AL REVERENDÍSIMO SEÑOR Don García de Loaysa Girón, Arzobispo de Toledo, Primado de las Españas y del Consejo
de Estado del Rey nuestro señor.
Todos los animales terrestres, los peces y las aves por instinto natural (poco después de haber nacido) saben lo que les basta para dar entero cumplimiento á su apetito, y de tal manera le alcanzan, que en teniendo compañía y el sustento necesario, ni quieren más, ni tienen más que desear; solo el hombre, con ser señor de todo lo criado, parece que es de peor condición que el más bajo de todos ellos; pues por mucho que viva, por mucho que estudie, inquiriendo la verdad y encadenando deseos, procurando saber donde está esta
suma felicidad que pretende, nunca en esta vida la alcanza, ni puede (que no están libradas nuestras esperanzas, sino donde no tiene poder la fortuna de mudar el suceso de las cosas). Para esto hay tantos libros como vemos, y tantos opositores, que los unos son casi confusión de los otros: y no todos los hombres tratan de este estudio, porque á unos las muchas ocupaciones precisas ó voluntarias que tienen para conservar la vida les estorban, y otros por su natural y mudable condición, perdiendo con el miedo del trabajo la esperanza de alcanzarle, no le procuran: y cuando los unos y los otros siempre trabajen, y siempre estudien, es tan corta la vida y tanto lo que hay que saber, que al mejor tiempo les falta. Esta es Señor Reverendísimo la causa que ha movido á muchas
personas de buen celo, á hacer sumas de largos progresos, y escritos de varios autores, recogiendo en poco volumen lo que en muy grandes estaba dilatado: y la que yo he tenido de atreverme á reducir sentencias de gravísimos filósofos á pocas palabras, continuadas en este género de compostura, con que con más facilidad se puedan encomendar á la memoria, y con ella gocen unos sin trabajo, de lo que a otros costó mucho, y todos nos ayudemos en las ocasiones que se ofrecen, que para todos hay consuelo y consejo. La materia es grave, y el estilo humilde, y poca la autoridad de su dueño: por lo cual forzosamente ha de faltar á la obra, y habiendo yo de buscar quien se la dé, de ninguno como de Vuestra Señoría Reverendísima me puedo favorecer: que por linaje, es de los calificados del Reino; y por oficio, maestro del mayor y mejor príncipe de la tierra, y de su Consejo de Estado; y por dignidad, Primado de las Españas; y por letras y virtud, dignísimo de los títulos que tiene. Suplico á Vuestra Señoría Reverendísima, con la humildad que debo, la admita debajo de su protección y amparo, para que con su favor sea estimado y recibido este mi trabajo, con la voluntad que á Vuestra Señoría le ofrezco, á quien guarde nuestro Señor muchos años, con el aumento de estado y felicidad de vida que sus criados deseamos.
ALONSO DE BARROS.
Cuanto más lo considero,
más me lastima y congoja
ver que no se muda hoja
que no me cause algún daño;
aunque, si yo no me engaño,
todos jugamos un juego,
y un mismo desasosiego
padecemos sin reposo;
pues no tengo por dichoso
al que el vulgo se lo llama,
ni por verdadera fama
la voz de solos amigos.
Ni por fieles testigos
los que son apasionados.
Ni tampoco por honrados
los que no son virtuosos.
Ni a los que son envidiosos
por vecinos de codicia.
Ni pienso que hará justicia
el que no tiene conciencia.
Ni al que le falta experiencia
tendré por buen consejero.
Ni al caviloso y artero
llamaré buen abogado.
Ni diré que vi privado
sin esperanza y temor.
Ni demasiado sudor
sino por cosas de viento.
Ni tristeza ni contento
que en un ser permaneciese.
Ni tan gran bien, que no fuese,
si se mira, gran miseria.
Ni quien hable de la feria
mejor que en ella le ha ido.
Ni conozco hombre perdido
que no diga es desdichado.
Ni el que es bien afortunado.
que lo atribuya a ventura.
Ni tan perfecta pintura,
que no tenga impropiedad.
Ni estimada calidad
de noble que degenera.
Ni tan doméstica nuera
que guste de estar sujeta.
Ni he conocido poeta
señor de mucho dinero.
Ni judiciario agorero
que con su ciencia no engañe.
Ni hay hombre que desengañe,
que no venga a ser malquisto.
Ni daño, cuando es previsto,
que no ayude a moderarse.
Ni descuido que enmendarse
pueda del todo en la guerra.
Ni tan abastada tierra,
que un cerco no la consuma.
Ni capitán que presuma
de serlo, que no esté alerta.
Ni el cobarde hallará puerta
segura para escaparse.
Ni acertará a disculparse
el que hiciere cosa fea.
Ni, aunque ninguno lo vea,
deja de estar Dios presente.
Ni hay razón mas elocuente
que el hablar lo necesario.
Ni habrá envidia de adversario
que no nos cause virtud.
Ni vergüenza en juventud
que no ayude a deprender.
Ni se puede reprender
todas veces al menor.
Ni tiene cebo el amor
como amar y ser amado.
Ni más infelice estado
que es el falto de esperanza.
Ni segura confianza
en fuerzas, ni en poca edad.
Ni tal prueba de amistad
como cárcel o pobreza.
Ni vi fama con firmeza
en vida del propio dueño.
Ni más envidiado sueño
que el falto de obligación.
Ni gran bien en posesión,
que se iguale al merecerle.
Ni oficio que el deprenderle
no tenga dificultad.
Ni fuerza o necesidad
que no turben el jüicio.
Ni agradece el beneficio
el que al segundo aguardó.
Ni el consejo despreció
sino el que es del suyo pobre.
Ni hay hombre ni flor que cobre
a la tarde su color.
Ni tiránico furor
como belleza y poder.
Ni se debe agradecer
al que es con favor gracioso.
Ni el perfecto religioso
teme a la fortuna y hado.
Ni es cuerdo el que está enfadado
de que cualquiera le ruegue.
Ni es justo que nadie juegue
asegurado en su engaño.
Ni el que con ira hace daño
teme el que venirle puede.
Ni es razón que siempre quede
en gente común la carga.
Ni hay quien tenga vida larga
que no tenga larga pena.
Ni es sabio el que se condena
por culpa que otro merece.
Ni el que por miedo agradece,
diremos del que fue grato.
Ni es menester mucho rato
para saber hacer mal.
Ni demasiado caudal
para el socorro de un bajo.
Ni el excesivo trabajo
deja al paciente llorar.
Ni puede un engaño estar
por mucho tiempo ocultado.
Ni hay hombre muy descuidado,
que también no sea perdido.
Ni el que ha sido preferido
a otros, debe estar triste.
Ni el que su vicio resiste
le dejará de vencer.
Ni hay quien sepa qué es saber,
que en saber no se desvele.
Ni cosa que más consuele
en el mal, que la esperanza.
Ni coge nadie ni alcanza
otro fruto del que siembra.
Ni se ha de dar a la hembra
tanta mano cuanta toma.
Ni hay carcoma que así coma
como mala compañía.
Ni el que hace demasía
puede vivir con reposo.
Ni habrá ningún todo hermoso
con partes sin proporción.
Ni da ser a las que son
sin valor, sino el provecho.
Ni hay descendiente derecho ,
que a su natural no torne.
Ni juez que se soborne
a pleito determinado.
Ni puede haber trato honrado
con palabras de dos haces.
Ni se logran los secuaces
de la vana profesión.
Ni sin favor de razón.
se usa bien del albedrío.
Ni es loable el señorío
que todo su fin es vano.
Ni hay franco que no esté ufano
de dar, que es acto gustoso.
Ni más cierto y deleitoso
amigo que el libro bueno.
Ni sabio que en vicio ajeno,
para el suyo no escarmiente.
Ni hay estado preeminente,
de fortuna asegurado.
Ni soberbio bien criado,
ni avaro que no esté hambriento.
Ni como el bueno hay sediento
en el hacer beneficio.
Ni aquel que es flojo en su oficio
tendrá vejez sosegada.
Ni planta que esté arraigada
se arranca sin azadón.
Ni da el mundo galardón
más que oprimir al mundano.
Ni hay quien no tenga en su mano
su tormento o su quietud.
Ni hay claridad de virtud
que soberbia no oscurezca.
Ni fama que así perezca
como el buen nombre en el malo.
Ni abundancia con regalo
en casa desconcertada.
Ni habrá ira represada,
que al cabo no engendre odio.
Ni son Pasquín y Marfodio
poco freno a poderosos.
Ni hay pobres facinerosos
que no busquen novedades.
Ni más dañosas maldades
que con fingida inocencia.
Ni demasiada licencia
que no cause algún desorden.
Ni congregación con orden ,
si en su gasto no se prueba.
Ni hoy apruebo al que reprueba
la lectura de la historia.
Ni por tener gran memoria,
el hombre de sí se acuerda.
Ni es previsto el que recuerda
después de venido el daño.
Ni es buen conocer desengaño
cuando excusar no se puede.
Ni vana ambición concede
recíproca cortesía.
Ni tiene en la medianía
Fortuna mucho poder,
Ni falta jamás que hacer
al que bien quiere ocuparse.
