viernes, 2 de noviembre de 2012

Eurípides, Medea. La condición de la mujer.


MEDEA (Desde el interior de la casa). ¡Ay!
¡Desgraciada de mí, qué infeliz, qué dolor!
¡Ay, ay, ay! ¡Ay de mí! ¿Cómo puedo morir?

NODRIZA

Ahí tenéis, hijos míos, iracunda está ya
vuestra madre, pues el dolor trastornó su índole.
Corred cuanto antes a casa y allí entrad,
no os pongáis cerca de ella, que no os pueda ver,
no acercaos y tened mucho cuidado
con el fiero talante y atroz natural de su mente cruel.
¡Vamos, pues, rápido, pasad aquí dentro!

(El pedagogo entra con los niños en el interior de la casa.)

Se ve bien que esa nube que empieza a surgir,
cargada de lamentos, muy pronto va a arder
estallando en más fuerte pasión. ¿Qué irá a hacer
ese carácter que el mal ha mordido
y en que hay un orgullo muy grande y tenaz?

MEDEA (Desde el interior.) ¡Ay, ay!
¡Sufro, mísera, sufro, tormentos sin fin!
¡Vuestro padre y la casa con él!

NODRIZA

¡Ayayay! ¡Ayayay, desdichada de mí!  
¿Qué culpa existe en los hijos, qué tienen que ver ellos
con las faltas del padre? ¿Los odias? ¿Por qué?
Temo, niños, y siento que vais a sufrir;
es terrible el antojo de un rey que el servir
no conoce, sino sólo el constante mandar,
y duros resultan sus cambios de humor.
Avezarse a vivir siempre igual es mejor
y por lo menos a mí me toque envejecer
sin grandeza, pero estando en seguro lugar.
Ya las cosas medianas, con sólo decir
su nombre, resultan deseables y son
preferibles en su uso a las excesivas, que no
se muestran oportunas jamás al mortal,
sino más desastres a una casa, si atacan
las iras de un dios, eso dan.

(Entra el coro, formado por quince mujeres de Corinto.)

CORO

Escucho sus gemidos y lamentos,
sus agudos clamores lastimeros,
contra el esposo que su lecho infama;
invoca, sintiéndose ofendida,
a Temis,  guardiana de los votos que hizo
de surcar de noche la onda salada
hasta la Hélade opuesta, llave del gran mar. (Medea sale a escena y se dirige al coro.)

MEDEA

¡Oh, mujeres corintias! Salgo de casa para que
no me hagáis reproches; pues, mientras sé que muchos
hombres, tanto íntima como públicamente
se muestran asaz orgullosos, a otros su vivir tranquilo
hace pasar por indolentes. Pues no son siempre justos
los ojos de la gente y hay quien, no conociendo bien
el interior del prójimo, lo contempla con odio, sin mediar ofensa alguna.
Si debe el extranjero cumplir con la ciudad,
no alabo al natural que, amargo y altanero,
se muestra con ellos con falta de tacto.
A mí este suceso, que vino inesperado,
me ha destrozado el ánimo: perdida estoy, no tengo
ya apego a la vida; quiero morir, amigas.
Porque mi esposo, que era todo para mí, como
él muy bien sabe, ha resultado ser el peor de los hombres.
De todas las criaturas que tienen mente y alma  
no hay especie más desgraciada que la de las mujeres.
Primero han de acopiar dinero con que compren
un marido que en amo se torne de sus cuerpos,
lo cual es ya la cosa más dolorosa que hay.
Y en ello es fundamental el hecho de que sea
buena o mala la compra, porque el divorcio
no es honroso para las mujeres ni rehuir al cónyuge.
Llega, pues, una a nuevos usos y debe
trocarse en adivina, pues no aprendió nada de soltera
sobre  cómo con su esposo comportarse.
Si, tras tantos esfuerzos, se aviene el hombre y no protesta
contra el yugo, vida envidiable es; pero, si tal no ocurre,
morirse vale más. El marido, si se aburre de estar
con la familia, en la calle al fastidio de su humor pone fin;
nosotras, a nadie más a quien mirar tenemos.
¡Y dicen que vivimos en casa una existencia
segura, mientras con la lanza combaten!
Sin razón empero: tres veces preferiría yo formar
con el escudo, antes que parir una sola.
Pero a mí no me cuadra el mismo lenguaje que a ti:
tú tienes esta ciudad, la casa de tus padres,
los goces de la vida, el trato con los amigos,
y, por el contrario, yo padezco el ultraje de mi esposo,
que de mi tierra bárbara me raptó, abandonada, sin patria,
madre, hermanos ni parientes en los cuales
pudiera echar ancla frente a tamaño infortunio.

