miércoles, 22 de julio de 2015

Juan Boscán, A la duquesa de Soma (1543)

Juan Boscán: A la duquesa de Soma 1543

He miedo de importunar a vuestra señoría con tantos libros. Pero ya que la importunidad no es escusa, pienso que avrá sido menos malo dalla repartida en partes, porque si la una acabare de cansar, será muy fácil remedio dexar las otras. Aunque tras esto me acuerdo agora que el cuarto libro ha de ser de las obras de Garcilaso, y éste no solamente espero yo que no cansará a nadie, mas aun dará gran alivio al cansancio de los otros. En el primero avrá vuestra señoría visto esas coplas (quiero dezillo así) hechas a la castellana. Solía holgarse con ellas un hombre muy avisado y a quien vuestra señoría debe de conocer muy bien, que es Don Diego de Mendoça. Mas paréceme que se holgava con ellas como con niños, y así las llamaba las redondillas. Este segundo libro terná otras cosas hechas al modo italiano, las cuales serán sonetos y canciones, que las trobas de esta arte así han sido llamadas siempre. La manera déstas es más grave y de más artificio y (si yo no me engaño) mucho mejor que la de las otras. Mas todavía, no embargante esto, cuando quise probar a hazellas no dexé de entender que tuviera en esto muchos reprehensores. Porque la cosa era nueva en nuestra España y los nombres también nuevos, a lo menos muchos dellos, y en tanta novedad era imposible no temer con causa, y aun sin ella. Cuanto más que luego en poniendo las manos en esto, topé con hombres que me cansaron. Y en cosa que toda ella consiste en ingenio y en jüicio, no tiniendo estas dos cosas más vida de cuanto tienen gusto, pues cansándome havía de desgustarme, después de desgustado, no tenía donde pasar más adelante. Los unos se quexavan que en las trobas de esta arte los consonantes no andavan tan descubiertos ni sonavan tanto como las castellanas; otros dezían que este verso no sabían si era verso o si era prosa, otros argüían diziendo que esto principalmente havía de ser para mugeres y que ellas no curavan de cosas de sustancia sino del son de las palabras y de la dulçura del consonante. Estos hombres con estas sus opiniones me movieron a que me pusiese a entender mejor la cosa, porque entendiéndola viese más claro sus sinrazones. Y así cuanto más he querido llegar esto al cabo, discutiéndolo conmigo mismo, y platicándolo con otros, tanto más he visto el poco fundamento que ellos tuvieron en ponerme estos miedos. Y hanme parecido tan livianos sus argumentos, que de solo haver parado en ellos, poco o mucho me corro; y así me correría agora si quisiese responder a sus escrúpulos. Que ¿quién ha de responder a hombres que no se mueven sino al son de los consonantes? ¿Y quién se ha de poner en pláticas con gente que no sabe qué cosa es verso, sino aquel que calçado y vestido con el consonante os entra del golpe por el un oído y os sale por el otro? Pues a los otros que dizen que estas cosas no siendo sino para mugeres no han de ser muy fundadas, ¿quién ha de gastar tiempo en respondelles? Tengo yo a las mugeres por tan sustanciales, las que aciertan a sello, y aciertan muchas, que en este caso quien se pusiese a defendellas las ofendería. Así que estos hombres y todos los de su arte, licencia ternán de dezir lo que mandaren, que yo no pretiendo tanta amistad con ellos que, si hablaren mal, me ponga en trabajo de hablar bien para atajallos. Si a éstos mis obras les parecieren duras y tuvieren soledad de la multitud de los consonantes, ahí tienen un cancionero, que acordó de llamarse general, para que todos ellos bivan y descansen con él generalmente. Y si quisieren chistes también los hallarán a poca costa. Lo que agora a mi me queda por hazer saber a los que quisieren leer este mi libro es que no querrían que me tuviesen por tan amigo de cosas nuevas que pensasen de mí que por hazerme inventor de estas trobas, las cuales hasta agora no las hemos visto usar en España, haya querido provar a hazellas. Antes quiero que sepan que no yo jamás he hecho profesión de escrivir esto no otra cosa ni, aunque la hiziera, me pusiera en trabajo de provar nuevas invinciones. Yo sé muy bien cuán gran peligro es escrivir y entiendo que muchos de los que han escrito, aunque lo hayan hecho más que medianamente bien, si cuerdos son, se deven de aver arrepentido hartas vezes. De manera que si de escrivir, por fácil cosa que fuera la que huviera de escrivirse, he tenido siempre miedo, nucho más le tuviera de provar mi pluma en lo que hasta agora nadie en nuestra España ha provado la suya. Pues si tras esto escrivo y hago imprimir lo que he escrito y he querido ser el primero que ha juntado la lengua castellana con el modo de escrivir italiano, esto parece que es contradecir con las obras a las palabras. A esto digo que, cuanto al escrivir, ya di dello razón bastante en el prólogo del primer libro. Cuanto al tentar el estilo de estos sonetos y canciones y otras cosas de este género, respondo: que así como en lo que he escrito nunca tuve fin a escrivir sino a andarme descansando con mi spíritu, si alguno tengo, y esto para pasar menos pesadamente algunos ratos pesados de la vida, así también en este modo de invención (si así quieren llamalla) nunca pensé que inventava ni hazía cosa que huviese de quedar en el mundo, sino que entré en ello descuidadamente como en cosa que iva tan poco en hazella que no havía para qué dexalla de hazer haviéndola gana. Cuanto más que vino sobre