Francisco Brines
De El otoño de las rosas:
El confín perpetuo
¿En dónde despertar
del sueño que corrompe?
La vida es violenta; el espacio,
imposible. El tiempo abrió mis ojos,
y ahora cierra mi oído, borra el labio.
¿Quién abre y rompe el tiempo?
No hay destino.
Todo fue noche, y alumbraban astros
bellos e inútiles. Y envejecí
después de amar, ardiente y falso, cuerpos.
En un oscuro cuarto, con olor
de jazmines, la música venía
para curar el alma. Las palabras
hoy manchan el papel, sin son, con frío.
Sombrías son mis horas, y los años
que padecí la tierra,
pues sufrir es amar lo que nos daña.
Las pequeñas memorias de la infancia
se han perdido; por ella fue el vivir
eterna primavera y luz de sol.
Mas dudo si ha existido. Nada queda
de lo que aquí pasó: tristeza o goce.
¿Mas quién me hiela el pecho? Es el sueño
que corrompe la carne, desvanece
esta escasa bondad de ver el mundo
con amor injuriado, y aun perdón.
Ya no quedan respuestas. Poco importa
la posible verdad, pues que la vida
no importa ya. Y solo una pregunta
de quien ya no imagina, y nada sabe:
¿en qué lugar más negro despertar?