lunes, 29 de octubre de 2012

De Jerónimo Bermúdez, siglo XVI


       ¡Cuánto más libre, cuánto más seguro 
es el estado que, de sí contento, 
no se levanta más de lo que huye 
        grande miseria! 
  Tristes pobrezas nadie las desee, 
ciegas riquezas nadie las procure: 
la bienaventuranza de esta vida 
         es una medianía. 
  Príncipes, reyes y monarcas sumos: 
sobre nosotros vuestros pies tenéis; 
sobre vosotros la crüel Fortuna 
         tiene los suyos. 
  Sopla en los altos montes más el viento, 
los más crecidos árboles derriba, 
rompe también las más hinchadas velas 
        la tramontana; 
  pompas y vientos, títulos hinchados 
no dan descanso más ni más dulzura; 
antes más cansan y más sueño quitan 
          al que los ama. 
  Como sosiegan en el mar las ondas, 
así sosiegan estos pechos llenos, 
nunca quietos, nunca satisfechos, 
        nunca seguros. 
   Si la fortuna yo cortar pudiese 
a la medida del deseo, nunca 
querría más que asegurar la vida 
        de menesteres. 
   Quien más desea las más veces se halla 
triste y burlado; pocas veces duerme; 
el fuego teme, vientos, aires, sombras, 
       teme los hombres. 
  Rey Don Alonso, ¿por qué no te gozas 
de ese tu cetro? ¿Por qué esa corona 
pesada llamas? El peso del alma 
         ¿tanto te aflige? 

sábado, 20 de octubre de 2012

Salmo XXIII


El Señor es mi pastor, nada me falta.
En prados de hierba fresca me hace reposar,
me conduce junto a fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el camino justo,
haciendo honor a su Nombre.
Aunque pase por un valle tenebroso,
ningún mal temeré,
porque Tú estás conmigo.
Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
Me preparas un banquete
frente a mis enemigos,
perfumas con ungüento mi cabeza
y mi copa rebosa.
Tu amor y tu bondad me acompañan
todos los días de mi vida;
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

martes, 3 de julio de 2012

Pobre y desnuda vas, Filosofía, F. Petrarca




   Gula y sueño y plumas llenas de ocio 

han expulsado toda virtud del mundo,  
y por ello ha dejado casi su cauce  
nuestra naturaleza, derrotada por el hábito;  
    tan apagada permanece toda luz benigna  
del cielo por la que se da forma a la vida humana,  
que como algo admirable se señala  
a quien quiere hacer brotar del Helicón un río. 
    ¿Quién ansía laurel? ¿Quién el mirto...?  
"Pobre y desnuda vas, Filosofía",  
dice el vulgo, sólo interesado en el vil provecho.  
    Pocos compañeros alcanzarás por el otro camino;  
pero tanto más te ruego, espíritu gentil,  
no abandones tu magnánima empresa.



La gola e'l somno et l'otïose piume 
ànno del mondo ogni vertù sbandita,
ond'è dal corso suo quasi smarrita
nostra natura, vinta dal costume;
et è sì spento ogni benigno lume
del ciel, per cui s'informa humana vita,
che per cosa mirabile s'addita
chi vòl far d'Elicona nascer fiume.
Qual vaghezza di lauro? qual di mirto?
"Povera et nuda vai, philosophia",
dice la turba al vil guadagno intesa.
Pochi compagni avrai per l'altra via;
tanto ti prego più, gentile spirto,
non lasar la magnanima tua impresa.

sábado, 30 de junio de 2012

Soneto a Celia Gámez de Agustín de Foxá


A Celia Gámez

Tú, que naciste en las porteñas hampas
y del amor conoces los oficios,
hermosa zorra de las anchas pampas
que enamoras marqueses pontificios.

Tú, que cantas esos tangos con ojeras
repletos de memeces argentinas,
y hablando con duquesas tortilleras
confundes las Meninas con mininas.

Los prognatas toreros que complicas
por ti se tornan en babosos toros;
vas al teatro con señoras ricas,

y estrenas obras con cretinos coros
escritas para ti por los maricas
que sueñan con los culos de los moros.

lunes, 28 de mayo de 2012

The House By the Side of the Road, de Sam Walter Foss


Sam Walter Foss

La casa a la vera del camino

Hay almas ermitañas que viven retiradas 
en la paz de su propio contenido. 
Hay almas lejanas como estrellas anejas al firmamento.
Hay almas pioneras cuyo fuego sigue veredas 
hacia donde nunca llegaron los caminos; 
pero, a mí, dejadme vivir en la casa junto al camino,
y ser un hombre para el hombre.

Quiero vivir en una casa al lado del camino
por donde toda clase de hombre pasa,
buenos y malos,
tan buenos y tan malos como yo.
No quiero sentarme en la silla del burlón
ni con cinismo verlos pasar;
quiero habitar en una casa junto al camino
y ser amigo de la gente.

Observo en casa junto al camino,
junto al camino de la vida,
a hombres apresurados por el fuego de la esperanza
y a hombres débiles luchando;
pero no me aparto de sus sonrisas ni sus lágrimas,
partes ambas del plan infinito:
quiero vivir en mi casa junto al camino
y amistar con la gente.

