XX
EL DURMIENTE DEL VALLE, Arthur Rimbaud
Un hoyo de verdor en el que canta un río
fijando alocadamente en las yerbas jirones
de plata; en el que el sol, desde la altiva montaña,
brilla: un pequeño valle que crea espuma de rayos.
Un joven soldado, la boca abierta, la cabeza desnuda,
bañada la nuca en el fresco berro azul,
duerme; está tendido en la yerba, bajo una nube,
pálido en su verde lecho donde llueve la luz.
Con los pies en los gladiolos, duerme. Sonriendo como
sonreiría un niño enfermo, está echando un sueño:
Naturaleza, mécelo cálidamente: tiene frío.
Los aromas ya no estremecen su nariz;
duerme bajo el sol, con la mano en el pecho
tranquilo. En el costado derecho tiene dos ojos rojos.
Octubre 1870
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ANTOLOGÌA, Emily Dickinson
La belleza es la realidad de la naturaleza
No era la muerte
No era la muerte, pues yo estaba de pie y todos los muertos están acostados, no era de noche, pues todas las campanas agitaban sus badajos a mediodía, no había helada pues en mi piel sentí sirocos reptar, ni fuego pues sólo mis pies de mármol podían helar un santuario, y sin embargo, se parecían a todas las figuras que yo había visto ordenadas para un entierro, rememoraba el mío, como si mi vida fuera recortada y calzada en un marco, y no pudiera respirar sin una llave, y era como si fuera medianoche, ciertas. Cuando todo lo que late se detiene y el espacio mira a su alrededor la espeluznante helada, el primer otoño que llora repele la apaleada tierra, pero todo como el caos interminable, insolente, sin esperanza, sin mástil, ni siquiera un informe de la tierra para justificar la desesperación.
Naturaleza no es lo que vemos
Naturaleza no es lo que vemos, la montaña, el poniente, la ardilla, el eclipse, el abejorro, no, naturaleza es el cielo, naturaleza es lo que oímos, el bobolink, el mar, el trueno, el grillo, no, naturaleza es la armonía, naturaleza es lo que sabemos, no tenemos arte para decirlo, tan impotente es nuestra sabiduría para tanta simplicidad.
Morir sin morir
Morir sin morir y vivir sin la vida, es el más arduo milagro propuesto por la fe.
Soy nadie
Soy nadie. ¿Tú quién eres?
¿Eres tú también nadie?
Ya somos dos entonces. No lo digas:
lo contarían, sabes.
Qué tristeza ser alguien,
qué público: como una rana
decir el propio nombre junio entero
para una charca admiradora.
Bueno es soñar
Bueno es soñar. Despertar es mejor
si se despierta en la mañana.
Si despertamos a la media noche,
es mejor soñar con el alba.
Más dulce el figurado petirrojo
que nunca alegró el árbol,
que enfrentarse a la solidez de un alba
que no conduce a día alguno.
Morir no duele mucho
Morir no duele mucho:
nos duele más la vida.
Pero el morir es cosa diferente,
tras la puerta escondida:
la costumbre del sur, cuando los pájaros
antes que el hielo venga,
van a un clima mejor. Nosotros somos
pájaros que se quedan:
los temblorosos junto al umbral campesino,
que la migaja buscan,
brindada avaramente, hasta que ya la nieve
piadosa hacia el hogar nos empuja las plumas.
Poema 520
Me fui temprano -me llevé a mi perro-
a visitar el mar.
Las sirenas del sótano
salían a mirarme
y, en el piso de arriba, las fragatas
extendían manos de cáñamo,
creyéndome una rata
encallada en la arena.
No huí, con todo. Hasta que el flujo
me llegó a los zapatos
y al delantal y al cinturón
y enseguida al corpiño,
tal como si intentara devorarme
como a una gota de rocío
en una flor de diente-de-león.
Entonces salí huyendo.
Él me siguió. Venía detrás, cerca.
Sentía su tacón de plata
en mi tobillo y mis zapatos
rebosaron de perlas.
Los dos llegamos hasta el pueblo firme.
No parecía conocer a nadie.
me miró con dureza
y se fue, haciéndome una venia.
No era la muerte
No era la muerte, pues yo estaba de pie y todos los muertos están acostados, no era de noche, pues todas las campanas agitaban sus badajos a mediodía, no había helada pues en mi piel sentí sirocos reptar, ni fuego pues sólo mis pies de mármol podían helar un santuario, y sin embargo, se parecían a todas las figuras que yo había visto ordenadas para un entierro, rememoraba el mío, como si mi vida fuera recortada y calzada en un marco, y no pudiera respirar sin una llave, y era como si fuera medianoche, ciertas. Cuando todo lo que late se detiene y el espacio mira a su alrededor la espeluznante helada, el primer otoño que llora repele la apaleada tierra, pero todo como el caos interminable, insolente, sin esperanza, sin mástil, ni siquiera un informe de la tierra para justificar la desesperación.
Naturaleza no es lo que vemos
Naturaleza no es lo que vemos, la montaña, el poniente, la ardilla, el eclipse, el abejorro, no, naturaleza es el cielo, naturaleza es lo que oímos, el bobolink, el mar, el trueno, el grillo, no, naturaleza es la armonía, naturaleza es lo que sabemos, no tenemos arte para decirlo, tan impotente es nuestra sabiduría para tanta simplicidad.
Morir sin morir
Morir sin morir y vivir sin la vida, es el más arduo milagro propuesto por la fe.
Soy nadie
Soy nadie. ¿Tú quién eres?
¿Eres tú también nadie?
Ya somos dos entonces. No lo digas:
lo contarían, sabes.
Qué tristeza ser alguien,
qué público: como una rana
decir el propio nombre junio entero
para una charca admiradora.
Bueno es soñar
Bueno es soñar. Despertar es mejor
si se despierta en la mañana.
Si despertamos a la media noche,
es mejor soñar con el alba.
Más dulce el figurado petirrojo
que nunca alegró el árbol,
que enfrentarse a la solidez de un alba
que no conduce a día alguno.
Morir no duele mucho
Morir no duele mucho:
nos duele más la vida.
Pero el morir es cosa diferente,
tras la puerta escondida:
la costumbre del sur, cuando los pájaros
antes que el hielo venga,
van a un clima mejor. Nosotros somos
pájaros que se quedan:
los temblorosos junto al umbral campesino,
que la migaja buscan,
brindada avaramente, hasta que ya la nieve
piadosa hacia el hogar nos empuja las plumas.
Poema 520
Me fui temprano -me llevé a mi perro-
a visitar el mar.
Las sirenas del sótano
salían a mirarme
y, en el piso de arriba, las fragatas
extendían manos de cáñamo,
creyéndome una rata
encallada en la arena.
