martes, 25 de septiembre de 2018

A Geroncio, de Leandro Fernández de Moratín

Cosas pretenden de mí / bien opuestas, en verdad, / mi médico, mis amigos / y los que me quieren mal. / Dice el doctor: "Señor mío, / si usted ha de pelechar, / conviene mudar de vida, / que la que lleva es fatal. / Débiles los nervios, débil / estómago y vientre está: / ¿pues qué piensa que resulte / de tanta debilidad? / Si come, no hay digestión; / si ayuna, crece su mal; / a la obstrucción sigue el flato / y, al tiritón, el sudar. / ¡Vida nueva, que si en esta / dura dos meses, no más, / las seis facultades juntas / no le han de saber curar. / No traduzca, no interprete, / no escriba versos jamás; / frailes y musas le tienen / hecho un trasgo de hospital: / y esos papeles y libros, / que tan mal humor le dan, / ¡tírelos al pozo y vayan / Plauto y Moreto detrás! / Salga de Madrid, no esté / metido en su mechinal, / ni espere a que le derrita / el ardor canicular: / la distracción, la alegría / rústica le curarán; / mucho burro, muchos baños / y mucho no trabajar". / 

En tanto que esta sentencia / fulmina la facultad, / mis amigos me las mullen / en junta particular. / Dicen: "¡Oh, si Moratín / no fuese tan haragán, / si de su modorra eterna / quisiera resucitar...! / Él ha sabido adquirir / la estimación general, / aplauso y envidia excita / cuanto llega a publicar. / Le murmuran; pero nadie / camina por donde él va: / nadie acierta con aquella / difícil facilidad; / y, si él quisiera escribir / tres cuadernillos, no más, / la caterva de pedantes / ¿adónde fuera a parar? / ¿Qué se hiciera tanto insulso / compilador ganapán / que de francés en gabacho / traducen el pliego a real? / ¿Tanto hablador, que a su arbitrio / méritos rebaja y da, / tiranizando las tiendas / de Pérez y Mayoral? / No señor: quien ha tenido / la culpa de este desmán, / si escuchara un buen consejo, / lo pudiera remediar. / Tomasen la providencia / de meterle en un zaguán / con su candil, su tintero, / pluma y papel, y cerrar. / Allí, con ración escasa / de queso, agua fresca y pan, / escribiese cada día / lo que fuera regular. / ¿Emporcaste un pliego? ¡Lindo! / Almuerza y vuelve al telar: / come, si llenaste cuatro, / cena, si acabase ya. / ¿Quieres tocino? Veamos / si está corregido el plan. / ¿Quieres pesetas? Pues daca / el drama sentimental. / Por cada escena, dos duros / y un panecillo te dan; / por cada pequeña pieza / un vale dinero y más. / Y de este modo, en un año, / pudiéramos aumentar / de los cómicos hambrientos / el exprimido caudal". / Esto dicen mis amigos / (reniego de su amistad). / Mi suegro, si le tuviera, / no dijera cosa igual. / Esto dicen, y en un corro, / siete varas más allá, / Don Mauricio, Don Senén, / Don Cristóbal, Don Beltrán / y otros quince literatos / que infestan la capital; / presumidos, ya se entiende, / doctos a no poder más. / Dicen: "Moratín cayó, / bien le pueden olear, / no chista ni se rebulle, / ya nos ha dejado en paz. / Su'' Baron ''no vale nada: / no hay enredo allí ni sal / ni caracteres ni versos / ni lenguaje, ni..." "Es verdad": / dice Don Tiburcio: "Ayer / me aseguró Don Cleofás / en casa de la condesa / viuda de Madagascar / que es traducción muy mal hecha / de un drama antiguo alemán..." / -"Sí, ¡traducción!, ¡traducción!", / chillan todos a la par, / !¡traducción...! Pues él, ¿por dónde / ha de saber inventar? / No, señor, es traducción. / ¡Si él no tiene habilidad, / si él no sabe, si él no ha sido / de nuestro corro jamás! / ¡Si nunca nos ha traído / sus piezas a examinar! / ¿Qué ha de saber?". "-¡Pobre diablo!" / exclama Don Bonifaz: / "Si yo quisiera decir / lo que... pero, bueno está". / "-¡Oiga!, ¿pues qué ha sido? ¡Vaya, / díganos usted!". "-No tal, / no. Yo le estimo, y no quiero / que por mí le falte el pan. / Yo soy muy sensible: soy / filósofo, y tengo ya / escritos catorce tomos / que tratan de humanidad, / beneficencia, suaves / vínculos de afecto y paz; / todo almíbares, y todo / deliquios de amor social; / pero... es cierto que... Si ustedes... / me prometieran callar, / yo les contara..." "-¡Sí, diga / usted, nadie lo sabrá: / diga usted!". "-Pues bien, el caso / es que ese cisne inmortal, / ese dramático insigne, / ni es autor, ni lo será, / no sabe escribir, no sabe / siquiera deletrear: / imprime lo que no es suyo, / todo es hurtado, y..." "-¿Qué más?" / "-Sus comedias celebradas, / que tanta guerra nos dan, / son obra de un religioso / de aquí de la Soledad. / Dióselas para leerlas, / (nunca el fraile hiciera tal) / no se las quiso volver, / muriose el fraile, y andar... / Digo, ¿me explico?". "-En efecto", / grita la turba mordaz, / "¡son del fraile! Ratería, / hurto, robo, claro está". / Geroncio, mira si puede / haber confusión igual: / ni sé qué hacer, ni confío, / en lo que hiciere, acertar. / Si he de seguir los consejos / que mi curador me da, / si he de vivir, no conviene / que pida a mis nervios más. / ¡Confundir a tanto necio / vocinglero pertinaz, / que en la cartilla del gusto / no pasó del'' cristus ''a / componer obras que piden / estudio, tranquilidad, / robustez y el corazón / libre de todo pesar, / no es empresa para mí! / Tú, Geroncio, tú me das / consejo. ¿Cómo supiste / imponer, aturrullar / y adquirir fama de docto / sin hacer nada jamás? / Tú, maldito de las Musas, / que, lleno de gravedad, / de todo lo que no entiendes / te pones a disertar... / ¿Cómo, sin abrir un libro, / por esas calles te vas / haciéndote el corifeo / de los grajos del lugar? / Y con ellos tragas, brindas / y engordas como un bajá / y duermes tranquilo, y nadie / sospecha tu necedad. / Dime si podré adquirir / ese don particular, / dame una lección siquiera / de impostor y charlatán / y verás cómo al instante / hago con todos la paz / y olvido lo que aprendí / para lucir y medrar'. (L. F. de Moratín, "A Geroncio")