Sé que hay arroyos, pastos alegres adelante
y montañas de fragosas alturas;
que el camino pasa a través de una larga tarde
y más allá hasta la noche;
pero, aún así, me alegro
cuando los viajeros se regocijan
y lloro con los forasteros que gimen;
aun cuando no vivan en mi casa junto al camino,
ni sean mis vecinos.

Dejadme vivir en mi casa junto al camino
por donde toda clase de hombre pasa:
buenos, malos, débiles, fuertes,
sabios, tontos... como yo.
Así que, ¿por qué sentarme en la silla del burlón
o cínico dejar pasar?

Dejadme vivir en la casa del camino
y ser amigo de todos.


The house by the side of the road


THERE are hermit souls that live withdrawn
In the place of their self-content;
There are souls like stars, that dwell apart,
In a fellowless firmament;
There are pioneer souls that blaze the paths
Where highways never ran-
But let me live by the side of the road
And be a friend to man.


Let me live in a house by the side of the road,
Where the race of men go by - 
The men who are good and the men who are bad,
As good and as bad as I.
I would not sit in the scorner's seat,
Or hurl the cynic's ban; 
Let me live in a house by the side of the road
And be a friend to man.

I see from my house by the side of the road,
By the side of the highway of life,
The men who press with the ardor of hope,
The men who are faint with the strife.
But I turn not away from their smiles nor their tears - 
Both parts of an infinite plan; 
Let me live in my house by the side of the road
And be a friend to man.

I know there are brook-gladdened meadows ahead
And mountains of wearisome height;
And the road passes on through the long afternoon
And stretches away to the night.
But still I rejoice when the travelers rejoice,
And weep with the strangers that moan,
Nor live in my house by the side of the road
Like a man who dwells alone.

Let me live in my house by the side of the road
Where the race of men go by - 
They are good, they are bad, they are weak, they are strong,
Wise, foolish - so am I.
Then why should I sit in the scorner's seat
Or hurl the cynic's ban?
Let me live in my house by the side of the road
And be a friend to man.

domingo, 27 de mayo de 2012

Poemas de Umberto Saba


Palabras

Palabras,
donde se reflejaba el alma del hombre
-desnuda y sorprendida- en los orígenes;
busco un ángulo en el mundo, un oasis
propicio en que lavaros con mi llanto
de la mentira que os ensucia. Juntos,
el cúmulo de recuerdos espantosos
se desharía como nieve al sol.

La cabra

He hablado a una cabra.
Estaba sola en el prado, estaba atada.
Harta de hierba, bañada
por la lluvia, balaba.

Aquel balido igual era fraterno
a mi dolor. Y contesté, primero
por broma, después porque el dolor es eterno,
tiene una sola voz y no varía.
Y yo oía esta voz
gemir en una cabra solitaria.

En una cabra de rostro semita
oía lamentarse cualquier otro dolor,
cualquier otra vida.

Versión de Jesús López Pacheco

 Sobre la mesa

Sobre la mesa del bar donde nos sentamos 
en el verano amigo, caen las hojas 
de los árboles donde los estorninos 
se posan, prestos a emigrar.

Mas tú a mi lado tienes queridas 
esperanzas. Tienes la tristeza que te marca
de una sombra el rostro joven. Oscuro 
es mi llanto, que a los otros y a sí mismo se oculta.

Perspectiva 

La gente aprisa dispersa. 
                                          En la avenida 
hileras de árboles desnudos, 
al fondo allá donde se esfuman los campos, 
se aproximan –parece– hasta estrecharse.     
Y entra aquí un poco de ese cielo lila 
que turba y no consuela. 
                                           Breve tarde, 
demasiado, a la vista, tranquila.

El cristal roto

Todo se mueve contra ti. El mal tiempo, 
las luces que se apagan, la vieja 
casa sacudida por una ráfaga y que amas 
por el mal sufrido, las perdidas 
esperanzas, alguna dicha en ella gozada. 
Sobrevivir te parece negar 
obediencia a las cosas. 
                                       Y en el destrozo 
del cristal en la ventana está la condena. 


Hoja muerta

La encarnada hoja muerta 
que el viento arrastra, 
el viento y el barrendero,

–bajo el fúlgido cielo cae, ensangrienta 
con las otras la calle–

imitaría. Por náusea 
de las palabras vanas, 
de los rostros sin luz.

Pero tu voz, amable, me habla; 
haz que no caiga aún.  
  

Cenizas

Cenizas 
de cosas muertas, de perdidos males, 
de contactos inefables, de mudos 
suspiros;

vívidas 
llamas de vosotras me invisten en el acto 
que de ansia en ansia acerco a las puertas 
del sueño;

Y en el sueño, 
con los lazos tiernos y apasionados 
que tienen el niño y la madre, y en vosotras cenizas 
me fundo.

