jueves, 28 de diciembre de 2017

Til Ungdommen / A la juventud (1936), poema clásico del noruego Nordahl Grieg

A LA JUVENTUD

Nordahl Grieg


Rodeado de enemigos,
parados ante la puerta,
la batalla debe lucharse:
prepárate.

Tal vez preguntes con miedo, 
desamparado y expuesto:
¿con qué debería luchar,
cuál es mi arma?

He aquí tu escudo contra la ira
he aquí tu espada:
creer en nuestra vida
y en el valor del hombre.

El futuro de todos nosotros
esa es tu culpa; 
muere si debes hacerlo, pero
¡sé fuerte, sé paciente!

Terror y explosiones 
hay aquí también, en tu propia casa.
Detén el trabajo de la muerte,
detenlo con tu espíritu.

La guerra es desprecio por la vida,
la paz es para crear.
Utiliza tus poderes:
¡la muerte perderá!

El amor y los sueños 
solo traen progreso.
Ir hacia el futuro 
es pues la respuesta. 

Fábricas sin desarrollar,
estrellas desconocidas:
¡construye y explora
tu propio país ya! 

¡Digno es el hombre,
la tierra es rica!
La necesidad y el hambre
son una traición. 

¡Aplastadlas en nombre de la vida!
La injusticia caerá
porque la luz del sol, el pan y el espíritu
son propiedad de todos. 

¡Entonces las armas caerán
sin poder! La gente merece
que creemos la paz
aquí en la tierra. 

La responsabilidad
es la carga del hombre;
mayor que la de los animales
es esa dignidad. 

He aquí nuestro voto solemne
de hermano a hermano:
protegeremos nuestro mundo 
del puño de los tiranos.

¡Defenderemos lo bello,
lo benigno y lo inocente
como cualquier madre
cuidaría de su bebé!

Auden, Spain / España 1937

W.H. Auden (London 1907-Vienna, 1973)

I

Traducción de Silvia Camerotto

Ayer todo el pasado. El lenguaje de la medida
extendiéndose hacia China a lo largo de las rutas comerciales; la difusión
del ábaco y el dolmen;
ayer el sombrío cálculo en los climas soleados.

Ayer la evaluación del seguro con naipes,
la adivinación por agua; ayer la invención
de ruedas y relojes, la doma de
caballos. Ayer el bullicioso mundo de los navegantes.

Ayer la abolición de hadas y gigantes,
la fortaleza como un águila inmóvil oteando el valle,
la capilla construida en el bosque;
ayer el tallado de ángeles y alarmantes gárgolas.

El juicio de herejes entre las columnas de piedra;
ayer las disputas teológicas en las tabernas
y la cura milagrosa en la fuente;
ayer el Sabbath de las brujas; pero hoy la lucha.

Ayer la instalación de dínamos y turbinas,
la construcción de ferrocarriles en el desierto colonial;
ayer la lectura clásica
sobre el origen de la humanidad. Pero hoy la lucha.

Ayer la creencia en el valor absoluto de Grecia,
la caída del telón sobre la muerte de un héroe;
ayer la oración a la puesta del sol
y la adoración de los locos. Pero hoy la lucha.
Mientras el poeta susurra, aterrorizado entre los pinos,
o donde la catarata abundante canta compacta, o perpendicular
en el acantilado al lado de la torre inclinada:
‘Oh, mi visión. Oh, envíame la suerte del marinero’.

Y el investigador escruta a través de sus instrumentos
las inhumanas provincias, el bacilo viril
o el enorme Júpiter terminado:
‘Pero la vida de mis amigos. Indago. Indago.’

Y los pobres en sus refugios sin calor, dejando caer las hojas
del periódico de la tarde: ‘Nuestro día es nuestra pérdida. O atestigua
Historia —la operadora, la
organizadora, Tiempo —el refrescante río’.

Y las naciones combinan cada grito, invocando la vida
que da forma al estómago individual y ordena
el terror nocturno privado.
‘¿Acaso no encontraste la ciudad estado del aprovechado,
erigiste los vastos imperios militares del tiburón
y del tigre, estableciste el resuelto canto del petirrojo?
Intercede, oh desciende como una paloma o
un papá furioso o un ingeniero acomodaticio, pero desciende.’

Y la vida, si responde, responde desde el corazón
y los ojos y los pulmones, desde los negocios y las plazas de la ciudad:
‘Oh, no, no soy el que muda;
no hoy; no para ti. Para ti, soy el
hombre del sí, el compañero de bar, el que es burlado con facilidad;
soy lo que sea que tú hagas. Soy tu promesa de ser
bueno, tu historia graciosa.
Soy tu portavoz de negocios. Soy tu matrimonio

‘¿Cuál es tu propuesta? ¿Construir la ciudad justa? Lo haré.
Estoy de acuerdo. ¿O es el pacto de suicidio, la muerte
romántica? Muy bien, acepto, porque
soy tu elección, tu decisión. Sí, yo soy España’

Muchos lo han escuchado en penínsulas remotas,
en planicies adormecidas, en las aberrantes islas del pescador,
o el corrompido corazón de la ciudad,
han escuchado y emigrado como gaviotas o las semillas de una flor.

Se aferraron como pájaros a los largos expresos que se tambalean
a través de las tierras injustas, a través de la noche, a través del túnel alpino;
flotaron sobre los océanos;
caminaron los desfiladeros. Todos entregaron sus vidas.

En esa árida plaza, ese fragmento extirpado de la caliente
África, soldada tan crudamente a la Europa creativa;
en la meseta tallada por ríos,
nuestros pensamientos tienen cuerpos; las formas amenazantes de nuestra fiebre

son precisas y vivas. Porque los miedos que nos hicieron reaccionar
ante la publicidad de medicinas y el folleto de los cruceros invernales
se han convertido en batallones invasores;
y nuestros rostros, la cara institucional, la cadena comercial, la ruina
están proyectando su ambición como el pelotón de fusilamiento y la bomba.

