jueves, 17 de septiembre de 2015

Góngora se defiende de los casticistas y conceptistas


I  (atribuido)

¿Quién se podrá poner contigo en quintas,
después que de pintar, Quevedo, tratas?
Tú escribiendo ni atas ni desatas;
y así, haces lo mismo cuando pintas.

Poesía y pintura son distintas,
y ambas cosas en ti son poco gratas,
pidiendo tuertos ojos, cojas patas,
sátiras varias y diversas tintas.

Imita el mesmo Ovidio al mesmo Apeles;
tu pintura será cual tu poesía,
bajo los versos, tristes los colores.

Veremos en tus tablas y papeles
ser igual el poder y la osadía
de los malos poetas y pintores.

II

Anacreonte español, no hay quien os tope.
que no diga con mucha cortesía,
que ya que vuestros pies son de elegía,
que vuestras suavidades son de arrope

¿No imitaréis al terenciano Lope,
que al de Belerofonte cada día.
sobre zuecos de cómica poesía
se calza espuelas, y le da un galope?

Con cuidado especial vuestros antojos
dicen que quieren traducir al griego,
no habiéndolo mirado vuestros ojos.

Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
porque a luz saque ciertos versos flojos,
y entenderéis cualquier gregüesco luego.

III

Cierto poeta, en forma peregrina
cuanto devota, se metió a romero,
con quien pudiera bien todo barbero
lavar la más llagada disciplina.

Era su benditísima esclavina,
en cuanto suya, de un hermoso cuero,
su báculo timón del más zorrero
bajel, que desde el Faro de Cecina

a Brindis, sin hacer agua, navega.
Este sin landre claudicante Roque,
de una venera justamente vano,

que en oro engasta, santa insignia, aloque,
a San Trago camina, donde llega:
que tanto anda el cojo como el sano.

Discursos de Castelar

I

Debate sobre la libertad religiosa contra el canónigo Manterola:

«Grande es Dios en el Sinaí; el trueno le precede, el rayo le acompaña, la luz le envuelve, la tierra tiembla, los montes se desgajan; pero hay un Dios más grande, más grande todavía, que no es el majestuoso Dios del Sinaí sino el humilde Dios del Calvario, clavado en una cruz, herido, yerto, coronado de espinas, con la hiel en los labios y sin embargo diciendo : "¡Padre mío, perdónales, perdona a mis verdugos, perdona a mis perseguidores, porque no saben lo que hacen!". Grande es la religión del poder, pero es más grande la religión del amor; grande es la religión de la justicia implacable, pero es mas grande la religión del perdon misericordioso; y yo, en nombre de esta religión, yo en nombre del Evangelio, vengo aquí a pediros que escribáis al frente de vuestro código fundamental la libertad religiosa, es decir, libertad, fraternidad, igualdad para todos los hombres».

II

Resume 80 años de monarquía en España:

«Señores –dijo–, con Fernando VII murió la monarquía tradicional; con la fuga de Isabel II, la monarquía parlamentaria; con la renuncia de Amadeo de Saboya, la monarquía democrática. Nadie ha acabado con ella; ha muerto por sí misma. Nadie trae la República; la trae una conspiración de la sociedad, de la Naturaleza, de la Historia. Saludémosla como el sol que se levanta».

III

Primer discurso de Castelar en la reunión electoral del Partido Liberal, Teatro de Oriente

Emilio Castelar [1]

[22 de Septiembre de 1854]

Señores:

Voy a defender las ideas democráticas, si es que deseáis oírlas. Estas ideas no pertenecen ni a los partidos, ni a los hombres; pertenecen a la humanidad. Basadas en la razón, son, como la verdad, absolutas, y como las leyes de Dios, universales. Por eso la persecución no puede ahogarlas, ni la espada del tirano vencerlas; pues antes que el tiempo desplegara sus alas, fueron escritas en libros mas inmensos que el espacio, por la mano misma del Eterno. Así, los hombres que se pierden en el Océano de la vida, los poetas que adoran lo eternamente bello, los filósofos que leen la verdad absoluta en el puro cielo de la conciencia, no hacen más que arrojarlas en ondas de luz sobre la menta del pueblo.

Yo, señores, lleno de sentimientos, si desnudo de inteligencia, me propongo reseñar los dogmas del partido democrático, ya como principios eternos de su escuela, ya como principios de aplicación práctica en las actuales circunstancias. Convirtamos un instante nuestros ojos a lo pasado. ¡Qué espectáculo, señores, tan tremendo! ¡La imprenta, ese soldado de Dios que pelea como Ayax por la luz, encadenada al pié de los tiranos; la tribuna, providencia del pueblo, sujeta al carro del vencedor; las obras del ingenio humano proscritas porque dan generoso aliento al pecho de los oprimidos; la idea oculta en el fondo de la conciencia, estallando en el cerebro sin poder alzar su vuelo y perderse en lo infinito; la fe vendida por una cartera de ministro, y la razón y la libertad llorando en ignominioso calvario.

Todos hemos presenciado el martirio de la libertad. Bravo Murillo intentó matarla con el puñal del materialismo, sin parar mientes en que las ideas son invulnerables; Esteban Collantes la insultó con sus sarcasmos; Domenech fue su Judas, pues cuando la creyó vencida; no dudo un punto en venderla a los seides del absolutismo: Sartorius escribió su epitafio como antes Donoso había escrito el evangelio de la reacción, sosteniendo que la razón y el absurdo se aman con amor invencible, que fuera de las vías católicas nada hay tan despreciable como el hombre; que el Siglo XVI con su inquisición y sus frailes, es el ideal de la sociedad; que debíamos por nobleza amar la dictadura del sable: que la humanidad es la concentración de todos los deberes y la teocracia el mas perfecto de todos los gobiernos. ¡Insensatos! No sabían que negando la libertad negaban al hombre, cuya esencia no es sin la libertad; que negando la razón negaban a Dios, cuya existencia no se comprende sin la razón... Pero hacían bien. Negando al hombre, negaban: al eterno enemigo de sus conjuraciones; negando a: Dios, negaban al aterrador espectro de sus conciencias.

(Aquí el orador empezaba hablando de la libertad de cultos; pero nos hemos visto obligados a suprimir toda esta parte del discurso, por respeto a las leyes vigentes)

Enseñad a un hereje nuestras catedrales: mostradle sus arcos sosteniendo las bóvedas sembradas de lámparas como el cielo de estrellas; la cúpula que se lanza a lo infinito y se pierde en los arreboles del aire; el santuario irradiando divina luz; las vírgenes trazadas por el pincel de nuestros artistas, subiendo al empíreo en atas de los ángeles, cuyo pecho agita el soplo del amor divino; los doctores leyendo eternamente la verdad absoluta en sus libros de piedra; los héroes descansando en los sepulcros, sobre cuya losa se cierne la bienaventuranza: hacedle oír las notas del órgano que como rocío de vida anima estatuas y columnas; el cántico del sacerdote, que parece eco perdido de las armonías que forman las esferas: y bien pronto flaquearán sus rodillas, se estremecerá su conciencia, cayendo de hinojos ante la realidad de un Dios que se revela bajo los tres eternos atributos de la divinidad, que son la virtud, la ciencia y la hermosura. Condenarle a no ver tanta maravilla, es lo mismo que arrancar los ojos al ateo para que no mire al cielo.

Señores: Para hacer nuestra revolución verdaderamente popular, es necesario que consagremos de una manera absoluta los derechos del pueblo. Señores, no es mi propósito desencadenar las pasiones, ni mi objeto oponerme a la triunfal carrera del gobierno; pero si me lo permitís, hablaré con la prudencia que cumple a la libertad de mi sentir respecto a los gobiernos doctrinarios. Hace ya largos años que un hombre encerrado en el secreto santuario de su propia conciencia, se propuso regenerar el mundo científico, abriéndole horizontes infinitos. Este hombre se llamaba Descartes. El demostró que la humanidad era al mismo tiempo objeto y sujeto de la ciencia, y que debemos reconocer por único criterio científico la razón, cuyo destino es herir a la autoridad, como el rayo del cristianismo hirió los ídolos del Capitolio. Estas ideas descendieron bien pronto de la mente del filósofo a la conciencia del pueblo; porque la Providencia difunde con su divino soplo en los entendimientos los principios salvadores que han de regenerar a las naciones. Entonces, entre el principio basado en las leyes del tiempo y el principio basado en las leyes de la razón, se entabló una contienda que pone espanto en el ánimo; pero no olvidéis que se desencadenan en la historia tempestades necesarias, que agitan horriblemente la atmósfera, sin romper por eso la cadena que une a la tierra con los mundos. Entonces el pueblo pro¬nunció en su triunfo esta palabra, que no han podido borrar nunca los gobiernos: Per me Reges regnant. El antiguo principio de autoridad subió sin comprender su ruina del sólio del poder al sólio del cadalso; mas después, por razones que no es del momento referir, se firmó un pacto entre la autoridad vencida y el pueblo vencedor, pacto que ha sellado generosa y noble sangre. Pero este pacto ha sido mil veces rasgado, y no es parte a salvarlo la espada de la fuerza, pues lo aniquila hoy la espada de la justicia. Y si no, poned frente a frente dos principios antitéticos por naturaleza, y veréis como son contradictorios por consecuencia. El principio de autoridad solo luce el día de la reacción, como el principio de la libertad solo luce el día de las revoluciones. Cuando triunfa el primero, condena a su contrario al ostracismo, pone mordazas en sus labios, grillos en sus plantas, lo arrastra por el Iodo, fabrica para él sus cárceles y le asesina con la espada de la dictadura. Cuando triunfa el segundo, suele ser, como en la revolución de julio hemos visto, más generoso con su enemigo, porque es más fuerte. ¿Por qué, me diréis, el principio reaccionario es tan tenebroso, y el principio liberal tan sublime? Porque el primero es un principio muerto, que si respira, respira el mefítico aire de las tumbas: y el segundo es un principio lleno de vida, puesto en el trono de la humanidad por la inflexible lógica de Dios, que se manifiesta centellante en la historia.