La angustia 
acecha al paso, yo la desarmo. Como 
un beato la vía del paraíso, 
subo una escala, me detengo ante una puerta 
a la cual llamaba en otros tiempos. El tiempo 
ha cedido de golpe. 
                                   Me siento, 
con los pantalones y el alma de entonces 
en una luz de fulgor; en el corazón 
se abate una alegría vertiginosa 
como el fin. 
                     Pero no grito. 
                                             Mudo 
parto de la sombra hacia el inmenso imperio.

   
Primavera

Primavera que no aprecio, quiero
decir de ti que de una calle la esquina 
doblando, tu presagio me hería 
como una cuchilla. La sombra aún leve 
de ramas desnudas sobre la tierra aún 
desnuda me turba, casi también podría yo 
debería 
renacer. La tumba 
parece insegura ante tu inminencia, antigua 
primavera, que más que otra estación 
cruelmente resucitas y matas. 

Límite 

Habla conmigo largamente mi compañera 
de cosas tristes, graves, que sobre el pecho 
pesan como una piedra; maraña 
de males inextricables, que ninguna 
mano, tampoco la mía, puede desatar. 
Un pájaro 
de la casa de enfrente sobre el alero 
se posa un instante, al sol brilla, regresa 
al cielo azul que lo cobija. 
                                          ¡Oh, él 
dichoso entre los dichosos! Tiene alas, ignora 
mi pena secreta, mi dolor 
de hombre junto a un límite: la certeza 
de no poder salvar a quien se ama.  

UNA NOTTE 

Verrebbe el sonno come l’altre notti 
s’insinua già tra i miei pensieri.
Allora
come una lavandaia un panno, torce 
la nuova angoscia il mio cuore. Vorrei 
gridare, ma non posso. La tortura,
che si soffre una volta, soffro mutuo

Ahi, quello che ho perduto so io solo


UNA NOCHE

Vendrá el sueño como las otras noches,
se insinúa ya entre mis pensamientos.
Entonces
como una lavandera con un paño, retuerce
la nueva angustia de mi corazón. Quisiera
gritar, pero no puedo. La tortura,
que se sufre una vez sola, sufro mudo

Ay, sólo yo sé lo que he perdido

FINESTRA

Il vuoto
del cielo sul color di purgatorio 
delle tegole. Dietro, la materna 
linea dei colli; in basso l’erta dove 
dai cornicioni del teatro calano
i colombi; verdeggia 
un albero che poca terra nutre; 
statue portano alati sulla lira;
fanciulli con estrose grida vagano in corsa


VENTANA

El vacío
del cielo sobre el color de purgatorio
de las tejas. Detrás, la línea
maternal de las colinas; debajo la cuesta donde
las palomas se deslizan desde las cornisas
del teatro; reverdece
un árbol que poca tierra nutre;
unas estatuas cargan aves sobre su lira;
y unos niños entre gritos caprichosos
corretean

lunes, 30 de abril de 2012

Dos poemas de Luis Alberto de Cuenca


Hola, mi amor...

Hola, mi amor,
yo soy el lobo,
quiero tenerte cerca
para oírte mejor.
Hola, mi amor,
soy yo, tu lobo,
quiero tenerte cerca
para verte mejor.
Hola, mi amor,
yo soy el lobo,
quiero tenerte cerca
para oirte mejor.
Hola, mi amor,
soy yo, tu lobo,
quiero tenerte cerca
para olerte mejor.

Si con tus garras
me quisieras abrazar
si con tus dientes
me quisieras tú besar.

Hola, mi amor,
yo soy el lobo,
quiero tenerte cerca
para olerte mejor.
Hola, mi amor,
soy yo, tu lobo,
quiero tenerte cerca
para hablarte mejor.

Hola, mi amor,
yo soy el lobo,
quiero tenerte cerca
para olerte mejor.
Hola, mi amor,
yo soy el lobo,
quiero tenerte cerca
para olerte mejor.
Hola, mi amor,
soy yo, tu lobo,
quiero tenerte cerca
para hablarte mejor.

Yo, lo que quiero,
es tu cuerpo tan brutal
y lo que adoro
es tu fuerza de animal.

Si con tus garras
me quisieras abrazar
y con tus dientes
me quisieras tú besar.

Hola, mi amor,
yo soy el lobo,
te compraría un anillo,
un pastel, un collar.
Hola, mi amor,
soy yo, tu lobo,
quiero bailar contigo
un lindo rock´n´roll. (bis)

Yo sólo quiero
una noche sin final
en la que ambos
nos podamos devorar.
(Escucha la versión de la Orquesta Mondragón. Canta Gurruchaga)

LA MALTRATADATengo Sed. Me has quitado las praderas del norte,
regadas por arroyos de respeto y cariño.
Tengo frío. Te has ido con el sur de mi alcoba,
dejándome las huellas de tu hielo en mi cuerpo.
No sé qué hacer.
La vida me parece una tumba
donde me has enterrado viva, una oscuridad
irrespirable, un túnel sin salida, una muerte
prolongada, el vacío, la ausencia, el desamparo.
Me siento tan vencida por tu odio, tan débil,
tan aterrorizada y tan inexistente,
que no puedo llorar, ni llamar por teléfono
a mis padres (que acaso me dirían: “Aguanta,
que por algo naciste mujer”), ni hacerle señas
a la vecina desde la ventana.
Me quedo
acurrucada en un rincón del dormitorio
esperando que vuelvas y sigas arrasando
con gestos de desprecio, con golpes y con gritos
aquel campo de amor que cultivamos juntos.

domingo, 29 de abril de 2012

Tres poemas inéditos de Pessoa


10-2-1917


El mundo cae a mi alrededor, escombro a escombro.

