domingo, 23 de junio de 2013

Inéditos de Bergamín

París 1964-1970: versos inéditos

Estos son los 32 poemas que Bergamín envió por carta en abril de 1969 a su hijo y su nuera


JOSÉ BERGAMÍN , El País, 23 de junio de 2013:

Como nace el árbol vivo

de su natural semilla

así nace de tu alma

vivamente la poesía.

         ωωω

No se equivoca Narciso:

se equivoca el engañoso

fantasma de su espejismo.

          ωωω

Cuando un manchego en La Mancha

de veras se vuelve loco

no se vuelve Don Quijote

sino que se tira a un pozo.

               ωωω

La llama tiene dos sombras

una fuera y otra dentro:

y tú eres como la llama

dos veces sombra del fuego.

De sombra es tu corazón.

De sombra, tu pensamiento.

Y entre los dos tú eres llama

luminosa, sin saberlo.

          ωωω

Si tú fueras rey de bastos

y yo fuera rey de espadas,

oros pagarían copas

y haríamos malas bazas.

Conque ¡hagan juego señores!

Que aquí no hay cartón ni trampa.

Y no hay más rey ni más Roque

que el palo de la baraja.

             ωωω

Al fin se acabó la historia.

Y tú te quedaste, al fin,

solo y sin pena ni gloria.

            ωωω

Tú sabes lo que te digo:

que si no dices verdad

no digas que eres mi amigo.

                 ωωω

De un sueño nace tu alma.

Y de otro sueño se muere.

Entre un sueño y otro sueño

tal vez nunca se despierte.

                ωωω

A mí me está pareciendo

que tú no quieres oír

lo que yo te estoy diciendo.

              ωωω

Lo que nos dice la fe

no es ni verdad ni mentira.

No se ve lo que se mira:

se mira lo que se ve.

            ωωω

Por los caminos del aire

se perdió mi pensamiento.

Y no he podido encontrarle.

         ωωω

Yo no sé por qué será

que veo claro lo oscuro

y oscura la claridad.

            ωωω

El curso de la vida es como un río

dijo Manrique, y es la muerte el mar.

Conforme corre el río va sintiendo

ensancharse su cauce más y más.

Es como el dulce discurrir de un llanto

que, al cabo, sentirá

amargarse sus lágrimas postreras

con un sabor de sal.

              ωωω

Lo que anda diciendo el río,

como el viento cuando pasa,

es lo que dice la lluvia

cuando cae sobre el agua.

Es lo que dice en el fuego

el crepitar de sus llamas.

Es lo que tú estás diciendo

cuando miras y te callas.

             ωωω

“Más claro, agua”.

Agua que corre y huye

para ser clara.

                ωωω

El cielo parió una estrella.

Y la envolvieron las nubes

en sus pañales de niebla.

            ωωω

La estrella más luminosa

cuando la miran tus ojos

se apaga como una sombra.

             ωωω

En tu vida hay dos silencios:

uno es silencio por fuera,

otro es silencio por dentro.

Y te parecen al serlo,

uno, silencio del alma,

otro, silencio del cuerpo.

             ωωω

Hay que saber separar

de un silencio otro silencio.

El silencio de los vivos

y el silencio de los muertos.

             ωωω

Al que Dios no le da el habla

el Diablo le da un silencio

que no quiere decir nada.

              ωωω

También el silencio es máscara

que le da forma al vacío

sonoro de las palabras.

               ωωω

La elocuencia del silencio

enmudece lo que hablas.

Hay silencio en lo que dices

y decir en lo que callas.

           ωωω

Hasta la llama más viva

se apaga cuando se duerme

blandamente en la ceniza.

Se va quedando dormida

al cobijo de su lumbre

soñando que resucita.

Que hasta la llama más viva

cuando se apaga se vuelve

Cenicienta de sí misma.

            ωωω

Al borde del precipicio

se asoma tu corazón

como al espejo Narciso.