Esto mismo explica cómo en algunas épocas instituciones sagradas, venerandas, caen en manos de ciertas personas que afrentan a los siglos y manchan a los pueblos. Los hombres no son mas que puras formas do las ideas. Cuando una idea generosa y levantada, como la idea liberal, agita la conciencia de la humanidad, y se presenta a recoger los trofeos de su victoria, tiene poder para sacar centellas de misteriosa luz de los abismos del tiempo y del seno de la conciencia, y Rousseau y Kant son sus profetas; Mirabeau, Verngiaud sus sacerdotes; Andrés Chernier y Byron sus cantores; madama de Stael y de Rollaud sus heroínas; y Hoche y Napoleón son sus soldados; pero cuando una idea condenada por Dios como la idea absolutista, se empeña en vivir entre los hombres, sus símbolos se llaman Carlos IV, Fernando VII, Fernando de Nápoles y Napoleón el chico.

Señores la revolución no puede ser popular si el sufragio no es amplio; mejor diré, si no es completo. Dicen que el pueblo no conoce sus derechos. ¡Ay! el jornalero que abandona su hogar, desoye el lloro de mujer y de sus hijos, únicos lazos que le atan a la tierra, se lanza a la calle ofreciendo desnudo pecho al plomo asolador del despotismo, lucha con denuedo y muere con gloria, el pueblo siempre esclavo, ¿se verá halagado el día tremendo de las contiendas sangrientas, y vilmente proscripto el día feliz de las contiendas legales?

¿Su voz no ha de resonar sino entre el estruendo de las fraticidas armas, y su majestuosa figura no ha de lucir sino al pálido resplandor de las hogueras? El pueblo da su vida por la libertad pero no puede dar por la libertad su voto; ¡qué sofisma!

Dicen que no es ilustrado; no lo creáis. Si no temiera cansaros, desenvolvería una teoría a mi entender lógica y razonable; pero renuncio a ello por el temor de seros inoportuno. El señor Castelar: No tengo derecho a distraer por tanto tiempo la atención del auditorio. Señores, la humanidad es como él hombre. Tres facultades intelectuales descubrimos en el hombre; la sensibilidad que le relaciona con el mundo exterior; la inteligencia, esfera donde se forman las nociones; y la razón, último extremo de nuestras facultades, hermoso templo de las ideas.

A estas tres facultades pertenecen tres periodos históricos. Cuando la sensibilidad predominó en los pueblos, el feudalismo los cautivó amedrentándolos con su tajante espada y deslumbrándolos con su colosal poder; pero cuando la inteligencia dominó a la sensibilidad, la tiranía perdió su fuerza, los magnates perdieron sus fueros, y el trono, institución veneranda, institución antiquísima, concentró en sí todos los derechos; hasta que la razón, soberana del mundo, levantó el pueblo al absoluto ejercicio de la soberanía que por derecho le corresponde. Señores: ¡el pueblo del siglo XIX no es ilustrado! Eso es mentira. Ese pueblo tiene por cetro el rayo, por mensajero el relámpago. Ese pueblo mandó un día en la Convención que la victoria le obedeciera, y le obedeció la victoria. Ese pueblo ha recibido la herencia de todos los siglos, y ha reconquistado con la fuerza de sus ideas la completa serie de todos sus derechos; ese pueblo, en fin, ha visto los fantasmas de lo pasado caer trémulos de espanto a sus pies pidiendo un ósculo de paz.

Necesita educación, ¡quién lo duda! He aquí, señores, el instante oportuno para hablar libremente de la libertad de enseñanza. Yo la admito como principio absoluto, yo la rechazo hoy como principio de aplicación. Señores, no dudareis que la Francia nos ha precedido en muchos periodos de civilización, aunque después haya abandonado vergonzosamente su gloriosa obra. ¿Sabéis, pues, quién defendía en Francia la libertad de enseñanza? La defendía Montalembert. ¿Sabéis quién atacaba en Francia la libertad de enseñanza? La atacaba Víctor Hugo. El mismo programa que estamos discutiendo ha comprendido esta verdad al pedir que la enseñanza sea gratuita, pues si es gratuita no puede ser libre, y si es libre no puede ser gratuita; porque ¿con qué derecho forzaríais al hombre que necesita del trabajo para vivir a que enseñase gratuitamente? Entonces el pobre pueblo, ese rey sin corona, caería en las tinieblas de la ignorancia, y de consiguiente en las cadenas de la esclavitud. Hoy las nuevas inteligencias que se despiertan a la triste lucha de la ida, deben ser educadas por el Estado y para el Estado. De otra suerte, la enseñanza vendría a parar a nuestros enemigos, y nuestros enemigos, de seguro, no le dirían al pueblo que son soldados de su inmortal cruzada el divino Homero, creador de los Dioses; Esquilo, que desafiaba a los tiranos en el campo y en la escena; Sófocles, que cantó las miserias de los reyes; el justo Sócrates; el angelical Platón; y el triste Lucrecio; no le recordarían, no, que la libertad cuenta entre sus cantores al Dante, entre sus apóstoles a Santo Tomás, y entre sus mártires a Dios.

Señores: Toda libertad no puede existir sin que tenga por límite otra libertad. Así es que la libertad de enseñanza podrá realizarse cuando la libertad de cultos sea completa, cuando la libertad de imprenta sea absoluta; y aquí, señores, llamo vuestra atención. La imprenta que, entre nosotros es una organización, un poder, debe perder esa forma, porque los poderes nos abruman. Sus ideas deben ser consideradas como ideas individuales; así, señores, la imprenta no tendrá fuerza para derribar a los gobiernos. Esto sucede en todos los pueblos libres. En Inglaterra la imprenta dice todo lo decible del gobierno sin que la sociedad se conmueva; en los Estados Unidos la imprenta sostiene todo lo sostenible contra el presidente, sin que el presidente caiga. Aquí, señores, mientras la imprenta tenga fuero propio, mientras preste un depósito, será, fuerza es decirlo, será una aristocracia; y tened entendido que siendo de esta forma, la aristocracia del capital representa por lo mismo a la mas temible y a la menos gloriosa de todas las aristocracias. Señores, yo, por ejemplo, puedo tener la cabeza llena de ideas levantadas, y el corazón rebosando en generosos sentimientos; pero como soy pobre, como no tengo dos mil duros para un depósito, me arrastraré en la impotencia y moriré en el olvido.

Señores: Solo el partido democrático puede llevar a su cima nuestra gloriosa revolución. Todos los principios que le han servido de bandera forman nuestros dogmas y nuestros principios. Yo le diría al partido progresista: ¿Qué quieres? ¿Soberanía del pueblo? Pues cédenos el puesto, porque nosotros queremos esa soberanía con todas sus lógicas consecuencias; porque nosotros damos al pueblo por corona el derecho, y por cetro la ley.

¿Economías'? Nadie sino el partido democrático puede salvaros de la bancarrota que os amenaza, porque el partido democrático, con su abnegación, realizará profundas economías sin lastimar, por eso el crédito del país, sin oponerse a todos los derechos, que son sagrados. ¿Libertad? Nosotros la alzaremos, en nuestros brazos, sin límites que la nieguen; sin barreras que la detengan, sin instituciones que la limiten. He aquí por qué la unión que proclamáis es viciosa: y esta es, la ocasión de hablar cuatro palabras sobre la encomiada unión liberal, que aquí se ha tratado de una manera lastimosa.