No huí, con todo. Hasta que el flujo
me llegó a los zapatos
y al delantal y al cinturón
y enseguida al corpiño,
tal como si intentara devorarme
como a una gota de rocío
en una flor de diente-de-león.
Entonces salí huyendo.
Él me siguió. Venía detrás, cerca.
Sentía su tacón de plata
en mi tobillo y mis zapatos
rebosaron de perlas.
Los dos llegamos hasta el pueblo firme.
No parecía conocer a nadie.
me miró con dureza
y se fue, haciéndome una venia.
ANTOLOGÍA, Víctor Hugo
LOS DESEOS
Te deseo primero que ames y que,
amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
y que después de olvidar, no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así, pero que si es,
sepas ser sin desesperar.
Te deseo también que tengas amigos, y que,
incluso malos e inconsecuentes, sean valientes y fieles,
y que por lo menos haya uno en quien puedas confiar sin dudar.
Y porque la vida es así, te deseo también que tengas
enemigos. Ni muchos ni pocos, en la medida exacta, para que,
algunas veces, te cuestiones tus propias certezas.
Y que entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro.
Te deseo además que seas útil, más no insustituible,
y que en los momentos malos, cuando no quede más nada,
esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie.
Igualmente, te deseo que seas tolerante;
no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil,
sino con los que se equivocan mucho e irremediablemente,
y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.
Te deseo que siendo joven no madures demasiado de prisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer y su dolor
y es necesario dejar que fluyan entre nosotros.
Te deseo de paso que seas triste,
no todo el año, sino apenas un día;
pero que en ese día descubras que la risa diaria es buena,
que la risa habitual es sosa y la risa constante es malsana.
Te deseo que descubras, con urgencia máxima,
por encima y a pesar de todo, que existen,
y que te rodean, seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices.
Te deseo que acaricies un gato, alimentes a un pájaro
y oigas a un jilguero erguir triunfante su canto matinal,
porque de esta manera, te sentirás bien por nada.
Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea, y la acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuántas vidas está hecha un árbol.
Te deseo, además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico,
y que por lo menos una vez por año pongas algo
de ese dinero enfrente a ti y digas:«Esto es mío»,
sólo para que quede claro quién es el dueño de quién.
Te deseo también que ninguno de tus afectos muera,
pero que si muere alguno, puedas llorar sin lamentarte
y sufrir sin sentirte culpable.
Te deseo por fin que, siendo hombre, tengas una buena mujer,
y que siendo mujer, tengas un buen hombre,
mañana y al día siguiente, y que cuando estén exhaustos
y sonrientes, aún sobre amor para recomenzar.
Si todas estas cosas llegaran a pasar,
no tengo más nada que desearte.
LA BELLEZA Y LA MUERTE
La belleza y la muerte son dos cosas profundas,
con tal parte de sombra y de azul que diríanse
dos hermanas terribles a la par que fecundas,
con el mismo secreto, con idéntico enigma.
Oh, mujeres, oh voces, oh miradas, cabellos,
trenzas rubias, brillad, yo me muero, tened
luz, amor, sed las perlas que el mar mezcla a sus aguas,
aves hechas de luz en los bosques sombríos.
Más cercanos, Judith, están nuestros destinos
de lo que se supone al ver nuestros dos rostros;
el abismo divino aparece en tus ojos,
y yo siento la sima estrellada en el alma;
mas del cielo los dos sé que estamos muy cerca,
tú porque eres hermosa, yo porque soy muy viejo.
LA MUJER CAÍDA
¡Nunca insultéis a la mujer caída!
Nadie sabe qué peso la agobió,
ni cuántas luchas soportó en la vida,
¡hasta que al fín cayó!
¿Quién no ha visto mujeres sin aliento
asirse con afán a la virtud,
y resistir del vicio el duro viento
con serena actitud?
Gota de agua pendiente de una rama
que el viento agita y hace estremecer;
¡perla que el cáliz de la flor derrama,
y que es lodo al caer!
Pero aún puede la gota peregrina
su perdida pureza recobrar,
y resurgir del polvo, cristalina,
y ante la luz brillar.
Dejad amar a la mujer caída,
dejad al polvo su vital calor,
porque todo recobra nueva vida
con la luz y el amor.
ALBORADA
Ya brilla la aurora fantástica, incierta,
velada en su manto de rico tisú.
¿Por qué, niña hermosa, no se abre tu puerta?
¿Por qué cuando el alba las flores despierta
durmiendo estás tú?
Llamando a tu puerta, diciendo está el día:
"Yo soy la esperanza que ahuyenta el dolor".
El ave te dice: "Yo soy la armonía".
Y yo, suspirando, te digo: "Alma mía,
yo soy el amor".
LA TUMBA Y LA ROSA
La tumba dijo a la rosa:
-¿Dime qué haces, flor preciosa,
lo que llora el alba en ti?
La rosa dijo a la tumba:
-de cuanto en ti se derrumba,
sima horrenda, ¿qué haces, di?
Y la rosa: -¡Tumba oscura
de cada lágrima pura
yo un perfume hago veloz.
Y la tumba: -¡Rosa ciega!
De cada alma que me llega
yo hago un ángel para Dios.
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Siglo XIX
UN SUEÑO DENTRO DE UN SUEÑO, Edgar Allan Poe
¡Recibe en la frente este beso!
Y, por librarme de un peso
antes de partir, confieso
que acertaste si creías
que han sido un sueño mis días;
¿Pero es acaso menos grave
que la esperanza se acabe
de noche o a pleno sol,
con o sin una visión?
Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño.
Frente a la mar rugiente
que castiga esta rompiente
tengo en la palma apretada
granos de arena dorada.
¡Son pocos! Y en un momento
se me escurren y yo siento
surgir en mí este lamento:
¡Oh Dios! ¿Por qué no puedo
retenerlos en mis dedos?
¡Oh Dios! ¡Si yo pudiera
salvar uno de la marea!
¿Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño?
TRES PALABRAS DE FORTALEZA, Friedrich Schiller
I
Hay tres lecciones que yo trazara
con pluma ardiente que hondo quemara,
dejando un rastro de luz bendita
doquiera un pecho mortal palpita.
II
Ten Esperanza. Si hay nubarrones,
si hay desengaños y no ilusiones,
descoge el ceño, su sombra es vana,
que a toda noche sigue un mañana.
III
Ten Fe. Doquiera tu barca empujen
brisas que braman u ondas que rugen,
Dios (no lo olvides) gobierna el cielo,
y tierra, y brisas, y barquichuelo.
IV
Ten Amor, y ama no a un ser tan sólo,
que hermanos somos de polo a polo,
y en bien de todos tu amor prodiga,
como el sol vierte su lumbre amiga.
V
¡Crece, ama, espera! Graba en tu seno
las tres, y aguarda firme y sereno
fuerzas, donde otros tal vez naufraguen,
luz, cuando muchos a oscuras vaguen.
