viernes, 9 de agosto de 2019

Dulce et decorum est, de Wilfred Owen. Poesía de la I Guerra Mundial

I

Dulce et decorum est

Doblados como viejos mendigos bajo fardos,
entrechocando las rodillas y tosiendo como viejas,
maldecimos a través del lodo
hasta darle la espalda a las condenadas bengalas
y empezar a arrastrarnos a un descanso inalcanzable.
Los hombres marchaban dormidos. Muchos ya sin botas
cojeaban calzados de sangre. Todos patéticos, ciegos todos,
bebidos por el cansancio, sordos incluso a los silbidos
de proyectiles decepcionados que caían más atrás.
¡Gas! ¡Gas! ¡De prisa, chicos! En un éxtasis de torpeza
nos calamos zafias máscaras justo a tiempo;
pero alguno seguía pidiendo ayuda a gritos, tropezando
indeciso, como un hombre ardiendo en llamas o cal viva.
Borroso tras los vidrios empañados de la máscara
y a través de aquella verde luz espesa,
como hundido en un mar verde, lo vi ahogarse.
En todos mis sueños, ante mi vista indefensa,
se abalanza sobre mí, se atraganta, se ahoga, se apaga.
Si en algún sueño asfixiante también pudieras seguir a pie
la carreta donde lo arrojamos
y ver cómo retorcía los ojos blancos en su cara,
una cara colgante, como un diablo harto de pecado;
si pudieras oír, a cada tumbo, la espuma de sangre vomitada por pulmones podridos,
obscena como el cáncer, amarga como pus
de llagas viles e incurables en lenguas inocentes,
amigo, no contarías con tanto entusiasmo
a los niños que arden ansiosos de gloria
la vieja mentira: Dulce et decorum est
pro patria mori.​

II

Himno para una juventud condenada

¿Qué fugaces campanas hay para el ganado que va a morir?
Solo la monstruosa ira de las armas,
solo el traqueteo rápido de los rifles tartamudos
poder puede puntuar sus preces presurosas,
no hay para ellos burlas de oraciones y campanas,
ni voz alguna de duelo salvo los coros,
los estridentes y dementes coros de los obuses que gimen;
y las cornetas llamantes desde tristes condados.

¿Qué velas se pueden sostener para desearles buena ventura?
No en las manos de estos muchachos, sino en sus ojos
brillará la lumbre santa del adiós,
la palidez de las frentes de las muchachas será su mortaja;
sus flores, la ternura de las mentes silenciosas
y el lento bajar de una persiana al crepúsculo.

No hay comentarios: