Cuenta el sabio Tlascalán las espantosas hazañas de Hernando Cortés en su conquista de la Nueva España, y la real sucesión de los reyes castellanos desde el Casto Alfonso hasta Carlos Quinto. Hállase Bernardo en el suelo de la fuente de las Maravillas, donde, habiendo acabado un artificioso encantamento, ganado en él la famosa espada Balisarda, la hada Iberia le muestra en una sala las armas y blasones de algunos insignes linajes de España.
Así de lo profundo de su pecho
el sabio al mundo siembra maravillas,
y en la gruta retumba el corvo techo,
y oyen los héroes en doradas sillas,
que en observado signo y cercos, hecho
de luciente oro márgenes y orillas,
el feliz mirador da en sus viriles,
aun a los por nacer cuerpos sutiles.
Y él viendo el siglo por venir patente,
de superiores luces alumbrado,
vuelto un Proteo mortal, hacía presente
del que escuchaba el venidero hado,
como al rey persa y al francés valiente
de nuevas trazas amasó el cuidado,
y en su piloto ahora el rostro fijo,
así siguiendo su discurso dijo:
“Si cual te dio el antiguo Balisarte
en el francés, aguado el valor godo,
sin mezcla de otro azar supiera darte
de castellana masa el pecho todo,
ni mi voz fuera ni mis ciencias parte
a suspender de tu viaje el modo,
libre pasaras con tu intacto vuelo,
o por la humilde tierra, o por el cielo,
que la estrella de España en este mundo
en todo es superiora de otra estrella;
así los cielos en saber profundo
para más bien lo dispusieron de ella:
del rubio oro el feliz parto fecundo,
y de luciente plata blanca pella,
ahora recoge, guarda y desentraña,
para, en cambio de fe, ofrecello a España.
Cuando tu patria en nuevas opiniones
la religión verá que ahora profesa,
y en la fe sospechosa y sus razones
muchas confesará que hoy no confiesa;
de España los católicos pendones,
y el primer Papa en ellos por empresa,
en señal que es el agua de su fuente,
a dar luz bajarán a nuestra gente,
Compraremos entonces (¡cosa extraña!)
el cielo con la escoria de la tierra,
el desengaño y luz con lo que engaña,
la eterna paz con la mudable guerra:
daremos plata humilde y oro a España
por la divina religión que encierra,
como en limpio granero, que es mancilla
sembrar, si no está limpia la semilla.
Y si deseáis a estos ocultos casos
la estampa ver de su mudable idea,
y los eternos encubiertos pasos
por donde el cielo su girar voltea,
si de lo por venir bultos escasos
ver deseáis, y hay vista que los vea,
oíd héroes de otro mundo, oíd, que quiero
al presente sacar el venidero.
Al mudable cristal de esta laguna,
del polo helado y su encubierta gente,
domando en riendas de oro la Fortuna,
otro tiempo bajó un pueblo valiente;
rindió incultas naciones, que ninguna
fiel tributo negó a su Rey potente,
y él en victorias y poder ufano
leyes dio al nuevo mundo de su mano.
Y aunque de mar a mar la estrecha tierra
con armas tiene su furor turbada,
con quien más ciego enojo y firme guerra
el rigor trae de la ambición trabada,
es con la que a las faldas de esta sierra,
ahora en pomposas plumas señalada,
con ancho baile y músicas celebra
del ya domado ardor la primer quiebra.
Es la hidalga nación que a las vertientes
de Tlascala por mía heredó el cielo,
y a estas feroces extranjeras gentes
el más contrario y enemigo suelo:
y, aunque en sangrientas lides diferentes
victorias les ganó de la honra el celo,
de su tesón y aliento belicoso
nunca hora hemos gozado de reposo.
Hubiera a su pomposa vanagloria
sin mí rendido el cuello el pueblo mío,
y en triste servidumbre a su victoria
las riendas diera del vencido brío:
mas yo, que al siglo por venir notoria
miro la gran revolución, confío
que han de dar las estrellas libre el paso
a la luz de su oriente en vuestro ocaso.
