jueves, 6 de agosto de 2015

Luis Antonio de Villena, Antología

La nave del crepúsculo

(de Asuntos de delirio)

Era un chico con ojeras moradas,
caído en el suelo de un portal de Chueca. Un caserón
enorme, feo.
Lloviznaba en la noche. El frío era impropio de la época.
¿Necesitas algo? Estaba muy pálido.
Los vaqueros en ruinas. Manchas en las manos. Una pupa
en los labios.
¿Puedo ayudarte?
Estoy en el polo sur. No te preocupes.
Es un barco lleno de viejos, hacia el polo sur…
El cielo es blanco y el mar es blanco.
Las olas no hacen ruido. Y la tierra no zumba.
Es el barco de los viejos vestidos de blanco.
Me gusta ¿sabes?
Estás en la vida pero ya no hay vida.
Sólo el mar blanco. Eternamente blanco hacia el polo sur…
¿Qué más, incluso tú, puedes pedir?

Un arte de vida

(de Hymnica)

Vivir sin hacer nada. Cuidar lo que no importa,
tu corbata de tarde, la carta que le escribes
a un amigo, la opinión sobre un lienzo, que dirás
en la charla, pero que no tendrás el torpe gusto
de pretender escrita. Beber, que es un placer efímero.
Amar el sol y desear veranos, y el invierno
lentísimo que invita a la nostalgia (¿de dónde
esa nostalgia?). Salir todas las noches, arreglarte
el foulard con cariño esmerado ante el espejo,
embriagarte en belleza cuanto puedas, perseguir
y anhelar jóvenes cuerpos, llanuras prodigiosas,
todo el mundo que cabe en tantas euritmia.
Dejar de amanecida tan fantásticos lechos,
y olerte las manos mientras buscas taxi, gozando
en la memoria, porque hablan de vellos y delicias
y escondidos lugares, y perfumes sin nombre,
dulces como los cuerpos. ¡Qué frío amanecer entonces,
qué triste es, qué bello! Las sábanas te acogerán
después, un tanto yermas, y esperarás el sueño.
Del día que vendrá no sabes nada. (No consultas
oráculos.) Te quemarán hastíos y emociones,
tertulias y bellezas, las rosas de un banquete
suntuario, y las viejas callejas, donde se siente
todo, en el verano, como un aroma intenso.
Vivir sin hacer nada. Cuidar lo que no importa.
Y si todo va mal, si al final todo es duro,
como Verlaine, saber ser el rey de un palacio de invierno.


El paso de la laguna Estigia

(de La muerte únicamente)

A un lado del bosque -por la orilla-
veía extraños fuegos y gritos espantosos.
(Digo bien: Veía gritos, porque nada oía).
Era el aire melancólico y sombrío.
y lo cruzaban pájaros de color ceniza.
No puedo decir que sufriera exactamente,
era una sucesión de agobio, pesadumbre, angustia,
como queriendo llorar y sintiéndote solo.
Al otro lado del agua (un agua esmeraldina,
profunda, portentosa) se distinguía apenas
otro bosque, y una ignota claridad desconocida.
A la vera del agua (sin rumor, pero móvil)
había un viejo desnudo, con crespa barba blanca.
Le dije: ¿Cuál es la verdad, dime;
qué debí haber hecho? ¿Retirarme de todo,
vivir remoto al mundo, en la paz de las sierras?
¿O arder en las batallas y zozobras,
intrigar, morder ansia, escalar arduamente,
herir al semejante con ponzoña enconada?
¿O simplemente entregarme a la carne,
hundirme entre los cuerpos día a día
mientras seca la lengua siente un vacío instante?
¿Qué debí haber hecho? ¿El poder, la soledad,
el amor, el triunfo? ¿A cuál dedicarse?
Y el viejo no se inmutó aunque yo temblase.
Respondió: Cualquier cosa que hicieras, es lo mismo.
No hay verdad aquí. Nada es verdad segura.
Si buscaste el sosiego -sólo eso- y es mucho…
Esta es la única verdad, siguió. Y me mostró
una barca. Esta de ahora es la sola verdad
de cuanto existe. Y me tendió un vaso de agua clara.
Toma, añadió. Me cogió la mano. Y sentí un blando
frío en los pies, al mojarme, subiéndome a su barca.
Al fondo, un raro sol, como violeta y rojo,
que no daba calor, parecía la sangre cuando mana.

