"Cuando escuché al astrónomo erudito...", de Walt Whitman (Estados Unidos, 1819-1892)
Cuando escuché al astrónomo erudito,
cuando las pruebas, los números fueron puestos en columnas ante mí,
cuando me enseñaron mapas y diagramas para sumarlos, dividirlos, medirlos,
cuando, sentado, escuché en el salón al astrónomo aclamado,
cuán extrañamente rápido me harté,
me levanté y me escabullí, alejándome solo,
en el aire nocturno, místico y húmedo y, de vez en cuando,
contemplé las estrellas en silencio perfecto.
Walt Whitman, incluido en Explorando el mundo. Poesía de la ciencia (Gadir Editorial, Madrid, 2006, edic. de Miguel García-Posada).
miércoles, 6 de diciembre de 2017
Erica Jong, Envidia del pene
"Envidia del pene", de Erica Jong (Estados Unidos, 1942)
Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad
el cuerpo de una mujer,
que esperan que su anhelo
haga un niño,
que su oquedad misma
fertilice lo oscuro.
Las mujeres no se hacen ilusiones sobre esto,
ya que son a la vez
casas y túneles,
copas y las que escancian el vino,
ya que conocen el vacío como estado temporal
entre dos plenitudes,
y no ven en ello ningún romance.
Si yo fuera hombre,
condenado a esa infinita vaciedad,
y no teniendo alternativa,
encontraría, como los otros, sin duda,
una mujer
para bautizarla Vientre de Luna,
Madona, Diosa del Cabello de Oro
y hacerla tienda de mi deseo,
paracaídas de seda de mi lujuria,
icono ojiazul de mi sagrada comezón sexual,
madre de mi hambre.
Pero ya que soy mujer,
debo no sólo inspirar el poema
sino también escribirlo a máquina,
no sólo concebir al niño
sino también darlo a luz,
no sólo dar a luz al niño
sino también bañarlo,
no sólo bañar al niño
sino también alimentarlo,
no sólo alimentar al niño
sino también llevarlo
a todas partes, a todas partes...
mientras que los hombres escriben poemas
sobre los misterios de la maternidad.
Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad.
Erica Jong, incluido en Siete poetas norteamericanas contemporáneas (UNAM, México, 2008, selec. y trad. de Beth Miller).
Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad
el cuerpo de una mujer,
que esperan que su anhelo
haga un niño,
que su oquedad misma
fertilice lo oscuro.
Las mujeres no se hacen ilusiones sobre esto,
ya que son a la vez
casas y túneles,
copas y las que escancian el vino,
ya que conocen el vacío como estado temporal
entre dos plenitudes,
y no ven en ello ningún romance.
Si yo fuera hombre,
condenado a esa infinita vaciedad,
y no teniendo alternativa,
encontraría, como los otros, sin duda,
una mujer
para bautizarla Vientre de Luna,
Madona, Diosa del Cabello de Oro
y hacerla tienda de mi deseo,
paracaídas de seda de mi lujuria,
icono ojiazul de mi sagrada comezón sexual,
madre de mi hambre.
Pero ya que soy mujer,
debo no sólo inspirar el poema
sino también escribirlo a máquina,
no sólo concebir al niño
sino también darlo a luz,
no sólo dar a luz al niño
sino también bañarlo,
no sólo bañar al niño
sino también alimentarlo,
no sólo alimentar al niño
sino también llevarlo
a todas partes, a todas partes...
mientras que los hombres escriben poemas
sobre los misterios de la maternidad.
Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad.
Erica Jong, incluido en Siete poetas norteamericanas contemporáneas (UNAM, México, 2008, selec. y trad. de Beth Miller).
Muerte a la oreja de Van Gogh de Allen Ginsberg
"Muerte a la oreja de Van Gogh", de Allen Ginsberg (Estados Unidos, 1926-1997)
El poeta es sacerdote
El dinero ha atravesado el alma de América
El Congreso ha roto a través del precipicio de la Eternidad
El presidente ha construido una máquina de guerra que vomitará y sacará a Rusia desde
Kansas
El siglo Americano traicionado por un Senado enloquecido que ya no duerme con su mujer
Franco ha asesinado a Lorca, el hijo marica de Whitman
Así como Maiacovski se suicidó para evitar a Rusia
Hart Grane, el distinguido platonista, se suicidó para cavar en la América perdida
Así como millones de toneladas de trigo humano fueron quemadas en cavernas secretas de la
Casa Blanca
Mientras la India se moría de hambre y gritaba y comía perros locos llenos de lluvia
Y montañas de huevos eran reducidos a polvo blanco en los pasillos del Congreso
Ningún hombre con temor a Dios caminará allí de nuevo debido al hedor de los huevos podridos
de América
Y los indios de Chiapas continúan mascando tortillas sin vitaminas
Y los aborígenes australianos tal vez murmuran en el desierto sin huevos
Y yo raramente como un huevo en el desayuno a pesar que mi trabajo
Requiere infinitos huevos para renacer en la Eternidad
Y los huevos deben ser comidos o entregados a sus madres
Y el dolor de incontables pollos de América se expresa en los gritos de sus comediantes en la
radio
Detroit ha construido un millón de autos de árboles de caucho y de fantasmas
Pero yo camino, camino y el Oriente camina conmigo y toda el África camina
Tarde o temprano Norte América caminará
Porque así como nosotros hemos alejado al Ángel Chino
El va a echarnos de la Puerta Dorada del Futuro
No hemos cultivado la piedad en Tanganika
Einstein vivo fue insultado por su política de paraíso
Bertrand Russcll echado de Nueva York por dejarse fornicar
Y el inmortal Chaplin fue alejado de nuestras costas con una rosa en los dientes
Una conspiración de la Iglesia Católica en los lavatorios del Congreso ha negado
anticonceptivos a las masas sinfín de la India
Nadie publica una palabra que no sea un robot cobarde saltando de una mentalidad depravada
El día de la publicación de la literatura verdadera del cuerpo de América será el día de la
Revolución
La revolución del cordero sexy
La única revolución sin sangre que regala maíz
El pobre Genet iluminará a los cosecheros de Ohio
La marihuana es un narcótico benevolente pero J. Edgar Hoover prefiere su whisky mortal
Y la heroína de Lao-Tse y del Sexto Patriarca es penada con la silla eléctrica
Pero los pobres drogados no tienen dónde apoyar la cabeza
Cerdos en nuestro gobierno han inventado una cura de pavo frio para los adictos tan obsoleta
como el Sistema de Pronta Defensa de Radar
Yo soy el Sistema de Pronto Anuncio de Radar
No estoy interesado en prevenir que Asia sea Asia
Y los gobiernos de Rusia y de Asia subirán y caerán pero Asia y Rusia no caerán
El gobierno de América también caerá pero ¿cómo puede América caer?
Dudo que nadie caerá más salvo los gobiernos
Afortunadamente todos los gobiernos caerán
Los únicos que no caerán serán los buenos
Y los buenos no existen todavía
Pero tienen que empezar a existir existen en mis poemas
Existen en la muerte de los gobiernos de Rusia y de América
Existen en la muerte de Hart Grane y de Maiacovski
Ahora es el tiempo de la Profecía sin muerte y como consecuencia
El universo finalmente desaparecerá
Hollywood se pudrirá en los molinos de la Eternidad
Hollywood cuyas películas se pegan a la garganta de Dios
Sí, Hollywood tendrá su merecido
Tiempo
Alcantarilla o gas de nervios en la radio
La Historia hará este poema profético y su fea estupidez una Horrible Música Espiritual
Yo tengo el quejido de la paloma y la pluma del éxtasis
El hombre no puede aguantar más el hambre del caníbal abstracto
La guerra es abstracta
El mundo será destruido
Pero yo moriré por poesía, que salvará al mundo
El monumento a Sacco y Vanzetti aún sin financiar para que Boston se ennoblezca
Nativos de Kenya atormentados por estúpidos estafadores de Inglaterra
Sud África en el puño del blanco imbécil
Vachel Lindsay ministro de Interior
Poe ministro de Imaginación
La secta de Pound, Economía
Y Kra perteneciendo a Kra y Putki a Putki
Fertilización cruzada de Blok y Artaud
Y no más propaganda para los monstruos
Y los poetas deberán quedarse fuera de la política o volverse monstruos
Yo me he vuelto un monstruo con la política
El poeta ruso sin duda un monstruo en su cuaderno secreto
El Tibet debe quedarse solo
Los poetas rusos pelearán con Rusia
Whitman nos previno contra la Fábula Endemoniada de las Naciones
¿Dónde estaba Teodoro Roosevelt cuando Walt mandó su ultimátum desde su castillo en
Candem?
¿Qué estaba esquematizando Wall Street cuando Lindsay anunció el desastre del dinero?
¿Dónde estaba la Cámara de Diputados cuando Hart Grane leyó en voz alta sus libros
proféticos?
¿Dónde estaban escuchando a mis chillidos en el cuarto de atrás de la compañía Bickford's en
las salas de personal?
¿Cerraron sus oídos a los gritos de mi alma cuando yo batallaba con !as estadísticas de
investigación mercantil en el Foro Romano?
No, ellos luchaban en fieras oficinas, en carpetas de fracaso del corazón, gritando y negociando
con el Destino
Pecando con el Esqueleto con sables, mosquetas, indigestión, bombas de robo, puteríos,
cohetes, pederastia, de vuelta contra la pared para construir sus mujeres y departamentos
parques, suburbios, mariconadas,
Puertorriqueños amontonados para la masacre en la calle 114 por una heladera moderna de
imitación china
Elefantes de perdón asesinados por una pajarera isabelina
Millones de fanáticos agitados en los depósitos con insectos por la chillona soprano de la
industria
Canto de dinero de jaboneros, gorilas del dentífrico en la TV desodorantes en sillas hipnóticas
Petroleros en Texas, el Jet centellea entre las nubes
Escritores mentirosos de cielo ante la faz de la Divinidad carniceros de sombreros y zapatos,
¡Todos Propietarios, Propietarios, Propietarios, con la obsesión de la Propiedad y el Ser
que se les desvanece!