Y no solo inviolables sus mojones
hará esto a las edades venideras,
mas aún los mexicanos escuadrones
cuando al mundo asombraren sus banderas,
y a su tremolar tiemblen las naciones
que de ambos mares ciñen las riberas,
y sea de su ambiciosa monarquía
la tierra toda en que se entierra el día.
Entonces mi constante pueblo altivo,
sin nunca ver de espaldas la Fortuna,
la verde junza en ademán esquivo
y el cerco ha de asombrar de su laguna:
cuando ya llegue al colmo fugitivo.
de su prosperidad la llena Luna,
y a un rey sañudo que su cetro tenga
del rubio sol a verle un hijo venga.
Ya allí de un mundo y otro las estrellas
el curso trocarán de su corriente,
y a los peñascos de estas playas bellas
nueva vendrá desconocida gente.
Ya veo sus naos llegar, ya veo sobre ellas
los timbres de oro y armas del Oriente,
ya a sus invictos capitanes veo
de una alta cruz labrar feliz trofeo.
Ya de un Cortés caudillo el pecho honroso
premio a mis ricas esperanzas siento,
y la gloria del hecho más famoso
que caber pudo en cuerdo atrevimiento:
insigne hazaña de ánimo brïoso
será dar velas al mudable viento,
y embestir bravo desde el mar profundo
con un tasado campo los de un mundo.
Barrenar de su flota el frágil leño
y allí sacrificarse a su cuidado,
como quien se hace indubitable dueño
de este occidental mundo, hecho fue osado.
¡Bella osadía! Con campo tan pequeño
quererse quedar solo y desarmado,
en medio de enemigos tan esquivos,
que se suelen comer los hombres vivos.
Mas la heroica hazaña, en quien se agota
el largo discurrir del seso humano,
mayor que armar ni barrenar la flota,
ni a dar asalto al reino mexicano,
será, entre un pueblo inculto y gente ignota,
con fuerza humilde y desarmada mano,
su monarca prender, ceñirle hierros,
y castigar en él fingidos yerros.
Grande será prender un enemigo,
que de mortal envidia el pecho lleno
a estorbarle vendrá, y él por testigo
le tomará, y por suyo el campo ajeno.
Mas ni esto ni el abrir ciego postigo
al mexicano pantanoso cieno
con bergantines y chalupas puestas
de diez mil hombres en las corvas cuestas,
ni otro ni otro furor, ni todo junto
de esta hazaña iguala el fundamento,
que las demás con ella caen de punto,
y ella vencido deja el pensamiento:
serán las otras suyas contrapunto
de amasados ejércitos sin cuento,
de que saldrán estas montañas llenas
por ver tal prisionero en sus cadenas.
Mas humillar con nombre preso
la imperial majestad, mudarle casa,
sitiarle guardas, fulminar proceso,
y en su libre vivir ponerle tasa,
¿qué huésped se arrojara a tanto exceso
con suceso feliz, que excede y pasa
a los que en arduos hechos por famosos
el mundo estatuas levantó y colosos?
Pues de este mis invictos tlascaltecas
favor serán, y tomarán amparo
y a sombra suya oirán sus playas huecas
mi nombre más que sus cristales claro,
y del abrigo de estas cumbres secas
que hoy de muros me sirven y reparo,
las banderas saldrán, saldrá el castigo
de este tirano pueblo, mi enemigo.
y voz de
Y no tardará el cielo en dar la vuelta
al exe eterno en que se mueve el hado,
y esta tragedia en lágrimas envuelta
al teatro salir acostumbrado,
Mas que Fortuna, de una vez resuelta,
alegre a España vuelva el rostro airado,
y ella de limpia con sangrienta guerra
de las horruras de África su tierra.
