viernes, 9 de junio de 2017

Anton Chejov, La institutriz

Se trata de una autoadaptación teatral que hizo Chejov de su cuento "Poquita cosa":

Anton Chejov 

LA INSTITUTRIZ

ESCRITOR : (Aparece bajo un reflector) ¡Esperen! Para quienes se sientan ofendidos por la crueldad de la vida, existe una alternativa al final: "Ivan Ilyitch Cherdyakov se fue a su casa, se sacó la chaqueta, se tendió en el sofá… y heredó cinco millones de rublos". No hay base alguna para eso, pero es constructivo. Les aseguro que no es mi intención retratar la vida más dura de lo que es, pero algunos de nosotros nos encontramos realmente atrapados. Sirvan de testigos a la situación en que se encuentra una joven institutriz que cuida y educa a los niños de una familia de buen pasar…

SEÑORA : (Con un libro de cuentas frente a ella) ¡Julia!

(Una joven institutriz entra apresurada, se detiene frente al escritorio con una reverencia).

JULIA : ¿Sí, señora?

SEÑORA : Mírame muchacha. Levanta la cabeza. Me gusta verte los ojos cuando te hablo.

JULIA : (Levanta la cabeza) Sí señora. (Pero su cabeza tiene el hábito de agacharse).

SEÑORA : ¿Y cómo van los niños en sus lecciones de francés?

JULIA : Son muy despiertos, señora.

SEÑORA : Ojos en alto… ¿Despiertos, dices? Bueno, y ¿por qué no? ¿Y en matemáticas? Supongo que les irá bien en matemáticas.

JULIA : Sí, señora. Especialmente Vanya.

SEÑORA : Es lógico. Lo sabía. Yo fui sobresaliente en matemáticas. ¿No dirías que lo heredó de su madre?

JULIA : Sí, señora.

SEÑORA : Cabeza en alto… (Ella levanta la cabeza) Así es. No tengas temor de mirar a la gente a los ojos, querida. Si presumes de inferior es exactamente así como la gente va a tratarte.

JULIA : Sí, señora.

SEÑORA : Eres una muchacha bastante calladita, ¿no?…. Bueno, arreglemos nuestras cuentas. Imagino que necesitarás dinero aunque nunca lo pidas… Veamos, quedamos de acuerdo en que recibirás treinta rublos al mes, ¿no es así?

JULIA : (Sorprendida) Cuarenta, señora.

SEÑORA : No, no: treinta. Lo anoté expresamente aquí (Señala el libro). Siempre he pagado treinta a las institutrices… ¿Quién te dijo cuarenta?

JULIA : Usted misma, señora. No hablé con nadie más en lo referente al dinero…

SEÑORA : Imposible. Tal vez creíste escuchar cuarenta cuando yo dije treinta. Si mantuvieras la cabeza en alto eso no ocurriría. Mírame nuevamente y yo lo voy a repetir con toda claridad. “Treinta rublos al mes”.

JULIA : Si usted lo dice, señora.

SEÑORA : Arreglado entonces. Treinta al mes viene a ser… Espera… Has estado aquí exactamente dos meses.

JULIA : Dos meses y cinco días.

SEÑORA : No, no. Dos meses exactos. Lo anoté aquí. Deberías llevar libros como lo hago yo. Evitaríamos estas discrepancias. Entonces tenemos que dos meses a treinta rublos por mes… hacen sesenta rublos. ¿Correcto?

JULIA : (Haciendo pequeña cortesía) Sí, señora. Gracias, señora.

SEÑORA : Substrayendo nueve domingos… ¿Quedamos de acuerdo en sustraer los domingos, ¿no es verdad?

JULIA : No, señora.

SEÑORA : ¡Ojos, ojos!… Por supuesto que convinimos en substraer los domingos. Ni siquiera me tomé la molestia de anotarlo porque siempre lo hago. ¿No recuerdas cuando te dije que íbamos a descontar los días domingo?

JULIA : No, señora.

SEÑORA : Piensa.

JULIA : (Piensa) No, señora.

SEÑORA : No estabas pensando. Tu mirada estaba vagando por ahí. Mírame directo a los ojos y piensa… ¿Lo recuerdas ahora?