Mis sentidos oscilan, bandera rota al viento.

¿Qué sombra de qué sol llena de frío y asombro
el camino vacío de la consecución?

Busca un puerto lejano una nave desconocida
ese es todo el sentido de mi vida.

Por un mar azul nocturno, estrellado en el fondo,
sigue su ruta la nave exterior al mundo.

Pero el sentido de todo está cerrado en el asombro
que exhala la llama negra que enciende en mi entusiasmo

Súbitas confesiones de otro que yo fui en otros tiempos
antes de la vida y que vio a Dios y que no soy ahora.


O mundo rui a meu redor, escombro a escombro./Os meus sentidos oscilam, bandeira rota ao vento./Que sombra de que o sol enche de frio e de assombro/A estrada vazia do conseguimento?/ Busca un porto longe uma nau desconhecida/E esse é todo o sentido de minha vida./ Por un mal azul nocturno, estrelado no fundo,/Segue a sua rota a nau exterior ao mundo./ Mas o sentido de tudo está fechado no pasmo/Que exala a chama negra que acende em meu entusiasmo/Subitas confissões de outro que eu fui outrora/Antes da vida e viu Deus e eu não o sou agora. 



5-3-1919 (?)

¿Por qué vivo, quién soy, o qué soy, quién me lleva?
¿Qué seré para la muerte? Para la vida ¿qué soy?
La muerte en el mundo es la oscuridad en la tierra.
Nada puedo. Lloro, gimo, cierro los ojos y voy.
Me cercan el misterio, la ilusión y la descreencia
En las posibilidades que todo sea verdadero.
¡Oh, mi terror de ser, nada hay que te venza!
La vida como la muerte es el mismo mal.


Porque vivo, quem sou, o que sou, quem me leva?/Que serei para a morte? Para a vida o que sou?/ A morte no mundo é a treva na terra./ Nada posso. Choro, gemo, cerro os olhos e vou./ Cerca-me o mistério, a ilusão e a descrença/ Da possibilidade de ser tudo real./ O meu pavor de ser, nada há que te vença!/ A vida como a morte é o mesmo Mal!



12-12-1919

Mi ser vive en la Noche y en el Deseo.
Mi alma es un recuerdo que hay en mí.

Meu ser vive na Noite e no Desejo./ Minha alma é uma lembrança que há en mim.

jueves, 26 de abril de 2012

El ministro Quijote, de Ventura Ruiz Aguilera



Hubo en una corte un ministro loco, 
loco rematado, como Don Quijote, 
a quien bautizaron con aqueste mote 
viendo cómo el reino quiso gobernar: 
mucho durar pudo, mas, por su conducta, 
que, según decían, era extravagante, 
pronto dejó a un cuerdo su sillón vacante 
dando justo origen a cierto refrán, 
que, a pesar del tiempo, dura todavía: 
"Ministro Quijote, ministro de un día." 

De las oficinas desterró a los necios 
que allí colocaron sus antecesores; 
de su lado huyeron los aduladores , 
honradez y ciencia pródigo premió. 
Consiguió que el libro santo de las leyes 
acatase ciego todo ciudadano; 
el tesoro público respetó su mano ; 
pobre subió y pobre muy pronto bajó; 
El refrán, por eso, dura todavía: 
"Ministro Quijote, ministro de un día". 

Con las opiniones fue muy tolerante, 
blando con los buenos, duro con los malos; 
pero jamás quiso persuadir a palos, 
como en nuestros días hacen más de tres. 
Mientras fue ministro, falto de memoria, 
no conoció amigo ni mimó pariente 
procediendo en todo pura y rectamente, 
por lo cual rodando baja del poder. 
El refrán, por eso, dura todavía: 
"Ministro Quijote, ministro de un día." 

Nunca se dio tono con el que le hablaba, 
fuese grande o chico, flaco fuese o gordo, 
ni por conveniencia se hizo jamás sordo, 
cosa que no pueden muchos concebir. 
Libertó a la prensa de los torpes lazos 
que la sujetaban con su férreo yugo 
y, por fin de fiesta, suprimió al verdugo; 
¡De principios tales, digno fue tal fin! 
Pero cayó pronto; bien lo merecía: 
"Ministro Quijote, ministro de un día". 

