Jornada I
1.
CASILDA
De Alimenón, mi padre,
rey de Toledo impíreo,
trono de majestades,
cabeza de sí mismo.
tesoro de los moros
inestimable y rico,
pues dicen que en el Tajo
oro de Arabia han visto;
y a mi madre, Daraja,
que ya dejó este siglo,
nací habrá quince años;
el cielo ansí lo quiso.
Llamáronme Casilda,
de quien un sabio dijo
entonces a mi padre
secretos infinitos.
Apenas fui nacida,
¡qué notable prodigio!,
cuando padezco enferma
este mal que habéis visto.
Tan gran tormento paso
y tanto me fastidio
con el dolor que siento,
que apenas le resisto.
No han podido remedios,
aunque han sido excesivos,
hacer que salud tenga.
¡Ved qué rigor impío!
Para alegrar mis penas
y el desconsuelo mío,
en la corte se han hecho
fiestas y regocijos.
Todo me ha dado pena,
y al paso que he crecido,
más se aumentan mis males
y muero si los miro.
Ya a la vega bajaba
y al Tajo cristalino,
que la sirve de espejo
para adornar sus rizos.
Miraba su hermosura,
los jardines floridos,
música de las aves,
hechas arpas los picos;
las flores, los claveles,
jazmines y jacintos,
alhelíes, mosquetas,
madreselvas, narcisos,
maravillas, retamas,
azahar, cárdenos lirios,
y todo me cansaba
cuanto era más florido.
Un año me sirvieron
dos reyes sarracinos,
y con desprecio a entrambos
pagué tantos servicios.
Vino a verme Abenámar,
hijo del rey Marsichio,
sobrino de mi padre,
que me pide por primo.
Y con tantos rigores
y desdén tan altivo
desprecio sus finezas,
que no sé cómo es vivo.
La causa de estas penas
ninguno la ha sabido,
sino yo que las paso
en mi silencio mismo.
Procede, amigas mías,
de que a Dios busco y sigo,
al Dios de los cristianos,
al Dios que llaman Cristo.
Reparaba mil veces,
con pecho casto y limpio,
lo que algunos esclavos
de este su Dios me han dicho.
Apenas lo entendía,
cuando todo el sentido
ocupaba en buscalle
con el discurso mío.
Y hoy que aquí me dejaste,
dulce sueño me vino,
en que una voz suave,
amorosa, me dijo:
-Dispierta, yo te llamo.
-¿Quién eres?-le replico.
-El que aguardas-responde-;
búscame en el bautismo.
Este es, pues, mi suceso;
amigas, éste ha sido
el tormento del alma;
a Cristo busco y sigo.
Mis fieles compañeras,
que me ayudéis os pido;
sepa yo de este Dios
los preceptos divinos.
Afuera, vanas leyes,
que está cerca el peligro,
y afuera, engaño mío,
que ya Casilda es
de la ley de Cristo.
Jornada segunda
2.
ÁNGEL PRIMERO
Dios mandó que a Toledo luego dejes
y al pueblo loco que le ignora ciego
y que de sus alcázares te alejes
y a Castilla de aquí te partas luego.
Huye, Casilda, de bárbaros y herejes
que encienden contra Dios infernal fuego,
para que así su voluntad se haga
y la tuya también se satisfaga.
En un lugar secreto que peñascos
murallas forman toscas de aspereza,
compuesto de quejigos y de tascos
que aumentan la fealdad a su fiereza;
entre broncas pizarras, rotos cascos
parece que se ven en su cabeza,
que apretados los tiene todo el año
con espinosa zarza en vez de paño.
A quien por una parte se le llega
el mar salado en ondas presuroso
y los nerviosos pies le baña y riega,
por que descanse el bruto peñascoso;
tan espeso el camino, que se niega
aun en el día claro y luminoso,
y apenas se ve el sol ni el horizonte,
que así tapado está con aquel monte.
ÁNGEL PRIMERO
Por los godos montañas de Castilla
la aspereza se llama, donde ha sido
por su labor, que al mundo maravilla,
Dios adorado y siempre engrandecido,
sin que, aunque pierdan de su rey la silla,
la fe jamás allí se haya perdido.
Y cuando se perdiera, de mil modos
la fe siempre se hallara entre los godos.
A la falda de un risco tan crecido
que parece debajo de la luna
hablando está secretos al oído,
verás dos lagos, fin de tu fortuna,
donde tu bien está constituido.
Tiene dos aguas tales, que la una
nace turbia, otra clara, y la deshacen
del otro los cristales cuando nacen.
Aquí te bañarás debidamente,
y de los males que te dan tal pena,
en tocando el cristal de su corriente,
sana, Casilda, te hallarás y buena.
Estos los lagos son de San Vicente,
que en ellos te bañes Dios ordena.
Ya tienes donde cumplas tus intentos,
ejecuta de Dios los mandamientos.
(A un mismo tiempo desaparezcan todos.)
CASILDA
Inconmutable esencia,
que es verdadera luz y no acabada,
pues sólo a la presencia
de los ángeles es comunicada,
sin que de humana vista,
si Vos obráis, jamás puede ser vista.
Si sólo con creerla
y dulcemente con amor sentirla
es modo de tener la luz, yo he de pedirla,
pedirla y desearla,
por que pueda de aquí también gozarla.
Vos, Esposo, me hicistes
y por que os alabase me criastes;
si este nombre me distes,
siempre he de hacer aquello que mandastes;
nunca mi lengua acabe
y esta virtud incomprensible alabe.
¡Oh, Sumo Ser, hermoso,
sacro, estable, inmortal, omnipotente,
de mi vida reposo,
celestial, inefable, refulgente,
que todo en ser Vos cabe,
vuestra gracia me dad por que os alabe.
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