El cuento de nunca acabar
Una
vida no cabe en la memoria.
Ámbitos
de amistades,
espíritus
sin roce
con
Historia, con público,
la
mujer, el amor, las criaturas,
nuestra
existencia en pleno consumada
entre
bienes y males.
Surge
una gratitud
¿en
cuántas direcciones?
Se
despliega la rosa de los vientos.
¡Amigos! Este Globo
florece bajo diálogos:
extraordinaria flora
-mezclándose a la selva
que nunca se destruye-
por entre las historias diminutas
que recatan sin fechas los instantes
supremos, tan humildes.
La raíz de mi ser los ha guardado
para abocar al que yo soy. Más rico,
respirando agradezco.
El hombre entre los hombres,
el sol entre los astros
¿en torno a una Conciencia?
(Más que una hoja yo no soy, no sé.)
Miro
atrás. ¡El olvido me ha borrado
tanto
de lo que fui!
La
memoria me oculta sus tesoros.
¿Cómo
decir adiós,
final
adiós al mundo?
Y
nadie se despide de sí mismo,
a
no ser en teatro de suicida.
Estar
muerto no es nada.
Morir
es sólo triste.
Me
dolerá dejaros a vosotros,
los
que aquí seguiréis,
y
no participar de vuestra vida.
El
cuento no se acaba.
¿Habrá un deber y haber
que resuma el valor de la existencia,
es posible un numérico balance?
Ser, vivir, absolutos,
sacros entre dos nadas, dos vacíos.
El ser es el valor. Yo voy valiendo,
yo vivo. ¡Todavía!
Tierra bajo mis plantas,
el mar y el cielo con nosotros, juntos.
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