Desde aquel entonces, el mortal que sube 
máximas contrarias felizmente observa, 
y en su amado puesto firme se conserva 
sin que nada turbe su cabal salud. 
El ministro loco sírvele de ejemplo; 
hoy ya se gobierna con tan raro tino 
que ni el más imbécil hace un desatino, 
porque de él no corra por la multitud 
el refrán que el otro por doquier oía: 
"Ministro Quijote, ministro de un día". 

1851. 

viernes, 13 de abril de 2012

Grodek de Georg Trakl


Por la tarde suenan armas de muerte en bosques otoñales: por áureas llanuras y lagos azules rueda sol tenebroso.

La noche invade a soldados moribundos al salvaje alarido de sus bocas torcidas.

Quietas en la espesura hay nubes enrojecidas donde mora dios colérico; se manchan con fría sangre de luna vertida; todo camino desemboca en cieno y negrura.

Bajo el nocturno ramaje de oro y las estrellas vaga la sombra de mi hermana en un bosque demudado y saluda a los espíritus heroicos, cabezas ensangrentadas, mientras suaves entre rojizos otoñales silban oscuras flautas.

¡Oh, más que soberbio duelo en altares de bronce! Un tremendo dolor alimenta la llama que consume el espíritu:

... los nietos por nacer.

jueves, 12 de abril de 2012

El camino desdeñado, de Robert Frost


El camino que pospuse

Robert Frost


El camino se partía en dos por el bosque amarillo,
y, apenado por no poder tomar ambos
siendo un único viajero, largo tiempo estuve en pie
oteando uno de ellos cuanto pude
hasta donde en la espesura se perdía;

y entonces tomé el otro justamente,
acaso acertado con la opción,
pues áspero era y requería paso frecuente,
aunque en cuanto a lo que allí vi
me hubiera marchado por cualquiera.

Y esa mañana ambos se me aparecían iguales.
¡Guardé el primero para luego!
Aun conociendo la forma como todo camina,
dudé si debía volver sobre mis pasos

¡debo estar diciéndolo con un suspiro
de aquí a la eternidad!
Dos, 
dos caminos se bifurcaban en un bosque

y yo tomé el menos transitado
y eso fue todo.

domingo, 8 de abril de 2012

Dylan Thomas, En mi oficio


Dylan Thomas

In my craft or sullen art...  


EN MI LABOR U HOSCO ARTE


En mi labor u hosco arte,
que ejerzo en la noche tranquila
cuando sólo rabia la luna
y descansan los amantes
con sus penas en los brazos,
trabajo a la luz cantora
no por ambición o pan,
lucimiento o simpatía
en escenarios ebúrneos,
sino por el salario común
de su escondido corazón.

No para los soberbios aparte
de la furiosa luna escribo
en estas páginas aspergidas
por espumas de mar,
ni para los muertos encumbrados
y sus ruiseñores y salmos,
sino para los amantes y sus brazos
que abarcan penas de siglos
y no elogian ni pagan
ni hacen caso de mi trabajo o quier si arte.

lunes, 12 de marzo de 2012

Gregorio Silvestre, Confusión


 Confusión

¡Qué niebla, qué confusión!
¿En qué Babilonia estoy?
¿Si he de ser, si fui, si soy?
¿Si tengo seso o razón,
o manera?
¿Soy acaso o soy quimera?
¿Soy cosa fantaseada
o soy un ser que no es nada,
o fuera más que no fuera?
Yo pregunto
si soy vivo o si difunto,
porque cuando miro en ello
no soy aquesto, ni aquello,
ni estotro, ni todo junto.
Ni hay que ver
si tengo o no tengo ser,
pues no soy gloria ni pena
ni cosa mala ni buena,
de pesar ni de placer.
He pensado
que soy un concepto errado,
un desastre de ventura,
un siniestro de natura,
compuesto desvarïado
de elementos.
Rüina de pensamientos,
cisma de sentidos varios,
revolución de adversarios,
furia de contrarios vientos
y aún peor.
El mismo qu’es el dolor
de mí sale y yo soy él;
él está en mí y yo estó en él
por una regla de amor
señalada;
no es mi vida atormentada
de desdichas de fortuna,
ni tienen fuerza ninguna
si de mí no les es dada
de prestado.
Yo no siento
ni alcanza mi pensamiento
qué mal tengo, ni en qué grado,
que el andar desvarïado
confunde el entendimiento.
No es penar,
no es tormento ni es pesar,
ni morir ni enloquecer,
sino que, a mi parecer,
es más que todo a la par.
Esto he olvidado:
si el principio fue causado
(y al fin me acuerdo que sí)
de una gloria que perdí
por querer demasïado.
El cómo fue,
por la pena que pasé
y el dolor que he sostenido,
pienso que ya lo es sabido,
pero agora no lo sé.
Así estoy más que perdido,
sin saber cómo ni cuándo,
desesperado esperando
que no sea lo que ha sido.
Vengo a tanto,
que de ver cuál es y cuánto
este mi grave cuidado,
me quedo de mí espantado
cómo de mí no me espanto.
En fin, hallo
que es yerro desmenuzallo:
mejor es para mi fe
que se piense que lo sé
y que por algo lo callo.
Yo he hecho lo que he podido;
Fortuna, lo que ha querido.