Y sus largos editoriales en los portones de negros que gritan atacados por hormigas que salen
reptando de las primeras páginas!
¡Maquinarias de un sueño eléctrico masivo! Una puta babilónica que crea guerras aullando
sobre los Capitolios y las Academias.
¡Dinero! ¡Dinero! ¡Dinero! ¡Arrugado y enloquecido dinero celestial de la Ilusión! Dinero hecho de
la nada, del hambre, del suicidio.
Dinero de fracaso, de muerte.
¡El dinero contra la Ilusión! ¡Y los fuertes molinos de la Eternidad que roen el vasto papel de la
Ilusión!
Allen Ginsberg, incluido en Nueva poesía USA. de Ezra Pound a Bob Dylan (Ediciones de la flor, Buenos Aires, 1970, selec. y trad. de Marcelo Covián)
El poeta es sacerdote
El dinero ha atravesado el alma de América
El Congreso ha roto a través del precipicio de la Eternidad
El presidente ha construido una máquina de guerra que vomitará y sacará a Rusia desde
Kansas
El siglo Americano traicionado por un Senado enloquecido que ya no duerme con su mujer
Franco ha asesinado a Lorca, el hijo marica de Whitman
Así como Maiacovski se suicidó para evitar a Rusia
Hart Grane, el distinguido platonista, se suicidó para cavar en la América perdida
Así como millones de toneladas de trigo humano fueron quemadas en cavernas secretas de la
Casa Blanca
Mientras la India se moría de hambre y gritaba y comía perros locos llenos de lluvia
Y montañas de huevos eran reducidos a polvo blanco en los pasillos del Congreso
Ningún hombre con temor a Dios caminará allí de nuevo debido al hedor de los huevos podridos
de América
Y los indios de Chiapas continúan mascando tortillas sin vitaminas
Y los aborígenes australianos tal vez murmuran en el desierto sin huevos
Y yo raramente como un huevo en el desayuno a pesar que mi trabajo
Requiere infinitos huevos para renacer en la Eternidad
Y los huevos deben ser comidos o entregados a sus madres
Y el dolor de incontables pollos de América se expresa en los gritos de sus comediantes en la
radio
Detroit ha construido un millón de autos de árboles de caucho y de fantasmas
Pero yo camino, camino y el Oriente camina conmigo y toda el África camina
Tarde o temprano Norte América caminará
Porque así como nosotros hemos alejado al Ángel Chino
El va a echarnos de la Puerta Dorada del Futuro
No hemos cultivado la piedad en Tanganika
Einstein vivo fue insultado por su política de paraíso
Bertrand Russcll echado de Nueva York por dejarse fornicar
Y el inmortal Chaplin fue alejado de nuestras costas con una rosa en los dientes
Una conspiración de la Iglesia Católica en los lavatorios del Congreso ha negado
anticonceptivos a las masas sinfín de la India
Nadie publica una palabra que no sea un robot cobarde saltando de una mentalidad depravada
El día de la publicación de la literatura verdadera del cuerpo de América será el día de la
Revolución
La revolución del cordero sexy
La única revolución sin sangre que regala maíz
El pobre Genet iluminará a los cosecheros de Ohio
La marihuana es un narcótico benevolente pero J. Edgar Hoover prefiere su whisky mortal
Y la heroína de Lao-Tse y del Sexto Patriarca es penada con la silla eléctrica
Pero los pobres drogados no tienen dónde apoyar la cabeza
Cerdos en nuestro gobierno han inventado una cura de pavo frio para los adictos tan obsoleta
como el Sistema de Pronta Defensa de Radar
Yo soy el Sistema de Pronto Anuncio de Radar
No estoy interesado en prevenir que Asia sea Asia
Y los gobiernos de Rusia y de Asia subirán y caerán pero Asia y Rusia no caerán
El gobierno de América también caerá pero ¿cómo puede América caer?
Dudo que nadie caerá más salvo los gobiernos
Afortunadamente todos los gobiernos caerán
Los únicos que no caerán serán los buenos
Y los buenos no existen todavía
Pero tienen que empezar a existir existen en mis poemas
Existen en la muerte de los gobiernos de Rusia y de América
Existen en la muerte de Hart Grane y de Maiacovski
Ahora es el tiempo de la Profecía sin muerte y como consecuencia
El universo finalmente desaparecerá
Hollywood se pudrirá en los molinos de la Eternidad
Hollywood cuyas películas se pegan a la garganta de Dios
Sí, Hollywood tendrá su merecido
Tiempo
Alcantarilla o gas de nervios en la radio
La Historia hará este poema profético y su fea estupidez una Horrible Música Espiritual
Yo tengo el quejido de la paloma y la pluma del éxtasis
El hombre no puede aguantar más el hambre del caníbal abstracto
La guerra es abstracta
El mundo será destruido
Pero yo moriré por poesía, que salvará al mundo
El monumento a Sacco y Vanzetti aún sin financiar para que Boston se ennoblezca
Nativos de Kenya atormentados por estúpidos estafadores de Inglaterra
Sud África en el puño del blanco imbécil
Vachel Lindsay ministro de Interior
Poe ministro de Imaginación
La secta de Pound, Economía
Y Kra perteneciendo a Kra y Putki a Putki
Fertilización cruzada de Blok y Artaud
Y no más propaganda para los monstruos
Y los poetas deberán quedarse fuera de la política o volverse monstruos
Yo me he vuelto un monstruo con la política
El poeta ruso sin duda un monstruo en su cuaderno secreto
El Tibet debe quedarse solo
Los poetas rusos pelearán con Rusia
Whitman nos previno contra la Fábula Endemoniada de las Naciones
¿Dónde estaba Teodoro Roosevelt cuando Walt mandó su ultimátum desde su castillo en
Candem?
¿Qué estaba esquematizando Wall Street cuando Lindsay anunció el desastre del dinero?
¿Dónde estaba la Cámara de Diputados cuando Hart Grane leyó en voz alta sus libros
proféticos?
¿Dónde estaban escuchando a mis chillidos en el cuarto de atrás de la compañía Bickford's en
las salas de personal?
¿Cerraron sus oídos a los gritos de mi alma cuando yo batallaba con !as estadísticas de
investigación mercantil en el Foro Romano?
No, ellos luchaban en fieras oficinas, en carpetas de fracaso del corazón, gritando y negociando
con el Destino
Pecando con el Esqueleto con sables, mosquetas, indigestión, bombas de robo, puteríos,
cohetes, pederastia, de vuelta contra la pared para construir sus mujeres y departamentos
parques, suburbios, mariconadas,
Puertorriqueños amontonados para la masacre en la calle 114 por una heladera moderna de
imitación china
Elefantes de perdón asesinados por una pajarera isabelina
Millones de fanáticos agitados en los depósitos con insectos por la chillona soprano de la
industria
Canto de dinero de jaboneros, gorilas del dentífrico en la TV desodorantes en sillas hipnóticas
Petroleros en Texas, el Jet centellea entre las nubes
Escritores mentirosos de cielo ante la faz de la Divinidad carniceros de sombreros y zapatos,
¡Todos Propietarios, Propietarios, Propietarios, con la obsesión de la Propiedad y el Ser
que se les desvanece!
Y sus largos editoriales en los portones de negros que gritan atacados por hormigas que salen
reptando de las primeras páginas!
¡Maquinarias de un sueño eléctrico masivo! Una puta babilónica que crea guerras aullando
sobre los Capitolios y las Academias.
¡Dinero! ¡Dinero! ¡Dinero! ¡Arrugado y enloquecido dinero celestial de la Ilusión! Dinero hecho de
la nada, del hambre, del suicidio.
Dinero de fracaso, de muerte.
¡El dinero contra la Ilusión! ¡Y los fuertes molinos de la Eternidad que roen el vasto papel de la
Ilusión!
Allen Ginsberg, incluido en Nueva poesía USA. de Ezra Pound a Bob Dylan (Ediciones de la flor, Buenos Aires, 1970, selec. y trad. de Marcelo Covián)
Poesía de la Alhambra
"Inscripción de la Sala de las dos hermanas de la Alhambra de Granada", de Abu Abd Alláh ibn Zamrák (España, Al-Andalus, 1333-ca 1392)
Jardín yo soy que la belleza adorna:
Sabrás mi ser si mi hermosura miras.
Por Muhammad, mi rey, a par me pongo
de lo más noble que será o ha sido.
Obra sublime, la Fortuna quiere
que a todo monumento sobrepase.
¡Cuánto recreo aquí para los ojos!
Sus anhelos el noble aquí renueva.
Las Pléyades le sirven de amuleto;
la brisa le defiende con su magia.
Sin par luce una cúpula brillante,
de hermosuras patentes y escondidas.
Rendido le da Géminis la mano;
viene con ella a conversar la luna.
Incrustarse los astros allí quieren,
sin más girar en la celeste rueda,
y en ambos patios aguardar sumisos,
y servirle a porfía como esclavas:
No es maravilla que los astros yerren
y el señalado límite traspasen,
para servir a mi señor dispuestos,
que quien sirve al glorioso gloria alcanza.
El pórtico es tan bello, que el palacio
con la celeste bóveda compite.
Con tan bello tisú lo aderezaste,
que olvido pones del telar del Yemen.
¡Cuántos arcos se elevan en su cima,
sobre columnas por la luz ornadas,
como esferas celestes que voltean
sobre el pilar luciente de la aurora!
Las columnas en todo son tan bellas,
que en lenguas corredora anda su fama:
lanza el mármol su clara luz, que invade
la negra esquina que tiznó la sombra;
irisan sus reflejos, y dirías
son, a pesar de su tamaño, perlas.
Jamás vimos alcázar más excelso,
de contornos más claros y espaciosos.
Jamás vimos jardín más floreciente,
de cosecha más dulce y más aroma.
