viernes, 20 de marzo de 2015

Henrik Ibsen, Un enemigo del pueblo

Henrik Ibsen, Un enemigo del pueblo, acto V, final:

DOCTOR STOCKMANN.

¿Marcharnos, decías? No, Catalina, no; nos quedaremos aquí.

PETRA.

¡Nos quedamos!

SEÑORA STOCKMANN.

¿Aquí, en la ciudad?

DOCTOR STOCKMANN.

Sí. Ha comenzado la batalla y aquí he de conseguir la victoria. En cuanto hayas zurcido mi pantalón, saldré a buscar casa; tenemos que procurarnos un refugio para pasar el invierno.

HORSTER.

Puede usted aprovechar la mía.

DOCTOR STOCKMANN.

¿En serio...?

HORSTER.

No hay inconveniente. Me sobra espacio, y rara vez estoy en casa.

SEÑORA STOCKMANN.

¡Qué amable es usted!

PETRA.

 ¡Gracias, muchísimas gracias, Horster!

DOCTOR STOCKMANN. (Estrechando la mano al capitán.)

¡Muchas gracias! Ya han cesado todas mis preocupaciones. Ahora voy a empezar a trabajar de firme; cuanto antes, mejor. Catalina, aún me quedan muchos descubrimientos por hacer. Ya podré al fin disponer de todo el tiempo que quiera; porque has de saber, Catalina, que me han dado la cesantía de mi cargo en el balneario.

SEÑORA STOCKMANN. (Suspirando.)

Me lo temía.

DOCTOR STOCKMANN.

Y quieren quitarme encima la clientela. ¡Bah! ¡Que hagan lo que quieran! Siempre me quedarán los pobres, los que no pagan. Son los pobres, principalmente, los que me necesitan y, como no tendrán más remedio que escucharme, les sermonearé a diestro y siniestro, con su aprobación o sin ella.

SEÑORA STOCKMANN.

Pero, querido Tomás, ¿te consta adónde te conduce... sermonear?

DOCTOR STOCKMANN.

¿Y qué quieres que le haga, Catalina? ¿O es que prefieres que me arrastre por el fango dependiendo de la opinión pública, de la mayoría compacta y de todas esas paparruchas? No; lo que deseo es bien sencillo: deseo meter en la cabeza a esos estúpidos, a quienes llaman aquí liberales, que son los peores enemigos de las hombres libres; que los programas de partido abortan toda verdad capaz de vivir; que la manera como interpretan ciertas conveniencias está fuera de toda moral y de toda justicia y que acabarán por volver la vida completamente insoportable. ¿No opina, capitán, que lograré hacérselo comprender?

HORSTER.

Quizá. Yo no entiendo nada de esas cosas.

DOCTOR STOCKMANN.

Pues va a entenderlo enseguida. Se impone que desaparezcan los cabecillas de partido. Todo cabecilla es un lobo, un lobo hambriento que necesita para vivir cierto número de gallinas y corderos. Y si no díganlo Aslaksen y Hovstad. ¿Cuántos corderos devoran? Y los que no devoran, los inutilizan, convirtiéndolos en propietarios de casas y en suscriptores de La Voz del Pueblo. (Se sienta en el borde de la mesa.) Ven aquí, Catalina. ¿Ves cómo nos envía el sol sus rayos generosos, y cómo nos refresca la brisa de primavera que entra por esa ventana?

SEÑORA STOCKMANN.

Sí; pero no podemos vivir únicamente de rayos de sol y brisas de primavera...

DOCTOR STOCKMANN.

Conque economices un poco más ya verás cómo se arregla todo; eso es lo que menos me preocupa. Lo malo es que no sé de ningún hombre lo bastante libre, lo bastante leal para proseguir mi misión cuando yo muera.

PETRA.

De momento no pienses en eso, papá. Todavía tienes mucha vida por delante para actuar: mira, ya están aquí los niños.

(Pasan EJLIF y MORTEN.)

SEÑORA STOCKMANN.

¿Tan temprano habéis acabado las clases?

MORTEN.

Es que hemos reñido con los otros chicos en el recreo y...

EJLIF.

Porque ellos se metieron con nosotros.

MORTEN.

Sí... y, entonces, el señor Korlund ha dicho que sería conveniente que nos quedásemos en casa algunos días.

DOCTOR STOCKMANN. (Chasca los dedos y baja de la mesa.)

¡Pues bueno, pues me alegro! No volveréis a pisar la escuela.

LOS NIÑOS.

¿No? ¿Nunca?

SEÑORA STOCKMANN.