habla. Porque estando un día en Granada con el Navagero, al cual por haver sido varón tan celebradoen nuestros días he querido aquí nombralle a vuestra señoría, tratando con él en cosas de ingenio y de letras y especialmente en las variedades de muchas lenguas, me dixo por qué no provava en lengua castellana sonetos y otras artes de trobas usadas por los buenos authores de Italia. Y no solamente me lo dixo así livianamente, más aun me rogó que lo hiciese. Partíme pocos días después para mi casa, y con la largueza y soledad del camino discurriendo por diversas cosas, fui a dar muchas vezes en lo que el Navagero me havía dicho. Y así comenzé a tentar este género de verso, en el cual al principio hallé alguna dificultad por ser muy artificioso y tener muchas particularidades diferentes del nuestro. Pero después, pareciéndome quiçá con el amor de las cosas proprias que esto començava a sucederme bien, fui poco a poco metiéndome con calor a ello. Mas esto no bastara a hazerme pasar muy adelante si Garcilaso, con su jüizio, el cual no solamente en mi opinión, mas en la de todo el mundo, ha sido tenido por regla cierta, no me confirmara en esta mi demanda. Y así, alabándome muchas vezes este mi propósito y acabándomele de aprovar con su exemplo, porque quiso él también llevar este camino, al cabo me hizo ocupar mis ratos ociosos en esto más fundadamente. Y después, ya con su persuasión tuve más abierto el jüizio, ocurriéronme cada día razones para hazerme llevar adelante lo començado. Vi que este verso que usan los castellanos, si un poco asentadamente queremos mirar en ello, no hay quien sepa de dónde tuvo principio. Y si él fuese tan bueno que se pudiese aprovar de suyo, como los otros que hay buenos, no havría necesidad de escudriñar quiénes fueron los inventores dél. Porque él se trahería su autoridad consigo y no sería menester dársela de aquellos que le inventaron. Pero él agora ni trahe en sí cosa por donde haya de alcançar más onra de la que alcança, que es ser admitido del vulgo, ni nos muestra su principio con la autoridad del cual seamos obligados a hazelle onra. Todo esto se alla muy al revés en estotro verso de nuestro segundo libro, porque en él vemos, dondequiera que se nos muestra, una disposición muy capaz para recebir cualquier materia: o grave o sotil, o dificultosa o fácil, y asimismo para ayuntarse con cualquier estilo de los que hallamos entre los authores antiguos aprovados. De más desto, ha dexado con su buena opinión tan gran rastro de sí por donde quiera que haya pasado, que si queremos tomalle dende aquí, donde se nos ha venid a las manos y bolver con él atrás por el camino por donde vino, podremos muy fácilmente llegar hasta muy cerca de donde
fue su comienço. Y así le vemos agora en nuestros días andar bien tratado en Italia, la cual es una tierra muy floreciente de ingenios, de letras, de jüizios y de grandes escritores. Petrarcha fue el primero que en aquella provincia le acabó de poner en su punto, y en éste se ha quedado y quedará, creo yo, para siempre. Dante fue más atrás, el cual usó muy bien dél, pero diferentemente de Petrarcha. En tiempo de Dante y un poco antes, florecieron los proençales, cuyas obras, por culpa de los tiempos, andan en pocas manos. Destos proençales salieron muchos authores ecelentes catalanes, de los cuales el más ecelente Osias March, en loor del cual, si yo agora me metiese un poco, no podría tan presto bolver a lo que agora traigo entre las manos. Mas basta para esto el testimonio del señor Almirante, que después que vio una vez sus obras las hizo luego escrivir con mucha diligencia y tiene el libro dellas por tan familiar como dizen que tenía Alexandre el de Homero. Mas tornando a nuestro propósito, digo que, aun bolviendo más atrás de los proençales, hallaremos todavía el camino hecho deste nuestro verso. Porque los hendecasíllabos, de los cuales tanta fiesta ha hecho los latinos, llevan casi la misma arte, y son los mismos, en cuanto la diferencia de las lenguas lo sufre. Y porque acabemos de llegar a la fuente, no han sido dellos tampoco inventores los latinos, sino que los tomaron de los griegos, como han tomado otras muchas cosas señaladas en diversas artes. De manera que este género de trobas, y con la authoridad de su valor proprio y con la reputación de los antiguos y modernos que la han usado, es dino, no solamente de ser recebido de una lengua tan buena como es la castellana, más aun de ser en ella preferido a todos los versos vulgares. Y así pienso yo que lleva camino para sello. Porque ya los buenos ingenios de Castilla, que van fuera de la vulgar cuenta, le aman y le siguen y se exercitan en él tanto que, si los tiempos con sus desasosiegos no lo estorvan, podrá ser que antes de mucho se duelan los italianos de ver lo bueno de su poesía transferido en España. Pero esto aún esta lexos, y no es bien que nos fundemos en estas esperanças hasta vellas más cerca. De lo que agora los que escriven se pueden preciar es que para sus escritos tengan un jüizio de tanta autoridad como el de vuestra señoría, porque con él queden favorecidos los buenso y desengañados los malos. Pero tiempo es que el segundo libro comience ya a dar razón de sí y entienda como le ha de ir con sus sonetos y canciones. Y si la cosa no sucediera tan bien como él desea, piense que en todas las artes los primeros hazen harto en empeçar y los otros que después vienen quedan obligados a mejorarse.

