Las indirectas del padre Cobos
Célebres entre agudos y entre bobos
las indirectas son del padre Cobos;
mas como habrá sin duda quien aprecie
que le declare alguno lo que fueron
las tales indirectas en su especie,
trasladóle el informe que me dieron.
Parece, pues, que había
en cierta población de Andalucía
un convento ejemplar, con un prelado,
siervo de Dios perfecto y acabado,
que de ciencia y paciencia era un portento;
por lo cual, uno a uno,
dio en irle a visitar a su convento,
sin qué ni para qué, tanto importuno,
que siempre andaba el pobre atropellado
para cumplir las reglas de su estado.
Era portero de la casa un lego,
catalán o gallego,
Cobos apellidado,
Bartolomé de nombre, alto, robusto,
de resuelto genial y un poco adusto.
Llamóle el superior, y dijo: —Mire
si puede hacer, por indirecto modo,
que esa gente comprenda
que de tanta visita me incomodo.
—Yo haré que se retire
la tal familia presto
—respondió el motilón—.
—Sí, ponga enmienda,
pero indirectamente, por supuesto.
—Fíe, padre, en el tino de Bartolo;
para indirectas, ¡ oh !, me pinto solo.
Viene al siguiente día,
madrugando solícito, un molesto.
Llama. Tilín, tilín... —Ave María.
Bartolo, sin abrir la portería,
dice al madrugador: —Hermano, trate
de ir a otro manantial que no se agote:
desde hoy ningún pegote
pruebe de mi prior el chocolate.
Oyendo el hombre la indirecta rara,
se fue, brotando bermellón su cara.
Llega un necio en seguida,
y Cobos dice : —Excuse la venida:
mientras el cargo ejerza de portero,
no entra aqui ni gandul ni majadero.
Despedido el segundo visitante,
cata el número tres. —Coja el portante
—prorrumpe el fiero Cobos— usiría:
no está bien entre monjes un espía.
Con una añadidura semejante,
y en tono proferida nada blando,
Bartolo a cada cual fué despachando;
y desde entonces al prior bendito
no perturbó en su celda ni un mosquito.
Contento el padre, y a la par confuso,
al lego preguntó : —¿ De qué manera
con aquella familia se compuso
para que así de verme desistiera?
—Fue cosa muy sencilla,
mi querido prior —Cobos repuso—;
cada quisque llevó su indirectilla,
y huyó de mí la incómoda cuadrilla.
Cuénteme las discretas expresiones,
cuya virtud a la razón los trajo.
—Les dije la verdad: "Sois un atajo
de tunos, de chismosos y de hambrones."
—¿A eso llama indirectas, en efecto?
—Yo nunca en ellas fui más circunspecto.
—Pues, hermano, mentiras o verdades,
sus indirectas son atrocidades.
Dijo bien el prior; mas como hay entes
en grado escandaloso impertinentes,
échaseles también de buena gana
tal cual indirectilla cobosiana.
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