Pero, Tomás...

DOCTOR STOCKMANN.

Nunca: les enseñaré yo mismo. Ya no tendréis que estudiar nada de nada; pero, eso sí, haré de vosotros hombres libres y superiores. Para ello, Petra, necesitaré tu ayuda, ¿me oyes?

PETRA.

Cuenta conmigo, papá.

DOCTOR STOCKMANN.

Instalaremos la escuela en la sala donde me insultaron llamándome "enemigo del pueblo". Pero se requerirá que vengan más alumnos aún: me hace falta lo menos una docena de muchachos para empezar.

SEÑORA STOCKMANN.

No los encontrarás en toda la ciudad.

DOCTOR STOCKMANN.

¡Eso lo veremos! (A sus hijos.) ¿No conocéis vosotros algunos granujillas?

MORTEN.

Sí, papá, yo conozco algunos.

DOCTOR STOCKMANN.

¡Magnífico! A ver si puedes traérmelos. Quiero ensayarme con ellos. A veces se encuentran verdaderos prodigios.

MORTEN.

¿Y qué vamos a hacer cuando seamos hombres libres y superiores?

DOCTOR STOCKMANN.

Entonces, hijos míos, iréis a cazar lobos: por aquí abundan.

SEÑORA STOCKMANN.

Con tal que no sean los lobos los que te cacen a ti, Tomás...

DOCTOR STOCKMANN.

¿Pero qué locuras estás diciendo, Catalina? ¿Cazarme? ¿A mí, que ahora soy el hombre más poderoso de la ciudad?

SEÑORA STOCKMANN.

- ¿Poderoso...? ¿Tú?

DOCTOR STOCKMANN.

Sí. E incluso me aventuro a decir que soy uno de los hombres más poderosos del mundo.

MORTEN.

¿De veras, papá?

DOCTOR STOCKMANN. (En voz baja.)

¡Chis! ¡Silencio! Todavía es un secreto; pero vengo de hacer un gran descubrimiento...

SEÑORA STOCKMANN. (Extrañada.)

¿Otro descubrimiento?

DOCTOR STOCKMANN.

Sí, otro. (Congregando a todos en torno suyo.) Helo aquí. Escuchad: el hombre más poderoso del mundo es el que está más solo.

SEÑORA STOCKMANN. (Sonríe y mueve la cabeza.)

¡Tomás, Tomás!

PETRA. (Tomándole cariñosamente las manos.)

¡Papá!

jueves, 19 de marzo de 2015

Fábula de Tomás de Iriarte que se descolgó de las suyas, poco conocida y herética para Menéndez Pelayo

Tuvo Simón una barca
no más que de pescador,
y no más que como barca,
a sus hijos la dejó.

Mas ellos tanto pescaron
e hicieron tanto doblón,
que ya tuvieron a menos
no mandar buque mayor.

La barca pasó a jabeque,
luego a fragata pasó;
de aquí a navío de guerra,
y asustó con su cañón.

Mas ya roto y viejo el casco
de tormentas que sufrió,
se va pudriendo en el puerto.
¡Lo que va de ayer a hoy!

Mil veces lo han carenado,
y al cabo será mejor
desecharle, y contentarnos
con la barca de Simón.

lunes, 16 de marzo de 2015

Francisco de Quevedo, Romance del gafe

REFIERE SU NACIMIENTO
Y LAS PROPIEDADES QUE LE COMUNICÓ

Parióme adrede mi madre,
¡ojalá no me pariera!,
aunque estaba cuando me hizo,
de gorja naturaleza.

Dos maravedís de luna
alumbraban a la tierra,
que por ser yo el que nacía,
no quiso que un cuarto fuera.

Nací tarde, porque el sol
tuvo de verme vergüenza,
en una noche templada
entre clara y entre yema.

Un miércoles con un martes
tuvieron grande revuelta,
sobre que ninguno quiso
que en sus términos naciera.

Nací debajo de Libra,
tan inclinado a las pesas,
que todo mi amor le fundo
en las madres vendederas.

Dióme el León su cuartana,
dióme el Escorpión su lengua,
Virgo, el deseo de hallarle,
y el Carnero su paciencia.

Murieron luego mis padres,
Dios en el cielo los tenga,
porque no vuelvan acá,
y a engendrar más hijos vuelvan.

Tal ventura desde entonces
me dejaron los planetas,
que puede servir de tinta,
según ha sido de negra.

Porque es tan feliz mi suerte,
que no hay cosa mala o buena,
que aunque la piense de tajo,
al revés no me suceda.

