Salmo CIV. Parte del texto parece provenir de la literatura egipcia, en concreto del himno al Sol de Akenatón, o Amenofis IV, el faraón monoteísta y hereje. El texto es bastante literal, pero alude a Dios en tercera persona y aquí aparece en segunda.
1 ¡Alaba, alma mía, al Señor! Señor mi Dios, tú eres grandioso; te has revestido de gloria y majestad.
2 Te cubres de luz como con un manto; extiendes los cielos como un velo.
3 Afirmas sobre las aguas tus altos aposentos y haces de las nubes tus carros de guerra. ¡Tú cabalgas en las alas del viento!
4 Haces de los vientos tus mensajeros, [o ángeles] y de las llamas de fuego tus servidores.
5 Tú pusiste la tierra sobre sus cimientos, y de allí jamás se moverá;
6 la revestiste con el mar, y las aguas se detuvieron sobre los montes.
7 Pero a tu reprensión huyeron las aguas; ante el estruendo de tu voz se dieron a la fuga.
8 Ascendieron a los montes, descendieron a los valles, al lugar que tú les asignaste.
9 Pusiste una frontera que ellas no pueden cruzar; ¡jamás volverán a cubrir la tierra!
10 Tú haces que los manantiales viertan sus aguas en las cañadas, y que fluyan entre las montañas.
11 De ellas beben todas las bestias del campo; allí los asnos monteses calman su sed.
12 Las aves del cielo anidan junto a las aguas y cantan entre el follaje.
13 Desde tus altos aposentos riegas las montañas; la tierra se sacia con el fruto de tu trabajo.
14 Haces que crezca la hierba para el ganado, y las plantas que la gente cultiva para sacar de la tierra su alimento:
15 el vino que alegra el corazón, el aceite que hace brillar el rostro, y el pan que sustenta la vida.
16 Los árboles del Señor están bien regados, los cedros del Líbano que él plantó.
17 Allí las aves hacen sus nidos; en los cipreses tienen su hogar las cigüeñas.
18 En las altas montañas están las cabras monteses, y en los escarpados peñascos tienen su madriguera los tejones.
19 Tú hiciste la luna, que marca las estaciones, y el sol, que sabe cuándo ocultarse.
20 Tú traes la oscuridad, y cae la noche, y en sus sombras se arrastran los animales del bosque.
21 Los leones rugen, reclamando su presa, exigiendo que Dios les dé su alimento.
22 Pero al salir el sol se escabullen, y vuelven a echarse en sus guaridas.
23 Sale entonces la gente a cumplir sus tareas, a hacer su trabajo hasta el anochecer.
24 ¡Oh Señor, cuán numerosas son tus obras! ¡Todas ellas las hiciste con sabiduría! ¡Rebosa la tierra con todas tus criaturas!
25 Allí está el mar, ancho e infinito, [literalmente, abierto de anchas manos] que abunda en animales, grandes y pequeños, cuyo número es imposible conocer.
26 Allí navegan los barcos y se mece Leviatán, que tú creaste para jugar con él.
27 Todos ellos esperan de ti que a su tiempo les des su alimento.
28 Tú les das, y ellos recogen; abres la mano, y se colman de bienes.
29 Si escondes tu rostro, se aterran; si les quitas el aliento, mueren y vuelven al polvo.
30 Pero si envías tu Espíritu, son creados, y así renuevas la faz de la tierra.
31 Que la gloria del Señor perdure eternamente; que el Señor se regocije en sus obras.
32 Él mira la tierra y la hace temblar; toca los montes y los hace echar humo.
33 Cantaré al Señor toda mi vida; cantaré salmos a mi Dios mientras tenga aliento.
34 Quiera él agradarse de mi meditación; yo, por mi parte, me alegro en el Señor.
35 Que desaparezcan de la tierra los pecadores; ¡que no existan más los malvados! ¡Alaba, alma mía, al Señor! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! [a veces se interpreta la parte final de este versículo como el comienzo del salmo siguiente]