JULIA : (Entregada) Sí, señora. (Muy bajo)

SEÑORA : No alcancé a escucharte, Julia.

JULIA : (Más fuerte) Sí, señora.

SEÑORA : Bien . Estaba segura que recordarías… Más tres días de fiesta. ¿Correcto?

JULIA : Dos, señora. Navidad y Año Nuevo.

SEÑORA : Y con tu cumpleaños son tres.

JULIA : Pero el día de mi cumpleaños trabajé, señora.

SEÑORA : ¿Sí? No tenías por qué hacerlo. Mis otras institutrices no trabajaron jamás el día de su cumpleaños.

JULIA : Pero yo trabajé, señora.

SEÑORA : Pero no es ese el problema, Julia. Ahora estamos discutiendo cuestiones financieras. Sin embargo, si insistes, voy a tomar en cuenta solamente dos días festivos… ¿Insistes?

JULIA : Yo trabajé, señora.

SEÑORA : ¿Vas a insistir entonces?

JULIA : No, señora.

SEÑORA : Muy bien. Son tres días festivos, por lo tanto descontamos… doce rublos. Luego tenemos los cuatro días en que el pequeño Kolya estuvo enfermo y por lo tanto no recibió lecciones.

JULIA : Pero le di clases a Vanya.

SEÑORA : Muy cierto; pero yo te contraté para enseñar a dos niños y no a uno. ¿Voy a pagarte un estipendio completo por hacer la mitad del trabajo?

JULIA : No, señora.

SEÑORA : Entonces lo descontamos… Hay otros tres días en que tuviste dolor de muelas y mi esposo te autorizó a no trabajar después del almuerzo. ¿Correcto?

JULIA : Después de las cuatro. Trabajé hasta las cuatro.

SEÑORA : (Mirando el libro) Tengo aquí… “No trabajó después de almuerzo.” Nosotros comemos a la una y hemos terminado hacia las dos, no a las cuatro, ¿correcto?

JULIA : Sí, señora. Pero yo…

SEÑORA : Eso hace otros siete rublos…. Siete y doce… Son diecinueve… Restando… quedan… cuarenta y un rublos… ¿Correcto?

JULIA : Sí, señora. Gracias, señora.

SEÑORA : El cuatro de enero quebraste una taza de té con platillo. ¿No es cierto?

JULIA : Sólo el platillo, señora.

SEÑORA : ¿Y para qué sirve una taza de té sin platillo, eh?… Son dos rublos. El platillo era una reliquia de familia. Costaba mucho más. Pero dejémoslo en eso. Estoy acostumbrada a perder.

JULIA : Gracias, señora.

SEÑORA : Tenemos que el nueve de enero Kolya se trepó a un árbol y se rompió la camisa.

JULIA : Yo le prohibí hacerlo, señora.

SEÑORA : Pero no se te hizo juicio, ¿verdad? Diez rublos. Se robaron los zapatos de Vanya…

JULIA : Fue la sirvienta, señora. Usted misma la despidió.

SEÑORA : Pero a ti se te paga una buena suma de dinero para cuidar de todo. Te lo expliqué en nuestro primer encuentro. A lo mejor no estabas escuchando. ¿Estabas escuchándome ese día, Julia, o tenías la cabeza en las nubes?

JULIA : Sí, señora.

SEÑORA : ¿Sí? Tenías la cabeza en las nubes.

JULIA : No, señora. Estaba escuchando.

SEÑORA : Eres una buena muchacha. Eso significa otros cinco rublos menos. (Mira en el libro)… Ah, sí… El dieciséis de enero te pasé diez rublos.

JULIA : No lo hizo.

SEÑORA : Pero lo anoté. ¿A qué iba yo a anotarlo si acaso no te los di?

JULIA : No lo sé, señora.

SEÑORA : Esa no es una respuesta satisfactoria, Julia… ¿Por qué iba yo a anotar que te adelanté diez rublos si en realidad no te los adelanté, eh?… ¿No hay respuesta?… Entonces tengo que habértelos dado ¿no es verdad?