Madrid es el corazón. Nuestros momentos de ternura florecen
como la ambulancia y el saco de arena;
nuestras horas de amistad en un ejército popular.

Mañana, quizás el futuro. La investigación sobre el agotamiento
y la cruzada de los empaquetadores; la exploración gradual de todos los
octavos de radiación;
mañana el agrandamiento de la conciencia por dieta y respiración.

Mañana el redescubrimiento del amor romántico,
la fotografía de cuervos; todo la diversión bajo
la sombra dominante de la libertad;
mañana la hora del maestro de ceremonia y el músico,
el hermoso bramido del coro debajo de la cúpula;
mañana el intercambio de consejos sobre la cría de terriers,
la entusiasta elección de presidentes
por la repentina arboleda de manos. Pero hoy la lucha.

Mañana para los jóvenes poetas explotando como bombas,
las caminatas por el lago, las semanas de perfecta comunión;
mañana las carreras de bicicleta
a través de los suburbios en las tardes de verano. Pero hoy la lucha.

Hoy el incremento deliberado de las posibilidades de muerte,
la aceptación consciente de la culpa en el asesinato necesario;
hoy el consumo de poderes
en el chato efímero panfleto y la aburrida asamblea.
Hoy los consuelos improvisados: el cigarrillo compartido,
los naipes en el granero con luz de vela, y el concierto estridente,
los chistes masculinos; hoy el
abrazo a tientas e insatisfactorio antes de herir.

Las estrellas están muertas. Los animales no aparecerán.
Nos quedamos solos con nuestro día, y el tiempo es corto, y
la historia puede decir ¡ay!
a los derrotados, pero no puede ayudar ni perdonar.



II

Spain 1937

W. H. Auden

Selection:(Lines 1-4, 45-56, 89-93)

Yesterday all the past. The language of size
Spreading to China along the trade-routes; the diffusion
Of the counting-frame and the cromlech;
Yesterday the shadow-reckoning in the sunny climates.

And the life, if it answers at all, replies from the heart
And the eyes and the lungs, from the shops and squares of the city:
“O no, I am not the Mover,
Not today, not to you. To you I’m the
“Yes-man, the bar-companion, the easily-duped:
I am whatever you do; I am your vow to be
Good, your humorous story;
I am your business voice; I am your marriage.

“What’s your proposal? To build the Just City? I will,
I agree. Or is it the suicide pact, the romantic
Death? Very well, I accept, for
I am your choice, your decision: yes, I am Spain.”
(p. 2264)

The stars are dead; the animals will not look:
We are left alone with our day, and the time is short and
History to the defeated
May say Alas but cannot help or pardon.
(p. 2265)

España 1937, W.H. Auden

Selección: (Líneas 1-4, 45-56, 89-93)

Ayer todo el pasado. El lenguaje de medidas
Propagado hasta China a lo largo de rutas comerciales; la difusión
Del ábaco y del crónlech;
Ayer el recuento de sombras en soleados climas.

Y la vida, si acaso responde, desde el corazón replica
y desde ojos y pulmones, desde las tiendas y plazas de la ciudad:
‘Oh, no, no soy yo el motor;
No hoy; no para vosotros. Para vosotros soy el que
Siempre asiente, el colega del bar, al que fácil se engaña;
Soy lo que sea que quieras. Soy vuestra promesa de ser
Buenos, vuestro chiste gracioso
Soy vuestra voz en momentos serios. Soy vuestro matrimonio.
¿Qué proponéis? ¿Construir la ciudad de los justos? Bien.
De acuerdo. ¿O un pacto suicida, la Muerte Romántica? Muy bien, acepto, pues
Soy tu elección, tu decisión. Sí, soy España.’

Han muerto las estrellas. Los animales se niegan a mirar
Nos han dejado con nuestro día a solas, y el tiempo es breve, y
La Historia a los vencidos

Podrá decir lo siento pero no puede ayudar ni perdonar.


III

Versión Patricia Ogan Rivadavia-Esteban Moore

España, 1937.

Ayer todo el pasado. El lenguaje del tamaño
extendiéndose hacia la China por las rutas de comercio,
la difusión del ábaco y de los dólmenes;
ayer el reconocimiento de las sombras en los climas soleados.

Ayer el avalúo de los contratos de seguro mediante fichas,
los augurios y profecías del agua; ayer la invención
    de las ruedas de carro y los relojes, la doma de los potros;
ayer el bullicioso mundo de los navegantes.

Ayer la abolición de las hadas y los gigantes;
la fortaleza como un águila inmóvil vigilando el valle,
         la capilla erigida en el bosque;
ayer el tallado de ángeles y de atemorizantes gárgolas.

El juicio, entre columnas de piedra, a los herejes;
    ayer la discusión teológica en las tabernas
            y la cura milagrosa en las fuentes;
ayer el Sabath de las brujas. Pero hoy la lucha.

Ayer la instalación de dínamos y turbinas;
la construcción de ferrocarriles en el desierto colonial;
          ayer la clásica conferencia
sobre los orígenes de la humanidad. Pero hoy la lucha.

Ayer la fe en el valor absoluto de la lengua griega;
la caída del telón sobre el cadáver del héroe;
        ayer la plegaria dedicada al atardecer,
y la adoración de los locos. Pero hoy la lucha.

Mientras tanto, el poeta susurra, asombrado entre los pinos
o,  allí donde canta libre la cascada, compacta o enhiesta
      sobre las  rocas junto a la torre inclinada:
'Ah, sí, mis visiones. Oh, sí, enviame la suerte del marinero'.