Se enamora de sí mismo

sin ver que es imagen suya

la del abismal vacío.

            ωωω

Tengo el alma acostumbrada

a su tristeza mortal

y a mí ya nada me espanta.

A mí ya nada me espanta

porque tengo el corazón

tan triste como mi alma.

             ωωω

Tú tendrías que ser otra

y muy distinta de ti

para que yo te creyera

la misma que te creí.

             ωωω

Yo no sé si yo soy el que me sueño

o si es otro el que a mí me está soñando;

otro que me separa de mí mismo

que me vuelve un extraño

fantasma de otro sueño, de otro mundo,

más íntimo y lejano;

otro sueño, otro mundo, en el que estoy

como desensoñado.

              ωωω

Como el eco en el viento, como el vuelo

perdido de los pájaros,

el sueño de un amor que fue mi vida

se me ha quedado muerto entre las manos.

                  ωωω

Tu alma es tan perezosa y dormilona

que parece que está durmiendo siempre.

Tal vez sin despertar de tanto sueño

se dormirá en la muerte.

                ωωω

No es un sueño la muerte,

ni es un sueño la vida.

El sueño está en los ojos

con que tú las miras.

              ωωω

Como la luz de la tarde

tu alma se va apagando.

Tu pensamiento en tu alma

se va crepusculizando. 

jueves, 13 de junio de 2013

El Cuervo de Poe, en latín

Corvus

ALTA nox erat; sedebam tædio fessus gravi,
Nescio quid exoletæ perlegens scientiæ,
Cum velut pulsantis ortus est sonus meas fores—
Languido pulsantis ictu cubiculi clausas fores:
"Me meus", dixi, "sodalis serius visum venit".
Inde fit sonus;—quid amplius?”

Ah! recordor quod Decembris esset hora nubili,
In pariete quod favillæ fingerent imagines.
Crastinum diem petebam; nil erat solaminis,
Nil levaminis legendo consequi curæ meæ:—
De Leonina dolebam, cœlites quam nominant—
Nos non nominamus amplius.

Mœstus aulæi susurros purpurati, et serici,
Horrui vana nec ante cognita formidine;
Propter hoc, cor palpitans ut sisterem, jam dictitans
Constiti, “Meus sodalis astat ad fores meas,
Me meus sero sodalis hic adest efflagitans;
Inde fit sonus;—quid amplius?”

Mente mox corroborata, desinens vanum metum,
“Quisquis es, tu parce,” dixi “negligentiæ meæ;
Me levis somnus tenebat, et quantis tam lenibus
Ictibus fores meas, ut irritum sonum excites,
Quem mea vix consequebar aure”—tunc pandi fores:—
Illic nox erat;—nil amplius.

Has tenebras intuebar tum stupens mentu diu,
Hæsitans, et mente fingens quodlibet miraculum;
At tacebat omne limen ferreo silentio,
Et, “Leonina!” inde nomen editum solum fuit;
Ipse dixeram hoc, et echo reddidit loquax idem;—
Hæc vox edita est;—nil amplius.

In cubiclum mox regressus, concitis præcordiis,
Admodum paulo acriorem rursus ictum exaudio.
“Quicquid est, certe fenestras concutit,” dixi, “meas;
Eja, prodest experiri quid sit hoc mysterium—
Cor parumper conquiesce, donec hoc percepero;—
Flatus hic strepit;—nil amplius.”

Tunc repagulis remotis, huc et huc, en, cursitans,
Et micans alis, verenda forma, corvus insilit.
Blandiens haud commoratus, quam celerrime viam
Fecit et gravis, superbus, constitit super fores—
In caput divæ Minervæ collocans se sculptile
Sedit, motus haud dein amplius.

Nonnihil deliniebat cor meum iste ales niger,
Fronte, ceu Catoniana tetrica me contuens:
“Tu, licet sis capite lævi, tamen es acer, impiger,
Tam verendus,” inquam “et ater, noctis e plaga vagans—
Dic, amabo, qui vocaris nocte sub Plutonia?”
Corvus rettulit, “Non amplius.”