Boscán, Juan; Obra completa, Cátedra, 1999, pags. 115-120.

Manuel Machado, Poemas

Manuel Machado

Selección de poemas

ADELFOS

Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron
-soy de la raza mora, vieja amiga del sol-,
que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el ama de nardo del árabe español.

Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...
De cuando en cuando un beso y un nombre de mujer.

En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos...
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.

Besos, ¡pero no darlos! Gloria... ¡la que me deben!
¡Que todo como un aura se venga para mí!
Que las olas me traigan y las olas me lleven
y que jamás me obliguen el camino a elegir.

¡Ambición!, no la tengo. ¡Amor!, no lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido
Ni el vicio me seduce, ni adoro la virtud.

De mi alta aristocracia dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan elegancia y blasón...
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.

Nada os pido. Ni os amo ni os odio. Con dejarme
lo que hago por vosotros hacer podéis por mí...
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir!...

Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!


VERANO

Frutales
cargados.
Dorados
trigales...

Cristales
ahumados.
Quemados
jarales...

Umbría
sequía,
solano...

Paleta
completa:
verano.


OCASO

Era un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde... El día,
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.

Pero su seno el mar alzó potente,
y el sol, al fin, como en soberbio lecho,
hundió en las olas la dorada frente,
en una brasa cárdena deshecho.

Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,

para mi amarga vida fatigada...
¡el mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar, y no pensar nada...!


LA COPLA

Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.

Tal es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.

Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.

Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.


FELIPE IV

A Antonio de Zayas

Nadie más cortesano ni pulido
que nuestro Rey Felipe, que Dios guarde,
siempre de negro hasta los pies vestido.

Es pálida su tez como la tarde,
cansado el oro de su pelo undoso,
y de sus ojos, el azul, cobarde.

Sobre su augusto pecho generoso,
ni joyeles perturban ni cadenas
el negro terciopelo silencioso.

Y, en vez de cetro real, sostiene apenas
con desmayo galán un guante de ante
la blanca mano de azuladas venas.

(De Alma, 1900)


MARIPOSA NEGRA

La hora cárdena... La tarde 
los velos se va quitando... 
El velo de oro..., el de plata. 
La hora cárdena... 
    «Aún es temprano». 
«Nada veo sino el polvo 
del camino...» 
    «Aún es temprano». 

«¿Gritaron, madre?» 
     «No, hija; 
nadie habló... ¿Lloras?...» 
     «Lo blanco 
del camino que contemplo 
las lágrimas me ha saltado...» 
«No es eso...» 
      «Yo no sé, madre». 
«Él vendrá, que aún es temprano». 

«Madre, el humo se está quieto, 
las nubes parecen mármol..., 
y los árboles diríase, 
que tienden abiertos brazos». 

Un mendigo horrible pasa, 
y hacia el castillo ha mirado. 

*

Una negra mariposa 
revolotea en el cuarto. 
La hora cárdena... La tarde 
los velos se va quitando... 

El velo de oro, el de plata..., 
el de celajes violados. 
Y el sol va a caer allá lejos, 
guerrero herido en el campo. 

¡Mal hayan los servidores 
que sin su señor tornaron, 
los que con él se partieron 
y traen, sin él, su caballo!


DICE LA FUENTE

No se callaba la fuente,
no se callaba...

Reía,
saltaba,
charlaba... Y nadie sabía
lo que decía.

Clara, alegre, polifónica,
columnilla salomónica
perforaba
el silencio del Poniente
y, gárrula, se empinaba
para ver el sol muriente.

No se callaba la fuente.
no se callaba...

Como vena
de la noche, su barrena,
plata fría,
encogía
y estiraba...
Subía,
bajaba,
charlaba... Y nadie sabía
lo que decía.

Cuando la aurora volvía...


LAS MUJERES DE ROMERO DE TORRES

Rico pan de esta carne morena, moldeada
en un aire caricia de suspiro y aroma...
Sirena encantadora y amante fascinada,
los cuellos enarcados, de sierpe o de paloma...

Vuestros nombres, de menta y de ilusión sabemos:
Carmen, Lola, Rosario... Evocación del goce,
Adela... Las Mujeres que todos conocemos,
que todos conocemos ¡y nadie las conoce!

Naranjos, limoneros, jardines, olivares,
lujuria de la tierra, divina y sensüal,
que vigila la augusta presencia del ciprés.

En este fondo, esencia de flores y cantares,
os fijó para siempre el pincel inmortal
de nuestro inenarrable Leonardo cordobés.


CANTARES

Vino, sentimiento, guitarra y poesía
hacen los cantares de la patria mía.
Cantares...
Quien dice cantares dice Andalucía.

A la sombra fresca de la vieja parra,
un mozo moreno rasguea la guitarra...
Cantares...
Algo que acaricia y algo que desgarra.

La prima que canta y el bordón que llora...
Y el tiempo callado se va hora tras hora.
Cantares...
Son dejos fatales de la raza mora.

No importa la vida, que ya está perdida,
y, después de todo, ¿qué es eso, la vida?...
Cantares...
Cantando la pena, la pena se olvida.

Madre, pena, suerte, pena, madre, muerte,
ojos negros, negros, y negra la suerte...
Cantares...
En ellos el alma del alma se vierte.

Cantares. Cantares de la patria mía,
quien dice cantares dice Andalucía.
Cantares...
No tiene más notas la guitarra mía.


FIGULINAS

¡Qué bonita es la princesa!
¡qué traviesa!
¡qué bonita
la princesa pequeñita
de los cuadros de Watteau! 
Yo la miro, ¡yo la admiro,
yo la adoro!
Si suspira, yo suspiro;
si ella llora, también lloro;
si ella ríe, río yo.
Cuando alegre la contemplo,
como ahora, me sonríe,
...y otras veces su mirada
en los aires se deslíe
pensativa.
¡Si parece que está viva
la princesa de Watteau!
Al pasar la vista, hiere,
elegante,
y ha de amarla quien la viere.
...Yo adivino en su semblante
que ella goza, goza y quiere,
vive y ama, sufre y muere...
como yo.


CASTILLA

El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo.
Nadie responde... Al pomo de la espada
y al cuento de las picas el postigo
va a ceder ¡Quema el sol, el aire abrasa!
A los terribles golpes
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca
en el umbral. Es toda
ojos azules, y en los ojos. lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
"Buen Cid, pasad. El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El cielo os colme de venturas...
¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!"
Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: "¡En marcha!"
El ciego sol, la sed y la fatiga...
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.