Y el investigador espía a través de sus instrumentos
 el territorio las provincias inhumanas, el bacilo viril
                 o al enorme Júpiter acabado:
'Pero y las vidas de mis amigos. Yo indago, indago'.


Y... los pobres en sus hogares sin fuego dejan caer las páginas
     del diario vespertino: " Nuestro día es nuestra pérdida.
 Oh, Historia mostranos al operario, al organizador, que el tiempo
         nos guiará hacia el río refrescante.

Y las naciones  combinan cada grito, invocando la vida
  que da forma al vientre individual y ordena
  en la noche los terrores privados:
'¿ No fuiste vos el que fundó la ciudad-estado de la esponja,

el que erigió  los vastos imperios militares del tiburón
y del tigre, y fijaste la atrevida residencia  del petirrojo?
   Intervení. Sí, descendé como una paloma o
un papá furioso o un manso ingeniero: pero descendé.'

Y  la vida, si acaso responde, contesta desde el corazón
y los ojos y los pulmones, desde los comercios y plazas de la ciudad.

'Ah... no, yo no soy tu energía,
al menos en el día de hoy, no para vos. Para vos soy
'el obsecuente, el compañero de copas, ese al que engañan con facilidad:
yo  soy cualquier cosa que hagas; soy tu promesa
    de bondad, tu anécdota humorística:
soy la voz de tus negocios; soy tu matrimonio.

'¿ Cuál es tu proposición ?  ¿Construir la ciudad de los justos ? Lo haré.
Estoy de acuerdo. ¿O es el pacto suicida, la muerte
       romántica? Muy bien, acepto, porque
yo soy tu elección, tu decisión: sí, yo soy España.'

Muchos lo han oído en penínsulas remotas,
en llanos adormecidos, en las aberrantes islas de pescadores,
        en el corrupto  corazón de la ciudad;
han oído y emigrado como las gaviotas o las semillas en flor.

Se aferraron como clavos a los largos trenes que se sacuden
a través de las tierras injustas, a través de la noche, a través del túnel 
                                                                                         / alpino
                                flotaron sobre los océanos;
caminaron sobre los pasos de montaña: vinieron a ofrendar sus vidas.

Sobre ese pedazo árido, ese fragmento arrancado del África
caliente, pegado tan crudamente a la Europa ingeniosa,
        sobre aquel altiplano rayado de ríos
las formas amenazantes de nuestra fiebre se hallan precisas y vivas.

Mañana, tal vez, el futuro: las investigaciones acerca de la fatiga
y los movimientos de los empacadores; la exploración gradual de todas las
                       octavas de la radiación;
mañana el engrandecimiento de la conciencia con dietas y ejercicios             
                                                                                /respiratorios.            

Mañana el redescubrimiento del amor romántico,
tomarle fotografías a los cuervos;  toda la diversión bajo
           la sombra dominante de la libertad;
mañana la hora del director y del músico.

Mañana, para los jóvenes, los poetas explotando como bombas,
las caminatas junto al lago, el invierno de la perfecta comunión,
              mañana las carreras de bicicletas
en los suburbios en la tarde de verano: pero hoy la lucha.

Hoy el inevitable aumento de la probabilidad de muerte;
 la aceptación consciente de la culpa en hechos criminales;
        hoy el derroche de los poderes
en el chato efímero panfleto y la reunión aburrida.

Hoy el consuelo provisorio; el cigarrillo compartido;
los naipes en el granero iluminado por una vela, el concierto malo,
        las bromas masculinas, hoy el
manoseado e insatisfecho abrazo antes de herir.

Las estrellas están muertas, los animales no desean mirar;
estamos solos con nuestro día, el tiempo es corto
        y la Historia a los derrotados
podrá decirles  ¡ Que pena!, pero no podrá ayudarlos, mucho menos perdonarlos.

La carga del hombre blanco, de Rudyard Kipling, y traducción

En la ratificación del Tratado de París de EE. UU.  con España en 1898 tras la guerra, España tenía que renunciar a su soberanía sobre las Islas Filipinas. A ese efecto, el Senador Tillman preguntó:

¿Por qué nos empeñamos en imponerles una civilización que no les conviene, y que solo significa, en su opinión, degradación y pérdida de respeto propio, que es peor que la pérdida de la vida misma?

Cuatro días después, el 11 de febrero de 1899, el Congreso de Estados Unidos ratificó el "Tratado de Paz entre los Estados Unidos de América y el Reino de España" (Tratado de París, 1898), que estableció la jurisdicción imperial americana sobre el archipiélago de las Islas Filipinas , en el Océano Pacífico, cerca del continente asiático. Y Rudyard Kipling, que había compuesto este poema días antes para ofrecérselo a Roosevelt como una justificación del imperialismo  anglosajón y de la colonización, lo publicó un día antes, el once de febrero y luego lo incluyó en su poemario The Five Nations (1903). Rubén Darío lo contestó su "A Roosevelt"

The White Man's Burden


Take up the White Man's burden —

Send forth the best ye breed —

Go bind your sons to exile

To serve your captives' need;

To wait in heavy harness,

On fluttered folk and wild —

Your new-caught, sullen peoples,

Half-devil and half-child.


Take up the White Man's burden —

In patience to abide,

To veil the threat of terror

And check the show of pride;

By open speech and simple,

An hundred times made plain

To seek another's profit,

And work another's gain.


Take up the White Man's burden —

The savage wars of peace —

Fill full the mouth of Famine

And bid the sickness cease;

And when your goal is nearest

The end for others sought,

Watch sloth and heathen Folly

Bring all your hopes to nought.


Take up the White Man's burden —

No tawdry rule of kings,

But toil of serf and sweeper —

The tale of common things.

The ports ye shall not enter,

The roads ye shall not tread,

Go mark them with your living,

And mark them with your dead.