Las ideas no se unen, porque entre ideas opuestas no debe haber lógicamente armonía; los partidos no se unen, porque el partido que renuncia a sus ideas es apóstata. El antiguo partido liberal, por mas esfuerzos que haga, está ya muerto. Ha puesto en práctica toda la serie posible de sus ideas, y no ha podido después, señores, ni por breve espacio sostenerlas. Hoy dice que olvidemos el pasado. Un partido viejo, un partido decrépito, renuncia a la historia que debiera ser hoy su único título a la consideración de las gentes. Señores, tres Constituciones ha dado el partido liberal; la Constitución del 12, que enaltecía el principio de libertad; la Constitución del 45, que enaltecía el principio monárquico; y la Constitución del 37, término medio entre estos dos puntos extremos. Ahora bien: la Constitución del 12, que corrió azares de varia fortuna, fue rasgada por los hombres que la habían apoyado con sus ideas y defendido con su sangre: la Constitución del 37 ni fue respetada ni fue temida, y no la valió el instinto de prudencia que había presidido a su elaboración y nacimiento para libertarla, de los tremendos golpes, que ocasionaron su muerte; y la Constitución del 45, que la suprema inteligencia del partido moderado había compuesto, fue arrastrada sin piedad por sus prohombres, y conducida al abismo de su perdición por sus mismos autores. El partido liberal, está, pues, muerto; ya no hay ni puede haber en su corazón sentimientos; ya no hay ni puede haber en su cerebro nuevas ideas. Si avanza, es nuestro el triunfo; si retrocede, el triunfo es del absolutismo. ¡Qué elija! Señores: Todos dicen que nuestra patria camina a la retaguardia de la civilización. No lo creáis. España está destinada a ponerse a la cabeza del mundo. En su privilegiado suelo, bajo ese hermoso horizonte que sonríe como un ángel de paz, debe ensayar las grandes ideas que mas tarde han de realizarse en todos los pueblos de la tierra. ¿Quién puede poner en duda este privilegio, cuando Portugal nos tiende sus brazos, cuando estamos en el deber de realizar, no la unión de los partidos, sino la unión de los pueblos?

Hoy somos los soldados de la libertad, y, por consecuencia los soldados de Dios. Los individuos ensayan en sus conciencias ideas que aplican a los pueblos; los pueblos ensayan en su conciencia ideas que aplican a la humanidad. El sol, pues, el sol, sujeto en otro tiempo a iluminar eternamente nuestro suelo, bendice hoy con sus rayos de oro la bandera de nuestra victoriosa revolución, que hace estremecer de gozo a los oprimidos. Somos la nación salvadora. Si no, tended los ojos conmigo por Europa. Inglaterra ha comerciado con la libertad; Francia, levantando a los pueblos de su postración, los ha vendido en el amargo día que mas necesitaban de su espada; Alemania ¡parece imposible! Alemania, que ha pretendido la confederación universal de todos los pueblos; que ha elevado en alas de la libertad del pensamiento a todas las inteligencias a las últimas esferas de la filosofía; Alemania, patria de Schiller y de Hegel, es hoy esclava de Juliano el apóstata.

La democracia es antigua, muy antigua en nuestro suelo. Nuestros pueblos de la edad media entendían el derecho de petición mejor que lo entienden los liberales de nuestros días.

¿Sabéis donde está nuestro porvenir? Nuestro porvenir está en África. Allá deben ir nuestros ejércitos permanentes a ganar sus grados.

No olvidéis que fuimos un día pueblo civilizador. Nosotros llevamos la civilización a la América. Verdad es que América fue ingrata; pero los pueblos tienen que ser ingratos con los pueblos, para ser agradecidos con la humanidad. Un día recorrió España a la sombra del Trono, el espacio que separa Covadonga de Granada; se lanzó a lo infinito, y nuevos mundos le tributaron homenaje; pobló los mares con innumerables escuadras que merecieron tener por enemigo la cólera de Dios: que no otro pudiera vencer a la invencible. Levantó el Escorial, símbolo de nuestras instituciones, padrón de nuestras artes. ¿Pues por qué ahora con progresos mas grandes no hemos de alcanzar días mas felices?

Señores: voy a concluir, estoy muy fatigado y el auditorio lo estará también. Señores, algún día irán nuestros hijos a registrar en las páginas de la historia los colosales poderes que han vivido en apartados siglos, y les causará el espanto y la admiración que a nosotros nos causan las pirámides de Egipto; y en su espanto no sabrán que admirar mas, si la inmensa grandeza de esos poderes, o la afrentosa esclavitud de sus progenitores.

Señores: Pidamos que se realice la fraternidad entre todos los hombres, y la fraternidad entre todos los pueblos, porque todos nos encaminarnos a una patria que es el cielo. Pidamos que se realice en todas sus aplicaciones la verdad cristiana; que la Justicia sea el sol de nuestras esferas sociales; que las clases menesterosas reciban el pan de la inteligencia, no del Estado sino de la libertad de su trabajo. El trabajo, señores, que es a la propiedad lo que el cincel de Fidias es al mármol, debe recibir de la justicia la debida recompensa. En fin, señores, pidamos a Dios que Inglaterra sea verdaderamente aliada de la libertad; que Alemania, mente del mundo, nos revele nuevos misterios de la ciencia, nuevos secretos del arte; que Francia sacuda su letargo y vuelva a ser el tribuno de los pueblos; que Hungría y Polonia rasguen sus túnicas de esclavas, y que Italia, esa prodigiosa artista que regala con dulces armonías el sueño de sus señores, se levante herida de sus recuerdos y recoja del suelo la rota lanza de Bruto y Cincinnato; porque con ideas tan grandes, y con tan denodados guerreros, el triunfo de la libertad será, sí eterno.

He dicho.

EMILIO CASTELAR

1875.

[1] Nota de Castelar:

(He aquí mi primer discurso. En él se ve toda la inexperiencia de los veintiún años. Además, el día mismo que pronuncié este discurso llegué de un viaje. Un amigo me anunció la reunión del Teatro Real, que yo ignoraba. Encaminé allí mis pasos, y para hablar, solo pedí inspiración a mi amor por la libertad. Las primeras palabras fueron recibidas con un rumor sordo de desaprobación y de disgusto, pues el público estaba cansado, y era ya muy avanzada la hora. Mas a los pocos minutos comenzó ese entusiasmo que se desahogaba en aplausos, en aclamaciones, y que me interrumpía a cada instante, no dejándome con la conmoción profunda que llevaba a mi animo tan inesperada felicidad, ni tiempo siquiera para coordinar mis ideas, Solo así se explica que cometiera yo la inconsecuencia de atacar la libertad de enseñanza, que es parte integrante de la libertad, una en esencia. Ese error doctrinario prueba que yo solo escuchaba mi propio corazón, y de ninguna suerte había hecho el trabajo de sistematizar mis ideas. Hoy cuento entre las primeras libertades la libertad de enseñanza, y quiero él derecho íntegro y único, el derecho que es la encarnación de nuestra alma en la sociedad. Además, como yo no había pensado nada, no había reunido mis ideas; y saltaba de flor en flor, de pensamiento en pensamiento, arrebatado en alas de la tempestad de entusiasmo que me cercaba por todas partes. En muchas ocasiones iba a concluir, el público no lo consentía. Por consiguiente, este discurso se resiente de las circunstancias en que fue pronunciado y de la falta de unidad y de sistema en mi pensamiento.

Pero no puedo menos de recordar con gratitud lo que fue para mí aquel público, y lo que fue para mi toda la prensa. En un día me crearon un nombre que suele ser el resultado de muchos afanes, de muchos dolores, de larguísimos esfuerzos. Los innumerables periódicos que se publicaban en España a la sazón, reprodujeron mi discurso; llevaron mi palabra a las aldeas mas humildes, dijeron de mi mucho más de lo que merecía, y me crearon un nombre, empeñándome en trabajos superiores a mis fuerzas para corresponder a sus favores. La única manera con que podré expresar lo que pasaba mi alma, será reproduciendo integra la carta que dirigí a casi toda la prensa de Madrid en aquellas graves y solemnes circunstancias, carta que no desmentido ni en un tilde. Puedo asegurar hoy a mis compañeros de la prensa, que en las polémicas diarias, en el ardor de los combates, no he olvidado nunca las promesas de cariño, de amistad, guardadas en esta carta.

«Señores redactores de La Europa, El Miliciano, La Época, El Tribuno, El Esparterista, Las Cortes, La España, La Nación, El Voto Nacional, La Iberia, El Siglo XIX, La Unión Liberal, El Clamor, El Diario Español, Las Novedades, etc. etc.»

Muy señores míos: Las pruebas innumerables de aprecio que recibo de la prensa periódica, me fuerzan a mostrar mi gratitud, que no puedo de manera alguna encarecer. Llamar por un instante la atención de la prensa, es un premio que apenas acierto a creer; pero llamarla de manera para mí tan grata, es felicidad que jamás soñó en sus ilusiones mi deseo.

Yo espero que, desimpresionado el ánimo de los que me oyeron, ya por el tiempo, ya por la publicación de mi discurso, volveré a perderme en el olvido. De todos modos, estimo de mi deber manifestar, en pro de la santa causa de la libertad, que jamás se vio abnegación mas admirable, cuya grandeza sube de punto cuando se considera que recae en un joven oscuro y desvalido. Los hombres de altos merecimientos y las nuevas inteligencias, llenas de sublimes aspiraciones, que han servido a la revolución con sus ideas y con su sangre, no dudan un momento en ceder un puesto entre ellos al joven que no encuentra en su conciencia ni en su conducta mérito alguno que le haga acreedor a tan grandes distinciones. Señores redactores, yo creo que vuestros aplausos son un tributo de justicia pagado a la idea regeneradora que se adelanta majestuosamente a recoger los trofeos de la victoria. He consagrado a la libertad mi vida, y nunca retrocederé en este mi propósito. No serán bastante a hacerme ceder ni la envidia, porque me estimo en tan poco que nunca creo pueda yo inspirarla, ni la malicia que no entiendo, ni el odio, porque, cristiano de corazón y educado en la desgracia, he aprendido a amar a mis enemigos.

