domingo, 13 de abril de 2008
Pedro Antonio de Alarcón, Piropos de la Molinera, en El sombrero de tres picos
Admirábanla, sí, y requebrábanla en ocasiones, lo mismo los frailes que los caballeros, los canónigos que los golillas, como un prodigio de belleza que adornaba a su Criador, y como una diablesa de travesura y coquetería, que alegraba inocentemente los espíritus más melancólicos. "es un hermoso animal", solía decir el virtuoso Prelado. "Es una estatua de la antigüedad helénica", observaba un abogado muy erudito, Académico correspondiente de la Historia. "es la propia estampa de Eva", prorrumpía el Prior de los Franciscanos. "Es una real moza", exclamaba el Coronel de milicias. Es una sierpe, una sirena, ¡un demonio!, añadía el Corregidor.
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