Hay tres lecciones que yo trazara
con pluma ardiente que hondo quemara,
dejando un rastro de luz bendita
doquiera un pecho mortal palpita.
II
Ten Esperanza. Si hay nubarrones,
si hay desengaños y no ilusiones,
descoge el ceño, su sombra es vana,
que a toda noche sigue un mañana.
III
Ten Fe. Doquiera tu barca empujen
brisas que braman u ondas que rugen,
Dios (no lo olvides) gobierna el cielo,
y tierra, y brisas, y barquichuelo.
IV
Ten Amor, y ama no a un ser tan sólo,
que hermanos somos de polo a polo,
y en bien de todos tu amor prodiga,
como el sol vierte su lumbre amiga.
V
¡Crece, ama, espera! Graba en tu seno
las tres, y aguarda firme y sereno
fuerzas, donde otros tal vez naufraguen,
luz, cuando muchos a oscuras vaguen.
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Siglo XIX
LA ROSA ENFERMA, William Blake
¡Oh, Rosa, estás enferma!
El gusano invisible
que vuela por la noche,
en la tempestad que aúlla,
Ha descubierto tu cama
de gozo carmesí,
y su amor oscuro, secreto,
te consume la vida.
El gusano invisible
que vuela por la noche,
en la tempestad que aúlla,
Ha descubierto tu cama
de gozo carmesí,
y su amor oscuro, secreto,
te consume la vida.
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PROMETEO, Goethe
Cubre tu cielo, Zeus,
con vaporosas nubes,
y ejercítate como el muchacho,
que descabeza abrojos
junto a encinas, en lo alto;
pero habrás de dejar en pie
mi tierra y mi cabaña
que tú no construiste,
y mi hogar,
por cuyo calor
me envidias.
¡No conozco nada más pobre bajo el sol,
que vosotros, dioses!
Alimentáis miserablemente
con impuesto de sacrificios
y hálito de oraciones
vuestra majestad,
y careceríais de todo
si no fuera por niños
y mendigos que enloquecen de esperanza.
Cuando yo era niño
y no sabía dónde entrar y salir,
volvía mis extraviados ojos hacia el sol,
como si allí arriba hubiera un oído
para escuchar mis lamentos,
un corazón como el mío
que se apiadara del oprimido.
¿Quién me ayudó
contra la arrogancia de los titanes?
¿Quién me salvó de la muerte,
de la esclavitud?
¿No has realizado todo tú mismo,
corazón sagradamente ardiente?
¿Y te inflamaste joven y bueno,
engañado, agradecido por la salvación
al durmiente allí en lo alto?
¿Que te venere? ¿Para qué?
¿Has mitigado jamás
los sufrimientos del oprimido?
¿Has calmado jamás
las lágrimas del angustiado?
¿No me han forjado como hombre
el todopoderoso Tiempo
y el Destino eterno,
mis amos y los tuyos?
¿Imaginas acaso
que yo debería odiar la vida,
huir al desierto,
porque no maduraron
todos los sueños en flor?
¡Aquí estoy, formo hombres
según mi imagen,
una raza que sea igual a mí,
que sufra, llore,
goce y se alegre,
y que no te respete,
como yo!
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Siglo XVIII
EPIGRAMAS VENECIANOS, Goethe
Esta es la Italia que dejé. Los caminos siguen polvorientos;
haga lo que haga, se sigue estafando al forastero.
En vano buscas la honradez alemana por todos los rincones,
aquí hay vida y estrépito, pero no hay ni orden ni disciplina.
Cada uno cuida sólo de sí mismo, desconfía de los otros, es
vanidoso. Y los gobernantes se interesan sólo por ellos mismos.
El país es hermoso; pero no volveré a encontrar a Faustina.
Esta ya no es la Italia que abandoné con dolor.
10
¿Por qué se comporta así el pueblo y grita?
Quiere alimento, engendrar hijos y darles como pueda de comer.
Fíjate bien en esto, viajero, y haz en casa lo mismo.
Ningún hombre consigue más, por mucho que aparente.
11
Cómo tocan las campanillas los curas. Lo hacen sólo
para que la gente venga y parlotee.
No me insulten a los curas; ellos saben lo que el hombre
necesita: ser feliz parloteando todos lo días.
12
Que el sectario reúna tantos alumnos como la arena junto al mar.
La arena es la arena. Que sea mía la perla: tú, amigo juicioso.
14
Este yunque es como el país, el martillo como el príncipe
y la chapa es como el pueblo que se tuerce allí en medio.
Pobre chapa, sólo los golpes arbitrarios dan en el blanco
y el caldero nunca parece terminarse.
15
Mientras el hombre juicioso cuenta enamorados solitarios,
el fanático consigue muchos discípulos, y conmueve a la masa.
Los cuadros milagreros son, por lo común, malas pinturas:
las obras del espíritu y del arte no se han hecho para la chusma.
16
Que sea soberano quien conoce su propio beneficio,
pero nosotros hemos elegido al que conoce nuestro propio beneficio.
17
La indigencia, se dice, enseña a rezar; quien quiera aprenderlo
que vaya a Italia. El forastero seguro encontrará allí indigencia.
27
Han venido siempre las nueve, me refiero a las musas,
pero yo no me di cuenta, tenía a mi muchacha en el regazo.
Ahora que abandoné a mi amada, me abandonaron las musas.
He mirado confuso y de pasada buscando cuchillo y soga.
Pero el cielo alberga muchos dioses. Y tú viniste en mi ayuda,
Tedio. Se te saluda, madre de las musas.
29
¿Cómo es la muchacha que deseo?, me preguntan.
Ya tengo la que deseo. Esto quiere decir, me parece,
mucho con poco. Andaba a la orilla del mar buscando conchas.
En eso hallé una perlita. Ahora la guardo en mi corazón.
30
He ensayado muchas cosas: dibujo, grabado en cobre,
pintura en óleo; he impreso también en arcilla varias figuras,
pero he sido inconstante, y nada aprendí ni llevé a cabo.
En un solo talento casi alcancé la perfección:
escribir en alemán. Y así echo a perder yo, desventurado poeta,
en el peor material, por desgracia vida y arte.
55
¿Qué es la vida de un individuo?
Sin duda, miles de personas pueden hablar
sobre el hombre, sobre lo que hizo y deshizo.
Un poema es algo menos; pero miles pueden disfrutarlo o criticarlo.
¡Amigo, sigue viviendo, sigue escribiendo poemas!
50
Todos los apóstoles de la libertad me resultaron siempre abominables;
al final lo que buscaban era obrar a su antojo.
Si quieres liberar a muchos atrévete a servir a muchos.
¿Quieres saber qué tan peligroso es? ¡Inténtalo!
51
Se dice que los reyes quieren el bien y los demagogos también;
pero los individuos como nosotros, se equivocan.