Take up the White Man's burden —

And reap his old reward:

The blame of those ye better,

The hate of those ye guard —

The cry of hosts ye humour

(Ah, slowly!) toward the light: —

"Why brought he us from bondage,

Our loved Egyptian night?"


Take up the White Man's burden —

Ye dare not stoop to less — Nor call too loud on Freedom

To cloak your weariness;

By all ye cry or whisper,

By all ye leave or do,

The silent, sullen peoples

Shall weigh your gods and you.


Take up the White Man's burden —

Have done with childish days —

The lightly profferred laurel,

The easy, ungrudged praise.


Comes now, to search your manhood

Through all the thankless years

Cold, edged with dear-bought wisdom,

The judgment of your peers!


LA CARGA DEL HOMBRE BLANCO


Lleve la carga del hombre blanco:

envíe lo mejor de su raza,

condene a sus hijos al exilio

para servir la necesidad de los cautivos;

soporte bajo pesados arneses

a gente revuelta y salvaje,

a pueblos nuevos e iracundos

medio diablos y medio niños.


Lleve la carga del hombre blanco

con paciencia, para perdurar,

para velar la amenaza del horror;

y contemple las muestras de orgullo;

con discurso franco y simple,

cien veces más claro,

para buscar el beneficio de otro

y trabajar en la ganancia de otro.


Lleve la carga del hombre blanco,

las guerras salvajes de la paz

llene la boca del hambre

y haga que cese la enfermedad;

y, cuando su objetivo esté más cerca,

el propósito buscado para otros,

contemple la pereza y la locura paganas

y conduzca sus enteras esperanzas a la nada.


Lleve la carga del hombre blanco

sin impuras reglas de reyes,

sino con el trabajo de siervos y barrenderos,

historia de cosas comunes;

y los puertos donde no entre,

los caminos que no pisemos,

vaya a señalarlos con su vida

vaya a señalarlos con sus muertos.


Lleve la carga del hombre blanco

y coseche su antigua recompensa:

la culpa de a quienes sea mejor,

el odio de los que guarde

el grito de los anfitriones

"¡eh, despacio!" hacia la luz

-"¿Por qué nos sacó de la esclavitud,

de nuestra amada noche egipcia?"


Lleve la carga del hombre blanco:

no atreverse a ser menos,

no buscar la desmedida libertad

para ocultar el cansancio

por todo lo que llora o gime,

por todo lo que se deja o se hace;

los pueblos silenciosos y malhumorados

harán pesar sus dioses sobre usted.


Lleve la carga del hombre blanco

y hágalo en los días de su infancia

el laurel de ligero proferido

y fácil el elogio sin las trabas.


Y llegue ahora, para buscar su virilidad

tras todos estos años ingratos,

aterido, y bien cubierto de querida sabiduría,

¡al juicio de sus pares!


Este poema se ganó las críticas de Mark Twain, William James y Joseph Conrad entre otros. Rubén Darío lo respondió en cierta manera con este "A Roosevelt" de Cantos de vida y esperanza (1905)

A Roosevelt

¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman, 
que habría que llegar hasta ti, Cazador! 
Primitivo y moderno, sencillo y complicado, 
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod. 
Eres los Estados Unidos, 
eres el futuro invasor 
de la América ingenua que tiene sangre indígena, 
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español. 

Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza; 
eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy. 
Y domando caballos, o asesinando tigres, 
eres un Alejandro-Nabucodonosor. 
(Eres un profesor de energía, 
como dicen los locos de hoy.) 
Crees que la vida es incendio, 
que el progreso es erupción; 
en donde pones la bala 
el porvenir pones. 
No. 

Los Estados Unidos son potentes y grandes. 
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor 
que pasa por las vértebras enormes de los Andes. 
Si clamáis, se oye como el rugir del león. 
Ya Hugo a Grant le dijo: «Las estrellas son vuestras». 
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol 
y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos. 
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón; 
y alumbrando el camino de la fácil conquista, 
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York. 

Mas la América nuestra, que tenía poetas 
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl, 
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco, 
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió; 
que consultó los astros, que conoció la Atlántida, 
cuyo nombre nos llega resonando en Platón, 
que desde los remotos momentos de su vida 
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor, 
la América del gran Moctezuma, del Inca, 
la América fragante de Cristóbal Colón, 
la América católica, la América española, 
la América en que dijo el noble Guatemoc: 
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América 
que tiembla de huracanes y que vive de Amor, 
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive. 
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol. 
Tened cuidado. ¡Vive la América española! 
Hay mil cachorros sueltos del León Español. 
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo, 
el Riflero terrible y el fuerte Cazador, 
para poder tenernos en vuestras férreas garras. 


Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!

Robert Frost, No queda nada de oro

Robert Frost

Nothing Gold Can Stay (1923)

Nature's first green is gold
Her hardest hue to hold.
Her early leaf's a flower;
But only so an hour.
Then leaf subsides to leaf.
So Eden sank to grief,
So dawn goes down to day.
Nothing gold can stay.


NO QUEDA NADA DE ORO

El primer verdor natural es oro,
el tono más difícil de coger.
La hoja primeriza aflora
solo en un instante.
Después la hoja se vuelve hoja.
Así el Edén se hundió en la pena,
así la aurora se mudó en el día.
No puede quedarse el oro.

Trad. de Ángel Romera.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Arte de lo posible, de Robert Lowell

 "Arte de lo posible", de Robert Lowell (Estados Unidos, 1917-1977)

"Empeñarte en hacer cuanto no puede ser hecho,
es lo único que tú puedes hacer..."