Por permisión del juez de la hermosura
paga, doble, el impuesto en dos monedas,
pues si, al alba, del céfiro en las manos
deja dracmas de luz, que bastarían,
tira luego en lo espeso, entre los troncos,
doblas de oro de sol, que lo engalanan.
(Le enlaza el parentesco a la victoria:
Sólo al del Rey este linaje cede).
Abu Abd Alláh ibn Zamrák, incluido en Poesía de Al-Andalus (Asociación Andaluza de Profesores de Español Elio Antonio de Nebrija, Sevilla, 1999, varios trad.).
Jardín yo soy que la belleza adorna:
Sabrás mi ser si mi hermosura miras.
Por Muhammad, mi rey, a par me pongo
de lo más noble que será o ha sido.
Obra sublime, la Fortuna quiere
que a todo monumento sobrepase.
¡Cuánto recreo aquí para los ojos!
Sus anhelos el noble aquí renueva.
Las Pléyades le sirven de amuleto;
la brisa le defiende con su magia.
Sin par luce una cúpula brillante,
de hermosuras patentes y escondidas.
Rendido le da Géminis la mano;
viene con ella a conversar la luna.
Incrustarse los astros allí quieren,
sin más girar en la celeste rueda,
y en ambos patios aguardar sumisos,
y servirle a porfía como esclavas:
No es maravilla que los astros yerren
y el señalado límite traspasen,
para servir a mi señor dispuestos,
que quien sirve al glorioso gloria alcanza.
El pórtico es tan bello, que el palacio
con la celeste bóveda compite.
Con tan bello tisú lo aderezaste,
que olvido pones del telar del Yemen.
¡Cuántos arcos se elevan en su cima,
sobre columnas por la luz ornadas,
como esferas celestes que voltean
sobre el pilar luciente de la aurora!
Las columnas en todo son tan bellas,
que en lenguas corredora anda su fama:
lanza el mármol su clara luz, que invade
la negra esquina que tiznó la sombra;
irisan sus reflejos, y dirías
son, a pesar de su tamaño, perlas.
Jamás vimos alcázar más excelso,
de contornos más claros y espaciosos.
Jamás vimos jardín más floreciente,
de cosecha más dulce y más aroma.
Por permisión del juez de la hermosura
paga, doble, el impuesto en dos monedas,
pues si, al alba, del céfiro en las manos
deja dracmas de luz, que bastarían,
tira luego en lo espeso, entre los troncos,
doblas de oro de sol, que lo engalanan.
(Le enlaza el parentesco a la victoria:
Sólo al del Rey este linaje cede).
Abu Abd Alláh ibn Zamrák, incluido en Poesía de Al-Andalus (Asociación Andaluza de Profesores de Español Elio Antonio de Nebrija, Sevilla, 1999, varios trad.).
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Edad Media,
Lírica árabe,
Literatura española,
Literatura hispanoárabe,
Siglo XIV
Hilar amor de Adam Mickiewicz
"Hilar amor...", de Adam Mickiewicz (Polonia, 1798-1855)
Hilar amor, como hila en sus entrañas el gusano de seda.
Hacer brotar amor del corazón, como el agua que mana de una fuente.
Modelar el amor como dorado azófar, tal como se amartilla
un grano de oro; y dejarlo en el fondo, cual manantial
bajo la tierra. Con el amor alzarse como el viento,
y esparcirlo en la tierra como se siembra el trigo,
y cuidar de los hombres como cuida una madre de sus hijos.
De ahí vendrá tu poder, como la fuerza de lo que nace;
será después tu poder como la fuerza de los elementos;
será después tu poder como la fuerza de lo que se propaga;
después como el poder de las personas, después como el poder de los ángeles,
y será, finalmente, como el poder del Creador de la creación.
Adam Mickiewicz en En Lausanne (1839), incluido en Antología de la poesía polaca desde sus orígenes hasta la Primera Guerra Mundial (Editorial Gredos, Madrid, 2006, ed. y trad. de Fernando Presa González).
Hilar amor, como hila en sus entrañas el gusano de seda.
Hacer brotar amor del corazón, como el agua que mana de una fuente.
Modelar el amor como dorado azófar, tal como se amartilla
un grano de oro; y dejarlo en el fondo, cual manantial
bajo la tierra. Con el amor alzarse como el viento,
y esparcirlo en la tierra como se siembra el trigo,
y cuidar de los hombres como cuida una madre de sus hijos.
De ahí vendrá tu poder, como la fuerza de lo que nace;
será después tu poder como la fuerza de los elementos;
será después tu poder como la fuerza de lo que se propaga;
después como el poder de las personas, después como el poder de los ángeles,
y será, finalmente, como el poder del Creador de la creación.
Adam Mickiewicz en En Lausanne (1839), incluido en Antología de la poesía polaca desde sus orígenes hasta la Primera Guerra Mundial (Editorial Gredos, Madrid, 2006, ed. y trad. de Fernando Presa González).
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Lírica polaca,
Literatura polaca,
Romanticismo,
Siglo XIX
La abuela de Gérard de Nerval
La abuela", de Gérard de Nerval (Francia, 1808-1855)
Hace ya tres años que mi abuela ha muerto
—¡que mujer más buena!— Cuando la enterraron,
parientes y amigos, todos la lloraron
con pena muy honda, con amargo duelo.
Solo yo vagaba por la casa, atónito
más que triste; y cuando pegado a la caja
me vieron, algunos me echaron en cara
que viera todo eso sin gritos ni lloros.
Las penas chillonas muy pronto se esfuman:
desde hace tres años, otras emociones,
bienes y desgracias —y revoluciones—,
en sus corazones su memoria ocultan.
Solo yo recuerdo —y a menudo lloro;
desde hace tres años, cada vez más fuerte
igual que una seña que al árbol le hiere,
su recuerdo crece más grande y más hondo.
Gérard de Nerval en Annales romantiques (1835), incluido en Antología de la poesía romántica francesa (Ediciones Cátedra, Madrid, 2000, ed. de Rosa de Diego, trad. de Pilar Andrade).
Hace ya tres años que mi abuela ha muerto
—¡que mujer más buena!— Cuando la enterraron,
parientes y amigos, todos la lloraron
con pena muy honda, con amargo duelo.
Solo yo vagaba por la casa, atónito
más que triste; y cuando pegado a la caja
me vieron, algunos me echaron en cara
que viera todo eso sin gritos ni lloros.
Las penas chillonas muy pronto se esfuman:
desde hace tres años, otras emociones,
bienes y desgracias —y revoluciones—,
en sus corazones su memoria ocultan.
Solo yo recuerdo —y a menudo lloro;
desde hace tres años, cada vez más fuerte
igual que una seña que al árbol le hiere,
su recuerdo crece más grande y más hondo.
Gérard de Nerval en Annales romantiques (1835), incluido en Antología de la poesía romántica francesa (Ediciones Cátedra, Madrid, 2000, ed. de Rosa de Diego, trad. de Pilar Andrade).
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Siglo XIX
La sombra inasible del padre de Eneas en la Eneida de Virgilio
"Tu triste imagen", de Virgilio (Publio Virgilio Marón. Italia, Roma, 70-19 aec)
Y Eneas dijo: «Eres tú, padre, es tu triste imagen
la que, apareciéndoseme con frecuencia, me obligó
a dirigirme a estos umbrales. Mis naves flotan
sobre el mar Tirreno. Dame tu diestra, padre,
deja que la una a la mía; dámela, y no te apartes
de mi abrazo.» Hablando así, regaba al mismo tiempo
su rostro con abundante llanto. Tres veces intentó
rodearle el cuello con sus brazos; tres veces la imagen,
asida en vano, se escapó de sus manos, como si fuese
un viento leve o un sueño alado.
Virgilio en Aeneidos VI, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
Y Eneas dijo: «Eres tú, padre, es tu triste imagen
la que, apareciéndoseme con frecuencia, me obligó
a dirigirme a estos umbrales. Mis naves flotan
sobre el mar Tirreno. Dame tu diestra, padre,
deja que la una a la mía; dámela, y no te apartes
de mi abrazo.» Hablando así, regaba al mismo tiempo
su rostro con abundante llanto. Tres veces intentó
rodearle el cuello con sus brazos; tres veces la imagen,
asida en vano, se escapó de sus manos, como si fuese
un viento leve o un sueño alado.
Virgilio en Aeneidos VI, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
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Épica romana,
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Literatura romana,
Siglo I d. C.
Los misterios de la naturaleza por Virgilio
Poema del día: "Los misterios de la naturaleza", de Virgilio (Publio Virgilio Marón. Italia, Roma, 70-19 aec)
Recíbanme las Musas, criaturas dulcísimas,
cuyos sagrados ritos celebro
y en cuyo gran amor me consumo.
Muéstrenme los caminos del cielo, las estrellas,
los diversos eclipses del sol y de la luna;
por qué tiembla la tierra; con qué fuerza los mares
profundos, sin barreras, se hinchan y se calman;
por qué el sol del invierno se apresura a bañarse
en el Océano; qué detiene a las noches de estío.
Mas si no puedo conocer estos secretos de Naturaleza,
y en torno al corazón se me hiela la sangre,
agrádenme los campos y las aguas que riegan
los valles; que, sin gloria, ame ríos y selvas.
¡Oh campos, y Esperqueo, y Taigeto festivo,
en cuya falda danzan las doncellas laconias!
¿Dónde estáis? ¡Oh fresquísimas hondonadas del Hemo!
¡Quién pudiera llegarse hasta allí y cobijarse
bajo la sombra protectora de vuestras ramas!
Virgilio en Georgicon II, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
Recíbanme las Musas, criaturas dulcísimas,
cuyos sagrados ritos celebro
y en cuyo gran amor me consumo.
Muéstrenme los caminos del cielo, las estrellas,
los diversos eclipses del sol y de la luna;
por qué tiembla la tierra; con qué fuerza los mares
profundos, sin barreras, se hinchan y se calman;
por qué el sol del invierno se apresura a bañarse
en el Océano; qué detiene a las noches de estío.
