A ti me quejo, Apolo justiciero,
de que nunca en mis versos fui dichoso.
Si sátiras escribo me hago odioso,
y si elogios, me llaman lisonjero.
Soy, si escribo de burlas, chocarrero;
si por lo serio canto, soy un soso;
si al lauro teatral aspiro ansioso,
es mi censor cualquiera majadero.
Llevando yo al Parnaso esta querella,
respondió Apolo: «Al que profesa mi arte
persigue siempre esa infeliz estrella;
Pero el mejor remedio quiero darte:
Canta las gracias de tu Orminta bella;
tendrás a todo el mundo de tu parte.»