JULIA : Sí, señora. Si usted lo afirma, señora.

SEÑORA : Por supuesto que lo afirmo. Eso tienen de bueno estas conversaciones. Se aclaran las dudas… Si descontamos veintisiete de cuarenta y uno nos quedan… catorce, ¡correcto?

JULIA : Sí, señora. (Se vuelve llorando suavemente)

SEÑORA : ¿Qué es eso? ¿Lágrimas? ¿Estás llorando? ¿Sucedió algo que te hiciera desgraciada, Julia? Debes decírmelo. Me apena verte así, Soy terriblemente sensible a las lágrimas. ¿Qué es lo que te aflige?

JULIA : Una sola vez desde que estoy aquí se me ha entregado algún dinero y me fue dado por su esposo. Por mi cumpleaños me dio tres rublos.

SEÑORA : ¿En verdad? Eso no figura en mi libro. Lo anotaré de inmediato. (Escribe en el libro)… Tres rublos. Gracias por decírmelo, soy un poquito floja con mis cuentas a veces… Siempre quedo corta en las vueltas… Entonces tenemos que descontar los tres rublos a los catorce… quedan once… ¿Deseas revisar las cifras?

JULIA : No es necesario, señora.

SEÑORA : Con ello queda nuestra cuenta saldada entonces. Aquí tiene el salario de dos meses, querida. Once rublos (Pone la pila de monedas sobre el escritorio) Cuéntalas.

JULIA : Tampoco es necesario, señora.

SEÑORA : Vamos, vamos. Las cuentas claras conservan la amistad. Cuéntalas.

JULIA : (Contando con desgana) Una, dos tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez… No hay más que diez, señora.

SEÑORA : ¿Estás segura? Con seguridad dejaste caer una… Ve si encuentras una moneda por el piso.

JULIA : Estoy segura de no haber dejado caer ninguna, señora.

SEÑORA : Bueno, no está sobre el escritorio y yo sé que te di once rublos. Busca por el suelo.

JULIA : No tiene importancia, señora. Con diez rublos está bien.

SEÑORA : Bien, guarda esos diez por ahora y si no lo encontramos en el suelo después, discutiremos sobre el asunto el próximo mes.

JULIA : Sí, señora. Gracias, señora. Es usted muy bondadosa, señora. (Hace una reverencia y comienza a retirarse)

SEÑORA : ¡Julia! (Julia se detiene y se vuelve) Vuelve aquí. (Julia se acerca nuevamente al escritorio y hace una nueva reverencia). ¿Por qué me diste las gracias?

JULIA : Por el dinero, señora.

SEÑORA : ¿Por el dinero?… ¿Pero no te has percatado de lo que he hecho? Te he trampeado…Te he robado. No tengo nada anotado en mi libro. Inventé lo que se me pasó por la cabeza. En lugar de saldarte los ochenta rublos, que es lo que te debo, te di solamente diez. Prácticamente te he robado, y aún así me das las gracias…¿Por qué?

JULIA : En los otros lugares donde he trabajado no me dieron absolutamente nada.

SEÑORA : Entonces te engañaron más que yo… Yo solo te estaba gastando una broma. Una lección cruel, pero que te enseñará. Tú eres demasiado confiada, y en este mundo eso es peligroso… Te voy a hacer entrega de los ochenta rublos completos (Le pasa un sobre) Lo tenía listo para ti, y el resto está en el sobre. Toma.

JULIA : Como usted ordene, señora. (Hace reverencia y nuevamente se dispone a salir)

SEÑORA : ¡Julia! (Julia se detiene) ¿Es posible ser tan dócil? ¿Por qué no protestas? ¿Por qué no reclamas? ¿Por qué no gritas en contra de este tratamiento injusto y cruel? ¿Es en verdad posible ser tan honesto, tan inocente… y, perdona si soy ruda, tan tonta?

JULIA : (Un pequeño esbozo de sonrisa en sus labios) Sí, señora… es posible.

(Hace una nueva reverencia y sale corriendo. La señora la ve irse y se queda mirando en esa dirección durante un rato, con una expresión de total derrota en su rostro. Las luces se desvanecen).

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