En la casa adosada de mis padres
había un patio chico, de dos metros por tres,
recubierto por una claraboya
que surtía de luz a los cuartos de baño,
uno encima de otro, que había en cada piso.
El de la parte alta, de vidrio transparente
y de cristal traslúcido. Más púdico, el de abajo;
eran esas ventanas ventanas incitantes.
Allí, en aquella casa,
durante, más o menos, un invierno,
cuando tenía yo once o doce años,
casi a falta de uno para la catastrófica
llegada inexorable de mi adolescencia,
yo disfrutaba con el baño nocturno de mi madre...
No se trataba de lujuria en sí,
sino de un cierto modo de incipiente lujuria,
sólo la de mi vista y muy difusa.

Estábamos bebiendo, pinchando mejillones,
una mujer y un hombre
(ella tres años más joven que él),
que durante veinte años
habían sido sólo compañeros de mesa,
removiendo a conciencia el inventario
de nuestra relación... Agradecidos
porque nuestros estudiantiles eufemismos
ocultan el temblor de nuestras manos,
temerosas de alzar un tenedor en público.
"Papá Freud ha lavado tu cerebro
para que odies a tu madre."
Nos levantamos para despedirnos
y tus senos han rozado mi pecho;
bajo nuestros vestidos nuestros cuerpos
son cuerpo solamente.
Sobre el hielo delgado de nuestra edad pesada,
maligna en sus sorpresas, nuestro interior escuece
y lo atempera el frío porque ya conocemos
los sufrimientos de la seducción...
Mañana la unidad,
repugnante, de nuestro cuerpo profanado
a plena luz del día irá descomponiéndose.

Nada de compromisos, yo me marcho...
La oscuridad alza su mano inerte,
los insomnios encuentran cien justificaciones
para explicar la frase imperdonable.
Tras muchos avatares durante el matrimonio,
ardientes dormitorios por la sangre,
me produce alegría
convertir esta alcoba en polo norte...
Un solitario yermo me descubre
las zonas frías que la cama tiene
mientras se regodea con su expiración gélida.

Robert Lowell en Día a día (1977), (Editorial Losada, Madrid, 2010, trad. de Luis Javier Moreno).

Poemas de Robert Frost

"El impulso", de Robert Frost (Estados Unidos, 1874-1963)

Aquello era muy solo y muy salvaje para ella. Y como no eran más que los dos, y sin niños, y el trabajo de la casa era tan poco, ella estaba siempre desocupada, y se iba adonde él labraba el campo o derribaba un árbol.
   Y se sentaba en un tronco, y jugaba con las frescas astillas que saltaban, cantando bajito, sólo para ella.
   Una vez que ella quiso cortar una rama de un álamo negro, se fue tan lejos, que apenas oyó que él la llamaba. Y no contestó -¡silencio!- ni volvió ya. -Se estuvo quieta, y luego salió corriendo, y se escondió por los helechos-.
   Él no la encontró jamás, aunque buscó por todas partes y preguntó en casa de la madre de ella. Así, tan de pronto, tan rápida y brevemente como se cuenta, sus lazos se desataron; y él supo de otros finales que la tumba.

II


"Miedo a la casa", de Robert Frost (Estados Unidos, 1874-1963)
Siempre -ellos lo fueron aprendiendo-, siempre que volvían por la noche, de lejos, a la casa solitaria -lámparas sin encender y cenizas de hogar-, hacían rechinar la llave en la cerradura -ellos lo fueron aprendiendo-, para que cualquiera que pudiese estar allí tuviera aviso y tiempo de salir al campo. Y, prefiriendo la noche de fuera a la de dentro, ellos aprendieron a dejar de par en par la puerta, hasta que habían encendido la lámpara.

Robert Frost en La mujer en el monte, versión de Juan Ramón Jiménez, incluido en Música de otros. Traducciones y paráfrasis (Editorial Galaxia Gutenberg-Círculo de lectores, Barcelona, 2006).

Walt Whitman, Cuando escuché al astrónomo erudito

"Cuando escuché al astrónomo erudito...", de Walt Whitman (Estados Unidos, 1819-1892)

Cuando escuché al astrónomo erudito,
cuando las pruebas, los números fueron puestos en columnas ante mí,
cuando me enseñaron mapas y diagramas para sumarlos, dividirlos, medirlos,
cuando, sentado, escuché en el salón al astrónomo aclamado,
cuán extrañamente rápido me harté,
me levanté y me escabullí, alejándome solo,
en el aire nocturno, místico y húmedo y, de  vez en cuando,
contemplé las estrellas en silencio perfecto.

Walt Whitman, incluido en Explorando el mundo. Poesía de la ciencia (Gadir Editorial, Madrid, 2006, edic. de Miguel García-Posada).

Erica Jong, Envidia del pene

"Envidia del pene", de Erica Jong (Estados Unidos, 1942)

Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad
el cuerpo de una mujer,
que esperan que su anhelo
haga un niño,
que su oquedad misma
fertilice lo oscuro.

Las mujeres no se hacen ilusiones sobre esto,
ya que son a la vez
casas y túneles,
copas y las que escancian el vino,
ya que conocen el vacío como estado temporal
entre dos plenitudes,
y no ven en ello ningún romance.

Si yo fuera hombre,
condenado a esa infinita vaciedad,
y no teniendo alternativa,
encontraría, como los otros, sin duda,
una mujer
para bautizarla Vientre de Luna,
Madona, Diosa del Cabello de Oro
y hacerla tienda de mi deseo,
paracaídas de seda de mi lujuria,
icono ojiazul de mi sagrada comezón sexual,
madre de mi hambre.

Pero ya que soy mujer,
debo no sólo inspirar el poema
sino también escribirlo a máquina,
no sólo concebir al niño
sino también darlo a luz,
no sólo dar a luz al niño
sino también bañarlo,
no sólo bañar al niño
sino también alimentarlo,
no sólo alimentar al niño
sino también llevarlo
a todas partes, a todas partes...

mientras que los hombres escriben poemas
sobre los misterios de la maternidad.

Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad.

Erica Jong, incluido en Siete poetas norteamericanas contemporáneas (UNAM, México, 2008, selec. y trad. de Beth Miller).