Mas si no puedo conocer estos secretos de Naturaleza,
y en torno al corazón se me hiela la sangre,
agrádenme los campos y las aguas que riegan
los valles; que, sin gloria, ame ríos y selvas.
¡Oh campos, y Esperqueo, y Taigeto festivo,
en cuya falda danzan las doncellas laconias!
¿Dónde estáis? ¡Oh fresquísimas hondonadas del Hemo!
¡Quién pudiera llegarse hasta allí y cobijarse
bajo la sombra protectora de vuestras ramas!
Virgilio en Georgicon II, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
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Siglo I a. C.
Tormenta descrita por Virgilio en La Eneida
"La tempestad", de Virgilio (Publio Virgilio Marón. Italia, Roma, 70-19 aec)
Dicho esto, golpea con la punta del cetro
la hueca montaña. Los vientos, en columna,
se precipitan por la puerta que se les ha abierto.
Soplando en torbellino por las tierras, llegan
al mar, se abaten sobre él, lo conmueven
desde sus más profundos cimientos: son el Euro
y el Noto y el Ábrego preñado de tempestades,
y todos juntos hacen que las olas se hinchen y crezcan,
rompiendo con violencia en las costas.
Los hombres gritan y sus voces se mezclan
con el crujido de los cables. Las nubes, de repente,
oscurecen el cielo y arrebatan la luz a los troyanos.
Una lóbrega noche se cierne sobre el mar.
Truenan los cielos. El éter brilla y centellea.
Todo anuncia una muerte inminente para los navegantes.
Se le hielan los miembros a Eneas; gime y, alzando
las dos manos arriba, a las estrellas, grita:
«¡Oh tres veces, y cuatro, afortunados los hombres
a quienes cupo en suerte morir al pie de Troya,
ante los altos muros de la ciudad de Príamo!
¡Oh tú, el más valeroso de los dánaos, Diomedes,
hijo de Tideo! ¡Ojalá hubiera yo sucumbido
en los campos de Ilion, privado de la vida
bajo tus golpes, allí donde entregó Héctor el alma,
derribado por la lanza del eácida, allí donde cayó
el gigantesco Sarpedón, donde el río Simunte
arrebató tantos escudos de héroes, tantos yelmos,
tantos cuerpos hermosos y esforzados!»
Mientras habla, la tempestad se recrudece.
Una violenta ráfaga de viento hiere el velamen
y levanta las olas hasta el cielo.
Se quiebran los remos, la proa gira
y ofrece su costado al agua. Todo un monte
marino se desploma sobre la nave. Algunos marineros
se ven colgados de la cumbre de esa montaña líquida,
y otros visitan el abismo entre las grietas de la ola,
el fondo donde las arenas son furiosamente azotadas.
Tres naves arrebata el Noto, arrojándolas
sobre ciertos escollos llamados Aras por los latinos,
a modo de monstruosas espaldas en la superficie del mar.
A otras tres arrebata el Euro, y las empuja
a los bajíos y a las sirtes, ¡lamentable espectáculo!,
y las hace encallar en los vados y las rodea
con un muro de arena. Sobre una, en la que viajaban
el fiel Orantes y los licios, descargó con gran furia
el mar, bajo los mismos ojos de Eneas; y el piloto
cayó en el agua, y, por tres veces, una ola enorme
juega con la nave, hasta que el remolino la devora.
Sobre el inmenso abismo nadan, raros, los náufragos.
Se distinguen entre la espuma tablas de navio,
y tesoros de Troya, y armas dispersas de los héroes.
Ya ha vencido la tempestad a la flota de Eneas:
ha terminado con la nave de Acates, el valiente,
y con la del fuerte Ilioneo, y con aquella otra
que transportaba a Abante, y con la del decrépito Aleles.
La armazón de los flancos se deshace,
y el agua hostil entra a raudales por las grietas
de los navíos. La tempestad arrecia.
Virgilio en Aeneidos I, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
Dicho esto, golpea con la punta del cetro
la hueca montaña. Los vientos, en columna,
se precipitan por la puerta que se les ha abierto.
Soplando en torbellino por las tierras, llegan
al mar, se abaten sobre él, lo conmueven
desde sus más profundos cimientos: son el Euro
y el Noto y el Ábrego preñado de tempestades,
y todos juntos hacen que las olas se hinchen y crezcan,
rompiendo con violencia en las costas.
Los hombres gritan y sus voces se mezclan
con el crujido de los cables. Las nubes, de repente,
oscurecen el cielo y arrebatan la luz a los troyanos.
Una lóbrega noche se cierne sobre el mar.
Truenan los cielos. El éter brilla y centellea.
Todo anuncia una muerte inminente para los navegantes.
Se le hielan los miembros a Eneas; gime y, alzando
las dos manos arriba, a las estrellas, grita:
«¡Oh tres veces, y cuatro, afortunados los hombres
a quienes cupo en suerte morir al pie de Troya,
ante los altos muros de la ciudad de Príamo!
¡Oh tú, el más valeroso de los dánaos, Diomedes,
hijo de Tideo! ¡Ojalá hubiera yo sucumbido
en los campos de Ilion, privado de la vida
bajo tus golpes, allí donde entregó Héctor el alma,
derribado por la lanza del eácida, allí donde cayó
el gigantesco Sarpedón, donde el río Simunte
arrebató tantos escudos de héroes, tantos yelmos,
tantos cuerpos hermosos y esforzados!»
Mientras habla, la tempestad se recrudece.
Una violenta ráfaga de viento hiere el velamen
y levanta las olas hasta el cielo.
Se quiebran los remos, la proa gira
y ofrece su costado al agua. Todo un monte
marino se desploma sobre la nave. Algunos marineros
se ven colgados de la cumbre de esa montaña líquida,
y otros visitan el abismo entre las grietas de la ola,
el fondo donde las arenas son furiosamente azotadas.
Tres naves arrebata el Noto, arrojándolas
sobre ciertos escollos llamados Aras por los latinos,
a modo de monstruosas espaldas en la superficie del mar.
A otras tres arrebata el Euro, y las empuja
a los bajíos y a las sirtes, ¡lamentable espectáculo!,
y las hace encallar en los vados y las rodea
con un muro de arena. Sobre una, en la que viajaban
el fiel Orantes y los licios, descargó con gran furia
el mar, bajo los mismos ojos de Eneas; y el piloto
cayó en el agua, y, por tres veces, una ola enorme
juega con la nave, hasta que el remolino la devora.
Sobre el inmenso abismo nadan, raros, los náufragos.
Se distinguen entre la espuma tablas de navio,
y tesoros de Troya, y armas dispersas de los héroes.
Ya ha vencido la tempestad a la flota de Eneas:
ha terminado con la nave de Acates, el valiente,
y con la del fuerte Ilioneo, y con aquella otra
que transportaba a Abante, y con la del decrépito Aleles.
La armazón de los flancos se deshace,
y el agua hostil entra a raudales por las grietas
de los navíos. La tempestad arrecia.
Virgilio en Aeneidos I, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
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Siglo I a. C.
Aleksandr Pushkin, Canto de Oleg el Profeta
"Canto de Oleg el Profeta", de Alexsandr Serguéyevich Pushkin (Rusia, 1799-1837)
Oleg el Profeta se apresta
a la venganza contra los jázaros.
Tras violenta incursión, sus aldeas y campos
sentenció al fuego y a la espada.
Con su coraza bizantina, con su guardia,
en su caballo fiel cabalga por el campo.
Del bosque sombrío a su encuentro
inspirado adivino se le acerca,
un viejo anacoreta que a Perún obedece,
un mensajero del futuro
que llevaba cien años entre rezos
y descifrar del porvenir los signos.
Oleg se acercó al sabio sacerdote.
«¡Dime el fin de mis días,
oh anacoreta amado de los dioses!
¿Me cubrirá la tierra pronto
para alegría de mis enemigos?
No temas, dime la verdad.
Por recompensa puedes elegir
el mejor de mis caballos.»
«No temen a los príncipes los magos
ni necesitan regios dones.
Veraz y libre es su profética palabra,
la voluntad del cielo cumplen.
El futuro se esconde entre la niebla,
mas veo tu destino sobre tu clara frente.
Recuerda mis palabras:
Al guerrero la gloria, la alegría.
Glorificó tu nombre la victoria,
Constantinopla tiene
en las puertas tu escudo,
los mares y la tierra te obedecen,
por tu suerte te envidia el enemigo.
Del mar azul las engañosas olas
en la hora fatal de la tormenta,
y las hondas y flechas y puñales
respetarán del vencedor los años...
Bajo tu fuerte escudo no conoces heridas,
invisible guardián custodia al poderoso.
Tu caballo no teme peligrosos esfuerzos,
la voluntad de su señor presiente
y se encuentra tranquilo entre enemigas flechas
y se lanza a los campos de batalla
y no teme ni el frío ni el combate,
pero tú morirás a causa del caballo.»
Sonrió Oleg, pero su frente
y su mirada se turbaron.
En silencio apoyó sobre la silla
la mano y descendió sombrío del caballo.
Se despidió del fiel amigo
acariciando el torneado cuello.
«Adiós, leal servidor, fiel camarada,
de nuestra despedida llegó el tiempo.
Descansa, ya no pondré el pie
en tu dorado estribo.
Cálmate, adiós, y acuérdate de mí.
Tomad vosotros el caballo,
mis jóvenes amigos.
Ponedle su gualdrapa
de terciopelo, y por la brida
llevadlo hasta mis prados.
Que se bañe, que coma forrajes escogidos
y que beba agua clara en el arroyo.»
Los jóvenes se llevan el caballo
y le dan otro al príncipe.
Oleg con su guardia celebra un banquete
al son de alegres copas.
Sus cabellos son blancos
como la nieve matinal en la gloriosa
cumbre de la montaña...
Recuerdan los días pasados
y los combates que libraron juntos.