Ales iste luculenter eloquens me perculit,
Ipsa quamvis indicaret pæne nil responsio;
Namque nobis confitendum est nemini mortalium
Copiam datam videndi quadrupedem unquam aut alitem,
Qui super fores sederet sculptilem premens Deam,
Dictus nomine hoc, “Non amplius.”

At sedens super decorum solus ales id caput,
Verba tamquam mente tota dixit hæc tantummodo.
Deinde pressis mansit alis, postea nil proferens,
Donec ægre murmurârim, “Cæteri me negligunt—
Deseret me cras volucris, spes ut ante destitit.”
Corvus tunc refert, “Non amplius.”

Me statim commovit apta, quam dedit, responsio:
“Ista,” dixi, “sola vox est huic opes, peculium,
Quam miser præcepit actus casibus crebris herus
Ingruentibus maligne, donec ingemisceret,
Hanc querulam, destitutus spe, redintegrans diu,
Vocem lugubrem, ‘Non amplius.’”

Mox, nam adhuc deliniebat cor meum iste ales niger,
Culcitis stratum sedile colloco adversus fores;
Hac cubans in sede molli mente cogito mea,
Multa fingens continenter, quid voluerit alitis
Tam sinistri, dam tigrantis, tam macri, tam tetrici,
Ista rauca vox, “Non amplius.”

Augurans hoc considebam, proferens vocis nihil
Ad volucrem, jam intuentem pupulis me flammeis;
Augurans hôc plus sedebam, segniter fulto meo
Capite culcita decora, luce lampadis lita,
Quam premet puella mollem, luce lampadis litam,
Illa lux mea, ah! non amplius.

Visus aer thureis tunc fumigari odoribus,
Quos ferebant Dî prementes pede tapeta tinnulo.
“En, miser,” dixi, “ministrant—Dî tibi nunc exhibent
Otium multùm dolenti de Leonina tua!
Eja, nepenthes potitor, combibens oblivia!”
Corvus rettulit, “Non amplius.”

“Tu, sacer propheta,” dixi, “sis licet dæmon atrox!—
Tartarus seu te profundus, seu procella huc egerit,
Tu, peregrinans, et audax, hanc malam visens domum,
Quam colit ferox Erinnys—dic mihi, dic, obsecro,
Num levamen sit doloris, quem gero—dic, obsecro!”
Corvus rettulit, “Non amplius.”

“Tu, sacer propheta,” dixi, “sis licet dæmon atrox!—
Obsecro deos per illos queis uterque cedimus—
Dic dolenti, num remotis in locis olim Elysî
Sim potiturus puella numini carissima,
Num leoninam videbo, cœlites quam nominant.”
Corvus rettulit, “Non amplius.”

“Ista tempus emigrandi vox notet,” dixi fremens—
“Repete nimbum, repete noctis, tu, plagam Plutoniam!
Nulla sit relicta testans pluma commentum nigra!
Mitte miserum persequi me! linque Palladis caput!
E meo tu corde rostrum, postibus formam eripe!”
Corvus rettulit, “Non amplius.”

Et sedens pennis quietis usquem corvus, indies,
Sculptilis premit Minervæ desuper pallens caput;
Similis oculos molienti luctuosa dæmoni:
Sub lychno nigrat tapetes fluctuans umbra alitis;
Et mihi mentem levandi subrutam hac umbra meam
Facta copia est—non amplius!

viernes, 24 de mayo de 2013

Luis García Montero, Coplas a la muerte de un colega


1
De "Además", libro incluido en Poemas, Madrid: Visor, 2004.


1.

Recuerda, si se te olvida,
que este mundo es poca cosa,
casi nada,
que venimos a la vida
con la sombra de una losa
no pagada.
Los días como conejos
nos llevan en ventolera
al infierno,
su curso nos hace viejos
trocando la primavera
en invierno. 