De reyes siete cuadros mira el cielo,
que tras el rico bien de esta esperanza,
los ríos harán del agraviado suelo
correr morisca sangre en su venganza:
al grave Alfonso, cuyo casto celo
a lo temido iguala de su lanza,
y de los riscos ásperos de Asturias
de Francia enfrena y de África las furias.
Sucederá un valiente Don Ramiro,
de un santo hebreo valido, que en Galicia
sepulcro oculto tiene, y un suspiro
suyo le hará soldado en su milicia;
cuya sangrienta espada inmortal miro
en los ilustres pechos que acaricia
la noble España, dando su denuedo
honra al cristiano y al pagano miedo.
Oirá Clavijo en fiesta milagrosa
el santo voto que al Patrón divino
Castilla hará cuando su espada honrosa
al campo moro llueva un mar sanguino.
Y luego Ordoño, en lanza belicosa,
por la Gascuña estrago repentino,
y en los rendidos páramos de Soria
y Salamanca eterna su memoria.
El Magno Alfonso, de este Ordoño hijo,
entrará al reino y en sangrientas manos,
porque no vean su pompa y regocijo
los ojos sacará a sus tres hermanos.
Dará de azules peñas cerco fijo
a los deshechos muros zamoranos,
cuando sus hijos con orgullo altivo
el cetro romperán del padre vivo.
Hará la inobediencia de García
reino suyo y guerra al pueblo moro
con tasadas victorias, hasta el día
que a la muerte avasalle el cetro de oro.
Vendrá Ordoño, que al padre la osadía
también heredará como el tesoro,
si algo sus hechos ínclitos no humilla
la muerte de los condes de Castilla.
Como en venganza suya, el cruel hermano
Froila quitará el reino a sus sobrinos,
y en nobles pechos con rigor tirano
furioso hará sangrientos desatinos:
desmembrarase el reino castellano,
y al gobierno pondrá jueces divinos,
quedándose el sangriento rey cubierto
de áspera lepra por sus culpas muerto.
Seguirle ha Alfonso, de imprudencias ciego,
y de indiscreto celo arrebatado.
Renunciará en su hermano el cetro, y luego
le pesará de haberlo renunciado.
Mas Ramiro, hecho rey, aunque por ruego,
cegarle ha, ya del reino apoderado,
que no ha menester ojos, luz ni día,
quien pudo y no miró lo que hacía.
Será famoso rey, pondrá en prisiones
a Almanzor y a los hijos de Früela,
y en Simancas los bárbaros pendones
en que el poder de Arabia y Libia vuela.
Degollará sus mauros escuadrones
y, en cuidadosa y vigilante vela,
cuatro lustros verá. Y luego el prudente
Ordoño heredará su reino y gente.
Tendrá sangrientas guerras con su hermano,
que ha de alterar el reino la codicia,
a Lisboa saqueará su invicta mano,
y el brío y furia enfrenará a Galicia.
Sucederle ha don Sancho el Gordo, ufano
en gobernar de España la milicia,
y hará en ley nueva y público estatuto
libres las nobles casas de tributo.
Volaranle a Castilla el homenaje
de un libre azor las alas, y un caballo
hará de paz a Córdoba un vïaje,
y alzarse ha rey un sin lealtad vasallo.
Sudará fuego el mar entre un celaje,
y saldrá un traidor conde a regalallo
con frutas, de que ya morir le miro,
y sucederle el niño Don Ramiro.
Por estos siglos, bárbaros normandos
en Galicia harán gruesas entradas,
y los moriscos cordobeses bandos
del reino en las fronteras descuidadas
y con ley nueva y rigurosos mandos,
a las mozarbes gentes baptizadas
su Dios querrá que dejen o las vidas,
ya por su amor ganadas de perdidas.
Alzarse ha con Galicia Don Bermudo,
y el descuido del rey será de modo,
que, con su muerte, el que él deshacer pudo,
señor quede absoluto y rey de todo.