DOLIENTES MADRIGALES

Por una de esas raras reflexiones
de la luz, que los físicos
explicarán llenando
de fórmulas un libro...,
Mirándome las manos
-como hacen los enfermos de continuo-,
veo la faceta de un diamante, en una
faceta del diamante de mi anillo,
reflejarse tu cara, mientas piensas
que divago o medito,
o sueño... He descubierto
por azar este medio tan sencillo
de verte y ver tu corazón, que es otro
diamante puro y limpio.
Cuando me muera, déjame
en el dedo este anillo.

Estoy muy mal... Sonrío
porque el desprecio del dolor me asiste,
porque aún miro lo bello en torno mío,
y... por lo triste que es el estar triste.
Pero ya la fontana
del sentimiento mana
tan lenta y sileciosa, que su canto,
sonoro otrora como risa, es llanto.


RETRATO

Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed.
Unos ojos de hastío y una boca de sed...
Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe...
Calaveradas, amoríos... Nada grave,
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía...
¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador, no lo he sido;
ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres... -sin ser un tenorio, ¡eso no!-,
tengo una que me quiere y otra a quien quiero yo.

Me acuso de no amar sino muy vagamente
una porción de cosas que encantan a la gente...
La agilidad, el tino, la gracia, la destreza,
más que la voluntad, la fuerza, la grandeza...
Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero,
a olor helénico y puro, lo "chic" y lo torero.
Un destello de sol y una risa oportuna
amo más que las languideces de la luna
Medio gitano y medio parisién -dice el vulgo-,
Con Montmartre y con la Macarena comulgo...
Y antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero.
Es tarde... Voy de prisa por la vida. Y mi risa
es alegre, aunque no niego que llevo prisa.


LA "TONÁ" DE LA FRAGUA
(SEGUIRIYAS GITANAS)

Mi pena es mu mala,
porque es una pena que yo no quisiera
que se me quitara.

Vino como vienen,
sin saber de dónde,
el agua a los mares, las flores a mayo,
los vientos al bosque.

Vino, y se ha quedado
en mi corazón,
como el amargo en la corteza verde
del verde limón.

Como las raíces
de la enredadera,
se va alimentando la pena en mi pecho
con sangre e mis venas.

Yo no sé por dónde,
ni por dónde no,
se me ha liao esta soguita al cuerpo
sin saberlo yo.

Pensamiento mío,
¿adónde te vas?
No vayas a casa de quien tú solías,
que no pués entrar.

A pasar fatigas
estoy ya tan hecho
que las alegrías se me vuelven penas
dentro de mi pecho.

Mare de mi alma,
la vía yo diera
por pasar esta noche de luna
con mi compañera.

A la vera tuya
no puedo volver...
¡Cómo por unas palabritas locas
se pierde un querer!

Yo voy como un ciego
por esos caminos.
Siempre pensando en la penita negra
que llevo conmigo.

Ya se han acabado
los tiempos alegres.
Las florecitas que hay en tu ventana
para mí no huelen.

Desde que te fuiste,
serrana, y no vuelves,
no sé qué dolores son estos que tengo,
ni dónde me duelen.

Esta cadenita,
mare, que yo llevo,
con los añitos que pasan, que pasan,
va criando hierro.

Los bienes son males,
los males son bienes...
Las mis alegrías, ¡cómo se me han vuelto
fatigas de muerte!

Toíta la tierra
la andaré cien veces,
y volveré a andarla pasito a pasito,
hasta que la encuentre.

Se quebró el jarrito
pintao del querer.
¡Cómo plateros ni artistas joyeros
lo puen componer!

La prueba del frío,
la prueba del fuego...
¡Cómo ha salido mi corasonsiyo
del mejor acero!

Yo corté una rosa
llenita de espinas...
Como las rosas espinitas tienen,
son las más bonitas.

El cristal se rompe
del calor al frío,
como se ha roto de alegría y pena
mi corasonsiyo.

Yo sentí el crujío
del cristalito fino que se rompe
del calor al frío.

Maresita'r Carmen,
guiarme los pasos,
pa que me aparte de la mala senda
que vengo pisando.

Las que se publican
no son grandes penas.
Las que se callan y se llevan dentro
son las verdaderas.

Rosita y mosquetas,
claveles y nardos,
en sus andares la mi compañera
los va derramando.

Negra está la noche,
sin luna ni estrellas...
A mí me alumbraban los ojitos garzos
de mi compañera.

La persona tuya
es lo que yo quiero.
Tenerte en mis brazos, mirarme en tus ojos
y comerte a besos.

En los caracoles,
mare, de tu pelo,
se me ha enredado el alma, y la vida,
y el entendimiento.

Horas de alegría
son las que se van...
Que las de pena se quedan y duran
una eternidad.

Cuéntame tus penas,
te diré las mías...
Verás cómo al rato de que estemos juntos
todas se te olvidan.

Estando contigo,
que vengan fatigas...
Puñalaítas me dieran de muerte,
no las sentiría.

La quiero, la quiero,
¿qué le voy a hacer?...
Para apartarla de mi pensamiento
no tengo poder.

¡Vaya un amaguito
tan dulce que tienen
los ojos azules que tanto me gustan...,
que tanto me ofenden!

Sin verte de día,
serrana, no vivo...
Y luego, a la noche, me quitas el sueño,
o sueño contigo.

Compañera mía,
tan grande es mi pena
que el sol, cuando sale, con tanta alegría
no me la consuela.

¡Mírame, gitana,
mírame, por Dios!
Con la limosna de tus ojos negros
me alimento yo.


CANTE HONDO

A todos nos han cantado
en una noche de juerga
coplas que nos han matado...

Corazón, calla tu pena;
a todos nos han cantado
en una noche de juerga.

Malagueñas, soleares
y seguiriyas gitanas...
Historias de mis pesares
y de tus horitas malas.

Malagueñas, soleares
y seguiriyas gitanas...

Es el saber popular,
que encierra todo el saber:
que es saber sufrir, amar,
morirse y aborrecer.