Ni puede alguno librarse
de envidia o de menosprecio.
Ni hay escudo para un necio
como el yerro del honrado.
Ni el que no sigue al pasado
le hereda en lo que es nobleza.
Ni hay socorro con pereza,
que sea prueba de amistad.
Ni común conformidad
a quien no tema el vecino.
Ni más loco desatino
que hablar u obrar con jactancia.
Ni hay daños con abundancia,
que no se puedan llevar.
Ni hay provecho cual gastar
bien el tiempo antes que acabe.
Ni sabe poco el que sabe
vencer su dificultad.
Ni hay viciosa ociosidad,
que mil males no acarree.
Ni lo que el hombre posee
ha de ser para sí solo.
Ni hay del uno al otro polo
lugar sin ingratitud.
Ni consuelo en senectud,
que se iguale al de la ciencia.
Ni es del malo la elocuencia
más que una falsa agudeza.
Ni luce antigua nobleza
con la moderna mancilla.
Ni es menester gran vajilla
para mitigar el hambre.
Ni más que un hilo de estambre
Para enfrenar al que es bueno.
Ni en república hay veneno
Como un repúblico escaso.
Ni hacienda de Mida o Craso,
Que sufra el gasto del uso.
Ni del tímido y confuso
Se espere aumento de hacienda.
Ni hay libertad que no penda
De un hilo flaco y delgado.
Ni puede el bien que es pasado
Dar gozo en el mal presente.
Ni hay cosa que más contente
Que un deseo conseguido.
Ni enfado al que es resabido.
Como alcanzarle su intento.
Ni sufre un gran pensamiento
Medianía en sus efetos.
Ni habrá tan rudos sujetos ,
Que el arte no los mejore.
Ni aunque el avaro atesore.
Pondrá fin a su deseo.
Ni suele dañar rodeo
A lo que razón no pudo.
Ni habrá viejo tan sesudo,
Que caduco no sea un niño.
Ni hermosa con desaliño,
Que se estime su hermosura.
Ni hora que esté segura ,
Siendo contraria la suerte.
Ni hay dulzura cual la muerte
Para el que la está llamando.
Ni vida que en comenzando
No esté cerca del extremo.
Ni forzado que ande al remo,
Que no pueda ser dichoso.
Ni hay ladrón para el reposo
Como una afición secreta.
Ni tan ligera saeta
Como el pensamiento humano.
Ni más bárbaro tirano
Que el que con muerte castiga.
Ni hace fe cosa que diga
Quien tiene poco poder.
Ni debe nadie escoger
Cosa que luego deseche.
Ni hay consejo que aproveche
Á la loca juventud.
Ni por qué buscar salud
Entre vejez y cuidado.
Ni hay Milón tan esforzado,
A quien no venza un mosquito.
Ni término más finito
Ni infinito que el del hombre.
Ni fama, por mas que asombre,
Que no sea corruptible.
Ni vista más apacible
Que virtud en cuerpo hermoso.
Ni es mal estorbo al vicioso
Debilidad o accidente.
Ni hay caudal tan suficiente,
Que baste al gasto de un loco.
Ni quien suba poco á poco ,
Que no descienda rodando.
Ni al que su ruego es mandando,
Que se le pueda negar.
Ni fuera malo olvidar
Mil cosas por la quietud.
Ni donde falta virtud,
La elocuencia es provechosa.
Ni vi más áspera cosa
Ni más blanda que la lengua.
Ni quien note ajena mengua,
Que tenga limpio su seno.
Ni es consuelo el mal ajeno,
Que remedia el propio mal.
Ni sirve mas que de sal
El alma en cuerpo vicioso.
Ni he visto quien dé en gracioso,
Que no tenga mil rencillas.
Ni el que no sufre cosquillas
Puede usar de libertad.
Ni se puede una verdad,
Si es cruda, dar á comer.
Ni hay quien se pueda valer
Contra su propio deseo.
Ni quien sepa sin rodeo
Dar satisfacción a un necio.
Ni quien sufra un menosprecio,
Si no es santo o pretensor.
Ni es verdadero valor
Del ingenio la agudeza.
Ni dá desdicha tristeza,
Cuanto alegra gloria falsa.
Ni el pobre que busca salsa
Merece ser socorrido.
Ni el que es loco y atrevido
Vive con seguridad.
Ni puede haber calidad
De que el hombre no sea dino.
Ni mas bravo desatino
Que el desprecio de la vida.
Ni habrá hombre que se mida,
Que no asegure su estado.
Ni tan soberbio elevado,
Que pobreza no le mude.
Ni quien sepa, aunque más sude,
En qué está el daño o provecho.
Ni ofensa que se haya hecho,
Que á tiempos no resucite.
Ni habrá contento que quite
Tan solamente una cana.
Ni vanidad cortesana.
Que deje al dueño que duerma.
Ni habrá fama que, si enferma,
No tenga difícil cura.
Ni se gana sin ventura ,
Ni se conserva sin arte.
Ni por perder una parte
Se ha de aventurar el todo.
Ni hay hombre que por su modo
No sea un loco perenal.
Ni con falta de caudal
Es bueno levantar obra.
Ni pienso que á nadie sobra
Dinero para mal uso.
Ni tiempo al hombre confuso
Para bien ni mal obrar.
Ni quien sepa moderar
El hambre del apetito.
Ni hay manjar tan exquisito,
Que siendo mucho no enfade.
Ni vicio, por más que agrade,
Que no remuerda ó condene.
Ni el que pocas fuerzas tiene,
Las probará, si no es necio.
Ni hay cosa de mayor precio
Que un socorro en ocasión.
Ni más discreta razón
Que acertarse á defender.
Ni plebeyo ni mujer
Que del fausto no se admire.
Ni quien por derecho tire,
Que no lo estime en muy poco.
Ni hay medicina de un loco,
Cual memorar el morir.
Ni quien sepa bien medir
A sí y á su sepultura.
Ni sirve, do no hay ventura,
Grandeza de corazón.
Ni es cosa puesta en razón
Buscar sin virtud gran fama.
Ni pensar que está en la cama
El sueño del ocupado.
Ni hay sueño, si es demasiado,
Que no apague la memoria.
Ni virtud de cuya gloria
No se alcance algún provecho.
Ni el bueno cuida en lo hecho,
Sino en buscar qué ha de hacer.
Ni aflige mucho el perder
Aquello que poco cuesta.
Ni el que da mala respuesta
Criará nuevos amigos.
Ni aprobaré los testigos
Que vienen sin ser llamados.
Ni escapan de ser culpados
Los que culpas favorecen.
Ni de los que mucho ofrecen
Habrá promesa segura.
Ni vi silencio y cordura
Juntos en fiesta ó convite.
Ni prudente que no quite
Las ocasiones de ira.
Ni más acepta mentira
Que engañando al enemigo.
Ni quien tenga paz consigo.
Si con otros es culpado.
Ni loco y desenfrenado
Como el inorante y rico.
Ni grande que no sea chico
Si carece de virtud.
Ni afición en juventud ,
Que a lo que es honesto mire.
Ni hombre que se retire,
Que falte quien le condene.
Ni quien por algún bien pene
De que no tuvo noticia.
Ni hay virtud que con codicia
No se aniquile ó deshaga.
Ni el peligro tiene paga
Que con el honor se iguale.
Ni se estima en lo que vale
De los pobres el consejo.
Ni hay grande que no sea espejo
De las obras del pequeño.
Ni casado que sea dueño
De su libertad amada.
Ni honra más estimada
Que la ganada en la guerra.
Ni chica ni grande tierra
Donde el sabio no aproveche.
Ni quien el triunfo deseche,
Que tenga poco valor.
Ni atrevimiento peor
Que el muchas veces usado.
Ni es bien que se muestre airado
El que pocas fuerzas tiene.
Ni será amigo el que viene
Á serlo á más no poder.
Ni se pueden bien hacer
Juntamente muchas cosas.
Ni son igualmente honrosas
Las hazañas militares.
Ni son todos los telares
Castos como el de la griega.
Ni es sinrazón que al que niega,
Se niegue lo que él negó.
Ni puede el que mal pagó
Una obra, otra pedir.
Ni es grande ofensa partir
Con el que es más poderoso.
Ni siente bien el dichoso
El daño del desdichado.
Ni mejora el desterrado
Si con sus vicios se muda.
Ni hay quien ponga la fé en duda,
Que alguna vez no la niegue.
Ni cosa que así nos ciegue
Como un falso adulador.
Ni la certeza de amor
Se alcanza sin gran rodeo.
Ni satisface al deseo
Lo que nos puede faltar.
Ni el cuerdo ha de comenzar
Cosa que no sea loable.
Ni hay esperanza mudable
Como es la del afligido.
Ni tiene el que fué rendido
Gana de nueva pendencia.
Ni hay estado a quien la ciencia
No le honre o le mejore.
Ni pleito que se empeore
Si el escribano es amigo.
Ni hay peligro en el castigo
Como una secreta ira.
Ni se encubre la mentira
En el rostro con temor.
Ni hay hombre de gran valor
Que el peligro le acobarde.
