domingo, 4 de octubre de 2020

Las indirectas del padre Cobos, por Juan Eugenio Hartzenbusch

 Las indirectas del padre Cobos


Célebres entre agudos y entre bobos

las indirectas son del padre Cobos;

mas como habrá sin duda quien aprecie

que le declare alguno lo que fueron

las tales indirectas en su especie,

trasladóle el informe que me dieron.


Parece, pues, que había

en cierta población de Andalucía

un convento ejemplar, con un prelado,

siervo de Dios perfecto y acabado,

que de ciencia y paciencia era un portento;

por lo cual, uno a uno,

dio en irle a visitar a su convento,

sin qué ni para qué, tanto importuno,

que siempre andaba el pobre atropellado

para cumplir las reglas de su estado.


Era portero de la casa un lego,

catalán o gallego,

Cobos apellidado,

Bartolomé de nombre, alto, robusto,

de resuelto genial y un poco adusto.


Llamóle el superior, y dijo: —Mire

si puede hacer, por indirecto modo,

que esa gente comprenda

que de tanta visita me incomodo.


—Yo haré que se retire

la tal familia presto

—respondió el motilón—.


—Sí, ponga enmienda,

pero indirectamente, por supuesto.


—Fíe, padre, en el tino de Bartolo;

para indirectas, ¡ oh !, me pinto solo.


Viene al siguiente día,

madrugando solícito, un molesto.

Llama. Tilín, tilín... —Ave María.


Bartolo, sin abrir la portería,

dice al madrugador: —Hermano, trate

de ir a otro manantial que no se agote:

desde hoy ningún pegote

pruebe de mi prior el chocolate.

Oyendo el hombre la indirecta rara,

se fue, brotando bermellón su cara.


Llega un necio en seguida,

y Cobos dice : —Excuse la venida:

mientras el cargo ejerza de portero,

no entra aqui ni gandul ni majadero.


Despedido el segundo visitante,

cata el número tres. —Coja el portante

—prorrumpe el fiero Cobos— usiría:

no está bien entre monjes un espía.


Con una añadidura semejante,

y en tono proferida nada blando,

Bartolo a cada cual fué despachando;

y desde entonces al prior bendito

no perturbó en su celda ni un mosquito.


Contento el padre, y a la par confuso,

al lego preguntó : —¿ De qué manera

con aquella familia se compuso

para que así de verme desistiera?


—Fue cosa muy sencilla,

mi querido prior —Cobos repuso—;

cada quisque llevó su indirectilla,

y huyó de mí la incómoda cuadrilla.


Cuénteme las discretas expresiones,

cuya virtud a la razón los trajo.

—Les dije la verdad: "Sois un atajo

de tunos, de chismosos y de hambrones."


—¿A eso llama indirectas, en efecto?

—Yo nunca en ellas fui más circunspecto.

—Pues, hermano, mentiras o verdades,

sus indirectas son atrocidades.


Dijo bien el prior; mas como hay entes

en grado escandaloso impertinentes,

échaseles también de buena gana

tal cual indirectilla cobosiana.