Es el saber popular,
que encierra todo el saber.


SOLEARIYAS

Llorando, llorando,
nochecita oscura, por aquel camino
la andaba buscando.

Conmigo no vengas...
Que la suerte mía por malitos pasos,
gitana me lleva.

¡Mare del Rosario,
cómo yo guardaba el pelito suyo
en un relicario!

¡Qué le voy a hacer...!
Yo te he querío porque te he querío
y te he olvidao porque te olvidé.

Toíto se acaba:
la salú, la alegría, el dinero
y la buena cara.

Yo no sé olvidar...
Yo no sé más que quererte hoy mucho
y mañana más.

Esta agüita fresca...
¡Cómo la tengo en los propios labios
y no puó beberla!

Perdona por Dios...
que otra gitana se llevó las llaves
de mi corazón.

¡Qué gustiyo grande
que las cositas qu tú y yo sabemos
no las sepa nadie!

Eres como el sol:
cuando tú vienes se hace de día
en mi corazón.

No temo a la muerte,
serrana del alma, por perder la vía,
sino por perderte.

Siéntate a mi vera...,
dame la mano, hermanita mía,
cuéntame tus penas.

Tiene mi chiquilla
los ojitos negros más negros y grandes
que he visto en mi vida.

Que no quieres verme...
De día y de noche, dormía y despierta,
me tienes presente.


LA LOLA

"La Lola se va a los Puertos.
La Isla se queda sola".
Y esta Lola, ¿quién será,
que así se ausenta, dejando
la Isla de San Fernando
tan sola cuando se va...?

Sevillanas,
chuflas, tientos, marianas,
tarantas, tonás, livianas...
Peteneras,
soleares, soleariyas,
polos, cañas, seguiriyas,
martinetes, carceleras...
Serranas, cartageneras.
Malagueñas, granadinas.
Todo el cante de Levante,
todo el cante de las minas,
todo el cante...
que cantó tía Salvaora,
la Trini, la Coquinera,
la Pastora...,
y el Fillo, y el Lebrijano,
y Curro Pabla, su hermano,
Proita, Moya, Ramoncillo,
Tobalo -inventor del polo-,
Silverio, Chacón, Manolo
Torres, Juanelo, Maoliyo...

Ni una ni uno
-cantaora o cantaor-,
llenando toda la lista,
desde Diego el Picaor
a Tomás el Papelista
(ni los vivos ni los muertos),
cantó una copla mejor
que la Lola...
Esa que se va a los Puertos
y la Isla se queda sola.


EL CABALLERO DE LA MANO EN EL PECHO
(EL GRECO)

Este desconocido es un cristiano
de serio porte y negra vestidura,
donde brilla no más la empuñadura,
de su admirable estoque toledano.

Severa faz de palidez de lirio
surge de la golilla escarolada,
por la luz interior, iluminada,
de un macilento y religioso cirio.

Aunque sólo de Dios temores sabe,
porque el vitando hervor no le apasione
del mundano placer perecedero,

en un gesto piadoso, y noble, y grave,
la mano abierta sobre el pecho pone,
como una disciplina, el caballero.


ANTÍFONA

Ven, reina de los besos, flor de la orgía,
amante sin amores, sonrisa loca...
Ven, que yo sé la pena de tu alegría
y el rezo de amargura que hay en tu boca.

Yo no te ofrezco amores que tú no quieres;
conozco tu secreto, virgen impura;
amor es enemigo de los placeres
en que los dos ahogamos nuestra amargura.

Amarnos... ¡Ya no es tiempo de que me ames!
A ti y a mí nos llevan olas sin leyes.
¡Somos a un mismo tiempo santos e infames,
somos a un mismo tiempo pobres y reyes!

¡Bah! Yo sé que los mismos que nos adoran,
en el fondo nos guardan igual desprecio.
Y justas son las voces que nos desdoran...
Lo que vendemos ambos no tiene precio.

Así los dos, tú amores, yo poesía,
damos por oro a un mundo que despreciamos...
¡Tú, tu cuerpo de diosa; yo, el alma mía!...
Ven y reiremos juntos mientras lloramos.

Joven quiere en nosotros Naturaleza
hacer, entre poemas y bacanales,
el imperial regalo de la belleza,
luz, a la oscura senda de los mortales.

¡Ah! Levanta la frente, flor siempreviva,
que das encanto, aroma, placer, colores...
Diles con esa fresca boca lasciva...
¡que no son de este mundo nuestros amores!

Igual camino en suerte nos ha cabido.
Un ansia igual nos lleva, que no se agota,
hasta que se confunda en el olvido
tu hermosura podrida, mi lira rota.

Crucemos nuestra calle de la amargura,
levantadas las frentes, juntas las manos...
¡Ven tú conmigo, reina de la hermosura;
hetairas y poetas somos hermanos!


JULIO

Calle del Betis. Triana.
El corazón del estío
penetra el escalofrío
de la fuente charlatana.

La Velada de Santa Ana
llena de música el río.
Con los ojos de Rocío
se ilumina la ventana.

De envidia, al verla, una estrella,
en las alturas sin fin,
estremecida rutila.

Y se apaga cuando ella
sale envuelta en el jardín
de su mantón de Manila.


LA MANZANILLA

La manzanilla es mi vino
porque es alegre, y es buena
y porque -amable sirena-
su canto encanta el camino.

Es un poema divino
que en la sal y el sol se baña...
La médula de una caña
más rica que la de azúcar...

El color que da Sanlúcar
a la bandera de España.

Castillejo sobre los petrarquistas

REPRENSIÓN CONTRA LOS POETAS ESPAÑOLES

Pues la sancta Inquisición
suele ser tan diligente
en castigar con razón
cualquier secta y opinión
levantada nuevamente,
resucítese Lucero,
a corregir en España
una tan nueva y extraña,
como aquella de Lutero
en las partes de Alemaña.