Será de alma prudente y seso agudo,
y en desgracias igual al postrer godo,
cuyo tierno deleite y gustos vanos
sin pies le harán y le atarán las manos.
Será dueño Almanzor de sus vitorias,
y en costoso aparato y triunfo de ellas,
del hueco y firme bronce hará memorias
que su honra alumbre a su mezquita en ellas.
Suyas serán las trágicas historias
de los infantes siete, o siete estrellas,
de la sangre de Lara, y la que baña
del sitiado León la alta montaña.
Sucederle ha su hijo Alfonso el Quinto,
que asombrará de Córdoba los muros,
y sus reyes con oro en sangre tinto
a su ira comprarán breves seguros.
Dará en su Corte un bello laberinto
de argamasados mármoles obscuros.
Mas en Viseo una infeliz herida
quitará al reino el rey y al rey la vida.
Vendrá tras él el último Bermudo,
que, muerto de Carrión en las riberas,
de Castilla y León se dará un ñudo
que en mil edades dure venideras.
Matará su cuñado, al que no pudo
la ardiente Arabia y sus legiones fieras,
sentándose Fernando así en la silla
primera de León y de Castilla.
Será este rey en ánimo y grandeza
un Pompeyo segundo, y el primero
que al noble Cid honrare la braveza
y arnés le armare de bruñido acero:
humillarle ha Toledo su cabeza,
y serle ha de Sevilla el rey pechero,
llevando hasta León su pueblo moro
al gran doctor Isidro en andas de oro.
Florecerá en su alegre edad la santa
Casilda de Toledo, infanta bella;
mas ya tanta grandeza y dicha tanta
a su ambicioso hermano enfadó el vella,
y contra él de Navarra baja cuanta
marcial potencia tiene y rige en ella,
sin que halle su pasión otro concierto,
que de heredar el campo al uno muerto.
Pondrá el río Ebro el vencedor Fernando
por lindero a Navarra y a Castilla,
y del romano imperio al grave mando
libre, cual lo es, su castellana silla.
Mas ya al general término llegando
con poco acuerdo dejará en rencilla
tres hijos reyes, que es a toda cuenta
la compañía del reinar sangrienta.
Castilla del valiente Sancho y luego
León de Alfonso y de García Galicia,
ninguno el reino gozará en sosiego,
que es glotona de reinos la codicia:
huirá a Toledo Alfonso, y el gallego
aun le enterrara preso la avaricia,
y Vellido en el muro zamorano
al uno vengará y al otro hermano.
Volverá el bravo Alfonso del destierro
a ser universal señor de cuanto
su anciano padre dividió por yerro,
y, junto en él el uno y otro llanto,
escalará triunfante el sacro cerro.
que Tajo lava y enriquece tanto,
dando a su ilustre alcázar de su mano
al castellano Cid por castellano.
Mas la instable Fortuna, en recompensa
de mil victorias, con faltarle en una,
feudo de todas cobrará, que piensa
que sin estas mudanzas no es Fortuna.
Y su santo heredero en nube densa,
de armas rendido a la africana luna,
de la fuente de Uclés en el desierto
quedará, a vueltas de otros muertos, muerto,
Dará una hija a Enrique, hijo segundo
del conde Lotoringa, hecha duquesa
del fértil suelo, donde el mar profundo
el remate de España lava y besa;
de cuya insigne fuente un río fecundo
de real sangre tendrá la portuguesa,
hasta que acabe en África, en el día
que vuelva a ser de España monarquía.
A este dichoso siglo venidero
la religión templaria militante,
de limpio armada y de cristiano acero,
por luz del mundo nacerá en levante.
Verá el Rey de sus días el postrero,
y Alfonso de Aragón vendrá triunfante
por invicto monarca, que en Castilla
de cinco ensalzará sola una silla.
Será su emperador, será su espada
de España muro y del morisco espanto,
y en veinte y ocho batallas barnizada
tantos triunfos tendrá del cielo santo.