«... ¿Y dónde está mi antiguo compañero,
mi fogoso caballo? —el Rey pregunta—
¿Sigue siendo su paso tan ligero,
sigue jugando impetuoso?
Con impaciencia aguarda la respuesta:
hace tiempo que duerme con el sueño
del que no se despierta, en una loma.
El poderoso Oleg inclina la cabeza,
piensa en la profecía:
¡Insensato adivino, viejo loco,
debí haber despreciado tus augurios
y me hubiera servido mi caballo
hasta estos días...» Quiere ver los restos.
El poderoso Oleg se pone de camino
con Igor y los viejos invitados:
en la colina, junto al Dniéper
yacen los nobles restos
bañados por la lluvia, cubiertos por el polvo;
el viento hace ondear
sobre ellos el esparto.
Puso el príncipe el pie en la quijada del caballo
diciendo: «¡Duerme, amigo solitario!
Tu viejo amo te ha sobrevivido
y ya en mi funeral, poco distante,
no regará tu sangre bajo el hacha
las matas del esparto, ni mi cuerpo.
¡Mi perdición estaba aquí escondida!
Me amenazaba con la muerte.»
Mientras, del cráneo hueco,
salió una víbora silbando;
como una negra cinta se arrolló entre sus piernas
y de repente el príncipe dio un grito
al sentir su punzada.
La espuma se desborda de los jarros
en el banquete fúnebre de Oleg.
Igor y Olga, los príncipes, presiden;
la guardia bebe junto al río.
Recuerdan los días pasados
y los combates que libraron juntos.
Alexsandr Serguéyevich Pushkin, incluido en Poetas rusos del siglo XIX (Ediciones Rialp, Madrid, 1967, selec. y trad. de María Francisca de Castro Gil).
Oleg el Profeta se apresta
a la venganza contra los jázaros.
Tras violenta incursión, sus aldeas y campos
sentenció al fuego y a la espada.
Con su coraza bizantina, con su guardia,
en su caballo fiel cabalga por el campo.
Del bosque sombrío a su encuentro
inspirado adivino se le acerca,
un viejo anacoreta que a Perún obedece,
un mensajero del futuro
que llevaba cien años entre rezos
y descifrar del porvenir los signos.
Oleg se acercó al sabio sacerdote.
«¡Dime el fin de mis días,
oh anacoreta amado de los dioses!
¿Me cubrirá la tierra pronto
para alegría de mis enemigos?
No temas, dime la verdad.
Por recompensa puedes elegir
el mejor de mis caballos.»
«No temen a los príncipes los magos
ni necesitan regios dones.
Veraz y libre es su profética palabra,
la voluntad del cielo cumplen.
El futuro se esconde entre la niebla,
mas veo tu destino sobre tu clara frente.
Recuerda mis palabras:
Al guerrero la gloria, la alegría.
Glorificó tu nombre la victoria,
Constantinopla tiene
en las puertas tu escudo,
los mares y la tierra te obedecen,
por tu suerte te envidia el enemigo.
Del mar azul las engañosas olas
en la hora fatal de la tormenta,
y las hondas y flechas y puñales
respetarán del vencedor los años...
Bajo tu fuerte escudo no conoces heridas,
invisible guardián custodia al poderoso.
Tu caballo no teme peligrosos esfuerzos,
la voluntad de su señor presiente
y se encuentra tranquilo entre enemigas flechas
y se lanza a los campos de batalla
y no teme ni el frío ni el combate,
pero tú morirás a causa del caballo.»
Sonrió Oleg, pero su frente
y su mirada se turbaron.
En silencio apoyó sobre la silla
la mano y descendió sombrío del caballo.
Se despidió del fiel amigo
acariciando el torneado cuello.
«Adiós, leal servidor, fiel camarada,
de nuestra despedida llegó el tiempo.
Descansa, ya no pondré el pie
en tu dorado estribo.
Cálmate, adiós, y acuérdate de mí.
Tomad vosotros el caballo,
mis jóvenes amigos.
Ponedle su gualdrapa
de terciopelo, y por la brida
llevadlo hasta mis prados.
Que se bañe, que coma forrajes escogidos
y que beba agua clara en el arroyo.»
Los jóvenes se llevan el caballo
y le dan otro al príncipe.
Oleg con su guardia celebra un banquete
al son de alegres copas.
Sus cabellos son blancos
como la nieve matinal en la gloriosa
cumbre de la montaña...
Recuerdan los días pasados
y los combates que libraron juntos.
«... ¿Y dónde está mi antiguo compañero,
mi fogoso caballo? —el Rey pregunta—
¿Sigue siendo su paso tan ligero,
sigue jugando impetuoso?
Con impaciencia aguarda la respuesta:
hace tiempo que duerme con el sueño
del que no se despierta, en una loma.
El poderoso Oleg inclina la cabeza,
piensa en la profecía:
¡Insensato adivino, viejo loco,
debí haber despreciado tus augurios
y me hubiera servido mi caballo
hasta estos días...» Quiere ver los restos.
El poderoso Oleg se pone de camino
con Igor y los viejos invitados:
en la colina, junto al Dniéper
yacen los nobles restos
bañados por la lluvia, cubiertos por el polvo;
el viento hace ondear
sobre ellos el esparto.
Puso el príncipe el pie en la quijada del caballo
diciendo: «¡Duerme, amigo solitario!
Tu viejo amo te ha sobrevivido
y ya en mi funeral, poco distante,
no regará tu sangre bajo el hacha
las matas del esparto, ni mi cuerpo.
¡Mi perdición estaba aquí escondida!
Me amenazaba con la muerte.»
Mientras, del cráneo hueco,
salió una víbora silbando;
como una negra cinta se arrolló entre sus piernas
y de repente el príncipe dio un grito
al sentir su punzada.
La espuma se desborda de los jarros
en el banquete fúnebre de Oleg.
Igor y Olga, los príncipes, presiden;
la guardia bebe junto al río.
Recuerdan los días pasados
y los combates que libraron juntos.
Alexsandr Serguéyevich Pushkin, incluido en Poetas rusos del siglo XIX (Ediciones Rialp, Madrid, 1967, selec. y trad. de María Francisca de Castro Gil).
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Siglo XIX
jueves, 2 de noviembre de 2017
Poema de San Agustín
Dios mío,
mi corazón es un ancho mar
siempre revuelto por las tempestades:
Haz que en ti encuentre la paz y el descanso.
Tú que mandaste al viento y al mar que se calmaran,
y al oír tu voz se apaciguaron,
ven ahora a caminar
sobre las olas de mi corazón
para que recobre la paz y la tranquilidad
y pueda poseerte como mi único bien,
y contemplarte como la luz de mis ojos,
sin confusión ni oscuridad.
Que mi alma, Dios mío, quede libre
de los confusos pensamientos de este mundo,
se refugie a la sombra de tus alas
y encuentre allí
el lugar del consuelo y de la paz.
San Agustín de Hipona, Meditaciones, 37.
mi corazón es un ancho mar
siempre revuelto por las tempestades:
Haz que en ti encuentre la paz y el descanso.
Tú que mandaste al viento y al mar que se calmaran,
y al oír tu voz se apaciguaron,
ven ahora a caminar
sobre las olas de mi corazón
para que recobre la paz y la tranquilidad
y pueda poseerte como mi único bien,
y contemplarte como la luz de mis ojos,
sin confusión ni oscuridad.
Que mi alma, Dios mío, quede libre
de los confusos pensamientos de este mundo,
se refugie a la sombra de tus alas
y encuentre allí
el lugar del consuelo y de la paz.
San Agustín de Hipona, Meditaciones, 37.
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Siglo V d. C.
martes, 10 de octubre de 2017
Julio Martínez Mesanza
EN ESPARTA DESPUÉS
DE LEUCTRA TRISTE
A Amalia
En Esparta después de Leuctra triste
esconderme no pude. La mirada
del valor descubría mi miseria.
Y o abandoné mi escudo en Leuctra triste.
Me desprecian las madres y los viejos.
Yo abandoné mi escudo. Soy el triste.
Aunque me beses y cantemos juntos
y con valor poemas de Tirteo
nada seré, ni el humo, ni la nada
del cadáver no sido en Leuctra triste
De Europa
DE LEUCTRA TRISTE
A Amalia
En Esparta después de Leuctra triste
esconderme no pude. La mirada
del valor descubría mi miseria.
Y o abandoné mi escudo en Leuctra triste.
Me desprecian las madres y los viejos.
Yo abandoné mi escudo. Soy el triste.
Aunque me beses y cantemos juntos
y con valor poemas de Tirteo
nada seré, ni el humo, ni la nada
del cadáver no sido en Leuctra triste
De Europa
lunes, 25 de septiembre de 2017
Borges, 1964
1964
I
Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy solo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.
II
Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.
I
Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy solo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.
II
Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.
Carmen Martín Gaite, Ni aguantar ni escapar
Ni aguantar ni escapar
Ni aguantar ni escapar,
ni el luto ni la fiesta,
ni designio ni azar,
ni el llano ni la cuesta.
Ni puro ni perverso,
ni denso ni vacío,
ni en uno mismo inmerso
ni extroverso
ni abrasador ni frío.
Ni de ida ni de vuelta
ni al margen ni en el ajo,
ni pasión ni desdén:
vacilación resuelta
con el suelo debajo
por entre el mal y el bien.
Ni cubierta la faz
ni mirando al abismo,
ni a mandobles ni en paz
que viene a ser lo mismo.
Ni falta de criterio
ni sobra de juicio
ni un carnaval tan serio
ni el dicterio
tan sacado de quicio.
Ni súbdito ni rey
ni a cualquier viento hoja
ni el paso altivo y fuerte:
por dónde pisa el buey
pero en la cuerda floja
mientras llega la muerte.
Carmen Martín Gaite
Ni aguantar ni escapar,
ni el luto ni la fiesta,
ni designio ni azar,
ni el llano ni la cuesta.
Ni puro ni perverso,
ni denso ni vacío,
ni en uno mismo inmerso
ni extroverso
ni abrasador ni frío.