Bien se pueden castigar
a cuenta de anabaptistas,
pues por ley particular
se tornan a baptizar
y se llaman petrarquistas.
Han renegado la fee
de las trovas castellanas,
y tras las italïanas
se pierden, diciendo que
son más ricas y loçanas,

el juicio de lo cual
yo lo dexo a quien más sabe;
pero juzgar nadie mal
de su patria natural
en gentileza no cabe;
y aquella cristiana musa
del famoso Joan de Mena,
sintiendo desto gran pena,
por infieles los acusa
y de aleves los condena.

"Recuerde el alma dormida"
dice don Jorge Manrique;
y muéstrese muy sentida
de cosa tan atrevida,
porque más no se platique.
Garci-Sánchez respondió:
"¡Quién me otorgase, señora,
vida y seso en esta hora
para entrar en campo yo
con gente tan pecadora!"

"Si algún Dios de amor había",
dixo luego Cartagena,
"muestre aquí su valentía
contra tan gran osadía
venida de tierra ajena".
Torres Naharro replica:
"Por hacer, Amor, tus hechos
consientes tales despechos,
y que nuestra España rica
se prive de sus derechos".

Dios dé su gloria a Boscán
y a Garcilaso poeta,
que con no pequeño afán
y por estilo galán
sostuvieron esta seta,
y la dexaron acá
ya sembrada entre la gente;
por lo cual debidamente
les vino lo que dirá
este soneto siguiente:


SONETOS

1

Si las penas que dais son verdaderas,
como bien lo sabe el alma mía,
¿por qué no me acaban? y sería
sin ellas el morir muy más de veras;

y, si por dicha son tan lisonjeras,
y quieren retoçar con mi alegría,
decid: ¿por qué me matan cada día
de muerte de dolor de mil maneras?

Mostradme este secreto ya, señora,
sepa yo por vos, pues por vos muero,
si lo que padezco es muerte o vida;

porque, siendo vos la matadora,
mayor gloria de pena ya no quiero
que poder alegar tal homicida.

2

Musas italianas y latinas,
gentes en estas partes tan extraña,
¿cómo habéis venido a nuestra España
tan nuevas y hermosas clavellinas?

O ¿quién os ha traído a ser vecinas
del Tajo, de sus montes y campaña?
O ¿quién es el que os guía y acompaña
de tierras tan ajenas peregrinas?

-Don Diego de Mendoça y Garcilaso
nos truxeron, y Boscán y Luis de Haro
por orden y favor del dios Apolo.

Los dos llevó la muerte paso a paso,
Solimán el uno y por amparo
nos queda don Diego, y basta solo.

3

Garcilaso y Boscán, siendo llegados
al lugar donde están los trovadores
que en esta nuestra lengua y sus primores
fueron en este siglo señalados,

los unos a los otros alterados
se miran, con mudança de colores,
temiéndose que fuesen corredores,
espías o enemigos desmandados;

y, juzgando primero por el traje,
paresciéronles ser, como debía,
gentiles españoles caballeros;

y oyéndoles hablar nuevo lenguaje
mezclado de extranjera poesía,
con ojos los miraban de extranjeros.

mas ellos, caso que estaban
sin favor y tan a solas,
contra todos se mostraban,
y claramente burlaban
de las coplas españolas,
canciones y villancicos,
romances y cosa tal,
arte mayor y real
y pies quebrados y chicos
y todo nuestro caudal.

Y en lugar destas maneras
de vocablos ya sabidos
en nuestras trovas caseras,
cantan otras forasteras,
nuevas a nuestros oídos:
sonetos de grande estima,
madrigales y canciones
de diferentes renglones,
de octava y tercera rima
y otras nuevas invenciones.

Desprecian cualquiera cosa
de coplas compuestas antes
por baxa de ley y astrosa;
usan ya de cierta prosa
medida sin consonantes.
A muchos de los que fueron
elegantes y discretos
tienen por simples pobretos,
por solo que no cayeron
en la cuenta a los sonetos.

Daban, en fin, a entender
aquellos viejos autores
no haber sabido hacer
buenos metros ni poner
en estilo los amores;
y qu'el metro castellano
no tenía autoridad
de decir con majestad
lo que se dice en toscano
con mayor felicidad.

Mas esta falta o manquera
no la dan a nuestra lengua,
qu'es bastante y verdadera,
sino solo dicen que era
de buenos ingenios mengua;
y a la causa en lo pasado
fueron todos carescientes
destas trovas excellentes
que han descubierto y hallado
los modernos y presentes.

Viendo, pues, que presumían
tanto de su nueva ciencia,
dixéronles que querían
de aquello que referían
ver algo por experiencia;
para prueba de lo cual,
por muestra de novel uso,
cada cual de ellos compuso
una rima en especial,
cual se escribe aquí de yuso.

Cristóbal de Castillejo, Contra los encarecimientos de las coplas españolas


CONTRA LOS ENCARECIMIENTOS DE LAS COPLAS ESPAÑOLAS

Estando comigo a solas
me viene un antojo loco
de burlar con causa un poco
de las trovas españolas
al presente;
de aquellas, principalmente,
muy altas, encarescidas,
excellentes y polidas
que mucho estima la gente;

y de aquellos estremados
que por estilo perfeto
sacan del pecho secreto
hondos amores penados.
Son del cuento
Garci-Sánchez y otros ciento
muy gentiles caballeros,
que por caos cancioneros
echan sospiros al viento.

No se me achaque o levante
que me meto a decir mal
de aquel subido metal
de su decir elegante;
antes siento
pena de ver sin cimiento
un tan gentil edificio
y unas obras tan sin vicio
sobre ningún fundamento.

Los requiebros y primores
¿quién los niega, de Boscán,
y aquel estilo galán
con que cuenta sus amores?
Mas trovada
una copla muy penada,
él mesmo confesará
que no sabe dónde va
ni se funda sobre nada.