De estériles soy remedio,
pues con mandarme su hacienda,
les dará el cielo mil hijos,
por quitarme las herencias.

Y para que vean los ciegos
pónganme a mí a la vergüenza;
y para que cieguen todos,
llévenme en coche o litera.

Como a imagen de milagros
me sacan por las aldeas,
si quieren sol, abrigado,
y desnudo, porque llueva.

Cuando alguno me convida
no es a banquetes ni a fiestas,
sino a los misas cantanos
para que yo les ofrezca.

De noche soy parecido
a todos cuantos esperan,
para molerlos a palos,
y así inocente me pegan.

Aguarda hasta que yo pase
si ha de caerse una teja;
aciértanme las pedradas,
las curas sólo me yerran.

Si a alguno pido prestado,
me responde tan a secas,
que en vez de prestarme a mí,
me hace prestar la paciencia.

No hay necio que no me hable,
ni vieja que no me quiera,
ni pobre que no me pida,
ni rico que no me ofenda.

No hay camino que no yerre,
ni juego donde no pierda,
ni amigo que no me engañe,
ni enemigo que no tenga.

Agua me falta en el mar,
y la hallo en las tabernas,
que mis contentos y el vino
son aguados donde quiera.

Dejo de tomar oficio,
porque sé por cosa cierta,
que siendo yo el calcetero
andarán todos en piernas.

Si estudiara medicina,
aunque es socorrida ciencia,
porque no curara yo,
no hubiera persona enferma.

Quise casarme estotro año,
por sosegar mi conciencia,
y dábanme un dote al diablo,
con una mujer muy fea.

Si intentara ser cornudo,
por comer de mi cabeza,
según soy de desgraciado,
diera mi mujer en buena.

Siempre fue mi vecindad
mal casados que vocean,
herradores que madrugan,
herreros que me desvelan.

Si yo camino con fieltro
se abrasa en fuego la tierra,
y en llevando guardasol
está ya de Dios que llueva.

Si hablo a alguna mujer,
y le digo mil ternezas,
o me pide o me despide,
que en mí es una cosa mesma.

En mí lo picado es roto,
ahorro cualquier limpieza,
cualquier bostezo es hambre,
cualquiera color vergüenza.

Fuera un hábito en mi pecho
remiendo sin resistencia,
y peor que besamanos
en mí cualquier encomienda.

Para que no estén en casa
los que nunca salen della,
buscarlos yo sólo basta,
pues con eso estarán fuera.

Si alguno quiere morirse
sin ponzoña o pestilencia,
proponga hacerme algún bien,
y no vivirá hora y media.

Y a tanto vino a llegar
la adversidad de mi estrella,
que me inclinó que adorase
con mi humildad tu soberbia.

Y viendo que mi desgracia
no dio lugar a que fuera
como otros tu pretendiente,
vine a ser tu pretenmuela.

mas tú de puro discreta,
viéndome con tantas faltas,
que estoy preñado sospechas.

Aquesto Fabio cantaba
a los balcones y rejas
de Aminta, que aun de olvidarle
le han dicho que no se acuerda.

martes, 10 de marzo de 2015

Soneto de Tomás de Iriarte

   A ti me quejo, Apolo justiciero,
de que nunca en mis versos fui dichoso.
Si sátiras escribo me hago odioso,
y si elogios, me llaman lisonjero.
   
   Soy, si escribo de burlas, chocarrero;
si por lo serio canto, soy un soso;
si al lauro teatral aspiro ansioso,
es mi censor cualquiera majadero.
   
   Llevando yo al Parnaso esta querella,
respondió Apolo: «Al que profesa mi arte
persigue siempre esa infeliz estrella;
   
   Pero el mejor remedio quiero darte:
Canta las gracias de tu Orminta bella;
tendrás a todo el mundo de tu parte.»

sábado, 7 de marzo de 2015

John Keats, ¿Dónde se halla el poeta?

¿Dónde se halla el poeta? ¡Mostrádmelo, mostrádmelo,
oh musas, que yo pueda conocerlo!
Es aquel hombre que, en presencia de otro,
se sentirá su igual, sea éste rey
o el más pobre del clan de los mendigos,
o cualquier otra cosa sorprendente
que entre un mono y Platón el hombre pueda ser.
Es aquel que ante un pájaro,
águila o reyezuelo, encuentra su camino
a todos sus instintos. Le ha escuchado
al león su rugido y puede hablar
de lo que su garganta endurecida expresa.
A él el grito del tigre
le llega articulado y se abre paso
como lengua materna entre su oído.

Trad. de Lorenzo Oliván