Ni de ida ni de vuelta
ni al margen ni en el ajo,
ni pasión ni desdén:
vacilación resuelta
con el suelo debajo
por entre el mal y el bien.
Ni cubierta la faz
ni mirando al abismo,
ni a mandobles ni en paz
que viene a ser lo mismo.
Ni falta de criterio
ni sobra de juicio
ni un carnaval tan serio
ni el dicterio
tan sacado de quicio.
Ni súbdito ni rey
ni a cualquier viento hoja
ni el paso altivo y fuerte:
por dónde pisa el buey
pero en la cuerda floja
mientras llega la muerte.
Carmen Martín Gaite
Miguel Labordeta, 1936
1936
Fue en la edad de nuestro primer amor,
cuando los mensajes
son propicios al precoz embelesamiento
y los suaves atardeceres
toman un perfume dulcísimo
en forma de muchacha azul
o de mayo que desaparece,
cuando unos hombres duros como el sol del verano
ensangrentaban la tierra
blasfemando de otros hombres
tan duros como ellos;
tenían prisa por matar para no ser matados
y vimos asombrados
con inocente pupila
el terror de los fusilados amaneceres,
las largas caravanas de camiones desvencijados
en cuyo fondo los acurrucados individuos
eran llevados a la muerte
como acosada manada;
era la guerra, el terror, los incendios,
era la patria suicidada,
eran los siglos podridos reventando;
vimos las gentes despavoridas
en un espanto de consignas atroces;
iban y venían, insultaban, denunciaban, mataban,
eran los héroes, decían golpeando
las ventanillas de los trenes repletos de su carne de cañón;
nosotros no entendíamos apenas el suplicio
y la hora dulce de un jardín con alegría y besos;
fueron noches salvajes de bombardeo, noticias lúgubres,
la muerte banderín de enganche cada macilenta aurora;
y héteme aquí solo ante mi vejez más próxima
preguntar en silencio
¿qué fue de nuestro vuelo de remanso,
por qué pagamos las culpas colectivas
de nuestro viejo pueblo sanguinario;
quién nos resarcirá de nuestra adolescencia destruida
aunque no fuese a las trincheras?
Vanas son las preguntas a la piedra
y mudo el destino insaciable por el viento;
mas quiero hablar aquí
de mi generación perdida,
de su cólera, paloma en una sala de espera con un reloj
parado para siempre;
de sus besos nunca recobrados,
de su alegría asesinada
por la historia siniestra
de un huracán terrible de locura.
Miguel Labordeta
Fue en la edad de nuestro primer amor,
cuando los mensajes
son propicios al precoz embelesamiento
y los suaves atardeceres
toman un perfume dulcísimo
en forma de muchacha azul
o de mayo que desaparece,
cuando unos hombres duros como el sol del verano
ensangrentaban la tierra
blasfemando de otros hombres
tan duros como ellos;
tenían prisa por matar para no ser matados
y vimos asombrados
con inocente pupila
el terror de los fusilados amaneceres,
las largas caravanas de camiones desvencijados
en cuyo fondo los acurrucados individuos
eran llevados a la muerte
como acosada manada;
era la guerra, el terror, los incendios,
era la patria suicidada,
eran los siglos podridos reventando;
vimos las gentes despavoridas
en un espanto de consignas atroces;
iban y venían, insultaban, denunciaban, mataban,
eran los héroes, decían golpeando
las ventanillas de los trenes repletos de su carne de cañón;
nosotros no entendíamos apenas el suplicio
y la hora dulce de un jardín con alegría y besos;
fueron noches salvajes de bombardeo, noticias lúgubres,
la muerte banderín de enganche cada macilenta aurora;
y héteme aquí solo ante mi vejez más próxima
preguntar en silencio
¿qué fue de nuestro vuelo de remanso,
por qué pagamos las culpas colectivas
de nuestro viejo pueblo sanguinario;
quién nos resarcirá de nuestra adolescencia destruida
aunque no fuese a las trincheras?
Vanas son las preguntas a la piedra
y mudo el destino insaciable por el viento;
mas quiero hablar aquí
de mi generación perdida,
de su cólera, paloma en una sala de espera con un reloj
parado para siempre;
de sus besos nunca recobrados,
de su alegría asesinada
por la historia siniestra
de un huracán terrible de locura.
Miguel Labordeta
Nicanor Parra, Manifiesto
Manifiesto
Señoras y señores
Esta es nuestra última palabra.
-Nuestra primera y última palabra-
Los poetas bajaron del Olimpo.
Para nuestros mayores
La poesía fue un objeto de lujo
Pero para nosotros
Es un artículo de primera necesidad:
No podemos vivir sin poesía.
A diferencia de nuestros mayores
-Y esto lo digo con todo respeto-
Nosotros sostenemos
Que el poeta no es un alquimista
El poeta es un hombre como todos
Un albañil que construye su muro:
Un constructor de puertas y ventanas.
Nosotros conversamos
En el lenguaje de todos los días
No creemos en signos cabalísticos.
Además una cosa:
El poeta está ahí
Para que el árbol no crezca torcido.
Este es nuestro mensaje.
Nosotros denunciamos al poeta demiurgo
Al poeta Barata
Al poeta Ratón de Biblioteca.
Todos estos señores
-Y esto lo digo con mucho respeto-
Deben ser procesados y juzgados
Por construir castillos en el aire
Por malgastar el espacio y el tiempo
Redactando sonetos a la luna
Por agrupar palabras al azar
A la última moda de París.
Para nosotros no:
El pensamiento no nace en la boca
Nace en el corazón del corazón.
Nosotros repudiamos
La poesía de gafas oscuras
La poesía de capa y espada
La poesía de sombrero alón.
Propiciamos en cambio
La poesía a ojo desnudo
La poesía a pecho descubierto
La poesía a cabeza desnuda.
No creemos en ninfas ni tritones.
La poesía tiene que ser esto:
Una muchacha rodeada de espigas
O no ser absolutamente nada.
Ahora bien, en el plano político
Ellos, nuestros abuelos inmediatos,
¡Nuestros buenos abuelos inmediatos!
Se refractaron y se dispersaron
Al pasar por el prisma de cristal.
Unos pocos se hicieron comunistas.
Yo no sé si lo fueron realmente.
Supongamos que fueron comunistas,
Lo que sé es otra cosa:
Que no fueron poetas populares,
Fueron unos reverendos poetas burgueses.
Hay que decir las cosas como son:
Sólo uno que otro
Supo llegar al corazón del pueblo.
Cada vez que pudieron
Se declararon de palabra y de hecho
Contra la poesía dirigida
Contra la poesía del presente
Contra la poesía proletaria.
Aceptemos que fueron comunistas
Pero la poesía fue un desastre
Surrealismo de segunda mano
Decadentismo de tercera mano
Tablas viejas devueltas por el mar.
Poesía adjetiva
Poesía nasal y gutural
Poesía arbitraria
Poesía copiada de los libros
Poesía basada
En la revolución de la palabra
En circunstancias de que debe fundarse
En la revolución de las ideas.
Poesía de círculo vicioso
Para media docena de elegidos:
«Libertad absoluta de expresión».
Hoy nos hacemos cruces preguntando
Para qué escribían esas cosas
¿Para asustar al pequeño burgués?
¡Tiempo perdido miserablemente!
El pequeño burgués no reacciona
Sino cuando se trata del estómago.
¡Qué lo van a asustar con poesías!
La situación es ésta:
Mientras ellos estaban
Por una poesía del crepúsculo
Por una poesía de la noche
Nosotros propugnamos
La poesía del amanecer.
Este es nuestro mensaje,
Los resplandores de la poesía
Deben llegar a todos por igual
La poesía alcanza para todos.
Nada más, compañeros
Nosotros condenamos
-Y esto sí que lo digo con respeto-
La poesía de pequeño dios
La poesía de vaca sagrada
La poesía de toro furioso.
Contra la poesía de las nubes
Nosotros oponemos
La poesía de la tierra firme
-Cabeza fría, corazón caliente
Somos tierrafirmistas decididos-
Contra la poesía de café
La poesía de la naturaleza
Contra la poesía de salón
La poesía de la plaza pública
La poesía de protesta social.
Los poetas bajaron del Olimpo.
Nicanor Parra
Señoras y señores
Esta es nuestra última palabra.
-Nuestra primera y última palabra-
Los poetas bajaron del Olimpo.
Para nuestros mayores
La poesía fue un objeto de lujo
Pero para nosotros
Es un artículo de primera necesidad:
No podemos vivir sin poesía.
A diferencia de nuestros mayores
-Y esto lo digo con todo respeto-
Nosotros sostenemos
Que el poeta no es un alquimista
El poeta es un hombre como todos
Un albañil que construye su muro:
Un constructor de puertas y ventanas.
Nosotros conversamos
En el lenguaje de todos los días
No creemos en signos cabalísticos.
Además una cosa:
El poeta está ahí
Para que el árbol no crezca torcido.
Este es nuestro mensaje.
Nosotros denunciamos al poeta demiurgo
Al poeta Barata
Al poeta Ratón de Biblioteca.
Todos estos señores
-Y esto lo digo con mucho respeto-
Deben ser procesados y juzgados
Por construir castillos en el aire
Por malgastar el espacio y el tiempo
Redactando sonetos a la luna
Por agrupar palabras al azar
A la última moda de París.
Para nosotros no:
El pensamiento no nace en la boca
Nace en el corazón del corazón.
Nosotros repudiamos
La poesía de gafas oscuras
La poesía de capa y espada
La poesía de sombrero alón.
Propiciamos en cambio
La poesía a ojo desnudo
La poesía a pecho descubierto
La poesía a cabeza desnuda.
No creemos en ninfas ni tritones.
La poesía tiene que ser esto:
Una muchacha rodeada de espigas
O no ser absolutamente nada.
Ahora bien, en el plano político
Ellos, nuestros abuelos inmediatos,
¡Nuestros buenos abuelos inmediatos!