Creo que la juventud debe, para alentar a las naciones, traer en su razón una idea mas progresiva que las ideas adoradas por los hombres de la generación que al presente se agita, y que a su vez lucharon ardorosos con lo pasado; porque de otra suerte no puedo entender a que nos ha Dios despertado del sueño de la nada. Recibí de Dios, como todos, mi pobre inteligencia, y la recibí, aunque pobre, para la humanidad. Pienso conservarla sin mancha, para que no se aparte de su origen, y consagrarla a la democracia, para que no falle a su objeto. He ahí explicada con lealtad, con franqueza mi conducta. Señores redactores, conservaré siempre vuestros nombres en mi memoria. Debo agradecer vuestros elogios, por lo mismo que no creo merecerlos. A los periódicos de mis ideas les ofrezco mi inteligencia; a todos mi corazón. Es en verdad muy corto tal presente; pero es infinita mi voluntad e inmensa mi gratitud. Adiós, señores redactores; recibid el afecto de este vuestro S. S. Q. B. V. M.

E.C.)

lunes, 14 de septiembre de 2015

Lope de Vega, pasajes de Santa Casilda

Jornada I

1.

CASILDA

De Alimenón, mi padre,
rey de Toledo impíreo,
trono de majestades,
cabeza de sí mismo.
tesoro de los moros
inestimable y rico,
pues dicen que en el Tajo
oro de Arabia han visto;
y a mi madre, Daraja,
que ya dejó este siglo,
nací habrá quince años;
el cielo ansí lo quiso.
Llamáronme Casilda,
de quien un sabio dijo
entonces a mi padre
secretos infinitos.
Apenas fui nacida,
¡qué notable prodigio!,
cuando padezco enferma
este mal que habéis visto.
Tan gran tormento paso
y tanto me fastidio
con el dolor que siento,
que apenas le resisto.
No han podido remedios,
aunque han sido excesivos,
hacer que salud tenga.
¡Ved qué rigor impío!
Para alegrar mis penas
y el desconsuelo mío,
en la corte se han hecho
fiestas y regocijos.
Todo me ha dado pena,
y al paso que he crecido,
más se aumentan mis males
y muero si los miro.
Ya a la vega bajaba
y al Tajo cristalino,
que la sirve de espejo
para adornar sus rizos.
Miraba su hermosura,
los jardines floridos,
música de las aves,
hechas arpas los picos;
las flores, los claveles,
jazmines y jacintos,
alhelíes, mosquetas,
madreselvas, narcisos,
maravillas, retamas,
azahar, cárdenos lirios,
y todo me cansaba
cuanto era más florido.
Un año me sirvieron
dos reyes sarracinos,
y con desprecio a entrambos
pagué tantos servicios.
Vino a verme Abenámar,
hijo del rey Marsichio,
sobrino de mi padre,
que me pide por primo.
Y con tantos rigores
y desdén tan altivo
desprecio sus finezas,
que no sé cómo es vivo.
La causa de estas penas
ninguno la ha sabido,
sino yo que las paso
en mi silencio mismo.
Procede, amigas mías,
de que a Dios busco y sigo,
al Dios de los cristianos,
al Dios que llaman Cristo.
Reparaba mil veces,
con pecho casto y limpio,
lo que algunos esclavos
de este su Dios me han dicho.
Apenas lo entendía,
cuando todo el sentido
ocupaba en buscalle
con el discurso mío.
Y hoy que aquí me dejaste,
dulce sueño me vino,
en que una voz suave,
amorosa, me dijo:
-Dispierta, yo te llamo.
-¿Quién eres?-le replico.
-El que aguardas-responde-;
búscame en el bautismo.
Este es, pues, mi suceso;
amigas, éste ha sido
el tormento del alma;
a Cristo busco y sigo.
Mis fieles compañeras,
que me ayudéis os pido;
sepa yo de este Dios
los preceptos divinos.
Afuera, vanas leyes,
que está cerca el peligro,
y afuera, engaño mío,
que ya Casilda es
de la ley de Cristo.

Jornada segunda

2.

ÁNGEL PRIMERO

  Dios mandó que a Toledo luego dejes
y al pueblo loco que le ignora ciego
y que de sus alcázares te alejes
y a Castilla de aquí te partas luego.
Huye, Casilda, de bárbaros y herejes
que encienden contra Dios infernal fuego,
para que así su voluntad se haga
y la tuya también se satisfaga.
  En un lugar secreto que peñascos
murallas forman toscas de aspereza,
compuesto de quejigos y de tascos
que aumentan la fealdad a su fiereza;
entre broncas pizarras, rotos cascos
parece que se ven en su cabeza,
que apretados los tiene todo el año
con espinosa zarza en vez de paño.
  A quien por una parte se le llega
el mar salado en ondas presuroso
y los nerviosos pies le baña y riega,
por que descanse el bruto peñascoso;
tan espeso el camino, que se niega
aun en el día claro y luminoso,
y apenas se ve el sol ni el horizonte,
que así tapado está con aquel monte.


ÁNGEL PRIMERO

  Por los godos montañas de Castilla
la aspereza se llama, donde ha sido
por su labor, que al mundo maravilla,
Dios adorado y siempre engrandecido,
sin que, aunque pierdan de su rey la silla,
la fe jamás allí se haya perdido.
Y cuando se perdiera, de mil modos
la fe siempre se hallara entre los godos.
  A la falda de un risco tan crecido
que parece debajo de la luna
hablando está secretos al oído,
verás dos lagos, fin de tu fortuna,
donde tu bien está constituido.
Tiene dos aguas tales, que la una
nace turbia, otra clara, y la deshacen
del otro los cristales cuando nacen.
  Aquí te bañarás debidamente,
y de los males que te dan tal pena,
en tocando el cristal de su corriente,
sana, Casilda, te hallarás y buena.
Estos los lagos son de San Vicente,
que en ellos te bañes Dios ordena.
Ya tienes donde cumplas tus intentos,
ejecuta de Dios los mandamientos.

(A un mismo tiempo desaparezcan todos.)

CASILDA

Inconmutable esencia,
que es verdadera luz y no acabada,
pues sólo a la presencia
de los ángeles es comunicada,
sin que de humana vista,
si Vos obráis, jamás puede ser vista.
Si sólo con creerla
y dulcemente con amor sentirla
es modo de tener la luz, yo he de pedirla,
pedirla y desearla,
por que pueda de aquí también gozarla.
Vos, Esposo, me hicistes
y por que os alabase me criastes;
si este nombre me distes,
siempre he de hacer aquello que mandastes;
nunca mi lengua acabe
y esta virtud incomprensible alabe.
¡Oh, Sumo Ser, hermoso,
sacro, estable, inmortal, omnipotente,
de mi vida reposo,
celestial, inefable, refulgente,
que todo en ser Vos cabe,

vuestra gracia me dad por que os alabe.

Lope de Vega, pasajes de El bobo del colegio

 Primera jornada:

I

DON JUAN

No me consueles, Tristán,
que daré voces al cielo.

TRISTÁN

Pues ¿qué has de hacer sin consuelo
en tal desdicha, don Juan?

DON JUAN

    Matarme, perder la vida
en que mi pena consiste,
porque una cosa tan triste
mejor estará perdida.
    Hoy me han llevado a Valencia
el aliento en que respiro,
la misma luz con que miro,
del alma, la misma esencia,
    el movimiento con quien
se sustenta el corazón,
mi propia imaginación
y mis discursos también.
    Hoy, la junta y armonía
que para vivir iguales
los instrumentos vitales
con tal concierto tenía.
    Hoy no soy; y si algo soy,
es una sombra de mí,
un retrato del que fui.

TRISTÁN:

¿Hoy dices?

DON JUAN:

¿Luego no es hoy?

TRISTÁN:

    Ha un mes que falta de aquí
Fulgencia, y hoy te parece.

DON JUAN:

Si lo mismo se padece,
hoy es ayer para mí;
    hoy es, aunque pase un mes,
si en la misma pena estoy,
que lo que atormenta hoy,
tan hoy como entonces es.
    Allá me estaba en mi aldea
que mi mal no presumía,
aunque el alma me decía
que no hay bien que firme sea.
    Vine a Salamanca a ver
lo que no veré jamás,
muerto soy.


****

II

MARÍN

    Lo que enflaquece es deber,
es fïar y es confïar;
mujer que quiere mandar,
que basta decir mujer.
     El servir a ingrato dueño,
el pleitear con razón,
el forzar la inclinación,
el poco sustento y sueño.
    El andar en opiniones
la honra, que hartos padecen,
los estudios enflaquecen
y las largas pretensiones.
     Enflaquece el intentar
y el sufrir verse sujeto,
y a un necio que por discreto
le quieren canonizar.
    También enflaquece oír
malos versos, cantar mal;
y, al que era ayer vuestro igual,
hoy mandar y hoy presumir.
    Enflaquece una visita
si no os da mucho contento;
un noble lleno de viento
que a nadie el sombrero quita.
    Un lindo, todo alfeñique,
hecho mujer con bigotes,
y unos ciertos marquesotes
que os hablan por alambique.
    El ver a un tonto reír,
y el querer a una mujer
que, habiendo pedido ayer,
también hoy vuelve a pedir.