2

El criador, con grande enojo,
cuando en la vida nos mete
y nos suelta,
para no quitarnos ojo
nos manda como un billete
de ida y vuelta.
Nacemos al desayuno,
comemos según vivimos
y cenamos
cuando parece oportuno,
por eso mientras dormimos
descansamos. 

   
3

Nuestras vidas son los sobres
que nos dan por trabajar,
que es el morir;
allí van todos los pobres
para dejarse explotar
y plusvalir;
allí los grandes caudales
nos engañan con halagos
y los chicos,
que explotando son iguales
las suspensiones de pagos
y los ricos. 

4

Mas porque pase la vida
sin que podamos sacarla
de este pozo,
no la demos por perdida,
que es posible rescatarla
con el gozo.
Pues decidme, la hermosura
de esos dos labios tan bellos
y empapados,
cuando pierdan su ternura
¿qué se podrá hacer con ellos
disecados? 

   
 
Coplas 5-8  
5

¿Qué hace ahora pendulero,
tan vacío y contrahecho,
sin color,
aquel órgano certero
que se puso tan derecho
en el amor?
¿Qué se hizo Marilyn?
Aquellos Beatles de antaño,
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto sinfín
de galanes que en un año
nos vendieron?

6

Y los tunos, los toreros,
las cantantes de revista
en el olvido;
las folklóricas primero,
el marqués y la corista
¿dónde han ido?
¿Dónde están los generales,
sus medallas y su espada
sin conciencia,
sino esperando mortales
a que les sea dictada
su sentencia?

   
7

Y el ritmo de los roqueros,
los canutos y la risa
del pasota,
los chorizos tironeros
que han vivido tan deprisa
y el drogota
que se inyecta mil caballos
por las venas, los colgados
y el camello,
¿dónde iremos a buscallos,
dónde son tan olvidados,
qué fue de ellos?

8

Todo pasa, es aguanieve
que se deshace en el suelo
silenciosa,
mientras que la vida llueve
y se nos puebla de duelo
cuando acosa,
nos apremia con su mano
y con sus ojos nos niega
torpemente,
el corazón de un hermano,
la presencia de un colega
diferente.

   
 
Coplas 9-13  
9

Recuerdo que atardecía,
recuerdo que vi su coche
detenerse,
recuerdo la compañía
de sus ojos en la noche,
sin saberse
tras la boca de un gatillo
que esperaba tembloroso
y asesino,
meterse por un pasillo
de aquel corazón dudoso
y su destino.
10

Y recuerdo la culebra
de la vida, fría, inerte
por su cara,
empapado de ginebra,
esperando que la muerte
lo besara.
Se lo llevó con desgana
la canción de una ambulancia
malherida,
las grúas de la mañana
recogieron su arrogancia,
ya sin vida.
   
11

Camarada de su gente,
¡qué pantera en el coraje
por nosotros!
¡Qué canalla adolescente!
¡Qué enemigo tan salvaje
con los otros!
Y para el valor, ¡qué fiero!
¡Qué destreza de alimañas!
¡Qué razón!
Para el amor marinero,
gobernando en sus pestañas
la pasión. 

12

No dejó ningún tesoro,
dos jeringas en el suelo
sin sentido,
su navaja en deterioro,
su gabán de terciopelo
descosido.
Pero estuvo en la ciudad
y acaudilló los suburbios
con la suerte,
y habló de la libertad
hasta ver los ojos turbios
de la muerte.

   
13

Y porque fue capitán
de camadas y patrullas
sin juicio,
porque ya no nacerán
dos manos como las suyas
para el vicio,
porque jamás nos vendió
y mordimos el anzuelo
de su historia,
aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria. 

martes, 21 de mayo de 2013

Lope de Vega, Epístola a Antonio Hurtado de Mendoza


EPÍSTOLA 
A DON ANTONIO HURTADO DE MENDOZA,
Caballero del hábito de Calatrava,
Secretario de su majestad.