Ni obra que más se tarde
Que aquella que no se empieza.
Ni acompañan a pobreza
Respeto ni adulación.
Ni siguen á la razón
Necesidad ni abundancia.
Ni tiene poca jactancia.
Quien no halla otro su igual.
Ni hay quien guste de su mal
Como el enfermo de amor.
Ni toma buen defensor
El que en su fortuna fia.
Ni hay juez de una porfía
Tan bueno como el suceso.
Ni quien ame con exceso,
Que repare en el trabajo.
Ni siente la falta el bajo
Como el que próspero ha sido.
Ni habrá caso acontecido,
Que no finja el que lo cuenta.
Ni vi más notoria afrenta
Que honrarse con yerro ajeno-.
Ni pienso que al hombre bueno
Le puede faltar ventura.
Ni al que pierde coyuntura
Tendré por buen negociante.
Ni hay cosa más inconstante
Que la honra de un soldado.
Ni hombre más engañado
Que el que á los otros engaña.
Ni en porfía donde hay saña
Se averigua la verdad.
Ni hay obra de autoridad ,
Si le falta al que la hace.
Ni el prometer satisface
Como el dar, aunque sea poco.
Ni es justo se den á un loco
Armas para lastimarse.
Ni pueden bien acertarse
Las cosas do no hay consejo.
Ni faltará sobrecejo
A l honrado y oprimido.
Ni hay consuelo al afligido,
Como su propia inocencia.
Ni perfecta diligencia,
Sino la mueve afición.
Ni aprovecha un buen varón
Tanto como daña un malo.
Ni es menester gran regalo
Para conservar la vida.
Ni hay discreto que no mida
Su gusto con su poder.
Ni quien acierte a correr
Alcanzando como huyendo.
Ni puede el que está temiendo
Acertar cosa que haga.
Ni hay precio que satisfaga
Al hombre que es codicioso.
Ni se alegra el envidioso
No estando el vecino triste.
Ni todo el vivir consiste
Sino en una buena muerte.
Ni hay cosa que en todo acierte
Ser a otra semejante.
Ni condición inconstante,
Que á los amigos conserve.
Ni pueblo que se reserve
Dé un doméstico tirano.
Ni dará consejo sano
El que su interés procura.
Ni puede una gran ventura,
Si no hay otra; conservarse.
Ni es dificultoso hallarse
Lo necesario a la vida.
Ni es de raíz entendida
La ciencia sin experiencia. .
Ni es menester poca ciencia
Para fingir ignorancia.
Ni al que no ensalza abundancia
Le abate tribulación.
Ni hay quien no ponga afición
En su propio beneficio.
Ni quien acierte un oficio,
Si en él primero no ha errado.
Ni teme ser salteado
Quien no tiene qué guardar.
Ni la virtud puede estar
Por mucho tiempo encubierta.
Ni la esperanza que es muerta
Hace alegre al que la tiene.
Ni hay hacienda, cuando viene
Sin trabajo, que se estime.
Ni vicio que no encamine
Nuevo vicioso deseo.
Ni tengo por buen trofeo
La estatua no merecida.
Ni acorta tanto la vida
Vejez como mal vivir.
Ni hay enfado cual sufrir.
Una mujer melindrosa.
Ni obra dificultosa
Que con el uso lo sea.
Ni quien mal su tiempo emplea
Que el tiempo no le castigue.
Ni hay hombre que no mitigue
Su apetito con temor.
Ni entre los malos peor
Que el que de serlo se precia.
Ni mujer, si no es muy necia,
Que no tema algún malsín.
Ni hay donde se acerque el fin
Como a la cosa madura.
Ni más triste desventura
Que la que es sobre alegría.
Ni dádiva muy tardía,
Que se estime por lo que es.
Ni amistad por interés ,
Que pueda mucho durar.
Ni quien guste de tratar
Con amigo que empobrece.
Ni tengo del que aborrece
El vivir, buena opinión.
Ni habrá tan fuerte afición
Que con otra no se quite.
Ni vicio, si se permite,
Que no venga á ser peor.
Ni sufrimiento mejor
Que el que excusar no se puede.
Ni amistad, si se concede,
Que no pida otra amistad.
Ni hay simpleza y claridad
Como el lenguaje del justo.
Ni puede vivir con gusto
Quien tiene mala intención.
Ni hay flacas fuerzas, si son
Ayudadas de la ira.
Ni quien tema a quien le mira.
Que no viva con recato.
Ni deleite más barato
Que el que es fundado en virtud.
Ni se estima la salud
Hasta el tiempo que se pierde.
Ni puede el viejo que es verde
Reñir al mozo liviano.
Ni hay cosa que al trato humano
Ofenda como el mentir.
Ni se saben encubrir
Amor, riqueza y regalo.
Ni hay remedio para un malo
Como acortarle el poder.
Ni se puede prometer
En la vida cosa cierta.
Ni hay Circe que nos convierta
En bestias, como el pecado.
Ni espíritu afeminado
Como el rendido al deleite.
Ni vi mas donoso afeite
Que el que es para encubrir canas.
Ni pláticas muy profanas,
Que no ofendan al oído.
Ni es bien que al arrepentido
Le neguemos el perdón.
Ni que tenga la opinión
Mano contra la verdad.
Ni que halle la maldad
En la justicia descargo.
Ni que el súbdito haga cargo
Que pudo, y no fué traidor.
Ni que apriete al labrador
Quien come de su trabajo.
Ni que se piense del bajo
Que no ha de cortar su espada.
Ni creo que hay más pesada
Compañía que del necio.
Ni que fué solo Boecio
Sin razón el afligido.
Ni hay alguno tan sabido,
Que sepa lo que le basta.
Ni es justo que por ser casta
La mujer, se haga insufrible.
Ni hay cosa que sea imposible
A.1 hombre trabajador.
Ni manjar con su sabor,
Si se come á mesa ajena.
Ni cautelosa sirena
Como mujer ofendida.
Ni arte bien aprendida,
Que fácilmente se olvide.
Ni hombre que en lo que pide
Su razón no justifique.
Ni quien haga, aunque predique,
Tanto efecto como obrando.
Ni ganará (como honrando)
Honra el que á otro la dio.
Ni el que es prudente emprendió
Obra sin causa probable.
Ni habrá ley que sea agradable
Igualmente al bueno y malo.
Ni falta un Sardanapalo,
A cuya sombra se peque.
Ni al sabio quien le derrueque,
Por encubrir la ignorancia.
Ni hay camino de importancia
Sin algún fin señalado.
Ni beneficio estimado
Como aquel que no se debe.
Ni quien apruebe o repruebe
Sino según su afición.
Ni mucha conversación
Que conserve gravedad.
Ni muestra tener piedad
El que injuria al inocente.
Ni, si el miedo es eminente,
Habrá respeto que baste.
Ni caudal que no se gaste
En la guerra, cuando empieza. .
Ni más dañosa flaqueza
Que adelantar el temor.
Ni virtud de más valor
Que hacer bien por solo hacerle.
Ni más bien que el merecerle.
Pues que no hay mejor caudal.
Ni al que ha sido desleal
Hay por qué guardarle fé.
Ni faltará un no sé qué
Al cuento del malicioso.
Ni es el hombre venturoso
Hasta que excusa á fortuna.
Ni se hizo cosa alguna
Sin algún fin por su modo.
Ni castigo, en parteó todo,
Falta al delito que es grave.
Ni habrá cerradura ó llave
Que asegure lo estimado.
Ni desorden más usado
Que aquel que encubrirse puede.
Ni vicio de que nos quede
Más que vergüenza confusa.
Ni hace poco el que excusa
Que su daño no le crezca.
Ni hay arroyo que enriquezca
Su corriente de agua clara.
Ni escura noche, si aclara,
Que no ofenda al malhechor.
Ni hay quien encubra su humor,
Si se mira en su lenguaje.
Ni quien perdone su ultraje,
Como el viejo enamorado.
Ni al bien hacer que es forzado
Se debe igual recompensa.
Ni hay ninguno que no piensa
Merece cuanto desea.
Ni deseo que no sea
Muy mayor que su esperanza.
Ni en vicios do no hay mudanza
Se puede esperar enmienda.
Ni he visto quien de su hacienda
Se muestre muy liberal.
Ni tiene el pez ó animal
Paz, no estando el hombre ahito.
Ni hay ramillete marchito.
Como el bueno y perseguido.
Ni debe ser reprendido
El que á los otros corrige.
Ni es muy fuerte el que se aflige
En el peligro dudoso.
Ni es del bien común celoso
El que atiende á su interés.
Ni será recto juez
El que para sí no sabe.
Ni habrá medicina grave
Si nos promete salud.
Ni se adquiere la virtud
Sin gran trabajo y sudor.
Ni hay quien estime el amor
Del hombre necesitado.
Ni caballo desbocado,
Como vulgar condición.
Ni tan áspera prisión,
Que un cantar no la consuele.
Ni cosa que así desvele
Como un triste pensamiento.
Ni habrá nuevo acaecimiento,
Que no admire á la ignorancia.
Ni ciencia, si es de importancia,
Sin su madre la experiencia.