Muerte a la oreja de Van Gogh de Allen Ginsberg

"Muerte a la oreja de Van Gogh", de Allen Ginsberg (Estados Unidos, 1926-1997)

El poeta es sacerdote
El dinero ha atravesado el alma de América
El Congreso ha roto a través del precipicio de la Eternidad
El presidente ha construido una máquina de guerra que vomitará y sacará a Rusia desde
          Kansas
El siglo Americano traicionado por un Senado enloquecido que ya no duerme con su mujer
Franco ha asesinado a Lorca, el hijo marica de Whitman
Así como Maiacovski se suicidó para evitar a Rusia
Hart Grane, el distinguido platonista, se suicidó para cavar en la América perdida
Así como millones de toneladas de trigo humano fueron quemadas en cavernas secretas de la
          Casa Blanca
Mientras la India se moría de hambre y gritaba y comía perros locos llenos de lluvia
Y montañas de huevos eran reducidos a polvo blanco en los pasillos del Congreso
Ningún hombre con temor a Dios caminará allí de nuevo debido al hedor de los huevos podridos
          de América
Y los indios de Chiapas continúan mascando tortillas sin vitaminas
Y los aborígenes australianos tal vez murmuran en el desierto sin huevos
Y yo raramente como un huevo en el desayuno a pesar que mi trabajo
Requiere infinitos huevos para renacer en la Eternidad
Y los huevos deben ser comidos o entregados a sus madres
Y el dolor de incontables pollos de América se expresa en los gritos de sus comediantes en la
          radio
Detroit ha construido un millón de autos de árboles de caucho y de fantasmas
Pero yo camino, camino y el Oriente camina conmigo y toda el África camina
Tarde o temprano Norte América caminará
Porque así como nosotros hemos alejado al Ángel Chino
El va a echarnos de la Puerta Dorada del Futuro
No hemos cultivado la piedad en Tanganika
Einstein vivo fue insultado por su política de paraíso
Bertrand Russcll echado de Nueva York por dejarse fornicar
Y el inmortal Chaplin fue alejado de nuestras costas con una rosa en los dientes
Una conspiración de la Iglesia Católica en los lavatorios del Congreso ha negado
          anticonceptivos a las masas sinfín de la India
Nadie publica una palabra que no sea un robot cobarde saltando de una mentalidad depravada
El día de la publicación de la literatura verdadera del cuerpo de América será el día de la
          Revolución
La revolución del cordero sexy
La única revolución sin sangre que regala maíz
El pobre Genet iluminará a los cosecheros de Ohio
La marihuana es un narcótico benevolente pero J. Edgar Hoover prefiere su whisky mortal
Y la heroína de Lao-Tse y del Sexto Patriarca es penada con la silla eléctrica
Pero los pobres drogados no tienen dónde apoyar la cabeza
Cerdos en nuestro gobierno han inventado una cura de pavo frio para los adictos tan obsoleta
          como el Sistema de Pronta Defensa de Radar
Yo soy el Sistema de Pronto Anuncio de Radar
No estoy interesado en prevenir que Asia sea Asia
Y los gobiernos de Rusia y de Asia subirán y caerán pero Asia y Rusia no caerán
El gobierno de América también caerá pero ¿cómo puede América caer?
Dudo que nadie caerá más salvo los gobiernos
Afortunadamente todos los gobiernos caerán
Los únicos que no caerán serán los buenos
Y los buenos no existen todavía
Pero tienen que empezar a existir existen en mis poemas
Existen en la muerte de los gobiernos de Rusia y de América
Existen en la muerte de Hart Grane y de Maiacovski
Ahora es el tiempo de la Profecía sin muerte y como consecuencia
El universo finalmente desaparecerá
Hollywood se pudrirá en los molinos de la Eternidad
Hollywood cuyas películas se pegan a la garganta de Dios
Sí, Hollywood tendrá su merecido
Tiempo
Alcantarilla o gas de nervios en la radio
La Historia hará este poema profético y su fea estupidez una Horrible Música Espiritual
Yo tengo el quejido de la paloma y la pluma del éxtasis
El hombre no puede aguantar más el hambre del caníbal abstracto
La guerra es abstracta
El mundo será destruido
Pero yo  moriré por poesía, que salvará al mundo
El monumento a Sacco y Vanzetti aún sin financiar para que Boston se ennoblezca
Nativos de Kenya atormentados por estúpidos estafadores de Inglaterra
Sud África en el puño del blanco imbécil
Vachel Lindsay ministro de Interior
Poe ministro de Imaginación
La secta de Pound, Economía
Y Kra perteneciendo a Kra y Putki a Putki
Fertilización cruzada de Blok y Artaud
Y no más propaganda para los monstruos
Y los poetas deberán quedarse fuera de la política o volverse monstruos
Yo me he vuelto un monstruo con la política
El poeta ruso sin duda un monstruo en su cuaderno secreto
El Tibet debe quedarse solo
Los poetas rusos pelearán con Rusia
Whitman nos previno contra la Fábula Endemoniada de las Naciones
¿Dónde estaba Teodoro Roosevelt cuando Walt mandó su ultimátum desde su castillo en
          Candem?
¿Qué estaba esquematizando Wall Street cuando Lindsay anunció el desastre del dinero?
¿Dónde estaba la Cámara de Diputados cuando Hart Grane leyó en voz alta sus libros
          proféticos?
¿Dónde estaban escuchando a mis chillidos en el cuarto de atrás de la compañía Bickford's en
          las salas de personal?
¿Cerraron sus oídos a los gritos de mi alma cuando yo batallaba con !as estadísticas de
          investigación mercantil en el Foro Romano?
No, ellos luchaban en fieras oficinas, en carpetas de fracaso del corazón, gritando y negociando
          con el Destino
Pecando con el Esqueleto con sables, mosquetas, indigestión, bombas de robo, puteríos,
          cohetes, pederastia, de vuelta contra la pared para construir sus mujeres y departamentos
          parques, suburbios, mariconadas,
Puertorriqueños amontonados para la masacre en la calle 114 por una heladera moderna de
          imitación china
Elefantes de perdón asesinados por una pajarera isabelina
Millones de fanáticos agitados en los depósitos con insectos por la chillona soprano de la
          industria
Canto de dinero de jaboneros, gorilas del dentífrico en la TV desodorantes en sillas hipnóticas
Petroleros en Texas, el Jet centellea entre las nubes
Escritores mentirosos de cielo ante la faz de la Divinidad carniceros de sombreros y zapatos,
          ¡Todos Propietarios, Propietarios, Propietarios, con la obsesión de la Propiedad y el Ser
          que se les desvanece!
Y sus largos editoriales en los portones de negros que gritan atacados por hormigas que salen
          reptando de las primeras páginas!
¡Maquinarias de un sueño eléctrico masivo! Una puta babilónica que crea guerras aullando
          sobre los Capitolios y las Academias.
¡Dinero! ¡Dinero! ¡Dinero! ¡Arrugado y enloquecido dinero celestial de la Ilusión! Dinero hecho de
          la nada, del hambre, del suicidio.
Dinero de fracaso, de muerte.
¡El dinero contra la Ilusión! ¡Y los fuertes molinos de la Eternidad que roen el vasto papel de la
          Ilusión!