Jamás consiguen las masas querer algo por sí mismas,
ya lo sabemos. Pero el que sepa querer por todos
que lo demuestre.
52
Todo profeta debiera ser crucificado a los treinta años.
En cuanto conoce el mundo, el bribón se transforma
en mártir.
53
Que los grandes reflexionen sobre el triste destino de Francia;
empero, los pequeños deberían reflexionar más todavía.
Los grandes sucumbieron, pero ¿quién protegió a las masas
de las masas? Las masas se convirtieron en tiranos de las masas.
55
"Dime, ¿no actuamos bien? Debemos engañar a la chusma.
Mira qué torpe y salvaje es, mira qué estúpida se muestra".
Te parece torpe y estúpida porque la están engañando.
Sean honestos y la chusma, créanme, será humana y sensata.
56
Los príncipes acuñan muchas veces en cobre casi plateado
su efigie inminente; el pueblo se engaña demasiado tiempo.
Los fanáticos acuñan en mentiras y sandeces el sello del espíritu;
quien carece de la piedra de toque, las considera oro molido.
57
"Esos hombres están locos",
dice la gente de los oradores apasionados que en Francia gritan
en las calles y mercados.
Yo también creo que están locos;
pero un loco en libertad pronuncia sentencias sabias,
mientras, ¡ay!, la sabiduría enmudece en el esclavo.
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SONETOS, Shakespeare
SONETO LIX
Si nada hay nuevo, sino lo que existe ha existido ya
¡cómo yerran nuestras mentes cuando,
en su afán de crear, llevan de mal grado
la fecunda carga de un ser antes nacido!
¡Oh! ¡Que no pudiera la memoria, retrocediendo
en su mirada hasta quinientas revoluciones de sol,
mostrarme vuestra imagen en algún códice antiguo,
ya que el alma se expresó primeramente en letras!
Para que pudiera saber la opinión del mundo antiguo
sobre el compuesto de maravillas de vuestra persona;
si hemos hecho progresos, si aquellas gentes valían más que éstas,
o si las revoluciones han dejado las cosas en su mismo estado.
¡Oh! Seguro estoy de los ingenios de antiguos días
han otorgado a sujetos menos dignos los elogios de su admiración.
SONETO LXV
Puesto que ni el bronce, ni la piedra, ni los continentes, ni el mar ilimitado
escapan al poder de la triste mortalidad,
¿cómo podrá defenderse contra su furia la belleza,
cuya energía no resiste más que una flor?
¡Oh! ¿Cómo el aliento melifluo del verano sostendría
el irrevocable asalto fatal de los días que la atacan
cuando los acantilados inexpugnables no son bastante fuertes,
ni las puertas de acero tan robustas ante el estrago del Tiempo?
¡Oh, meditación terrible! ¿Dónde, ay, se ocultaría
la más rica joya del Tiempo, para sustraerse al pesar del Tiempo?
¿O qué mano poderosa podrá refrenar sus ágiles pies?
¿Y quién impedirá que le sirva de despojo tanta belleza?
Oh, nadie, a no ser que se realice este milagro
de que resplandezca e brillo inmortal de mi amor en la negra tinta de mis versos.
SONETO LXVI
Fatigado de todo esto, el descanso de la muerte invoco
al ver al mérito nacer mendigo
y la miserable nulidad rebosante de alegría
y la más inocente fe indignamente violada,
y el áureo honor vergonzosamente situado
y la castidad virginal prostituida con brutalidad
y la perfecta justicia en injusta desgracia
y el poder destruido por una fuerza coja
y el arte amordazado por el poder
y la tontería, en son doctoral, censurando al talento
y la ingenua lealtad mal llamándose simpleza
y el bien, cautivo, sirviendo a su señor, el mal.
Fatigado de todo esto, abandonar el mundo quisiera
si, al morir, no te dejara solo, amor.
SONETO LXXVI
¿Por qué mis versos se hallan tan desnudos de nueva forma,
tan rebeldes a toda variación o vivo cambio?
¿Por qué con la época no me siento inclinado
a métodos recién descubiertos y extrañas vestiduras?
¿Por qué escribo siempre sobre lo mismo y siempre igual
y envuelvo mis invenciones en un atavío conocido,
aunque cada palabra casi pregona mi nombre ,
revela su nacimiento e indica su procedencia?
¡Oh! Sabedlo, dulce amor, es que escribo siempre de vuestra persona
y que vos y el amor sois mi eterno tema;
así, todo mi talento consiste en revestir lo nuevo
con palabras viejas, y en volver a emplear lo que ya he usado.
Pues lo mismo que el sol es todos los días nuevo y viejo,
así mi amor repite siempre lo que ya estaba dicho.
SONETO LXXVII
Tu espejo mostrará cómo se marchitan tus gracias,
la esfera de tu reloj cómo se disipan tus preciosos minutos;
las hojas en blanco llevarán las impresiones de tu espíritu
y con este álbum podrás apreciar la instrucción que voy a darte.
Las arrugas que te mostrará con fidelidad tu espejo
evocarán en tu memoria las tumbas de boca abierta;
por la sombra de tu gnomon conocerás a escondidas
el traidor peregrinaje del tiempo hacia la eternidad.
¡Observa lo que no puede retener tu memoria!
Confíalo a estas páginas vírgenes y hallarás que estos hijos,
criados y nutridos a tu cerebro, te impulsarán
a experimentar algo nuevo en tu espíritu.
Cuantas veces te entregues a estos menesteres,
provecho sacarás para ti y suma riqueza para tu libro.
SONETO LXXXI
O viviré para escribir vuestro epitafio,
u os sobreviviréis cuando yo pudra bajo tierra;
la muerte no ha de lograr llevarse de aquí vuestra memoria,
aunque el olvido me devore por entero.
Vuestro nombre gozará en este mundo de una vida inmortal,
en tanto que yo, una vez ido, moriré para todos;
la tierra no puede otorgarme sino una tumba ordinaria,
mientras, vos reposaréis sepultado a la vista de la humanidad.
Vuestro monumento serán mis dulces versos,
que leerán ojos todavía no engendrados,
y las lenguas sostendrán vuestro ser
cuando todos los que respiran en este mundo se hallen muertos.
Siempre perduraréis -tal es el poder de mi pluma-
donde más alienta el aliento, es decir, en los labios de los hombres.
CXVI
Permítaseme que al enlace de las almas fieles
no admita impedimentos. No es amor el amor
que al percibir un cambio cambia, o que propende
con el distanciado a distanciarse.
Oh, no. Es faro inmóvil que contempla las tempestades
y nunca se estremece; es la estrella
para todo barco sin rumbo
cuya virtud se desconoce, aunque se toma su altura
El amor no es juguete del tiempo,
aunque lleguen al alcance de su corva guadaña los labios y mejillas de rosa;
el amor no se altera con las con las horas y las semánas rápidas,
sino que perdura hasta el fin de los días.