Gregorio Silvestre (1520-1569)

martes, 7 de febrero de 2012

Epístola a Mateo Vázquez, de Miguel de Cervantes




De Miguel de Cervante, [sic]  captivo, a M. Vázquez mi señor.

Si el bajo son de la zampoña mía,
señor, a vuestro oído no ha llegado
en tiempo que sonar mejor debía,

no ha sido por la falta de cuidado,
sino por sobra del que me ha traído
por extraños caminos desvïado.

También, por no adquirirme de atrevido
el nombre odioso, la cansada mano
ha encubierto las faltas del sentido.

Mas, ya que el valor vuestro sobrehumano,
de quien tiene noticia todo el suelo,
la graciosa altivez, el trato llano

anichilan el miedo y el vüelo
que ha tenido,  hasta aquí, mi humilde pluma,
de no quereros descubrir su velo,

de vuestra alta bondad y virtud suma
diré lo menos, que lo más no siento
quién de cerrarlo en verso se presuma.

Aquel que os mira en el subido asiento
do el humano favor puede encumbrarse
y que no cesa el favorable viento

y él se ve entre las ondas anegarse
del mar de la privanza, do procura,
o por fas o por nefas, levantarse,

¿quién dubda que no dice "la ventura
ha dado en levantar este mancebo
hasta ponerle en la más alta altura.

Ayer le vimos inexperto y nuevo
en las cosas que agora mide y trata,
tan bien, que tengo envidia y las apruebo"?

Desta manera se congoja y mata
el envidioso, que la gloria ajena
le destruye, marchita y desbarata.

Pero aquel que, con mente más serena
contempla vuestro trato y vida honrosa
y el alma dentro de virtudes llena,

no la inconstante rueda presurosa
de la falsa Fortuna, suerte o hado,
signo, ventura, estrella ni otra cosa

dice que es causa que en el buen estado
que agora poseéis os haya puesto,
con esperanza de más alto grado,

mas, sólo, el modo del vivir honesto,
la virtud escogida que se muestra
en vuestras obras y apacible gesto;

esta dice, señor, que os da su diestra
y os tiene asido con sus fuertes lazos
y a más y a más subir siempre os adiestra.

¡Oh sanctos, oh agradables dulces brazos
de la sancta virtud, alma y divina,
y sancto quien recibe sus abrazos!

¿Quién con tal guía como vos camina?
¿De qué se admira el ciego vulgo bajo,
si a la silla más alta se avecina?

Y, puesto que no hay cosa sin trabajo,
quien va sin la virtud, va por rodeo,
y, el que la lleva, va por el atajo.

Si no me engaña la experiencia, creo
que se vee mucha gente fatigada
de un solo pensamiento y un deseo:

pretenden más de dos llave dorada,
muchos un mesmo cargo y quien aspira
a la fidelidad de una embajada,

cada cual por sí mesmo al blanco tira
do asestan otros mil, y sólo es uno
cuya saeta dio do fue la mira,

y, este, quizá, que a nadie fue importuno,
ni a la soberbia puerta del privado
se halló, después de vísperas, ayuno,

ni dio ni tuvo a quien pedir prestado:
sólo con la virtud se entretenía
y en Dios y en ella estaba confiado.

Vos sois,  señor,  por quien decir podría
y lo digo y diré sin estar mudo,
que sola la virtud fue vuestra guía

y que ella sola fue bastante y pudo
levantaros al bien do estáis agora,
privado humilde, de ambición desnudo.

¡Dichosa y felicísima la hora
donde tuvo el real conocimiento
noticia del valor que anida y mora

en vuestro reposado entendimiento
cuya fidelidad, cuyo secreto,
es de vuestra virtudes el cimiento!

Por la senda y camino más perfecto
van vuestros pies, que es la que el medio tiene
y la que alaba el seso más discreto.

Quien por ella camina vemos viene
a aquel dulce süave paradero
que la felicidad en sí contiene.


Yo, que el camino más bajo y grosero
he caminado, en fría noche escura,
he dado en manos del atolladero,

y, en la esquiva prisión, amarga y dura,
adonde agora quedo, estoy llorando
mi corta infelicísima ventura,

con quejas tierra y cielo importunando,
con suspiros el aire escuresciendo,
con lágrimas el mar acrescentando.

¡Vida es esta, señor, do estoy muriendo
entre bárbara gente descreída,
la malograda juventud perdiendo!

No fue la causa aquí de mi venida,
andar vagando por el mundo acaso
con la vergüenza y la razón perdida;

diez años ha que tiendo y mudo el paso
en servicio del gran Filipo nuestro,
ya con descanso, ya cansado y laso,

y, en el dichoso día que siniestro
tanto fue el hado a la enemiga armada
cuanto a la nuestra favorable y diestro,

de temor y de esfuerzo acompañada
presente estuvo mi persona al hecho,
más de esperanza que de hierro armada.

