jueves, 31 de julio de 2025

Pedro Calderón de la Barca, Defensa de las mujeres, en su Las armas de la hermosura

 (Veturia, a Coriolano, en queja por su ley contra el lujo y las modas de las sabinas, en P. Calderón de la Barca, Las armas de la hermosura):

En público el valor mío / se atreve a hablar, pues habló / en público vuestro edicto.  / Que no es digno de ese honor / Coriolano, otra vez digo, / ni en vosotros para dado, / ni en él para recibido; / porque siendo las mujeres / el espejo cristalino / del honor del hombre, ¿cómo / puede, estando a un tiempo mismo / en nosotras empañado, / estar en vosotros limpio? / No blasonéis, pues, soldados, / en la rota del sabino, / de que venís con honor; / que si valientes y altivos / allá le dejáis ganado, / acá le hallaréis perdido. / Inútil os fue el valor, / poco provechoso el brío, / la resolución sin logro / y sin efecto el peligro, / pues [nada lográis quedando] / ya de nosotras mal vistos; / que si, en fe de apetecidas, / vuestro agasajo nos hizo / que descansase la queja / a la sombra del cariño, / ¿qué mucho que, despreciadas, / al contrario, el albedrío, / que fue dócil al halago, / sea rebelde al desvío? / Como esposas nos tratasteis, / nobles, corteses y finos; / pues ¿cómo ya como esclavas / nos tratáis, con tal dominio / que en mujeriles adornos / aun no nos dejáis arbitrio? / No lo sentimos por ellos; / que por lo que lo sentimos / es la desestimación, / el desdén, el descariño, / el ultraje, el ajamiento; / que si el mundo en su principio / nos privó (quizá de miedo) / del uso de armas y libros, / no del uso nos privó / de aquel aplicado aliño / con que la naturaleza / se vale del artificio. / Pues ¿cómo, siendo heredados, / contra el natural estilo /  canceláis de las mujeres / los privilegios antiguos? / ¿Qué bruta nación, adonde / nunca llegar han podido / ni la política en leyes, / ni la república en juicios; / ¿qué adusto bárbaro, a quien / tostó ardiente, erizó esquivo / el sol la tez en ardores / y el aire la greña en rizos, / les negó la adoración / del humano sacrificio / de ser ellas las rogadas / y ser ellos los rendidos, / cuanto más la urbanidad / de los comercios que, dignos, / sin deslizarse a indecentes, / se mantienen en festivos? / Las mujeres, a quien deben / primer albergue nativo / los hombres y a quien los hombres / en dos maneras han sido / tan costosos al nacer, / y al criarse tan prolijos, / ¿han de vivir abatidas / a vista de quien las quiso / o lo dijo, por lo menos, / pues basta ver que lo dijo / para ver cuán desairados /estar todos es preciso, / vosotros con vuestras damas, / y Coriolano conmigo? / Y así yo, en nombre de todas, / en ira envuelta el sentido, / la lengua anegada en quejas, / la voz ardiendo en suspiros, / brotado el aliento en rayos, / destilado el llanto en hilos, / sin puntualidad la gala, / sin preceptos el aliño, / sin ley vagando el cabello, / sin orden puesto el vestido, / vuelvo a que, en nombre de todas, / digo a todos lo que a él digo. / Por noble, pues, Coriolano, / por galán, por entendido, / por cortesano en la paz, / en la guerra por invicto, / o por hombre solamente / (que harto con esto te obligo), / si como dama, te ruego / y como esclava, te pido / que aquesta infamia derogues, / haciendo que su designio / se borre de la memoria / y se escriba en el olvido. / Y si acaso a esta fineza, / de cobarde o de remiso, / no te dispone lo amante,  /  no te resuelve lo fino, / yo de mi parte a ti solo / y a todos os lo repito  / de parte de las demás; / protesto, juro y afirmo  / (por esa antorcha del día /  que con afán repetido / se apaga al morir en ondas, / se enciende al nacer en visos)  / que ha de ser siempre en nosotras, / si no hacéis lo que os pedimos, / el agasajo forzado, / poco seguro el cariño, / el favor poco constante, / el desabrimiento fijo, /  triste y escabroso el lecho, / el gusto forzado y tibio,  / con melindres la fineza,  /  el halago con retiros, / siempre el enojo rebelde,  / nunca seguro el alivio. / Y cuando aquesto no baste, / monstruos somos vengativos. / Temed, pues, temed que el odio / quizá se pase a peligro; / que en manos de las mujeres / también, con violentos bríos, / saben herir los puñales, / saben cortar los cuchillos. /  Y cuando no, ser sus ojos, / viendo el adagio cumplido,  / de que las mujeres somos / milagros y basiliscos.


 

sábado, 12 de julio de 2025

Oliverio Girondo, Se miran

Oliverio Girondo, «Se miran…»


Se miran, se presienten, se desean…

Se acarician, se besan, se desnudan…

Se respiran, se acuestan, se olfatean…

Se penetran, se chupan, se desnudan…

Se adormecen, despiertan, se iluminan…

Se codician, se palpan, se fascinan…

Se mastican, se gustan, se babean…

Se confunden, se acoplan, se disgregan…

Se distienden, se enarcan, se menean…

Se retuercen, se estiran, se caldean…

Se estrangulan, se aprietan, se estremecen…

Se tantean, se juntan, desfallecen…

Se repelen, se enervan, se apetecen…

Se acometen, se enlazan, se entrechocan…

Se agazapan, se apresan, se dislocan…

Se perforan, se incrustan, se acribillan…

Se remachan, se injertan, se atornillan…

Se desmayan, reviven, resplandecen…

Se contemplan, se inflaman, se enloquecen…

Se derriten, se sueldan, se calcinan…


Se desgarran, se muerden, se asesinan…

Resucitan, se buscan, se refriegan…

Se rehúyen, se evaden y… se entregan.

Oliverio Girondo.