Hécuba:
Llevad ante la tienda a la anciana ¡oh hijas mías! Sostened en su marcha a vuestra compañera de esclavitud, un día reina vuestra, ¡oh troyanas! Asid, llevad, conducid, alzad mis viejas manos. Apoyada en vuestros brazos como en un báculo, me esforzaré en acelerar el tardo paso de mis pies. ¡Oh relámpago de Zeus, oh noche oscura! ¿Por qué me han despertado los terrores y los espectros nocturnos? ¡Oh tierra venerable, madre de los sueños de alas negras! Estoy horrorizada por la visión nocturna que me trajo un sueño con respecto a mi hijo, que está escondido en Tracia, y a mi querida hija Polixena. Comprendo e interpreto esa visión terrible. ¡Oh Dioses subterráneos, proteged a mi único hijo, áncora de mi familia, que habita en la nevada Tracia bajo la tutela del huésped paterno! Algo nuevo va a ocurrir; las plañideras cantarán un canto lamentable. Jamás se ha estremecido ni temblado mi espíritu tan de continuo. ¿Dónde encontraría yo ¡oh troyanas! el alma divina de Heleno o de Casandra, para que me explicaran estos sueños? Porque he visto una corza tachonada, a quien se arrancaba de mis rodillas violentamente y lamentablemente, degollada por las uñas sangrientas de un lobo. Y me ha asaltado este otro terror: el espectro de Aquileo se erguía en lo alto de su túmulo, y pedía como recompensa alguna de las troyanas abrumadas de innumerables males. ¡Oh Demonios, os conjuro a que alejéis de mi hija esa desventura! [...] ¡Ay, miserable de mí! ¿Qué voy a decir? ¿Qué grito, qué lamento a lanzar? ¡Cuán desdichada soy en mi miserable vejez, y reducida a una esclavitud insoportable! ¡Ay de mí! ¿Quién me defenderá? ¿Qué raza y qué ciudad? ¡Partió el anciano, partieron los hijos! ¿Adónde ir? ¿Acá o allá? ¿Dónde iré? ¿Qué Dios o qué Demonio vendrá en mi ayuda? ¡Oh troyanas que me anunciáis semejantes males, que me traéis males tan horribles, me habéis matado, me habéis perdido! Ya no disfrutaré de una vida dichosa a la luz del día. ¡Oh pies miserables! llevadme, llevad a la anciana hacia esa tienda. ¡Oh niña, oh hija de una madre desdichadísima, sal, sal de las moradas! ¡Escucha la voz de tu madre, oh hija, y entérate de lo que dicen de tu alma!
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