***

Tercera jornada

III


MARÍN

Quiero, para entretenerlos,
esforzar lo que comienzan.
Dime, estudioso Riselo,
ya que del cielo tratamos:
¿cuál es la causa que vemos,
cuántas naciones se saben,
tantos ingenios diversos?
¿Es el cielo el que lo causa?

RISELO

Las influencias del cielo
vencen los hombres; ni hay patria
donde algún sabio no hallemos.
Mira en la Scitia a Anacarsis;
Plinio refiere unos versos
en sus epístolas, tales
que: "Como el escultor diestro
hace de cera una imagen,
formándola con los dedos,
así las artes, con docta
mano, forman los ingenios".
La razón dentro del hombre,
como lo dijo Galeno
(De usu partium, libro primo)
comprehende los sujetos
de las artes; lo que dijo
Julio Fírmico no creo,
porque fue por alabar
sus astrólogos efetos,
dándoles a los planetas
las causas de los sucesos.
Pero, si quisieres ver
de mil naciones y pueblos
la calidad y, en España,
la condición que tenemos
del uso de astrología,

leerás a Levinio Lemnio.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Lope de Vega, Sátiras anticulteranas


I

— Boscán, tarde llegamos. ¿Hay posada?
— Llamad desde la posta, Garcilaso.
— ¿Quién es? —Dos caballeros del Parnaso.
— No hay donde nocturnar palestra armada.

— No entiendo lo que dice la criada.
Madona, ¿qué decís? — Que afecten paso,
que obstenta limbos el mentido ocaso,
y el Sol dipinge la porción rosada.

— ¿Estás en ti, mujer? — Negose al tino
el ambulante huésped. — ¿Que en tan poco
tiempo, tal lengua entre cristianos haya?

Boscán, perdido habemos el camino,
preguntad por Castilla, que estoy loco
o no habemos salido de Vizcaya.

II

Pululando de culto, Claudio amigo,
minotaurista soy desde mañana;
derelinquo la frasi castellana,
vayan las Solitúdines conmigo.

Por precursora, desde hoy más me obligo
al aurora llamar Bautista o Juana,
chamelote la mar, la ronca rana
mosca del agua, y sarna de oro al trigo.

Mal afecto de mí, con tedio y murrio,
cáligas diré ya, que no griguiescos
como en el tiempo del pastor Bandurrio.

Estos versos, ¿son turcos o tudescos?
Tú, Letor Garibay, si eres bamburrio,
apláudelos, que son cultidiablescos.

III

Inés, tus bellos ya me matan, ojos, 
y al alma, roban pensamientos, mía, 
desde aquel triste, que te vieron, día, 
no tan crueles, por tu causa, enojos.

Tus cabellos, prisiones de amor, rojos,
con tal, me hacen vivir, melancolía,
que tu fiera, en mis lágrimas, porfía,
dará de mis, la cuenta a Dios, despojos.

Creyendo que de mí no, Amor, se acuerda,
temerario, levántase, deseo,
de ver a quien me, por desdenes, pierde.

Que es venturoso, si me admite, empleo,
esperanza de amor, me dice, verde,
viendo que te, desde tan lejos, veo

IV

Cediendo a mi descrédito anhelante
la mesticia que tengo me defrauda,
y aunque el favor lacónico me aplauda
preces indico al celestial turbante.

Obstento al móvil un mentido Atlante,
hurtome al Lete en la corriente rauda,
y al candor de mi Sol, eclipse en cauda,
ajando voy mi vida naufragante.

Afecto aplausos de mi intonso agravio
en mi valor brillante, aunque tremendo,
libando intercalar gémino labio.

¿Entiendes, Fabio, lo que voy diciendo?
— Y cómo si lo entiendo. — Mientes, Fabio;
que yo soy quien lo digo, y no lo entiendo.

V

Conjura un culto, y hablan los dos de medio soneto abajo

— Conjúrote, demonio culterano,
que salgas deste mozo miserable,
que apenas sabe hablar (¡caso notable!)
y ya presume de Anfión tebano.

Por la lira de Apolo soberano 5
te conjuro, cultero inexorable,
que les des libertad, para que hable
en su nativo idioma castellano.

— ¿Por qué me torques bárbara tan mente?
¿Qué cultiborra o brindalín tabaco 10
caractiquizan toda intonsa frente?

— Habla cristiano, perro. — Soy polaco.
— Tenelde, que se va. — No me ates, tente.
Suéltame. — ¡Aquí de Apolo! — ¡Aquí de Baco!


VI


Responde a un poeta que le afeaba escribir con claridad,
siendo como es la más excelente parte del que escribe

Livio, yo siempre fui vuestro devoto,
nunca a la fe de la amistad perjuro;
vos, en amor, como en los versos, duro,
tenéis el lazo a consonantes roto.

Si vos imperceptible, si remoto, 5
yo blando, fácil, elegante y puro;
tan claro escribo como vos escuro;
la Vega es llana y intrincado el soto.

También soy yo del ornamento amigo;
sólo en los tropos imposibles paro, 10
y deste error mis números desligo;

en la sentencia sólida reparo,
porque dejen la pluma y el castigo
escuro el borrador y el verso claro.

VII

Cortando la pluma hablan los dos

— Pluma, las musas, de mi genio autoras,
versos me piden hoy. ¡Alto, a escribillos!
— Yo sólo escribiré, señor Burguillos,
«estas que me dictó rimas sonoras».

— ¿A Góngora me acota a tales horas? 5
Arrojaré tijeras y cuchillos,
pues en queriendo hacer versos sencillos
arrímense dos musas cantimploras.

— Dejemos la campaña, el monte, el valle
y alabemos señores. — No le entiendo. 10
— ¿Morir quiere de hambre? — Escriba y calle.

— A mi ganso me vuelvo en prosiguiendo,
que es desdicha, después de no premialle,
nacer volando y acabar mintiendo.

VIII

Discúlpase [Tomé de Burguillos, heterónimo de Lope] con Lope de Vega de su estilo

Lope, yo quiero hablar con vos de veras
y escribiros en verso numeroso,
que me dicen que estáis de mí quejoso
porque doy en seguir Musas rateras.

Agora invocaré las verdaderas                5
aunque os sea —que sois escrupuloso—
con tanta Metafísica enfadoso,
y tantas categóricas quimeras.

Comienzo, pues: «¡O tú, que en la risueña
Aurora imprimes la celeste llama,          10
que la soberbia de Faetón despeña!»

Mas, perdonadme, Lope, que me llama
desgreñada una musa de estameña,

celosa del tabí de vuestra fama.

Quevedo, Sátiras antigongorinas y anticulteranas

Francisco de Quevedo

I

YA QUE COPLAS COMPONÉIS.

(Respuesta del veinteañero Quevedo -aún estudiante de Teología- al ya aplaudido y cuarentón Góngora, bastantes años antes de la revolución culterana)

Ya que coplas componéis,
ved que dicen los poetas
que, siendo para secretas,
muy públicas las hacéis.
Cólica dicen tenéis,
pues por la boca purgáis;
satírico diz que estáis;
a todos nos dais matraca:
descubierto habéis la caca
con las cacas que cantáis.

De vos dicen por ahí
Apolo y todo su bando
que sois poeta nefando
pues cantáis culos así.
Por lo cual me han dicho a mí
que desde hoy en adelante
diga que obras vuestras cante,
por el mandado de Apolo,
con el son de un rabel sólo,
un rabadán ignorante.

No hay música donde estén
vuestros inmundos trabajos:
que si suenan bien los bajos,
los tiples no suenan bien.
Y cuando tonos les den
de los que el vulgo levanta,
¿cuál hombre o mujer que canta,
si tiene cabeza cuerda,
a pies de coplas de mierda,
hará pasos de garganta? 

Con Esgueva es vuestro enojo;
nombre de sucio le dan,
siendo, de puro galán,
todos sus males de ojo.
Con mucha razón me arrojo:
que sólo los bien nacidos
celebramos atrevidos;
que en otra conversación,
por ser sucios, como son,
no pueden ser admitidos.

Vuestros conceptos alabo
pues, de pura buena pesca,
los hacéis a la gatesca,
pues los hacéis por el rabo.
Tenéis un ingenio bravo,
hacéis cosas peregrinas,
vuestras coplas son divinas;
sino que dice un dotor
que vuestras letras, señor,
se han convertido en letrinas.

Que alabe será muy justo
vuestras coplas mi voz sola,
pues por ser todas de cola,
se pegan a cualquier gusto.
Desde el scita al negro adusto,
y desde el Tajo dorado
al Nilo tan celebrado,
no hay ingenio tan machucho
ni crecido; mas ¿qué mucho,
si crece de estercolado?