Si esto es error y puede probárseme, no he escrito nunca
ni hombre alguno ha amado jamás.
SONETO CXLIV
Tengo de amores uno que me consuela, otro que me desespera.
Los dos, como dos espíritus, me tientan incesantes;
el ángel bueno es un hombre muy lindo;
el espíritu malo, una mujer mal pintada.
Para introducirme más pronto en el infierno,
mi demonio femenino procura alejar de mí a mi buen ángel,
y quisiera hacer de mi santo un demonio,
seduciendo su pureza con su orgullo infernal.
En cuanto a saber si mi buen ángel se ha cambiado en demonio,
puedo sospecharlo, pero no positivamente decirlo;
mas como los dos están ausentes de mí, y se han hecho amigos,
mucho temo que uno de los ángeles se ha metido en el infierno del otro.
Pero esto no lo sabré nunca, sino que viviré en duda,
hasta que mi demonio haya expulsado del fuego a mi buen ángel.
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Siglo XVII
MONÓLOGO DE HAMLET, Shakespeare
¡Ser, o no ser, es la cuestión! ¿Qué debe
más dignamente optar el alma noble
entre sufrir de la fortuna impía
el porfiador rigor, o rebelarse
contra un mar de desdichas y, afrontándolo,
desaparecer con ellas?
Morir, dormir, no despertar más nunca,
poder decir todo acabó... en un sueño
sepultar para siempre los dolores
del corazón, los mil y mil quebrantos
que heredó nuestra carne ¡quién no ansiara
concluir así!
¡Morir... quedar dormidos...
Dormir... tal vez soñar! ¡Ay! Allí hay algo
que detiene al mejor. Cuando del mundo
no percibamos ni un rumor ¡qué sueños
vendrán en ese sueño de la muerte!
Eso es, eso es lo que hace el infortunio
planta de larga vida. ¿Quién querría
sufrir del tiempo el implacable azote,
del fuerte la injusticia, del soberbio
el áspero desdén, las amarguras
del amor despreciado, las demoras
de la ley, del empleado la insolencia,
la hostilidad que los mezquinos juran
al mérito pacífico, pudiendo
de tanto mal librarse él mismo, alzando
una punta de acero? ¿Quién querría
seguir cargando en la cansada vida
su fardo abrumador...?
Pero hay espanto
¡allá del otro lado de la tumba!
La muerte, aquel país que todavía
está por descubrirse,
país de cuya lóbrega frontera
ningún viajero regresó, perturba
la voluntad, y a todos nos decide
a soportar los males que sabemos
más bien que ir a buscar los que ignoramos.
Así, ¡oh conciencia!, de nosotros todos
haces unos cobardes, y la ardiente
resolución original decae
al pálido mirar del pensamiento.
Así también enérgicas empresas,
de trascendencia inmensa, a esa mirada
torcieron rumbo, y sin acción murieron.
[Otra versión]
¡Ser o no ser; he aquí el problema! ¿Qué es más levantado para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, o tomar las armas contra el piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? ¡Morir..., dormir, no más! ¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne! ¡He aquí un término para ser devotamente deseado! ¡Morir..., dormir! ¡Dormir...! ¡Tal vez soñar! ¡Sí, ahí está el obstáculo! Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos librado del torbellino de la vida! He aquí la reflexión que da tan larga existencia al infortunio! Porque ¿quién soportaría los ultrajes y desdenes del tiempo, la injuria del opresor, la contumelia del soberbio, las congojas del amor desairado, las tardanzas de la justicia, las insolencias del poder y las vejaciones que el mérito paciente recibe del hombre indigno, cuando uno mismo podría expedir su documento liberatorio con un simple estilete? ¿Quién querría llevar tan duras cargas, gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa, si no fuera por el temor de un algo después de la muerte –esa región indescubierta de cuyos confines no vuelve a traspasar viajero alguno–, temor que confunde nuestra voluntad y nos impulsa a soportar aquellos males que nos afligen antes que lanzarnos a otros que desconocemos? Así la conciencia hace de todos nosotros unos cobardes; y así, el motivo de la resolución se torna enfermizo bajo los pálidos toques del pensamiento, y empresas de grande aliento e importancia, por esta consideración, tuercen su curso y dejan de tener nombre de acción...
SONETOS PARA HELENA, Pierre Ronsard
Sonetos para Helena
Cuando seas anciana, de noche, junto a la vela
hilando y devanando, sentada junto al fuego,
dirás maravillada, mientras cantas mis versos:
«Ronsard me celebraba, cuando yo era hermosa»,
Ya no tendrás sirvienta que tales nuevas oiga
y que medio dormida ya por la labor
se despierte al oír el sonido de mi nombre,
bendiciendo el tuyo con inmortal alabanza.
Yo estaré bajo tierra, y fantasma sin huesos
reposaré junto a la sombra de los mirtos,
y tú serás una anciana junto al hogar encogida.
Lamentando mi amor y tu desdén altivo
Vive, créeme, no aguardes a mañana:
Coge desde hoy las rosas de la vida
¡Que se rompa el espejo en que se mira
llenándose de orgullo tu hermosura!
Cuando me vuelvas a mirar con ira
ya no es tan bella, oh niña, tu figura.
¡Cuánto hace que por ti mi alma suspira!
¿Y mi anhelo, mi fe, mi pasión pura
no lograrán que a quien por ti delira
te muestres algún día menos dura?
¿Crees que durará tu primavera?
¡Pasará! Pasará cual languidece
en el jardín efímera la rosa.
¡No volverá la juventud ligera!
Coge ávida el placer que ella te ofrece
y sin amar no mueras, niña hermosa.
Cuando seas anciana, de noche, junto a la vela
hilando y devanando, sentada junto al fuego,
dirás maravillada, mientras cantas mis versos:
«Ronsard me celebraba, cuando yo era hermosa»,
Ya no tendrás sirvienta que tales nuevas oiga
y que medio dormida ya por la labor
se despierte al oír el sonido de mi nombre,
bendiciendo el tuyo con inmortal alabanza.
Yo estaré bajo tierra, y fantasma sin huesos
reposaré junto a la sombra de los mirtos,
y tú serás una anciana junto al hogar encogida.
Lamentando mi amor y tu desdén altivo
Vive, créeme, no aguardes a mañana:
Coge desde hoy las rosas de la vida
¡Que se rompa el espejo en que se mira
llenándose de orgullo tu hermosura!
Cuando me vuelvas a mirar con ira
ya no es tan bella, oh niña, tu figura.
¡Cuánto hace que por ti mi alma suspira!
¿Y mi anhelo, mi fe, mi pasión pura
no lograrán que a quien por ti delira
te muestres algún día menos dura?
¿Crees que durará tu primavera?
¡Pasará! Pasará cual languidece
en el jardín efímera la rosa.