Chapero

(de Marginados)

Nunca pensé hacer eso.
Sencillamente me daba asco
aunque yo hubiese disfrutado de chaval
con otros chicos, tú ya sabes…
Pero ¿qué tiene que ver?
Luego te faltan las pelas,
no dura el curro,
en tu casa dicen que te busques la vida,
y un amigo te da la solución.
Me dijo aquel chaval:
Cuando un tío te dé mucha grima,
tómate un trago de ginebra,
y déjate hacer. Es fácil…
Con el tiempo encuentras que no es tan diferente.
Y hay gente muy legal
Tíos que están dispuestos, de veras,
a echarte una mano. Que se encaprichan contigo…
Y la verdad, te lo montas a gusto con ellos,
en la cama.
Luego hay cerdos, cerdos cabrones,
tíos que te tratan como una servilleta:
Que te orinan el cuerpo
o quieren que les des dos hostias fuertes.
En realidad no te gusta esa vida,
siempre en garitos y pensiones malas…
Pero hay días que cuando entras al bar,
temprano, recién dormido, fresco,
y ves a uno de esos que te apañan la noche,
esos días respiras de repente,
y te parece que todo será como una Kawasaki enorme.
Dirías que nada cuenta el tiempo.
El mundo resplandece, hay copas preparadas. La noche es dulce.
De verdad, mañana ¿qué significa mañana?


La mayoría moral, intachable y serena

(de Asuntos de delirio)

(Manuel Ramos Otero)



Usted comprenderá: yo nunca fui de los suyos.
He podido reír en una cena, aceptar un convite,
simular que estaba de acuerdo con el modo
eficaz en que han ido cuadriculando el mundo…
Ellos llaman Orden a su vida, y se ponen
palmas, insignias, construyen colegios, iglesias,
miran con respeto a las alturas jerárquicas,
emulan, engañan, se perdonan, bendicen…
Nunca fui de los suyos, pese a cierta apariencia.

* * *

Pertenezco a las afueras, al margen,
a la vida ágil y sucia que se escapa
de su red de soga. En lo que a ellos
les duele y asusta yo hallé la bondad.
Mi corazón está lejos y está lejos mi alma.
Mi camino se ha forjado en lo oscuro.
Perdonaban mi pasión y su belleza.
Si no exagerábamos, si no nos excedíamos,
estaban dispuestos a tolerarlos, liberales.
La hermosura de los muchachos les ofende.
Les irrita otra pasión, porque en la red ven
un roto grande, y les grita el vértigo.
Somos una espada sobre su cabeza.
Pirados, vividores, alevines de nada.
Hombres y muchachos en un extraño nudo.

* * *

Nunca fui de los suyos. Los odio. Los detesto.
Su vida levanta comandancia y estados.
Su vida es un cuarto de estar con aduana.
Jamás con ellos, aunque no esté seguro de mi sitio.


El viaje infinito del arte moderno

(de Asuntos de delirio)

Dicen que se quedaba en silencio.
Largas horas. En silencio.
Se llama sufrir. No es agua muerta. Un pantano
en silencio. Hay vértigos adentro.
Una sierra eléctrica, brutal, que zumba a veces.
Y no lo sé. Sufrir. Y de repente
las piernas del Idilio de Fortuny. Como voz de vida
Y hablaban interminablemente después.
¿Quién dijo la palabra motriz? ¿Qué dices cuando
dices, etc…?
Te juro que me tiene sin cuidado.
Lo que quiero es ser feliz,
solo algo más que mantenerme en pie.
¿Saber? También saber. Y joder. Y mirar cuadros.
Pero apenas nunca ocurre.
¿Hablo? ¿Digo?
Largas horas. Fatiga
Dijo: El Estado, nos están masacrando el Estado…
Y ella le miró delicadamente, anochecía:
Creo que esa luz rojiza está intentando decirnos algo.

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