Son tan sucias de mirar
las coplas que dais por ricas,
que las dan en las boticas
para hacer vomitar.
Un nombre os ando a buscar
que os venga derechamente,
y hallo que os llama un valiente,
que de Córdoba os conoce,
poeta de entre once y doce,
que es cuando vacia la gente.

¿Adónde hallaréis excusa
para lo que vemos todos,
pues fue en verano y sin lodos
tan rabiosa vuestra musa?
Si acaso Circe o Medusa,
o juntas ambas a dos,
os han mudado, por Dios,
que olvidéis tal prelacía
antes que la pulicía
venga a conocer de vos.

Yo, por mí, no pongo duda
en que las coplas pasadas,
según están de cagadas,
las hicisteis con ayuda.
Más valdrá que tengáis muda
la lengua en las suciedades;
dejad las ventosidades:
mirad que sois en tal caso
albañal por do el Parnaso
purga sus bascosidades.

II

AL MESMO

Alguacil del Parnaso, Gongorilla,
pues vives de las décimas que haces
y en los conventos pasces,
gorra de otra capilla en la capilla;
si Guadarrama no, ya Calcaborra,
o tus desvergonzadas canas borra
o envejece los dijes de tu seso;
la contrición suceda a lo travieso:
no te halle la muerte en esos labios,
u en esos cortezones,
en vez de misereres, coridones.
Tu décima he leído
contra el cojo poeta esclarecido.
Yo, que su ingenio admiro, no su paso,
no hago de ti caso;
que si de ti le hiciera,
cecina del Parnaso,
musa momia, famélica figura,
darte seiscientos garrotazos fuera,
para lo que tu chola merecía,
poca palestra a la región vacía.

No sea griego Quevedo, sea troyano,
mas en romance, ingenio soberano.
No sea Lope latino,
mas fecundo escriptor, dulce y divino.
No sea francés Juan Pablo;
¿estás contento, diablo?,
y solamente tú, Matus Gongorra,
cuando garciclopeas Soledades,
francigriegas latinas necedades;
siendo así (Mendocilla me lo dijo)
obras ambas de artífice prolijo.

Dime, orejón poeta,
ver que se celebrara
de Quevedo el ingenio y la mollera,
¿de tanta invidia era
para que, magras las quijadas rancias,
en ti le persiguieran a porfía
de un gerifalte boreal arpía?
Trata de extremaunción y no de musas,
que escribes moharraches,
Bosco de los poetas,
todo diablos y culos y braguetas,
que con tus decimillas,
adjetivas demonios y capillas;
contra el púlpito flechas,
contra Florencia escribes,
y dicen lenguas ruines
que de atrás os conocen florentines.
Dejas pasar sin décima
al otro don Francisco
que allá en Caramanchel tuvo su aprisco;
que de tu coche hizo sinagoga
y de entre tu manteo y tu sotana
la Sancta le agarró cierta mañana,
¿y al don Francisco sin Moisén copleas?
La vieja ley, carroño, lisonjeas.
¡Oh junta, culta sí, mas deshonesta,
a los rayos de Júpiter expuesta!
Dejad estas contiendas,
porque ya de vosotros
anda el judïazo y entre el juego
humo anhelando el que no suda fuego.

Sacerdote de anillo,
de cuantas veces truecas la comida,
trueca una vez la bufa, otra la vida.
Pues es tal por de dentro
tu cuerpo, ¡oh rapacilla calavera!,
que la propria comida se hace afuera;
y por no estar tan mal aposentados,
por tu boca reculan los bocados.
Pues tu lengua maldita,
que en Esgueva aprendió tan bajo oficio
(profesó ya de paño de servicio),
sus diligencias hace
por no estar en tu boca, Dios la oiga;
y a las señas que hace de ahorcado,
sólo falta el verdugo; y yo sospecho
que te fuera consuelo,
según eres de sucio, si se advierte,
por ver un culo al trance de tu muerte.
Duélete de ti proprio,
pues tienes las quijadas
en esa nuez, que alguna vez fue cara,
impenetrable casi a la cuchara.

A los pies de Quevedo
estás siempre en soneto y remoquete:
Luisillo, cosas tienes de juanete.
Musas merlincocayas bisabuelas,
meted al viejo adunco, si canoro,
vuestros corchos por uno y otro poro.
Pues, ¿qué hiciérades todas,
viéndole presidir en un garito,
cuando, pidiendo naipes y barato,
a bocados y coces
número crece y multiplica voces?
Mas en las caduqueces que publica
quiere, sin admitir los desengaños,
que, en letras pocas, lean muchos años.
Que ya envenena mucho cuanto toca
el prodigioso fuelle de su boca.

No es tu ración de Córdoba, entrevelo;
que tus embestiduras y tus bribias
dicen a los que somos cordobeses
que la tuya es ración de los marqueses.
Muda costumbres antes que pellejo,
si tu neutralidad sufre consejo.
Paréceme que llamas como sueles,
tú y estotro mancebo de la honda,
un paladín de sienes que responda,
un marido linterno,
breve de barba, duro no de cuerno.
¿Quién sino Satanás batir pudiera
berrendo y reverendo, y un judío
que se quemaba de mirar el río?
¿Quién pudo adjetivar sino tú solo,
que al vicio das la boga,
púlpito con garita y sinagoga?
Por eso, en insolente desatino,
sólo te codició Paravicino.
Y págalo Quevedo
porque compró la casa en que vivías,
molde de hacer arpías;
y me ha certificado el pobre cojo
que de tu habitación quedó de modo
la casa y barrio todo,
hediendo a Polifemos estantíos,
coturnos tenebrosos y sombríos,
y con tufo tan vil de Soledades,
que para perfumarlas
y desengongorarla
de vapores tan crasos,
quemó como pastillas Garcilasos:
pues era con tu vaho el aposento
sombra del sol y tósigo del viento.


III

AGUJA DE NAVEGAR CULTOS (1625)


Con la receta para hacer “Soledades” en un día. Y es probada.
Con la ropería de viejo de anocheceres y amaneceres, y platería de las facciones para remendar romances desharrapados.



RECETA.

Quien quisiere ser Góngora en un día, [culto en solo un día]
la jeri –aprenderá- gonza siguiente:
fulgores, arrogar, joven, presiente,
candor, construye, métrica armonía;

poco, mucho, si, no, purpuracía,
neutralidad, conculca, erige, mente,
pulsa, ostenta, libar, adolescente,
señas traslada, pira, frustra, arpía;

cede, impide, cisuras, petulante,
palestra, liba, meta, argento, alterna,
si bien, disuelve, émulo canoro.

Use mucho de líquido y de errante,
su poco de nocturno y de caverna,
anden listos livor, adunco y poro.

Que ya toda Castilla,
con sola esta cartilla,
se abrasa de poetas babilones,
escribiendo sonetos confusiones;
y en la Mancha pastores y gañanes,
atestadas de ajos las barrigas,
hacen ya Soledades [cultedades] como migas.

EJEMPLO HERMAFRODITO: ROMANCE LATINO

Yace cláusula de perlas
Si no rima con clavel,
dynasta de la belleza,
que ya cataclismo fue,
un tugurio de py opos,
ojeriza de Zalé,
poca porción que secuestra
corusca favila al bien:
pórtico donde rubrica
al múrice Tyrio el ver,
tutelar padrón del alma,
aura genitiva en él.

Y después que el aprendiz de culto se ha dado por vencido, y dicho que es la piedra filosofal, o el fénix, o la aurora, o el pelícano, o la carantamaula, es un romance a la boca de una mujer en toda su cultedad.

Esto es más fácil que pedir prestado.

Pues siendo todo lo que escriben (los cultos tales, no los finos) anocheceres y amaneceres, con irse a la ropería de los soles, se hallan auroras hechas, que les vienen como nacidas a cualquier mañanita, con sus nácares y ostros, leche y grana, y empañado el día en mantillas de oro, cunas rosadas y llorares de perlas y de aljófar.

Las flores salvas, búcaros las yerbas,
que bebe el sol, que chupa, que las lame.
Anocheceres, lutos
de sombras y bayetas de la noche;
cadáver de oro, y tumbas del ocaso
en ataúd de fuego.
Exequias de la luz, y despavilos;
capuces turquesados, y argos de oro;
mundo viudo, güérfanas estrellas;
triforme diosa, carros de silencio;
soñolienta deidad, émula de Febo.

En la platería de los cultos hay hechos cristales fugitivos para arroyos, y montes de cristal para las espumas, y campos de zafir para los mares, y márgenes de esmeraldas para los praditos. Para las facciones de las mujeres hay gargantas de plata bruñida, y trenzas de oro para cabellos, y labios de coral y de rubíes para jetas y hocicos, y alientos de ámbar (como pomos) para resuellos, y manos de marfil para garras, pechos de diamantes para pechos, y estrellas coruscantes para ojos, y infinito nácar para mejillas; aunque los poetas hortelanos todo esto lo hacen de verduras, atestando los labios de claveles, las mejillas de rosas y azucenas, el aliento de jazmines. Otros poetas hay charquías, que todo lo hacen de nieve y de hielo, y están nevando de día y de noche, y escriben una mujer puerto, que no se puede pasar sin trineo y sin gabán y bota: manos, frente, cuello y pecho y brazos, todo es perpetua ventisca y un Moncayo.