Aunque no por un tenor,
todos van por un camino;
también sabe Guardamino
quexar su mal y dolor
sin paciencia;
no hay dél otra diferencia
al que se cuelga de un hilo,
que no ser tal el estilo
sobre la mesma sentencia.

Y de aquí debe venir
que, contando sus pasiones,
las más comparaciones
van a parar en morir;
van de suerte
que nunca salen de "muerte"
o de "perderse la vida";
quitaldes esta guarida:
no habrá copla que se acierte.

Por donde los trovadores
son de burlas y reír
que no se dan a escrebir
sino penas y dolores.
¡Cosa vana,
que la lengua castellana,
tan cumplida y singular,
se haya toda de emplear
en materia tan liviana!

Coplas dulces, placenteras,
no pecan en liviandad;
pero pierde autoridad
quien las escribe de veras
y entremete
el seso por alcahuete
en los misterios de amor;
cuanto más, si el trovador
pasa ya del caballete.

Y algunos hay (yo lo sé)
que hacen obras fundadas
de coplas enamoradas
sin tener causa por qué.
Y esto está
en costumbre tanto ya,
que muchos escriben penas
por remedar las ajenas,
sin saber quién se las da.

Pero digo que arda en ellas
de los pies a la cabeça:
decidme, ¿a quién endereça
sus coplas y sus querellas?
Si las vende
a la dama que le prende,
¿qué mayor desaventura
que hablar por escritura
con quien sé que no la entiende?

Cuanto más que ni leer
las más saben ni escrebir
y en el dar o rescibir
aún hay algo que hacer.
¡Mal mascada
vais, copla desventurada,
y la que más os estima
devana su seda encima,
y quedáis vos allí aislada!

Ved qué donoso presente:
que la que más fe aventura
por gozar d'esta locura
ni la gusta ni la siente
y el provecho
es que, por vuestro derecho,
alguna dama loquilla,
dirá por gran maravilla:
"¡Ay, qué coplas que me han hecho!"

Pues, si donde era razón
tan pequeño fruto hacen,
con los demás, aunque aplacen,
deshonesta cosa son
y muy vano
exercicio, y aun profano,
publicar yo mis flaquezas,
liviandades y baxezas,
y escrebirlas de mi mano.

Sobra de bien y pan tierno
hace que los amadores
comparen el mal de amores
a las penas del Infierno.
Tú, Cupido,
estás muy favorescido
pensando que aquello es,
mas, donde hay dolor francés,
el tuyo queda en olvido.

Final

Coplas y locuras mías:
vuestro tiempo se ha llegado
para aliviar el enfado
destos trabajosos días.
Todas pasaréis por buenas
siendo aquel que os da favor,
por natura, mi señor,
y, por suerte, mi Mecenas.
A Lupercio Leonardo
[Poema: Texto completo]
Lope de Vega

Pasé la mar cuando creyó mi engaño
que en él mi antiguo fuego se templara,
mudé mi natural, porque mudara
naturaleza el uso, y curso el daño.

En otro cielo, en otro reino extraño,
mis trabajos se vieron en mi cara,
hallando, aunque otra tanta edad pasara,
incierto el bien, y cierto el desengaño.

El mismo amor me abrasa y atormenta,
y de razón y libertad me priva.
¿Por qué os quejáis del alma que le cuenta?

¿Qué no escriba decís, o que no viva?
Haced vos con mi amor que yo no sienta,
que yo haré con mi pluma que no escriba.

Lope de Vega, "Hombre mortal mis padres me engendraron..."


Hombre mortal mis padres me engendraron,
aire común y luz de los cielos dieron,
y mi primera voz lágrimas fueron,
que así los reyes en el mundo entraron.

La tierra y la miseria me abrazaron,
paños, no piel o pluma, me envolvieron,
por huésped de la vida me escribieron,
y las horas y pasos me contaron.

Así voy prosiguiendo la jornada
a la inmortalidad el alma asida,
que el cuerpo es nada, y no pretende nada.

Un principio y un fin tiene la vida,
porque de todos es igual la entrada,
y conforme a la entrada la salida.

Lope de Vega, "¡Oh engaño de los hombres, vida breve...!"


¡Oh, engaño de los hombres, vida breve,
loca ambición al aire vago asida!,
pues el que más se acerca a la partida,
más confiado de quedar se atreve.

¡Oh, flor al hielo!, ¡oh, rama al viento leve
lejos del tronco!, si en llamarte vida
tú misma estás diciendo que eres ida,
¿qué vanidad tu pensamiento mueve?

Dos partes tu mortal sujeto encierra:
una que se derriba al bajo suelo,
y otra que de la tierra te destierra;

tú juzga de las dos el mejor celo:
si el cuerpo quiere ser tierra en la Tierra,
el alma quiere ser cielo en el Cielo.

Vicente Wenceslao Querol, Carta al señor don Pedro Antonio de Alarcón acerca de la poesía

Carta al señor don Pedro Aantonio de Alarcón acerca de la Poesía

Vicente Wenceslao Querol

(1836–1889)

Amigo, cedo al fin. Los que dispersos
entregué al aire vano
en mi edad juvenil fútiles versos,
hoy con piadosa mano
recojo y cierro en el modesto libro
que al triste olvido de la edad entrego
o al duro fallo de los tiempos libro.
Lo engendré en la nocturna
fiebre de mis pasiones primerizas,
y hoy guardo en él, como en sagrada urna,
del corazón las cálidas cenizas.

En él están mis infantiles sueños,
el laurel disputado en arduas lizas,
de la osada ambición locos empeños,
de fe jurada, la esperanza muerta,
la aspiración incierta,
los horizontes del amor risueños:
cuanto amé y esperé.
Huecas y frías
en el oído extraño,
ajeno a mi placer, sordo a mi daño,
sonarán siempre las canciones mías;
pero, al volver sus páginas, yo encuentro
mi gozo entre ellas o mi antigua angustia,
cual suele hallarse dentro
de un olvidado libro una flor mustia.