Dará a la libre reina ocasionada
del rico patrio suelo el rojo manto,
y, tras su libertad Alfonso el Bravo
vendrá, aunque sin segundo, a ser octavo.
De España emperador, cuyos vasallos
el de Aragón serán y el de Navarra,
y del vándalo Betis cien caballos
en su carroza real, tropa bizarra:
(suerte humana) que al tiempo de gozallos
por cama en la Fresneda una pizarra
del muradal rigor dará el camino
el alma al cielo, el cuerpo a un pardo espino.
Cuando tras de él, de Sancho el Deseado
vida у virtud se volará en deseo,
pues de un año de reino, y mal logrado,
Cortarle el hilo ya la Parca veo.
Dejará un tierno niño encomendado
de Castro a la lealtad y ella el empleo
de su príncipe, reino y señorío
salvos conservará del rey su tío.
A Ávila el niño huirá de Soria,
que en rico alcázar le tendrá seguro
hasta cobrar su reino, y con victoria
libre salir del abulense muro.
Mas de África el orgullo y vanagloria
sus fuerzas veo juntar desde el obscuro
nacimiento del Nilo hasta donde
Atlas el día en su arboleda esconde.
Y con el apartado garamante,
etiope adusto y árabe ligero
por Castilla entrará y saldrá triunfante
de Alarcos todo el mauritano acero,
bien que en Tolosa el bárbaro pujante
de las Navas poblado el campo entero
de muertos dejará, cuyos millares
de un ciento y de otro ciento serán pares.
Fundará, porque al mundo se publique,
de las Huelgas de Burgos la grandeza,
y allí, enterrado el mal logrado Enrique,
de España y su valor será cabeza.
Gobernará a prudencia de un Manrique,
gozará de Malfada la belleza
y de un golpe una teja desmentida
al caer malogrará su tierna vida.
Soldará este dolor Fernando el Santo,
en cuyo reino y siglo venturoso
ni hambre ni peste habrá, ni azar ni llanto,
ni guerra en que no salga vitorioso:
Córdoba será suya y será cuanto
del claro Betis riega el curso hermoso,
restituyendo en hombros de cautivos
del bronce de Almanzor los sones vivos.
Hará suya a Jaén, Murcia y Sevilla,
y tributario el reino de Granada,
y al cetro de León y de Castilla
eterno nudo e inmortal lazada.
Ilustrará con santidad sencilla
Domingo su real sangre, y la abrasada
cueva del monte Alberno y sus espantos,
que hay también siglos que producen santos.
Llevará a Salamanca de Palencia
las letras que la harán rica y florida,
seguirle ha su hijo Alfonso, a quien la ciencia
de los astros promete inmortal vida.
Y, aunque Rey sabio, mucha suficiencia
suele sin humildad verse perdida,
que del saber el moderado freno
al bueno hace mejor, y al malo bueno.
Con hija de un rey santo, en cuyo escudo
un bello cielo azul tres lirios baña,
en retrograda estrella y día desnudo
de la real Majestad y no de saña,
con soberana pompa en santo ñudo
el príncipe ligar hará de España,
cuyas dos plantas por violentas leyes
duques darán al mundo en vez de reyes.
Compondrá el astronómico secreto
de las tablas y leyes del juzgado,
de Roma emperador se verá eleto,
y de uno y otro cetro despojado,
que el ambicioso Sancho sin respeto
contra el incauto padre rebelado
se ha de quedar con la usurpada silla,
y el despojado rey muerto en Sevilla.
Alcanzarle han las graves maldiciones
del sabio rey al hijo inobediente,
con que en guerras será y en disensiones
de su ambicioso reino la corriente:
entrará en heredadas turbaciones
un niño rey, que, en ánimo imprudente,
de dos vasallos morirá emplazado,
o por su grave culpa o su cuidado.
Quedará niño Alfonso el Justiciero,
último de los reyes de este nombre,
y el alterado reino edad de acero
será, en guerra civil que al mundo asombre.