Con esto, y con gastar mucho Calepino [nombre del autor de un diccionario de varias lenguas muy usado entre los cultos] sin qué ni para qué, serás culto, y lo que escribieres oculto, y lo que hablares lo hablarás a bulto. Y Dios tenga en el cielo el castellano le perdone. Y Lope de Vega a los clarísimos nos tenga de su verso,

mientras por preservar nuestros pegasos
del mal olor de culta jerigonza,
quemamos por pastillas Garcilasos.

IV

A UN TRATADO IMPRESO QUE UN HABLADOR,
ESPELUZNADO DE PROSA,
HIZO EN CULTO

Leí los rudimentos de la Aurora, 
los esplendores lánguidos del día, 
la pira y el construye y ascendía, 
y lo purpurizante de la hora,

El múrice y el tirio y el colora, 
el Sol cadáver cuya luz yacía, 
y los borrones de la sombra fría, 
corusca Luna en ascua que el Sol dora,

la piel del cielo cóncavo arrollada, 
el trémulo palor de enferma estrella, 
la fuente de cristal bien razonada.

Y todo fue un entierro de doncella, 
doctrina muerta, letra no tocada, 
luces y flores, grita y zacapella.

V

834

Al mesmo D. Luis

¿Socio otra vez? ¡Oh tú, que desbudelas
del toraz veternoso inanidades,
y en parangón de tus sideridades,
equilibras tus pullas paralelas!,

por Atropos te abjuro que te duelas 5
de tus vertiginosas navidades,
que se gratulan neotericidades
[y] craticulan sentas bisabuelas.

Merlincocaizando nos fatiscas
vorágines, triclinios, promptuarios, 10
trámites, vacilantes icareas.

De lo ambágico y póntico troquiscas
fuliginosos vórtices y varios,
y, atento a que unificas, labrusqueas.

VI

836

Al mesmo Góngora

Sulquivagante, pretensor de Estolo,
pues que lo expuesto al Noto solificas
y obtusas speluncas comunicas,
despecho de las musas a ti solo,

huye, no carpa, de tu Dafne Apolo 5
surculos slabros de teretes picas,
porque con tus perversos damnificas
los institutos de su sacro Tolo.

Has acabado aliundo su Parnaso;
adulteras la casta poesía, 10
ventilas bandos, niños inquïetas,

parco, cerúleo, veterano vaso:
piáculos perpetra su porfía,
estuprando neotéricos poetas.

VII

837

Otro soneto al mesmo Góngora

Ten vergüenza, purpúrate, don Luis,
pues eres poco verme y mucho pus;
cede por el costado, que eres tus,
cito, no incienso; no lo hagamos lis.

Construye jerigonza paraís, 5
que circuncirca es del Polo mus;
vete a dudar camino de Emaús,
pues te desprecia el palo y el mentís.

Tu nariz se ha juntado con el os
y ya tu lengua pañizuelo es; 10
sonaba a lira, suena a moco y tos.

Peor es tu cabeza que mi[s] p[i]es.
Yo, polo, no lo niego, por los dos;
tú, puto, no lo niegues, por los tres.

VIII

838

Contra el mesmo

¿Qué captas, noturnal, en tus canciones,
Góngora bobo, con crepusculallas,
si cuando anhelas más garcibolallas
las reptilizas más y subterpones?

Microcosmote Dios de inquiridiones, 5
y quieres te investiguen por medallas
como priscos, estigmas o antiguallas,
por desitinerar vates tirones.

Tu forasteridad es tan eximia,
que te ha de detractar el que te rumia, 10
pues ructas viscerable cacoquimia,

farmacofolorando como numia,
si estomacabundancia das tan nimia,
metamorfoseando el arcadumia.

IX


Este cíclope, no sicilïano,
del microcosmo sí, orbe postrero;
esta antípoda faz, cuyo hemisferio
zona divide en término italiano;

este círculo vivo en todo plano;
este que, siendo solamente cero,
le multiplica y parte por entero
todo buen abaquista veneciano;

el minoculo sí, mas ciego vulto;
el resquicio barbado de melenas;
esta cima del vicio y del insulto;

éste, en quien hoy los pedos son sirenas,
éste es el culo, en Góngora y en culto,
que un bujarrón le conociera apenas.

X


Vuestros coplones, cordobés sonado, 
sátira de mis prendas y despojos, 
en diversos legajos y manojos, 
mis servidores me lo han mostrado. 

Buenos deben de ser pues han pasado
por tantas manos y por tantos ojos, 
aunque mucho me admira en mis enojos 
de que cosa tan sucia hayan limpiado. 

No los tomé porque temí cortarme 
por lo sucio, muy más que por lo agudo;
ni los quise leer por no ensuciarme. 

Y así, ya no me espanta el ver que pudo 
entrar en mis mojones a inquietarme 
un papel de limpieza tan desnudo.

XI

Tantos años y tantos todo el día; 
menos hombre, más Dios, Góngora hermano. 
No altar, garito sí; poco cristiano, 
mucho tahúr; no clérigo, sí arpía. 

Alzar, no a Dios, ¡extraña clerecía!, 
misal apenas, naipe cotidiano; 
sacar lengua y barato, viejo y vano, 
son sus misas, no templo y sacristía. 

Los que huelen tu musa y sus emplastos 
cuando en canas y arrugas te amortajas, 
tal epitafio dan a tu locura: 

«Yace aquí el capellán del rey de bastos, 
que en Córdoba nació, murió en Barajas 
y en las Pintas le dieron sepultura.»

XII

Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas, cual mozo de camino;

apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin cristus la cartilla;
chocarrero de Córdoba y Sevilla,
y en la Corte bufón a lo divino.

¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?

No escribas versos más, por vida mía;
aunque aquesto de escribas se te pega,
por tener de sayón la rebeldía.

XIII


Verendo padre, a lástima movido
de verte sin consejo zumbeando,
por Helicona, te requiero y mando
que te vuelvas a E(s)gueva arrepentido;

que te aseguro que, a no haber salido
de lo que él va con su licuor lavando,
más dulce paresciera y más blando:
si bien tan viejo, no tan distraído.

Vuélvete al dios Apolo, y sin con ira
despreciaré tus ruegos, por tus vicios
enfadado de tantas necedades,

alza tu propia cara, calla y mira,
y en vez de hacerle nuevos sacrificios,
hazle otra Garza y otras Soledades.

XIV

Dime, Esguevilla, ¿cómo fuiste osado
a subirte a las barbas del que ha sido
más escrito en España y más leído
y con más justo nombre celebrado?

Si porque te cantó le has murmurado,
tan solamente que te acuerdes pido
de que toman tus aguas apellido
de las que hace un pueblo tan honrado.

Guárdales, pues, respeto a versos tales,
que es muy necio en juzgar cosas tan varias
el que nunca salió de entre pañales.

¿Decir que son las coplas ordinarias,
si no tan llenas de agudeza, y tales,

que aun son a ojos de todos necesarias?