Ni hay antigua dependencia
Sin algún arcaduz roto.
Ni debe juzgarse un doto
Por voto del que no sabe.
Ni hay hombre que no se alabe
De lo que es ó pudo ser.
Ni el árbol puede crecer
Si es muchas veces traspuesto.
Ni mira á lo que es honesto
El hombre necesitado.
Ni el glotón desconcertado
Entra sano en la vejez.
Ni puede haber buen juez
En los casos de ventura.
Ni tristeza ó desventura
Como falta de justicia.
Ni el valedor con codicia
Suele ser muy verdadero.
Ni el amigo lisonjero
Lo será en fortuna adversa.
Ni conversación diversa
Le viene á pelo al que es vano.
Ni se ha de dar al liviano
Mucha mano en el gastar.
Ni el arte de aconsejar
Cuadra á todos los juicios.
Ni podrá el que es dado á vicios
Negar que no está cautivo.
Ni hay quien diga que un can vivo
Vale menos que un león muerto.
Ni que el derecho es muy cierto
Cuando está puesto en contienda.
Ni hay pleito que bien se entienda,
Si es sofista el abogado.
Ni es malo que haya mercado,
Porque al fin todo se vende.
Ni puede en lo que no entiende
Ningún hombre dar su voto.
Ni habrá sabio, pobre ó roto,
Que sepa dónde va tabla.
Ni lo que acaso se habla
Por el rico, que no admire.
Ni mayordomo que mire
Por la hacienda como el dueño.
Ni el que obedece con ceño
Da muestras de mucho amor.
Ni el que manda con rigor
Obliga á ser muy querido.
Ni fia de su partido
El que gran partido ofrece.
Ni todo lo que parece
Oro es más que la apariencia. »
Ni quien de ajena prudencia
No tenga necesidad.
Ni tan baja enemistad,
Que no cause algún temor.
Ni pacífico señor
Sin obediente vasallo.
Ni gusto que al intentallo
Represente inconvenientes.
Ni bienhechores parientes
Como un amigo, si es bueno.
Ni más dañoso veneno
Que el malo con agudeza.
Ni hay remedio a la pobreza,
Como acortar el deseo.
Ni más claro devaneo
Que el que no se determina.
Ni hay bestia falsa, mohína,
Que al cabo no dé su coz.
Ni vale nada la hoz
Que toda yerba no siega.
Ni el que de pasión se ciega,
Puede juzgar con verdad.
Ni en las leyes de amistad
Es buena la medianía.
Ni dicen bien cobardía
Y profesión de milicia.
Ni hay donde crezca codicia
Como do está la riqueza.
Ni quien sienta la pobreza
Como el que rico se vio.
Ni vimos que escarmentó
El ladrón ni la hechicera.
Ni se halló bestia fiera
Que no fuese agradecida.
Ni á cólera embravecida
Hay inconveniente grave.
Ni hay mal que al fin no se acabe
Con sufrimiento y paciencia.
Ni remuerde la conciencia
AI pecar como al dar cuenta.
Ni el que ha recibido afrenta
Jamás puede estar quieto.
Ni el que agradece en secreto
Da muestras de agradecido.
Ni deroga el que es vencido
Los pactos del vencedor.
Ni es bueno se use rigor
Con el delito de muchos.
Ni con los hombres machuchos
Se ha de vivir sin recato.
Ni falta jamás un gato
Entre gente descuidada.
Ni lo que á muchos agrada
Puede de todos guardarse.
Ni debe propio llamarse
Lo que se puede perder.
Ni sabrá darse á entender
El hombre que poco sabe.
Ni hay convite en que se acabe
La comenzada razón.
Ni á quien falte obligación
De amar ó sufrir su padre.
Ni muy amorosa madre
Si á su hijo no da leche.
Ni hay quien menos se aproveche
Del tiempo que el inconstante.
Ni medrará el ignorante,
Según orden natural.
Ni se debe hacer caudal
Del hombre que es mentiroso.
Ni hay soberbio malicioso
Como el blando en el hablar.
Ni freno contra el pecar,
Como la honra ó temor.
Ni desconsuelo mayor
Que hambre en la casa vacía.
Ni poder y lozanía
Que moderen el deseo.
Ni se da por caso feo
Sino el que el vulgo condena.
Ni hay crueldad que en dar gran pena
Sea mayor que el dilatarla.
Ni arte, que el imitarla
Iguale con su invención.
Ni primera información,
Que no disponga á creer.
Ni quien le sobre el poder ,
Sino al que no le desea.
Ni hay guerra que buena sea
Sin gran causa y gran caudal.
Ni atormenta tanto el mal
Como cuando es perezoso.
Ni hay prueba de un virtuoso ,
Como aborrecer el vicio.
Ni hay injuria o beneficio
Que no esté en la mano, ajena.
Ni tiene el justo por pena
La que acaba con la vida.
Ni habrá nueva muy temida,
Que se dude de creer.
Ni más famosa mujer
Que la que no tuvo fama.
Ni del hombre que se infama
Se puede nada fiar.
Ni es buen modo de juzgar
Las cosas por el suceso.
Ni hay costumbre aun sin exceso,
Que fácilmente se quite.
Ni vicio que resucite,
Que no vuelva más dañado.
Ni mentir disimulado
Si no se tiene memoria.
Ni habrá tan cierta Vitoria.
Como una segura paz.
Ni razón más eficaz
Que el ejemplo y la experiencia.
Ni favorable sentencia
Como cualquiera concierto.
Ni tan abrigado puerto ,
Que algún viento no le ofenda.
Ni hay quien sus faltas entienda
Como las de su vecino.
Ni vi mayor desatino
Que pensar nadie que sabe.
Ni hay gran hecho que se acabe
Sin propio valor y ayuda.
Ni á fortuna que se muda
Basta humana resistencia.
Ni suele tener paciencia
El ingenio confiado.
Ni vi hombre apasionado ,
Que con la razón se mida.
Ni puede dar gran caída
Aquel que poco subió.
Ni al que por fuerza sufrió
Juzgaré por inconstante.
Ni hay vicio que más espante
Que hablar mal de los ausentes.
Ni ejemplos más evidentes
Que los de fortuna adversa.
Ni condición tan perversa,
Que amor no la trueque y mude.
Ni merece el que no acude
A su negocio, se haga.
Ni hay trabajo de más paga
Que el que algún peligro excusa.
Ni honra para el que acusa,
Aunque sea a su enemigo.
Ni nos alegra el amigo,
Como al tiempo que se hace.
Ni á gran honra satisface
Moderado pensamiento.
Ni hay pilar de tal sustento
Como el premio y el castigo.
Ni será durable amigo
El que sin causa se inflama.
Ni hay hierro contra el que ama,
Que le tome á mala parte.
Ni el que no sabe su arte
Debe por él ser honrado.
Ni sé cuál da mas cuidado:
La ventura ó desventura.
Ni vi hombre con cordura
Cuando ve el fin de su mal.
Ni al que es casto o liberal
Se le nota otra flaqueza.
Ni basta sangre ó riqueza
Para dilatar la vida.
Ni el que sufre su caída
Deja de mostrar valor.
Ni puede estar sin temor
El que es de muchos temido.
Ni el que se da por vencido
De fortuna es valeroso.
Ni permanece el dichoso
Mucho en su prosperidad.
Ni es la virtud de humildad
De ninguno aborrecida.
Ni hay hombre que en esta vida
Ponga fin á su deseo.
Ni animalejo tan feo,
Que no pueda conseguille.
Ni traidor que el reducille
Se haga sin grande mafia.
Ni provincia tan extraña r
Que para el sabio lo sea.
Ni destierro en ruin aldea,
Que alguno no lo apetezca.
Ni población que carezca
De lo que al vivir le basta.
Ni hacienda para el que gasta
Como pródigo su hacienda.
Ni sabio que en su contienda
De la razón no se ampare.
Ni imprudente que repare
En que no hay de quién fiar.
Ni puede jamás faltar
Consuelo en ajeno daño.
Ni vive con poco engaño
Quien piensa vivir sin pena.
Ni será la causa buena
Si ha de obrar piedad notoria.
Ni hay lastimosa memoria
Como al padre el hijo muerto.
Ni el que vive sin concierto
Cosa intenta sin perder.
Ni suele permanecer
La honra en ocio ganada.
N»es arte muy acetada
Cuando no es útil su efeto.
Ni del ánimo inquieto
Se espera conformidad.
Ni puede haber gravedad
Donde está amor declarado.
Ni hay vicio más disfrazado
Que el que parece virtud.
Ni agradable senetud,
Sino sola la del sabio.
Ni habrá ningún astrolabio
Que mida el humano pecho.
Ni tengo por de provecho
Al que á otros no aprovecha.
Ni hay tormenta tan deshecha,
Que al marinero escarmiente.
Ni es razón que el que es regente
Deje de guardar la ley.
Ni puede en ajena grey
Ninguno hacer ordenanzas.
Ni son justas las balanzas,
Si carga la que es dorada.
Ni cosa muy bien mirada,
Que no se juzgue de nuevo.
Ni quiero decir que apruebo
Al que presto determina.