Ávila sola con feliz agüero
de leal conservará el primer renombre,
siendo en su fiel custodia real brinquiño,
cual ya otra vez lo fue de otro rey niño.
Al bravo Alboacén, rey de Marruecos,
contra él veo ya alterar la Libia ardiente,
y resonar por los peñascos huecos
del sordo mar su innumerable gente,
tal, que aún me asombran los quebrados ecos
del infiel campo adonde veo presente
la africana potencia y mortal rabia
que hay desde el mar Océano al de Arabia.
Todo este campo bárbaro, amasado
de diversas provincias y escuadrones,
por vengar un Infante mal logrado
blandos dará en su sangre los terrones
de Tarifa y, volcando el río salado
destrozados arneses y pendones,
correrá al mar y llevará el tributo
de maura sangre y de africano luto.
Después ganar en cerco veo prolijo
de la firme Tarifa las almenas
y las de Gibraltar constante y fijo
de llanto dejará y de luto llenas.
Entrará al reino su soberbio hijo
Don Pedro, tierno joven; mas, apenas
el real cetro empuñará en la mano,
cuando descubra su ánimo inhumano.
Habrá una gran mudanza en las noblezas
de estos crecientes siglos y menguantes,
alzando unos fantásticas cabezas
y humillando otros las que alzaban antes;
será un Nerón en abrasar grandezas
y destrüir sujetos importantes,
lavando en sangre sus impuras manos
de parientes, mujer, madre y hermanos.
Hasta que al fin el cielo por castigo
de su cruel pecho y corazón tirano
abrazado le ponga a su enemigo
en lucha horrible de uno y otro hermano,
donde el dichoso Enrique por testigo
dirá el puñal en su sangrienta mano,
que ni es ni fue al presente desconcierto
Caín el vivo, porque lo es el muerto.
Triunfará el fratricida rey afable,
de ánimo ilustre y nobles condiciones,
en vista alegre, en compostura amable,
y en mercedes magnánimo y razones,
bien que de la fortuna varïable
el fin verá de sus mudables dones,
que con veneno el cielo soberano
ya vengar determina al muerto hermano.
En datiladas flores de un coturno
berberisco la muerte irá argentada,
luego que del periodo de Saturno
la media vuelta de su edad dorada:
morirá al fin el Rey, tocará el turno
del cetro de oro y la diadema amada
al primer Juan, que, por templado y grave
la majestad pesada hará süave.
Pondrá el noble distrito de Vizcaya
en su real corona timbre altivo,
y un rey armenio a su española playa
del llano Egipto bajará cautivo,
romperá fiero a Portugal la raya,
mas volverle ha Fortuna el rostro esquivo
de su ejército haciendo y de su flota
el inmortal blasón de Aljubarrota.
Y su temprana muerte a las riberas
del desgraciado Henares, a caballo
con los diestros farfanes de las fieras
naciones libias subirá a buscallo.
Mas ya de su hijo Enrique veo las veras
que temello harán y respetallo,
cuando en Burgos, temblando ante su silla,
la grandeza se arroje de Castilla.
Y de su alcázar el dorado techo
tan trocado le veo el rostro humano,
que en trono de oro ponga al de más pecho
temor la ardiente espada de su mano;
y en el pueblo feliz por Hispal hecho
en castigos será un nuevo Trajano,
más la aleve punzada de un veneno
junto robará al mundo tanto bueno.
El segundo Don Juan, rey justiciero,
a este sucederá desde la cuna,
que como único sol hará severo
crecer у descrecer la altiva Luna:
y el cuarto Enrique, nieto del tercero,
tras él vendrá con desigual fortuna,
que toda se guardó a su heroica hermana,
más que el sol bella y que la aurora ufana.
Yo digo de Isabel, por quien Fernando
el reino de Aragón dará a Castilla,
y ambos, deshecho ya el morisco bando,
del todo limpia su española silla:
y por tan santos medios acribando
el cielo su católica semilla,
su luz abrirá el alba a nuestra gente,
y el sol dará en los mundos del poniente.
