Confusión
¡Qué niebla, qué confusión!
¿En qué Babilonia estoy?
¿Si he de ser, si fui, si soy?
¿Si tengo seso o razón,
o manera?
¿Soy acaso o soy quimera?
¿Soy cosa fantaseada
o soy un ser que no es nada,
o fuera más que no fuera?
Yo pregunto
si soy vivo o si difunto,
porque cuando miro en ello
no soy aquesto, ni aquello,
ni estotro, ni todo junto.
Ni hay que ver
si tengo o no tengo ser,
pues no soy gloria ni pena
ni cosa mala ni buena,
de pesar ni de placer.
He pensado
que soy un concepto errado,
un desastre de ventura,
un siniestro de natura,
compuesto desvarïado
de elementos.
Rüina de pensamientos,
cisma de sentidos varios,
revolución de adversarios,
furia de contrarios vientos
y aún peor.
El mismo qu’es el dolor
de mí sale y yo soy él;
él está en mí y yo estó en él
por una regla de amor
señalada;
no es mi vida atormentada
de desdichas de fortuna,
ni tienen fuerza ninguna
si de mí no les es dada
de prestado.
Yo no siento
ni alcanza mi pensamiento
qué mal tengo, ni en qué grado,
que el andar desvarïado
confunde el entendimiento.
No es penar,
no es tormento ni es pesar,
ni morir ni enloquecer,
sino que, a mi parecer,
es más que todo a la par.
Esto he olvidado:
si el principio fue causado
(y al fin me acuerdo que sí)
de una gloria que perdí
por querer demasïado.
El cómo fue,
por la pena que pasé
y el dolor que he sostenido,
pienso que ya lo es sabido,
pero agora no lo sé.
Así estoy más que perdido,
sin saber cómo ni cuándo,
desesperado esperando
que no sea lo que ha sido.
Vengo a tanto,
que de ver cuál es y cuánto
este mi grave cuidado,
me quedo de mí espantado
cómo de mí no me espanto.
En fin, hallo
que es yerro desmenuzallo:
mejor es para mi fe
que se piense que lo sé
y que por algo lo callo.
Yo he hecho lo que he podido;
Fortuna, lo que ha querido.
Gregorio Silvestre (1520-1569)