Ya se pasaron, generoso Antonio,
las iras del rigor de mi fortuna,
si basta su mudanza en testimonio.

Mi condición, más fácil que importuna,
pensó que era pedir que se mudase
fijar la plata de la errante luna.

Consejo fue de Dios que le rogase
quien pretendiese de Él alguna cosa,
materia en que su forma dilatase.

La humana majestad, temporal diosa, 
también gusta de ser importunada 
para imprimir su forma poderosa. 

Quien nada pide, no merece nada: 
ya tengo el desengaño de haber sido, 
mi dicha no, mi condición culpada: 

Ya salgo a nueva luz del necio olvido, 
y de la queja criminal me aparto, 
si alguna mis estrellas han tenido. 

Bien haya el siglo de Felipe cuarto 
que, como coronado excelso monte, 
gigante dio la espectación del parto. 

¿Cómo os diré que fue Belerofonte 
de la quimera que formó mi estrella, 
sin ser de tanto sol pluma Faetonte? 

Que es imposible penetrar con ella 
cielo de tan divinas perfecciones, 
ni escura sombra actividad tan bella. 

Si admite peregrinas impresiones 
real esfera en su materia hermosa, 
encenderá mi amor exhalaciones, 

mis versos por su púrpura espaciosa 
cometas volarán con breve vida 
en los reinos del sol llama animosa; 

y, cuando la culpasen de atrevida, 
es delito menor que ser ingrata 
a la merced, Antonio, recibida. 

Divino cielo próspero dilata 
el cetro de Felipe soberano, 
y en muros de cristal montes de plata. 

Orbe mayor que el conquistado indiano
austral sirva a sus pies de rica alfombra,
a pesar del estrecho lusitano.

El mar, helado imperio de la sombra, 
sus islas rinda al suyo como aquellas, 
que el rojo oriente de su nombre nombra. 

Donde se ven seis meses las estrellas 
su nieve eterna adore, su luz pura, 
y reine el sol, si se ausentaren ellas. 

Sus islas le presente Sincapura,
selvas del mar, y a su león ofrezca 
sus fieras Anïan, Tabín su altura. 

De manera la margen engrandezca, 
Antonio, la filípica corona, 
que al sol para alcanzarla le anochezca.

Sus rayos de oro la no vista zona 
desconozcan nacida nuevamente, 
y ignoto viento la tremante lona, 

en todo, pero no su casamiento,
Fénix le admire el mundo y tenga España
de su alta sucesión perpetuo aumento.

De un rey es esta la primera hazaña,
que antes della no es justo que le vea
armado en blanco la marcial campaña.

En tales muestras el valor emplea,
que le tiemblan los montes carpetanos, 
cuyas robustas fieras alancea. 

Entonces Tajo a los cabellos canos 
el oro sacudió de sus arenas, 
besó sus plantas y adoró sus manos. 

Y las orillas fertiles y amenas, 
vestidas de cendales cristalinos 
se poblaron de cándidas Sirenas.

Dechados le ofrecieron peregrinos
con las historias del Augusto Carlos,
orlas de perlas y diamantes finos.

Los versos que cantaron, reiterarlos
fuera de mi ignorancia atrevimiento,
pues aun no le presumo de alabarlos.

Allí también al gran gobierno atento
pintaron al segundo sin segundo,
fundador de su eterno monumento

y en el Tercero aquel dolor profundo,
que templaron a España cinco flores
que han de esparcir su claro nombre al mundo.

¡Oh mil veces dichosos escritores,
que alcanzaréis los siglos que os esperan:
mayores hechos os harán mayores!