Hará volar con soberanos fines
del ligurio Colón los pensamientos,
que, mudando los hombres en delfines,
domará el mar y enfrenará los vientos;
y, llegando a las playas y confines
que a este incógnito mundo dan cimientos,
alegres viendo su encubierta gente,
de ella cargados volverán a oriente.
Veranse entonces las estrellas fijas
que, por la rueda de Ixión clavadas,
al Antártico dan vueltas prolijas,
y con la nieve suben escarchadas:
y la fortuna y fama, nobles hijas
del trabajo y virtud, a un yugo atadas,
de honra y riqueza afeitarán sus teces,
deidades que se juntan raras veces.
Volverá a renacer el siglo de oro,
con el que sudará el suelo fecundo,
y de sus ricas naves el tesoro
gemir el golfo hará del mar profundo:
y estos dioses sin alma que hoy adoro
piedra a ser volverán en nuestro mundo,
y en el suyo las nuevas maravillas
nuevos asombros parirá el oíllas.
Ya el prudente Colón blanca paloma
pronosticó de paz a nuestra guerra;
la impresa de añadir a España toma
del nuevo mundo la encubierta tierra.
¡Oh alma siempre feliz, preciosa poma
de la luz santa que el morir destierra,
nazca ya de tu honor el rayo ardiente,
que la aurora ha de ser de nuestro oriente!
Dé vuelta a su dichoso curso el cielo,
y el vasto mar sus crespos golfos rinda,
para que alumbre de su lustre el vuelo
la gente que ahora con la noche alinda:
digno fervor de aquel heroico celo
que a tu alma santos pensamientos brinda
de dar al furor del mar profundo
y a Castilla y León un nuevo mundo.
Bien tu valor y autoridad merece
silla entre reyes y en los cielos silla,
crezca tu nombre, crezca cual florece
con mayo el mundo, con tu honor Castilla;
que el signo que a tu estrella favorece,
si a corta sucesión su curso humilla,
en nuevo lustre y voz de inmortal gloria
el blasón crecerá de tu memoria.
Cuando ya en suspensión de largos años,
vacía de sucesión tu ilustre casa,
de avara ingratitud llore los daños,
larga en el merecer y en premio escasa,
pues (dando al natural y a los extraños,
las venas que tú hallaste, oro sin tasa),
tu real grandeza te darán ceñida
de un breve estado a la porción medida.
Entonces, pues, el cielo soberano
con nuevo crecimiento y gloria nueva,
un Príncipe ha de darte de su mano
para quien todas sus crecientes lleva.
Si has de ganar un rico mundo ufano,
si harás que a tu inmortal valor se deba
cuanto tesoro da y reparte España
por su invencible gente y por la extraña,
si has de domar el mar, si has de ver hecho
de nueva luz el contrapuesto polo,
si al corto seno de un bajel estrecho
más oro has de añadir que alumbra Apolo;
si al gran mundo en que queda el día deshecho
la antes cerrada puerta has de abrir solo
y dar a Europa la encubierta gente,
que ahora las sombras guarda del poniente:
todo es en rica fe de labrar casa:
a este gran sucesor de tu grandeza,
en quien fortuna lloverá sin tasa
los bienes que antes daba con pereza:
si en ti la sucesión se cortó escasa,
la corona ducal de su cabeza
pródiga de honra hará en parto fecundo
de eterno curso tu memoria al mundo.
Este es quien juntará al grabado peso
del mundo, que adornar tus armas pudo
de la casa de Córdoba el Rey preso,
y de Toledo el jaquelado escudo:
las bandas de Aragón, y del suceso
de Orique el real cuartel, precioso nudo,
con las diez torres que orlan las esquinas
a las invictas portuguesas quinas.