Ni será una medicina
Para todos los humores.
Ni jamás vi dos señores
Que quieran juntos mandar.
Ni habrá para qué estimar
Al temerario, aunque acierte.
Ni se puede huir la muerte,
Que es más que el hombre ligera.
Ni habrá amistad verdadera
Con diversas calidades.
Ni son todas las edades
Dispuestas a un ejercicio.
Ni tiene mas propio vicio
El viejo, que la codicia.
Ni mas loable avaricia
Que la del tiempo que corre.
Ni hay amigo que se ahorre
Con otro en lo que es honor.
Ni falta jamás dolor
De la herida del agravio.
Ni comienza el hombre sabio,
Sin gran consejo, gran cosa.
Ni puede ser provechosa
Reprehensión con menosprecio.
Ni se conoce el que es necio,
Siendo sufrido y callado.
Ni hay caballo desbocado
Como libertad de pobre.
Ni hay caudal que tanto sobre
En todos, como es locura.
Ni se muestra la cordura
Del hombre como en casarse.
Ni hay quien quiera adelantarse,
Que obrando no se aconseje.
Ni rico glotón que deje
Por el precio el buen bocado.
Ni tiene en lo que es pasado
Fortuna ningún poder.
Ni puede dejar de ser
Lo que ya una vez se hizo.
Ni lo que mas satisfizo
Deja luego de cansar.
Ni hay quien más se obligue á dar
Que aquel que á dar comenzó.
Ni el que mucho se encerró
Carece de vanagloria.
Ni hay solícita memoria
Como del pasado bien.
Ni hacienda que de un vaivén
De fortuna no se acabe.
Ni ataja el que mucho sabe,
La palabra al que la dice.
Ni el que á todos contradice
Deja de ser enfadoso.
Ni merece el mentiroso
Se le crea su verdad.
Ni hay guarda de antigüedad
Como escritura ó mojón.
Ni obra con perfección,
De hombre inconsiderado.
Ni acierta el que es desdichado
En cosa que determina. .
Ni falta jamás mohína
A los que gustan de dalla.
Ni hay honra puesta en batalla,
Que no sea del vencedor.
Ni consuelo en el dolor
Cual ser justo el que padece.
Ni se mira al que merece.
Cuando algo quieren dar.
Ni está lejos de negar
El que duda en responder.
Ni hay cosa que á la mujer
Sea mas propia que el adorno.
Ni maldad como el soborno,
Pues da al justo injusta muerte.
Ni tengo por buena suerte
Ser del mayor despreciado.
Ni por mal considerado,
Quiero me tema el menor.
Ni podrá el que es hablador,
De ningún arte callar.
Ni hay por qué desesperar
De nada mientras se vive.
Ni vicio que al que lo sigue
Le falte alguna disculpa.
Ni es malo que á grave culpa
Haya blanda reprensión.
Ni hace poco el que á razón
Sujeta su atrevimiento.
Ni hay hombre que el sufrimiento
No le sea muy necesario.
Ni el peligro voluntario
Hace la vida segura.
Ni con quien no se aventura
Es fortuna liberal.
Ni si el daño es general,
Toca llorarle al más chico.
Ni hay pobre que no sea rico
Si lo que tiene le basta.
Ni se cobra, si se gasta,
La vergüenza ni la fama.
Ni al que espera ni al que ama
Se debe en todo creer.
Ni puede permanecer
El hombre de mal vivir.
Ni es poco saber sufrir
Lo que excusar no se puede.
Ni hay miedo de que no quede
En el rostro alteración.
Ni es bien que la ejecución
Sea primero que el consejo.
Ni es fácil al que es ya viejo
Aprender nuevo lenguaje.
Ni el demasiado coraje
Deja á la razón obrar.
Ni se puede bien hablar
Sin conjugación secreta.
Ni hay mujer que, si es sujeta,
No se haga muy amable.
Ni puede ser muy durable
La forzada posesión.
Ni hace buena la opinión
Al que de sí no lo es.
Ni se vence el interés
Sino huyéndole la cara.
Ni suele mostrarse avara
Fortuna al que es diligente.
Ni la virtud del presente
Se aborrece ni se precia.
Ni falta quien á Lucrecia
La arguya que no fué casta.
Ni el que siempre habla en su casta
Sabe cuándo ha de callar.
Ni hay estorbo para el dar,
Como pedir con temor.
Ni juez ejecutor,
Como el alma de cada uno.
Ni he visto que esté ninguno
Contento si está cautivo.
Ni es tan malo ser esquivo,
Cuanto común y vulgar.
Ni ofende mucho el negar,
Si en la disculpa se acierta.
Ni hay edad más descubierta
Que aquella que más se encubre.
Ni el que su pecho descubre
Dejará de arrepentirse.
Ni habrá quien sepa medirse
Con afición y cordura.
Ni difiere la locura
De la ira, sino en nombre.
Ni hay cosa más propia al hombre.
Que es inquerir la verdad.
Ni amistad ni enemistad
Con firmeza en verdes años.
Ni estratagemas ni engaños,
Sin ventura, es renta cierta.
Ni habrá hombre á cuya puerta
Fortuna no haya llamado.
Ni consejo acelerado
Que todas veces acierte.
Ni quien siga hasta la muerte
A su dueño como el perro.
Ni el que no conoce el yerro
Puede sufrir reprensión.
Ni suele ser la opinión
Todas veces verdadera.
Ni es el dia que se espera,
Forzosamente mejor.
Ni amor, fuerzas ni valor
Se muestran do no hay contraste.
Ni es razón que nadie gaste
Su hacienda con poquedad.
Ni con prodigalidad
La derrame y desperdicie.
Ni que ninguno codicie
Sin moderación y tasa.
Ni piensa el que labra casa
Que ha de ser su vida corta.
Ni mira cuánto le importa
Cada cual saber vivir.
Ni se deben diferir
Las cosas para mañana.
Ni aunque es sabrosa, muy sana
La salsa de murmurar.
Ni el que es fácil en llorar
Tendrá difícil consuelo.
Ni es malo tener recelo
Para no ser salteado.
Ni puede el que no es usado
En la obra ser muy diestro.
Ni salir grande maestro
Quien se da al vicio y olvido.
Ni lo que mucho ha subido
Me espantaré si cayere.
Ni el que buena obra zahiere
Está lejos de pedirla.
Ni hay razón que el repetirla
Sin causa grave se pueda.
Ni que ninguno conceda
Lo que no piensa cumplir.
Ni he visto restituir
Lo que se usurpa, si es grande.
Ni quien con perdidos ande,
Que al fin perdido no sea.
Ni se estima la presea,
Si no hay pocas como ella.
Ni hay caudal que á la doncella
Iguale á ser vergonzosa.
Ni hay vida más deleitosa
Que el estudio en cosas varias.
Ni con costumbres contrarias
El amistad se conserva.
Ni hace poco el que reserva
Su mal vivir de testigo.
Ni se muestra el cierto amigo
Sino en el negocio incierto,
Ni al gastador sin concierto
Se tiene por liberal.
Ni el crédito es mal caudal
Para engañar y mentir.
Ni es tardo en el acudir
El vulgo con la opinión.
Ni tiene en su defensión
El-viejo sino la lengua.
Ni suele ser poca mengua
Dar crédito al novelero.
Ni el descuidado guerrero
Puede ganar grande empresa.
Ni hay verdad, aunque esté opresa.
Que en su opresión no respire.
Ni bien común que se mire
Ni como el propio se cele.
Ni quien mucho se recele,
Que haya limpieza en su vida.
Ni hay cosa tan bien fingida
Que el tiempo no la descubra.
Ni es razón que nadie encubra
Ajena bellaquería.
Ni el que vive aceptaría
La vida, si la entendiese.
Ni hurtaría, si supiese
Cuan poco luce lo ajeno.
Ni el que estriba en lo terreno
Carece de grande mengua.
Ni es todas veces la lengua
Capaz de darse a entender.
Ni basta humano poder
Contra un odio general.
Ni es todas veces el mal
Malo para nuestro aviso.
Ni se puede de un Narciso
Cualquier negocio fiar.
Ni es conveniente trocar
Freno ni a bestias de carga.
Ni se descarga el que carga
En hombro de otro su cargo.
Ni es justo el cargo o descargo
Que es solo por la opinión.
Ni hay buena conversación,
Que no deleite el sentido.
Ni plazo menos sabido
Ni más cierto que la muerte.
Ni mujer ni plaza fuerte,
Si se puede combatir.
Ni es poco saber huir
Del amigo sospechoso.
Ni hay quien se llame dichoso,
Que no llame a la desdicha.
Ni es gracia la más bien dicha
Si de novedad carece.
Ni la honra permanece
Si se gana por mal medio.
Ni hay trabajo sin remedio
Al que le espera ó procura.
Ni asiste mucha ventura
En la casa del que es necio.
Ni la virtud tiene precio,
Si de ella propia no sale.
Ni es bien que digan que vale
Tanto el hombre cuanto tiene.
Ni que ninguno condene
Por mísero al concertado.
Ni hay hombre tan recatado
Cual conviene en el hablar.