Se refractaron y se dispersaron
Al pasar por el prisma de cristal.
Unos pocos se hicieron comunistas.
Yo no sé si lo fueron realmente.
Supongamos que fueron comunistas,
Lo que sé es otra cosa:
Que no fueron poetas populares,
Fueron unos reverendos poetas burgueses.
Hay que decir las cosas como son:
Sólo uno que otro
Supo llegar al corazón del pueblo.
Cada vez que pudieron
Se declararon de palabra y de hecho
Contra la poesía dirigida
Contra la poesía del presente
Contra la poesía proletaria.
Aceptemos que fueron comunistas
Pero la poesía fue un desastre
Surrealismo de segunda mano
Decadentismo de tercera mano
Tablas viejas devueltas por el mar.
Poesía adjetiva
Poesía nasal y gutural
Poesía arbitraria
Poesía copiada de los libros
Poesía basada
En la revolución de la palabra
En circunstancias de que debe fundarse
En la revolución de las ideas.
Poesía de círculo vicioso
Para media docena de elegidos:
«Libertad absoluta de expresión».
Hoy nos hacemos cruces preguntando
Para qué escribían esas cosas
¿Para asustar al pequeño burgués?
¡Tiempo perdido miserablemente!
El pequeño burgués no reacciona
Sino cuando se trata del estómago.
¡Qué lo van a asustar con poesías!
La situación es ésta:
Mientras ellos estaban
Por una poesía del crepúsculo
Por una poesía de la noche
Nosotros propugnamos
La poesía del amanecer.
Este es nuestro mensaje,
Los resplandores de la poesía
Deben llegar a todos por igual
La poesía alcanza para todos.
Nada más, compañeros
Nosotros condenamos
-Y esto sí que lo digo con respeto-
La poesía de pequeño dios
La poesía de vaca sagrada
La poesía de toro furioso.
Contra la poesía de las nubes
Nosotros oponemos
La poesía de la tierra firme
-Cabeza fría, corazón caliente
Somos tierrafirmistas decididos-
Contra la poesía de café
La poesía de la naturaleza
Contra la poesía de salón
La poesía de la plaza pública
La poesía de protesta social.
Los poetas bajaron del Olimpo.
Nicanor Parra
César Vallejo, Los heraldos negros
Los heraldos negros
Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema
Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema
Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
César Vallejo, Masa
Masa
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
Rosalía de Castrro
Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros
Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
—Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.
—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.
Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?
Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
—Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.
—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.
Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?
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José Bergamín, Volver no es volver atrás
Volver no es volver atrás
Volver no es volver atrás.
Lo que yo quiero de España
no es su recuerdo lejano:
yo no siento su nostalgia.
Lo que yo quiero es sentirla,
su tierra, bajo mi planta;
su luz, arder en mis ojos
quemándome la mirada;
y su aire que se me entre
hasta los huesos del alma.
Volver no es volver atrás.
Yo no siento la añoranza,
que lo que pasó no vuelve,
y si vuelve es un fantasma.
Lo que yo quiero es volver
sin volverme atrás de nada.
Yo quiero ver y tocar
con mis sentidos España,
sintiéndola como un sueño
de vida, resucitada.
Quiero verla muy de cerca,
cuerpo a cuerpo, cara a cara,
reconocerla tocando
la cicatriz de sus llagas.
Que yo tengo el alma muerta,
sin enterrar, desterrada,
quiero volver a la tierra
para poder enterrarla.
Y cuando la tierra suya
la guarde como sembrada,
quiero volver a esperar
que vuelva a ser esperanza.
Volver no es volver atrás:
yo no vuelvo atrás de nada.
José Bergamín
Volver no es volver atrás.
Lo que yo quiero de España
no es su recuerdo lejano:
yo no siento su nostalgia.
Lo que yo quiero es sentirla,
su tierra, bajo mi planta;
su luz, arder en mis ojos
quemándome la mirada;
y su aire que se me entre
hasta los huesos del alma.
Volver no es volver atrás.
Yo no siento la añoranza,
que lo que pasó no vuelve,
y si vuelve es un fantasma.
Lo que yo quiero es volver
sin volverme atrás de nada.
Yo quiero ver y tocar
con mis sentidos España,
sintiéndola como un sueño
de vida, resucitada.
Quiero verla muy de cerca,
cuerpo a cuerpo, cara a cara,
reconocerla tocando
la cicatriz de sus llagas.
Que yo tengo el alma muerta,
sin enterrar, desterrada,
quiero volver a la tierra
para poder enterrarla.
Y cuando la tierra suya
la guarde como sembrada,
quiero volver a esperar
que vuelva a ser esperanza.
Volver no es volver atrás:
yo no vuelvo atrás de nada.
José Bergamín
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Lope de Vega, Desengaño de la vida
Lope de Vega, "Al desengaño de la vida", publicado en los liminares de De la diferencia entre lo temporal y eterno: crisol de desengaños, del jesuita Juan Eusebio Nieremberg
¡Oh tú, que estás sepultado
en el sueño del olvido:
si para tu bien dormido,
para tu mal desvelado!
Deja el letargo pesado,
despierta un poco y advierte
que no es bien que desa suerte
duerma y haga lo que hace
quien está, desde que nace,
en los brazos de la muerte.
Da lugar al pensamiento
para que discurra y veas
que lo más que tú deseas
no es más que soplo de viento.
No labres sin fundamento
máquinas de vanidad,
pues la mayor majestad
en un sepulcro se encierra,
donde dice, siendo tierra:
"Aquí vive la verdad…"
Mira cómo pasó ayer,
veloz, como tantos años;
evidentes desengaños
del limitado poder.
Lo que fue dejó de ser,
y no quedó dello más
del ha sido: tú, que vas
por este mundo inconstante;
mira que el que va adelante
avisa al que va detrás.
La corona y la tïara
que tanto el mundo estimó,
¿qué se hizo, en qué paró
sino en lo que todo para?
¡Oh mano del mundo avara!
Si tanto bien nos limitas,
¿para qué, di, nos incitas
a aspirar a más y más,
si lo que despacio das
tan de prisa nos lo quitas?
Si te engaña el propio amor
para que no veas el daño,
la muerte, que es desengaño,
sirva de despertador.
Hoy nace la tierna flor,
y, hoy, su curso se termina;
todo a la muerte camina:
la estatua del más bizarro,
como está fundada en barro,
la deshace cualquier china.
¿En qué piensas o a qué aspiras
cuando tras tu gusto vas,
pues dél no te queda más
que enemigos que conspiras?
Si es que adelante no miras,
mira la vida pasada,
que, si en tan corta jornada
lo más pasa desa suerte,
hasta llegar a la muerte
¿qué te queda? Poco o nada.
Desde el nacer al morir
casi se puede dudar
si el partir es el parar,
o el parar es el partir.
Tu carrera has de seguir:
y pues con tal brevedad
pasa la más larga edad,
¿cómo duermes y no ves
que lo que aquí un soplo es
es allá una eternidad?
Mira el tiempo volador
cómo pasa, y considera
cómo va tras la carrera
desde el menor al mayor.
El esclavo y el señor
corren parejas iguales,
que, como nacen mortales,
iguales van a la hoya,
de cuya deshecha Troya
aún no quedan las señales.
La juventud más lozana
¿en qué paró? ¿qué se hizo?
Todo el tiempo lo deshizo
y anocheció su mañana,
la muerte siempre es temprana
y no perdona a ninguno:
goza del tiempo oportuno,
granjea con tu talento,
que aquí dan uno por ciento
y allí dan ciento por uno.
¿Qué eternidades te ofrece
la más dilatada vida,
pues que apenas es venida
cuando se desaparece?
Hoy piensas que te amanece
y es el día de tu ocaso.
¡Término breve y escaso!
Mas ¿qué mucho, si volando
te va la muerte buscando
cuando tú vas paso a paso?
La dama más celebrada,
lazo en que todos cayeron,
ella y ellos, di, ¿qué fueron
sino tierra, polvo y nada?
¡Oh limitada jornada,
oh frágil naturaleza!
La humildad y la grandeza
todo en nada se resuelve:
es de tierra y a ella vuelve,
y así, acaba en lo que empieza.
¿De qué te sirve anhelar,
por tener y más tener,
si eso en tu muerte ha de ser
fiscal que te ha de acusar?
Todo acá se ha de quedar;
y pues no hay más que adquirir
en la vida que el morir,
la tuya rige de modo,
pues está en tu mano todo,
que mueras para vivir.
¡Oh tú, que estás sepultado
en el sueño del olvido:
si para tu bien dormido,
para tu mal desvelado!
Deja el letargo pesado,
despierta un poco y advierte
que no es bien que desa suerte
duerma y haga lo que hace
quien está, desde que nace,
en los brazos de la muerte.
Da lugar al pensamiento
para que discurra y veas
que lo más que tú deseas
no es más que soplo de viento.
No labres sin fundamento
máquinas de vanidad,
pues la mayor majestad
en un sepulcro se encierra,
donde dice, siendo tierra:
"Aquí vive la verdad…"
Mira cómo pasó ayer,
veloz, como tantos años;
evidentes desengaños
del limitado poder.
Lo que fue dejó de ser,
y no quedó dello más
del ha sido: tú, que vas
por este mundo inconstante;
mira que el que va adelante
avisa al que va detrás.
La corona y la tïara
que tanto el mundo estimó,
¿qué se hizo, en qué paró
sino en lo que todo para?
¡Oh mano del mundo avara!
Si tanto bien nos limitas,
¿para qué, di, nos incitas
a aspirar a más y más,
si lo que despacio das
tan de prisa nos lo quitas?
Si te engaña el propio amor
para que no veas el daño,
la muerte, que es desengaño,
sirva de despertador.
Hoy nace la tierna flor,
y, hoy, su curso se termina;
todo a la muerte camina:
la estatua del más bizarro,
como está fundada en barro,
la deshace cualquier china.