XV

Poeta de ¡Oh, qué lindicos!,
verdugo de los vocablos,
que a puras vueltas de cuerda
los haces que digan algo;
perseguidor de los ríos,
como si fueras borracho,
sin perdonar a las fuentes
ni, por lo sucio, a los charcos;
tú, que de tajo le diste
en un romancito a Tajo,
porque en las sierras de Cuenca
le dan los pinos de palos,
acordársete debiera
de aquel buen tiempo pasado
que fuiste poeta Encina
por lo que te varearon.
Poeta de bujarrones
y sirena de los rabos,
pues son de ojos de culo
todas tus obras o rasgos;
caballero, porque nunca
has caído de tu asno;
escoba de la basura
de las ninfas del Parnaso;
poeta de lo comido,
musa de desatacados,
ingenio de melecina
que siempre apunta a lo bajo,
no es posible que seas hijo
de ciudad a cuyos partos
debe Roma, y todo el mundo,
los Sénecas y Lucanos.
Córdoba no te parió,
si no es que se hizo preñado
algún arrabal de ti,
y que naciste en el campo.
Racionero dicen que eres,
mas yo irracional te hallo,
aunque en la cola y lo sucio,
canónigo eres del Rastro.
Góngora te llaman todos,
ilustre apellido y claro,
mas viénete como al potro
el Manrique por su amo.
¿Quién te mete con los griegos
aun no siendo tú troyano?
¿Por qué de lo que no has visto
hablas como papagayo?
¿Qué te hizo Anacreonte
en los versos castellanos,
que le alabas cuando más
pretendes vituperallo?
Sus «suavidades» (llamaste)
de arrope, y has acertado,
que es mosto dulce, y él hizo
dulce el mosto con su canto.
Y al pobre Lope de Vega
te lo llevaste de paso
sólo por llamarse Lope,
de tu consonante esclavo.
¿Qué te movió a poner lengua
en dos ingenios tan raros,
sin ser bacines ni pullas,
que son vínculo a tus labios?
Como Eróstrato quisiste,
hallándote despreciado,
quemar lo mejor del mundo,
abrasar dos templos altos;
que es tanta la infamia tuya,
que buscas nombre, afrentado
por medio de un gran castigo,
a costa de mil agravios.
Hiciéraste tus coplitas
una Bueno y otra Malo,
y cuando van por aceite
cantáranlas los muchachos.
De la brida a la jineta,
estribos cortos y largos
remataran de tus chistes
los conceptillos de asco,
y dejaras de pedir
antojos, de vista falto,
pues los que tú has menester
son los que traen los caballos.
Para sacar versos flojos,
o sea para soltarlos,
basta la vena que tienes:
hartos arrojas cada año.
No entendemos los greguescos
por acá, aunque los usamos;
dánoslos a entender tú,
que andas siempre en esos barrios.
Y advierte que ni Quevedo
ni Lope harán de ti caso,
para honrarte con Respuesta:
que fuera grande pecado.
Yo, que soy un poetilla
hijo de todos los diablos,
humildemente nacido
entre hongos y entre esparto;
como el barbero aprendiz,
que para probar la mano
se ejercita en zanahorias
antes que en venas de brazos,
así yo poeticomienzo
para ver cómo lo hago;
atreveréme después
a satirizar cristianos:
Gongorilla, Gongorilla,
de parte de Dios te mando
que, en penitencia de haber
hecho soneto tan malo,
andes como Juan Guarín,
doce años como gato,
y con tu soneto al cuello,
por escarmiento y espanto.
Y advierte que al responder
a estos versos, mentecato,
que te aguarda por respuesta
otro romance más largo.
Y que desde aqueste punto
toda mi vida consagro
a decir mal de tus cosas,
aun entre sueños hablando.
Contra Galicia escribiste,
tierra de tocino y nabos,
que, como toda es limpieza,
toda junta te dio enfado.
Muy dificultoso eres,
no te entenderá un letrado,
pues, aborreciendo puercos,
lo puerco celebras tanto.
cristiano viejo no eres,
porque aún no te vemos cano;
hi de algo, eso sin duda,
pero con duda hidalgo.
Llámate quien te conoce
Mondonguedo del Parnaso,
pues vaciar y llenar vientres
tienes solamente a cargo.
Almorrana eres de Apolo,
por donde el dios, soberano
gracioso, purga inmundicias
y sangre, si está enojado.
Dícenme tienes por lengua
una tripa entre los labios,
viendo que hablas con ella
ventosedad todo el año.
Y para adelante digo
que te enmiendes de tus cargos,
y pues eres manicorto,

no seas tan lengüilargo.

XVI

Escribió Quevedo contra Góngora y [se] defendió Góngora [con] aquellas décimas suyas que empiezan "Musa que sopla y no inspira". Y dice Quevedo:

En lo sucio que has cantado
y en lo largo de narices,
demás de que tú lo dices,
que no eres limpio has mostrado.
Eres hombre apasionado;
y por saber que es corona
la Pasión en tu persona,
es punto más necesario
que esté en el monte Calvario
puesta de hoy más tu Helicona.

Traducir un hombre al rey
de francés en castellano,
mandándolo por su mano,
es justo y por justa ley;
mas no a la plebeya grey
ni al rey por dinero ruego,
como tu pariente ciego;
y no hagas desto donaire;
que mi culpa es cosa de aire,
pero la tuya, de fuego.

Por muy pequeña ocasión
sé que en perseguirme has dado:
de aquellos lo has heredado
que inventaron la Pasión.
Satírico no es razón
ser un hombre principal
que tiene sangre real;
yo lo sé: que tus pasados
fueron todos salpicados
con la de un Rey celestial.

Dirás: «Yo soy Racionero
en Córdoba de su iglesia»;
pues no es maravilla efesia
comprallo por el dinero.
Longinos fue caballero,
y Longinos fue judío;
de tu probanza me río;
al deán engañado has;
mas podrá volverse atrás,
que no es el cabildo río.

Pues no fueron declinados
ni por «sermo» ni por «templo»
tus deudos que, para ejemplo,
del Templo fueron echados,
quítate de esos cuidados,
que decir mal es mal trato;
no seas a tu vida ingrato;
guárdate tras esta salva,
no te muerda el perro de Alba
o te arañe el rostro de un gato.

XVII

Ya que coplas componéis,
ved que dicen los poetas
que, siendo para secretas,
muy públicas las hacéis.
Cólica dicen tenéis,
pues por la boca purgáis;
satírico diz que estáis;
a todos nos dais matraca:
descubierto habéis la caca
con las cacas que cantáis.

De vos dicen por ahí
Apolo y todo su bando
que sois poeta nefando
pues cantáis culos así.
Por lo cual me han dicho a mí
que desde hoy en adelante
diga que obras vuestras cante,
por el mandado de Apolo,
con el son de un rabel sólo,
un rabadán ignorante.

No hay música donde estén
vuestros inmundos trabajos:
que si suenan bien los bajos,
los tiples no suenan bien.
Y cuando tonos les den
de los que el vulgo levanta,
¿cuál hombre o mujer que canta,
si tiene cabeza cuerda,
a pies de coplas de mierda,
hará pasos de garganta?

Con Esgueva es vuestro enojo;
nombre de sucio le dan,
siendo, de puro galán,
todos sus males de ojo.
Con mucha razón me arrojo:
que sólo los bien nacidos
celebramos atrevidos;
que en otra conversación,
por ser sucios, como son,
no pueden ser admitidos.

Vuestros conceptos alabo,
pues, de pura buena pesca,
los hacéis a la gatesca,
pues los hacéis por el rabo.
Tenéis un ingenio bravo,
hacéis cosas peregrinas,
vuestras coplas son divinas;
sino que dice un dotor
que vuestras letras, señor,
se han convertido en letrinas.

Que alabe será muy justo
vuestras coplas mi voz sola,
pues por ser todas de cola,
se pegan a cualquier gusto.
Desde el scita al negro adusto,
y desde el Tajo dorado
al Nilo tan celebrado,
no hay ingenio tan machucho
ni crecido; mas ¿qué mucho,
si crece de estercolado?

Son tan sucias de mirar
las coplas que dais por ricas,
que las dan en las boticas
para hacer vomitar.
Un nombre os ando a buscar
que os venga derechamente,
y hallo que os llama un valiente,
que de Córdoba os conoce,
poeta de entre once y doce,
que es cuando vacia la gente.

¿Adónde hallaréis excusa
para lo que vemos todos,
pues fue en verano y sin lodos
tan rabiosa vuestra musa?
Si acaso Circe o Medusa,
o juntas ambas a dos,
os han mudado, por Dios,
que olvidéis tal prelacía
antes que la pulicía
venga a conocer de vos.

Yo, por mí, no pongo duda
en que las coplas pasadas,
según están de cagadas,
las hicisteis con ayuda.
Más valdrá que tengáis muda
la lengua en las suciedades;
dejad las ventosidades:
mirad que sois en tal caso
albañal por do el Parnaso

purga sus bascosidades.


XVIII

Poema mortuorio-burlesco de Quevedo tras el fallecimiento de Góngora (aunque hay quien defiende que se lo compuso en vida) 

Este que, en negra tumba, rodeado
de luces, yace muerto y condenado,
vendió el alma y el cuerpo por dinero,
y aun muerto es garitero;
y allí donde le veis, está sin muelas,
pidiendo que le saquen de las velas.

Ordenado de quínolas estaba,
pues desde prima a nona las rezaba;
sacerdote de Venus y de Baco,
caca en los versos y en garito Caco.
La sotana traía
por sota, más que no por clerecía.

Hombre en quien la limpieza fue tan poca
(no tocando a su cepa),
que nunca, que yo sepa,
se le cayó la mierda de la boca.
Éste a la jerigonza quitó el nombre,
pues después que escribió cíclopemente,
la llama jerigóngora la gente.
Clérigo, al fin, de devoción tan brava,
que, en lugar de rezar, brujuleaba;
tan hecho a tablajero el mentecato,
que hasta su salvación metió a barato.

Vivió en la ley del juego,
y murió en la del naipe, loco y ciego;
y porque su talento conociesen,
en lugar de mandar que se dijesen
por él misas rezadas,
mandó que le dijesen las trocadas.
Y si estuviera en penas, imagino,
de su tahúr infame desatino,
si se lo preguntaran,
que deseara más que le sacaran,
cargado de tizones y cadenas,
del naipe, que de penas.
Fuese con Satanás, culto y pelado:
¡mirad si Satanás es desdichado!

XIX

AL MISMO

Esta magra y famélica figura,
cecina del Parnaso, musa momia,
cadáver de la infamia y la locura,
de todo bodegón cáncer y gomia;
este descomulgado,
con su proprio bonete encorozado,
doctor en mierda, gradüado en pujos,
que para deshonrar a otros linajes,
luego les achacaba sus abuelos;
éste que, permitiéndolo los cielos,
por desacreditar los más honrados
y dar a los modestos pesadumbres,
de los unos decía sus costumbres,
levantaba a los otros sus pecados;
éste que en sí estudiaba
oprobios con que a todos deshonraba,
aunque parece que es el racionero
de Zamora, yo quiero
que esta vez sola, porque no se ofenda,
del racionero cordobés se entienda.