Vi el formado escuadrón roto y deshecho
y, de bárbara gente y de cristiana,
rojo en mil partes de Neptuno el lecho.

La muerte airada, con su furia insana,
aquí y allí, con priesa discurriendo,
mostrándose, a quien tarda, a quien temprana.

El son confuso, el espantable estruendo,
los gestos de los tristes miserables
que entre el fuego y el agua iban muriendo.

Los profundos sospiros lamentables
que los heridos pechos despedían,
maldiciendo sus hados detestables.

Helóseles la sangre que tenían
cuando, en el son de la trompeta nuestra,
su daño y nuestra gloria conoscían.

Con alta voz, de vencedora muestra,
rompiendo el aire claro, el son mostraba
ser vencedora la cristiana diestra.

A esta dulce sazón, yo, triste, estaba
con la una mano de la espada asida,
y sangre de la otra derramaba.

El pecho mío, de profunda herida,
sentía llagado, y la siniestra mano
estaba por mil partes ya rompida.

Pero el contento fue tan soberano,
que a mi alma llegó, viendo vencido
el crudo pueblo infiel por el cristiano,

que no echaba de ver si estaba herido
aunque era tan mortal mi sentimiento,
que a veces me quitó todo el sentido.

Y, en mi propia cabeza, el escarmiento
no me pudo estorbar que, el segundo año,
no me pusiese a discreción del viento

y al bárbaro, medroso pueblo extraño
vi: recogido, triste, amedrentado,
y, con causa, temiendo de su daño,

y al reino, tan antiguo y celebrado,
a do la hermosa Dido fue rendida,
al querer del troyano desterrado.

También, vertiendo sangre aún la herida
mayor, con otras dos quise hallarme
por ver ir la morisma de vencida.

¡Dios sabe si quisiera allí quedarme
con los que allí quedaron esforzados
y perderme con ellos o ganarme!

Pero mis cortos, implacables hados
en tan honrosa empresa no quisieron
que acabase la vida y los cuidados

y, al fin, por los cabellos me trujeron
a ser vencido por la valentía
de aquellos que, después, no la tuvieron

en la galera Sol (que escurescía
mi ventura su luz, a pesar mío),
fue la pérdida de otros y la mía.

Valor mostramos al principio, y brío,
pero, después, con la esperiencia amarga,
conoscimos ser todo desvarío.

¡Sentí de ajeno yugo la gran carga
y en las manos sacrílegas, malditas,
dos años ha que mi dolor se alarga!

Bien sé que mis maldades infinitas
y la poca atrición que en mí se encierra
me tiene entre estos falsos ismaelitas.

Cuando llegué vencido, y vi la tierra
tan nombrada en el mundo que en su seno
tantos piratas cubre, acoge y cierra,

¡no pude al llanto detener el freno,
que, a mi despecho, sin saber lo que era,
me vi el marchito rostro de agua lleno! [...]

Mi lengua balbuciente y cuasi muda
pienso mover en la real presencia,
de adulación y de mentir desnuda,

diciendo: "Alto señor, cuya potencia
sujetas trae mil bárbaras naciones
al desabrido yugo de obediencia,

a quien los negros indios con sus dones
reconoscen honesto vasallaje,
trayendo el oro acá de sus rincones,

¡despierte en tu real pecho el gran coraje,
la gran soberbia con que una bicoca
aspira de contino a hacerte ultraje!

La gente es mucha, mas su fuerza es poca,
desnuda, mal armada, que no tiene,
en su defensa, fuerte muro o roca.

Cada uno mira si tu armada viene
para dar a sus pies el cargo y cura
de conservar la vida que sostienen.

Del amarga prisión, triste y escura,
adonde mueren veinte mil cristianos,
tienes la llave de su cerradura.

Todos (cual yo) de allá, puestas las manos,
las rodillas por tierra, sollozando,
cercados de tormentos inhumanos,

valeroso señor, te están rogando
vuelvas los ojos de misericordia
a los suyos, que están siempre llorando,

y, pues te deja agora la discordia
que hasta aquí te ha oprimido y fatigado
y gozas de pacífica concordia,

¡haz , oh buen Rey, que sea por ti acabado
lo que, con tanta audacia y valor tanto,
fue por tu amado padre comenzado!

¡Sólo el pensar que vas, pondrá un espanto
en la enemiga gente, que adevino
ya, desde aquí, su pérdida y quebranto!

¡Quién dubda que el real pecho begnino [sic]
no se muestre, escuchando la tristeza
en que están estos míseros contino!

Bien paresce que muestro la flaqueza
de mi tan torpe ingenio, que pretende
hablar tan bajo ante tan alta alteza,

pero el justo deseo la defiende.
Mas a todo silencio poner quiero:
que temo que mi pluma ya os ofende
y al trabajo me llaman donde muero.