¡No volverá la juventud ligera!
Coge ávida el placer que ella te ofrece
y sin amar no mueras, niña hermosa.
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Siglo XVI
SONETOS, Francesco Petrarca
Del Cancionero:
SONETO A LAURA
Paz no encuentro ni puedo hacer la guerra,
y ardo y soy hielo; y temo y todo aplazo;
y vuelo sobre el cielo y yazgo en tierra;
y nada aprieto y todo el mundo abrazo.
Quien me tiene en prisión, ni abre ni cierra,
ni me retiene ni me suelta el lazo;
y no me mata Amor ni me deshierra,
ni me quiere ni quita mi embarazo.
Veo sin ojos y sin lengua grito;
y pido ayuda y parecer anhelo;
a otros amo y por mí me siento odiado.
Llorando grito y el dolor transito;
muerte y vida me dan igual desvelo;
por vos estoy, Señora, en este estado.
BENDITO SEA EL AÑO
Bendito sea el año, el punto, el día,
la estación, el lugar, el mes, la hora
y el país, en el cual su encantadora
mirada encadenóse al alma mía.
Bendita la dulcísima porfía
de entregarme a ese amor que en mi alma mora,
y el arco y las saetas, de que ahora
las llagas siento abiertas todavía.
Benditas las palabras con que canto
el nombre de mi amada; y mi tormento,
mis ansias, mis suspiros y mi llanto.
Y benditos mis versos y mi arte
pues la ensalzan, y, en fin, mi pensamiento,
puesto que ella tan sólo lo comparte.
EN LA MUERTE DE LAURA
Sus ojos que canté amorosamente,
su cuerpo hermoso que adoré constante,
y que vivir me hiciera tan distante
de mí mismo, y huyendo de la gente,
Su cabellera de oro reluciente,
la risa de su angélico semblante
que hizo la tierra al cielo semejante,
¡poco polvo son ya que nada siente!
¡Y sin embargo vivo todavía!
A ciegas, sin la lumbre que amé tanto,
surca mi nave la extensión vacía...
Aquí termine mi amoroso canto:
seca la fuente está de mi alegría,
mi lira yace convertida en llanto.
SONETO
Bendecidos el año, el mes, el día
y la estación y el sitio y el instante
y el hermoso país en que delante
de su mirar mi voluntad rendía.
Y bendecida la tenaz porfía
de amor entre mi pecho palpitante,
y el arco y la saeta y la sangrante
herida que en mi corazón se abría.
Bendecida la voz que repitiendo
va por doquier el nombre de mi amada,
suspiros, ansias, lágrimas vertiendo.
Y bendecido todo cuanto escribe
la mente que al loarla consagrada
en Ella y sólo para Ella vive.
SONETO A LAURA
Paz no encuentro ni puedo hacer la guerra,
y ardo y soy hielo; y temo y todo aplazo;
y vuelo sobre el cielo y yazgo en tierra;
y nada aprieto y todo el mundo abrazo.
Quien me tiene en prisión, ni abre ni cierra,
ni me retiene ni me suelta el lazo;
y no me mata Amor ni me deshierra,
ni me quiere ni quita mi embarazo.
Veo sin ojos y sin lengua grito;
y pido ayuda y parecer anhelo;
a otros amo y por mí me siento odiado.
Llorando grito y el dolor transito;
muerte y vida me dan igual desvelo;
por vos estoy, Señora, en este estado.
BENDITO SEA EL AÑO
Bendito sea el año, el punto, el día,
la estación, el lugar, el mes, la hora
y el país, en el cual su encantadora
mirada encadenóse al alma mía.
Bendita la dulcísima porfía
de entregarme a ese amor que en mi alma mora,
y el arco y las saetas, de que ahora
las llagas siento abiertas todavía.
Benditas las palabras con que canto
el nombre de mi amada; y mi tormento,
mis ansias, mis suspiros y mi llanto.
Y benditos mis versos y mi arte
pues la ensalzan, y, en fin, mi pensamiento,
puesto que ella tan sólo lo comparte.
EN LA MUERTE DE LAURA
Sus ojos que canté amorosamente,
su cuerpo hermoso que adoré constante,
y que vivir me hiciera tan distante
de mí mismo, y huyendo de la gente,
Su cabellera de oro reluciente,
la risa de su angélico semblante
que hizo la tierra al cielo semejante,
¡poco polvo son ya que nada siente!
¡Y sin embargo vivo todavía!
A ciegas, sin la lumbre que amé tanto,
surca mi nave la extensión vacía...
Aquí termine mi amoroso canto:
seca la fuente está de mi alegría,
mi lira yace convertida en llanto.
SONETO
Bendecidos el año, el mes, el día
y la estación y el sitio y el instante
y el hermoso país en que delante
de su mirar mi voluntad rendía.
Y bendecida la tenaz porfía
de amor entre mi pecho palpitante,
y el arco y la saeta y la sangrante
herida que en mi corazón se abría.
Bendecida la voz que repitiendo
va por doquier el nombre de mi amada,
suspiros, ansias, lágrimas vertiendo.
Y bendecido todo cuanto escribe
la mente que al loarla consagrada
en Ella y sólo para Ella vive.
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Renacimiento,
Siglo XIV
ANTOLOGÍA, Omar Jayam
ELEGÍA
¡Oh Alá!
Rompiste
en mis manos
el ánfora,
que llena estaba de puro vino.
Me cerraste,
con furioso ademán,
las puertas del placer.
Derramaste
por el suelo
la bebida dorada,
que se me ha vuelto fango
en la boca contrahecha.
¿No estarás
un poco borracho,
Alá?
La tierra es un mosaico...
La tierra es un mosaico de dioses y creencias,
de clérigos, profetas, sacros libros y textos:
impiedad, fe, pecado, son sólo los pretextos
que los hombres invocan al luchar como fieras.
¿Temes lo que puede traerte
el mañana?
No te adhieras a nada,
no interrogues a los libros ni a tu prójimo.
Ten confianza; de otro modo,
el infortunio no dejará de justificar tus aprehensiones.
No te preocupes por el ayer:
ha pasado...
No te angusties por el mañana:
aún no llega...
Vive, pues, sin nostalgia ni esperanza:
tu única posesión es el instante.
¡Oh Alá!
Rompiste
en mis manos
el ánfora,
que llena estaba de puro vino.
Me cerraste,
con furioso ademán,
las puertas del placer.
Derramaste
por el suelo
la bebida dorada,
que se me ha vuelto fango
en la boca contrahecha.
¿No estarás
un poco borracho,
Alá?
La tierra es un mosaico...
La tierra es un mosaico de dioses y creencias,
de clérigos, profetas, sacros libros y textos:
impiedad, fe, pecado, son sólo los pretextos
que los hombres invocan al luchar como fieras.
¿Temes lo que puede traerte
el mañana?