Ni puede mucho ganar
Ninguno sin que otro pierda.
Ni he visto mujer tan cuerda,
Que le ofenda el ser querida.
Ni hay materia tan sabida,
Que no se pueda argüir.
Ni acredita el diferir
Las pagas al mercader.
Ni tanto se ha de comer,
Que las fuerzas nos ahogue.
Ni obligar a que desfogue
El colérico ofendido.
Ni el que se ve perseguido
Está lejos de ser loco.
Ni sufre mucho ni poco
El ánimo apasionado.
Ni hay mozo desvergonzado,
Que en el hablar mucho dude.
Ni habrá enjerto que no mude
En algo su natural.
Ni abrazo más desleal
Que del pulpo ó salteador.
Ni es de los daños menor
La condición maliciosa.
Ni hay cosa más poderosa
Que interés y autoridad.
Ni detestable maldad
Como vencer al amigo.
Ni del que lía sido enemigo
Se fie cosa que importe.
Ni del puro hombre de corte
Asegurar lo que dice.
Ni será el que contradice
Acepto en conversación.
Ni hay ley con ejecución
Cuando la guerra es trabada.
Ni puede fortuna nada
Contra fuerza virtuosa.
Ni entre gente sospechosa
Tengo por bueno el vivir.
Ni es difícil de sufrir
El trabajo que es honroso.
Ni tiene el que es más dichoso
Bien seguro, mientras vive.
Ni es justo que nadie estribe
En el dicho de un testigo.
Ni en la prueba del amigo
Cuando fortuna es igual.
Ni se siente tanto el mal
Que primero se temió.
Ni el que de sí mucho habló
Deja de ser ignorante.
Ni el que es vano y arrogante
Sabe de sí qué se hacer.
Ni un recíproco querer
Se debe á nadie negar.
Ni puede en todo imitar
El arte á naturaleza.
Ni es discreción y agudeza
Igual en todos sujetos.
Ni hay quien dome sus afectos
Sin virtud muy confirmada.
Ni vi carga más pesada
Que aquella que trae el ruego.
Ni puede estar el sosiego
Con la felice memoria.
Ni gozar bien de su gloria
Ninguno con soledad.
Ni la mucha calidad
Luce donde no hay hacienda.
Ni se comienza la enmienda
Sin conocer el error.
Ni hay salsa que dé sabor
Al manjar como la hambre.
Ni la artificiosa enjambre
Puede sin flor sacar fruto.
Ni librarse el más astuto,
En este tiempo, de engaños.
Ni sabe nadie los daños
Que encubre una alegre boda.
Ni hace mal quien se acomoda
Según que corre la era.
Ni el hacerse hombre de cera
Es poca curiosidad.
Ni hay fin propio de amistad
Como el hacer de dos uno.
Ni labrador importuno
Que no negocie ó convenza.
Ni cosa que no la venza
El hombre tarde ó temprano.
Ni es bien se ayude al tirano
Porque se suele pagar.
Ni puede el rico pasar
Sin ser del pobre envidiado.
Ni hay quien sea desdichado
Hasta el fin de la jornada.
Ni despensa asegurada
Tanto como lo es la plaza.
Ni ejercicio cual la caza
Para el arte militar.
Ni hay razón como callar
Entre gente maliciosa.
Ni mujer que dé en graciosa ,
Que lo sea cual conviene.
Ni pienso que á nadie viene
Daño que sufrir no pueda.
Ni fortuna que esté queda
Cuando llega á estar muy alta.
Ni puede haber cosa falta
Donde hay dicha y diligencia.
Ni hombre con experiencia,
Que el peligro no recele.
Ni es mucho que al que le duele,
Pida el dudoso favor.
Ni es menester gran primor
Para aprender á matar.
Ni hay deseo de acertar,
Que no busque á la razón.
Ni quien haga admiración
De todo, que sea discreto.
Ni el bueno busca el secreto,
Sino aquello que es más justo.
Ni hay hombre que tenga el gusto
Á todas horas templado.
Ni vi cobarde arriscado,
Sino con fuerza de amor.
Ni el demasiado rigor
Conserva al rey ni al tirano.
Ni el alzarse hombre á su mano
Es pequeña habilidad.
Ni prueba mal su bondad
El que al malo desagrada.
Ni sirve el consejo nada
Contra una fortuna loca.
Ni es discreto el que se apoca
Delante el que ha menester.
Ni es malo saber hacer,
Cuando importa, el juego maña.
Ni hay provincia tan extraña,
Donde el sabio no se halle.
Ni pecado que en la calle
No sea más escandaloso.
Ni vi hombre venturoso
Después de allegado á viejo.
Ni quien destruya un consejo
Como la priesa y la ira.
Ni el que sustenta mentira
Puede en ella reprender.
Ni el maestro ha de tener
Vicios, ni menos sufrillos.
Ni hay cuidados más sencillos
Que son los del hombre justo.
Ni puede vivir con gusto
Quien tiene ruin compañía.
Ni hay prenda de más valía
Que el amigo, si es perfeto.
Ni gusto para el discreto
Como el propio imaginar.
Ni quien se excuse de errar,
Si no huye la ocasión.
Ni dura ciega afición
En hombre muy ocupado.
Ni se estima lo heredado
Tanto como lo adquirido.
Ni hay casa de hombre perdido
Donde el vicio no aposente.
Ni faltará inconveniente
En cualquier mudanza de uso.
Ni ocasión de estar confuso
El que á su dueño ha ofendido.
Ni al que no ha de ser creído
Le está bien querer hablar.
Ni hay quien pueda exagerar
Lo que es una gran desdicha.
Ni puede haber mayor dicha
Que tener buena opinión.
Ni falta engaño y ficción
Sino solo en el morir.
Ni para honesto vivir
Es menester gran estado.
Ni hay fruta de árbol vedado,
Que no digan que es sabrosa.
Ni tan aprobada cosa,
Que de todos sea admitida.
Ni es poco acabar la vida
Antes que el vivir se acabe.
Ni amistad que no destrabe
Un interés ó pendencia.
Ni hay más importante herencia
Que la virtud del mayor.
Ni dio ser al que es señor
La sangre, sino ventura.
Ni aquel que no se aventura
Puede perder ni ganar.
Ni al que se escapa del mar
Alegra poco la tierra.
Ni es bien se comience guerra
Sin gran caudal y ocasión.
Ni hay lágrimas sin razón,
Que no se aumenten con ella.
Ni peligrosa centella
Gomo la guerra trabada.
Ni cosa más estimada
Que la que trabajo cuesta.
Ni estorba blanda respuesta
Que se ejecute el rigor.
Ni muestra tener valor
Quien desmaya en lo que empieza.
Ni nos dio naturaleza
Muerte ó nacer desigual.
Ni en el vivir hay más mal
Que la cargada conciencia.
Ni hay honra en-una pendencia,
Si no la tiene el contrario.
Ni indignar al adversario, .
Cuando él puede, es acertado.
Ni hay temor del mal pasado,
Sino que otro no se ofrezca.
Ni quien ame ó aborrezca
Sin medio, si no es mujer.
Ni es á todos el leer
Igualmente provechoso.
Ni habrá cuidado enfadoso
Que otros no llamen á cortes.
Ni hay espada de dos cortes,
Que obre como la prudencia.
Ni más antigua pendencia
Que la del pobre y el rico.
Ni grande que no sea chico,
Si el chico no le socorre.
Ni rico que mucho ahorre,
Que no sea aborrecido.
Ni beneficio perdido,
Que el gran fiador no lo pague.
Ni habrá sirena que halague
Si no es para más dañar.
Ni es tan malo el resbalar
Del pié como de la lengua.
Ni hay mayor falta ni mengua
Que de quien trate verdad.
Ni viene una tempestad
Sin que primero amenace.
Ni es todo lo que se hace
Acepto al vulgo envidioso.
Ni acaba, el que es temeroso,
De poner nada en efecto.
Ni hay hombre tan sin defecto,
Que su censor no le halle.
Ni el ofendido, aunque calle,
Es visto haber perdonado.
Ni es insufrible el cuidado,
Cuando se admite consuelo.
Ni acomete sin recelo
Sino el hombre muy perdido.
Ni del que es aborrecido
Se puede decir más mal.
Ni hay vida de hombre mortal
Que no encierre vanagloria.
Ni más loable memoria
Que la del bien recibido.
Ni más apacible olvido
Que del bien que habernos hecho.
Ni hombre muy satisfecho,
Que las más veces no yerre.
Ni habrá áncora que afierre,
Como un necio en su porfía.
Ni está la sabiduría
En apariencia ó vestido.
Ni hay pobre, si está afligido,
Que no crea fácilmente.
Ni se espanta el que es prudente,
De ver ajena simpleza.
Ni hay desdicha, cuando empieza,
Que en todo no se empeore.
Ni vano que se mejore
Con poder y ser rogado.
Ni más infelice estado
Que el que no le envidia alguno.
Ni beneficio ninguno
Con que se obligue á un traidor.
Ni se ejecuta un furor
Sin confuso arrepentir.
Ni siente tanto el morir
El que muere muerte honrosa.