De estos reales blasones reservados
a tu creciente esfera, el tiempo envía
el gran premio debido a tus cuidados,
que otro inferior a deuda tal sería;
y en Don Nuño Colón resucitados
los bienes que tu heroico aliento cría,
será de honra española ardiente fragua,
Gran Almirante y Duque de Veragua.
Marqués de la encubierta Jamaïca,
en preciosas maderas eminente,
de ricos pastos y metales rica,
si bien de ociosa y descuidada gente;
en cuyos gruesos campos multiplica
al mundo por venir, oro luciente,
que ahora por las riberas de Caguaya
forma en cercos de luz lustrosa raya.
Aquí también, si el arco de la esfera
incierta luz no llueve a mi memoria,
el sacro pastoral báculo espera
al que yo autor espero de esta historia:
allí en sombras de eterna primavera,
mientras tu fama al mundo hace notoria,
en esperanzas de mayores bienes
preciosa mitra ceñirá sus sienes.
Ya del claro Genil la fértil vega,
de sangre llena у de espantosas lides,
a quien ni Troya, Tebas, ni Argos llega
ni en sus batallas Héctores y Alcides,
entre el cristal que sus arenas riega,
las rojas cruces de sus brazos Cides,
en vitoriosas lanzas por las cumbres
de sus almenas formarán vislumbres
Cuando de nuestro mundo las señales
por timbres campearán de su vitoria,
y de estos encubiertos arenales,
que al día hurtan la luz, harán memoria:
mas no luego en colunas de cristales
del plus ultra a volar saldrá la gloria,
hasta que de Austria y Recaredo juntas
las sangres pongan sobre el sol sus puntas.
En una bella Juana, ilustre hija
de Isabel y Fernando, ordena el cielo
unión a estas heroicas sangres fija,
y a la fama en su fruto inmortal vuelo:
un sol que al mundo dé en vuelta prolija
lumbre y amor, honor y miedo al suelo,
y a su ley santa en riendas de oro atilde
al soberbio alemán y al indio humilde.
Y así en real pompa de su entrada al mundo
la fortuna feliz ordena el modo,
que, añadiendo al primero este segundo,
invicto nazca Emperador de todo:
y sin que espanten ya del mar profundo
los anchos golfos su estandarte godo,
la vuelta dé por cuanto gira en torno
del día la luz, de la fortuna el torno."
Así el sabio en los senos de su cueva
los hados por venir descubre a España,
y en potentes retratos y en voz nueva
el curso teje de su vuelta extraña;
y en reforzada voz cuanto da y lleva
del tiempo el vuelo con que al mundo engaña
hacer quería presente, y con suave
vuelta a las suyas destorcer la llave.
Cuando en trueno confuso y rayo ardiente
la máquina gimió del monte horrendo,
y la gruta capaz de oro luciente
al centro pareció bajar huyendo:
ahora del mundo la deidad prudente,
que a su gobierno asiste, el ronco estruendo
diese, agraviada en ver vuelta una masa
de clara luz las sombras de su casa:
o sea , si ya no es esto lo más cierto,
que el sabio Malgesí con nuevo engaño
de oculto signo, o círculo encubierto,
del aire hiciese el movimiento extraño:
y, dejando al contrario mago muerto,
libre huyese del pasado daño
por las cavernas, o que el monte ciego
roto se ardiese en invencible fuego.
Como tal vez del rayo la violencia,
que a la alta torre de un alcázar baja,
si el duro jaspe en firme resistencia
su vuelo impide, sus murallas raja,
hunde los techos de oro sin clemencia,
los frisos rompe, el mármol desencaja,
y en ricas sillas de marfil sentados
los graves reyes quedan desmayados;
tal ruido se oyó, tal en un punto
el suelo dio en terrible terremoto
tristes gemidos, resonando junto
el yerto monte y el vecino soto:
y el súbito estallido fiel trasunto
de un mundo fue descuadernado y roto,
cuando el quebrado cielo en fuego ardiente
la tierra hará carbón y arder su gente.
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