Allen Ginsberg, incluido en Nueva poesía USA. de Ezra Pound a Bob Dylan (Ediciones de la flor, Buenos Aires, 1970, selec. y trad. de Marcelo Covián)

Poesía de la Alhambra

"Inscripción de la Sala de las dos hermanas de la Alhambra de Granada", de Abu Abd Alláh ibn Zamrák (España, Al-Andalus, 1333-ca 1392)

Jardín yo soy que la belleza adorna:
Sabrás mi ser si mi hermosura miras.
Por Muhammad, mi rey, a par me pongo
de lo más noble que será o ha sido.
Obra sublime, la Fortuna quiere
que a todo monumento sobrepase.
¡Cuánto recreo aquí para los ojos!
Sus anhelos el noble aquí renueva.
Las Pléyades le sirven de amuleto;
la brisa le defiende con su magia.
Sin par luce una cúpula brillante,
de hermosuras patentes y escondidas.
Rendido le da Géminis la mano;
viene con ella a conversar la luna.
Incrustarse los astros allí quieren,
sin más girar en la celeste rueda,
y en ambos patios aguardar sumisos,
y servirle a porfía como esclavas:
No es maravilla que los astros yerren
y el señalado límite traspasen,
para servir a mi señor dispuestos,
que quien sirve al glorioso gloria alcanza.
El pórtico es tan bello, que el palacio
con la celeste bóveda compite.
Con tan bello tisú lo aderezaste,
que olvido pones del telar del Yemen.
¡Cuántos arcos se elevan en su cima,
sobre columnas por la luz ornadas,
como esferas celestes que voltean
sobre el pilar luciente de la aurora!
Las columnas en todo son tan bellas,
que en lenguas corredora anda su fama:
lanza el mármol su clara luz, que invade
la negra esquina que tiznó la sombra;
irisan sus reflejos, y dirías
son, a pesar de su tamaño, perlas.
Jamás vimos alcázar más excelso,
de contornos más claros y espaciosos.
Jamás vimos jardín más floreciente,
de cosecha más dulce y más aroma.
Por permisión del juez de la hermosura
paga, doble, el impuesto en dos monedas,
pues si, al alba, del céfiro en las manos
deja dracmas de luz, que bastarían,
tira luego en lo espeso, entre los troncos,
doblas de oro de sol, que lo engalanan.
(Le enlaza el parentesco a la victoria:
Sólo al del Rey este linaje cede).

Abu Abd Alláh ibn Zamrák, incluido en Poesía de Al-Andalus (Asociación Andaluza de Profesores de Español Elio Antonio de Nebrija, Sevilla, 1999, varios trad.).

Hilar amor de Adam Mickiewicz

"Hilar amor...", de Adam Mickiewicz (Polonia, 1798-1855)

Hilar amor, como hila en sus entrañas el gusano de seda.
Hacer brotar amor del corazón, como el agua que mana de una fuente.
Modelar el amor como dorado azófar, tal como se amartilla
un grano de oro; y dejarlo en el fondo, cual manantial
bajo la tierra. Con el amor alzarse como el viento,
y esparcirlo en la tierra como se siembra el trigo,
y cuidar de los hombres como cuida una madre de sus hijos.
De ahí vendrá tu poder, como la fuerza de lo que nace;
será después tu poder como la fuerza de los elementos;
será después tu poder como la fuerza de lo que se propaga;
después como el poder de las personas, después como el poder de los ángeles,
y será, finalmente, como el poder del Creador de la creación.

Adam Mickiewicz en En Lausanne (1839), incluido en Antología de la poesía polaca desde sus orígenes hasta la Primera Guerra Mundial (Editorial Gredos, Madrid, 2006, ed. y trad. de Fernando Presa González).

La abuela de Gérard de Nerval

La abuela", de Gérard de Nerval (Francia, 1808-1855)

Hace ya tres años que mi abuela ha muerto
—¡que mujer más buena!— Cuando la enterraron,
parientes y amigos, todos la lloraron
con pena muy honda, con amargo duelo.

Solo yo vagaba por la casa, atónito
más que triste; y cuando pegado a la caja
me vieron, algunos me echaron en cara
que viera todo eso sin gritos ni lloros.

Las penas chillonas muy pronto se esfuman:
desde hace tres años, otras emociones,
bienes y desgracias —y revoluciones—,
en sus corazones su memoria ocultan.