Yo, cobarde, no oculto
mi fe en ti, desdeñada Poesía,
ni el ciego amor y el fervoroso culto
con que en tus aras me postré algún día:
no reniego de ti cuando la mofa,
cuando el villano insulto
responden solo a tu vibrante estrofa:
no aparto de mi labio
de tu cáliz de hiel las negras heces,
ni te abandono al miserable agravio,
o a las burlas soeces
del vulgo, indigno de tu noble estro;
y, cuando ante el siniestro
tribunal vas de tus inicuos jueces
yo, discípulo tuyo, por tres veces
no negaré al Maestro.

¡Santa palabra de Jehová! Con ella
Moisés cantó el enojo
con que borró de Faraón la huella
en sus líquidos antros el Mar rojo:
con ella sobre Nínive, sujeta
al yugo del pecado, y sobre Tiro,
y en la ancha plaza de Sidón inquieta,
quejumbroso suspiro
o eterna maldición lanzó el Profeta;
con ella junto al cauce
del extranjero río, su salterio
colgando al tronco del umbroso sauce,
lloró Judá su amargo cautiverio;
con ella dijo su doliente cuita
Job a la inmunda fiera del desierto;
y, con ella, la hermosa Sulamita
cantó al amor en su cercado huerto.

¡Numen severo de la historia! ¡Vive
todo lo que el poeta
con sabio ritmo sonoroso escribe,
muere lo que desdeña! Allá, en la vaga
muda extensión del páramo infinito,
la soberbia pirámide naufraga,
la esfinge de granito
se hunde en la arena movediza; el verde
musgo los templos de Ática sepulta;
la corva reja del arado muerde
las feraces colinas
donde su oprobio Babilonia oculta;
el rebaño del árabe se pierde
entre las vastas ruinas
que cubren tus llanuras ¡oh Cartago!,
mientras que en las vecinas
costas de Italia, con el propio estrago,
tu egregia vencedora,
la reina de las águilas latinas,
sola entre tumbas profanadas llora.

Envuelta en el sudario
de un vergonzoso olvido
fuera la Tierra el miserable osario
de las humanas razas, si el gemido
o el cántico de gloria
de los antiguos vates,
eco veraz de la solemne historia,
no nos trajera en clamoroso ruido
sus fragorosas ruinas y combates,
ayes de muerte y gritos de victoria.
De un siglo al otro siglo, el viento lleva
en las vibrantes cuerdas de la lira,
la predicción de la esperanza nueva
o el triste llanto de la edad que expira,
y, como en la callada
soledad de las noches de astro en astro
vuela el pálido rastro
de la luz increada,
así el vate, en la oscura
noche del tiempo que el pasado esconde,
habla a los bardos de la edad futura
y Ossïán los cantos de Ilión murmura
y Dante al salmo de David responde.

¡Hija de la Belleza! A la alborada
de blanca luz ceñida,
a la aurora de púrpura bañada,
y en la tarde apagada
de húmeda niebla y de vapor vestida,
son sus joyas las perlas del rocío,
las flores son sus galas,
su claro espejo el trasparente río,
los céfiros sus alas.
Las rojas nubes sus movibles tiendas,
su blanda cuna las inciertas olas,
y el ancho espacio las etéreas sendas
por donde marcha a solas.
Gime en la selva que estremece el viento,
triste en la fuente solitaria llora,
canta del ave en el alegre acento,
ríe en la luz de la naciente aurora;
y, cuando cruza con callado vuelo
la tierra, el mar o el cielo,
todo un ritmo sonoro
vibra al compás del cadencioso metro,
y en luminoso coro
van las estrellas de oro
rodando en torno a su extendido cetro.

¡Hija del sentimiento! En la indecisa
vaguedad del espíritu, en la calma
de la conciencia justa:
del débil niño en la infantil sonrisa;
en los deliquios lánguidos del alma;
del corazón en la soberbia augusta:
en la ira noble, en el amor materno,
en la ansia no cumplida,
en los hastíos de la humana vida
y en el místico amor de un bien eterno;
en el lóbrego abismo,
cárcel que la pasión fiera quebranta,
en el grito febril del heroísmo,
y en la oculta virtud, callada y santa,
como en el crimen mismo,
ella, la Poesía,
surge y cruza sombría,
y el puñal blande o la oración murmura:
ciñe a la virgen los nupciales velos:
solloza en la olvidada sepultura,
y, en los humanos duelos,
con la tendida diestra
a toda angustia inconsolable muestra
la eterna luz de los abiertos cielos.

Tal, en la edad confusa
en que a la vida el corazón despierta,
yo, la soñada Musa
vi en el umbral de la cerrada puerta,
que mi ambición ilusa
juzgó a la gloria y la esperanza abierta.
No entré... pero en mi oído
sonó el grande ruido
de los santos acordes celestiales;
y aun hoy, en este olvido
y en esta amiga sombra,
donde es la paz un díctamo a mis males,
entre el silencio escucho, y aun me asombra,
el rumor de los himnos inmortales.

Tú, que has unido a ellos
¡oh dulce amigo! tu canción sonora
y alumbraste con vívidos destellos
esta noche del alma abrumadora:
brïoso corazón que en las bastardas
horas sin fe que nos legó el destino,
inmaculado aun guardas
de una alta estirpe el resplandor divino,
abre el libro y no temas,
al revolver las hojas
de mis pobres poemas,
que ose en ellos cantar glorias supremas
ni supremas congojas.
El débil numen que mi verso inspira
nunca osó ambicionar más noble palma
que traducir fielmente con la lira
la efusión de mi alma.