Ni hay cosa más ingeniosa
Que el apasionado amor.
Ni para el que es hablador
Habrá freno que le enfrene.
Ni faltará quien condene
El miedo de qué dirán.
Ni que el otro sea truhán
Por sólo ser convidado.
Ni que esté el rico y honrado
De la fortuna quejoso.
Ni que digan que hay reposo
En quien busca de comer.
Ni es visto ningún placer
Que dure siquiera un hora.
Ni hay tristeza que á deshora.
No le venga algún consuelo.
Ni cosa firme en el suelo,
En que fundar la esperanza.
Ni lo que cuesta y se alcanza
Se debe tener en poco.
Ni hay cuerdo que no sea loco
Á juicio del que mira.
Ni quien puede y se retira,
Que luego no se arrepienta
Ni más acertada cuenta
Que aquella do no hay alcance
Ni se puede echar buen lance
Sin ejercicio y memoria.
Ni da el vencer mayor gloria
Que perdonar al vencido.
Ni es malo darse á partido
El que no puede escaparse.
Ni hay prudencia cual mostrarse
Necio con el que lo es.
Ni aventajado interés
Cual premiar á un coronista.
Ni habrá fuerza que resista
A la industria repetida.
Ni paciencia que, ofendida,
No turbe cualquier juicio.
Ni más liviano edificio
Que la máquina del hombre.
Ni podrá alcanzar renombre
El que no osa aventurarse.
Ni el premio puede negarse
Á la invención de la cosa.
Ni hay mujer tan vedriosa
Como la mal confiada.
Ni puede ser bien casada
La que no tiene paciencia.
Ni la poca diligencia
Fuerza ajena voluntad.
Ni tiene necesidad
Lo natural de fortuna.
Ni cuando vienen á una
Dos males pueden sufrirse.
Ni bien pueden avenirse,
Soberbia, fausto, pobreza.
Ni suele ser la riqueza
De la virtud compañera.
Ni hay amistad verdadera
Entre el rico y el que es pobre.
Ni hay cuento que vuelo cobro
Como el que es menos creído.
Ni se despeña el sentido
Como con ira y furor.
Ni hace bueno el honor
Al que el miedo no hace bueno.
Ni basta el trabajo ajeno
Para hacer al hombre sabio.
Ni al que tuvo algún resabie
Le vi del todo enmendarse.
Ni puede disimularse
El enfado de esperar.
Ni se iguala el refrenar
Al prevenir de la ira.
Ni hay más dañosa mentira
Que la aparente verdad.
Ni al que tiene voluntad
Le falta della ejercicio.
Ni se cae el edificio
Sin avisar la caída.
Ni hay más repentina herida
Que del hombre para el hombre.
Ni se puede ganar nombre,
Si no es en guerra ó en corte.
Ni hay ingrato que no acorte
La largueza al liberal.
Ni es más ni menos el mal,
De como es el que lo siente.
Ni es muy santo el que á la gente
Se alaba que santifica.
Ni el próspero sacrifica,
Como el que está atribulado.
Ni hay tan ligero pecado,
Que de su pena carezca.
Ni es buena, aunque lo parezca,
Hacienda de muchos dueños.
Ni hay depósito de empeños,
Como el juego y la lujuria.
Ni se acomete con furia.
Peligro con experiencia.
Ni se puede alcanzar ciencia
Sin un continuo estudiar.
Ni se debe de rogar.
Por lo que es fácil de haber.
Ni es poco saber vencer.
Un ignorante parlero.
Ni he visto gran caballero,
Que no sea bien criado.
Ni sé cuál es más culpado,
Quien no enseña o quien no aprende.
Ni acierta quien algo aprende,
Si ejercitando es confuso.
Ni he visto letras sin uso,
Que valgan como experiencia.
Ni será mala elocuencia
La que al enemigo agrada.
Ni hay memoria ejercitada,
Que en algo no se mejore.
Ni estorbo que no empeore
Al obrar sin voluntad.
Ni gloria con vanidad,
Cual las armas sin varón.
Ni nueva constitución,
Que á la antigua no deshaga.
Ni privado que no haga
De sus favores alarde.
Ni quien lo público guarde,
Que su hacienda no asegure.
Ni edad que poco no dure,
Para lo que hay que saber.
Ni puede satisfacer
Lo que debe el hijo al padre.
Ni hay bien que tanto nos cuadre
Como guardarnos del mal.
Ni cosa más natural
Que el ingenio ser curioso.
Ni hay artificio engañoso,
Que el tiempo no le descubra.
Ni es poco mal que se encubra
Un vicio con otro vicio.
Ni hay instrumento de oficio,
Que para el dueño sea caro.
Ni deudos pobres de avaro,
Que él no los llame prolijos.
Ni hombre rico sin hijos,
Que su poder no le pene.
Ni justo que no condene
En sí mismo el mal que hace.
Ni el que debe satisface,
Si con ventaja no paga.
Ni hay avariento que haga
Mejor cosa que morirse.
Ni pueden bien prevenirse.
Peligros accidentales.
Ni excusa de sufrir males
El que á otros los ha hecho.
Ni hay hombre tan satisfecho
Que no se pueda engañar.
Ni puede mucho ganar
Ninguno sin que otro pierda.
Ni entiendo cómo concuerda
La mujer, la risa y lloro.
Ni tiene el mundo tesoro
Que se iguale á la salud.
Ni hay loor de gran virtud,
Que no ofenda, si es pequeño.
Ni habrá tiránico dueño,
Que lo que promete haga.
Ni permanece sin paga
Fama de hazañas honrosas.
Ni hay quien busque grandes cosas,
Que no tope con alguna.
Ni el que sin tiempo importuna,
Se puede negar que es necio.
Ni es la cosa de gran precio,
Cuando virtud no la halla.
Ni falta jamás batalla
Entre justicia y conciencia.
Ni hay arte de mayor ciencia
Que el tiempo y naturaleza.
Ni la mucha sutileza
Deja obrar á la razón.
Ni hay buena conversación,
Si no es alguno elocuente.
Ni el arte en que es eminente
Le tiene ninguno en poco.
Ni hay fausto que baste á un loco
Con soberbia enriquecida.
Ni cosa más bien sabida
Que la que en niñez se aprende.
Ni hace mal el que defiende
Que no hay bien que mucho dure.
Ni adulador que no cure
Nuestra herida sobre sano.
Ni será buen hortelano
El que no escarda su era.
Ni hay culpa, aunque sea ligera,
Que no disponga á otro error.
Ni tan inhábil rector,
Que no se juzgue capaz.
Ni hay quien goce larga paz.
Que no busque nueva guerra.
Ni es discreto el que destierra
El consejo reprensible.
Ni hay gracia más apacible
Que el responder de repente.
Ni dormirá el delincuente
Jamás seguro de pena.
Ni habrá tan fuerte cadena,
Que un favor no la quebrante,
Ni viejo que no se espante
De hallar amigo en ausencia.
Ni más provechosa ciencia
Que la que enseña á morir.
Ni más penoso sufrir
Que el dolor del oprimido.
Ni hay hombre mal recibido
Que acierte en cosa que hable.
Ni veleta más mudable
Que voluntad juvenil.
Ni sumisión más servil
Que el trato del pretender.
Ni quien se pueda valer
Con un necio confiado.
Ni habrá hombre desechado,
Si saben acomodarle.
Ni tan sabio, que encargarle
Se pueda lo que no ha visto.
Ni quien quiera ser bien quisto.
Que no ayude y dé la mano.
Ni muy viejo cortesano,
Que no sea coronista.
Ni mancebo que resista
Las ocasiones de gusto.
Ni tan valiente y robusto,
Que no le rinda un dolor.
Ni vida de jugador,
Que no sea muy confusa.
Ni más excusada excusa
Que decir: «¿Quién tal pensara?»
Ni habrá tan derecha vara,
Que alguna vez no se tuerza.
Ni más necesaria fuerza
Que vencerse hombre á sí mismo.
Ni más extendido abismo
Que tratar del hecho ajeno.
Ni corazón tan sereno,
Que no mude parecer.
Ni hacienda de mercader
Que del todo sea segura.
Ni más dudosa ventura
Que la de aquel que navega.
Ni adulador, si se pega,
Que no acabe cualquier cosa.
Ni corónica famosa
Que no tenga algún desmán.
Ni perfecto capitán,
Si al caso no es prevenido.
Ni vano y descomedido,
Que no pague en lo que peca.
Ni voluntad, si se trueca,
Que llegue á su ser primero.
Ni cobarde caballero
Que le cuadre bien el nombre.
Ni nombre que cuadre al hombre,
Como decir que es de bien.
Ni pretensor que un desdén
No le entibie su esperanza.
Ni muy segura mudanza,
Aunque prometa sosiego.
Ni consume tanto el fuego
Como el juego y la mujer.
Ni tiene el mundo placer
Que iguale al de una victoria.
Ni título de más gloría
Que el de padre o defensor.
Ni satírico censor
Que no acote con el otro.
Ni más indomable potro
Que enfrenar condición vieja.
Ni fábula ni conseja
Que no sirva de ejemplar.