Las Musas, que a Felipe consideran 
divino protector de su esperanza, 
los perdidos laureles recuperan: 

y del siglo admirando la mudanza, 
heroico efecto de Felipe solo, 
que a letras y armas igualmente alcanza: 

saliendo más hermoso a nuestro polo, 
en forma humana descendió al Parnaso, 
y a las alegres Musas dijo Apolo: 

"Cantad el nuevo, el estupendo caso, 
Pimpleides bellas, modulantes diosas 
al son de los cristales del Pegaso. 

Coronad de verbenas amorosas
y verde mirto el oro de las frentes, 
mezclando blancas y puníceas rosas. 

Resuene por los aires trasparentes 
el nombre de Felipe en dulce rima, 
Felipe cuarto, honor de vuestras fuentes. 

Responda en eco el más remoto clima, 
y mil elogios a su nombre eterno 
con estampa inmortal mármol imprima. 

Decid que imita el celestial gobierno 
el cetro de sus polos venturoso, 
si bien de su verdor pimpollo tierno. 

Pase la negra línea del cerdoso
arco el llanto del ámbar y la grana, 
vista al salterio el plectro sonoroso: 

Escurezca la griega y la romana 
grandeza en Alejandro y en Augusto 
de Felipe la gloria soberana. 

Que su divino entendimiento y gusto 
honra, venera y premia los poetas, 
que bárbaro olvidaba siglo injusto. 

Ahora sí que se verán perfetas 
sus dulces obras con aliento nuevo, 
cuantas el disfavor hizo imperfetas". 

Apenas esto dijo el claro Febo, 
cuando el aplauso délfico derriba 
laurel, murta, arrayán y verde acebo: 

y, diciendo con él, ¡Felipe viva!, 
repetida del valle, monte y río, 
dio voz el aire al agua fugitiva. 

Pues ¿qué, si a mí me preguntara Clío, 
si era verdad que los poetas premia? 
¿Qué presto vieran el ejemplo mío? 

¡Oh, Antonio, claro honor del Academia 
del Tajo! Vuestro dulce entendimiento 
a lisonjas parece que me apremia. 

Mejor es para vos este argumento:
escribid las grandezas de Felipe,
que falta a mi rudeza atrevimiento.

¿Quién duda que esa vista se anticipe,
como más cerca a los segundos actos,
y que mayores luces participe?

Así de las visiones y los tactos,
que como forma substancial produce,
se ven los instrumentos más exactos

y así veréis también a qué le induce
mejor el apetito intelectivo,
que al alma las pasiones introduce.

Mas cuando en familiar estilo escribo:
"qué bachillera andáis, Filosofía"
pero ¿qué no sabrá genio tan vivo?

Porque vuestra dulcísima armonía 
afrenta las científicas escuelas 
con excelente y natural poesía. 

Arte, ¿por qué te afliges y desvelas, 
vencido en don Antonio de Mendoza, 
ni a tu soberbio labirinto apelas? 

El ingenio clarísimo que goza
rinde a sus versos la mayor doctrina, 
y a la mayor edad edad tan moza. 

Mas ¿dónde este paréntesis camina, 
después de persuadiros la alabanza 
de vuestros versos excelentes dina? 

No ponga en vuestro ardiente amor templanza 
ese humor melancólico, pues siento, 
que más contemplación con él se alcanza: 

que mejor el pasible entendimiento 
percibe las especies producidas 
en el agente por tristeza atento 

y están mejor guardadas y esculpidas 
de la virtud fantástica en un triste 
las intenciones a su afecto asidas; 

que la imaginación abstracta asiste
con mayor atención a lo que emprende
y lo que el placer con inquietud resiste. 

Pues si por dicha vuestro ingenio enciende 
Apolo con dulcísima armonía, 
que del olvido la virtud defiende, 

después de celebrar la valentía, 
las heroicas grandezas singulares 
deste divino sol vuestra Talía, 

decid cerno laureles y olivares
abrazaron su esplendida corona,
que no pudieron los distintos mares.

Pintad del Conde la real persona,
dulce severamente, amable y grave,
que el aspecto de Júpiter abona.