¿En qué piensas o a qué aspiras
cuando tras tu gusto vas,
pues dél no te queda más
que enemigos que conspiras?
Si es que adelante no miras,
mira la vida pasada,
que, si en tan corta jornada
lo más pasa desa suerte,
hasta llegar a la muerte
¿qué te queda? Poco o nada.
Desde el nacer al morir
casi se puede dudar
si el partir es el parar,
o el parar es el partir.
Tu carrera has de seguir:
y pues con tal brevedad
pasa la más larga edad,
¿cómo duermes y no ves
que lo que aquí un soplo es
es allá una eternidad?
Mira el tiempo volador
cómo pasa, y considera
cómo va tras la carrera
desde el menor al mayor.
El esclavo y el señor
corren parejas iguales,
que, como nacen mortales,
iguales van a la hoya,
de cuya deshecha Troya
aún no quedan las señales.
La juventud más lozana
¿en qué paró? ¿qué se hizo?
Todo el tiempo lo deshizo
y anocheció su mañana,
la muerte siempre es temprana
y no perdona a ninguno:
goza del tiempo oportuno,
granjea con tu talento,
que aquí dan uno por ciento
y allí dan ciento por uno.
¿Qué eternidades te ofrece
la más dilatada vida,
pues que apenas es venida
cuando se desaparece?
Hoy piensas que te amanece
y es el día de tu ocaso.
¡Término breve y escaso!
Mas ¿qué mucho, si volando
te va la muerte buscando
cuando tú vas paso a paso?
La dama más celebrada,
lazo en que todos cayeron,
ella y ellos, di, ¿qué fueron
sino tierra, polvo y nada?
¡Oh limitada jornada,
oh frágil naturaleza!
La humildad y la grandeza
todo en nada se resuelve:
es de tierra y a ella vuelve,
y así, acaba en lo que empieza.
¿De qué te sirve anhelar,
por tener y más tener,
si eso en tu muerte ha de ser
fiscal que te ha de acusar?
Todo acá se ha de quedar;
y pues no hay más que adquirir
en la vida que el morir,
la tuya rige de modo,
pues está en tu mano todo,
que mueras para vivir.
Tres poemas de Agustín García Calvo
Sereno estoy
Sereno estoy como la mar
serena.
Acude, amiga, a sollozar
tu pena.
No sepa ni diga
mi amiga carnal
que tiene el corazón
de sal.
Sereno estoy como la noche
serena:
¡Qué tiempo, amiga, qué derroche
de arena!
No espere ni quiera
mi amor la fortuna
de que en su pozo caiga
la luna.
Sereno estoy si tú lo estás
(serena).
Si yo soy bueno, tú eres más
que buena.
No esperes ni quieras,
amor; y llorar,
así como la noche
y el mar.
Tú, cuya mano
Tú, cuya mano me ha bañado
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.
Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
que de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.
Tú, que ni tú te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no se sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas de pasto
las rosas de leche de luna de Nuruquimagua,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todas
las patrias y padres se creen que tú no eres nada:
que no eres nada.
Que no se despierte
Que no se despierte.
La niña que duerme a la sombra
que no se despierte;
que duerme a la sombra del árbol;
que no se despierte;
a la sombra del árbol granado
que no se despierte;
granado de ciencia del bien,
que no se despierte;
de la ciencia del bien y del mal
que no se despierte.
Que no se despierte, que siga
dormida la muerte;
que siga a la brisa del ala
la muerte dormida;
a la brisa del ala del ángel
dormida la muerte;
del ala del ángel besada
la muerte dormida;
del ángel besada en la frente
dormida la muerte;
besada en la frente del lirio
la muerte dormida;
en la frente del lirio a la sombra
dormida la muerte
que no se despierte, que siga
dormida la niña,
que no se despierte, no.
Agustín García Calvo
Sereno estoy como la mar
serena.
Acude, amiga, a sollozar
tu pena.
No sepa ni diga
mi amiga carnal
que tiene el corazón
de sal.
Sereno estoy como la noche
serena:
¡Qué tiempo, amiga, qué derroche
de arena!
No espere ni quiera
mi amor la fortuna
de que en su pozo caiga
la luna.
Sereno estoy si tú lo estás
(serena).
Si yo soy bueno, tú eres más
que buena.
No esperes ni quieras,
amor; y llorar,
así como la noche
y el mar.
Tú, cuya mano
Tú, cuya mano me ha bañado
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.
Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
que de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.
Tú, que ni tú te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no se sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas de pasto
las rosas de leche de luna de Nuruquimagua,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todas
las patrias y padres se creen que tú no eres nada:
que no eres nada.
Que no se despierte
Que no se despierte.
La niña que duerme a la sombra
que no se despierte;
que duerme a la sombra del árbol;
que no se despierte;
a la sombra del árbol granado
que no se despierte;
granado de ciencia del bien,
que no se despierte;
de la ciencia del bien y del mal
que no se despierte.
Que no se despierte, que siga
dormida la muerte;
que siga a la brisa del ala
la muerte dormida;
a la brisa del ala del ángel
dormida la muerte;
del ala del ángel besada
la muerte dormida;
del ángel besada en la frente
dormida la muerte;
besada en la frente del lirio
la muerte dormida;
en la frente del lirio a la sombra
dormida la muerte
que no se despierte, que siga
dormida la niña,
que no se despierte, no.
Agustín García Calvo
Luis Alberto de Cuenca
El imbécil
El imbécil
Era una criatura detestable
en el plano moral, un ser abyecto,
una abominación lovecraftiana.
No era tampoco guapa, ni atractiva,
ni graciosa, ni joven, ni simpática.
Era un montón perverso de basura.
Pues fuiste tan imbécil que por ella
dejaste a la que amabas y vendiste
tu alma en los bazares de la noche.
Tiempos difíciles
Era todo tan triste y tan absurdo.
No vivías apenas. Te colgabas
de la pared de la melancolía
y veías pasar las lentas horas
que hacia nada conducen y hacia nunca.
Las mujeres te habían retirado
su protección, los dioses su asistencia
y la literatura su cobijo.
Fueron tiempos difíciles aquellos.
El olvido
La olvidé. Por completo. Para siempre
(o eso creía entonces). Me cruzaba
con ella por la calle y no era ella
quien se paraba ante un escaparate
de ropa deportiva, no era ella
quien compraba el periódico en un quiosco
y se perdía entre la muchedumbre.
Como si hubiera muerto. No era ella.
Su nombre era el de todas las mujeres.
Luis Alberto de Cuenca
El imbécil
Era una criatura detestable
en el plano moral, un ser abyecto,
una abominación lovecraftiana.
No era tampoco guapa, ni atractiva,
ni graciosa, ni joven, ni simpática.
Era un montón perverso de basura.
Pues fuiste tan imbécil que por ella
dejaste a la que amabas y vendiste
tu alma en los bazares de la noche.
Tiempos difíciles
Era todo tan triste y tan absurdo.
No vivías apenas. Te colgabas
de la pared de la melancolía
y veías pasar las lentas horas
que hacia nada conducen y hacia nunca.
Las mujeres te habían retirado
su protección, los dioses su asistencia
y la literatura su cobijo.
Fueron tiempos difíciles aquellos.
El olvido
La olvidé. Por completo. Para siempre
(o eso creía entonces). Me cruzaba
con ella por la calle y no era ella
quien se paraba ante un escaparate
de ropa deportiva, no era ella
quien compraba el periódico en un quiosco
y se perdía entre la muchedumbre.
Como si hubiera muerto. No era ella.
Su nombre era el de todas las mujeres.
Luis Alberto de Cuenca
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Siglo XX
Antonio Gamoneda, Blues del amo
Blues del amo
Va a hacer diecinueve años
que trabajo para un amo.
Hace diecinueve años que me da la comida
y todavía no he visto su rostro.
No he visto al amo en diecinueve años
pero todos los días yo me miro a mí mismo
y voy sabiendo poco a poco
cómo es el rostro de mi amo.
Va a hacer diecinueve años
que salgo de mi casa y hace frío
y luego entro en la suya y me pone una luz
amarilla encima de la cabeza...
Y todo el día escribo dieciséis
y mil y dos y ya no puedo más.
Y luego salgo al aire y es de noche
y vuelvo a casa y no puedo vivir.
Cuando vea a mi amo le preguntaré
lo que son mil y dieciséis
y por qué me pone una luz encima de la cabeza.
Cuando esté un día delante de mi amo,
veré su rostro, miraré en su rostro
hasta borrarlo de él y de mí mismo.
Va a hacer diecinueve años
que trabajo para un amo.
Hace diecinueve años que me da la comida
y todavía no he visto su rostro.
No he visto al amo en diecinueve años
pero todos los días yo me miro a mí mismo
y voy sabiendo poco a poco
cómo es el rostro de mi amo.
Va a hacer diecinueve años
que salgo de mi casa y hace frío
y luego entro en la suya y me pone una luz
amarilla encima de la cabeza...
Y todo el día escribo dieciséis
y mil y dos y ya no puedo más.
Y luego salgo al aire y es de noche
y vuelvo a casa y no puedo vivir.
Cuando vea a mi amo le preguntaré
lo que son mil y dieciséis
y por qué me pone una luz encima de la cabeza.
Cuando esté un día delante de mi amo,
veré su rostro, miraré en su rostro
hasta borrarlo de él y de mí mismo.
Jaime Gil de Biedma, De todas las historias de la Historia
De todas las historias de la Historia
¿Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?
De todas las historias de la Historia
sin duda la más triste es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.
Nuestra famosa inmemorial pobreza,
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.
A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.
Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
debe y puede salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.
Porque quiero creer que no hay demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia,
son hombres quienes han vendido al hombre,
los que le han convertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.
Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia
¿Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?
De todas las historias de la Historia
sin duda la más triste es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.
Nuestra famosa inmemorial pobreza,
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.
A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.
Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
debe y puede salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.
Porque quiero creer que no hay demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia,
son hombres quienes han vendido al hombre,
los que le han convertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.
Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia
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