No te adhieras a nada,
no interrogues a los libros ni a tu prójimo.
Ten confianza; de otro modo,
el infortunio no dejará de justificar tus aprehensiones.
No te preocupes por el ayer:
ha pasado...
No te angusties por el mañana:
aún no llega...
Vive, pues, sin nostalgia ni esperanza:
tu única posesión es el instante.
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Lírica persa,
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Siglo XI,
Siglo XII
EPIGRAMA, Al Mutanabi
No tienes honor: tu madre fue una prostituta.
Pero al perro no le molesta que su madre sea una perra.
Pero al perro no le molesta que su madre sea una perra.
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Literatura iraquí,
Siglo X
RUBAIYATAS, Omar Jayam o Khayyam
I
Cuando caigas bajo el peso del dolor, cuando ya no puedas ni llorar,
piensa en el verdor que reluce tras la lluvia.
Cuando desees una noche total que se abata sobre el mundo,
piensa en el despertar de una flor.
II
Una flor tiembla en la brisa. Y un ruiseñor
le canta un apasionado himno.
¡Bebamos vino! Y olvidemos
que la brisa deshojará la flor, y se llevará el canto del ruiseñor.
III
Hoy o mañana, ya no estarás en este mundo.
Entonces pide vino y disfrútalo.
No seas insensato, comparándote a un tesoro, e imaginando
que abrirán tu sepulcro para llevarse tus restos.
IV
Si el vino es el bálsamo para las heridas,
si el vino alivia las penas del corazón,
¡Traedme todo el vino del universo
pero no me prives del dolor!
V
A un viejo sabio le pedí información sobre la suerte
de los que partieron.
Me respondió:
"Ya no volverán. No sé más. ¡Bebe vino!".
VI
El amor que no conmueve no es verdadero amor.
¿Una antorcha no ilumina, expande el calor de un brasero
acaso, tanto como quema?
El verdadero amante se consume entre el dolor y el gozo.
VII
Bebo vino igual que las raíces beben
la frescura del torrente.Alá es Alá.
Y cuando me creó sabía que yo bebería vino.
Si no bebiera, Alá estaría equivocado.
VIII
Cierra tu Corán. Piensa libremente. Mira el cielo.
Al pobre que pasa, ofrece la mitad de lo que tengas.
Perdona a los culpables. No des tristezas a nadie
y busca un refugio donde ocultarte.
IX
En esa verde llanura, la sombra del árbol parece una isla.
¡Detente ahí donde estás! Entre la ruta que elijas
y esa sombra que camina, haya tal vez
un abismo infranqueable.
X
¿Iré hoy a la taberna? Iré a sentarme en un jardín?
¿Me inclinaré sobre un libro?. Un pájaro pasa. ¿Dónde va?
Ya lo he perdido de vista. ¡Embriaguez de un pájaro en el cielo!
¡Melancolía de un hombre en la sombra fresca de una mezquita!
XI
Resoplas tu impotencia entre el infinito ayer y el inmenso mañana,
hombre ignorante.Y quisieras ubicarte entre ese pasado
y ese porvenir. Mejor sería reposar bajo un árbol,
cerca de una generosa jarra de vino.
XII
¡Qué alma ligera la del vino! Alfareros,
para esa alma talla urnas de paredes bien lisas.
Cinceladores de copas, redondeadlas con amor
y esa alma voluptuosa nos acariciará.
XIII
¡Oh! Bienamada, ¡bebamos!
La aurora brilla en nuestras copas.
Un vaho de rosas se amuralla a tu costado
y tu cabello se derrama como la noche.
XIV
En tu copa de vino brillan mil rubíes.
Hay dos ramas de sándalo a tu lado:
construye con una un laud y abraza a la otra
para perfumarte. ¡Oh, la felicidad!
XV
Aprendí y olvidé mucho voluntariamente.
En mi memoria, cada cosa guarda su lugar.
He conocido la paz el día en que prescindí de todo, con desdén.
Al fin comprendí que es tan imposible afirmar como negar.
XVI
He renunciado a saber qué es el bien y qué es el mal.
El dolor y la felicidad se acercan.
Cuando soy feliz, no le doy más importancia
que cuando sufro.
XVII
¡Perfumes, vino, música juguetes
que el Tiempo destruye!
Meditación, soledad, labor y plegaria,
cenizas que el Tiempo aplasta.
XVIII
Cuando me muera, no habrá rosas, ni cipreses, ni labios rojos.
No habrá más albas ni crepúsculos, ni vino perfumado.
Nada en el universo existirá.
Toda la realidad depende de nuestro pensamiento.
XIX
Si yo hubiese elegido venir ¿habría llegado?
¿O permanecido? ¿Qué habría sido de mí?
No es acaso la mayor fortuna haber elegido
no venir, permanecer, ni estar?
XX
Piensa que este mundo está modelado a tu capricho,
perfectamente recortado de Oriente a Occidente.
Pero debes saber que eres como nieve sobre la arena,
amontonada durante unos, después se derrite y se va.
XXI
Procura que tu prójimo no tenga que sufrir de tu sabiduría.
Domínate siempre, no te abandones a la cólera.
Si quieres encaminarte a la paz definitiva,
sonríe al Destino que te hiere, y no hieras a nadie.
XXII
Más allá de la Tierra, más allá del Infinito,
intentaba ver el Cielo y el Infierno.
Y una voz solemne me dijo:
"El Cielo y el Infierno están en ti".
XXIII
Veloces como el agua del río o el viento del desierto,
nuestros días huyen.
Dos días, sin embargo, me dejan indiferente:
el que partió ayer y el que llegará mañana.
XXIV
No te preocupes por el ayer: ha pasado...
No te angusties por el mañana: aún no llega...
Vive, pues, sin nostalgia ni esperanza:
tu única posesión es el instante.
XXV
Igual que yo, este jarro fue un día un triste amante
prendido en el cabello de una mujer. Contempla su asa.
Ha sido el brazo que rodeó mil veces el blanquísimo
cuello de una mujer hermosa.
XXVI
¡Cómo , oh Dios, al amor nos incita este joven!
Le diste aroma de ámbar y un pelo cual jacinto.
¿Nos impides su goce? Es cual si nos dijeras:
"Vuelca la copa llena, mas no viertas el vino".
XXVII
No dudes en beber y en gozar del amor.
Tendrás tarde o temprano que dormir bajo tierra
sin mujeres ni amigos. No digas esto a nadie:
la amapola marchita no florece de nuevo.
XXVIII
Preferible es beber buen vino, y de mi amada gozar
de su hermosura, aunque por breve tiempo, a esperar
lo que acaso no será. Qué más vale una ruin posesión
que una gruesa esperanza.
XXIX
Un amor en el campo y una copa de vino es lo único que pido.
Cobrar quiero al contadolos placeres.