Pintad un claro príncipe que sabe,
porque sabe premiar quien lo merece,
no porque yo de que lo fui me alabe.

Mas porque a sombra de su sol florece 
la virtud militar y la alta ciencia, 
que a mí ni el proprio amor me desvanece. 

[Verdad es que partí de la presencia 
de mis padres y patria en tiernos años 
a sufrir de la guerra la inclemencia. 

Pasé por alta mar reinos extraños,
donde serví primero con la espada;
que con la pluma describiese engaños

rompió mi inclinación la comenzada 
palestra de las armas, y las Musas 
me dieron otra vida más templada. 

No pude resistir, que eran infusas, 
enseñándome versos y deseos 
amor, padre del ocio y las excusas: 

amor en tierna edad, cuyos trofeos 
o paran en destierros o en tragedias, 
con mil memorias para dos Leteos. 

Necesidad y yo, partiendo a medias 
el estado de versos mercantiles, 
pusimos en estilo las comedias. 

Yo las saqué de sus principios viles,
engendrando en España más poetas,
que hay en los aires átomos sutiles.

Mis años, que en figura de cometas
volaron por mi edad hasta las canas,
que suelen ser a su posar discretas,

pasando el tiempo en esperar mañanas
en la región de tantos desvaríos,
desvanecieron esperanzas vanas.

Mas ¿qué tienen que ver sucesos míos
con induciros a alabar al Conde,
ni el referir los juveniles bríos?

Decid que a su grandeza corresponde
la sangre que dio reyes a Castilla,
que el sol vuelve a salir, aunque se esconde.

Decid que hasta la envidia maravilla
el ver juntas en él divinamente
con la toga, la espléndida cuchilla.

Mató Guzmán el Bueno la serpiente,
que es timbre de sus armas sin veneno,
si la envidia de entrambos lo consiente,

y cuando por la daga el tronco ameno
no fuera el nombre antiguo propagando,
se llamara por él Guzmán el Bueno.

Yo siempre agradecido estoy pensando,
qué hipérboles, qué versos, qué concetos
irán mi amor y obligación mostrando:

estos serán de mi cuidado efetos:
¡oh, cuánto en admitir las voluntades
tienen de Dios los príncipes discretos! 

No corren de una suerte las edades:
yace a los pies de la verdad el oro,
que, en no habiendo interés, reinan verdades.

Y presumid, Antonio, que el tesoro
del rey de Lidia no pudiera tanto
que deslumbrara la verdad que adoro.

Ya vos me conocéis y sabéis cuánto
del vulgo de los hombres me retira 
de humanos precios el desprecio santo. 

Más una flor deste jardín me admira 
de quien fuistes vecino, que los techos 
que el ambicioso pretendiente mira. 

Ya tengo todos los sentidos hechos 
a una cierta moral filosofía 
que los anchos palacios juzga estrechos. 

Entre los libros me amanece el día 
hasta la hora que del alto cielo 
Dios mismo baja a la bajeza mía. 

Y, cuando nuestra luz con pies de hielo
la noche eclipsa, lo que al rezo sobra
su parte con las Musas me desvelo.

Pero ¿quién debe de palabra y obra
obligaciones justas a quien solo
en la desnuda voluntad las cobra?

A un gran señor, deste gobierno polo, 
no es lisonja alabarle, pues es justo 
hablar en él lo que permite Apolo. 

Esto es agradecer con pluma y gusto, 
Antonio, las mercedes recibidas 
de un príncipe magnánimo y augusto. 

Fuera de ser en verso permitidas,
de césares, de reyes, de hombres sabios
no siendo las verdades ofendidas.

Cuando los cortesanos astrolabios
toman la altura al polo con mentiras, 
convierten los servicios en agravios. 

Pero detente, pluma, que deliras
con la licencia que el amor te ha dado,
aunque, si el genio del sujeto miras,
lo mismo que te atreve te ha culpado.