Solo yo recuerdo —y a menudo lloro;
desde hace tres años, cada vez más fuerte
igual que una seña que al árbol le hiere,
su recuerdo crece más grande y más hondo.

Gérard de Nerval en Annales romantiques (1835), incluido en Antología de la poesía romántica francesa (Ediciones Cátedra, Madrid, 2000, ed. de Rosa de Diego, trad. de Pilar Andrade).

La sombra inasible del padre de Eneas en la Eneida de Virgilio

"Tu triste imagen", de Virgilio (Publio Virgilio Marón. Italia, Roma, 70-19 aec)

Y Eneas dijo: «Eres tú, padre, es tu triste imagen
la que, apareciéndoseme con frecuencia, me obligó
a dirigirme a estos umbrales. Mis naves flotan
sobre el mar Tirreno. Dame tu diestra, padre,
deja que la una a la mía; dámela, y no te apartes
de mi abrazo.» Hablando así, regaba al mismo tiempo
su rostro con abundante llanto. Tres veces intentó
rodearle el cuello con sus brazos; tres veces la imagen,
asida en vano, se escapó de sus manos, como si fuese
un viento leve o un sueño alado.

Virgilio en Aeneidos VI, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).

Los misterios de la naturaleza por Virgilio

Poema del día: "Los misterios de la naturaleza", de Virgilio (Publio Virgilio Marón. Italia, Roma, 70-19 aec)

Recíbanme las Musas, criaturas dulcísimas,
cuyos sagrados ritos celebro
y en cuyo gran amor me consumo.
Muéstrenme los caminos del cielo, las estrellas,
los diversos eclipses del sol y de la luna;
por qué tiembla la tierra; con qué fuerza los mares
profundos, sin barreras, se hinchan y se calman;
por qué el sol del invierno se apresura a bañarse
en el Océano; qué detiene a las noches de estío.
Mas si no puedo conocer estos secretos de Naturaleza,
y en torno al corazón se me hiela la sangre,
agrádenme los campos y las aguas que riegan
los valles; que, sin gloria, ame ríos y selvas.
¡Oh campos, y Esperqueo, y Taigeto festivo,
en cuya falda danzan las doncellas laconias!
¿Dónde estáis? ¡Oh fresquísimas hondonadas del Hemo!
¡Quién pudiera llegarse hasta allí y cobijarse
bajo la sombra protectora de vuestras ramas!

Virgilio en Georgicon II, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).

Tormenta descrita por Virgilio en La Eneida

"La tempestad", de Virgilio (Publio Virgilio Marón. Italia, Roma, 70-19 aec)

Dicho esto, golpea con la punta del cetro
la hueca montaña. Los vientos, en columna,
se precipitan por la puerta que se les ha abierto.
Soplando en torbellino por las tierras, llegan
al mar, se abaten sobre él, lo conmueven
desde sus más profundos cimientos: son el Euro
y el Noto y el Ábrego preñado de tempestades,
y todos juntos hacen que las olas se hinchen y crezcan,
rompiendo con violencia en las costas.
Los hombres gritan y sus voces se mezclan
con el crujido de los cables. Las nubes, de repente,
oscurecen el cielo y arrebatan la luz a los troyanos.
Una lóbrega noche se cierne sobre el mar.
Truenan los cielos. El éter brilla y centellea.
Todo anuncia una muerte inminente para los navegantes.
Se le hielan los miembros a Eneas; gime y, alzando
las dos manos arriba, a las estrellas, grita:
«¡Oh tres veces, y cuatro, afortunados los hombres
a quienes cupo en suerte morir al pie de Troya,
ante los altos muros de la ciudad de Príamo!
¡Oh tú, el más valeroso de los dánaos, Diomedes,
hijo de Tideo! ¡Ojalá hubiera yo sucumbido
en los campos de Ilion, privado de la vida
bajo tus golpes, allí donde entregó Héctor el alma,
derribado por la lanza del eácida, allí donde cayó
el gigantesco Sarpedón, donde el río Simunte
arrebató tantos escudos de héroes, tantos yelmos,
tantos cuerpos hermosos y esforzados!»
Mientras habla, la tempestad se recrudece.
Una violenta ráfaga de viento hiere el velamen
y levanta las olas hasta el cielo.
Se quiebran los remos, la proa gira
y ofrece su costado al agua. Todo un monte
marino se desploma sobre la nave. Algunos marineros
se ven colgados de la cumbre de esa montaña líquida,
y otros visitan el abismo entre las grietas de la ola,
el fondo donde las arenas son furiosamente azotadas.
Tres naves arrebata el Noto, arrojándolas
sobre ciertos escollos llamados Aras por los latinos,
a modo de monstruosas espaldas en la superficie del mar.
A otras tres arrebata el Euro, y las empuja
a los bajíos y a las sirtes, ¡lamentable espectáculo!,
y las hace encallar en los vados y las rodea
con un muro de arena. Sobre una, en la que viajaban
el fiel Orantes y los licios, descargó con gran furia
el mar, bajo los mismos ojos de Eneas; y el piloto
cayó en el agua, y, por tres veces, una ola enorme
juega con la nave, hasta que el remolino la devora.
Sobre el inmenso abismo nadan, raros, los náufragos.
Se distinguen entre la espuma tablas de navio,
y tesoros de Troya, y armas dispersas de los héroes.
Ya ha vencido la tempestad a la flota de Eneas:
ha terminado con la nave de Acates, el valiente,
y con la del fuerte Ilioneo, y con aquella otra
que transportaba a Abante, y con la del decrépito Aleles.
La armazón de los flancos se deshace,
y el agua hostil entra a raudales por las grietas
de los navíos. La tempestad arrecia.

Virgilio en Aeneidos I, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).