No creas lo que dicen del Cielo.
Di, ¿quién estuvo allí? ¿Quién del infierno ha vuelto?
XXX
Por qué tanta delicadeza, tanta ternura al comienzo de nuestro amor?
¿Por qué tantos cariños, tantas delicias después?
¿Y por qué hoy tu único placer es desgarrar mi corazón?...
¿Por qué?
XXXI
Todos los seres tratan de recorrer el camino del Conocimiento.
Unos lo buscan; otros afirman que lo han encontrado.
Sin embargo, aún no se ha levantado la voz que un día clamará:
"¡No hay camino!; no hay sendero!"
XXXII
Certeza y duda, error y verdad,
palabras vacías como burbujas.
Irisada u opaca, esta burbuja
es la imagen de la vida.
XXXIII
Me pregunto sobre lo que en verdad es mío.
Me pregunto sobre lo que quedará de mí después de muerto,
la vida transcurre como un incendio. Llamas que el romero olvida,
cenizas esparcidas por el viento: tal es la existencia humana.
XXXIV
Cuando muera, conmigo habrán muerto las rosas, los cipreses,
los labios bermejos y el vino perfumado. No habrá ya albas
ni crepúsculos, penas ni alegrías. El mundo habrá dejado de existir.
El mundo sólo es real en función del pensamiento.
XXXV
¿Temes lo que puede traerte el mañana? Ten confianza; de otro modo,
el infortunio no dejará de justificar tus aprehensiones.
No te adhieras a nada. No interrogues a los libros ni a tu prójimo.
Nuestro destino es incierto, indescifrable.
XXXVI
¡Cuán débil es el hombre y cuán implacable su destino!
Prestamos juramentos que no cumplimos y la propia deshonra
nos deja indiferentes. Yo mismo procedo a veces como si hubiera
perdido mis sentidos, pero tengo la excusa de estar ebrio de amor.
XXXVII
Escucha: si este mundo no es más que una ilusión,
¿Por qué piensas día y noche en tus miserias?
Abandona tu alma a la fantasía de las horas, escrito está tu destino.
Ningún borrón será capaz de corregirlo.
XXXVIII
Mucho aprendí y mucho olvidé por propia voluntad. En mi memoria,
cada cosa tenía su lugar, de modo que si algo estaba a la derecha
no podía transitar a la izquierda. Sólo conocí la tranquilidad el día que repudié todo con desprecio. Al cabo comprendí que no es posible afirmar ni negar nada.
XXXIX
En voz baja, la arcilla dijo
al alfarero que la amasaba:
"No olvides que fui como tú.
¡No me maltrates!"
XL
Los mayores sabios y filósofos caminaron
en las tinieblas de la ignorancia. Sin embargo,
fueron la antorcha de su época. Pero, ¿qué hicieron?
Pronunciar algunas frases y dormirse.
XLI
Un religioso dijo a una ramera:
"Estás ebria, atrapada a cada momento en una nueva trampa".
Ella respondió:
"Oh, Señor, yo soy lo que tú dices, y tú, ¿eres lo que aparentas?"
XLII
¡Un poco de pan, un poco de agua fresca,
la sombra de un árbol y tus ojos!
Ningún sultán es más feliz que yo.
Ningún mendigo es más triste.
XLIII
Cuando la brisa matinal entreabre las rosas y les dice
que ya las violetas desplegaron su espléndido ropaje,
sólo es digno de vivir quien contempla a una joven dormida,
coge su copa, la apura, y la arroja después.
XLIV
Pregúntome lo que en verdad poseo.
Pregúntome lo que restará de mí después de muerto.
Breve es la vida, como un incendio, llamas que el romero olvida,
cenizas que esparce el viento"
XLV
Ni tú ni yo conocemos los misterios de la Eternidad,
ni tú ni yo desciframos este enigma;
tú y yo hablamos solamente de este lado del velo,
y cuando el velo caiga, ni tú ni yo estaremos aquí.
XLVI
Admitamos que hayas resuelto el enigma de la creación.
¿Cuál es tu destino?
Admitamos que hayas podido despojar a la Verdad de todos sus ropajes.
¿Cuál es tu destino?
Admitamos que hayas vivido cien años feliz y que vivas cien años más.
¿Cuál es tu destino?
XLVII
Lo que el destino escribe, escrito está.
Ni toda tu piedad ni toda tu astucia conseguirían tachar
una sola línea; todas tus lágrimas no lograrían
borrar una sola palabra."
XLVIII
Considera con indulgencia a los hombres que se embriagan, tú
tienes otros defectos.
XLIX
Lámparas que se apagan, esperanzas que se encienden: la aurora.
Lámparas que se encienden, esperanzas que se apagan: la noche.
L
Si quieres conocer la paz, la serenidad, vuelve los ojos
a los desheredados de la tierra, a los que gimen en el infortunio.
LI
La tierra es un mosaico de dioses y creencias,
de clérigos, profetas, sacros libros y textos:
impiedad, fe, pecado, son sólo los pretextos
que los hombres invocan al luchar como fieras.
LII
Levántate, dame vino. ¿Es este acaso el momento
de las vanas palabras? Esta noche tu boca pequeña
sació todos mis deseos. Dame vino rosado, como tu mejilla.
Mis ratos de arrepentiniento son tan indefinibles como tu cabello.
LIII
Mi único deseo es tener siempre a mano una copa rebosante
y un amor que llene mi corazón. Una vez me dijeron:
«Alá te conceda el arrepentimirnto».
Pero ni Alá me lo ofrece ni yo se lo pido.
LIV
Unas gotas de vino rubí, un pedazo de pan,
un libro de versos... y tú, en un lugar solitario
valen más, ¡mucho más!
que el imperio de un sultán.
LV
Ay, de aquellos corazones en los que no existe la pasión,
que no sienten el hechizo del amor ni la alegría de la juventud!
El día de tu existencia que dejas transcurrir sin amar
es el día más inútil de tu vida.
LVI
Cualldo la violeta embellece su vestido y cuando
la brisa matinal sacude la rosa, el sabio es aquel que,
junto a una adolescente de ágil cuerpo, alza su copa,
la vacía, y luego la rompe contra un piedra.
LVII
Esta ánfora fue un amante atormentado,
encadenado, como yo, por la cabellera de una mujer.
¿Ves esta asa en su cuello?
Era su brazo que rodeaba el cuello de la bien amada.
LVIII
¡Oh, Dios, qué belleza -desvanecedora diste a esta adolescente
que evoca el amor! ¡La embelleciste con ambarina cabellera,
y querías privamos del placer que puede ofreccrnos!
Es como si ordenaras volcar una copa llena de vino, sin vaciarla.
LIX
Conténtate con pocos amigos. No trates de que perdure la simpatía por alguien.
Antes de tomar la mano de un hombre, pregúntate si ella no te golpeará un día.
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