Ni quien se pueda escapar
Del juicio de la gente.
Ni mas furioso acídente
Que ira en el poderoso.
Ni menos menesteroso
Que el que se mide en su gasto.
Ni quien viva más abasto
Que el que gasta de lo ajeno.
Ni hay hombre perfecto y bueno
Que no juzgue de sí mal.
Ni más gallardo caudal
Que es el del crédito y fama.
Ni más apacible cama
Que la segura conciencia.
Ni al que tiene preminencia
Se ha de dejar de escuchar.
Ni hay sabio que pueda estar
Solo en cualquiera cortijo.
Ni es buen padre el que á su hijo
No le dotrina y corrige.
Ni sabia madre, si rige
A sus hijas sin recato.
Ni suele salir barato
El juego dé las doncellas.
Ni son seguras centellas,
Cuando hay materia dispuesta.
Ni hay de oráculo respuesta
Sin alguna oculta ciencia.
Ni presteza y providencia
A quien fortuna no asista.
Ni hay fuerza que se resista
Contra el poder de verdad.
Ni mayor cautividad
Que estar a vicios sujeto.
Ni pone nada en efeto
El hombre que sigue extremos.
Ni son las cosas que vemos
Tan ciertas como parecen.
Ni honras que mucho crecen •
Aseguran á su dueño.
Ni difieren con el sueño
El próspero ó miserable.
Ni hay consejo razonable
Que buen suceso no espere.
Ni hombre que desespere,
Sino el poco exprimentado.
Ni hay demasiado cuidado
Cuando fortuna está queda.
Ni consejo que no pueda
Mucho con autoridad.
Ni hay riqueza y libertad
Que á la virtud no empobrezca.
Ni males que no padezca
El que es viejo, y mas si es pobre.
Ni hay opinión que no cobre
Del vulgo algún gran error.
Ni siervo que á su señor
No pueda tener cautivo.
Ni pienso que hay incentivo
De virtud como vergüenza.
Ni vicio, cuando comienza,
Difícil de remediar.
Ni hay camino de agradar
A Dios, como la paciencia.
Ni tan honrada pendencia
Como no tener ninguna.
Ni vida mas importuna
Que el obedecer á necios.
Ni mas desiguales precios
Que son los de la mujer.
Ni donde sirva el poder
Menos que en el avariento.
Ni hay hombre tan opulento,
Que infinito no le falte.
Ni muy provechoso esmalte,
Si no hinche algún vacío.
Ni basta ningún desvío
A cansar al que confía.
Ni con femenil porfía
Habrá hombre vitorioso.
Ni confirmado reposo
Del que ve su luna llena.
Ni argos de honra ajena,
Que en la suya no vea poco.
Ni quien vuelva al hombre loco,
Como la nueva riqueza.
Ni bien usada largueza,
Que no robe corazones.
Ni hay quien halle mas razones
Para negar que el avaro.
Ni necesario reparo,
Como en gran prosperidad.
Ni fingida santidad
Sin algún secreto engaño.
Ni más conocido daño
Que la maldad del mayor.
Ni quien fíe del traidor,
Que no le suceda mal.
Ni mísero liberal
Hasta que hace testamento.
Ni más falso sentimiento
Que lágrimas de heredero.
Ni alquimista verdadero,
Sino el que ahorra su hacienda.
Ni buen ministro de tienda,
Si alguna falta no encubre.
Ni por sabio al que descubre
Al más amigo su falta.
Ni por honrado al que falta
Lo que una vez prometió.
Ni por falto á quien faltó
De cumplir con su apetito.
Ni hay hipócrita marchito
Que no sea un Lucifer.
Ni pienso que puede ser
Pobre el que á ninguno pide.
Ni piadoso el que despide
Al que le pide socorro.
Ni hay esclavo menos horro
Que el obligado al amigo.
Ni más dañoso testigo
Que la propia confesión.
Ni aseguro la intención
Del que se burla con diente.
Ni conozco hombre valiente
Difícil en perdonar.
Ni cobarde en castigar,
Que no sea muy cruel.
Ni hay cosa tan por nivel,
Que no tenga imperfecciones.
Ni pienso que hay fanfarrones,
Sino los que son gallinas.
Ni tan discretas vecinas,
Que se encubran los secretos.
Ni hombres menos sujetos
Que los muy favorecidos.
Ni daños mas conocidos
Que los de lengua mordaz. :
Ni menos segura paz
Que el beso del agraviado.
Ni peligro no pensado
Que al más bravo no le espante.
Ni necio más arrogante
Que un bajo con dignidad.
Ni quien tenga libertad
Contra aquel que algo le dio.
Ni quien diga negoció
Bien sin dinero ó lisonja.
Ni más bebedora esponja
Que la sed del usurero.
Ni más perdido dinero
Que el del recién heredado.
Ni valeroso soldado,
Si no es ambicioso de honra.
Ni verdadera deshonra
Sin la culpa del paciente.
Ni santo entre mucha gente,
Que vuelva tal como vino.
Ni más discreto adivino
Que un discurso por razón.
Ni avariento en su rincón,
Que no se queje de ingratos.
Ni más apacibles ratos
Que los gastados con buenos.
Ni hombres por demás amenos,
Que no sean ocasionados.
Ni tan sublimes estados,
Que el tiempo no los deshaga.
Ni más incurable llaga
Que es el mal de la vejez.
Ni justos que alguna vez
Descompuestos no estuviesen.
Ni animosos que no fuesen
Ayudados de fortuna.
Ni he visto mujer alguna
Muy hermosa y muy humilde.
Ni escritura que una tilde
No le trueque su sentido.
Ni hay hombre tan abatido,
Que levantar no se pueda.
Ni quien encubre en su rueda
Fortuna, que esté seguro.
Ni habrá tan rebelde muro
Que no lo rinda interés.
Ni cólera que después
No traiga arrepentimiento.
Ni vi hombre tan contento,
Que no envidie ajena suerte.
Ni quien desee la muerte,
Que más no aumente la vida
Ni muerte más conocida
Que el vivir del mal casado.
Ni más venturoso estado
Que la buena compañía.
Ni más aguada alegría
Que la que los hijos dan.
Ni casamiento sin pan
Que tenga paz confirmada.
Ni más penetrante espada
Que un pensamiento celoso.
Ni cuidado más penoso
Que tener honra y pobreza
Ni imagino que es grandeza
Dar por la honra la vida.
Ni sin pena es homicida
Sino el médico ó letrado.
Ni el manjar, cuando es templado,
A l alma ó cuerpo le ofende.
Ni el Juez recto pretende
Respetar á la persona.
Ni poco en jugar se abona
Quien el gran favor desdeña.
Ni la mujer halagüeña
Deja de vaciar la casa.
Ni al que con buena se casa
Le faltará en ella ayuda.
Ni el que en arar pone duda
Terna para su sustento.
Ni quien aguarda agua ó viento,
Siembra ni coge el verano.
Ni el mancebo al cuerdo anciano
Dejará de estar sujeto.
Ni el que es amador perfeto.
Se muestra en el dar mezquino.
Ni honra que de amor no vino
Lo es, sino adulación.
Ni al adúltero ladrón
Le agrada la luz del dia.
Ni la casada sería
Honrada, sin su recato.
Ni es menos que mentecato
Quien vá á cualquiera mujer.
Ni el que gobierna ha de ser
Necio, porque es mona en banco.
Ni al que vuelve negro en blanco
Tengo por buen tintorero.
Ni es bien creer de ligero
Que hay sobre negro tintura.
Ni ayuda mal la escritura
Ni el docto á pasar la vida.
Ni el labrador se despida
De consolar su tristeza.
Ni es pequeña su riqueza,
Si el tal conocerla sabe.
Ni aunque parece suave
La ambición, es leve pena.
Ni el necio que se desfrena
Menos que saeta hiere.
Ni el bien, cuando se perdiere,
Dejará de echarse menos.
Ni son discretos ni buenos
Los que aguardan á perderle.
Ni al forastero ofenderle
Es de cotes ni cristiano.
Ni es blasón humilde y llano
Favorecer al caído.
Ni por la fé y por su nido,
Ponerse á morir contento.
Ni el amor del nacimiento
Jamás se puede olvidar.
Ni el amor sabe guardar
Ley, sino su mismo fuero.
Ni sana de su mal fiero
Sino el que sano se finge.
Ni aflige menos que esfinge,
Despeñando cuerpo y alma.
Ni intenta perder la palma
El que primero se prueba.
Ni pequeña ayuda lleva
Quien tiene oficio y camina.
Ni en la lengua peregrina
Quien no entiende tiene oídos.
Ni en los palacios subidos
Deja de haber mil engaños.
Ni tantos ni tales daños
Hubiera, á no haber doblones.
Ni hay elocuentes razones
Adonde habla su alteza.
Ni triste como el que empieza
Á servir cuando ya es viejo.
Ni más seguro consejo
Que mirar siempre á la fin.
Y pues llega el San Martín
Del mayor y del menor.
Cada uno en su dolor
Se consuele; que no hay mal
Á quien le falte su igual,
Y serán sus duelos menos,
Medidos con los ajenos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario